Discurso jurídico y dinámicas evolutivas, pp. 1-11. -1- DISCURSO JURÍDICO Y DINÁMICAS EVOLUTIVAS por Atahualpa Fernandez, Camilo José Cela-Conde, Marly Fernandez RESUMEN Este artículo propone una explicación sobre el Derecho, que atraviesa las escalas de espacio, tiempo y complejidad, uniendo los aparentemente irreconciliables hechos de lo social y lo natural, integrando la percepción de una red normativa, de una estrategia social adaptativa, que ciertamente se creó y existe en función de sus contribuciones a la supervivencia y al éxito reproductor durante un largo período de nuestra historia evolutiva, esto es, resolver problemas evolutivos recurrentes en especies esencialmente sociales como la nuestra que, por otra parte, no habría conseguido prosperar biológicamente. (*) PALABRAS CLAVE Derecho, dinámicas evolutivas, discurso jurídico, argumentación jurídica. La cultura humana y el derecho en particular son un depósito de preceptos éticos, jurídicos y políticos que abarcan todo tipo de órdenes específicas, valores, prohibiciones, tabúes y rituales. Desde la más remota época, los estudiosos del derecho han buscado organizar esos imperativos en un sistema universal de normas y principios, racional, armónico y defendible, sin que todavía (hasta ahora) hayan podido haber conseguido llegar a algo parecido a un consenso. Las matemáticas y la física son las mismas para todos y en cualquier lugar, pero el derecho (y la ética) no han podido alcanzar un equilibrio similar y ponderado. ¿Por qué no? ¿Es ilusorio el objetivo de partida? ¿Será el derecho, en último término, un asunto de gustos subjetivos (o de poder político)? ¿No existen verdades jurídicas susceptibles de ser (*) Atahualpa Fernandez es Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de la Amazonia (Brasil) y Profesor Colaborador Honorífico de Antropología y Evolución Humana del Laboratorio de Sistemática Humana de la Universidad de las Islas Baleares (España). Camilo José Cela-Conde es Catedrático de Antropología y Filosofía de la mente de la Universidad de las Islas Baleares (España) y de Antropología y Evolución Humana en el Laboratorio de Sistemática Humana de la misma Universidad. Marly Fernandez es Doctoranda en Derecho en la Universidad de les Islas Baleares (España) y Research Scholar en el Laboratorio de Sistemática Humana de la misma Universidad. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Atahualpa Fernandez, Camilo José Cela-Conde, Marly Fernandez -2- descubiertas y confirmadas que no sean movimientos forzados o verdades meramente serviciales? Quienes creen que no existen principios objetivos del derecho suelen acusar de “cientificismo” a quienes los buscan. Pero siguiendo la aguda observación de Dennett (1995), cabe sostener que no es “cientificismo” el pretender conceder objetividad y precisión al conocimiento, del mismo modo que no es adoración de la historia el concebir que Napoleón durante un tiempo dominó a Francia o que el Holocausto sucedió realmente; quienes temen los hechos tratarán siempre de desacreditar a los que los encuentran. Pero, ¿cómo cabría aplicar la ciencia al derecho sin tergiversar el sentido de este último? Se han construidos grandes edificios de teoría y metodología jurídica que fueron criticados y defendidos, sometidos a revisiones y amplificados por los mejores métodos de investigación racional, y dentro de esos artefactos del pensamiento humano figuran algunas de las creaciones más extraordinarias de la cultura jurídica. Una operación semejante realizada con el punto de vista puesto en la posible objetividad de algunos principios del derecho podría hacer frente quizá con garantías a las desviaciones cientificistas de la ciencia jurídica. Pero en realidad nos enfrentamos con el caso contrario. En el campo jurídico nunca se ha prestado la debida atención a la evolución de la naturaleza humana y a la estructura y el funcionamiento material del cerebro humano como fuente de los instintos y las predisposiciones que permiten crear y explotar los vínculos sociales relacionales existentes. No hay que extrañarse pues de que el proceso de realización del derecho sea uno de los más problemáticos y contestados públicamente de todas las empresas jusfilosóficas. Tanto el derecho como la ética carecen de las bases de conocimiento verificable de la naturaleza humana necesarias para obtener predicciones de causa y efecto y juicios justos basados en ellas. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Discurso jurídico y dinámicas evolutivas, pp. 1-11. -3- De hecho, cuando los operadores jurídicos abordan el estudio del comportamiento humano y del derecho tienen la costumbre de hablar de diversos tipos de explicaciones: sociológicas, antropológicas, normativas y axiológicas ajustadas a las perspectivas de cada una de las respectivas disciplinas y áreas de conocimiento, es decir, sin considerar siquiera la posibilidad de que exista una sola clase de explicación para la comprensión de la juridicidad en su proyección metodológica. Pero tal explicación unitaria de base existe. Desde el punto de vista teórico es posible imaginar una explicación que atraviese las escalas del espacio, del tiempo y de la complejidad uniendo los hechos aparentemente inconciliables de lo social y lo natural. Existen numerosos modelos procedentes de las ciencias de la vida que integran los comportamientos sociales como consecuencia de determinadas variables de la naturaleza de cada especie. Cabe detectar la presencia en nuestra especie —esencialmente social— de ciertas estrategias socio-adaptativas que aparecieron gracias a que contribuían a la supervivencia y al éxito reproductivo. Es más: sin tales estrategias surgidas durante el largo período de nuestra historia evolutiva para resolver problemas evolutivos, nuestra especie no podría haber conseguido prosperar. ¿Forma parte el derecho de tales estrategias adaptativas? Desde luego no, si nos atenemos a los modelos estándar del discurso jurídico. Pero cabe afirmar que éstos resultan insuficientes porque: a) descuidan o no tratan en absoluto de aspectos muy importantes del problema de la legitimidad del derecho a partir de una concepción previa acerca de la naturaleza humana (de su existencia individual, separada y autónoma); b) no ofrecen un método que permita, por un lado, analizar adecuadamente nuestras capacidades, habilidades y limitaciones al llevar a cabo las operaciones de los procesos racionales de argumentación jurídica y, por otro lado, evaluar sus resultados e impactos en lo que se refiere a nuestras intuiciones y emociones Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Atahualpa Fernandez, Camilo José Cela-Conde, Marly Fernandez morales (tanto las culturalmente formadas -4- como, y muy particularmente, las de raíz biológica); c) tienen un interés muy limitado (si es que cuentan con alguno) por entender el contexto político de factibilidad o aplicabilidad de las propuestas que les sirven de fundamento, al tiempo que resultan escasamente críticos en relación a los modos de articulación y las consecuencias de los vínculos sociales relacionales (de autoridad, de comunidad, de igualdad y de proporcionalidad) por medio de los cuales los humanos construyen estilos aprobados de interacción y de estructura social, en fin, de los derechos y deberes que surgen de la ineludible vida comunitaria. Cierto es que existen ya algunas excepciones a ese panorama de desprecio del cientificismo jurídico. En este particular, el modelo institucional que mejor refleja, a nuestro entender, el ideal de ese derecho generado mediante una interacción evolutiva de la naturaleza biológica y la cultural es el de la república democrática defendida por la Ilustración. Y no sólo porque la tradición republicana es capaz de reconocer la pluralidad de las motivaciones de la vida social humana —cosa que supone ya una notable ventaja de partida respecto del monismo motivacional de la tradición liberal—, sino porque su peculiar talante de modelo ético-político abierto aporta valores de ciudadanía y de metodología jurídico-política útiles para entender el derecho como un instrumento de construcción social y, muy en especial, para asimilar los cambios formales y materiales del proceso de la toma de decisiones dentro de la dinámica fluida del “mundo de la vida cotidiana”. En una línea estratégica similar, al intentar dar respuesta a muchos de los interrogantes sobre la manera como la organización de la mente humana afecta a las relaciones sociales y condiciona nuestras intuiciones morales, Alan P. Fiske (1993) planteó que existen cuatro formas elementales de sociabilidad, cuatro modelos elementales a través de los cuales los humanos construimos unos Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Discurso jurídico y dinámicas evolutivas, pp. 1-11. -5- procesos en cierto modo consensuados de interacción social y de estructura social. Los cuatro modelos elementales propuestos por Fiske son los de: 1) comunidad (comunal sharing) ; 2) autoridad (authority ranking); 3) proporcionalidad (market pricing); e 4) igualdad (equality matching). Esas cuatro estructuras se encuentran de forma muy extendida en todas las culturas humanas examinadas por Fiske y forman parte de los ámbitos más importantes de la vida social. Como única explicación posible de ese hecho, el autor sugiere que están arraigadas en las estructuras de la mente humana. Una vez que parece impensable el tratar la relación jurídica (o sea, las relaciones personales de los individuos humanos que el discurso jurídico identifica como tales) sin tomar como referencia la interacción social, un simple examen de las características de los cuatro tipos de vínculos sociales relacionales propuestos por Fiske permite descubrir vías firmes de articulación de esas formas de vida social. Una práctica así tiene una primera consecuencia importante: en la medida en que se admite que el derecho y el “orden” tienen un carácter relacional, la realización del derecho desde una perspectiva instrumental, pragmática y dinámica pasa a ser concebida como un intento, como una técnica para la solución de determinados problemas prácticos relativos a la conducta en la interferencia intersubjetiva de los individuos (Kaufmann,1997; Atienza, 2003). La manera mejor de lograr la plasmación de las formas elementales de sociabilidad —comunidad, autoridad, proporcionalidad e igualdad— sería la de ir desarrollando instrumentos jurídicos adecuados a su justa y equilibrada articulación. Se trata, en definitiva, de una vía que conduce a considerar el derecho como argumentación y presupone, utiliza y, en cierto modo, da sentido a las demás perspectivas teóricas relacionadas con las dimensiones estructural, sociológica y axiológica del fenómeno jurídico. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Atahualpa Fernandez, Camilo José Cela-Conde, Marly Fernandez -6- En realidad parece razonable suponer que cualquier propuesta teórica de discurso jurídico que pretenda olvidar –o incluso sólo minimizar— el hecho de que toda la argumentación que se efectúa en la vida jurídica es, en esencia, una argumentación sobre las diversas vías por medio de las cuales se articulan esas cuatro formas de vida social está a la larga destinada al fracaso (Fernandez, 2002). Dicho de otro modo, admitir que la difusión dominio-específica de los vínculos de comunidad, proporcionalidad, autoridad y de igualdad se da porque está incorporada de forma necesaria en nuestra arquitectura cognitiva (por tanto, vínculos que subyacen a los rasgos universales de la cultura), es, sin duda, el camino más seguro para que se puedan descubrir poderosas, firmes y vinculantes vías (jurídicas) de explicación y articulación de la conducta social humana. En particular, el amplio abanico de conductas mal adaptadas a las circunstancias actuales, los modos adecuados de combinarlas, de potenciar y cultivar sus mejores lados, y la posibilidad de mitigar o yugular sus lados destructivos y peligrosos. Un programa así permite enfrentarse a las hipertrofias e hipotrofias de los distintos vínculos sociales relacionales o esferas de la vida social: a los excesos y defectos de los vínculos sociales de comunidad, de autoridad, de proporcionalidad y aun de igualdad en los que se inserta la propia relación de ciudadanía. Y permite también plantar cara a la fagocitación de un tipo de vínculo social por parte de otros. Las restricciones antialienatorias y antiacumulativas del uso del poder, por ejemplo, tratan de evitar que los vínculos sociales de autoridad (o poder político) socaven tanto las bases de la vida social comunitaria como la eficacia misma de la libertad. Las restricciones antialienatorias y antiacumulativas del uso de la propiedad privada, por poner otro ejemplo, tratan de evitar que los vínculos sociales de proporcionalidad (el mercado) socaven las bases de la vida social comunitaria. Las restricciones antialienatorias y antiacumulativas del uso del derecho de sufragio tratan a su vez de evitar la corrupción de Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Discurso jurídico y dinámicas evolutivas, pp. 1-11. -7- la relación de igualdad ciudadana por contagio de los vínculos de proporcionalidad. Y, por fin, la famosa “eterna vigilancia ciudadana” republicana trata de evitar que el abuso de autoridad por parte de los tramposos y de los egoístas rompa los vínculos de la igualdad ciudadana y degrade la concepción de justicia en una banalización del uso del poder al servicio de espurios e injustificados intereses políticos y/o económicos. Todo lo anterior significa, en términos modestos y realistas, un compromiso específico y virtuoso —en el sentido de la virtù de Maquiavelo— del operador del Derecho a la hora de definir y constituir diseños institucionales, normativos, discursivos y socioculturales lo más próximos posibles a las funciones propias de nuestras intuiciones y emociones morales. Y, cuando eso no es enteramente posible, permite defender diseños institucionales, normativos, discursivos y socio-culturales opuestos a la siempre posible manipulación perversa de esas intuiciones y emociones. De ahí se deduce que la construcción de una propuesta de ese estilo metodológica de argumentación jurídica, permite dar cuenta de los modos adecuados de articulación de los vínculos sociales conduciendo a una mayor y estrecha aproximación a las teorías de la argumentación que se desarrollan en otros ámbitos del conocimiento científico, particularmente las elaboradas por las ciencias del cerebro, la filosofía de la mente, la biología evolutiva, la primatología, la psicología evolucionista, etc. A su vez, una propuesta de ese estilo lleva a considerar que cualquier modelo de la argumentación jurídica no solamente tiene que desarrollarse en permanente contacto con lo que normalmente se denomina “teoría del derecho”, sino también con una previa y bien definida concepción ontológica, moral y política acerca del ser humano. Para el cumplimiento de la función esencialmente práctica de la argumentación jurídica ésta debe ser capaz de ofrecer una orientación útil en las tareas de interpretar, justificar, aplicar y Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Atahualpa Fernandez, Camilo José Cela-Conde, Marly Fernandez -8- producir el derecho. Es decir, basándose en los mejores datos disponibles sobre cómo son los seres humanos considerados bajo una óptica mucho más empírica y respetuosa con los métodos científicos, la argumentación jurídica debe lograr cambios que verdaderamente beneficien a mujeres y hombres. Y aunque una perspectiva evolucionista, funcional y biológica no puede determinar lo que es un cambio adecuado, ni qué medidas deben ser adoptadas para crear, en caso de optar por ella, una deseable mutación, sí que puede servir para obtener información básica sobre cuestiones de relevancia práctica. Quien opera el Derecho puede actuar en consonancia con la naturaleza humana o bien en contra de ella, pero es más probable que obtenga soluciones eficaces (consentidas y controlables) modificando el ambiente en que se desarrolla la naturaleza humana que empeñándose en la tarea imposible de alterar por esa vía nuestra naturaleza. Dicho de otro modo, es el Derecho el que ha de servir a la naturaleza humana y no al contrario. Por otro lado, para que una propuesta de argumentación jurídica pueda cumplir esta función de carácter instrumental (dirigida tanto a quienes se dedican a la práctica del derecho como a los cultivadores de la dogmática jurídica) tendrá que ser también capaz de ofrecer un método de control de la racionalidad y de la razonabilidad del procedimiento de interpretación y de aplicación del derecho, a la vez que un conjunto de criterios o directrices aptos para juzgar acerca de la corrección moral y metodológica en la formulación y concepción de la “mejor decisión”. En resumen, la verdadera racionalidad del derecho sólo puede fundamentarse en la existencia individual, separada y autónoma del ser humano, con una intrigante historia evolutiva y una arquitectura cognitiva innata funcionalmente integrada en módulos o dominios específicos. La hermenéutica y la argumentación jurídica no son ningún juguete para una elite de lógicos, analíticos o jusnaturalistas aventajados. Constituyen un instrumental metodológico Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Discurso jurídico y dinámicas evolutivas, pp. 1-11. -9- extremamente útil para operacionalizar la mediación pragmáticonormativa de una realización concreta —y forzosamente fundamentada— del derecho. Como todo artefacto cultural o estrategia socio-adaptativa, el derecho está “ahí” gracias a la voluntad de los hombres (y no al contrario) para resolver problemas adaptativos relacionados (en esencia) con nuestra compleja vida en sociedad. De ahí que los operadores jurídicos, en la tarea de realización histórico-social del derecho, deban estar activa y permanentemente comprometidos con la cuestión de hasta donde sirven a los seres humanos y, muy particularmente, en que medida el derecho es útil para evitar que el individuo pueda ser arbitrariamente interferido en sus planos de vida por los demás agentes sociales. La propia actividad hermenéutica se formula a partir de tal posición antropológica poniendo en juego la fenomenología de la acción humana. Sólo si se sitúa en el punto de vista del ser humano y de su naturaleza le será posible al juez representar el sentido y la función del derecho como unidad de un contexto vital, cultural y ético. Ese contexto establece que los seres humanos dependen de las representaciones y significados diseñados para la cooperación, el diálogo y la argumentación y procesados en sus estructuras cerebrales. En su "existir con", y situados en un determinado horizonte histórico-existencial, los miembros de la humanidad reclaman que unos y otros justifiquen la legitimidad de sus elecciones aportando las razones que las subyacen. Cultivar este lado mejor del derecho debería significar hoy, más que nunca, no sólo tomar responsabilidades frente al hombre para asegurar su existencia individual, libre, separada y autónoma sino, también, legitimar el derecho a partir de la determinación y del respeto por la naturaleza humana. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Atahualpa Fernandez, Camilo José Cela-Conde, Marly Fernandez - 10 - REFERENCIAS Atienza, M. (2003). El sentido del Derecho, Barcelona: Editorial Ariel. Boyd, R. & Richerson, P.J. (1985). Culture and the Evolutionary Process, Chicago, The University of Chicago Press. Cela-Conde, C. J., & Marty, G. (1998). El cerebro y el órgano del lenguaje. 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En ese momento, se inicia una etapa científica guiada por un claro paradigma: el juspositivismo. Pero en la historia interna de la ciencia jurídica existieron, y existen, un número elevado de paradigmas alternativos. Esta multiplicidad de enfoques para abordar el estudio del derecho, muy marcada en la actualidad, nos habla de una falta del consenso en la comunidad científica del derecho. Si bien esto hace disminuir nuestro sentimiento de seguridad como ciencia, a su vez, considero que enriquece la amplitud de la mirada del jurista. Revoluciones científicas, Thomas Kuhn, ciencia jurídica. Sumario Introducción I. Algunas categorías teóricas de Thomas Kuhn. II. El derecho como complejidad de saberes. III. La evolución de la ciencia jurídica. Conclusión. Bibliografía. INTRODUCCIÓN El presente trabajo constituye una aproximación epistemológica al Derecho por medio de la aplicación de los conceptos kuhnianos. Hallé en La estructura de la revolución científica de Thomas KUHN algunas categorías teóricas de gran utilidad para analizar los marcos teóricos empleados por la ciencia jurídica, en la historia y en la actualidad. Los conceptos de paradigma, etapas evolutivas de las ciencias, revolución y comunidad científica significaron un camino teórico por el cual hacer transitar la historia del derecho a fin de intentar comprender en forma más acabada el presente científico del Derecho. He desarrollado un apretadísimo resumen -casi esquemáticode la historia del derecho a fin de ir identificando las etapas de la (*) Mariana Isern es Abogada y Doctoranda en Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario y miembro del Centro de investigaciones de Filosofía Jurídica y Filosofía Social y del Centro de Investigaciones en Derecho de la Ancianidad de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, Santa Fe (Argentina). Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mariana Isern - 14 - ciencia pensadas por el autor para la ciencia Física. Estas categorías teóricas me han permitido pensar en el Código Napoleón como el primer logro de la ciencia jurídica respaldada por el paradigma juspositivista. ¿Podría llegar a considerarse al Derecho Romano como una técnica empírica, pre-científica, de acuerdo a los cánones de la Epistemología? De modo alguno implicaría desmerecimiento de su labor. Si bien durante el siglo XIX se ha tejido un halo de necesaria cientificidad entorno a todas las manifestaciones del Derecho, hoy vivimos en una era netamente tecnológica. La técnica ha adquirido un rango jerárquico. ¿Qué papel ocupa, entonces, la técnica y la ciencia jurídica en la actualidad? Las inquietudes son muchas. A fin de aventurarnos a contestarlas, propongo una lectura de la historia del derecho desde los conceptos de un gran epistemológico de nuestro tiempo: Thomas KUHN. I. Algunas categorías teóricas de Thomas Kuhn 1. La Epistemología es desplegada por Karl Raimund POPPER (1902-1994) durante el siglo XX, asignándole un interés particular al estudio del método de justificación de las ciencias. El objeto de estudio de esta disciplina se ve enriquecido por el aporte de Thomas KUHN (1922-1996) quien le brinda una mirada distinta: histórica y sociológica. Es precisamente este enfoque el que, en esta oportunidad, resulta de interés para aproximarnos al problema de los cambios históricos sucedidos en los paradigmas del derecho. 2. Thomas Kuhn estudió física teórica en Harvard, pero su carrera dio un giro al convivir con investigadores provenientes de las ciencias sociales. Allí notó que la seriedad y empeño invertidos en sus tareas, no eran menores a la de aquellos pertenecientes a las llamadas ciencias duras. Al tiempo que constató el desarrollo de un Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La estructura de las revoluciones científicas en el Derecho. Una aproximación, pp. 13-41. - 15 - clima de debate permanente con respecto al objeto y método1. Esto lo llevó a estudiar más en profundidad la historia de las ciencias, llegando a conclusiones polémicas en el ámbito epistemológico. En el presente trabajo, no expondré sus ideas y las críticas –de todo tipoque se le han formulado, sino que emplearé su concepción de la evolución de las ciencias en un intento de comprensión de nuestro campo de estudio: la ciencia jurídica2. No desconozco el hecho de que sus teorías hallaron ejemplos en la física, ciencia que ha deslumbrado a toda la humanidad una y otra vez. Mas encuentro que este camino puede llegar a ser de interés para un mejor conocimiento de la ciencia jurídica, sus problemas, sus fortalezas y puntos débiles. Se podría decir que el adagio que usara Sócrates Conócete a ti mismo, aún encuentra aplicación en el área de la ciencia del derecho; es preciso que la búsqueda de una mayor comprensión del fenómeno jurídico no se detenga. La Teoría evolucionista científica de Kuhn constituye, sin duda, un buen auxilio epistemológico para recorrer aquel itinerario socrático. A fin de llevar a cabo este desafío, supondré la posibilidad de cientificidad en el estudio del derecho, sin desconocer el problema de la demarcación que la ciencia trae aparejada en éste área del saber3. 1 Principalmente me asombré ante el número y el alcance de los desacuerdos patentes entre los científicos sociales, sobre la naturaleza de problemas y métodos científicos aceptados (KUHN, Thomas; La estructura de las Revoluciones científicas, Buenos Aires, FCE, 1990, p.13) 2 Para conocer las ideas de Kuhn se puede ver Ariel ÁLVAREZ GARDIOL en Lecciones de Epistemología. Algunas cuestiones epistemológicas de la Ciencias Jurídicas, Santa Fe, UNL, 2004; Gregorio KLIMOVSKY, Las desventuras del conocimiento científico. Una introducción a la epistemología, 5ta, Buenos Aires, AZ, 2001; Eduardo SCARANO (coordinador), Metodología de las Ciencia Sociales. Lógica, lenguaje y racionalidad, Buenos Aires, Macchi, 1999; Mario BUNGE, Cápsulas, 1ra, Barcelona, Gedisa, 2003; Rodolfo GAETA y Nélida GENTILE, Thomas Kuhn: de los paradigmas a la teoría evolucionista, 1ra ed, 5ta reimpr, Buenos Aires, Eudeba, 2004; Carlos Asti VERA y Cristina AMBROSINI, Estructuras y procesos. Temas de epistemología, 1ra, Buenos Aires, CCCEducando, 2005; Eduardo E. GLAVICH, Ricardo R. IBAÑEZ, María R. LORENZO y Héctor A. PALMA, Notas introductorias a la filosofía de la ciencia. I- La tradición anglosajona, 2da, Buenos Aires, Edudeba, 1998. 3 Tuve la oportunidad de asistir a un seminario titulado Filosofía y Sociología de la ciencia y de la técnica.Su proyección en el derecho organizado por la Carrera de Doctorado en Derecho Escuela de Graduados de la Facultad de Derecho de la Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mariana Isern 3. - 16 - Retomando la propuesta de La estructura de la revolución científica, Kuhn observa que la historia de la ciencia ofrece un conjunto de episodios de los cuales es posible obtener patrones de evolución. Aquí considera que estos patrones se configuran como ciclos de crecimiento, apogeo y decadencia; aunque niega que la ciencia permita un progreso constante hacia la verdad. Es más, como buen postmoderno, no cree en el conocimiento de una verdad. A lo sumo, confía en aproximaciones a ésta, como diría Mario BUNGE. Por otra parte, en cada ciclo habrá posturas científicas que funcionarán como paradigmas o matrices conceptuales que irán marcando las modificaciones de aquel. 