CONCLUYENDO EL AÑO DE LA FE Muchos personajes de la Biblia son los mejores guías en el camino de la fe. Han recorrido itinerarios difíciles. Han luchado consigo mismos, con Dios, con el mundo. Han pasado por el día y por la noche. Aprender a asomarnos a la Escritura, buscando en ella respuestas, es algo muy necesario hoy en día, nos ayudará a adentrarnos con detalle en su experiencia creyente. Creyentes de siempre para un mundo de hoy. Jacob, el hombre que luchó con Dios 24 de noviembre de 2013 Día de Jesucristo Rey del Universo 1. Una vida en proceso En el personaje de Jacob-Israel y en su historia atormentada se reconoce al pueblo de Israel con su trayectoria de fe y en él podemos reconocer también la nuestra. En su historia vemos mezclados elección y sufrimiento, santidad y pecado, bendición y lucha incesante. La historia de su relación con Dios es la de una misteriosa preferencia: cuanto más aparece la fragilidad física y moral de Jacob, más brilla la gratuidad absoluta de la elección y de la alianza por la cual Dios lo pone aparte por su bendición. Fue un hombre andariego, tramposo y mentiroso, enamoradizo, temeroso, obligado por sus trampas a huir constantemente y a temer venganzas y persecuciones. Pero, por encima de todo y más allá de su conducta moral, fue alguien elegido y amado por Dios que se hizo el encontradizo con él innumerables veces: en Betel,en el vado del Yaboc, en Siquén, en Berseba... En cada encuentro, Jacob volvía a escuchar palabras de ánimo y de bendición que era consciente de no merecer: «Soy yo demasiado pequeño para tanta misericordia y tanta fidelidad como tienes conmigo», se atrevió a decirle un día, abrumado por aquel amor persistente e incomprensible. Se sentía querido por Dios sin méritos propios y esa era su más profunda identidad. 1. Una mujer cananea Jesús marcha a regiones paganas, no judías, vinculadas a las ciudades fenicias de Tiro y Sidón. Allí se encuentra con una mujer que ha salido en su búsqueda y que el evangelista Mateo le da identidad pagana. 2. A la sombra de la fe de Jacob Comienza un triple intercambio entre la mujer y Jesús. Pese a su origen la mujer reconoce a Jesús como Señor e Hijo de David y le pide piedad para su hija que está endemoniada (una enfermedad u otro tipo de sufrimiento, que por desconocer sus causas se atribuía a ‘demonios’). Releemos situaciones y trayectorias de nuestra vida a la luz de la historia de Jacob y hacemos memoria de momentos en los que hemos experimentado con más fuerza lo inmerecido de elección del Señor por nosotros. Llama poderosamente la atención el silencio de Jesús ante esta petición de misericordia. En ese instante intervienen los discípulos pidiendo a Jesús que actúe y despida a la mujer que está molestando con sus gritos. Podemos tomar conciencia de nuestros miedos y recordar también otros momentos de ‘noche’ y de ‘lucha con Dios’ vividos en la propia historia personal. La mujer insiste y comienza el ‘segundo asalto’. A los pies de Jesús le suplica de nuevo: «¡ayúdame!». Es su hija la que sufre pero ella ha hecho totalmente suyo su dolor. Sin embargo, Jesús, que antes la había ignorado, ahora rechaza su petición con palabras duras. El pan de los hijos, Israel, no puede darse a los perros, nombre despectivo que el Antiguo Testamento recoge varias veces para referirse a los paganos. Agradecemos alguna bendición recibida últimamente. Y reconocemos también. (Dejamos un tiempo de silencio y podemos compartir alguna de estas experiencias) La mujer no se arredra y vuelve a la carga, reconociendo por tercera vez a Jesús como Señor. Transforma con inteligencia la imagen utilizada por Jesús. No entra a discutir su comparación con los perros y asume que las migas caen de ella, nadie se las da… pero los perros pueden tener acceso al pan sin que sus amos pasen hambre. Finalmente, a la tercera va la vencida, Jesús valora la fe de la mujer y accede a su deseo. El poder de su palabra queda una vez más de manifiesto y la niña es sanada al instante. • La mujer nos enseña que la fe va de la mano de actitudes como el coraje, la perseverancia y la humildad: ella lucha, no se rinde sino que insiste hasta tres veces, no tiene miedo de ceder un poco para conseguir su objetivo, se centra en lo fundamental. 