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EL BRILLO DE TUS OJOS
12 de Noviembre, 1980, en Washington. Acababa de recibir un premio internacional
de periodismo. Este año, Arman había logrado ser el mejor periodista de entre
muchos. Salió en todos los medios de comunicación. Ascendió mucho en su trabajo.
Ahora nada podía hacerle más feliz.
Arman nació en Rusia pero a los 20 años se trasladó a Washington para hacer la carrera
de periodismo. Desde muy pequeño le fascinaba esta profesión; viajar a diferentes
países para conocer su actualidad, sociedad y situación.
Cuando llevaba 5 años trabajando en esta ciudad, su mujer e hija de 6 años,
fallecieron en un terrible accidente de coche. Esto provocó una depresión en Arman
que hizo que le despidieran al no asistir durante casi dos años. Después de todo esto,
Arman recapacitó. Decidió pasar página. Tenía una vida, y al no poder compartirla,
quiso dedicarla enteramente a su otra pasión: el periodismo. Consiguió un nuevo
trabajo y después de tres años muy duros consiguió el premio con el que había soñado
desde pequeño. Pero el dolor que le dejó aquel accidente, no desaparecería nunca.
Un día estaba Arman trabajando en la oficina cuando miró hacia la ventana de cristal
del despacho de su jefe. Éste le estaba mirando fijamente y con un gesto le hizo saber
que tenía que hablar con él inmediatamente. Arman fue sin más, sabía que era
importante. Una vez allí el jefe le comentó un trabajo que tenía para él. Pero este no
era como los demás. Su destino era África y era diferente porque la empresa le iba a
pagar todos los gastos que suponía el viaje; también, cómo no, las vacunas necesarias
para ir a dicho país. Arman no se lo pensó dos veces y aceptó el trabajo. Era una
oportunidad única.
El avión salió del aeropuerto a las 6:30 de la mañana. Estaba preparado para hacer el
mejor reportaje que se hubiera podido hacer en este país. Todo sería perfecto.
Una vez allí, con todo el equipo de grabación y personal, buscaron un buen lugar
donde poder empezar. Entonces observó que no iba a ser como se imaginó. Todo
estaba lleno de pobreza, familias enteras tiradas en la calle rogando ayuda, pidiendo
un trozo de pan. La miseria y la muerte llenaban de hedor el ambiente. Todo estaba
sucio, ningún lugar era el apropiado para hacer un reportaje decente. Decidieron
hacerlo en cualquier calle de las que veían, adaptándose a la realidad de ese lugar.
A pesar de las condiciones el reportaje estaba saliendo bien, no había más
complicaciones que la propia indigencia y el dolor de las familias destrozadas.
Hicieron una pausa para descansar. Arman decidió investigar un poco más de esta
ciudad tan desconocida para él. Estaba observando cuando de pronto oyó un ruido
cerca de allí. Se asomó y vio una barra de hierro muy grande tirada en medio de la
calle y detrás una niña pequeña que al parecer acababa de tropezar con ella. Arman
se dirigía a ayudarla cuando al verla de cerca se le vino a la mente un recuerdo muy
querido pero a la vez amargo. Esa niña le había recordado a su hija. No sabía cómo
reaccionar. Se le saltaron las lágrimas y acto seguido ayuda a la pequeña a levantarse.
-¿Estás bien, cielo? ¿Cómo te llamas?
La niña no respondió. Estaba asustada pues temía que ese extraño hombre le pudiera
hacer daño, y retrocedía poco a poco. Arman se dio cuento e intentó tranquilizarla.
-Tranquila no voy a hacerte daño. Me llamo Arman y he venido aquí por trabajo.
Al ver que la niña no reaccionaba añadió:
- ¿Por qué estás sola? ¿Dónde está tu madre?
La niña agachó la cabeza y Arman escuchó sus sollozos. Se le estremeció el corazón.
Decidió cuidarla mientras trabajaba y después le buscaría un hogar.
Mientras iban de camino a donde estaban grabando, la niña le agarró la mano y dijo:
-Me llamo Kamaria. ¿Vas a cuidar de mí?
Su voz era dulce y a Arman le recordaba cada vez más a su hija. No supo contestar. Le
sonrió y siguió mirando al frente para no pensar en el pasado.