4. En este sentido, Kuhn considera que los ciclos se inician en una etapa pre-científica. Allí, es posible estudiar, con seriedad, problemas de un área del conocimiento; pero sin contar todavía con una unidad conceptual, instrumental o léxica. La discusión es fundamentalmente de naturaleza filosófica o metateórica. Mas, de este debate llegará un momento en el cual una persona, o un grupo de estudiosos obtendrá un resultado sorprendente, un descubrimiento, un invento o un tratado extraordinario. Así y ahí, es en dónde se dará origen al segundo ciclo evolutivo, que él llama, del logro. A continuación, ese gran resultado es difundido entre los pares, quienes conforman la comunidad científica. Ahora bien, el logro se encuentra inserto en un proceso de formación de un nuevo paradigma, que se va desarrollando en la historia interna, el cuál con el tiempo cobrará forma en una nueva visión del mundo que se gestará. La creciente adhesión de los científicos al logro anterior, dará lugar a la etapa de conversión. Tiempo en el cuál, las ideas no están suficientemente diseminadas, pero los científicos, convencidos, Universidad Nacional de Rosario dictado del 26 de septiembre al 21 de noviembre del 2003 cuyos expositores fueron: Dr. Roberto Follari, Dr. Ricardo Guibourg, Dr. Mario Bunge (vídeos), Dr. Olsen Ghirardi, Dr. Miguel A. Ciuro Caldani, Dr. Ariel Alvarez Gardiol y Dra. María Isolina Dabove. Se escucharon diversos discursos sobre estos temas, aportando luz diáfana en debate a nivel doctoral. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La estructura de las revoluciones científicas en el Derecho. Una aproximación, pp. 13-41. - 17 - hablan de su utilidad. Con palabras de Gregorio KLIMOVSKY se puede decir que, poco a poco, los científicos abandonan la posición en la que se hallaban y adoptan el punto de vista del autor del logro simplemente porque experimentan y vivencian la conveniencia de entender el mundo y actuar bajo el nuevo marco que la novedad ofrece4. A su vez, el uso eficaz de esas nuevas ideas será el medio más idóneo para la adhesión de nuevos científicos en el marco de una ciencia normal. En este marco, la utilidad del logro es puesta en evidencia al obtener mayores y mejores resultados aplicando el método; es decir, el hallazgo resuelve más y más problemas. Todo ello da lugar a un consenso creciente frente a los aspectos lógicos, epistemológicos o prácticos de la actividad científica que se ve reflejado en su producción, cada vez más uniforme. Pero con el correr de los años, se presentan las primeras anomalías, problemas sin solución dentro del paradigma. Mas éstas son desoídas, a la espera de una futura resolución. Al incrementarse su número y asiduidad, las anomalías manifiestan carencias a la hora de describir, comprender o explicar la realidad. Es así como se ingresa en la etapa de crisis del marco teórico. Aquí los investigadores intentarán apelar, incluso, a los paradigmas alternativos que quedaran arrinconados en la etapa de la ciencia normal, dando lugar con ello a la etapa de emergencia. De allí surgirán nuevas posturas, haciéndose más extenso el abanico de respuestas, desmembrados del co-existiendo principal. La inclusive ciencia, sub-paradigmas personificada en los científicos, se encuentra muy convulsionada por la aplicación de métodos ya falseados o por arriesgarse a emplear algunos métodos novedosos. No obstante, de todo ello se alumbrará finalmente una nueva etapa del logro, produciéndose la revolución científica por el triunfo de uno de los paradigmas alternativos. Es así como el ciclo vuelve a comenzar siguiéndose la etapa de conversión, ciencia normal, hasta aparecer nuevamente las primeras anomalías. El 4 KLIMOVSKY, G.; ob cit, p. 344 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mariana Isern - 18 - autor estima que la evolución señalada, no debe identificarse con un progreso rectilíneo creciente, como ya dijimos; ya que paradigmas, que fueron dejados de lado por extensos períodos de la historia5, serán retomados una y otra vez, en tanto y en cuanto, ofrezcan mejores y mayores respuestas. 5. Se efectuó un recorrido, somero, de las ideas de Thomas Kuhn sobre su teoría de la revolución cientifíca a modo de recordatorio. Antes de pasar por entero a una propuesta de lectura de la historia de la ciencia jurídica, y ahora sí, introduciéndonos en el campo del derecho, adoptaré una clasificación de los saberes jurídicos. II. El derecho como complejidad de saberes 6. Si bien el derecho existe desde que el hombre camina sobre este planeta, en tanto regulación del comportamiento humano, no siempre su conocimiento transitó los mismos métodos. Siguiendo a la doctora María Isolina DABOVE en su trabajo El derecho como complejidad de saberes diversos6, diremos que el conocimiento religioso parte, principalmente, de dogmas, mientras que el conocimiento filosófico emplea un método basado en la pregunta constante. Asimismo, la ciencia requiere un camino que le permita justificar o corroborar sus aserciones; en tanto que la técnica o tecnología, reconoce como su objetivo la aplicación del saber adquirido. A lo largo de la historia de la humanidad queda, al modo de una capa sedimentaria, un cúmulo de saberes diversos que podrían denominarse vulgar o empírico. Este, de modo alguno puede ser despreciado, ya que nos posibilita movernos y obrar a diario. 5 Puede citarse como ejemplo histórico, el Atomismo de la antigüedad griega retomado por la física del siglo XX. 6 DABOVE, María Isolina; Ideas y Derecho, Anuario de la Asociación Argentina de Filosofía del Derecho, año III, nro. 3, 2003, p. 95 a 116 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La estructura de las revoluciones científicas en el Derecho. Una aproximación, pp. 13-41. - 19 - En cuanto a la aprehensión específica del derecho, se podría identificar una evolución en la historia occidental que partiera de una primera etapa de base religioso-filosófica, pasando luego por un dominio del saber técnico. Situados en una etapa medieval, el objeto de estudio jurídico retomaría por otros cauces el andarivel religioso. Con el renacer greco-romano, el derecho transita una preparación filosófica para, ya en el siglo XIX, alcanzar los prolegómenos de la ciencia del derecho. En la actualidad, estos diversos tipos de saberes conviven en el ancho y alto mundo jurídico. Inclusive es justo reconocer el papel que juega el conocimiento vulgar del ciudadano medio el ámbito jurídico. La existencia de múltiples métodos de abordaje de lo jurídico, muchas veces no claramente diferenciados en la práctica jurídica cotidiana, representa una más de las tantas dificultades con las que nos topamos al intentar estudiar ciencia jurídica. III. La evolución de la ciencia jurídica 7. Con los elementos teóricos desarrollados brevemente, intentaré efectuar un aporte para la epistemología jurídica. Sobre la base de estudios históricos de la filosofía del derecho, y los conceptos kuhnianos de los patrones de evolución de la ciencia, recorreré la historia del derecho y sus paradigmas para terminar en la situación actual de convulsión y espera laboriosa, típicas de las etapas de crisis. Todo este cuadro, se integrará con los elementos de la clasificación de los saberes jurídicos tomada de El derecho como complejidad de saberes diversos de la doctora DABOVE: los métodos filosófico, religioso, científico, técnico, y el conocimiento vulgar del derecho. 8. Etapa pre-científica. Esta etapa comprendería el período transcurrido desde el origen de la historia hasta principios del siglo XIX, cuando el código Napoleón de 1804 se erige como un logro Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mariana Isern - 20 - palmario de la ciencia jurídica. En la cuna de la civilización occidental, Grecia, encontramos a los sofistas (PROTÁGORAS, CALICLES, TRASÍMACO, ANTIFÓN, HIPÍAS, ALCIDAMANTO, ARQUELAO) que ya debatían sobre la ley: ¿instrumento de los poderosos o la astucia de los débiles? Ya en Antígonas, el gran SÓFOCLES ilustra la tragedia eterna entre el JUSNATURALISMO y el JUSPOSITIVISMO, entre el derecho impuesto por los dioses y el puesto por los gobernantes terrenales. En excelentísima siglos talla, posteriores, PLATÓN y serán los ARISTÓTELES, pensadores quienes de también estudiarán temas relacionados al quehacer jurídico, principalmente del orden público. La clasificación de los tipos de gobierno y de la justicia, y el estudio de las constituciones griegas son elementos que acompañan al estudiante de Derecho a lo largo de toda su carrera universitaria. Estas reflexiones filosóficas de gran profundidad – pasajes invaluables, aún no configuran un conocimiento científico del derecho. Gran desarrollo de la humanidad: la filosofía; en ella, la ciencia jurídica, al igual que todas las investigaciones de la modernidad, encontrará su fuente y sus nutrientes. 9. La historia del derecho occidental nos conduce a Roma y legándonos un cuerpo de normas, enseñanzas y consejos de los más distinguidos jurisconsultos de una época de esplendor de las relaciones entre diversos pueblos por medio del comercio, la guerra y la administración. La técnica del derecho romano, pueblo con un incuestionable sentido práctico, fue tan sorprendente y excelsa que en sus fundamentos subsiste aún hoy, especialmente en el área civil del derecho privado. El Corpus Juris Civilis de Justiniano, representa tan sólo el corolario de toda una evolución técnica comprensiva de diez siglos de un pueblo que en su origen monárquico, alcanzó la expansión geográfica de los imperios. Pero, al igual que en Grecia antigua, aquí tampoco se puede hablar aún de ciencia jurídica propiamente dicha; al menos como es entendida en la actualidad. Los conjuntos de técnicas, judiciales, doctrinales y legislativas, son una Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La estructura de las revoluciones científicas en el Derecho. Una aproximación, pp. 13-41. - 21 - herramienta para la aplicación y producción del derecho más que una explicación, comprensión o descripción teórica del mismo, objetivos – éstos últimos- asignados a la ciencia actual. Los romanos antiguos no sólo produjeron derecho con tecnología de avanzada, para la época, sino que también tuvieron la brillantez de agregarle a la legislación, el método lógico de los griegos7. 10. El Imperio Romano de Occidente cae bajo el poder de los bárbaros junto con su magnífica técnica jurídica romana. En los conventos medievales se atesoraron los volúmenes del Corpus Justineaneo, procediendo a estudiarlos concienzudamente como una obra acabada capaz de dar respuesta a todas las inquietudes jurídicas de la época, del pasado, e incluso, del futuro; asignándoles carácter eterno. El gran descubrimiento del monje Irnerio en la biblioteca de Pisa en el año 1090 sacó a la luz el Corpus Iuris Civilis. Es considerado un documento fundamental para el desarrollo de los estudios jurídicos Universidad de que realizaran Bolonia, primero en los Europa, partiendo glosadores y de luego la los comentaristas.8 Este hallazgo es comparable al efectuado con las obras de Aristóteles; conservadas por los pueblos orientales, llegan a las manos de Santo Tomás de Aquino, quien integra elementos de la filosofía del Estagirita con los de la Biblia y tradición de la Iglesia Católica. La influencia de los estudios realizados es patente: aún hoy en el siglo XXI, los nombres de los santos, Agustín y Tomás de Aquino, no son extraños en el mundo de los abogados. Es así como el paradigma del DERECHO NATURAL CATÓLICO, se gesta y consolida acercándose, nuevamente, a la religión y a la filosofía. 11. La modernidad irrumpe en la historia con la impertinencia de un hombre que se va considerando individuo deseoso de dominar al mundo. El derecho anida, por un lado, en las ideas de innumerables pensadores cercanos a la filosofía política, como 7 ARGÜELLO, Luis Rodolfo; Manual de derecho romano. Historia e instituciones, 3ra ed, 8va reimpr, Buenos Aires, Astrea, 2002, p. 18 8 Ver ARGÜELLO, L.R; ob cit, p. 121 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mariana Isern - 22 - HOBBES, LOCKE, TOMASIO, MONTESQUIEU, ROUSSEAU. Por otro lado, las ideas jurídicas se construyen a partir de los modelos de las ciencias formales, especialmente la matemática, y de las recién nacidas ciencias de la naturaleza. Los alquimistas pasaban a ser químicos y los astrólogos, astrónomos. En las estructuras jurídicas propuestas por autores como GROCIO, SPINOZA, PUFENDORF, LIEBNIZ, WOLFF se percibe la huella del calado profundo dejado por la física y la matemática en sus espíritus. Estos maestros sólo prepararon el terreno para la obra del gran sistematizador y sintetizador del conocimiento: KANT. Con una base de conceptos racionales comunes (derechos naturales de los hombres en estado de naturaleza, los pactos y las ideas entorno al Estado moderno), estos pensadores, fijaron una nueva tendencia en el jusnaturalismo: el paradigma del DERECHO NATURAL RACIONAL-PROTESTANTE. El estudio jurídico se encontraba asentado sobre un fundamento considerado –por aquellos momentos- de una solidez indubitable: la razón. 12. Etapa “del logro”. Las ideas de los pensadores modernos y las circunstancias políticas, económicas y sociales de fines de siglo XVIII fueron un caldo de cultivo inmejorable para producir un logro de resonancia mundial. En 1804, el éxito del sistema jurídico del Código Napoleón diseñado por el racionalismo europeo, principalmente francés y alemán, no puede ser puesto en tela de juicio al compararlo con el mero orden normativo de la Novísima Recopilación encomendada por el Rey Carlos IV de España9. No es el Código en sí mismo la ciencia jurídica –instrumento técnico de la legislación, sino las ideas que lo originaron: la humanidad había 9 LEVAGGI, Abelardo; Manual de Historia del Derecho Argentino (castellanoindiano/nacional), Tomo I Parte General, 1ra reimpr, Buenos Aires, Depalma, 1991, p. 135 “la más demoledora crítica se la hizo Francisco Martínez Marina (Juicio crítico de la Novísima Recopilación). La calificó de obra inmensa y tan voluminosa que ella sola acorbarda a los profesores más laboriosos; vasta mole levantada de escombros y ruinas; edificio monstruoso, compuesto de partes heterogéneas y órdenes inconciliables.” Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La estructura de las revoluciones científicas en el Derecho. Una aproximación, pp. 13-41. - 23 - confeccionado las primeras normas generales, con un trabajo de abstracción antes nunca logrado. La Ilustración, el movimiento constitucionalista y las ideas del Derecho Penal liberal, fueron algunas de esas teorías existentes por detrás de la técnica codificante. La exigencia de la codificación nace de una concepción ilustrada, durante la Revolución francesa (1790 y 1800) cuando toma consistencia política la idea de sistematizar el Derecho. Este proyecto nace de la convicción de que puede existir un legislador universal (esto es, un legislador que dicta leyes válidas para todos los tiempos y lugares) y de la exigencia de realizar un Derecho sencillo y unitario. Sencillez y unidad del Derecho es el leit-motiv, la idea de fondo, que guía a los juristas que en este período luchan por la codificación; (...) ya que la sociedad francesa no tenía un único ordenamiento jurídico civil, penal y procesal, sino una multiplicidad de derechos territorialmente limitados. (...) la concepción racionalista consideraba la multiplicidad y la complicación del Derecho como fruto del arbitrio de la historia: las viejas leyes debían, por tanto, ser sustituidas por un Derecho simple y unitario, que habría sido dictado por la ciencia de la legislación, una nueva ciencia que, interrogando a la naturaleza del hombre, habría establecido cuáles eran las leyes universales e inmutables que habrían debido regular la conducta del hombre10. El constitucionalismo –en el marco del liberalismo políticopromovió las bases para que se advirtiera la unidad del ordenamiento normativo, en cuya cúspide se encuentra la constitución formal11. Es la constitución norteamericana el primer producto normativo con estas características de generalidad. A continuación, las cartas magnas correspondientes a los diversos estados nacionales se fueron 10 BOBBIO, Norberto; El positivismo jurídico. Lecciones de Filosofía del Derecho reunidas por el doctor Nello Morra, trad. Rafael de Asís y Andrea Greppi, 1ra ed, 1ra reimpr, Madrid, Debate, 1998, p. 44 y 45 11 CIURO CALDANI, Miguel Angel; Estudios de Historia del Derecho, Rosario, FIJ, 2000, p. 131 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mariana Isern - 24 - sucediendo como un reguero de pólvora en todas las ex-colonias, por ejemplo la Constitución Argentina de 1853/60. La elaboración de la estructura de la norma general es, sobre todo, obra de la ciencia liberal del Derecho Penal, entre cuyos fundadores se destaca el gran penalista alemán Anselm VON FEUERBACH (1775 a 1833), autor del Código Penal de Baviera. No es casualidad que haya correspondido tamaño mérito a la ciencia liberal del Derecho Penal. La razón está en que el liberalismo proclamó como principio básico de un Derecho Penal justo la exigencia de que todo delito y toda pena hayan de ser determinados por una ley previa a su perpetración y a su imposición respectivamente (nullum crimen, nulla poena sine lege – ningún delito, ninguna pena sin ley). Este principio se encuentra ya en el artículo 8 de la Declaración de los derechos del hombre, promulgada por la Asamblea Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789. Desde entonces el adagio (...) ha sido incluido en un sinfín de constituciones, por ejemplo en el artículo 18 de la Constitución argentina de 1853. (...) Este principio obligó al legislador y a la ciencia que le asesora, a formular los delitos con el mayor esmero y cuidado, toda vez que no resultó lícito acusar y castigar a una persona, si su conducta no encuadraba exactamente en la descripción previamente establecida por la ley penal12. Ahora es claro que será el monarca absoluto, soberano del reciente formado Estado Moderno quien ostentando el monopolio de la producción jurídica elaborará las normas con el auxilio de un grupo de eruditos, profesionales del derecho, quienes fueron acaparando el misterioso patrimonio del conocimiento del complejo sistema de fuentes y el funcionamiento de las mismas. Con este logro presenciamos el nacimiento del JUSPOSITIVISMO, paradigma que reinará triunfante durante un siglo y medio hasta la crisis científica posterior a la Segunda Guerra Mundial. 12 GOLDSCHMIDT, Werner; Introducción filosófica al derecho. Teoría trialista del mundo jurídico y sus horizontes, 6 ed, Buenos Aires, 1996, p. 204 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La estructura de las revoluciones científicas en el Derecho. Una aproximación, pp. 13-41. 13. - 25 - Etapa “de la conversión”. Fueron algunas escuelas jurídicas de origen francés y alemán las que se encargaron de la tarea de “conversión” de la que habla Kuhn. La escuela que se erigió en torno al logro científico del Código Napoleón, es la ESCUELA DE LA EXÉGESIS. DELVINCOURT, TOULLIER, PROUDHON, DURANTON, AUBRY, RAU, TROPOLONG, DEMOLOMBE, MARCADÉ y LAURENT fueron algunos de los juristas que acompañaron a esta secular escuela. Según Norberto BOBBIO13, la ESCUELA HISTÓRICA DEL DERECHO fundada por SAVIGNY fue una de las que preparó al juspositivismo a través de su crítica radical al Derecho natural. Si bien existen dudas sobre esto, no las hay con respecto a la escuela denominada JURISPRUDENCIA DE CONCEPTOS O DOGMÁTICA JURÍDICA surgida a mediados del siglo XIX. En una primera etapa de su labor, fue sostenida por el invaluable IHERING. Siempre siguiendo a BOBBIO, en el brillante resumen introductorio del doctor MORRA14, decimos que el proceso histórico que lleva al positivismo tiene como precedente la Compilación de Justiniano y el pensamiento de Hobbes sobre el Derecho. A partir de aquí, puede hablarse de cinco momentos dentro de esta historia: a) asunción del dogma de la omnipotencia del legislador; b) la crítica al Derecho natural; c) el movimiento a favor de la codificación; d) el abandono del Derecho natural; y, e) la escuela de la exégesis, en la que aparece ya expresado en el postulado de que no hay más Derecho que el positivo. Hay tres momentos que destacan sobre los restantes: el dogma de la omnipotencia del legislador, el movimiento a favor de la codificación y la escuela de la exégesis. Estos tres hitos presentan en conjunto el significado del positivismo ya que hacen referencia en la definición integral del Derecho: su creación, su concepción y su interpretación. 13 14 BOBBIO, N.; ob. cit., p. 61 BOBBIO, N.; ob. cit., p.13 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mariana Isern - 26 - 14. La escuela de la Exégesis tuvo su época de esplendor entre los años 1830-80 y de decadencia entre los años 1880-1900, aproximadamente. En éste último período, surgieron paradigmas alternativos, que se podrían denominar genéricamente como antiformalistas, proponiendo una mayor conciencia de la historicidad del Derecho al poner la mirada en elementos extralegales como los hechos y los valores. A pesar del prodigioso trabajo del convertido IHERING con su JURISPRUDENCIA TELEOLÓGICA, la labor del excelente jurista GENY INVESTIGACIÓN con su CIENTÍFICA, ESCUELA la DE LA LIBRE JURISPRUDENCIA DE INTERESES de HECK y la ESCUELA DEL DERECHO LIBRE de KANTOROWICZ, no lograron pasar de ser marcos teóricos alternativos al juspositivismo imperante y al iusnaturalismo medieval y moderno -en crisis por la desconfianza como conocimiento científico creada por KANT con respecto a la Metafísica. Muestra de su fracaso en la conversión de la comunidad científica jurídica, al menos argentina, es el hecho de que sus nombres no son conocidos por la generalidad de los estudiantes del Derecho; mientras que los de Savigny, Ihering y gran parte de los exégetas, citados por VÉLEZ SARFIELD en su código de 1870, aparecen sumamente familiares. Asimismo, fortaleciendo esta apreciación, se hace notar que sus obras no se consiguen ni en las librerías y, escasamente, en las bibliotecas públicas. 15. Etapa de la “ciencia normal”. A pesar de la declinación de la Escuela de la exégesis, el juspositivismo continuó siendo el paradigma triunfante de la mano de la JURISPRUDENCIA DE CONCEPTOS O DOGMÁTICA JURÍDICA, mentada como la ciencia tradicional por los autores de principios del siglo XX. Pero será con el genio de HANS KELSEN –la TEORÍA PURA DEL DERECHO de 1934con quien que esta postura científica encontrará su máxima consagración. Se podría decir que KELSEN hizo tanto al Derecho en el siglo XX como el NEWTON de la Física en el siglo XVII, el VICO de la Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La estructura de las revoluciones científicas en el Derecho. Una aproximación, pp. 13-41. - 27 - Historia en el siglo XVIII, y el DARWING de la Biología, el COMTE de la Sociología y el WUNDT de la Psicología en el siglo XIX. Tal vez el derecho tardó uno, dos o tres siglos en descollar en comparación con otras ciencias. Pero este fenómeno, quizás, esté directamente relacionado con la complejidad de su objeto de estudio y el papel importante que juega la libertad en la determinación de la conducta humana. Esta tardanza no radica en la falta de interés o seriedad por parte de los estudiosos del tema. 16. La importante obra de Hans KELSEN –de repercusión mundial- merece dedicarle algunos parágrafos de este corto trabajo. Fue traducido a más de diecisiete lenguas, y leído en la mayoría de los países europeos, en el Lejano Oriente -especialmente en China y Japón- en América Latina y en los países anglosajones. Alcanzó notoriedad, inclusive, en ámbitos no estrictamente jurídicos. Su labor se cimenta en la búsqueda constante de la pureza metódica, con el fin de desenmascarar los factores ideológicos de la producción jurídica. La teoría pura del derecho de Kelsen, fuerza es reconocer que constituye el primer ensayo en grande, de una Teoría general con método riguroso y sobre plan sistemático15. Su teoría se empeñó en jerarquizar al Derecho elevándolo al rango de ciencia positiva, de gran prestigio durante el siglo XIX y principios del XX. Da una respuesta satisfactoria a los anhelos de Kirchmann16, quien en 1847 denunciara la a-cientificidad del Derecho en una polémica conferencia que le valió su fama. Este jurista reclamaba para la ciencia jurídica los métodos positivos de las descollantes ciencias naturales. El maestro vienés, de esta forma, adoptó como objeto de estudio de la ciencia jurídica a la norma en cuanto derecho positivo. Así lo enfatiza RECASENS SICHES al decir que Kelsen ha producido el mejor estudio del Derecho desde el punto de vista de la normatividad 15 RECASENS SICHES, Luis; Panorama del pensamiento jurídico del siglo XX, Tomo I, 1ra ed., México, Porrúa, 1963, p.139 16 VON KIRCHMANN, Julio Germán; El carácter a-científico de la llamada ciencia del derecho en La ciencia del derecho, Buenos Aires, Losada, 1949 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mariana Isern - 28 - jurídica. Su teoría pura del Derecho ha logrado calar con la máxima hondura en todas las estructuras lógicas y reales del Derecho en tanto que éste se halla integrado por un conjunto de normas17. En los inmumerables trabajos kelsenianos se perciben rasgos característicos de su cultura austríaca, así como sus lecturas juveniles de Kant y de los neo-kantianos de la Escuela de Marburgo. Se podría decir que condensó en una teoría científica del derecho algunas de las ideas filosóficas de su tiempo y las características universalistas heredadas del Imperio austro-húngaro18. Hans KELSEN nació en Praga, mas a temprana edad se mudó con sus padres a Viena en donde llegó a cursar estudios universitarios. Justamente fue allí tomó contacto con los postulados del positivismo lógico del Círculo de Viena. En aras de completar sus estudios, pasó algunos meses en Heidelberg y Berlín. Durante la Primera Guerra Mundial, adquirió un conocimiento íntimo de las relaciones y de las personalidades políticas internacionales al ser llamado como oficial de reserva a servir en el Ministerio de Guerra del Imperio Austro-Húngaro. Con posterioridad, obtuvo el cargo de Privatdozent para Derecho Público y Filosofía Jurídica, lo que le permitió dictar cursos en la Universidad de Colonia. Mas al triunfar el nazismo, decidió –por su condición de judío- abandonar Alemania rumbo a Ginebra. Luego de una estadía en Praga enseñando la lengua alemana, finalmente emigró a los Estados Unidos de Norteamérica en el año 1940. Fue acogido como docente visitante en las Universidades de Harvard y California 17 RECASENS SICHES, L.; ob. cit., p. 197 RECASENS SICHES en la obra anteriormente citada reproduce comentarios del profesor Josef L. KUNZ -discípulo de Kelsen en Viena- en donde describe la cultura austríaca, a la cual ambos pertenecían. Nosotros los vieneses de nacimiento, somos católicos en el sentido de la palabra griega, es decir universalistas. La vieja y gran Austria fue, en una esfera más pequeña, casi una Sociedad de las Naciones. Somos universalistas, somos tolerantes, antifanáticos. Amamos la paz. Nuestra situación geográfica radica en el verdadero centro de Europa, en el corazón del viejo continente. Somos demócratas, somos liberales, somos individualistas. Los austríacos de la vieja Austria y los de la pequeña República de hoy son casi el único pueblo europeo que no es en absoluto nacionalista. Somos europeos. La vida cultural es para nosotros una necesidad casi más imperiosa que el comer. Somos hijos de una grande y vieja cultura. 