Primer Finalista Adultos “MUJERES ABRIENDO CAMINO” DEDICADO A LAS MUJERES QUE ME HAN INSPIRADO Salí de clase como siempre, dejando tras de mí, las voces, las risas, el ruido del agua de la fuente, como de costumbre preferí dar la vuelta y evitarme la salida corta, por la parte recién construida, para volver a sentir, todo sobre mis pies, el paso del tiempo y la historia de mi colegio, no podía evitar seguir el ritual, que tanto tiempo llevaba repitiendo. Una angosta escalera, era el comienzo de un mundo distinto, cargado de historia, estaba en el colegio antiguo, esta vez, olvidado y casi desértico, segunda planta, el silencio era escalofriante, sólo las orlas de promociones anteriores, parecían querer decir, que ellos dejaron allí, todas sus experiencias, luego, una cómoda del s. XIX, cuyos cajones se negaban a deslizarse por la falta de uso, encima una escultura, de escayola de S. Antonio, que también había vivido mejore momentos y en frente, un arca de madera noble, también olvidada. Descendí la escalinata, que conducía a la primera planta, el pasamano no tan firme como en tiempos dorados, guardaba secretos, voces y risas de niños, durante sus doscientos veinticinco años de existencia. De nuevo, segunda parada, mi preferida, ante mí, se abría una pequeña estancia, en la que se alzaba un Cristo tallado en madera, con los brazos desplegados como alas y la mirada triste, a su derecha un reclinatorio, cargado de oraciones y sentimientos íntimos, junto a él, los libros olvidados de una enciclopedia antigua y encima, un niño Jesús, con cara de frío, que parecía que no podía dormir. La luz del mediodía, doraba la estancia y como polvo de oro suspendido, invadió mi alma, respiré profundamente, quería llevarme esa luz, esa fragancia, pero conforme salía, me iba abandonando, como si ese fuese el único rincón, para mantener la magia. En la planta baja, apenas gente, pues mi tardanza había hecho pasar, el momento del bullicio y las prisas por volver a casa. Última entrada, la capilla que me llamaba como un imán. Al entrar, la Virgen de las Angustias, solemne, majestuosa, aguantando el peso de un hijo muerto, que había entregado la vida por nosotros. Y pequeña, casi sin llamar la atención, haciendo de su imagen su carisma, La Virgen del Patrocinio y mi preferido, un pequeño niño Jesús vestido con encaje. Miré hacia arriba y vi, como a través de una vidriera de la cúpula, se colaba un pequeño haz de luz, que iluminaba una inscripción en el altar. Por no recordar el latín olvidado no supe lo que significaba. Me fui a casa, pensando que este año, tenía que sacar a tiempo para escribir un relato, para conmemorar el aniversario, de la muerte del padre Cosme, pero otra vez, la casa, la cena, una lavadora olvidada, acortaron el tiempo y agotada, sucumbí al sofá, como en día anteriores. - Mañana lo haré, mañana sacaré tiempo… Cuando desperté, tenía frío y una brisa rozaba mi cara, todo estaba oscuro y en silencio. Poco a poco, mis ojos ser fueron acostumbrando a la oscuridad, y vislumbrando, la estancia que me era familiar y al mismo tiempo desconocida. - ¿Dónde había visto yo esos muebles? Era una estancia humilde, apenas una cama, una mesita con una Biblia y un rosario, una pequeña lámpara y una silla. Estaba tranquila, algo había en ese lugar que me sosegaba, debían de haber transcurrido casi treinta minutos, cuando el frío y la penumbra empezaban a adormecerme, me incorporé y empecé a recorrer la habitación, esperé que despuntase el día para salir de ella y resolver donde me hallaba, las campanas me sobresaltaron y seguí su llamada. Salí de ella, crucé varias estancias, mi recorrido terminó junto a la escalera del coro de la pequeña capilla. Ya sabía dónde estaba. Todo seguía igual, pero más nuevo, apenas unos cambios imperceptibles, de pronto, un reducido grupo de monjas, interrumpió el silencio con sus rezos, sus ropas eran de otra época. Vi en el altar, la misma inscripción, ahora recordaba mi latín olvidado “Oración, Sencillez y Buen ejemplo”. Quise llamar la atención con un grito, pero no pude, una fuerza extraña me lo impedía. Todo parecía un sueño.- ¿Qué hacía yo, en este lugar y en este tiempo? Y ¿para qué? Cuando terminaron, las seguí, escondida, para no ser descubierta y romper así, la magia. Pasaron a otra ala, donde había muchas niñas pequeñas, las cuidaban y les enseñaban. Un grupo de mujeres adelantadas a su tiempo, eran pocas, pero el mensaje era claro, habían tenido los mejores guías. Comprendí, que ellas serían las protagonistas de mi relato, “mujeres abriendo camino”, por ellas estamos aquí y a ellas le debemos lo que somos, mujeres en la sombra de un proyecto, sin notoriedad ni reconocimientos, pero felices, de realizar su misión, comprendí todo, que doscientos veinticinco años no lo han podido andar solas, el mensaje de los fundadores y en especial el padre Cosme, está siempre presente y la mano de Dios también. Lo que sucedió después no lo recuerdo, sólo sé que desperté, y me encontré en el sofá de mi casa, eran las dos y media de la mañana, somnolienta subí la escalera pensando: - Se lo debo, ellas serán las protagonistas de mi historia, mañana escribiré mi relato, mañana…mañana. Eva Mª del Valle de la Rosa – 39 años Priego de Córdoba