A medida que pasaban los días, Arman se fue encariñando cada vez más con Kamaria,
con su sonrisa y su mirada, que parecía brillar más que la primera vez que la vio.
Kamaria le dijo que tenía 6 años.
Cuando terminó su reportaje, Arman decidió quedarse en África, puesto que no le
había encontrado hogar a Kamaria y la niña no tenía papeles para que pudiera
llevársela a su ciudad. Alquiló un piso y allí se quedaron los dos. Su cabeza no dejaba
de dar vueltas pensando qué hacer con la pequeña.
Esa noche, Kamaria se acercó a la cama de Arman y le dijo:
-¿Sabes lo que significa mi nombre?
Arman negó con la cabeza y ella se respondió a sí misma:
-“Bonita como la luna”. ¿Qué significa el tuyo?- Le preguntó.
-Lo sabrás cuando seas mayor, ahora duérmete.
Pasaron unos días y Arman no podía separarse de Kamaria. Quería adoptarla pero
estaba muy complicado.
Un día estaba Arman en el salón liado con algunos papeles, cuando Kamaria entró.
Dijo que se sentía mal, pero Arman estaba tan entretenido que no alzó la vista y le
dijo que se metiera en la cama y así se le pasaría. Ella no reaccionó. Acto seguido
cayó al suelo. Arman se levantó asustado. Kamaria se había desmayado y tenía mucha
fiebre. La llevó de inmediato al primer hospital que encontró. No quisieron atenderla,
pues no tenía papeles.
Esto le sucedió en los distintos hospitales a los que pudo acudir, pero por desgracia en
África no había solución al problema de los papeles. Además, mucha gente se
acumulaba por los pasillos. Los médicos no daban abasto y Arman no sabía qué hacer.
El pulso de Kamaria se debilitaba. Arman recordó que un antiguo amigo suyo vivía allí.
Era médico pero llevaba jubilado dos o tres años. Entonces se dirigió a su casa.
Él los recibió sin problema. Examinó a la niña y le dijo:
-Querido amigo, siento comunicarte que la pequeña tiene la malaria. Tiene que ser
vacunada en seguida o... me temo que morirá. Por desgracia yo no dispongo de los
medios necesarios para hacerlo pero no puedes esperar. Necesitaría más tiempo del
que le queda a esta pequeña.
Arman salió enseguida muy preocupado. Ahora esa niña lo era todo para él y no estaba
dispuesto a perderla. Insistiendo lo más que pudo, consiguió rellenar los papeles de
adopción para poder llevar a la niña a Washington y allí la podrían curar.
Al terminar se dirigió al aeropuerto para ir a su país pero le negaron el pasaporte. No
aceptaban que fuera con la niña pues podría contagiar su enfermedad. Arman se puso
histérico. Y entre todo este jaleo, se contagió él.
Se puso muy enfermo pero en cuanto se enteraron su jefe y sus compañeros,
averiguaron los medios necesarios para ir allí con médicos y poder salvarlo.
Al verlos allí, Arman se enfadó mucho. Sólo habían traído medios para curar a una
persona. Miró al doctor y dijo:
- ¡¡Sabíais que me había contagiado por contacto con una niña y sólo traéis dosis para
una persona!!
Todos se quedaron callados mirando a Arman y sin saber qué responder.
- Ya podéis moveros pues no seré yo quien reciba este medicamento.
-Señor, morirá si no se la pongo de inmediato- Añadió el doctor.
-Yo no tengo más derecho que ella- dijo Arman mirando a su derecha, donde estaba
acostada Kamaria.
El médico se dirigió a Kamaria para ponerle la vacuna. A Arman se le cerraban los
ojos, cuando, con la vista muy borrosa, vio entrar por la puerta a su antiguo amigo, el
médico jubilado, que se acercaba a él con un extraño maletín en la mano. Acto
seguido perdió la consciencia…
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12 de Noviembre, 1982. Estaban paseando junto a un estanque.
Arman le susurró a Kamaria al oído:
-Significa “protector”.
Kamaria sonrió y le besó en la mejilla. Sus ojos brillaban…
Autora: Rocío del Campo Alcalde
Seudónimo: Yamila
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