18 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La estructura de las revoluciones científicas en el Derecho. Una aproximación, pp. 13-41. - 29 - (Berkeley), hasta que en 1956 obtuvo un nombramiento permanente en ésta última. El jubilarse de la actividad docente, le permitió dar una serie de conferencias en muchas universidades norteamericanas, europeas e hispanoamericanas. La ciudad de Buenos Aires lo tuvo como huésped por unos días; erigiéndose en referente de toda una generación de abogados. Siguiendo a Luis RECANSENS SICHES, decimos que tuvo un vigoroso estímulo sobre muchos pensadores jurídicos ya que supo penetrar certeramente en el meollo de muchos temas. Así, tanto si se es devoto de la teoría pura del derecho, en el conjunto de ésta, como si se es discrepante frente a ella, hay que reconocer en la misma logros definitivos en varios temas, por ejemplo: en la imputación normativa, el concepto jurídico de persona, en el deber jurídico, en la voluntad jurídica, etc19. Logró un desarrollo lógico sobresaliente de la dimensión normativa. Entre sus aportes a la ciencia jurídica, es dable destacar el concepto de estructura del ordenamiento normativo representado piramidalmente -idea elaborada conjuntamente con uno de sus tantos discípulos, MERKL. Asimismo, comprendió el funcionamiento del sistema normativo, su unidad y su estructura jerárquica; la diferenciación entre norma jurídica y regla del derecho; y la Teoría del Estado como centro de imputación jurídico. Albert CALSAMIGLIA realiza un acotado resumen de su contribución al decir que Kelsen es importante porque ha sabido construir un método que permite delimitar con bastante claridad el objeto. Ha puesto los principales cimientos para la construcción de una teoría descriptiva del derecho entendido como un conjunto de normas. Ha desvelado la estructura dinámica de los ordenamientos jurídicos positivos y ha puesto las bases para distinguir muy distintos tipos de normas. Puso el acento en las normas de procedimiento que la teoría tradicional había calificado de derecho adjetivo y, en Kelsen, ocupa un lugar primordial; el mismo papel que en la teoría actual ocupan las normas 19 RECASENS SICHES, L.; ob. cit., p. 188 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mariana Isern - 30 - de competencia. También ha introducido en la teoría jurídica los ideales de pureza metodológica, de rigor, objetividad y neutralidad política.20 Exponer puntos de vista críticos sobre la teoría pura del Derecho de Hans KELSEN, la cual constituye uno de los acontecimientos de mayor importancia en la historia del pensamiento jurídico, no implica en modo alguno mengua en la alta estima que tengo por esa formidable producción del gran maestro austro-judíonorteamericano, ni tampoco debilitación por el afecto entrañable que le profeso desde que lo conocí en las aulas de la Universidad de Viena, afecto que ha permanecido inalterable hasta el presente. Diría que adoptar una posición crítica es precisamente ser fiel al espíritu de Kelsen, quien se ha destacado siempre por su devoción al examen crítico y a las superaciones que de éste puedan seguirse21. RECASENS SICHES rescata, a continuación, una anécdota que tuvo lugar en la Universidad Nacional Autónoma de México en el año 1960. Relata un episodio en el cual Kelsen y él mismo se encentraban esperando la resolución de un problema de espacio debido a la masiva respuesta que tuviera la convocatoria de una de sus afamadas conferencias. En un momento del diálogo, el maestro vienés desea conocer la causa del éxito de la convocatoria; a lo el anfitrión responde con una clasificación del auditorio. Hay un grupo de kelsenianos fanáticos (...) también muchos juristas y filósofos que le combaten a usted encarnizadamente (...); y tiene usted un nutrido grupo de discípulos críticos. A lo cual añadió un comentario sobre su pertenencia a éste último grupo. A esto Kelsen sonrió amistosamente, y después, con una expresión de fino humor agregó: “sabe usted, que pensándolo bien, creo que yo pertenezco también a ese tercer grupo, de discípulos críticos22. Siguiendo su tesitura de autocrítica, de modo 20 CALSAMIGLIA, Albert; En defensa de Kelsen, Barcelona, Universitat Pompeu Fabra, 1997, Working Paper n. 129, p. 19 21 RECASENS SICHES, L.; ob. cit., p. 194 22 RECASENS SICHES, L.; ob. cit., p.195 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La estructura de las revoluciones científicas en el Derecho. Una aproximación, pp. 13-41. - 31 - alguno es ofensivo puntualizar algunas de las debilidades que se le adjudicaron a su estructura lógica del derecho. Entre ellas, se encuentran las críticas con respecto a la norma “hipotética” fundamental que hace tambalear la relación entre validez y eficacia; el empleo de una norma de clausura a fin de subsanar el problema de las lagunas normativas y la norma de habilitación que traduce al lenguaje normativo el principio medieval por el cual el error del príncipe se convierte en Derecho. Por otro lado, el propio Kelsen ha reconocido muchas veces, subrayándolo de modo muy enérgico, cuáles son los límites de su teoría pura del Derecho, y cuál es el propósito de ésta. Kelsen, en su teoría pura del Derecho, ha dejado fuera de ella toda investigación sociológica y también toda referencia de carácter estimativo23. Según su autoproclamado discípulo crítico en México, se le han hecho críticas injustificadas, suscitadas por una incomprensión de su teoría. Entre ellas figuran las que impugnan la doctrina de Kelsen no por lo que ella contiene, sino por lo que ella no contiene. La teoría pura del Derecho se propone ser tan sólo el esclarecimiento del a priori formal del Derecho, y nada más. Nada más, pero tampoco nada menos24. Lamentablemente, en estos tiempos la obra de Kelsen muchas veces sufre un efecto de ficción jurídica: se lo supone conocido. Mas, tanto para adherentes como opositores, es imprescindible adquirir un conocimiento efectivo de uno de los pilares de la ciencia jurídica del siglo XX. 17. El JUSPOSITIVISMO -enseñanzas de la Escuela de la Exégesis, Dogmática Jurídica y Teoría Pura25- constituyó el paradigma 23 RECASENS SICHES, L.; ob. cit., p. 199 RECASENS SICHES, L.; ob. cit., p. 202 25 Según el juspositivista BOBBIO, se debe diferenciar el positivismo como forma de abordar el estudio del Derecho, como ideología o como teoría del Derecho. Esta última, partiría de seis concepciones fundamentales: a) Teoría coactiva del Derecho, b) Teoría legislativa del Derecho, c) Teoría imperativa del Derecho, d) Teoría de la coherencia del ordenamiento jurídico, e) Teoría de la plenitud del ordenamiento jurídico y f) Teoría de la interpretación lógica o mecanicista. Con a), 24 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mariana Isern - 32 - imperante durante la etapa de ciencia normal kuhniana durante el siglo XX hasta la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Sus postulados se dejaban ver en la mayoría de los análisis jurídicos, en los programas de las cátedras universitarias, en la formación de las ramas jurídicas, en la aplicación que hacían los jueces al resolver los casos planteados y en los argumentos esgrimidos por legisladores y estadistas, manteniendo así su éxito. Inclusive en el conocimiento vulgar de la población aún hoy se identifica al derecho con la ley aplicada por un juez estatal, tesis fundamental de esta corriente. 18. Kuhn Etapa “de las primeras anomalías”. Recordemos que considera que las anomalías se evidencian al aparecer problemas sin solución en el paradigma. Con posterioridad a los horrores que se cometieron durante la Segunda Guerra Mundial26, muchas ciencias, sobre todo las llamadas sociales, experimentaron cuestionamientos. Por ejemplo HUSSERL de 1954 nos habla en su obra de La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental27. El derecho tampoco pudo escapar a las críticas. La Sociedad de las Naciones, organismo jurídico internacional creado para conservar la paz entre los países civilizados, fracasó dividiéndose el mundo en dos grandes potencias. Empezaron a aparecer situaciones que no podían ser resueltas dentro del paradigma imperante. La complejidad jurídica que ello ocasionó quedó documentada en los juicios de Nuremberg28, entre tantos b) y c) se comprende al positivismo jurídico en sentido amplio; y al agregarle d), e) y f), al positivismo jurídico restringido. 26 Ver Sobre el Pacifismo de Albert Einstein de Francisco Fernandez Buey en Pensamiento pacifista, Enric PRAT (editor), Barcelona, Icaria-Antrazyt, 2004; Norberto BOBBIO en El problema de la guerra y las vías de la paz, trad. Jorge Binaghi, 1ra ed, 1ra reimpr, Barcelona, Gedisa, 2000 27 CARPIO, Adolfo P; Principios de Filosofía. Una introducción a su problemática, 2 da ed, Buenos Aires, Glauco, 1995, p. 411 28 Ver NINO, Carlos Santiago; Introducción al análisis del derecho, 2° ed. Ampliada y revisada, 10° reimpr., Bs As, Astrea, 2000, p. 18 Este brillante autor, brevemente describe el marco situacional actual cuando, refiriéndose al juicio de Nuremberg, dice: Estos procesos ofrecieron la particularidad de reavivar el debate entre el positivismo y el jusnaturalismo y de llamar la atención sobre el hecho de que la posición que se adoptara en ese debate podría tener consecuencias prácticas muy significativas. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La estructura de las revoluciones científicas en el Derecho. Una aproximación, pp. 13-41. - 33 - otros. Los jueces comenzaron a aplicar bajo el ropaje de los derechos humanos conceptos jusnaturalistas, sociológicos e inclusive valorativos a la hora de resolver intrincados problemas de validez y vigencia de normas. 19. A partir de la década del ´70, en lo que se puede llamar la Postmodernidad, el problema se agudizó. Se produjo un marcado debilitamiento del Estado nacional. La autoridad estatal entra en crisis por la constitución de un orden jurídico en manos privadas al celebrarse, en forma reiterada y continua, contratos entre empresas multinacionales o trasnacionales. Se evidencia una carencia en la norma hipotética fundamental de referencia occidental, al ingresar en el contexto mundial sujetos de derecho -poderosos económicamenteprovenientes de diversas culturas que poco tienen en común. Asimismo, el juzgamiento sin ley anterior al hecho, por razones de lesa humanidad, es un fenómeno que se va instalando en la práctica jurídica de algunos países. Cítese como ejemplos el Juicio a la Junta Miliar en la Argentina29 y el juez español Garzón en el caso Pinochet30. 20. Etapa “de crisis”. Treinta años después, las anomalías se hicieron cada vez más frecuentes hasta llegar a la crisis ocasionada por la guerra de Bush contra Irak por el petróleo del 29 Ver El Diario del Juicio, 27 de mayo de 1985: Por primera vez, un tribunal de Justicia de un gobierno democrático consigue sentar en el banquillo de los acusados a los nueve integrantes de las juntas militares que se sucedieron en el poder entre 1976 y 1982 tras un golpe de Estado. Las cabezas visibles de esa dictadura son juzgadas desde el 22 de abril de 1985 por presuntos excesos en la represión que, en el menos terrible de los casos, costó la vida de nueve mil ciudadanos. El contexto de crisis económica y confusión política que rodea al juicio a los militares, no alcanza para empañar la conciencia de que se está frente a un acontecimiento histórico, que marcará para siempre la vida de la sociedad argentina. 30 Ver AMSLER, René y ROSADO, Javier Juan; El derecho en la postmodernidad. Búsqueda de paradigmas, Rosario, s/p, 1999, Trabajo de Seminario - Curso 1998 – Materia Filosofía del Derecho, p. 59 y 60 (... )se puede advertir que el fallo de la Cámara de los Lores es impecable en fundamentaciones. No se ha apelado al derecho internacional consuetudinario, ni al jus cogens sino para reforzar los argumentos. La Convención contra la Tortura es suficientemente clara como para permitir una Jurisdicción Universal. Hasta aquí la letra de la ley no ha sido forzada. (...) Sin embargo, el fallo Pinochet ha sido un duro golpe a una de las funciones que el Estado se ha arrogado exclusivamente para sí: la jurisdicción. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mariana Isern - 34 - medio oriente. El presidente constitucional de un país miembro desoye los dictámenes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas no dejando dudas sobre al existencia de una crisis jurídica. Quedó conformado un nuevo orden mundial sin una autoridad jurídica –ni económica ni axiológica- como referente del sistema. Piénsese en China como nuevo mercado pujante; a los países de religión musulmana, a la budista y confusionista con sus lógicas tan distintas a la judeo-cristiana, disputándose el rol de patrón legitimante. Hoy, tal vez por primera vez en la historia de occidente, debemos tomar seriamente el aporte de oriente, al menos como poder económico y militar capaz de imponernos condiciones. La ciencia jurídica es netamente occidental, pero las técnicas orientales pueden obligarnos a tener que pensar en ellas. Ello ha ocurrido, por ejemplo con la técnica milenaria de la mediación china, incorporada por el imperialismo norteamericano, sistematizada y exportada a todo Occidente. 21. Etapa “de emergencia”. En esta etapa, Kuhn nos habla del surgimiento o resurgimiento de paradigmas alternativos que puedan llegar a explicar mejor la realidad, y a resolver más problemas. Ya en el siglo XIX el derecho comenzó a ver los aportes que la nueva ciencia en gestación, la Sociología, podría realizar. Recordemos, por ejemplo, al desencantado IHERING con su Broma y seriedad en la jurisprudencia (1861) en donde por medio de una humorada pregona que los conceptos jurídicos existen para la vida, y no en sí mismos. HECK, que estima que el propósito de la ciencia jurídica y el de la justicia es la satisfacción de las necesidades vitales, de los deseos y de los apetitos de la comunidad. Y GENY, quien entre los elementos dados de su teoría de la interpretación, incluye a los datos reales e históricos. En los albores del siglo XX, en Alemania, la ciencia formal en franco apogeo durante el siglo XIX: la lógica en general, y la lógica simbólica en particular, es acogida por la filosofía neo-kantiana. La ESCUELA DE MARBURGO con su brillante Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La estructura de las revoluciones científicas en el Derecho. Una aproximación, pp. 13-41. - 35 - desarrollo de la lógica que STAMMLER aplica al derecho, preparó el camino para el posterior trabajo de KELSEN, mientras que en la ESCUELA DE BADEN, se perfeccionan los estudios de los valores de la mano de WINDELBAND, RICKERT, LASK Y RADBRUCH. Estos aportes, sociológicos, lógicos y axiológicos dieron cabida a la aparición de un abanico de propuestas alternativas a la antigua dicotomía jusnaturalismo-juspositivismo. Así es como el REALISMO escandinavo y norteamericano, la ESCUELA ANALÍTICA, la ESCUELA CRÍTICA, el TRIDIMENSIONALISMO, la ESCUELA EGOLÓGICA, el NUEVO JUSNATURALISMO, el NEO- CONSTITUCIONALISMO y el JUSPOSITIVISMO INCLUYENTE, entre otros, poblaron el panorama científico del derecho del siglo XX. 22. Hoy nos encontramos con un mapa filosófico del derecho muy amplio, nuevamente ante paradigmas alternativos disputándose el aval de la comunidad científica jurídica, mundial y local. ¿Quién liderará la nueva etapa del logro kuhniana? La historia de la ciencia jurídica del siglo XX y XXI nos lo contará. La revolución científica jurídica aún no fue resuelta, la pugna subsiste. El mundo jurídico hoy se debate entre distintas “ofertas” –propuestas- de marcos teóricos, de paradigmas epistemológicos jurídicos. Serán los doctorandos, tesis y tesinas, cátedras y programas, docentes e investigadores quienes debatirán y suscribirán a un paradigma determinado, arribando a una respuesta. Tal vez más que la victoria de una teoría, lo que requiera la ciencia jurídica es la claridad, honestidad y sinceridad de los investigadores y estudiosos con respecto al empleo de uno u otro paradigma. 23. En cuánto a las nuevas etapas de conversión y nueva ciencia normal se podría hacer una lectura de cada uno de los paradigmas alternativos enumerados, con la particularidad que se desarrollan en diversos sectores del globo terráqueo. Primando algunas escuelas en Europa, otras en Norteamérica. En la Argentina, Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mariana Isern - 36 - coexisten comunidades científicas diversas en Buenos Aires, Rosario, Santa Fe y Córdoba. Sin pretender realizar una enumeración exhaustiva, sino ejemplificatoria, señalaré autores que con jerarquía internacional hoy se encuentran produciendo o sosteniendo marcos teóricos con concepciones jusfilosóficas muy distantes. En Argentina, Eugenio BULYGIN31 es digno representante de la ESCUELA ANALÍTICA como Joseph RAZ32 en Inglaterra. John FINNIS33, también de nacionalidad inglesa, encabeza el resurgir del JUSNATURALISMO. En Alemania, Jürgen HABERMAS34 es parte de la ESCUELA CRÍTICA, mientras que Robert ALEXY35 lo es de la TEORÍA DE LA ARGUMENTACIÓN junto a su par español Manuel ATIENZA36. DWORKIN37 sostiene escandinavo Aulis una postura AARNIO38, En los EE.UU., Ronald CONSTRUCTIVISTA. ahonda en una El concepción INTEGRATIVISTA o REALISTA. Tanto Michael WALZER39 (EE.UU) 31 Puede verse una muestra de esta orientación, entre otros muchos, en BULYGIN, Eugenio y ALCHOURRON, Carlos E.; Introducción a la metodología de las ciencias jurídicas y sociales, 1°ed., 3°reimpr, Buenos Aires, Astrea, 1998 32 Puede verse una muestra de esta orientación, entre otros muchos, en RAZ, Joseph; Razón práctica y normas, trad. Juan Ruiz Manero, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1991 33 Puede verse una muestra de esta orientación, entre otros muchos, en FINNIS, John; Natural law and natural rights, Oxford, Clarendon Press, 1980. 34 Puede verse una muestra de esta orientación, entre otros muchos, en HABERMAS, Jürgen; Teoría de la acción comunicativa. Complementos y estudios previos, trad. Manuel Giménez Redondo, Madrid, Teorema, 1984; Teoría y praxis. Estudios de Filosofía social, Madrid, Tecnos, 1987 35 Puede verse una muestra de esta orientación, entre otros muchos, en ALEXY, Robert; Teoría de los derechos fundamentales, trad. Ernesto Garzón Valdés, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1993; Sobre las relaciones necesarias entre el derecho y la moral, en "Derecho y moral. Ensayos sobre un debate contemporáneo”, VAZQUEZ, Rodolfo (comp.), Barcelona, Gedisa, 1998 36 Puede verse una muestra de esta orientación, entre otros muchos, en ATIENZA, Manuel; Las razones del Derecho. Teorías de la argumentación jurídica, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1997 37 Puede verse una muestra de esta orientación, entre otros muchos, en DWORKIN, Ronald; Los derechos en serio, 2º ed., trad. Marta Guastavino, Barcelona, Ariel, 1989; El Imperio de la Justicia, 2º ed., trad. C. Ferrari, Barcelona, Gedisa, 1992 38 Puede verse una muestra de esta orientación, entre otros muchos, en AARNIO, Aulis; Lo racional como razonbable. Un tratado sobre la justificación jurídica, trad. E. Garzón Valdés, rev. E. Garzón Valdés y R. Zimmerling, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1991 39 Puede verse una muestra de esta orientación, entre otros muchos, en WALZER, Michael; Las esferas de la justicia. Una defensa del pluralismo y la igualdad, trad. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La estructura de las revoluciones científicas en el Derecho. Una aproximación, pp. 13-41. como W. KYMLICKA40 (canadiense) emplean una - 37 - visión COMUNITARISTA DE LA JUSTICIA. 24. Por último, y a fin de ilustrar con ejemplos propios de la ciencia jurídica las nuevas etapas del logro, conversión, ciencia normal y primeras anomalías, abordaré un breve recorrido local del TRIALISMO, o -como es considerado actualmente por algunos autores- corriente participante del INTEGRATIVISMO en sentido amplio. Sin lugar a dudas, esta descripción es posible realizarla con cada una de las corrientes citadas con anticipación, pero por una razón de cercanía espacial, temporal e intelectual, he optado por el precitado. Se podría interpretar que, a nivel local, la Introducción filosófica al derecho. La teoría trialista del mundo jurídico y sus horizontes elaborada por el doctor Werner GOLDSCHMIDT en 1960 representó un “logro” científico, al poder describir, explicar y comprender la compleja realidad jurídica posterior al caos epistemológico de la década del 50. Siguiendo ésta línea de razonamiento, gracias a la labor del doctor Miguel Angel CIURO CALDANI –principalmente- toda una generación de alumnos y docentes ha sido “convertida” al trialismo. A través de los numerosos abordajes en todas las áreas de interés jurídico, que realizara el profesor con su equipo en la cátedra de Filosofía del Derecho e Introducción al Derecho, y desde el Centro de Investigaciones de Filosofía Jurídica y Filosofía Social de la Universidad Nacional de Rosario a lo largo de veintiún años, esta teoría ha ido comprobando una y otra vez su utilidad en el análisis de la realidad. De la misma forma, ya se ha empleado la teoría como método en varias tesis y tesinas -muchas en curso-, analizando con profundidad un tema con el auxilio de las categorías jurídicas brindadas por la teoría trialista ¿Se podría pensar en una etapa de Heriberto Rubio, México, Fondo de cultura Económica, 1993. Puede verse una muestra de esta orientación, entre otros muchos, en KYMLICKA, W.; Liberalism, Community and Culture, Oxford, Oxford Universitu Press, 1989; Contemporary Political Philosophy, Oxford, Clarendon Press, 1990; Multicultural Citizenship. A Liberal Theory of Minority Rights, Oxford, Clarendon Press, 1995 40 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mariana Isern - 38 - ciencia normal? Si es así, siguiendo a la teoría kuhniana, el futuro se encargará de plantear sus primeras anomalías, crisis y alternativas. CONCLUSIÓN Gracias al auxilio teórico del epistemólogo Thomas KUHN pudimos recorrer la historia del derecho en occidente. Siguiendo el itinerario planteado con su teoría de la evolución de las ciencias, identificamos un período pre-científico en el estudio jurídico que comienza en Grecia, llegando hasta el logro codificador de 1804. En ese momento, se inicia una etapa científica guiada por un claro paradigma: el JUSPOSITIVISMO. Entiendo que el detenerse a observar los fenómenos a fin de clasificarlos es de gran importancia a fin de entender nuestro presente como ciencia; máxime cuando se presenta tan confuso, o al menos, complejo. Pero en la historia interna de la ciencia jurídica existieron, y existen, un número elevado de paradigmas alternativos. Esta multiplicidad de enfoques para abordar el estudio del derecho, muy marcada en la actualidad, nos habla de una falta del consenso en la comunidad científica del derecho. Si bien esto hace disminuir nuestro sentimiento de seguridad como ciencia, a su vez, considero que enriquece la amplitud de la mirada del jurista. Del recorrido por la historia -como de todo viaje- quedaron recuerdos e impresiones. Algunas inquietudes permanecieron sin ser resueltas. Sin desanimarme, por el contrario, esto sólo me impulsa a seguir indagando en forma metódica con un norte claro: la ciencia jurídica. BIBLIOGRAFÍA AARNIO, Aulis; Lo racional como razonbable. Un tratado sobre la justificación jurídica, trad. E. Garzón Valdés, rev. E. Garzón Valdés y R. Zimmerling, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1991 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La estructura de las revoluciones científicas en el Derecho. Una aproximación, pp. 13-41. - 39 - ALEXY, Robert; Teoría de los derechos fundamentales, trad. Ernesto Garzón Valdés, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1993; Sobre las relaciones necesarias entre el derecho y la moral, en "Derecho y moral. Ensayos sobre un debate contemporáneo”, VAZQUEZ, Rodolfo (comp.), Barcelona, Gedisa, 1998 ÁLVAREZ GARDIOL, Ariel; Lecciones de Epistemología. Algunas cuestiones epistemológicas de la Ciencias Jurídicas, Santa Fe, UNL, 2004 AMSLER, René y ROSADO, Javier Juan; El derecho en la postmodernidad. Búsqueda de paradigmas, Rosario, s/p, 1999, Trabajo de Seminario - Curso 1998 – Materia Filosofía del Derecho ARGÜELLO, Luis Rodolfo; Manual de derecho romano. Historia e instituciones, 3ra ed, 8va reimpr, Buenos Aires, Astrea, 2002 ASTI VERA y Cristina AMBROSINI, Estructuras y procesos. Temas de epistemología, 1ra, Buenos Aires, CCCEducando, 2005 ATIENZA, Manuel; Las razones del Derecho. Teorías de la argumentación jurídica, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1997 BOBBIO, Norberto; El positivismo jurídico. Lecciones de Filosofía del Derecho reunidas por el doctor Nello Morra, trad. Rafael de Asís y Andrea Greppi, 1ra ed, 1ra reimpr, Madrid, Debate, 1998 __, El problema de la guerra y las vías de la paz, trad. Jorge Binaghi, 1ra ed, 1ra reimpr, Barcelona, Gedisa, 2000 __, La concepción del derecho en las corrientes de la filosofía jurídica en Boletín Mexicano de Derecho Comparado publicado en www.juridicas.unam.mx el 12/11/02 BULYGIN, Eugenio y ALCHOURRON, Carlos E.; Introducción a la metodología de las ciencias jurídicas y sociales, 1°ed., 3°reimpr, Buenos Aires, Astrea, 1998 BUNGE, Cápsulas, 1ra, Barcelona, Gedisa, 2003 CALSAMIGLIA, Albert; En defensa de Kelsen, Barcelona, Universitat Pompeu Fabra, 1997, Working Paper n. 129 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mariana Isern - 40 - CARPIO, Adolfo P; Principios de Filosofía. Una introducción a su problemática, 2 da ed, Buenos Aires, Glauco, 1995 CIURO CALDANI, Miguel Angel; La teoría general del derecho como sistema jurídico, urgente necesidad de la ciencia jurídica occidental en Boletín del Centro de Investigaciones de Filosofía Jurídica y Filosofía Social, Nro. 23, Rosario, FIJ, 1998 __, Estudios de Historia del Derecho, Rosario, FIJ, 2000 __, Panorama trialista de la Filosofía en la postmodernidad en Boletín del Centro de Investigaciones de Filosofía Jurídica y Filosofía Social, Nro. 19, Rosario, FIJ, 1994 DABOVE, María Isolina; Ideas y Derecho, Anuario de la Asociación Argentina de Filosofía del Derecho, año III, nro. 3, 2003 DIAZ, Elías; Sociología y Filosofía del Derecho, 2° ed, 7° reimpr, Madrid, Taurus, 1992 DWORKIN, Ronald; Los derechos en serio, 2º ed., trad. Marta Guastavino, Barcelona, Ariel, 1989; El Imperio de la Justicia, 2º ed., trad. C. Ferrari, Barcelona, Gedisa, 1992 El Diario del Juicio, 27 de mayo de 1985 FINNIS, John; Natural law and natural rights, Oxford, Clarendon Press, 1980 GAETA, Rodolfo y GENTILE, Nélida; Thomas Kuhn: de los paradigmas a la teoría evolucionista, 1ra ed, 5ta reimpr, Buenos Aires, Eudeba, 2004 GLAVICH, Ricardo R. IBAÑEZ, María R. LORENZO y Héctor A. PALMA, Notas introductorias a la filosofía de la ciencia. I- La tradición anglosajona, 2da, Buenos Aires, Edudeba, 1998 GOLDSCHMIDT, Werner; Introducción filosófica al derecho. Teoría trialista del mundo jurídico y sus horizontes, 6 ed, Buenos Aires, 1996 HABERMAS, Jürgen; Teoría de la acción comunicativa. Complementos y estudios previos, trad. Manuel Giménez Redondo, Madrid, Teorema, 1984. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La estructura de las revoluciones científicas en el Derecho. Una aproximación, pp. 13-41. - 41 - __, Teoría y praxis. Estudios de Filosofía social, Madrid, Tecnos, 1987 HERNÁNDEZ GIL, Antonio; Problemas epistemológicos de la Ciencia Jurídica, 2da, Madrid, Civitas, 1981 KLIMOVSKY, Las desventuras del conocimiento científico. Una introducción a la epistemología, 5ta, Buenos Aires, A-Z, 2001 KUHN, Thomas; La estructura de las Revoluciones científicas, Buenos Aires, FCE, 1990 KYMLICKA, W.; Liberalism, Community and Culture, Oxford, Oxford Universitu Press, 1989 __, Contemporary Political Philosophy, Oxford, Clarendon Press, 1990 __, Multicultural Citizenship. A Liberal Theory of Minority Rights, Oxford, Clarendon Press, 1995 LEVAGGI, Abelardo; Manual de Historia del Derecho Argentino (castellano-indiano/nacional), Tomo I Parte General, 1ra reimpr, Buenos Aires, Depalma, 1991 PRAT (editor), Sobre el Pacifismo de Albert Einstein de Francisco Fernandez Buey en Pensamiento pacifistaBarcelona, Icaria-Antrazyt, 2004 RAZ, Joseph; Razón práctica y normas, trad. Juan Ruiz Manero, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1991 RECASÉNS SICHES, Luis; Panorama del pensamiento jurídico del siglo XX, Tomo I, 1ra ed., México, Porrúa, 1963 SCARANO (coordinador), Metodología de las Ciencia Sociales. Lógica, lenguaje y racionalidad, Buenos Aires, Macchi, 1999 VON KIRCHMANN, Julio Germán; El carácter a-científico de la llamada ciencia del derecho en La ciencia del derecho, Buenos Aires, Losada, 1949 WALZER, Michael; Las esferas de la justicia. Una defensa del pluralismo y la igualdad, trad. Heriberto Rubio, México, Fondo de cultura Económica, 1993 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. - 43 - INTERPRETACIÓN FILOSÓFICA DE LA FORMA DEL ACTO JURÍDICO Por Jesús Manuel Villegas Fernández (*) Es curioso hasta que punto un modo de hablar o de escribir inexactos, que originariamente se empleaba quizá sólo por comodidad y en aras de la brevedad, pero con plena conciencia de su inexactitud, puede llegar a confundir el pensamiento, una vez desaparecida la conciencia. Gottlob Frege (Introducción a las leyes fundamentales de la aritmética). Resumen Palabras clave Los actos procesales penales, aunque vulneren alguna norma imperativa, no siempre son nulos. En determinados supuestos la jurisprudencia reserva la nulidad a aquellos que incurran en alguna infracción “material”, no meramente “formal”. La distinción da pábulo a la idea de que en la interpretación jurídica debe superarse el método del análisis formal. Sin embargo, semejante conclusión deriva del manejo intuitivo de dichos conceptos. En cuanto se precisan desde una perspectiva filosófica el corolario es el contrario: que la Lógica es la clave para comprender el significado del problema. Acto jurídico, forma, materia, nulidad. Sumario I. Introducción. II. Forma. II.1. Visión metafísica. II.2. Visión lógica. III. Materia. III.1. Visión metafísica. III.2. Visión Lógica. IV. Consecuencias jurídicas. IV.1 Visión metafísica. IV.2 Visión lógica. Bibliografía. I. INTRODUCCIÓN. Una de las peores pesadillas de los jueces instructores es la de que se venga abajo una larga instrucción por culpa de algún error procesal. Pero sucede a menudo que, pese a la causa esté afectada de graves vicios, la jurisprudencia rechaza la sanción de nulidad invocando que la vulneración ha sido “formal”, no “material”. Estos términos, pese a las apariencias, no se utilizan técnica sino intuitivamente. Por eso es tan difícil elaborar una teoría general que prediga la suerte final de un determinado acto aquejado de alguna irregularidad. Lo que sucede en la práctica es que se echa mano de largas compilaciones jurisprudenciales en las que se amontonan casos y que el usuario consulta con la esperanza de encontrar alguno (*) Magistrado del Juzgado de Instrucción Número Dos de Bilbao, Vizcaya, España. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 44 - que se asemeje al suyo. Mejor sería abstraer la idea subyacente para que el par formal/material pase de ser una etiqueta nominalista a encarnar un concepto dotado de potencia explicativa. El estudio de su significado filosófico ayudará a conseguir esta meta. Desde su origen aristotélico-tomista ha experimentado una evolución que culmina en el campo de la lógica matemática. Hoy día los usan los juristas, desconociendo sus antecedentes, pero condicionados por ellos. Por eso es útil descubrir cuáles son las ideas ocultas tras las palabras, ya que el intérprete actual arrastra un lastre histórico que ignora las más de las veces. II. FORMA. II.1. Visión metafísica. El artículo 6.3 del Código Civil español, supletorio de todo el Ordenamiento Jurídico, establece que “los actos contrarios a las normas imperativas o prohibitivas son nulos de pleno derecho, salvo que en ellas se establezca un efecto distinto para caso de contravención”. Tanta severidad se ve atenuada en la práctica. Por ejemplo, la sentencia del Tribunal Supremo español de 28 de noviembre del año 2003 (ponente Excelentísimo Sr. don José Manuel Maza Martín), juzgó impropio de nulidad el olvido del juzgado de instrucción que había ordenado unas intervenciones telefónicas sin decretar el secreto sumarial. En su fundamento jurídico tercero lo califica de “omisión puramente formal”. ¿Qué es lo que quiere decir? Obviamente, el precepto trascrito sólo ilumina una parte del problema. La Ley Orgánica del Poder Judicial, en el punto tercero de su artículo 238 únicamente anuda la nulidad a la infracción de normas de procedimiento cuando sean “esenciales”, “siempre que por esa causa haya podido producirse indefensión”. De ahí que el tribunal, en cada caso concreto, tenga que detenerse a examinar con Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. detalle si el defecto ha perjudicado - 45 - realmente a las partes. Disponemos ya de un rico cuerpo jurisprudencial cuyo examen revela una doctrina que se va repitiendo con unas palabras reproducidas literal o casi literalmente, a saber: “No basta con una vulneración meramente formal sino que es necesario que de esa infracción formal se derive un efecto material de indefensión, con real menoscabo del derecho de defensa y con el consiguiente perjuicio real y efectivo para los intereses del afectado” (Sentencia del Tribunal Constitucional de 1-II-05, fundamento jurídico quinto, ponente excelentísima Sra. doña Emilia Casas Bahamonde). Aunque este fragmento pertenezca a una resolución relativamente reciente, la misma idea, con diversos matices, viene de antiguo. Consúltese, por ejemplo, el listado de jurisprudencia penal de la Editorial Colex reseñado en la bibliografía, que abarca la década 1983-1993. Hasta aquí nada llama a una especial atención filosófica. Sin embargo, las menciones a la insuficiencia del plano “formal en Derecho” aluden a algo más. Parecería que la realidad se desenvolviera con una vitalidad que supera la rigidez acartonada de la lógica formal. La literatura jurídica está preñada de ejemplos donde se maneja el término “formal” despectivamente. Este uso lingüístico corre parejo a una tendencia de mayor calado, la de que la “razón jurídica” es ontológicamente distinta a la “razón lógica”. El Excelentísimo Sr. don Eugeni Gay Montalvo, ponente en la sentencia del Tribunal Constitucional de 20 de junio del año 2005, afirma en el tercero de sus fundamentos jurídicos: (…) “dado que es imposible construir el Derecho como un sistema lógico puro este Tribunal ha unido a la exigencia de coherencia formal del razonamiento la exigencia de que el mismo, desde la perspectiva jurídica, no pueda ser tachado de irrazonable”. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 46 - Esta exigencia de “racionalidad” extralógica lleva a arremeter contra el “método analítico” y, avanzando por esta línea, hasta reclamar la superación de la “técnica jurídico penal”. Sobre todo cuando la opinión pública está muy sensibilizada. Son elocuentes las palabras de Inmaculada Montalbán (2004, p. 1999): “Se necesita algo más que técnica jurídico penal para que las respuestas jurídicas del Estado sean coherentes con los principios y valores pactados como fundacionales por la ciudadanía”. La cita, aunque en sus términos literales se refiera a los poderes públicos en general, está específicamente dirigida contra las decisiones impopulares de los tribunales. Pues bien, la tesis de este trabajo es la de que ese “algo más” no es una huida de la técnica jurídica, sino una profundización en la lógica formal. Obviamente, está cuestión se enmarca dentro de un debate mayor, el de la interpretación judicial, en el que pugnan las posiciones formalistas contra las hermenéuticas; o como se ha dicho (URSÚA, 2004), Kelsen contra Dworkin. No es el momento de explorar este vasto terreno, sino de dejar claro que, al menos en esta área, no existen motivos para recelar del análisis formal. Al contrario, explicará qué es ese “algo más”. En el lenguaje no especializado el vocablo “forma” equivale a la “configuración externa de algo” (Diccionario de la Real Academia Española, DRAE, vigésimo segunda edición). O sea, a lo superficial, a lo accesorio, a lo que no es indispensable. Este sentido es el producto de una evolución conceptual que arranca de la noción aristotélica de “causa formal”. La causa formal de una determinada cosa es la “esencia” de esa cosa. Es decir, la respuesta a la pregunta ¿qué es esa cosa?. Según Aristóteles (2000, p. 67, líneas 25-30) es la “definición” de algo. O, con arreglo a la escolástica tomista, los principios que hacen que una cosa pertenezca a una especie y no a otra (FORMENT, p. 443). Como vemos, a simple vista diverge el uso común de la palabra del filosófico. Luego daremos cuenta del porqué. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. - 47 - Contentémonos ahora con saber que la forma de una cosa evoca la idea de lo que la cosa es en sí misma. Supongamos que deambulamos ociosamente por una tienda y que nos topamos con un amasijo de cables y válvulas. ¿Qué es eso?, le preguntamos al dependiente. Un transistor, contesta. Pues bien, “transistor” es la forma de esa masa de piezas aparentemente informe cuya definición desconocíamos. Pero esta acepción filosófica, a diferencia de lo que suele creerse, sí que está en consonancia con el concepto de forma de los actos jurídicos. Recordemos, siguiendo a Betti, que el acto jurídico es el “hecho respecto del que, para la producción de efectos jurídicos, el Derecho toma en cuenta la conciencia que regularmente lo acompaña y la voluntad que, normalmente, lo determina” (DICCIONARIO JURÍDICO ESPASA, p. 23). Más simplemente, el acto al que el Ordenamiento Jurídico otorga los efectos queridos por su autor. Y la forma de ese acto no es sino “la manera (de palabra, por escrito, mediante cierta ceremonia) de realizarse el mismo” (ALBADALEJO, 2001, pp. 753-754). No es algo añadido al acto jurídico, sino su misma realización. Uno se siente tentado a pensar en la “forma” del acto como un aditamento externo, cuando en realidad es sólo su plasmación práctica. En consonancia con estos principios, la forma del acto jurídico es la manifestación de la declaración de voluntad. Sin esa manifestación no es que al acto jurídico le falte algún elemento, sino que no hay acto jurídico. No perdamos de vista que se trata de una “declaración”, no de un pensamiento que el sujeto guarde celoso en los recovecos de la psique. Ésa es su esencia. Sin declaración no tenemos nada. Pero la declaración se exterioriza a través de algún medio. Ese medio es la forma, que no se agrega al acto, sino que es su actualización, la apariencia que adopta al emerger en el tráfico jurídico. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 48 - Junto a esta acepción de “forma” convive otra que la hace sinónima de “formalidades”. Esto es, “de los requisitos que se añaden a la declaración de voluntad” (ALBADALEJO, 2001, p. 754). Cuando el Derecho supedita la validez de algún acto al requerimiento de que la declaración de voluntad se exteriorice a través de un medio determinado (con exclusión de otros) nos hallamos ante un acto “ad solemnitatem”. La regla general castellana en Derecho privado, como mínimo desde 1348, es la de la libertad de forma. Expresamente lo proclama la Ley única del Título XVI del Ordenamiento de Alcalá, cuyo inciso final se transcribe literalmente (tan sólo con adaptación a la ortografía actual): “(…) que sea valedera la obligación o el contrato que fueren hechos en cualquier manera que parezca que alguno se quiso obligar a otro, y hacer contrato con él” (ASSO Y MARTÍNEZ, 1847). En suma, un acto jurídico “ad solemnitatem” es aquel cuya forma se despliega necesariamente a través de determinadas formalidades. Pero no perdamos de vista el papel esencial de la declaración de voluntad, sin la cual no existe el acto. Por tanto, incluso en estos casos, la declaración de voluntad sigue siendo la forma, pero constreñida a manifestarse a través de cierta vía. Distinto es que el medio de exteriorización se erija como único requisito de validez. Es el principio “formulario”, según el cual “la forma o solemnidad tasada requerida por la Ley era la que daba validez al acto jurídico, prescindiendo de la voluntad que en ella se manifestaba” (PUIG, p. 547). Es una obligación en la que basta la “declaración”, sin “voluntad”. Por eso no es una genuina “declaración de voluntad”, sino la observancia de un rito, que se impone más allá de lo realmente querido por las partes. Entonces se habla en terminología jurídica de “valor constitutivo” de la forma (ALBADALEJO, 2001, p. 755). Es clásico el negocio jurídico de la “stipulatio”, tal como lo concibió el Derecho Romano arcaico. El acreedor (“stipulator”) Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. - 49 - formulaba una pregunta, a la que el deudor (“promissor”) contestaba con la exacta palabra “spondeo”. Sólo con esto resultaba ligado. Como explican Arias Ramos y Arias Bonet, “la obligación brota de la mera pronunciación de las palabras” (1988, pp. 613 y 615). Nuestro Derecho privado actual ha prescindido de los negocios de esta índole, que los comentaristas suelen vincular al aforismo “forma dat esse rei” (la forma da el ser a la cosa). Este brocardo de origen tomístico se predica de la forma de cualquier cosa, por lo que con una terminología filosófica sería aplicable a todos los actos jurídicos; no sólo a los formularios y a los “ad solemnitatem”. La clave no radica en que el ser del acto venga constituido por la forma (lo que es inevitable), sino en averiguar qué forma se precisa para su validez. En llegando a este punto estamos en condiciones de elucidar por qué se usa la voz “forma” en tono peyorativo. Cuando se critica la prevalencia de la forma, lo que en realidad se está haciendo es abogar por un mayor grado de libertad en las formalidades. No es más que una metonimia. Una muestra de esta confusión es la definición del Diccionario jurídico “Trivium”, para el que acto jurídico es: “La realización de alguna cosa cuyo desempeño suele revestirse de solemnidad” (1998, página 24). Similarmente, el lenguaje cotidiano utiliza la palabra “forma” como equivalente a las apariencias (la “configuración externa” de la DRAE) en contraste con el fondo, o lo realmente importante. Damos cuenta ahora de la distancia entre el uso común y el filosófico, ya que el primero toma sólo una porción del segundo. El equívoco lingüístico no permanece en el nivel superficial de la terminología, sino que se infiltra hasta contaminar el significado de las palabras y, por ende, de los mismos conceptos de la dogmática jurídica. Al apuntar contra la “forma” (cuando el blanco deberían ser las “formalidades”) se coloca tras el punto de mira la estructura esencial del acto jurídico. Y es entonces se abre una brecha por la Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 50 - que se cuelan los ataques contra la coherencia formal del quehacer jurisprudencial, de tal suerte que se cuestiona la mera racionalidad del Derecho. II.2. Visión lógica. Ensayaremos ahora una aproximación al mismo fenómeno desde el frente de la Lógica. Formalicemos el artículo 6.3 del Código Civil de esta manera: La infracción de las normas cogentes es causa de nulidad. Esquemáticamente “S es P”, lo que excluye “S no es P”. Si, habiendo sentado como cierta esta premisa, sobreviniere alguna violación de normas imperativas o prohibitivas que no acarrease nulidad, la Lógica parecería resquebrajarse. Nos veríamos compelidos a reconocer que el principio de no-contradicción está muy bien para los sesudos filósofos que malgastan su tiempo en umbríos gabinetes atiborrados de mamotretos, mas no para el Derecho. Para algunos en esta disciplina a veces las cosas son y no son simultáneamente. Al fin y al cabo esa es la idea que subyace cuando sea afirma que condicionar el discurso jurídico a “patrones deductivos y de lógica formal tiende a discurrir de espaldas a la realidad” (BASÚA, 2004, página 205). Pero si aceptásemos hasta sus últimas consecuencias esta opinión, sería la racionalidad del Derecho la que sucumbiría ante un voluntarismo que, en última instancia, no sería sino la imposición de la fuerza. Para no resignarnos a tan descorazonador pronóstico, intentaremos arrojar luz desde la misma Lógica, en la confianza de que la discrepancia se reduce a un malentendido. Retornemos a la esquematización “S es P”: La infracción de normas cogentes es causa de nulidad. ¿Cuál es su forma? El lingüista latino Prisciano distinguía allá por el siglo VI después de Cristo en su obra Institutiones Grammaticae entre Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. - 51 - términos categoremáticos y sincategoremáticos. Los primeros eran aquellas partes de la oración capaces de funcionar como sujeto o predicado, así como de portar un significado por sí solos. Los segundos, por el contrario, no servían para constituir el sujeto o predicado, además de que su significado no era completo; para transmitir un sentido acabado estaban obligados a combinarse con otros (KLIMA, 2004). En nuestro ejemplo el término sincategoremático viene representado por la expresión verbal “es”. Según Aristóteles, los paradigmas del verbo “ser” no se refieren a “ningún hecho, a menos que se añada algo; pues por sí mismos no indican nada, sino que implican una cópula, de la que no podemos formar concepción alguna aparte de las cosas que la cópula une” (2004, apartado 3). El lógico medieval Buridán identificó en el siglo XIV la forma lógica con “el ensamblamiento de términos sincategoremáticos” (SACRISTÁN, 1990, página 33). He aquí una encrucijada decisiva, pues hemos dado un salto desde la Gramática a la Lógica. De la oración a la proposición. Esto es, de una mera “porción significativa del discurso”, a una expresión “positiva o negativa”, que encierra “falsedad o verdad” (ARISTÓTELES, 2004, apartado 4). Conforme a lo anterior, observaremos “S es P” como una proposición en tanto que es susceptible de ser verdadera o falsa (expresión “apofántica”). La forma, por consiguiente, es aquella estructura que rige la combinación de los términos significativos de una proposición de modo que la expresión esté construida correctamente. No cuesta mucho trabajo enlazar las nociones lógica y metafísica de forma. Dada una proposición cualquiera, si queremos saber si es falsa o verdadera, lo esencial es averiguar cómo se combinan sus elementos. Esta combinación define su verdad o falsedad. Es lo mismo que cuando se decía que la forma definía la materia. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 52 - La cuestión no es baladí ya que, si sabemos que una proposición igualmente es verdadera, verdaderas con obtendremos tal de que otras proposiciones compartan su misma estructural formal. Lo explica magistralmente Buridán (1976): “Consecuentia formalis vocatur quae in omnibus terminis valet retenta forma consimili (1.4.2), ut: (…) «Quod est A est B; ergo quod est B est A (13)». (Se llama consecuencia formal a aquélla que es válida siempre que se retenga en todos sus términos una forma similar, como: lo que es A es B; luego lo que es B es A). Son las llamadas “consecuencias formales”. Frente a estas se hallan las materiales, en las que la conservación de la forma no es garantía de veracidad. Buridán lo vuelve a aclarar: “Equus ambulat; ergo lignum ambulat” (1.4.3, 14): “El caballo camina, luego el madero camina”. Obviamente, un disparate. Lo interesante es detectar cuáles son las proposiciones en las que la mera replicación de la forma originaria asegura su veracidad. En realidad, ya lo apuntaba Aristóteles. La clave yace en la ligazón que une a los términos, en la cópula. Pero esta cópula significa muy poco en sí misma considerada. Se limita a ordenar válidamente los componentes de la proposición. Por eso la validez se mantiene siempre que la nueva forma se abstenga de incorporar significados adicionales. Es fácil percatarse de que quien dice “B es igual a A” porque “A es igual a B” no añade nada. En el momento en que nos aventuremos con algún contenido semántico nuevo, la consecuencia final no está cubierta por nuestro seguro formal de validez. No vamos a negar que corran los caballos, pero que no nos pregunten más. La espina dorsal que vertebra las consecuencias formales es la llamada “identitas formalis”, que terminó cayendo en un descrédito que ha salpicado a toda la Lógica. Se la tachaba de mera vaciedad, ya que “A = A no dice nada, es meramente formal” (ANGELELLI, 1967, página 99, nota 28). Otra vez el matiz peyorativo. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. - 53 - La citada sentencia del Tribunal Constitucional de 20 de junio del año 2005 pone el dedo en la llaga: “(…) la validez de un razonamiento desde el plano puramente lógico es independiente de la verdad o falsedad de sus premisas y de su conclusión pues, en lógica, la noción fundamental es la coherencia y no la verdad de hecho, al no ocuparse esta rama del pensamiento de verdades materiales, sino de las relaciones formales existentes entre ellas” (fundamento jurídico tercero). Luego estudiemos que sea eso de la “verdad material”. III. MATERIA. III. 1 Visión Metafísica. Hasta ahora habíamos manejado el vocablo “materia” intuitivamente. En este momento es indispensable perfilarlo con nitidez para que nuestra investigación no se atasque. Aristóteles define la causa formal como “aquello de lo cual están constituidas todas las cosas que son, y a partir de lo cual primeramente se generan y en lo cual últimamente se descomponen, permaneciendo en la entidad por más que ésta cambie en sus cualidades” (2000, páginas 68 a 69). Es la contestación a la pregunta: ¿de qué esta hecha esa cosa? Es “aquello de lo que”, id ex quo, como cuando se afirma que una estatua de madera está hecha de madera (REALE, 1999, página 122). Trayendo a colación el ejemplo de antes, el conjunto de piezas que componen una máquina es la materia, mientras que la especial disposición que adoptan para constituirla es la forma. Una mirada a la etimología de estas palabras contribuirá a una mejor aprehensión de su significado. La voz castellana “madera” proviene de la latina “materia”, que también se refiere a la fibra arbórea (COROMINAS, 1954, página 1.206). Y el vocablo latino Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 54 - “materia” deriva de una raíz indoeuropea (“mater”), una de cuyas acepciones es “madre” (ROBERT y PASTOR, 1996, página 181). Aristóteles se fijó en la carga semántica relativa a la médula generatriz de la que emanan los componentes de la realidad. Aprovecharemos para entrar en otros conceptos que se habían dejado a un lado: la “potencia” y el “acto”. La “potencia” es la condición de lo que todavía no se ha realizado; el “acto”, por su parte, es la completa realización de algo (FORMENT, 2003, páginas 445 y 441). Estas ideas se asimilan mejor como fases de un proceso. Así, la madera está en potencia antes de que la labre el carpintero. Es una mesa en potencia. Después de la labor del artesano se convierte en una mesa actual. Ha perfeccionado la madera. La lengua inglesa ha conservado intacto este sentido primigenio del adjetivo derivado de “acto”. En castellano se nos exige un pequeño esfuerzo mental. De ahí que la forma no sea ningún apósito de la materia, sino la perfección de ésta. Esta esencia dual del ser es lo que se denomina “hilemorfismo”, en cuya virtud la realidad de las cosas gira en torno a dos ejes: estáticamente en materia y forma; dinámicamente, en potencia y acto (GÓMEZ, página 140). Contamos con una nueva vertiente desde la que abordar la definición del par forma/materia. “Forma” es la actualización de la materia. Es una concreción de la composición intrínseca de todo ente creado (GÓMEZ, Página 88). Como enseña Santo Tomas, “per formam enim, quae est actus materiae, materia efficitur ens actu et hoc aliquid” (DE ENTE ET ESSENTIA, II): “De hecho, por la forma, que es el acto de la materia, la materia se convierte mediante el acto en el ente y en este algo”. La “materia” representa el “principio de individuación”, en tanto que proporciona a la forma los materiales con los que moldear los individuos. Ese substrato previo al nacimiento de las cosas, pero que sirve para darles forma, es lo que se llama “materia prima”: “materia prima dicitur per remotionem omnium formarum” (dícese materia Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. - 55 - prima por la eliminación de todas las formas, AQUINO, DE ENTE ET ESSENTIA, II). La materia prima no tiene forma alguna, no es ni lo que determina ni lo determinante, es lo “determinable” (GÓMEZ, 1978, página 140). De ahí que la forma de un acto jurídico no sea algo distinto de la declaración de voluntad, sino la misma cosa observada desde un ángulo distinto. III.2 Visión lógica. Ferrater Mora explica que en lógica clásica se distinguía entre la forma y la materia de una proposición. La primera era lo permanente, la segunda lo cambiante. En el enunciado “Juan es bueno”, el sujeto y el predicado son la materia, mientras que la cópula “es” constituye la forma. Este uso lingüístico parece distanciarse del de la lógica moderna, para la que las “constantes” son los elementos constitutivos de la materia de una proposición, mientras que las “variables” identifican el lugar de la cópula (2000, página 1.377). Acerquémonos al problema desde otro lado. La meta es comprender el significado de la expresión “S es P”. Antes de saber si es verdad o no que la afirmación que encierra es menester entenderla, saber lo que significa. Acudamos a la Lingüística. En concreto a la semántica, que es la rama que se encarga de la teoría de las significaciones. No obstante, los propios gramáticos admiten que lo tienen muy difícil a la hora de definir qué sea el “significado”. Sassure vacilaba, al equiparar el significado algunas veces a “cosa” y otras a “concepto” (MOUNIN, 1969, páginas 112 y 114). Tomemos esta última mención, la del concepto, como pista. Según Frege un concepto es una “función cuyo valor es siempre un valor veritativo” (1984, página 32). Es natural que tales palabras suenen ininteligibles, pero dan con la solución del problema. Merece Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 56 - la pena tomarse la molestia de descifrarlas. Con tal fin se esbozarán abreviadamente algunos puntos capitales de la obra de este pensador, el fundador de la Lógica moderna. Veamos: Una “función” es una expresión de cálculo que contiene una generalidad o incompletitud; es decir, una de sus partes está vacía, necesita ser rellenada. Para marcar ese lugar vacío se emplea un símbolo, como una “x”, letras mayúsculas (“S”,”P”…), o cualquier otro. Ahí se coloca un objeto, que se denomina argumento, que no es parte de la función sino algo que encaja en ella. Cuando esta operación se ejecuta, la función se transforma en un valor (1984, 18 y ss, 183 y ss). Así, en la función “2X = 4”, toda la serie de letras y números es la “expresión”. La parte vacía se señala por la “X”. El valor es el “4”. Lo que hemos de poner en lugar de la “X” es el argumento. Aquí, evidentemente, es un “2”. Repárese en que al insertar el “2” la función desaparece, porque ya no queda ninguna zona incompleta, sino una ristra numérica (2 · 2 = 4). Y es esa indefinición, esa vaguedad acotada por la “x”, es la esencia de la función. Sin ella sólo habría objetos. Un concepto es un tipo especial de función orientado hacia la verdad o falsedad de los enunciados. Ilustrémoslo con un ejemplo del propio Frege (1984, 33). “La capital de Inglaterra” es una expresión, con el argumento “Londres” y el valor de “lo verdadero”. Los “valores veritativos” son “lo verdadero” y “lo falso”. Si hubiésemos optado por el argumento “Buenos Aires”, el valor habría sido “lo falso”. Pertrechados con este arsenal lógico proclamaremos que el significado de una expresión lingüística es aquello que la hace verdadera. El significado de “cuadrado” es un objeto geométrico de cuatro lados iguales, no de tres. El argumento “objeto geométrico de cuatro lados iguales” arroja el valor de “lo verdadero”; en cambio, el argumento “objeto geométrico de tres lados iguales" produce el valor de “lo falso”. O sintéticamente, de “verdad” o “falsedad”. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. - 57 - Recordemos que la proposición era una oración susceptible de ser verdadera o falsa. O sea, un concepto. “S es P” constituye una función cuyos espacios en blanco son “S” y “P”. Cometido de la semántica lógica es el desciframiento de una expresión tal. En Lógica, “semántica” quiere decir: “The systematic statement of the conditions under which the sentences of a formal language are true o false” (HOYNINGUENHUENE, 2004, página 191): “El establecimiento sistemático de las condiciones bajo las cuales las oraciones de un lenguaje formal son verdaderas o falsas”. O sea, la búsqueda de los argumentos que hacen verdaderos a los conceptos. La “Teoría de Modelos” es la formulación que más fielmente ha cartografiado el terreno de la semántica lógica. Se la ha definido como el “estudio de las relaciones entre los lenguajes y el mundo, o más exactamente, entre los lenguajes formales y las interpretaciones de los lenguajes formales” (CROSSLEY, 1983, página 71). Porque precisamente la “interpretación” de una expresión consiste en atribuirle un significado. Ante la expresión “La capital de Inglaterra”, escogemos la interpretación de “Londres”. Somos libres de elegir otra, pero sería errónea (“falsa”). Tarski es el padre de la teoría de modelos. De la mano de este autor regresaremos al ejemplo de la ecuación matemática “2X = 4”. De acuerdo con su terminología la “x” se llama “variable”. No posee significado. Es como el casillero en blanco de un cuestionario. Al número que se sitúa en el espacio reservado a la variable lo llama “constante”. Si esa constante satisface la ecuación es un “modelo”. Esto es, el argumento que proporciona el valor de “lo verdadero” al concepto. contiene Consecuentemente, variables que al “una expresión reemplazar éstas como por ésta, que constantes determinadas se convierte en una proposición, recibe el nombre de función proposicional” (TARSKI, 1985, páginas 25 a 27). Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 58 - Al principio se apuntaba una cierta fricción entre los usos lingüísticos tradicional y moderno. Confirmamos ahora que no es así. La parte vacía de una fórmula matemática se llama “variable” porque varía, muta cada vez que es interpretada por un argumento distinto. Sin embargo, el hueco horadado en la armazón formal de la expresión está siempre ahí, es inalterable. Por eso la forma es invariante. El argumento se comporta de otro modo. Es un objeto, una pieza acabada de una vez por todas y que no se altera. Un “2” es siempre un “2”. La “x” acogerá en unas ocasiones al “2” y en otras a cualesquiera otros números. Siendo muchas las piezas aptas para insertarse dentro de la forma, la materia entraña un componente de variabilidad. Pero la materia, en sí misma, no se inmuta. Es siempre ella misma. Como vemos, todo depende del punto de vista desde el que se lo enfoque pero, en definitiva, son dos aspectos de lo mismo. Pero, todo esto, ¿qué tiene que ver con la materia de una proposición? Buridán contesta: la materia de una proposición se contiene en los términos categoremáticos (MACFARLANE, 2005), aquellos que estaban dotados de significado propio. Tanto este lógico como otros filósofos medievales (Pedro Hispano, Guillermo de Ockham) aquilataron la noción hasta caracterizar los términos categoremáticos como los “actos por los que se conciben ciertos objetos” frente a los sincategoremáticos, que son “los diferentes modos de concebir los objetos” (KLIMA, 2004). Aquí se tiende un puente entre la lógica medieval y la moderna. Los objetos son los argumentos, y los modos de concebirlos son las estructuras en torno a las que se construyen los conceptos. Asimismo, esta ruta conduce al pensamiento aristotélicotomista, ya que la expresión lógica (o para el caso el enunciado lingüístico) es como un molde vacío que se rellena con la materia semántica. La esquematización “S es P” no significa nada, pero modela el substrato significativo que lo interpretará. Más claro está con los conceptos. La forma “capital de Inglaterra” habilita el Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. - 59 - receptáculo mental que hará inteligible el objeto del mundo real constituido por la aglomeración urbana londinense (esa cosa sensible hecha de calles, edificios, etc). Este objeto real al que se refiere la función sólo accede al lenguaje una vez que se acopla al concepto bajo la forma de un argumento. Antes de eso es tan sólo una porción de la realidad material; desde el punto de vista del lenguaje, una materia informe. Hasta que la forma lógico-lingüística no lo actualice, traduciéndolo a un código en el que desempeñe el papel de argumento, escapa a toda comprensión racional. Con estas enseñanzas disponemos de suficientes datos para recuperar nuestro interrogante inicial. ¿Cuál es el significado? de La infracción de las normas cogentes es causa de nulidad. Respuesta: lo que convierta a este enunciado en verdadero. Parece que hemos avanzado poco, pero no es así. Lo veremos en el próximo apartado. IV. CONSECUENCIAS JURÍDICAS IV.1. Visión metafísica. Carecemos de una acabada teoría general de la nulidad de los actos jurídicos procesales penales. Lo que hay son esbozos, como el de la sentencia del Tribunal Supremo de 19 de noviembre del año 2003 del Excelentísimo Sr. don Andrés Martínez Arrieta. Las construcciones tradicionales se las debemos al Derecho Civil o, más propiamente, a la Teoría General del Derecho. Es aquí desde donde irradian unos principios abstractos que inciden sobre todo el Ordenamiento Jurídico. Una de las plasmaciones más elaboradas la ofrece el Derecho Administrativo; en la Ley 30/92 (26-XI) de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común (artículos 62 a 67). Pero este texto es una plasmación sectorial de esas líneas maestras. Está confinado a un sector jurídico determinado. Son, en cambio, los Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 60 - artículos 238 a 246 de la Ley 6/85 (1-VII) del Poder Judicial los que más se aproximan a fundar los cimientos de una teoría general. Pese a todas estas insuficiencias, nos atreveremos con algunas conclusiones de la mano del análisis filosófico. Partamos de la naturaleza del acto procesal como una especie del género de los actos jurídicos. Según Couture, "dícese del acto jurídico emanado de los órganos de la jurisdicción, de las partes o de los terceros, susceptible de crear, modificar o extinguir derechos procesales" (2004, página 72). ¿Cuál es la forma del acto jurídico procesal que emana de los tribunales? Con carácter general la forma era la declaración de voluntad. Los órganos jurisdiccionales también emiten una declaración de voluntad. Esta declaración actualiza una decisión. Observemos el "acto" jurídico como el "acto" aristotélico, esto es, la realización una potencia, aquí la del poder público. El Poder Judicial, a través de sus singulares órganos, modifica la realidad procesal con su voluntad. Este modo de ver las cosas coloca a las formalidades en su justo término, como un determinado medio elegido por el Legislador para canalizar la voluntad del tribunal, pero no como el acto mismo. La esencia del acto yace en la manifestación de una concreta decisión. Introduzcamos una nueva noción metafísica, la de "causa final". Es el objetivo al que se encamina el acto; su "fin", "aquello para lo cual" (ARISTÓTELES, 2000, página 68). No es algo distinto ni de la causa material ni de la formal, sino otra dimensión. Resulta muy útil, en tanto que, añade un aspecto dinámico a la declaración de voluntad, al patentizar que sólo se actualiza cuando es dirigida hacia el fin buscado por el órgano que la emite. Estas enseñanzas contribuyen a abstraer un común denominador de la pléyade de casos de nulidad. Recordemos la literal dicción del artículo 238 de la Ley Orgánica del Poder Judicial: "Los actos procesales serán nulos de pleno derecho en los casos siguientes: Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. - 61 - 1.º Cuando se produzcan por o ante tribunal con falta de jurisdicción o de competencia objetiva o funcional. 2º Cuando se realicen bajo violencia o intimidación. 3º Cuando se prescinda de las normas esenciales del procedimiento, siempre que, por esa causa, haya podido producirse indefensión. 4º Cuando se realicen sin intervención de abogado, en los casos en que la ley la establezca como preceptiva. 5º Cuando se celebren vistas sin la preceptiva intervención del secretario judicial. 6º En los demás casos en los que las leyes procesales así lo establezcan. " Definido el acto procesal como una declaración de voluntad, las exigencias subjetivas (órgano, secretario, abogado) integran la propia configuración del sujeto que emite la declaración. Definen al declarante. No es sólo el juez, sino las demás personas cuya concurrencia debe acompañar la realización. Del mismo modo, la ausencia de violencia o intimidación sólo profundiza en la necesidad de que la declaración sea libre. Todo viene a parar a lo mismo, que sea la voluntad de un determinado órgano, no la de otro sujeto. Estas prescripciones están redactadas categóricamente, sin excepciones. Diferentemente, cuando se habla de la mera omisión de formalidades, entran en escena los matices. El quebrantamiento de las normas procedimentales (punto tercero) sólo acarrea la nulidad si se lesiona el derecho de defensa. He aquí una barrera solemne interpuesta para preservar a toda costa las libertades públicas. El artículo 11 de la misma ley, que veta la prueba ilícitamente obtenida, se inspira en la misma salvaguardia. La recta inteligencia de este tercer apartado consagra una forma "ad solemnitatem" en la faz garantista del acto. La violación de cualquier derecho fundamental, no sólo el de defensa, impone la ineluctable nulidad del acto. Pero no ocurre igual cuando se prescinde Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 62 - de los requisitos procesales. No es porque la forma no importe, sino porque esos requisitos no son su forma (que es la declaración de voluntad). Declaración que es una voluntad dirigida hacia un fin y limitada por el respeto a los derechos constitucionales. Nada más. Esta interpretación da pie a vislumbrar un Derecho Procesal que experimente una fase de espiritualización análoga a la ya atravesada por el Derecho Privado desde el Ordenamiento de Alcalá. Sería conveniente que los textos positivos contuvieran alguna cláusula que proclamara explícitamente la validez de los actos procesales aptos para alcanzar fundamentales, su fin siempre que independientemente no de quebrantasen sus derechos formalidades. Una precisión tal ahorraría muchas batallas forenses donde bregan los picapleitos que se aferran a vaciedades formalistas para hundir instrucciones esencialmente correctas. No se piense que una flexibilización de esa índole reblandecería las normas, dejando a los ciudadanos desvalidos ante los abusos de los poderes públicos. Es todo lo contrario, que las formalidades no sean un escollo contra el que se estrelle la racionalidad del Derecho. Veámoslo con un ejemplo: La sentencia del Tribunal Constitucional de 26 de abril de 1999 (ponente Excelentísima Sra. doña Emilia Casas Baamonde) aclara en su fundamento jurídico segundo que: "(...) no toda deficiencia en la práctica de la notificación implica necesariamente una vulneración del artículo 24.1 de la Constitución Española o, de otro modo, que los conceptos constitucional y procesal de indefensión no son equivalentes; y, de otro, y en sentido contrario, que una notificación correctamente practicada en el plano formal podría no alcanzar, por hipótesis la finalidad que le es propia". O sea, las formalidades, por sí solas, no valen nada. Si el objetivo de la notificación es la comunicación de una información procesal, lo que cuenta es que el destinatario del mensaje lo haya Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. - 63 - recibido inteligiblemente. El canal y el formato son lo de menos. De ahí que no baste el acatamiento externo de la norma, sino que haya de asegurarse el éxito de su fin. Por eso, la pulcritud externa no es garantía de validez, como tampoco los meros quebrantos de las formalidades implican ineludiblemente la nulidad del acto. En definitiva, no es sino el lógico corolario de haber arrinconado al baúl de las antiguallas históricas toda concepción formularia, en la que el efecto jurídico surja de la observancia de un rito. Esta perspectiva favorece una teoría de la invalidez de los actos procesales paralela a la del negocio jurídico. La alta calidad técnica de los citados artículos de la Ley 30/92 ha sabido trasladar las tradicionales figuras del Derecho Civil, como la nulidad y la anulabilidad, al Derecho Administrativo. Esta última aparece como una vulneración del Ordenamiento Jurídico, incluso de la desviación de poder (artículo 63), mas es subsanable. Su segundo párrafo incorpora una previsión como la que se reclamaba para el derecho procesal penal: "No obstante, el defecto de forma sólo determinará la anulabilidad cuando el acto carezca de los requisitos formales indispensables par alcanzar su fin o de lugar a la indefensión de los interesados". La clave radica en entender esta afirmación como uno de los fundamentos troncales de todo el Derecho. A esta labor coadyuvan sentencias como la mentada de 19 de noviembre del año 2003, que en su fundamento jurídico cuarto distingue entre nulidad simple y absoluta, anulabilidad y mera irregularidad. Esta última figura tiende un puente hacia las "irregularidades no invalidantes" del Derecho Administrativo. Dice el ponente que "no produce efectos sobre el acto procesal y son susceptibles de corrección disciplinaria al responsable". Cabe ser más audaces y cuestionarse si acaso algunas de las causas de nulidad no serían tales, sino de anulabilidad, como las de intervención del secretario y abogado. Bastaría no contemplarlos Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 64 - como integrantes de la voluntad del órgano judicial, sino como garantes de unos fines que, si se cumplen por otros medios, no tendrían por qué condenar a muerte al acto procesal. Es un tema muy complicado, que requeriría un estudio aparte. Pero acaso los titubeos legales y jurisprudenciales en un asunto como la presencia del actuario en los registros domiciliarios hallarían desde esta perspectiva una nueva luz que esclareciera algunos de sus recovecos más sombríos. En suma, la visión filosófica del par material/formal sirve para propiciar una reflexión sobre la esencia de los conceptos que los haga evolucionar hasta cotas más perfeccionadas de finura jurídica. IV.2 Visión lógica. Inquiríamos el significado de la expresión la infracción de las normas cogentes es causa de nulidad. Supongamos que existiese un nombre gramatical, un substantivo con el mismo significado que el de esa oración. Representemos ese substantivo con la letra “x”. ¿Cuál es el significado de “x”? La Lingüística define el nombre común como “la categoría que expresa la pertenencia de las cosas a alguna clase” (BOSQUE, página 5). Las cosas que pertenecen a su clase son su significado. En matemáticas son los elementos de un conjunto. En lógica los argumentos que satisfacen una función; o su “extensión”, que no es sino la colección de objetos que hacen verdadero a un concepto. El nombre del lenguaje común es como la “x” de una expresión analítica, la marca indicativa del lugar que correspondiente a un objeto, no el objeto mismo. Un hispanohablante no tiene dificultad en saber cuál es el significado de la palabra “perro”. Reconoce el objeto que satisface su concepto nada más leer u oír el término. Pero no es seguro que ese mismo hablante supiera que en alemán “Hund” Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. - 65 - significa igual cosa. El signo, en cuanto tal, nada nos dice. Es una “x”, un sitio vacío. He aquí la primera dificultad. Pocas dudas plantea un concepto como el de perro. Pero, ¿es tan fácil con otros, como “validez” o “nulidad”? Tan pronto como hurgamos en el significado, lo que antes se antojaba sólido aparentemente se sencillos torna movedizo. como éste Hasta en irrumpen conceptos inesperadas complicaciones. Así, por ejemplo, muy pocos responderían a la pregunta: ¿qué tienen en común un caniche y galgo frente a un lobo? No sería de extrañar que muchos, después de devanarse infructuosamente los sesos, acabaran por sentenciar que el lobo no es sino un tipo asilvestrado de perro pastor. Al cruzar el umbral del Derecho el panorama se vuelve peligroso. La indefinición en el significado de los conceptos jurídicos es un arma formidable en las garras de la arbitrariedad. Si “x” significa lo que yo quiero que signifique, entonces el justiciable está en manos del intérprete de la Ley. Frege clamaba contra la vaguedad de los conceptos, cuya indefinición veía como síntoma de demagogia en los políticos. ¿Y entre los jueces? Si para el tribunal una sola expresión jurídica significa cosas distintas en casos esencialmente iguales, es que está rondando por la sala el espectro de la prevaricación. Obviamente, nada es tan simple. La cristalización unívoca de los conceptos era una obsesión de los ilustrados, que detestaban los sinónimos. De esa época procede el ideal de un juez maniatado, siervo de la literalidad de la Ley, del que se desconfía por sistema. La evolución posterior del pensamiento ha acomodado una sana dosis de libertad en la exégesis jurídica. Uno de los ejemplos más brillantes es el de los “conceptos jurídicos indeterminados” del Derecho Administrativo. Lo más recientes avances del análisis formal, como la lógica difusa, facilitan la comprensión de tales fenómenos (ESPARZA, 2005). Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 66 - Ahora bien, todo esto nada tiene que ver con el quiebro de lógica, ni mucho menos con la superación de la técnica jurídica. La dificultad en discernir los casos de nulidad no proviene de un trasfondo de irracionalidad, sino de las discrepancias sobre el papel que deben desempeñar las formalidades en los actos procesales. Por eso son muy discutibles las reservas que menudean contra la meta de coronar la completa racionalidad en el reino del Derecho (GONZÁLEZ, 2005). Partiendo de este último autor, tal vez la práctica forense racional sea absolutamente irrealizable; pero es al menos un límite al que debe tender infatigablemente el afán del juzgador. ¿Por qué? Porque la Razón convierte las expresiones jurídicas en inteligibles. No es más que la aspiración a saber de lo que estamos hablando; a que comprendamos las palabras que manejamos. Eso es lo mínimo. Lo que sucede es que la extensión de los conceptos jurídicos no está dada de una vez por todas. Es tan vasta como el mismo uso del lenguaje. Ni siquiera esta dificultad tiene que ser vista como una maldición, sino como la manifestación de la vitalidad del código de comunicación. Es precisamente la lógica difusa (disciplina exitosa en ingeniería industrial), no el arrobamiento místico, una de las herramientas más potentes para solventar estos problemas. A no ser, claro está, que el hermeneuta esté movido por grupos de presión a los que convenga torcer el sentido de la Ley para doblegarla a su conveniencia y particular interés. Y aquí la dictadura de lo políticamente correcto cercena el discurso. El que tenga oídos que entienda. Al fin al cabo, copiando a MacFarlane (2000), ¿Qué quiere decir que la lógica sea formal? Este autor escudriña los sentidos con los que dicha voz ha sido utilizada en el ámbito de la lógica matemática. De entre todas las teorías, la más productiva para nuestra indagación es que la desvela la noción de identidad formal (“identitas formalis”). Es decir, aquello Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. - 67 - que hace que dos expresiones sean iguales. Si A = B, entonces B = A. No lo dudamos, pero, ¿Por qué? Por la “neutralidad temática” (“topic neutrality”). Dos expresiones son iguales cuando entre ellas rige la “invariabilidad bajo las permutaciones arbitrarias del dominio de objetos” (MACFARLANE, 2005) (“invariance under arbitrary permutations of the domain of objects”). Según Frege (1984, páginas 93 a 94), “decimos que un objeto a es igual a un objeto b (en el sentido de la coincidencia completa), si a cae bajo cada uno de los conceptos bajo los que cae b, y recíprocamente”. Esta idea se remonta a la famosa frase de Leibniz (ANGELELLI, 1967): “Eadem sunt quorum unum potest substitui alteri salva veritate” (son iguales si uno de ellos puede substituirse por el otro conservando la verdad). Estas aportaciones de los lógicos, pese a su aparente obscuridad, son de una sencillez pasmosa. En realidad, se ocupan de la sinonimia. Dos conceptos son iguales cuando todos los objetos de su extensión (“domain of objects”) son libremente canjeables (“arbitrary permutations”). Así, “las provincias de España en el año 1976” y “las provincias del Reino de don Juan Carlos I en el año 1976” son exactamente las mismas. Formalizado lógicamente p ↔ q. En palabras de Carnap: “dos enunciados tienen el mismo significado si y sólo si su bicondicional es una verdad necesaria” (JEFFREY, 1986, páginas 270 a 271). La identidad de las expresiones que encarnan ambos conceptos es lo que garantiza la substituibilidad. Esta identidad está asegurada por la estructura de las expresiones, por su forma. Recordemos que una de las definiciones de forma era “los principios que hacen que una cosa pertenezca a una especie y no a otra”. El plano formal posee una topografía característica apta para asentar los elementos extraídos del plano material (en la fórmula lógica está señalizada por el operador bicondicional “↔”). Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 68 - Por eso, cuando sabemos que una concreta infracción genera la nulidad de un acto jurídico, si queremos afirmar que otra infracción también producirá el mismo efecto, ambas han de ubicarse en un mismo dominio (el conjunto de objetos de la extensión del concepto). Debe existir una razón lógica que las haga elementos de un mismo conjunto, argumentos de una misma función, objetos de un mismo concepto. La esencia de ese concepto articulará su definición como una estructura válida para cribar qué casos abarca y cuáles excluye. Hemos llegado a un punto delicadísimo. Es el momento de deslindar qué es lo que pertenece a la lógica y qué no. Buridán decía que el caballo camina, no el leño. ¿Cómo lo sabemos? Este conocimiento es extralógico. No es oficio del filósofo sino del biólogo. Pero la afirmación “el caballo camina, no el leño” tiene que respetar unas reglas lógicas si quiere significar algo. Más concretamente, cuando nos preguntamos si esa expresión es verdadera y, sobre todo, qué comparte con otra que también lo sea, hemos de acudir a la estructura formal de los enunciados. Rellenaremos la forma de una proposición con la materia de su contenido semántico. Traigamos a colación la mentada sentencia del Tribunal Constitucional de 20 de junio del año 2005. Para su ponente, la Lógica se ocupa de las relaciones formales entre las verdades materiales, pero no de estas últimas (fundamento jurídico tercero). Sin dejar de ser una afirmación correcta, conviene matizarla. No es exactamente que la Lógica no se ocupe de la verdad material, puesto que es ese el papel de la semántica. Está última disciplina se encarga de listar sistemáticamente las porciones de la realidad material que, una vez traducidas a argumentos, satisfacen una proposición. Cuida del engarce de los objetos dentro de la estructura formal. Abstrae y ordena el significado de los enunciados. Pese a todo, la decisión última de cuáles objetos caen dentro del dominio de un concepto escapa a su señorío. Ese es un terreno exclusivamente jurídico. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. - 69 - De este modo, la Ley prescribirá, por poner un caso, cuando sea preceptiva la intervención del secretario judicial. La Lógica callará. Pero una vez que la norma jurídica se haya pronunciado, la Lógica elaborará un enunciado representativo de una proposición. Dirá “S es P”, o “p→q”. A la Lógica no importa cuál sea el contenido de esos signos, espacios vacíos de la expresión, variables de la fórmula. Sin embargo, velará porque, una vez que se haya sentado la regla, ésta no se viole. No por un prurito intelectual, sino por respeto al principio de no contradicción; por la mínima estabilidad que ha de conservar el código para que la información que se trasmita llegue inteligiblemente a su destinatario. Pero ocurre a veces que, aun habiendo el código procesal establecido la obligatoriedad de la presencia del secretario, su ausencia no determina la nulidad en un caso concreto. ¿Dónde se ha ido la Lógica? La tentación es la de decir que hay una realidad jurídica que supera la Lógica, que las cosas a veces son y no son al mismo tiempo. Un auténtico disparate. Lo que realmente pasa es que la formulación lógica era excesivamente vaga para cubrir todos los objetos del dominio. A veces no queda más remedio que así sea, ya que la base fáctica sobre la que opera es vasta en demasía. Entonces habrá de acreditarse en virtud de qué criterio ese caso sigue perteneciendo a la extensión del concepto. Será menester revelar una razón jurídica que ponga de manifiesto que no estemos contradiciendo el objetivo de la norma, sino tan sólo aplicándolo a un supuesto determinado que la obligada generalidad del enunciado legal no había permitido anticipar. Sin embargo, los principios deben preservarse intactos. Si no, se estaría desobedeciendo al Legislador. Se exige un esfuerzo adicional de motivación. A veces no se hace, sino que se recurre a tópicos como la insuficiencia de la lógica formal o superación del positivismo. No es de extrañar que a la postre sea la misma técnica jurídica la que sucumba. Pero, si hurgamos detrás de estas vaporosas Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 70 - justificaciones, aparece en ocasiones el deseo de satisfacer a un determinado colectivo, o de hacer prevalecer un cierto interés marginal por encima del general. Naturalmente, estas intenciones hay que callarlas. Al ciudadano no le gustaría enterarse de que se burla el sistema de toma de decisiones, las reglas del juego a las que están sometidos todos los que no son suficientemente musculosos para echar un pulso a la Ley...y ganarlo. Naturalmente, no siempre es así. Por lo general se reduce un malentendido nacido de la confusión de usos lingüísticos. Es muy frecuente cuando se echa mano de la “Justicia Material” frente a “Justicia Formal”. Esta última expresión arrastra un cúmulo de matices despectivos. Se la quiere hacer pasar por una justicia aparente o incluso falsa, frente a la auténtica, "la material". Rectamente entendida, empero, es la única defensa frente a la arbitrariedad. Muestra de ello es el planteamiento de Perelman, para quien, con arreglo a la Justicia Formal, "los entes de la misma categoría esencial deberían ser tratados del mismo modo" (PERELMAN CH. y OLBRECHETS-TYTECA, L. 2003, página 219). Esto es, incide sobre el corazón igualitario de la Justicia, los ojos vendados ante las corruptelas. Lo verdaderamente sorprendente es que los mismos motivos que definen esa neutralidad de la Justicia Formal son los que sirven a sus detractores para criticarla. Se anhela que el juzgador descienda de su torre de marfil a participar en la lucha social. Se quiere derribar esa barrera formal que lo aísla de la contienda ideológica. Pero este distanciamiento es la consecuencia racional del respeto a la voluntad del Legislador, cuyas intenciones han sido cifradas en un código cuyo cumplimiento es misión del Poder Judicial. Otra cosa es que la estructura de la norma sea insuficiente para abarcar todos y cada uno de los supuestos a cuya solución está destinada. Pero esos inconvenientes no derivan del acatamiento de la Lógica jurídica, sino de las dificultades técnicas inherentes a la construcción de las Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Interpretación filosófica de la forma del acto jurídico,, pp. 43-75. - 71 - proposiciones. Otra vez los citados autores vuelven a acertar, al explicar que el presupuesto de la Justicia Formal es que "los objetos a los que se aplica sean idénticos, esto es, completamente intercambiables. Sin embargo, no es ese nunca el caso. Estos objetos siempre difieren en algún aspecto" (2003, páginas 218 a 219). Recordemos la regla de la "identitas formalis" y la complejidad surgida de la amplitud de la extensión de los conceptos. La Justicia Material corrige las insuficiencias del enfoque formal, en tanto que introduce la dimensión semántica de la Lógica Jurídica. Regresemos a la tesis de Perlman-Olbrechts, según la cual, la Justicia Formal "no dice cuanto dos objetos pertenecen a la misma categoría; ni tampoco especifica el trato que deba dárseles" (2003, página 219). He aquí esa línea que demarca el Derecho de la Lógica y que con tanto tiento se intentaba trazar. Las cuestiones de fondo, las que hacen prevalecer unos intereses sociales sobre otros, son fruto de las decisiones políticas que, en su oportuno momento, generarán las normas jurídicas. A la Lógica, en cambio, sólo le toca vigilar la coherencia en la positivación de tales intenciones. Consecuentemente, bienvenidos sean los llamamientos dirigidos a precaver a los jueces contra los efectos perversos de olvidarse de la dimensión semántica de las normas; a mirar sólo los aspectos superficiales, sin profundizar más allá de la epidermis formalista. Si, por el contrario, lo que se desea es imponer una concepción minoritaria de lo que es justo por encima de la de la mayoría, se asesta un golpe letal al Estado de Derecho y, por ende, a la Democracia. BIBLIOGRAFÍA Albadalejo, Manuel, 2001, Derecho Civil I, Introducción y Parte General, Librería Bosch (páginas 753 a 755). Alcalá, Ordenamiento, 1847, en edición de la Librería de los señores viuda e hijos de don Antonio Calleja, con los comentarios de los Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Jesús Manuel Villegas Fernández - 72 - doctores don Ignacio Jordán de Asso y del Río, y don Miguel de Martínez y Rodríguez, http://bib.us.es/guiaspormaterias/ayuda_invest/derecho/pixelegis.ht m, (páginas 21 a 22), consultado 4-X-05. Angelelli, Ignacio, 1967, On Identity and Interchangeability in Leibniz and Frege, Notre Dame Journal of Formal Logic, Volumen III. 