ÍNDICE Volumen I Parte I. Javier Tusell y la historiografía española 1. La obra historiográfica de Javier Tusell. Juan Avilés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 2. La aportación de Javier Tusell al estudio del catolicismo político español contemporáneo. José Manuel Cuenca Toribio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 3. Javier Tusell y la historia de la Segunda Guerra Mundial. Stanley G. Payne . . . . . . . 45 4. Javier Tusell: un hombre singular. Ángeles Egido. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 Parte II. Ensayos de historia política 5. Proyectos de autonomía e independencia de los reinos y territorios americanos de la corona española durante el siglo xviii. María Núñez Martínez . . . . . . . . . . . . . . . 63 6. Consideraciones sobre los comicios inaugurales del sufragio universal en Madrid: 1869, 1891, 1893. Antonio Fernández García . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 7. Ríos Rosas visto por sus contemporáneos. Cristóbal García Montoro. . . . . . . . . . . . . 135 8. La doctrina fundacional del nacionalismo vasco: el aranismo. José Luis de la Granja Sainz. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147 9. Milenarismo y propaganda por el hecho: la marcha anarquista sobre Jerez de 1892. Juan Avilés. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183 10. La reforma liberal en el reinado de Alfonso XIII: la nueva cultura política. Ángeles Lario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213 11. El terrorismo en Barcelona a principios del siglo xx: un enigma sin resolver. Ángel Herrerín López. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247 12. El Partido Radical durante la II República en Málaga: organización, liderazgo y clientela de un nuevo instrumento político. Fernando Arcas Cubero . . . . . . . . . . 275 13. El fascismo y la guerra civil española. Ismael Saz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293 14. La visión comunista sobre la armada republicana: El informe de 1938. Pedro M.ª Egea Bruno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307 15. Guerra y diplomacia: Juan Negrín, o el fracaso de la acción exterior republicana. Ricardo Miralles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 357 16. La guerra continúa: ayuda a los refugiados de la guerra civil y acción política republicana en el exilio. Abdón Mateos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 373 7 Historia, política y cultura. Homenaje a Javier Tusell 17. Fernando M.ª Castiella: una larga travesía hacia el liberalismo. Rosa Pardo Sanz. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 391 18. La diplomacia de la razón: el «libro rojo» sobre Gibraltar y su impacto. Rafael Sánchez Mantero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 431 19. Las difíciles relaciones hispano-marroquíes, 1961-1975. M.ª Concepción Ybarra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 453 20. La historia de la defensa, el tiempo presente y la funcionalidad historiográfica. Isidro Sepúlveda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 475 8 Parte I Javier Tusell y la historiografía española La obra historiográfica de Javier Tusell1 Juan Avilés Desde que conocí a Javier Tusell, cuando él era un joven profesor universitario y yo un estudiante en busca de director de tesis, siempre me impresionó su extraordinaria capacidad de trabajo, su rapidez para llegar al fondo de los temas, la aparente facilidad con la que era capaz abordar una investigación tras otra. Durante treinta y cinco años, hasta su prematura muerte en 2004, Tusell publicó a un ritmo casi anual una sucesión de libros de investigación o de alta divulgación, que en conjunto representan una extraordinaria aportación a la historia de la política española desde fines del siglo xix hasta comienzos del xxi. Su consulta resulta indispensable para el estudio de la monarquía de Alfonso XIII, del régimen de Franco y de la transición democrática, tres períodos acerca de los cuales destacaré a continuación algunas de las que a mi juicio constituyen sus más importantes contribuciones. Otras obras que no puedo citar en estas breves páginas se mencionan en la bibliografía final, que no pretende ser exhaustiva, pero sugieren la ingente dimensión cuantitativa de la obra de Tusell. Mis comentarios intentan ofrecer una aproximación a su importancia cualitativa. Uno de los mejores estudios sobre el sistema político de la monarquía alfonsina sigue siendo el que Tusell publicó en 1976 con el título de Oligarquía y caciquismo en Andalucía, 1890-1923 y recibió al año siguiente