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MACHADO, SORIA Y EL AGUA DE LA VIDA
Todo pudo ocurrir una tarde parda y fría de invierno.
Tarde de lectura; de mesa camilla; de parchís y tute; de castaña asada; de batata
al horno… todo por mor de la lluvia que monótonamente caía, embelesando al cuantos
la miraban tras los cristales.
La lluvia corría; y la tarde pasaba,… como pasa la vida, sin volver atrás la
mirada y sin corregir lo ya hecho.
Así, cautivado por la lluvia, Antonio pensaba en el agua y en cómo ésta es la
propia vida: si falta, no hay vida, pero cuando existe, da vida y llena la realidad
cotidiana dando vida:
Sacia la sed, y da vida
Mitiga el calor, y da vida.
También da sentido a la inmanencia:
En el bautismo de la vida.
Purifica el descanso eterno, y da vida
Todo pasa por el agua.
Por eso una de las mejores parábolas bíblicas habla en metáfora del agua:
“Mujer, dame de beber” pidió Jesús a la samaritana, pero ella, que recelosa acarreaba
agua de un pozo cuando nadie la veía, denegó la ayuda al pedigüeño.
“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “Dame de beber”, acaso
tú le pedirías a él…”, respondió Jesús. Y ganó la confianza de la samaritana.
Esa agua generosamente ofrendada, que venció el rechazo de la mujer del pozo,
es fe: es agua viva; un agua que fluye,… que permanece,… que es vida eterna.
Eterna y cíclica, como el ciclo del agua.
Brota de la tierra en estado líquido para dar vida.
Se evapora, y sube al cielo para recordarnos que allí está quien da la vida.
Se condensa y cae, para empaparnos con su vida.
Otra vez la lluvia.
Esa lluvia que en invierno invita a charlar en familia en torno a un fuego de
brasero, amenizando la fría y parda tarde con olvidados juegos de mesa.
Esa lluvia que cala, campos, alimenta ríos y manantiales y regala la existencia de
plantas y animales.
Esa lluvia que da… tiempo,… y evoca algún que otro recuerdo infantil.
Esa lluvia que en abril, junto al sol de mayo, hace florecer al olmo viejo; (…)
aquel olmo seco, herido por un rayo y en su mitad podrido, en cuyo tronco Antonio y
Carmen perpetuaron su amor con tatuaje de navaja, y que aún vive en el boulevard de
San Saturio gracias al agua del Duero, que a esa altura ya trazó su curva de ballesta en
torno a Soria.
CÓRDOBA, 03 de diciembre de 1636
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