2. Siguiendo el ejemplo de la mujer cananea ¿Cómo te han parecido las actitudes de Jesús y la mujer? Ante las dificultades y los momentos oscuros, ¿es así nuestra 1. ¿Y si yo hubiera estado allí? Los personajes que aparecen en las narraciones bíblicas y sus reacciones son un espejo en el que podemos mirarnos y reconocernos, si estamos dispuestos a aceptar que en ellas «se habla de nosotros». (Dejamos un tiempo de silencio y podemos compartir alguna de estas experiencias) Empezamos a contemplarlos/nos partiendo en primer lugar al corazón: en ese núcleo de la persona veremos dos tipos de actitudes: la desmesura o el cálculo: de los primeros, la mujer que rompió el frasco, la viuda pobre y Zaqueo; de los segundos, Simón el fariseo y Judas. 1. Otros personajes bíblicos Si miramos los pies (los suyos y los nuestros) como expresión de la manera de actuar y comportarse, observaremos dos reacciones: la huída o la permanencia. fe? Recuerda personajes bíblicos que te gusten especialmente: María, Pedro, Pablo, Nicodemo, María Magdalena, Noemí, Jeremías, Zaqueo, mujer adúltera... T Comparte en el grupo qué te gusta de alguno de ellos. Tomamos distancia para reflexionar sobre los distintos personajes: Vemos a los calculadores que se quedan siempre ‘más acá’, no se atreven a transgredir límites, deciden permanecer en lo razonable y lo sensato y, desde ahí, califican de locura lo contrario. Pertenecen al gremio aquel chaval al que Jesús invitó a seguirle (Mc 10, 20-22) pero él echó atrás. También Nicodemo, a quien Jesús propuso ‘nacer de nuevo’: eso a él le pareció absurdo e imposible (Jn 3, 3-4). Dirigimos ahora la mirada a los fugitivos, a los discípulos de Jesús que empezaron ya a huir cuando se resistieron entender que su Maestro fuera a sufrir y que subiera a Jerusalén (Mc 9, 32). Pedro y otros discípulos. 2. Para pensar Después de este recorrido, podemos acercarnos a Jesús desde la actitud de cualquiera de esos personajes, la que reconozcamos más cercana a la nuestra. Y pedirle que nos ayude a salir de nuestra tibia mediocridad, que nos familiarice con esos adverbios ‘tan suyos y de su gente’ como más, demasiado, siempre. Tratamos de conocer internamente a qué actitud profunda responden esos gestos de desmesura o de permanencia, tanto en los personajes bíblicos como en nosotros, de qué manantial secreto de urgencia agradecida, de generosidad, de despreocupación por el propio yo han brotado. Dialogamos con cada uno de los personajes, les hacemos preguntas sobre sus sentimientos, les pedimos que nos cuenten cuál fue el camino que les llevó a ser así y a actuar así, para dejarnos seducir por su talante vital. Dirigimos también nuestra mirada a tanta gente que hoy sigue viviendo de esa manera en tantos lugares del mundo, también cerca de nosotros. Nos alegramos de ello, los felicitamos desde lo más profundo del corazón. Sentimos orgullo de pertenecer a una humanidad y de una Iglesia en la que muchos hombres y mujeres viven fuera de sí mismos para entregarse a otros y siguen siendo capaces de traspasar límites. Posiblemente, al acercarnos hoy nosotros a la pasión de Jesús, no alcancemos a hacer nada más que esto: no huir, romper el frasco de alabastro de nuestros cálculos, permanecer pobre y silenciosamente a su lado, dejar que la desmesura de su amor encienda la nuestra.