el Premio Nacional de Ensayo. Al ser Andalucía una de las más extensas regiones españolas y una de las más afectadas por la corrupción electoral, se trataba de un caso muy adecuado para comprobar como funcionaban efectivamente a nivel local los fenómenos del encasillado (es decir el proyecto de reparto de escaños que el Gobierno hacía antes de las elecciones) y el pucherazo (es decir el conjunto de prácticas ilegítimas que aseguraban el triunfo de los candidatos). Para ello Tusell recurrió a una amplísima documentación, procedente no sólo de instituciones públicas, sino de los archivos privados de políticos como el conde de Romanones, Juan de la Cierva, Natalio Rivas y Manuel Burgos y Mazo. Pudo así comprobar como en los distritos rurales Una versión anterior de este artículo se publicó en Bulletin d´Histoire Contemporaine de l’Espagne, 43, octubre de 1 2007. 11 Historia, política y cultura. Homenaje a Javier Tusell la corrupción era la regla, debido sobre todo a la falta de motivación política de una población muy pobre y con una elevada tasa de analfabetismo, pero que era también muy frecuente en los distritos urbanos. Abundaban los distritos «dóciles», en los que la presión del gobernador conducía a que salieran elegidos alternativamente diputados conservadores o liberales, en función de cual fuera el gobierno de turno, mientras que en otros existía un caciquismo local tan arraigado como para que el mismo partido se impusiera en una elección tras otra, sin que faltaran unos cuantos distritos en los que llegó a haber una genuina competencia electoral. Pero esa situación, observaba Tusell, lejos de representar una excepcionalidad española, como a menudo se ha supuesto, respondía a una pauta común de desnaturalización de los mecanismos democráticos en países con un escaso nivel de desarrollo. El sistema caciquil tradicional entró en crisis durante la dictadura del general Primo de Rivera, cuya repercusión en Andalucía estudió Tusell en un volumen que prolongaba el antes citado: La crisis del caciquismo andaluz, 1923-1931. Y el origen de esa dictadura lo analizó en un interesante libro que publicó diez años después: Radiografía de un golpe de Estado (1987), que de nuevo se apoyó en la consulta de otro archivo privado, en este caso el del propio dictador. Fue aquél el único golpe de Estado que resultó triunfante en la España del siglo xx, pues el de julio de 1936 sólo triunfó en una parte del territorio nacional y dio por ello lugar a una guerra civil, mientras que el de febrero de 1981 fracasó por completo. A esos diferentes resultados contribuyeron por supuesto los aciertos y los errores de los golpistas y de quienes se le opusieron en cada caso, pero hubo también un factor de fondo, que fue el diferente arraigo de los sistemas políticos existentes en 1923, en 1931 y en 1981. Como destacaba Tusell, la democracia de 1981 tenía un fuerte apoyo en la sociedad española y un ambiente internacional favorable, mientras que en 1936 había una fuerte movilización política de los sectores de izquierda, que se enfrentarían con las armas al golpe militar, pero en 1923 el régimen liberal oligárquico carecía de cualquier apoyo popular. Fue también distinta la actitud de los respectivos monarcas, pues en 1981 Juan Carlos defendió con firmeza las instituciones democráticas, mientras que medio siglo antes Alfonso XIII aceptó el golpe y con ello se jugó la corona. Además de los citados, publicó Tusell otros libros sobre el reinado de Alfonso XIII, que constituyó uno de sus principales temas de estudio. Entre ellos cabe destacar sus estudios biográficos sobre el principal político conservador del período (Antonio Maura, 1994) y sobre el propio monarca (Alfonso XIII, 2001). En cuanto al período de la II República, su investigación se centró por un lado en la sociología electoral, 12 La obra historiográfica de Javier Tusell con estudios monográficos sobre las elecciones de 1931 (Las Constituyentes de 1931: unas elecciones de transición, 1982) y de 1936 (Las elecciones del Frente Popular, 1971) y por otro en los partidos de inspiración católica. Respecto a estos últimos publicó en 1974 un libro en que analizaba conjuntamente la trayectoria de la CEDA, del Partido Nacionalista Vasco, de la Unió Democrática de Catalunya y de otros sectores más o menos próximos al concepto de democracia cristiana (Historia de la democracia cristiana en España). Quince años después apareció su estudio sobre una de las figuras más sinceramente democráticas de la derecha católica (Giménez Fernández, precursor de la democracia española, en colaboración con