3 Creer El Credo Creador del cielo y de la tierra1 EL DIOS QUE SE COMUNICA POR AMOR La Biblia empieza así: ”En el principio creó Dios el cielo y la tierra. (Gn 1,1). Lo hemos leído y escuchado tantas veces que tal vez no nos damos cuenta de todas las cuestiones que la idea de creación puede suscitar. ¿Por qué tendría Dios que querer que haya algo distinto de sí mismo, si Él en su eternidad ya era plenamente autosuficiente y bienaventurado? ¿Por qué había de crear el mundo? O tiene necesidad de ello, o no la tiene.. Si tiene necesidad de crear el mundo, entonces tendríamos que decir que Dios ya no es Dios, porque dependería del mundo, no podría existir sin el mundo. Pero, si no tiene necesidad, nosotros no seríamos nada para Él. Sin embargo, a partir de la Biblia podemos intuir una respuesta: Dios es absoluto y autosuficiente en Él mismo, pero su ser Absoluto no es inerte y cerrado sobre sí mismo sino que es un Absoluto de vida, de comunicación y de amor que se entrega. Por eso, después de una larga reflexión de siglos, y después de que Jesús nos diera la suprema revelación de lo que Dios es, la tradición cristiana llegó a concebir a Dios como Trinidad, como eterna relación y comunicación interpersonal en el seno del mismo Dios, Padre, Hijo y Espíritu. Dios es eternamente comunión: Dios es amor. Y el amor es comunicación, es interdonación: la tendencia del amor es darse libremente. Cuando la Biblia nos habla de creación nos quiere sugerir que Dios - que es comunicación eterna y necesaria en el seno de las relaciones intratrinitarias - puede, además, comunicarse libre y gratuitamente a otros seres. La creación es esto: otorgar existencia a realidades que existirán solamente como término y objeto de un amor libre y gratuito. Entre todas las criaturas a las que Dios ha otorgado, con diferentes grados, la existencia y la realidad de ser, quiso que el ser del hombre/mujer fuera de modo particular imagen suya, dotada de inteligencia y de libertad, para que pudiera entrar en relación con Él y así pudiera participar de su vida y de su gozo. La comunicación total y perfecta de Dios es su Hijo. Es su Imagen Eterna. Nosotros somos como una comunicación parcial y limitada. No somos Imagen ni Hijos con ma(1) Resumen del capítulo 4 del libro “Creer el credo” de Josep Vives. Ed. Sal Terrae. Colección Alcance yúsculas, pero somos “hijos” e “imagen” con minúsculas; hijos por participación, por comunicación libre, por adopción. Y el mundo material será el lugar, el conjunto de condiciones, donde el ser humano se puede realizar como imagen de Dios. Podríamos decir que la creación es, pues, como una redundancia; una expansión libre y temporal de la eterna comunicación de la vida divina intratrinitaria. Y, en este sentido, solamente un Dios trinitario puede crear. Los dioses fríos de los deísmos filosóficos no pueden crear, porque el deísmo concibe a Dios como un Absoluto autosuficiente y cerrado, fuera del cual propiamente no puede haber nada. Solamente el Dios que no es una sustancia cerrada en si misma, sino que es absoluto de comunicación y de vida, podrá pensarse como abierto a la creación. LOS RELATOS DE LOS SEIS DÍAS DE ACCIÓN CREADORA Todos conocemos el relato bíblico que explica la creación gradual del mundo en seis días. Es un relato cuyo género literario es el “mítico”. Eso no quiere decir que no contenga verdad. Simplemente quiere decir que no tiene la pretensión de explicar los inicios del mundo en términos científicos. ¿Cómo podría hacerse un relato con pretensiones científicas cuando va dirigido a un pueblo primitivo de pastores, ignorante en ciencias físicas?. Su pretensión es otra: la de explicar mediante una composición imaginativa el sentido último del mundo. Así, comienza con una afirmación tan simple como contundente: “En el principio ( = como principio de todo) Dios creó el cielo y la tierra” (Gn 1,1). És decir: Dios es la causa primera y total de todo; Dios es causa única libre y soberana. En los mitos antiguos a menudo el mundo era el resultado de las luchas entre lo distintos dioses, o contra las fuerzas del caos o del mal: de aquí los politeísmos. Pero en la Biblia todo surge solamente por la palabra de Dios; por su simple voluntad. Absolutamente todo es obra solamente del querer de Dios. La expresión inclusiva “el cielo y la tierra”, precisamente quiere expresar que no hay nada que escape a esta acción creadora de Dios. Seguramente también hay aquí una voluntad de desmitificación de las religiones astrales, en las que los cuerpos celestes eran considerados como divinos. Igualmente hay también un rechazo de las concepciones dualistas, en las que se admitía la existencia de algo previo al acto creador (la materia, la tiniebla, el mal...) que no sería obra de Dios. Los libros sapienciales resumirán lapidariamente: “Por su palabra, el Señor ha hecho todas las cosas y su proyecto se ha realizado de acuerdo con su voluntad” (Sir 42, 15) La distribución de la acción creadora en seis días responde al deseo del autor de presentar la creación como un conjunto ordenado. Es como una lección elemental sobre las categorías de coses que hay en la naturaleza para que el ser humano se sepa orientar: la luz, el cielo, las aguas, las plantas, los animales, etc. El mundo no es algo caótico aunque pueda parecerlo. Organizar la realidad es una manera de dominarla, una manera de hacer que nos sintamos en casa, que no nos asuste. El mundo está organizado por voluntad del Dios creador. Todo lo ha hecho Dios, y vio Dios que era Creador del cielo y de la a tierra bueno. Contra los miedos cósmicos