José Calvo). En cuanto a los motivos del fracaso de la República y los orígenes de la guerra civil, los analizó en un libro que le valió el Premio Espasa Calpe de Ensayo en 1986: Los hijos de la sangre. El surgimiento del régimen de Franco lo estudió en un libro de 1992 que obtuvo el Premio Comillas de Biografía: Franco en la guerra civil. La novedad de esta obra y su interés para la historia de la derecha española se basó en la índole de las fuentes utilizadas, entra las que destacaban diarios y otros documentos inéditos procedentes de archivos privados. Tusell pudo consultar la documentación de monárquicos alfonsinos como José María Pemán y Pedro Sainz Rodríguez, de carlistas como Manuel Fal Conde y el conde de Rodezno, y de militares que jugaron un papel político destacado, como Francisco Gómez Jordana. Pudo así reconstruir el proceso por el que un general que podía haber protagonizado una dictadura militar transitoria se convirtió en el caudillo de España que rigió sus destinos hasta su muerte. El primero de los factores que llevaron a ese resultado fue el carácter de la propia guerra civil, prolongada y sangrienta, que impulsó a las masas de derechas a aferrarse a la figura del vencedor. El segundo fue el modelo de los regímenes fascistas de Italia y Alemania, a cuya adaptación en España contribuyó destacadamente el cuñado del dictador, Ramón Serrano Suñer. Y el tercero fue la propia habilidad política de Franco, que supo marginar a quienes pretendieron actuar con demasiada independencia y aprovechar las disensiones entre las distintas corrientes de la derecha española, para imponer su propio poder indiscutido. Y es ese último factor el que resulta analizado en Franco en la guerra civil, un libro que ofrece un retrato magistral de cómo las distintas corrientes de la derecha española quedaron sometidas a la dirección de un caudillo militar que tenía unas ideas políticas muy simples, pero perseguía con sumo talento un fin primordial: su propio poder personal como salvador de la patria. Los años de la II Guerra Mundial, que fueron cruciales para la consolidación del régimen franquista, los estudió Tusell en dos libros sucesivos. El primero, Franco 13 Historia, política y cultura. Homenaje a Javier Tusell y Mussolini, escrito en colaboración con Genoveva García Queipo de Llano, fue publicado en 1985 y el segundo y más amplio, Franco, España y la Segunda Guerra Mundial, lo fue diez años después. Basados en la documentación diplomática española, italiana, británica y francesa, así como en los archivos privados de Jordana, Varela, Beigbeder y Carrero Blanco, estos libros proporcionan un detallado análisis tanto de la posición de Franco respecto a la guerra mundial, que fue variando en función de la fortuna bélica de los contendientes, como de las diferencias internas que enfrentaron a distintos sectores de su régimen. Respecto a lo primero, Tusell refuta la tesis, largo tiempo defendida por los apologistas de Franco, de que éste había mantenido a España en una estricta neutralidad. En realidad, el dictador hubiera querido intervenir en la guerra y si no lo hizo fue en parte por las dificultades objetivas derivadas de la falta de capacidad militar y de abastecimientos alimenticios, y en parte por el escaso interés que Hitler prestó a sus reivindicaciones territoriales en África, unas reivindicaciones que resultaban excesivas en relación al poderío de España y eran expresión de una cierta megalomanía franquista. Los principales generales españoles, que nunca llegaron a constituir un verdadero «partido militar», no eran demasiado favorables a la intervención, cuyas dificultades conocían, y sentían escasas simpatías hacia las aspiraciones de los falangistas y en especial de Serrano Suñer, que fue el principal partidario de la entrada en guerra, por motivos ideológicos de identificación con las potencias fascistas. De cara al futuro de España resultó por supuesto crucial que no llegara a entrar en guerra, a pesar de que estuvo muy cerca de hacerlo, y también lo fue que en aquellos difíciles años supiera Franco consolidar su poder personal de árbitro entre los grupos rivales que conformaban el bando vencedor en la guerra civil. Uno de esos grupos era el del catolicismo político, que jugó un papel crucial en el régimen de Franco en los años de 1945 a 1957, analizados por Tusell en su libro Franco y los católicos, publicado en 1984, cuya importancia estriba en que demostró la posibilidad de estudiar la política interna del régimen, indiscernible en las fuentes de prensa, a través del método propio de la historiografía: la consulta de las fuentes documentales.Tales fuentes se encuentran sobre todo en los archivos privados y para este libro Tusell pudo consultar, entre otros, los de Alberto Martín Artajo, Ángel Herrera Oria y Fernando M. Castiella. Gracias a esas fuentes pudo reconstruir la vida política de los años dorados del llamado nacionalcatolicismo, que representó el vano intento de imponer a la sociedad española una peculiar lectura de la tradición católica, cada vez más alejada de las nuevas tendencias del catolicismo mundial. A este siguieron otros libros importantes de Javier Tusell sobre el régimen de Franco, entre los que se debe destacar su biografía del almirante 14 ÍNDICE Volumen II Parte III. Religión y Estado. 21. La publicística católica española de mediados del siglo xix: entre el rechazo de una pretendida colonización religiosa extranjera y la defensa de privilegios confesionales exclusivistas. Juan B. Vilar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 22. ¿Estado católico o estado totalitario? Iglesia, España e Italia (1937-1938). Giuliana di Febo y Renato Moro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 23. Martín Artajo y el mundo religioso. Juan María Laboa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 24. La regulación de la libertad religiosa en España: vicisitudes del proyecto Castiella, 1960-1967. Feliciano Montero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97 25. ¿Qué tipo de amenaza nos plantea el Islam radical? Florentino Portero. . . . . . . . . . 111 Parte IV. Ensayos de historia social. 26. La familia como instrumento de perpetuación patrimonial y mecanismo de influencia política. Fernando Sánchez Marroyo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139 27. Carmen Caamaño: una mujer en la vanguardia de su tiempo. Alicia Alted Vigil. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175 28. Presos en la España de posguerra (1939-1950). Jesús de Juana López y Domingo Rodríguez. Teijeiro.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187 29. La memoria impuesta durante el franquismo. Walther Bernecker. . . . . . . . . . . . . . 225 Parte V. Cultura y arte. 30. Las expresiones léxicas «edad moderna», «edad contemporánea», «siglo liberal», y otras conexas. Francisco Abad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247 31. La novela política (1930): retrato de un año. José-Carlos Mainer . . . . . . . . . . . . . . . . 265 32. Intelectuales y emigrantes españoles en Estados Unidos entorno a la guerra civil. Germán Rueda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 285 33. Democracia y populismo en América latina. El americanismo español y la deletérea acción del imperialismo. Carlos Malamud . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 319 Historia, política y cultura. Homenaje a Javier Tusell 34. Klee, el primitivismo y la abstracción de los años cincuenta. Víctor Nieto Alcaide. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 345 Parte VI. Historia de la prensa. 35. Entre la ilustración y la revolución: «el Correo Literario de Murcia» en los orígenes de la prensa murciana (1792-1795). María José Vilar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 353 36. La matanza de Huitzilac y la prensa española. Antonio Lorente Medina . . . . . . . . . 377 37. La prensa española en los años de gobierno de Felipe González. María Cruz Seoane y Susana Sueiro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 395 8 Parte III Religión y Estado La publicística católica española de mediados del siglo xix: entre el rechazo de una pretendida colonización religiosa extranjera y la defensa de privilegios confesionales exclusivistas Juan B. Vilar1 El pluralismo ideológico, y por tanto también el religioso, es uno de los principios normativos de toda sociedad democrática. España no es la excepción, si bien aquí tal pluralismo ha sido conquista tardía y no consolidada hasta fecha reciente en el marco de la vigente Constitución de 1978. Con anterioridad se dio solamente en dos breves y casi efímeras experiencias democráticas: el Sexenio revolucionario de 1868-1874, y ya en el siglo xx, en un segundo sexenio, el de 1931-1936, coincidente con la II República. La restante contemporaneidad española ha sido de uniformidad religiosa en el contexto de un Estado confesional católico sobreviviente del Antiguo régimen y garantizado por las sucesivas Constituciones españolas a partir de la de 1812, cuyo artículo 12 refiere literalmente: «La religión de la nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquier otra»2. La ordenación constitucional posterior