o los puritanismos dualistas, el relato bíblico acentúa la bondad de toda la creación. Nada de lo que Dios ha creado es malo... LA HUMANIDAD, ADMINISTRADORA DE LA CREACIÓN DE DIOS Para coronar la obra de los seis días, Dios hizo al hombre. Siguiendo la forma imaginativa propia de un relato mítico, la creación del hombre y de la mujer se presenta como algo muy particular. En primer lugar, Dios modela al hombre con sus propias manos. Esto es expresión de una singular predilección: el hombre no es una “cosa” más entre las cosas creadas. Lo hace del barro de la tierra, a su imagen: es de la tierra, de este mundo (no es divino) pero con capacidad de entrar en relación con Dios, libre y responsable ante Él, capaz de corresponder a su amor. Y al primer hombre le da como compañera la mujer porque no es bueno que el hombre esté solo. Aquí, de nuevo, el lenguaje mítico está lleno de significado: el ser humano es un ser social; y que la mujer salga del costado del hombre es una manera de decir que los dos son de la misma condición, compañeros e iguales: “carne de la propia carne”. El hombre/mujer tienen una función en el mundo: “creced y multiplicaos, dominad la tierra, imponed un nombre a todas las cosas...”. Eso sí, “respetad el conocimiento del bien y del mal”. Este sería el sentido profundo del relato de la tentación, la manzana y la serpiente, con el que tantos chistes se han hecho. Todo está a disposición del ser humano, pero el ser humano no es su señor absoluto ni puede hacer cualquier cosa. Ha de respetar el sentido ntido del bien y del mal. No se ha de dejar seducir por el atractivo aparente de las cosas. El mal, simbolizado en la comida de aquel fruto del árbol del bien y del mal, consiste en querer ser como Dios, en no reconocer la propia limitación ni las leyes intrínsecas de la realidad creada. Esto es lo que, más adelante, expresarán con más detalle los famosos “diez mandamientos”, que no son imposiciones caprichosas de Dios, sino exigencias para poder vivir con sentido en las condiciones propias de creaturalidad. Cuando estas exigencias no son respetadas, se rompe todo el equilibrio de la creación, y el ser humano acaba por descubrir, con temor y vergüenza, su propia desnudez, su propia debilidad e incapacidad para encontrarse a gusto en su existencia. Dicen los ecologistas que el relato de la primera caída es el primer relato pro-ecologista. En cierta manera podría ser así. El ser humano ha de utilizar las cosas creadas de una manera razonable, teniendo en cuenta el bien de todos, incluso el de las generaciones futuras. El pecado del hombre/mujer fue el de querer ser como Dios, el de hacerse amo absoluto, queriendo alcanzar la felicidad por la fácil vía mágica de comer una cosa grata y atractiva, y no por la vía que Dios le había indicado, la de ser responsables de todos los bienes de la tierra. RESUMIENDO: UNA IMAGEN SORPRENDENTE DE DIOS De los relatos de la creación se deducen algunos rasgos bien sorprendentes del Dios de la Biblia. En primer lugar, Dios actúa como un ser personal en relación con el mundo Podríamos decir que la creación es, como una redundancia; una expansión libre y temporal de la eterna comunicación de la vida divina intratrinitaria y con el ser humano. Dios no es un mero principio cosmológico: el Absoluto, el divino, algo abstracto o neutro. No: Dios quiere, Dios ama, Dios habla, Dios propone... Naturalmente no queremos decir que sea como una persona humana, con las limitaciones propias de los humanos. Pero tampoco es una fuerza impersonal, abstracta. Quien crea al hombre a su imagen, personal y libre, solamente puede ser concebido como eminentemente libre y personal. Por eso Dios crea libremente: no crea por necesidad ontológica. Si el mundo fuera consecuencia necesaria de la manera de ser de Dios, sería tan eterno como Dios y no habría en él lugar para ningún tipo de libertad ni de historia. Dios no puede ser concebido como un rival del hombre. Dios no se dedica a recortar las posibilidades del ser humano, sino, al contrario, a sustentarlas y fomentarlas. Por tanto, nada de lo que sea auténticamente humanizador queda prohibido o limitado por Dios. Y, al contrario, todo aquello que deshumaniza, ha de considerarse como automáticamente prohibido por Dios. Dios solamente prohíbe lo que hace daño al ser humano, porque solamente quiere su bien, dado que el ser humano es su criatura amada. Una última consecuencia que puede parecer aún más sorprendente. Nosotros tenderíamos a pensar que la creación es obra, sobre todo, de la omnipotencia divina. Pero podríamos considerar también que, por el hecho de crear al ser humano, Dios se hace débil ante el ser humano. Pensemos en el padre del hijo pródigo: el padre, porque le ama, no le puede forzar. Una vez leí que “quién ama más es siempre el más débil”. Al amarnos, Dios se ha puesto en nuestras manos. El místico alemán Ángel Silesius decía: “Dios tiene tanta necesidad de mí como yo tengo necesidad de Él”. Dios podía no crearme; pero, si me ha creado, me ha de amar. Es en este sentido que se puede decir que Dios tiene necesidad de mi. Porque me ama, ha de respetar mi libertad. Y por eso podemos decir que el hombre/mujer puede “pecar”, es decir, alzarse contra el mismo Dios. Contra el Dios omnipotente! Y aquí se revela lo más sorprendente: tener fe en el Dios creador implica creer que Dios tiene fe en nosotros. Nos ama tanto que asume correr el riesgo que le rechacemos y nos volvamos en contra de Él. La historia de Jesús - Dios puesto al alcance de los hombres -, mostrará hasta que punto el amor puede ser audaz.