mantuvo un modelo confesional fluctuante entre la intolerancia neta (Estatuto Real de 1834, Constitución moderada de 1845) y una cierta tolerancia (Constitución consensuada de 1837, la progresista no promulgada de 1856, Constitución liberal-conservadora de 1876), aunque más en función de los extranjeros residentes que de los nacionales, dado que los españoles serán considerados católicos por definición y excepcionalmente agnósticos, pero nunca adscritos a otra confesión distinta a la católico-romana. Como referiría M. Menéndez Pelayo, exponente máximo de tal tesis, el español que ha dejado de ser católico «... es incapaz de creer en cosa alguna»3. Ahora bien, la ofensiva propagandista de las asociaciones bíblicas y de evangelización extranjeras sobre España (británicas y norteamericanas fundamentalmente, pero también alemanas, francesas, suizas y otras), como consecuencia del Juan B. Vilar, Catedrático de Historia Contemporánea, Facultad de Letras. Universidad de Murcia. «Constitución política de la Monarquía española (19 de marzo de 1812)», en Tierno Galván (1972): Leyes políticas españolas fundamentales (1808-1936), 24. 3 Menéndez Pelayo, II (1956): Historia de los Heterodoxos Españoles, 1195. 1 2 11 Historia, política y cultura. Homenaje a Javier Tusell reavivamiento religioso del mundo protestante en lo que se ha dado en llamar II Reforma (la del siglo xix para diferenciarla de la I Reforma, la del xvi), una ofensiva movida por el reto de abatir el principal y más inconmovible baluarte del catolicismo romano en el continente europeo, esfuerzo auspiciado en ocasiones por las respectivas potencias (el Reino Unido sobre todo) en nombre de la libertad de conciencia, determinó un tenaz combate entre catolicismo y disidencias, inmovilismo y apertura, uniformidad y pluralismo, y en definitiva entre intolerancia y libertad, inseparable de la traumática andadura de nuestro primer liberalismo4. Ello se reflejaría en una extensa publicística católica, casi siempre a la defensiva, presentada por sus autores como airado rechazo de una pretendida colonización religiosa extranjera y como legítima reafirmación en los valores propios, pero en la cual subyacían también no siempre declarados propósitos de perpetuar privilegios confesionales exclusivistas poco o nada compatibles con las libertades democráticas, la modernidad y el progreso. Algunas precisiones semánticas y conceptuales: iglesia, secta, herejía y cisma El término iglesia, del griego eclesía, o comunidad de creyentes que forman un cuerpo místico del que Cristo es cabeza, aparece reiteradas veces en el Nuevo Testamento, que en ocasiones lo pone en boca del propio Jesucristo. Sus caracteres fundamentales de unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad son resumibles en el básico empeño de universalidad de un mismo mensaje religioso, dado que la acción redentora de Cristo alcanza a toda la humanidad. Precisamente cuando un colectivo de creyentes se aparta de la Iglesia será conceptuado de iglesia o de secta según asuma o no esa vocación universalista. Las comunidades cristianas consideradas iglesias trabajan por un modelo católico de cristianismo en el sentido de universal y, hasta cierto punto, unitario. Estiman Un puntual seguimiento del tenaz combate entre intolerancia y libertad en la prolongada etapa de referencia puede verse en nuestra documentada monografía: Vilar (1994): Intolerancia y libertad en la España contemporánea. Los orígenes del protestantismo español actual. Prólogo de R. Carr., así como en nuestra biografía del principal líder evangelista español del momento:Vilar (2003): Manuel Matamoros, fundador del Protestantismo español actual. (Hay trad. francesa: Manuel Matamoros, fondateur du Protestantisme espagnol contemporaine. Pau-Orthez. Université de Pau-Ed. Gascogne. Dos excelentes aproximaciones a la problemática de referencia son también: Peddie (1924-1925): Los albores de la Segunda Reforma en España. Prólogo de M. Carrasco. (1ª ed. Inglesa, 1871): The dawn of the Second Reformation in Spain. y Van der Grip (1971): Geschichte des Spanishen Protestantismus in 19. Jahrhumdert. Obras, las cuatro mencionadas, que remiten a extensa bibliografía. 4 12 La publicística católica española de mediados del siglo xix:… que solamente existe una Iglesia cristiana con un bautismo como sacramento angular e irrepetible, e intentan la aproximación entre las diferentes denominaciones en el marco de un común esfuerzo ecumenista. Son iglesias del pueblo en el sentido de pretender realizarse en su respectiva comunidad sin restricciones de ningún tipo, aunque en ocasiones no duden en enfeudarse a la potestad civil en el marco de un estado confesional. Frente a ellas no tardarían en desgajarse las «iglesias libres». Sin renunciar a la universalidad del mensaje evangélico, abogan por la separación e independencia mutuas de iglesias y estados, y se marcan con total autonomía sus directrices doctrinales y disciplinares, renunciando de forma positiva a toda tutela estatal, incluso en el plano financiero. Puede ocurrir que estas iglesias deriven finalmente en sectas, al anteponer particularismos del tipo que fueren a su prístina vocación universalista. Pero también sucede que la secta, siguiendo un proceso inverso, se transforme en iglesia libre e incluso en iglesia estatal. Secta, del sustantivo latino secta, derivado a su vez de sequi, seguir, que significa tomar partido. Con anterioridad al cristianismo, secta indicaba el partido político o la escuela filosófico-religiosa a que cada cual estaba adscrito. En los Hechos de los Apóstoles se recoge el término secta en su sentido religioso, como grupo aparte pero todavía sin resonancias peyorativas o de condena5. Por el contrario en las epístolas apostólicas, en particular las paulinas6, secta comienza a hacerse sinónimo de disidencia. En este sentido secta, en cuanto grupo peculiar e independiente, viene a ser la antítesis de iglesia por cuanto esta última es sinónima de unidad y universalidad. Sobre todo si se entiende por iglesia la reunión de todo el pueblo cristiano, con una sola fe, un solo bautismo y uniformidad de credo y ritos. A este universalismo las sectas contraponen un particularismo religioso que en ocasiones deriva hacia posiciones puramente individualistas. La secta como agrupación minoritaria autoconsiderada elitista y escogida, o por decirlo de otra forma como comunidad de elegidos, acuña su propio modelo de cristianismo de acuerdo con una interpretación subjetiva de la Biblia. Se proclama a sí misma restauradora de la verdadera Iglesia de Jesucristo, se aferra con obstinado empeño a sus doctrinas particulares, rechaza como falsas las creencias ajenas, tacha de corrupta, babilónica e impostora a la iglesia de la cual se ha Hechos, 26, 5. Vid., verbigracia, Gálatas, 5, 20. 5 6 13 Historia, política y cultura. Homenaje a Javier Tusell separado, y para reafirmar su propia personalidad ante el mundo exterior como comunidad elegida practica un rigorismo ético en ocasiones rayano en la extravagancia, y hace gala de marcada vocación proselitista. El modelo acabado de secta, tal como aquí es presentado, en sus rasgos fundamentales no hace su aparición hasta el siglo IV con Donato de Cartago. Con anterioridad sólo se dieron parciales disidencias que, sin renunciar a la básica vocación universalista de la Iglesia, pretendían encauzar a ésta de acuerdo con sus particulares tendencias o interpretaciones. Tal es la diferencia entre la secta plena o donatista —término este utilizado aquí en su sentido más amplio— y la secta incompleta o restrictiva. Íntimamente ligado al concepto de secta está el de herejía, del griego hairesis u orientación particular. Desde el punto de vista religioso no tardó en poseer esta palabra una significación despectiva, en el sentido de rechazable apartamiento de la ortodoxia establecida. Por el contrario, cuando tal defección no respondía a motivaciones doctrinales y sólo a consideraciones de orden disciplinar, el alejamiento de la Iglesia, en la medida en que obedeciese a factores circunstanciales cuando no meramente personalistas, era considerado cisma. Su persistencia solía conllevar la aparición de divergencias doctrinales, dificultándose así la reinserción ulterior en la iglesia matriz. Sentadas estas precisiones conceptuales, se hace necesario analizar la terminología controversista utilizada tanto del lado católico como del protestante en la publicística de referencia. En ambos casos, junto a la utilización de un lenguaje serio e irreprochable, se dará, según veremos, el fácil recurso a las expresiones descalificadoras y panfletarias. La terminología controversista: cristianos, evangélicos, romanistas, papistas e idólatras. Sincretismos anglicanos y excesos verbalistas de protestantes y católicos Los bajos niveles de la cultura religiosa de España en la primera mitad del siglo xix, monolíticamente católica, explica que la totalidad de las disidencias parecieran iguales, incluso en ambientes cultos. Del alcance de este confusionismo da idea ciertas coplillas que circulaban con ocasión del tardío encausamiento inquisitorial y condena de Pablo de Olavide, llamado a tener tanta resonancia en 14