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Por esa razón, en la medida en la que el tiempo se lo permita al autor, y sin comprometerse a nada, mandará una copia en soporte digital con los documentos electrónicos citados en la bibliografía a aquellos lectores que le envíen un CD virgen y un sobre sellado sin franquear que tenga escrito el destino donde quieran recibirlo. La dirección del autor es: Juzgado de Instrucción Número Dos de Bilbao, Calle Buenos Aires, 6. 2ª planta, Código postal 48001 (España). Igualmente, remitirá el archivo informático del trabajo a aquellos lectores que se lo pidan en la dirección [email protected] Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 La observancia y la desobediencia de la Ley. Apunte sobre el método en Rawls, pp. 77-94. - 77 - LA OBSERVANCIA Y LA DESOBEDIENCIA DE LA LEY. APUNTE SOBRE EL MÉTODO EN RAWLS por Carlos S. Olmo Bau (•) Palabras clave Resumen Con la Desobediencia Civil como telón de fondo, este articulo intenta un acercamiento a la cuestión del método en la obra de John Rawls. Una cuestión que atraviesa su Teoría de la Justicia como Equidad hasta el punto que cabe afirmar que preguntarse por aquella es preguntarse por la justificación de esta. El itinerario seguido –en el que se dan la mano el argumento contractualista, el equilibrio reflexivo y el constructivismo- apunta en esa dirección, aunque se circunscribe a la reflexión rawlsiana sobre la Obligación Política. Método, contractualismo, equilibrio constructivismo, constitución como desobediencia civil. reflexivo, proceso, Sumario La doctrina del contrato social. La fundamentación de principios de justicia. La ‘posición original’, la ‘fase cero’ y el ‘punto de vista moral’. Un juego de regateo. Recapitulando. Desobediencia civil. Bibliografía. LA DOCTRINA DEL CONTRATO SOCIAL ‘The Justification of Civil Disobedience’, una reflexión sobre los fundamentos de la desobediencia civil en una democracia constitucional, ofrece de partida tanto una interesante caracterización de ésta1, como una puerta de entrada a los aspectos metodológicos de la obra de Rawls. También, obviamente, es una de las maneras de adentrarse en su teoría de la obligación política, en general, de la que dicho intento de justificación es una parte; y en la que aparecen reflejadas las cuestiones de método que en estas páginas se abordan. Para Rawls la teoría del contrato social es la concepción adecuada para dar cuenta de la obligación política (referida siempre a democracias constitucionales). Pero esa (hipo)tesis, presente en otras obras y corrientes, algunas plenamente divergentes, sólo proporciona (•) Licenciado en Filosofía, profesor de Ámbito Socio-Lingüístico en el Programa de Diversificación Curricular del IES Antonio Hellín Costa de Puerto de Mazarrón (Murcia). [email protected] 1 ‘(...) la desobediencia civil, cuando está justificada, ha de entenderse normalmente como una acción política dirigida al sentido de justicia de la mayoría a fin de instarla a reconsiderar las medidas objeto de protesta y a advertir que en la firme opinión de los disidentes no se están respetando las condiciones de la cooperación social’. RAWLS, J.; La Justificación de la Desobediencia Civil; en “Justicia como equidad. Materiales para una teoría de la justicia”; Madrid, Tecnos, 1986, pp. 90. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Carlos S. Olmo Bau - 78 - una base satisfactoria para la teoría política y ética si es interpretada de un modo adecuadamente general. La interpretación que el propio Rawls sugiere es: “que los principios a los que tienen que ajustarse los arreglos sociales, y en particular los arreglos de la justicia, son aquellos que acordarían hombres racionales y libres en una posición original de igual libertad; y así mismo los principios que gobiernan las relaciones de los hombres con las instituciones y definen sus deberes naturales y sus obligaciones son aquellos a los que ellos prestarían su consentimiento si se encontraran en aquella situación”2. Rawls mantiene en su interpretación de la doctrina contractualista la suposición de que en la posición original3 todas las personas disfrutan de iguales poderes y derechos4. Pero añade una fuerte restricción al conocimiento de las partes contratantes sobre su historia pasada, su propio presente, su futuro inmediato o lejano e incluso las instituciones que puedan existir o de las que se puedan dotar. Esta restricción de conocimiento alcanza a la propia conciencia de sí, a la propia autovaloración, al conocimiento de las potencialidades, de las características de sí mismo. Y más allá todavía, los intereses, las preferencias, el sistema de fines que se desea promover,... permanecen también bajo el manto del desconocimiento. ¿Qué es lo que conocen las partes? “Que se dan las circunstancias de justicia señaladas por Hume, a saber, que la liberalidad de la naturaleza no es tan generosa como para hacer superfluos los esquemas cooperativos, ni tan severa como para 2 RAWLS, J.; Op, Cit.; pp. 91. Inmediatamente Rawls añade que los principios de la justicia se entienden como resultado de un acuerdo hipotético. Y no es necesario que semejante acuerdo se haya llevado a cabo alguna vez. 3 Análoga al tradicional ‘estado de naturaleza’, no debe entenderse como un acontecimiento histórico sino como un momento hipotético cuya descripción permite determinar los principios adoptables. 4 Se habla así de simetría social de una situación en la que se excluye la existencia de coaliciones, grupos organizados para la presión en tal o cual sentido, etc. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La observancia y la desobediencia de la Ley. Apunte sobre el método en Rawls, pp. 77-94. - 79 - hacerlos imposibles”5. Que el altruismo es limitado. Que no es usual que uno se interese, valga la redundancia, por los intereses de los otros. En semejante posición cada cual intenta valerse por sí, defendiendo e insistiendo en principios dirigidos a la protección y promoción de su propio sistema de fines. ¿Y para qué aquel velo de ignorancia? Para evitar que alguna de las partes pueda aprovecharse (de manera desequilibrante, podría añadirse) de su buena fortuna o de sus intereses particulares, o a la inversa, verse perjudicada de partida (e irremisiblemente) por una u otros. De esta manera se soslaya la posible existencia de víctimas de contingencias naturales o sociales, como –por poner dos ejemploslas discapacidades físicas o psíquicas o el analfabetismo. Rawls considera que sobre la base de la posición original someramente descrita habría un acuerdo que determinaría los derechos y deberes de los integrantes de la sociedad, erigiéndose una serie de instituciones fundamentales que determinarían a su vez las cuotas distributivas. La asignación de derechos y la regulación de cuotas se haría sobre dos principios: Primero, cada persona ha de tener un igual derecho a la más amplia libertad compatible con una similar libertad para todos. Segundo, las desigualdades económicas y sociales (en tanto que definidas o fomentadas por la estructura institucional) han de articularse de modo que, al mismo tiempo, sean en provecho de todos y estén adscritas a posiciones y cargos accesibles a todos. Estos dos principios son considerados como principios de la Justicia. Lo justo se determina así en función de si tal o cual hecho, tal o cual arreglo, tal o cual norma,... están de acuerdo o no con estos principios. En su disgresión sobre la justificación de la desobediencia civil Rawls da cuenta, precisamente, del desarrollo de estos principios a la luz de la propia doctrina del contrato social. 5 RAWLS, J.; Op, Cit.; pp. 91, 92. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Carlos S. Olmo Bau - 80 - LA FUNDAMENTACIÓN DE LOS PRINCIPIOS DE JUSTICIA Para el John Rawls de estos años, pues, existe una equivalencia entre los principios que pueden ser sujetos de acuerdo en una posición original como la caracterizada, y los principios de justicia razonables y bien fundados. No es, sin embargo, una equivalencia obvia. Es necesaria una justificación del camino recorrido desde el contenido de los principios y su aplicación a las principales instituciones sociales hasta su consideración como principios de la justicia. Es más, es necesaria una justificación de la propia posición original y su diseño. La concepción rawlsiana de justicia social6, ejemplo de ética normativa; la propia argumentación a favor de dicha concepción7; la delimitación del marco sujeto a discusión que se erige, en buena media, como el eje de la metodología rawlsiana; se desarrollan al margen tanto de la metaética analítica como de las discusiones sobre los fundamentos de la razón práctica al uso a finales de los años sesenta y principios de los setenta. La metodología del razonamiento práctico propuesta y practicada por Rawls se asienta, pues, sobre un ejercicio, primero, de restricción de los temas, de los tipos de argumentos, de las consideraciones para la ponderación de estos,... Esta determinación se lleva a cabo, precisamente, con la peculiar interpretación de la idea tradicional de contrato social, que parcialmente se ha reseñado con anterioridad. Precisamente el fruto central de dicha 6 “Un conjunto sistemáticamente articulado de principios sustantivos para juzgar la rectitud de normas e instituciones e indirectamente también de acciones,(...) que reconstruye el ideario de la teoría política liberal, dentro de una interpretación social-democrática”. RODILLA, M.A.; “Estudio preliminar”, en Justicia como equidad. Materiales para una Teoría de la Justicia; Madrid, Tecnos, 1986, pp. XIV. 7 “Rawls sustenta la convicción cognitivista de que es posible justificar con argumento la aceptación o rechazo de los principios materiales de justicia. (...) desarrollando una argumentación sobre las razones que podemos esgrimir en favor de los principios (...)”. RODILLA, M.A.; Op. Cit.; pp. XV. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La observancia y la desobediencia de la Ley. Apunte sobre el método en Rawls, pp. 77-94. - 81 - especificación, sobre el que pivota el edificio rawlsiano, es el diseño de la posición original ya visto. Como consecuencia, la justificación de los principios de justicia es algo puramente procedimental. Y el procedimiento adecuado con arreglo al cual se llega a principios bien fundados es el acuerdo unánime entre individuos, racionales, libres, iguales, que actúan en defensa de sus intereses en una situación de equidad. Justicce as fairness, ‘justicia como equidad’, es precisamente la expresión que engloba el pensar de Rawls al respecto. Una expresión que en la obra del propio Rawls aparece como intuición moral básica. Sobre esta base John Rawls replantea la fundamentación de principios de justicia social en términos de una elección racional orientada estratégicamente y mediante la figura del velo de ignorancia se asegura de los hipotéticos pobladores de la posición original adopten necesariamente un punto de vista universal, de modo que atendiendo a un interés particular que se desconoce, se elijan principios que asienten intereses generales. Pero, como se decía al principio de esta sección, este ‘replanteamiento fundacional’, y su implicación en la determinación de los principios de justicia, requiere a su vez ser justificado. De ahí el conjunto de consideraciones metateóricas con que Rawls intenta mostrar la plausibilidad de su teoría, explicitando a la par las presuposiciones de la misma. Entre estas consideraciones destaca la propia idea de justicia como equidad, vista desde un enfoque constructivista de raigambre kantiana; y la idea del equilibrio reflexivo como agente de la coherencia entre nuestras convicciones morales. Ambas parecen avanzar, a primera vista al menos, en sentidos opuestos. Y, de ellas, la segunda es la que mayor controversia ha despertado. A diferencia de la consideración constructivista, la noción de coherencia en equilibrio reflexivo no entra en la cuestión de la construcción -en este caso el acuerdo- de principios morales, sino en Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Carlos S. Olmo Bau - 82 - la búsqueda de principios morales. Una búsqueda dirigida a encontrar aquellos que mejor engarcen con los juicios morales considerados. Desde esta perspectiva la tarea de la teoría moral no es generar principios morales nuevos, sino excavar, practicar una geología -o en su caso arqueología- moral, destapando, aclarando, sacando a la luz aquellos principios insertos en el sentido moral de cada individuo. El primer modo de enfocar la fundamentación de los principios morales, y por tanto de concebir la propia teoría moral, parece más cercano a la doctrina contractual que este segundo recién reseñado. En aquel aparece como una herramienta teórica, en este como un lugar natural. Así pues, y en relación con los principios en cuanto que bien fundados, las reglas de la posición original tendrían una naturaleza constitutiva, en la primera de esas perspectivas, y una función heurística, en la segunda. De ésta interesa a este teclear destacar la incorporación de la concepción de las personas como agentes constructores, capaces de construir acuerdos. Los principios correctos serían precisamente los principios construidos, no por que se construyen los correctos sino porque son correctos en cuanto que constructos. LA ‘POSICIÓN ORIGINAL’, LA ‘FASE CERO’ Y EL ‘PUNTO DE VISTA MORAL’ En sus Observaciones sobre algunos aspectos metodológicos de ‘Una teoría de la Justicia’8, Ernst Tugendhat realiza dos itinerarios: Uno es un examen crítico de la concepción rawlsiana de teoría moral y del concepto de equilibrio reflexivo que se ha comentado con anterioridad. Otro, que empieza donde al anterior culmina, un análisis del rechazo de Rawls a las concepciones conceptuales y analíticas y 8 En TUGENDHAT, E.; Problemas de Ética; Barcelona, Editorial Crítica, 1988, pp. 15-38. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La observancia y la desobediencia de la Ley. Apunte sobre el método en Rawls, pp. 77-94. - 83 - su repercusión sobre la concepción de ‘posición original’ como instrumento de justificación. Tugendhat destaca el alto contraste que se aprecia entre el contenido y el método de la teoría rawlsiana. Un contenido que se orienta contra el utilitarismo acercándose a la tradición kantiana y unas convicciones metodológicas que, por el contrario, entroncan con la tradición utilitarista en la que, según el propio Tugendhat, hay que inscribir -pese a todo- a John Rawls. Este esquema, sin embargo, requiere un matiz (que no escapa a la atenta mirada del observador): Como ha quedado expuesto en las páginas anteriores, hay un aspecto de la teoría rawlsiana, un elemento a fin de cuentas metodológico, próximo al kantismo: la teoría contractual9. Es, respecto a otros supuestos metodológicos, un elemento heterogéneo, que parece entrar en colisión con una concepción opuesta al análisis de los conceptos morales y el ‘a priori’; y que permite a Rawls dejar a un lado cuestiones de significado y definición y avanzar en el desarrollo de una teoría sustantiva de la justicia. Desde esta perspectiva, la tarea de una teoría moral sería ofrecer una teoría de los sentimientos morales, una teoría que ha de contrastarse con hechos. ¿Qué hechos? Nuestros juicios ponderados en un equilibrio reflexivo. Según direcciones) Tugendhat, entre teoría la separación contractual (incluso (inserta en oposición la de condición constructivista) y el equilibrio reflexivo no impide la existencia de puentes entre una y otro. Los principios de la justicia (correctos o verdaderos) son elegidos, como se vio, en una posición original ideal. Tales principios “coinciden con nuestras ponderadas convicciones de justicia o los amplían de forma aceptable”10. En este sentido la tarea de la filosofía 9 Que Tugendhat caracteriza como elemento formal específico. TUGENDHAT, E.; Op.Cit.; pp. 16. 10 RAWLS, J.; A theory of Justice; cfr. en TUGENDHAT, E.; Op. Cit.; pp. 17. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Carlos S. Olmo Bau - 84 - moral consiste en hallar los principios que responden a nuestros juicios morales ponderados. Como estos juicios morales pueden verse modificados a la luz de principios diferentes, se plantea la necesidad de una recíproca acomodación de juicios reflexivos y principios. El equilibrio reflexivo se alcanza cuando ese proceso de acomodación alcanza una detención provisional. Corolario del concepto de equilibrio reflexivo es, precisamente, la teoría de la coherencia moral, según la cual “una concepción de la justicia... consiste... en que todo encaje e una visión coherente”11. Es, en este sentido, algo preciso, ya que parte de la posibilidad -y necesidad- de un reajuste recíproco. La coherencia, al fin, es una exigencia de cualquier teoría moral. El objeto de esta -los ‘hechos’ con los que ha de tratar, según la terminología rawlsiana- es una suerte de conjunto de creencias12. Tal sistema no puede ser autocontradictorio. Un sistema de creencias como el conjunto de los juicios morales no puede ser justificado característicamente, por observación (como ocurre con las creencias sobre cuestiones de hecho) sino que se justifican -caso de poderse- por principios. Ahí reside la importancia de los principios en una teoría moral como la que se está aquí analizando: desempeñan el papel central en el proceso de justificación. Así las cosas, no habrían de ser los principios los que fueran contrastados con los juicios morales sino al revés. Para Tugendhat, Rawls está poniendo el carro delante del buey. Tugendhat considera que los juicios morales no constituyen un tribunal de apelación sino que, antes bien, están necesitados de él. La cuestión principal en la autoreflexión sobre los juicios morales será precisamente esa. ¿Cómo justificar este tipo de juicios? 11 RAWLS, J.; A theory of Justice; cfr. en TUGENDHAT, E.; Op. Cit.; pp. 19. Creencias sobre lo correcto y lo justo, vinculadas a una pretensión de validez o de verdad y expresadas en enunciados asertóricos. 12 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La observancia y la desobediencia de la Ley. Apunte sobre el método en Rawls, pp. 77-94. - 85 - La crítica de Tugendhat a Rawls reprocha a este que pase por alto la cuestión de la justificación. Pasar por alto en la medida que rechaza, e incluso ataca, los análisis del significado. Para el primero el problema de justificación (la necesidad o exigencia, como quedaba dicho en el anterior punto) precisa de un análisis del significado de los enunciados para afrontar la cuestión del método de justificación de estos enunciados. En esta línea afirma que las cuestiones de significado y definición son necesarias para zanjar los problemas morales sustantivos. La crítica no llega a plantear el abandono de la noción de equilibrio reflexivo, sino su reinterpretación. Los juicios morales ponderados pueden ser -son de hecho- un adecuado punto de partida para la reflexión moral, pero su valor es heurístico, no -insiste Tugendhat13- de tribunal de apelación. Atrás había quedado dicho -y se entra ya en la segunda parte del recorrido de Tugendhat- que la teoría contractual de Rawls y su doctrina del equilibrio contractual estaban interrelacionadas. Para el autor de Problemas de ética la primera casa en la segunda. Según este la teoría contractual de Rawls no ofrece por sí misma un método de justificación, aunque lo parezca, y es en cierto modo ajena a la afirmación de que las reglas de razonamiento moral están justificadas si conducen a nuestros juicios morales ponderados. Tugendhat afirma que la posición original rawlsiana no es suficientemente analítica para ser valorada adecuadamente, que tiene -por el hecho de ser un esquema multilateral- un carácter excesivamente sintético. 13 Como se había señalado de la mano del estudio de Miguel Ángel Rodilla (página cinco de este apunte). Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Carlos S. Olmo Bau - 86 - Para Rawls14 los principios de la justicia y los principios morales en general no son algo dado sino algo a lo cual se llega activamente, en un acto de elección de determinadas condiciones. Las condiciones de elección moral estarían circunscritas en la situación o posición original. En tales condiciones sólo se elegirían los principios de la estructura básica de la sociedad. A este respecto Tugendhat plantea que la introducción de la posición original representa en sí misma un acto de elección, ya que esta ha de ser adoptada como la mejor posición desde la que decidir los principios morales. Plantea, así, la existencia de una fase cero previa a las cuatro fases explicitadas por Rawls en su teoría. Esta fase no sería una situación hipotética, no estaría caracterizada por el ‘velo de ignorancia’ de corte rawlsiano, sería objeto y no condición de elección y supone una elección pero no racional. La elección necesaria en la fase cero debe someterse, sí, a una serie de condiciones, determinadas por la cosa a elegir. Cosa que no es sino una “representación adecuada del punto de vista moral”15. Dicho de otra manera, las condiciones de elección de la fase cero son las características definitorias16 del punto de vista moral. Un punto de vista moral que debe ser definido mediante alguna caracterización global, pues no basta con caracterizar la fase cero con (y como) una mera enumeración de varias condiciones. El punto de vista moral no es una situación hipotética sino una situación real. Tugendhat insiste en que la teoría moral no puede empezar por una situación hipotética que sirva como representación del punto de vista moral. Ello no invalida la tarea, al contrario, de 14 Que plantea que muchos aspectos de la posición original concuerdan con las condiciones de argumentación moral y que los principios elegidos en la posición original concuerdan con nuestros juicios analíticos ponderados. 15 TUGENDHAT, E.; Op. Cit.; pp. 29. 16 Que pueden obtenerse mediante análisis lógico, o escogerse directamente las que parezcan aceptarse generalmente como tales (que es la tendencia de Rawls). Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La observancia y la desobediencia de la Ley. Apunte sobre el método en Rawls, pp. 77-94. - 87 - mostrar que en esa fase cero hay razones para adoptar una posición hipotética que sirva como representativa del punto de vista moral. Rawls obvia esa fase cero tugendhatiana y se sitúa directamente en la posición original, incorporando a esta las condiciones características del punto de vista moral, pero sin explicar por qué es preferible a este. Esta ausencia de explicación vuelve a remitir al comienzo del punto dos, a la exigencia de justificación. Parece que el principal motivo por el que Rawls considera la posición original preferible al punto de vista moral es que permite concebir la teoría de la justicia como parte de la teoría de la elección racional. Rawls justifica esta elección sobre la base del ‘principio de diferencia’. A favor de la posición original argumenta también que permite la aplicación de la idea de pura justicia procedimental. No sólo esta apuesta por la posición original despierta precauciones en Tugendhat. La introducción del velo de ignorancia es también sujeto de crítica, tanto por la forma en que se hace -de nuevo excesivamente sintética- como por la ausencia de explicaciones de la necesidad de las distintas manifestaciones del velo. Tugendhat considera que esta incorporación no deriva de la exigencia de imparcialidad sino que se introduce para adecuar un concepto sobre el que se volverá en el siguiente punto: el de regateo. He aquí un ejemplo de la concepción que este observador tiene de la obra observada: las ventajas de la elección rawlsiana son -de serprácticas, no morales17. Estas ventajas prácticas pueden suponer, no obstante, una “pérdida de sustancia moral”18. De las consecuencias que la transposición de la situación de elección moral original en una situación de elección autointeresada, como la planteada por Rawls, tiene diversas consecuencias. Dado que en el horizonte de este teclear esta la cuestión de la observancia o 17 18 Ya que para Tugendhat lo moral o correcto se define por el punto de vista moral. TUGENDHAT, E.; Op. Cit.; pp. 36. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Carlos S. Olmo Bau - 88 - desobediencia de la ley, interesa resaltar -finalizando ya con Tugendhat- “la dificultad de defender la libertad de conciencia”19. UN JUEGO DE REGATEO Del caminar de Rawls por la vía media entre el utilitarismo y el intuicionismo, iniciado con la revisión de la teoría del contrato social, Robert Paul Wolf destaca como idea filosófica original, importante, poderosa, hipermoderna e incluso bella: “la construcción de un modelo formal de una sociedad racionalmente egoísta, (...) entregada a lo que la teoría moderna de la elección racional llama un juego de regateo”20. Un juego cooperativo de no-suma cero21, emparentado con la demanda kantiana para el Imperativo, cuyo objeto es un acuerdo unánime sobre un sistema o conjunto de principios al que han de llegar quienes participan en dicho juego. Este conjunto o sistema de principios, como se vio, será la base para la valoración de las instituciones y costumbres. Recurrir al juego de regateo sirve a Rawls, además de para abandonar el atolladero en que se encontraba la teoría moral, para poner encima de la mesa principios sustantivos de unas premisas que no son ni puramente formales ni puramente materiales. La solución propuesta por Rawls a este juego son los dos principios recogidos en el punto primero de esta exposición. Esta afirmación, obviamente, no condensa en absoluto el estudio dialéctico de Wolf, que recorre las diferentes formas del modelo sometiéndolas a crítica. El telón de fondo sobre el que se escribe este apunte metodológico marca de nuevo el interés de quien teclea en otro sentido. Unos aspectos muy concretos del importante papel de la 19 20 21 TUGENDHAT, E.; Op. Cit.; pp. 38. WOLF, R.P.; Para comprender a Rawls; México, FCE, 1981; pp. 23. WOLF, R.P.; Op. Cit.; pp. 24. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La observancia y la desobediencia de la Ley. Apunte sobre el método en Rawls, pp. 77-94. - 89 - figura del juego de regateo en la obra de Rawls y del amplio comentario de Wolf: De un lado, que la solución al juego de regateo (practicado en la posición original) ha de ser un principio moral -en este caso son dos- caracterizado por la constructividad, coherente con las convicciones morales de los jugadores y la racionalidad de los mismos, en el que hay un hueco para la noción de justo y en que quedan reconocidas tanto la dignidad y como el valor de la personalidad moral. De otro, que alcanzado uno o varios principios, los jugadores se someterán a estos en todos los casos futuros, sea o no conveniente en tal o cual momento esa sumisión. La observancia de los principios debe mantenerse en todo momento y en cualquier circunstancia. RECAPITULANDO El desarrollo del contractualismo impulsado por la ya ilustre obra de Rawls viene a señalar un renovado punto de partida tanto teórico como metodológico: “interés y racionalidad no son dos puntos antagónicos sino complementarios”.22 Los imperativos categóricos kantianos tornan, en la reintepretación rawlsiana, también en imperativos políticos. Y en el ámbito de la reflexión política o pública se desenvuelve también la reflexión de la razón nouménica individual. Desde ese marco teórico caracterizado por la conjunción de racionalidad e interés, cubierto por el velo de ignorancia y el conocimiento tan sólo de una serie de bienes, Rawls sostiene que los hombres, los jugadores, elegirían los cimientos de las instituciones de una sociedad bien ordenada: dicho de modo impreciso, libertad e igualdad. 22 SUÁREZ VILLEGAS, J.C; ¿Hay obligación moral de obedecer al derecho?; Madrid, Tecnos, 1996, pp. 23. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Carlos S. Olmo Bau - 90 - En esta perspectiva ético-formal lo justo antecede a lo bueno y existe una prioridad de la libertad individual frente a las interferencias de las instituciones que van más allá de los principios acordados en la posición original. La idea de consenso por superposición, clave en el desarrollo de la teoría constructivista rawlsiana, es la que le permite desligar los principios de justicia social de las concepciones morales generales y comprehensivas, sólo mantenibles sobre la base de la opresión estatal. El problema, a efectos prácticos, es que Rawls llega tarde23 y los individuos tienen conocimiento de sus potencialidades, sus fuerzas, su pasado, presente y posible futuro,... El juego, la negociación, planteada por Rawls, se desvirtúa en el día a día. Y es imposible plantear una situación de igualdad inicial más allá de la teoría, de la retórica. DESOBEDIENCIA CIVIL En su intento de fundamentación de la observancia de una ley injusta24, Rawls desarrolla la teoría del contrato social de tal manera que al acuerdo original sobre los principios de justicia sigue una convención constitucional que satisface tales principios y a esta un cuerpo legal asumido por los ciudadanos y guiado por aquellos principios. Cada estadio vincula al siguiente y sólo al primero de ellos -la posición original- se aplica el velo de ignorancia; en los siguientes las personas conocen ciertos hechos generales sobre su situación, aunque ni todos, ni hechos particulares. Ha de poseerse 23 el MARTÍNEZ DE VELASCO, L.; La democracia Amenazada. Democracia, capitalismo y desobediencia civil.; Madrid, Fundamentos, 1995. 24 RAWLS, J.; La justificación de la desobediencia civil; en Justicia como equidad. Materiales para una Teoría de la Justicia.; Madrid, Tecnos, 1986, pp. 92-94. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La observancia y la desobediencia de la Ley. Apunte sobre el método en Rawls, pp. 77-94. - 91 - conocimiento justo para que los acuerdos sean racionales, pero no tanto como para construir departida prejuicios. Este proceso, que habría de desembocar en leyes y políticas justas, se convierte también en un método para determinar la justicia de las mismas, esto es, la coherencia efectiva de tal o cual proceso particular. Desde esta perspectiva, los principios de justicia no sólo son un punto de referencia, aportan un criterio, para la promulgación de leyes; sino que son una herramienta para el análisis de las ya promulgadas. Como el propio Rawls señala25 ‘el proceso constitucional es siempre un caso de lo que podemos denominar justicia procedimental imperfecta: es decir, no existe ningún procedimiento político factible que garantice que la legislación promulgada será justa, aún en el supuesto de que dispusiéramos de un criterio de legislación justa’. Pese a esta observación, siempre que la injusticia no sobrepase ciertos límites, en un sistema constitucional, merced a los principios de justicia -en primer lugar- y el ‘principio de la mayoría’ -en segundo-; Rawls afirma la exigencia de la observancia a las leyes injustas26. Esta observancia no es, sin embargo, absoluta y en la reflexión rawlsiana hay un lugar para la desobediencia civil, en el marco de democracias constitucionales. Un lugar que en otros autores y autoras suele ser más amplio, de fronteras más permeables, pero que Rawls limita a casos claramente injustos, restringiéndola a los casos de “graves infracciones del primer principio de la justicia, del principio de libertad igual, y a violaciones manifiestas de la segunda parte del 25 RAWLS, J.; Op. Cit..; pp. 93. ‘La justicia nos vincula a una constitución justa y a las leyes injustas que bajo ella puedan estatuirse, precisamente del mismo modo que vincula a cualquier otro arreglo social. Una vez que tenemos en cuenta la secuencia de estadios, nada raro tienen que se nos exija la observancia de leyes injustas’. RAWLS, J.; Op. Cit.; pp. 94. 26 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Carlos S. Olmo Bau segundo - 92 - principio, del principio de justa igualdad de oportunidades”27. Y, en cualquier caso, ese lugar sigue ubicado en las coordenadas de la fidelidad a la ley; dentro de sus límites, aunque sea en el límite externo; respetando los confines derivados de la aceptación del marco constitucional (de forma que los actos de desobediencia civil no pongan en peligro su estabilidad). Al respecto, precisamente, de la afirmación arriba recogida, cabe abrir la puerta a otra posibilidad, a un elemento a la par de método y de contenido: la noción de ‘constitución como proceso’ cuyo origen suele situarse en dos constitucionalistas, el alemán Peter Häberle y el estadounidense John H. Ely. No ha lugar a hacer aquí un recorrido histórico-doctrinal por el constitucionalismo, como el que hace José Antonio Estévez Araujo28. Tampoco el espacio permite detenerse en exceso en la forma ya clásica de esa noción. Trae a cuenta, sin embargo, señalar algunos de sus aspectos. Entre estos se encuentra una concepción de la democracia como auténtica posibilidad de que las minorías se conviertan en mayorías. La noción de Constitución no como continente de ideología de gobierno sino como continente de proceso de gobierno, esto es como Constitución regulada por procedimientos (Ely). O, de forma diferente, la Constitución como conjunto de procesos institucionales y sociales (Häberle). La importancia de la figura de la opinión pública. En cualquier caso la noción de Constitución como proceso que aquí se quiere esbozar no se circunscribe al tradicional debate entre las concepciones material y formal de la Constitución, aunque beba 27 RAWLS, J.; Teoría de la Justicia, Madrid, FCE, 1978 (2ª reimpresión, 1993), pp. 413. Apenas ocho páginas antes se encuentra una de las definiciones más extendidas de este peculiar ilegalismo: “...un acto público, no violento, consciente y político, contrario a la ley, cometido con el propósito de ocasionar un cambio en la ley o en los programas de gobierno”. 28 ESTÉVEZ ARAUJO, J.A.; La Constitución como proceso y la desobediencia civil.; Madrid, Trotta, 1994. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La observancia y la desobediencia de la Ley. Apunte sobre el método en Rawls, pp. 77-94. - 93 - más de aquella que conecta la Constitución con los procesos sociales y políticos (encabezada por el propio Häberle). La idea que pone punto y final a este artículo es, en cierto modo, una inversión al esquema rawlsiano de estadios que muy sucintamente se ha abordado con anterioridad. No es, pese a ello, incompatible con las líneas metodológicas reseñadas a lo largo de estas páginas (y tampoco con una lectura de esta reinterpretada con las críticas, por ejemplo, de Tugendhat). Consiste, en breve, en introducir una noción de Constitución como realidad inacabada e imperfecta, de la cual deriva un cuerpo legal inacabado e imperfecto, obligados uno y otro estadio a un proceso de construcción y destrucción constante. Es la noción de democracia como edificio en permanente construcción. La desobediencia civil, en este contexto, es uno de los muchos varemos con los que medir la calidad democrática de una sociedad. Si rozara lo ordinario supondría que la vida democrática no alcanza los mínimos exigidos. Como algo no excesivamente frecuente, se erige como una forma más de construcción legal y constitucional o, según los casos, de recimentación o defensa. En este sentido puede recurrirse a un más reciente Rawls: el que afirma que una Constitución no es (o más prudentemente, no debiera ser) “lo que el Tribunal Supremo dice que es; sino más bien lo que el pueblo permite que el Tribunal Supremo diga que es”29. Esta nueva noción de Constitución como algo cambiable, no acabado y delimitado en un determinado momento (tras la posición original, en este caso), suaviza notablemente la exigencia de observancia de la ley. La suaviza hasta tal punto que sitúa -no cuantitativamente, pero si cualitativamente- a la desobediencia y a la obediencia responsable (y el calificativo no es superfluo) como iguales que pueden tutearse. 29 RAWLS, J.; Political Liberalism, Nueva York, Columbya University Press,1993, pp. 237. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Carlos S. Olmo Bau - 94 - BIBLIOGRAFÍA BELLO, E.; “Cuestiones de método en la teoría de John Rawls”, en Daimon, nº 15 (1997), pp. 177-201. ESTÉVEZ ARAUJO, J.A.; La Constitución como proceso y la desobediencia civil; Madrid, Trotta, 1994. MARTÍN VELASCO, L.; La democracia amenazada. Democracia, Capitalismo y Desobediencia Civil; Madrid, Fundamentos, 1995. RAWLS, J.; Teoría de la Justicia; Madrid, FCE, 1979 (2ª reimpresión, 1993). RAWLS, J.; Justicia como Equidad. Materiales para una Teoría de la Justicia; Madrid, Tecnos, 1986. Estudio preliminar de RODILLA, M.A. RAWLS, J.; Political Liberalism, Nueva York, Columbya University Press, 1993. SUÁREZ VILLEGAS, J.C.; ¿Hay obligación moral de obedecer al derecho?; Madrid, Tecnos, 1986. TUGENDHAT, E.; “Observaciones sobre algunos aspectos metodológicos de Una Teoría de la Justicia”; en Problemas de Ética; Barcelona, Crítica, 1988, pp. 15-38. WOLF, R.P.; Para comprender a Rawls; México, FCE, 1981. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 95 - EXPOSICION Y REFUTACIÓN DE LOS ARGUMENTOS DE HANS KELSEN CONTRA LA DOCTRINA DEL DERECHO NATURAL por Camilo Tale (•) Resumen Palabras clave En este trabajo, se repasan y analizan los argumentos que Hans Kelsen ofreció en algunos de sus textos para refutar la doctrina del Derecho natural y se intenta desmontar que muchos de tales argumentos son falsos y, por ende, las conclusiones a las que llegó el autor austriaco acerca del iusnaturalismo son inválidas. Hans Kelsen, iusnaturalismo, derecho natural. Sumario I. Introducción. II.Caracterización de la doctrina del Derecho natural (según Hans Kelsen). III. Argumentos de Hans Kelsen contra la doctrina del Derecho natural. IV. Recapitulación: estructura lógica de los argumentos analizados e indicación de los vicios lógicos que encierran. V. Conclusión final. I. INTRODUCCIÓN Dedicamos este artículo a la consideración crítica de los argumentos que reunió Hans Kelsen en su escrito La doctrina del derecho natural ante el tribunal de la ciencia1, y que luego aparecieron abreviadamente -pero conservando su sustancia- en el capítulo VIII de la edición francesa de 1953 de la Teoría pura del derecho2, distribuidos bajo los subtítulos "El error lógico de la doctrina del derecho natural", "Las contradicciones de la doctrina del derecho natural" y "Los resultados contradictorios del derecho natural". Anticipamos al lector que el análisis de la validez de cada uno de tales argumentos nos conduce a la categórica refutación de todos ellos, dado que vulneran manifiestamente las reglas de la lógica material. (•) Profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Católica de Cuyo, de la Universidad Nacional de Córdoba y Profesor extraordinario consultor en la Universidad Fasta de Mar del Plata (Argentina). 1 Hans KELSEN, The natural law doctrine before the tribunal of science, publicado en The Western Political Quarterly, University of Utah, Salt Lake City, Utah, EE.UU., vol. II, nº 4, 1949, pp. 481 ss. Hay traducción castellana, aparecida en Hechos e ideas, Buenos Aires, tº XIX, 1950, pp. 253-293. Las citas que hacemos de este artículo se refieren a dicha traducción. El mismo escrito fue publicado en español dentro de una compilación de varios artículos traducidos por Albert Calsamiglia, con el título ¿Qué es justicia?, Planeta-De Agostini, Buenos Aires, 1993 (pp. 64-112). 2 Hans KELSEN, Theorie pure du droit. Introd. a la science du droit, ed. de la Baconnière, Neuchâtel, 1953. Hay versión castellana resumida de dicha edición francesa, realizada por Moisés Nilve, 1ª ed., Eudeba, Buenos Aires,, 1960, y muchas ediciones posteriores. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 - 96 - Camilo Tale Los textos transcriptos de aquel artículo kelseniano de título tan arrogante, los indicamos con la abreviatura D.N., y los pasajes que tomamos de la traducción resumida castellana de la versión francesa realizada por Henri Thévenaz de la Teoría pura del derecho, que fue la segunda versión de tal obra (1953), los señalamos con la abreviatura T.P. Hay que acotar que en la primera edición de este libro (1934) el tema está ausente. Fue introducido en la segunda versión mencionada, y ya no apareció en la tercera y definitiva versión de la Teoría pura, aunque se publicó juntamente con ella, dentro de un apéndice constituido de varios artículos (1960), de la cual edición hay una traducción castellana publicada en México en 1979, sin dicho apéndice. En el desarrollo que sigue, transcribimos textual e íntegramente todos los argumentos que en tales escritos expresó el ex-profesor de Viena. Exponemos sucesivamente cada razonamiento del mencionado autor y la consideración crítica respectiva. Al final del trabajo, recapitulamos la estructura lógica de los argumentos de Hans Kelsen, y la indicación de los paralogismos que encierran cada uno de ellos. II. CARACTERIZACIÓN DE LA DOCTRINA del derecho DEL DERECHO NATURAL (según Hans Kelsen) Enunciado a: "La doctrina natural tiene por fundamento el dualismo del derecho natural y del derecho positivo. Con la ayuda de este dualismo cree poder resolver el eterno problema de la justicia absoluta y contestar qué es justo y qué es injusto en las mutuas relaciones de los hombres. Además, juzga posible distinguir los actos de conducta humana que son conformes a la naturaleza y los que no lo son, ya que los primeros están de alguna manera prescritos por la naturaleza y los segundos prohibidos por ella. Las reglas aplicables a la conducta de los hombres Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 97 - podrían así ser deducidas de la naturaleza del hombre, y en particular de su razón, de la naturaleza de la sociedad e igualmente de la naturaleza de las cosas. Bastaría examinar cuidadosamente los hechos de la naturaleza para encontrar la solución absolutamente justa de los problemas sociales. La naturaleza reemplazaría las funciones legislativas" (D.N. p. 253; T.P. pp. 101 s.). Consideración critica: La caracterización de la teoría iusnaturalista que hace el autor al final del párrafo transcripto es errónea, pues la doctrina del derecho natural no dice que basta examinar los hechos de la naturaleza para conocer la solución absolutamente justa de los problemas sociales. Al contrario, los filósofos iusnaturalistas enseñan que para la obtención de las conclusiones del derecho natural se parte de ciertos primeros principios evidentes (a veces, juntamente con datos sobre la naturaleza del hombre obtenidos por observación); tales principios reguladores de la conducta, en conjunción con otros (y, a veces, en conjunción con tales datos, conocidos estos últimos por examen de los hechos, pero interpretados a la luz de aquellos principios), sirven como premisas para la ulterior elaboración de conclusiones sobre lo justo, mediante procedimientos discursivos. Por tanto, hay algunos principios universales que son per se nota, o sea conocidos con una evidencia inmediata, pero para el conocimiento de todas las demás reglas jurídicas naturales se requiere la labor de deducción. Hans Kelsen no menciona ningún autor que haya dicho que "basta examinar los hechos de la naturaleza" para obtener los juicios de justicia y, sin embargo, atribuye esa idea a "la doctrina del derecho natural". Tampoco dice la doctrina del derecho natural que el examen de la naturaleza reemplace las funciones legislativas; es, por ende, una aserción que Kelsen le atribuye gratuitamente (sobre esto, véase infra, la refutación del cuarto argumento). Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 - 98 - Camilo Tale Enunciado b: "Dicha teoría [la teoría del derecho natural] supone que los fenómenos naturales tienen un fin y que en su conjunto son determinados por causas finales. Este punto de vista teleológico implica la idea de que la naturaleza está dotada de inteligencia y de voluntad, que es un orden establecido por un ser sobrehumano, por una autoridad a la cual el hombre debe obediencia. En otros términos, la naturaleza en general y el hombre en particular son una creación de Dios, una manifestación de su voluntad justa y todopoderosa" (D.N. p. 254; T.P. p. 102). "Si la doctrina del derecho natural quiere ser consecuente consigo misma, debe tener un carácter religioso, ya que el derecho natural es necesariamente un derecho divino, si es que ha de ser eterno e inmutable, contrariamente al derecho positivo, temporal y variable, creado por los hombres. Igualmente, sólo la hipótesis de un derecho natural establecido por la voluntad de Dios permite afirmar que los derechos subjetivos son innatos al hombre y que tienen un carácter sagrado, con la consecuencia de que el derecho positivo no podrá otorgarlos ni arrebatarlos al hombre, sino solamente protegerlos y garantizarlos" (D.N. p. 254; T.P. p. 103). "Toda doctrina del derecho natural tiene pues un carácter religioso más o menos acentuado" (T.P., p. 103). En nota a pie de página Hans Kelsen cita, en apoyo de sus afirmaciones, los nombres de Grocio (De iure belli ac pacis, L. I, cap. 1, X), Hobbes (Leviathan, I, cap. 15) y Pufendorf (De iure nat. et gent. II, III, XX). (D.N. p. 254 s; T.P. p. 103). Consideración crítica: Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 99 - Es falso que toda doctrina del derecho natural tenga un carácter necesariamente religioso. Es verdad que muchos de los autores iusnaturalistas profesan la existencia de Dios y vinculan la autoridad divina a la ley natural, afirmando que Aquél es su autor (pues si el Creador hizo al hombre, hizo la naturaleza humana y, por ende, hizo la ley que ha de regir la conducta del hombre, y la inscribió en el espíritu del hombre –así, por ejemplo, Tomás de Aquino define a esta ley natural como "participación de la ley eterna en la criatura racional", Summa theol. I-II, 91, 2c-). Pero muchos filósofos han sostenido la existencia del derecho natural sin remitirse a la autoridad divina, y aun sin relacionarla con la existencia de un ser divino, como fue el caso de Aristóteles, quien fue el primero en usar el término "derecho natural", según leemos en el siguiente pasaje de su Etica nicomaquea: "Del derecho que hay en toda comunidad, una parte es el derecho natural, y otra el derecho según las leyes. Derecho natural es aquello que en todas partes tiene la misma fuerza y no depende de la aprobación o desaprobación de los hombres. Derecho según las leyes es lo que en un principio es indiferente que sea de tal modo o del otro, pero que una vez constitutas las leyes deja de ser indiferente" (1134 b). Vemos cómo el propio "padre del derecho natural" no vinculó este orden jurídico con la voluntad divina, ni tampoco con la idea de un Creador de la naturaleza (para la concepción de Aristóteles y de la gran mayoría de los filósofos griegos, Dios no era el autor de la naturaleza). Para admitir la existencia de un derecho intrínsecamente válido, universal, cognoscible por la razón humana, no se requiere concebirlo como emanado de Dios; más aún, ni siquiera es forzoso aceptar la creación divina, y por ello Aristóteles, que admitió la existencia de Dios pero no su carácter de creador del mundo, pudo asumir sin embargo la doctrina del derecho natural. El mismo Tomás de Aquino, sin descartar la fundamentación teológica del derecho natural, juzgó que el conocimiento de sus normas también puede deducirse sin apelar a la voluntad divina; en muchos lugares de su obra afirma claramente que las conclusiones del derecho natural se resuelven en los Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 - 100 - Camilo Tale primeros principios de la ley natural inmediatamente evidentes (por ejemplo: "se debe hacer el bien y evitar el mal", "no se debe dañar a otro", " se debe contribuir al bien común político", "debe cumplirse lo prometido", etc., I-II, 94, 2c in princ.). De manera que no es necesario partir del conocimiento de la existencia de Dios para el conocimiento del derecho natural. Asimismo, para ver que es infundada esta afirmación de Kelsen, podemos acudir a la doctrina de Hugo Grocio, el representante más destacado de la escuela moderna del derecho natural. El filósofo holandés distinguió el derecho divino del derecho natural: éste regula lo que es lícito o ilícito en sí mismo, es decir, manda o prohíbe lo que es en sí lícito o ilícito; en cambio aquél puede versar sobre cosas que no son lícitas o ilícitas en sí mismas, y así, mandando ciertas cosas las hace obligatorias, y prohibiendo ciertas cosas, las hace ilícitas (Tratado del derecho de la guerra y la paz, L. I, cap. 1, X.2). Es muy conocido el siguiente texto del filósofo neerlandés: "abstenerse de lo ajeno, y si se tiene algo de otro, o si de ello se ha sacado alguna ganancia, restituirlo; la obligación de cumplir las promesas; la reparación del daño causado culpablemente y el merecimiento de la pena entre los hombres (...) ciertamente estas cosas tendrían lugar aunque concediésemos (...) que no hay Dios, o que Él no se ocupa de las cosas humanas" (op. cit., proleg. 11). El pasaje de Grocio es por demás elocuente con relación al punto que estamos considerando. La referencia que hace Kelsen de Grocio, para ilustrar la dependencia religiosa de la doctrina iusnaturalista es, por lo expuesto, un recurso infeliz. Hemos ofrecido ejemplos de autores de la Antigüedad, de la Edad Media y de la Edad Moderna, citando en cada caso al representante más célebre de la doctrina del derecho natural en cada una de esas épocas. Completemos este breve elenco con algún autor contemporáneo notable; por ejemplo el australiano John Finnis, que en nuestros días ha expuesto una teoría iusnaturalista bastante difundida, cuyas muchas conclusiones son obtenidas todas ellas sin necesidad de Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 101 - abordar la cuestión de la existencia de Dios3. Kelsen reitera una decena de veces en el mencionado artículo esa afirmación de que la doctrina del derecho natural tiene un carácter necesariamente religioso, pero en ningún lugar prueba tal tesis. Con razón ha señalado Oscar Viola que Kelsen comete el error filosófico de creer que solamente lo que tiene carácter religioso es inmurtable en su esencia; por ello dice que el derecho natural, al ser inmutable, es necesariamente religioso4. Véase que el principio "no puede imponerse pena a un inocente", así como muchos otros principios, los cuales tiene valor en sí mismos, independientemente de toda consideración religiosa. Podemos vislumbrar o entrever un argumento implícito en el fragmento antes transcripto, el cual sin embargo es impugnable, pues incurre en "petición de principio", según exponemos a continuación: Estructura lógica del argumento: El derecho natural es esencialmente distinto del derecho positivo. El derecho positivo es creado por la voluntad del hombre. --------------------------------------------------------------------------------------El derecho natural no es creado por la voluntad del hombre. El derecho natural no es creado por la voluntad del hombre. Todo derecho es creado por una voluntad. Æ premisa ------------------------------------------------------------------------------- demostrada. Si hay un derecho natural, éste es creado por una voluntad que no es humana. no Si hay un derecho natural, éste es creado por una voluntad que no es humana. Toda voluntad o es humana o es divina. ------------------------------------------------------------------------------Si hay un derecho natural, éste es algo creado por la Æconclusión voluntad divina. inválida. 3 John FINNIS, Natural law and natural rights, Clarendon press, Oxford, 1980, Iª Parte, p. 49 y IIª Parte. Véase al respecto la extensa nota crítica sobre la obra, de Guido SOAJE RAMOS, en Ethos, Instituto de Filosofía Práctica, nº 10/11 (1982/3). Buenos Aires, 1984, pp. 344 ss. Hay versión castellana de esta obra de Finnis, Ley natural y derechos naturales, trad. Cristóbal Orrego S., Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2000. 4 Óscar Luis VIOLA, Contra Kelsen, Edic. Marcos, Buenos Aires, 1975, p. 55. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Camilo Tale - 102 - Vemos que en el argumento se da por cierto que el derecho siempre es creación de la voluntad; pero precisamente, si se está discutiendo la cuestión de la existencia del derecho natural, se está discutiendo si existe un derecho intrínsecamente válido, es decir que sea válido en sí mismo, y por ende que su validez no derive totalmente de una voluntad. Por lo visto, se comete en el raciocinio expuesto una petición de principio. Las citas que hace Kelsen con la pretensión de ilustrar su afirmación (Grocio, Hobbes, Pufendorf) no son pertinentes. A Thomas Hobbes no se lo puede calificar como iusnaturalista; por el contrario, es un señalado adversario de la doctrina del derecho natural (véase infra, la refutación del 6º argumento, in fine). La mención de Hugo Grocio no es feliz, pues según hemos mostrado en un tramo anterior de la exposición, el holandés reconoció que puede fundarse la existencia y obligatoriedad de principios de derecho natural con total prescindencia de lo teológico. En cuanto a Samuel Pufendorf, este filósofo no representa la doctrina del derecho natural en su expresión genuina, sino que es autor de una teoría ecléctica que reúne elementos del iusnaturalismo de Grocio con el voluntarismo jurídico; precisamente en el pasaje de Pufendorf que señala Kelsen en su cita (De iure naturae et gentium, II, III, XX), aquél concibe el deber del hombre de observar la ley natural como un deber de obediencia al Creador. Según Pufendorf, la mente humana posee naturalmente conciencia de ciertos deberes, que no tienen otro valor que el de ser mandatos divinos impresos en la mente del hombre; según el filósofo alemán, la función de la razón es anoticiar al hombre cuál es la voluntad divina: hay mandatos que se notifican en la Biblia, y otros se notifican en la propia mente del hombre. En la genuina doctrina de la ley natural, ésta es descubrible por la razón humana, la cual capta con evidencia el fundamento lógico de sus normas; en cambio, lo que Pufendorf llama derecho natural es un orden emanado de la pura voluntad divina, y así los deberes de justicia quedan reducidos a deberes de obediencia (se trata en realidad Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 103 - del positivismo jurídico teológico que tres siglos antes se expresara en la obra de Guillermo de Occam). III. ARGUMENTOS DE HANS KELSEN CONTRA LA DOCTRINA DEL DERECHO NATURAL Primer argumento: (Razonamiento implícito que se desprende de la caracterización recién expuesta) En el texto de Kelsen que hemos transcripto supra (enunciado b) se halla entrañada la siguiente objeción contra la existencia del derecho natural, o sea, de un derecho universalmente válido: "El derecho natural, según el iusnaturalismo, está fundado en Dios (...). Pero si Dios es su fundamento, dado que muchos no admiten que Dios existe, este derecho natural sería algo dependiente de las opiniones sobre Dios (...) Si es dudoso que Dios existe, no se puede fundar el derecho natural. O bien, el derecho natural "existe" sólo para los hombres que sean religiosos, esto es, creyentes en Dios"5. Refutación del primer argumento: El raciocinio es inválido, pues parte de la premisa de que el fundamento del derecho natural está necesariamente en la voluntad divina, o bien parte de la premisa de que el conocimiento del derecho natural depende de un previo reconocimiento de la existencia de Dios. Pero ambas afirmaciones son falsas, según hemos mostrado supra (en la consideración crítica del enunciado b). Segundo argumento: (Error lógico o error de método en la doctrina iusnaturalista) Expresó el ex-profesor de Viena: "Si la contemplamos desde un punto de vista científico, la 5 Cfr., Héctor HERNÁNDEZ, Sobre si hay un derecho natural, en La ley, Buenos Aires, vol. 1986-B, p. 983, 2ª col. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 - 104 - Camilo Tale primera objeción que podemos formular contra la doctrina del derecho natural es que no hace la distinción necesaria entre las proposiciones por las cuales las ciencias de la naturaleza describen su objeto y aquellas por las cuales las ciencias del derecho y la moral describen el suyo (...). La naturaleza es, pues, lo que es; el derecho y la moral, lo que debe ser" (D.N. p. 254 y T.P. p. 104). "Una ley natural es la afirmación de que si es A es B, mientras que una regla de moral o una regla de derecho es la afirmación de que si A, debe ser B" (D.N. p. 255). "Ningún razonamiento lógico permite pasar de lo que es a lo que debe ser, de la realidad natural al valor moral o jurídico" (D.N. p. 256, T.P. p. 105). "La doctrina del derecho natural se basa sobre la falacia lógica de una inferencia del ser al deber" (D.N. p. 257) Este argumento, que imputa a la teoría del derecho natural el hacer un tránsito indebido de "premisas de ser" a conclusiones de "deber ser" (por lo cual se quebrantaría la consabida regla lógica de que nada puede aparecer en la conclusión, si no está de alguna manera contenido en las premisas), es usado con frecuencia por Kelsen en varios de sus escritos y ha sido una objeción muy común en los autores positivistas, anteriores y posteriores a él. Esta objeción fue emitida ya por el filósofo británico David Hume en el libro III de su conocido Tratado sobre la naturaleza humana, publicado en 17416. Refutación del 2º argumento: Puede advertirse que Kelsen, allí donde hace la imputación de que "la doctrina del derecho natural no hace la distinción necesaria entre las proposiciones enunciativas y las proposiciones prescriptivas", no menciona ningún autor iusnaturalista que incurra en dicho error de método7. 6 7 David HUME, Treatise of human nature, III, I.1 in fine. Cfr., Óscar VIOLA, op. cit., p. 55. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 105 - No es verdad que en el discurso iusnaturalista se pase necesariamente de premisas "de ser" (proposiciones descriptivas o enunciativas) a conclusiones "de deber ser" (proposiciones prescriptivas o normativas). Los principales representantes de la doctrina del derecho natural han distinguido siempre el orden de la naturaleza física y el orden de la naturaleza moral, o "ámbito práctico". En la teoría del derecho natural se hace la distinción entre la índole de las proposiciones propias de la ciencia de la naturaleza física, y las proposiciones acerca de lo ético y lo jurídico. Asimismo, una de las bases de la filosofía clásica ha sido la distinción del saber en saber especulativo (conocimiento de cómo son los entes y de sus esencias, propiedades, principios y causas) y saber práctico (conocimiento de cómo debe ser la conducta del hombre y las instituciones sociales); las proposiciones en uno y otro caso tienen distinta forma, pues las del saber práctico poseen la modalidad "debe", y ellas no se obtienen por pura deducción de proposiciones "de ser", sino que se obtienen a partir de premisas "de deber ser". Así, Santo Tomás de Aquino ha dicho en muchos lugares que los principios a los cuales se remiten las conclusiones de la filosofía práctica son diversos de los principios que fundan las conclusiones de la filosofía especulativa (I-II, 94, 2c; II-II, 47 6c)8. Los principios del orden práctico ya son proposiciones prescriptivas. Así, por ejemplo, Tomás de Aquino enunciaba los siguientes primeros principios de la ley natural -en los cuales se fundan las conclusiones del saber práctico: "debe hacerse y procurarse el bien y debe evitarse el mal", "debe promoverse el bien común", "debe indemnizarse el daño causado con culpa", etc. y afirmaba claramente que estos principios son inmediatamente evidentes para la razón, o sea que no se derivan por deducción a partir de otros principios9. De manera que la doctrina iusnaturalista no parte de premisas "de ser" para obtener conclusiones "de deber ser", sino que siempre hay en las premisas por lo menos una 8 9 También Comm in Ethic, IV, lec. XII. S. Theol. I-II, 94, 2c, II Sent d. 24 q 2 a 3 y muchos otros lugares. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 - 106 - Camilo Tale proposición "de deber ser"10. Esto que decimos en general, podemos comprobarlo en particular, si observamos la justificación de algunas normas específicas de derecho natural. Así, a manera de ejemplo, podemos ver que el mencionado Santo Tomás funda su tesis de que la forma de matrimonio más conforme al derecho natural es la monogamia, con los razonamientos que siguen: 1) Los cónyuges deben ser iguales en cuanto al uso del matrimonio; en el matrimonio de uno con muchas, el hombre tiene libertad de disponer cuando quiere de cada mujer, pero cada mujer pierde esta libertad; en conclusión, el matrimonio no debe ser de uno con muchas. 2) Entre los cónyuges debe haber cierta amistad intensa; pero no es posible tener una amistad intensa con muchas personas; luego en el matrimonio poligámico no es posible una amistad intensa; en conclusión, el matrimonio no debe ser poligámico; 3) En la familia debe existir concordia; el matrimonio de uno con muchas, según lo muestra la experiencia, suele generar discordias; en conclusión, el matrimonio no debe ser de uno con muchas" (cfr., Contra gent., L. III. cap. 124). En este ejemplo sencillo que expusimos con propósito ilustrativo, y en otros muchos que podramos traer, no ocurre el paso indebido de proposiciones "de ser" a proposiciones de "deber ser" que Kelsen achaca a la doctrina del derecho natural. Vemos así cuán infundada es esa imputación de "error de método" que le endilga el ex-profesor de Viena11. 10 Hacía notar Thomas REID -contemporáneo y adversario de David HUME- que "los principios primarios de la moral no son deducidos, son evidentes por sí mismos y su verdad, como la de todos los axiomas, se percibe independientemente de todo razonamiento y de toda deducción. Y en cuanto a las verdades que no tienen una evidencia intuitiva, están deducidas de los principios primeros de la moral" (Essays on the active powers V.7, en Oeuvres complètes, París, 1822, tº V, p. 422). Cfr., John FINNIS, Natural law and natural rights, cit., pp. 33-4. FINNIS advirtió acerca de la versión desfigurada de la doctrina del derecho natural que presenta Kelsen, en éste y en otros aspectos (op. cit., pp. 26 ss.) Al respecto, véase nuestro artículo «La epistemología del derecho natural en John Finnis», especialmente la relación epistémica entre la filosofía práctica y la antropología, en AA. VV., Persona, sociedad y derecho, El copista, Córdoba, 1998, pp. 450 ss. 11 Las premisas de "deber ser" a veces están expresas, y otras veces se hallan implícitas. Como ha observado Ulrich KLUG, en el discurso iusnaturalista a veces los razonamientos son entimemas (es decir argumentos que incluyen una proposición que no se expresa pero que está sobreentendida) en los cuales la premisa de deber ser está implícita, porque es obvia. En estos casos no puede hablarse de falsa Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 107 - Tercer argumento: (Error lógico o de método en la doctrina iusnaturalista) Dice Hans Kelsen: "No es posible de ninguna manera probar la existencia del acto por el cual han sido creadas [las normas del derecho natural]" (T.P. p. 105). Refutación del tercer argumento: Aquí Kelsen exige que se pruebe el acto por el cual han sido producidas las normas del derecho natural, pero esta pretensión sólo tiene sentido cuando se trata del derecho positivo, el cual por definición es creado por una voluntad y sólo en virtud de ella goza de validez. El derecho natural, en cambio, por definición, no deriva su validez ex voluntate, sino ex ipsa natura rei12. Por consiguiente, Kelsen incurrió aquí en la misma petición de principio que hemos señalado supra (en la consideración crítica del enunciado b, refutación) y que consiste en partir de la idea de que "todo derecho es creado por una voluntad". Cuarto argumento: (Con este comienza una serie de cinco argumentos que Hans Kelsen pone bajo el título Las contradicciones del derecho natural) "Si se pudieran descubrir, como lo afirma la doctrina del derecho natural, las reglas del derecho natural mediante un análisis de la naturaleza, el derecho positivo sería verdaderamente superfluo. La elaboración del derecho positivo inferencia del ser al deber ser, pues el deber ser está en la premisa sobreentendida («La teoría del derecho natural en tanto problema de la metateoría y de la meta-lógica de las normas», en Ulrich KLUG, Problemas de filosofía del derecho, Sur, Buenos Aires, 1966, pp. 16 ss.). En el mismo sentido, expresa Olfred HOFFE: "Una filosofía jurídica normativa que se apoye en enunciados acerca de la naturaleza del hombre y del mundo no es necesariamente incorrecta desde el punto de vista lógico. Porque esa argumentación puede ser entendida como un entimema, como una inferencia incompleta que no menciona expresamente premisas demasiado evidentes" (Estudios sobre la teoría del derecho y la justicia, Alfa, Barcelona, 1988, p. 115). 12 "Algo puede ser derecho de dos maneras: 1) atendida la naturaleza misma de las cosas (ex ipsa natura rei) y esto es derecho natural; 2) por convención entre particulares o convención pública o cuando lo ordena el gobernante que tiene a su Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 - 108 - Camilo Tale sería por tanto una actividad ridícula, comparable a una iluminación artificial en pleno sol13. Esta es otra consecuencia de la doctrina del derecho natural. Pero ninguno de los partidarios de la doctrina del derecho natural ha tenido la audacia de arribar a esta conclusión. Por el contrario, todos insisten sobre la necesidad absoluta de un derecho positivo" (D.N. p. 259, T.P. p. 106). Refutación del cuarto argumento: No es verdad que si existe un derecho natural, el derecho positivo es superfluo. a) Esto se prueba primeramente porque el derecho natural, por extensa que se conciba su esfera de regulación, no alcanza a todas las situaciones y conductas de la vida social. Los principios del derecho natural y las conclusiones que se derivan de ellos, regulan directamente cierta cantidad de situaciones y conductas, pero con respecto a muchas otras, nada puede concluirse con carácter universal y necesario. Para éstas, son posibles diversas soluciones jurídicas que ni pertenecen ni contrarían al derecho natural, es decir, que son indiferentes desde el punto de vista de las exigencias de la razón natural. Sin embargo, tales situaciones y conductas necesitan ser reguladas, o conviene que sean reguladas, y allí tenemos un cometido del derecho positivo. Por esto, como dijera el Aquinate, "muchas cosas han sido añadidas a la ley natural, muy útiles a la vida humana"14. cargo la comunidad, y esto es derecho positivo" (Summa theol. II-II, 57, 2c). Esta metáfora que usa Kelsen se encuentra en GREGORIO MAGNO, utilizada con otro sentido: "La justicia humana comparada con la divina es injusticia, así como la lámpara que brilla en las tinieblas, puesta debajo del rayo del sol, se vuelve oscura" (Moralia, L. V, cap. XXXVII, parágr. 67. Migne, P.L., tº LXXV p. 716). Después, la usaron muchos autores, por ejemplo Jeremy BENTHAM: "Si hubiese una ley de la naturaleza que dirigiese a todos los hombres hacia su bien común, las leyes serían inútiles; sería como usar una caña para sostener un roble; sería como encender una antorcha para agregar luz a la luz del sol" (en «Loi naturelle, droit natural», en Principes de législation civile et pénale, París, 1830, tº I p. 144). 14 TOMAS de AQUINO, op. cit, I-II, 94, 5c. Véase también II- II, 57, 2c y ad 2; II-II, 10, 5 ad 1; I-II, 95, 2; 91, 3 y 95, 1; 99, 3, ad 2; 99, 5; 100, 11 c. Por lo dicho, es palmariamente falsa la siguiente aseveración de Kelsen en su Teoría general del Estado: "Los maestros del derecho natural afirman, en una versión que ha permanecido como estereotipo desde los padres de la Iglesia hasta Kant, que la ley positiva deriva su total validez de la ley natural, que ella es esencialmente una mera emanación de la ley natural, que la sanción de estatutos no es creada 13 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 109 - b) Además, muchas veces las normas del derecho natural regulan directamente ciertas relaciones entre los hombres, pero sin hacerlo de manera suficientemente determinada. Por ejemplo, es una verdad incuestionable que el ser humano, hasta cierta edad, en razón de su inmadurez, debe estar sujeto a la autoridad de sus padres para que éstos dirijan su vida y administren sus bienes; esto es un principio de derecho natural, pero a partir de ello no es posible concluir una edad puntualmente determinada (¿18 años?, ¿19?, ¿20?, ¿21?, ¿22?, ¿23 años?) para la duración de ese período de protección y sujeción. Algo análogo ocurre para la determinación del monto de un tributo: a partir del principio de derecho natural que manda que el ciudadano debe contribuir al bien común político, se concluye la norma que prescribe el deber de pagar impuestos según la capacidad contributiva, pero con el sólo método del derecho natural no se puede arribar al quantum de la obligación tributaria que debe obrar el contribuyente. Otro ejemplo: de derecho natural es que los delitos se castiguen, pero la determinación de la cantidad de castigo para cada clase de delito pertenece al derecho positivo: que en sí mismo el homicidio debe castigarse con mayor pena que el hurto, surge de la jerarquía de los bienes humanos que establece la doctrina del derecho natural, pero la pura indagación racional es impotente para concluir una pena de determinada intensidad para cada uno de esos delitos. Podrían brindarse cientos de ejemplos como estos que hemos expuesto, que nos permiten comprobar que el derecho natural deja una multitud de puntos con mayor o menor indeterminación. Sin embargo, en la vida social, para delimitar lo que corresponde a cada uno, se requiere una determinación, la cual por consiguiente ha de ser realizada por la legislación positiva, dentro del marco más o menos amplio que dejan las normas del derecho natural15. De acuerdo con lo dicho en a) y b), la crítica de Hans Kelsen sólo libremente, que meramente reproduce la verdadera ley que ya está de algún modo en existencia". 15 TOMAS de AQUINO, op cit, I-II, 95, 2c; 99,3, ad 2; 91, 3 ad 1. Muchas veces el mismo derecho positivo deja todavía una zona de indeterminación, y toca ya al juez la determinación del derecho para esa relación particular. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 - 110 - Camilo Tale podría tener extremadamente sentido respecto racionalistas del de derecho aquellas natural, concepciones que se han propuesto la elaboración de un detalladísimo "código de derecho natural" obtenido por deducciones, con la pretensión de regular, hasta en sus menores circunstancias, todas las relaciones jurídicas (por ejemplo, el Derecho natural tratado con método científico-Ius naturae methodo scientifica pertractatum- de Christian Wolff). c) En tercer lugar, si consideramos aquellas relaciones humanas que están suficientemente regidas por una norma de derecho natural precisa, que no requiere de ulterior determinación, es sin embargo muy conveniente que el legislador humano la formule y le dé la vestidura del derecho positivo. Hay por lo menos dos razones para esto, a saber: c.1) Porque no todos los hombres poseen ni adquieren el conocimiento de todas las normas particulares del derecho natural; los primeros principios y las reglas más generales son naturalmente conocidos por todos los seres humanos, pero a medida que las conclusiones se van haciendo más particulares, es fácil que el hombre común las ignore o yerre acerca de ellas16; c.2) porque, aun cuando las personas tengan la facultad de conocer la solución justa para muchas situaciones controvertidas, ocurre que en el caso concreto sus razonamientos éticos suelen interferirse con sus deseos e intereses individuales y entonces pierden la necesaria objetividad. 16 Según TOMAS de AQUINO, hay distinto grado de evidencia en la ley jurídica natural: "dos géneros de preceptos (...) los primeros y universales, que no necesitan promulgación, porque están escritos en la razón natural, como de suyo evidentes (...) y luego otros que por diligente investigación de los sabios se demuestre que están conformes con la razón. Estos preceptos llegan al pueblo mediante la enseñanza de los doctos" (I-II, 100, 3c). Véase también I-II,94, 4c; 99, 2 ad 2; 100, 5 ad 1. "Cuanto más se va descendiendo de los principios universalísimos a las conclusiones concretas, tanto más oscuras e inseguras se hacen, y es tanto más posible una gran disparidad de opinión, particularmente entre la gran masa de los que no tienen tiempo ni ánimo, ni ocasión para investigaciones teóricas. Es, por lo mismo, necesario que alguien en la sociedad esté autorizado para declarar con fuerza obligatoria las conclusiones más remotas, de manera que todos los miembros de la sociedad estén obligados a obrar conforme a ellas" (Victor CATHREIN, Filosofía del Derecho - El derecho natural y el positivo, trad. de la 2ª ed. alemana por Alberto Jardón y Csar Barja, Madrid, Reus, 1945 pp. 199 ss.) Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 111 - Es precisamente uno de los lugares clásicos de la doctrina del derecho natural el fenómeno del "oscurecimiento" de la razón natural, no sólo en individuos, sino también en grupos y aun en pueblos enteros, a causa de las pasiones, el egoísmo y las costumbres depravadas. La ley natural puede oscurecerse en muchos puntos y por ello se hace necesario que el legislador diga qué es lo justo y lo instituya. Las razones que acabamos de exponer para fundar la necesidad de la institución de las leyes humanas y de restringir el margen de arbitrio de los jueces, fueron ya explicadas por Aristóteles17. Puede denominarse "derecho positivo adicionado al derecho natural" o "derecho puramente positivo" al derecho positivo referido en a), "derecho positivo determinante del derecho natural" al derecho positivo mencionado en b), y "derecho natural positivizado", o "derecho positivo por accidente" al derecho positivo referido en c). De lo expuesto, resulta que hay por lo menos cuatro importantes razones (a, b, c.1 y c.2) que justifican la existencia del derecho positivo, aun cuando exista el derecho natural. Quinto argumento: Luego expresó el autor: "La mayoría de las doctrinas iusnaturalistas se estancan en una contradicción característica. Por un lado, sostienen que la naturaleza humana es la fuente del derecho natural, lo que implica que la naturaleza humana es buena básicamente. Por el 17 "Es muy conveniente que las leyes correctamente sancionadas, en cuanto se pueda, lo determinen todo, y dejen lo menos posible a los que juzgan; en primer lugar, porque es más fácil encontrar uno o pocos, que no muchos, que sean capaces de dar leyes y de juzgar; en segundo lugar, porque el establecimiento de las leyes se lleva a cabo por los que han deliberado durante mucho tiempo, mientras que los juicios se realizan rápidamente, de manera que no es fácil que los jueces se den cuenta exacta de lo justo y de lo útil. Y lo que es más, porque el juicio del legislador no se refiere a un caso particular, ni a lo presente, sino que se trata de lo futuro y universal, mientras que los que deliberan en la asamblea y los jueces juzgan inmediatamente acerca de lo presente y determinado, a lo cual van unidos con frecuencia el amor, el odio y la propia utilidad, de manera que ya no es posible ver adecuadamente lo verdadero sino que el propio placer o molestia oscurecen el juicio" (ARISTOTELES, Política I, 2). Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 - 112 - Camilo Tale otro lado, pueden justificar la necesidad del derecho positivo, con su maquinaria de coerción, tan sólo basados en la maldad del hombre" (D.N. p. 260). "La mayor parte de los teóricos del derecho natural incurren en una contradicción característica. Si la naturaleza humana es la fuente del derecho natural, deben admitir que el hombre es fundamentalmente bueno, pero para justificar la necesidad de un orden coactivo bajo la forma del derecho positivo, deben invocar la perversidad del hombre" (T.P. p. 106). Refutación del quinto argumento: En este razonamiento hay dos tesis contradictorias, y Kelsen atribuye ambas a la doctrina del derecho natural, pero ello es una falsa imputación. 1) La doctrina del derecho natural no parte de la afirmación de que el hombre es fundamentalmente bueno. Esta fue la tesis del monje Pelagio (s.V), del filósofo Rousseau, y de otros (como por ej. algunos pensadores anarquistas) pero no puede atribuirse al iusnaturalismo. 2) No es verdad que las doctrinas iusnaturalistas sostengan que el hombre tiene una naturaleza perversa. Esta es la concepción de muchos autores positivistas y iusnaturalistas del mundo protestante (s. XVI en adelante), pero de ninguna manera es una nota común de la doctrina iusnaturalista, y falta por completo en sus fundadores y en sus primeros sistematizadores. Si se asume una concepción antropológica realista, hay que considerar la palmaria coexistencia de dos tendencias opuestas en los seres humanos. De una parte, la necesidad de coacción, o de la amenaza de la coacción, para mover a algunas personas a la observancia del derecho, supone, en efecto, cierta proclividad al mal en los hombres (inclinación mayor o menor, según sean el individuo de qien se trate y las circunstancias). De otra parte, el que la razón humana sea capaz de descubrir el derecho natural supone, en efecto, cierta perfección de la naturaleza humana. Pero estos dos presupuestos Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 113 - no se hallan en contradicción, pues la inclinación del hombre a apartarse del bien por egoísmo y debilidad se explica por su estado actual de "naturaleza caída" y su capacidad de conocer lo justo se explica por el hecho de que, aun cuando su naturaleza ha quedado vulnerada, no se halla corrupta. Distinta es la doctrina sobre la naturaleza humana que sustenta el protestantismo ortodoxo: para Martín Lutero y para sus seguidores, la naturaleza actual del hombre se halla totalmente corrompida, es incapaz de obrar con rectitud, el ser humano es fundamentalmente malo, incapaz de hacer el bien y también incapaz de conocerlo. De manera que el argumento de Kelsen, en el mejor de los casos sólo podría hacer impacto contra el iusnaturalismo de la Edad Moderna, derivado del luteranismo, "iusnaturalismo" ecléctico y por ende contradictorio, como se ha observado muchas veces. Los fundadores y principales expositores de la doctrina del derecho natural han rechazado tanto la concepción del hombre absolutamente bueno por naturaleza en su estado actual, como la concepción de la naturaleza humana corrupta. En este argumento del ex-profesor de Viena se verifica una vez más la verdad de la aserción de Eustaquio Galán y Gutiérrez de que "Kelsen denota en muchas ocasiones la tendencia a derribar puertas que ya están abiertas” 18 . Además, el conocimiento del derecho natural es obra de la razón, y el cumplirlo es obra de la voluntad; y es cosa evidente que a veces los hombres conocen como bueno o conveniente algo, y sin embargo hacen lo contrario: lo primero muestra a la razón humana como fuente del conocimiento del derecho natural y de los principios morales en general, y lo segundo indica la necesidad de un orden coactivo para favorecer la observancia del derecho conocido. Este hecho es manifiesto en la experiencia humana, y por ello ha sido reconocido desde muy antiguo. En armonía con ello el poeta latino ha expresado esta dramática tensión del ser humano: "video meliora proboque deteriora 18 Eustaquio GALAN Y GUTIERREZ, Ius naturae (Lecciones de cátedra), vol. I, Madrid, 1961, p. 304. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 - 114 - Camilo Tale sequor" ("conozco lo que es mejor, y lo apruebo; pero sigo lo que es peor"). Sexto argumento: Ha expresado Kelsen: "Si el derecho positivo extrae su validez de su correspondencia con el derecho natural, toda norma legislativa o consuetudinaria contraria al derecho natural debería ser considerada nula e inexistente. Esta es la consecuencia inevitable de una teoría que hace del derecho positivo un sistema de normas subordinado al derecho natural (...). Los teóricos del derecho natural intentan a menudo salir de apuros probando (...) que un conflicto entre el derecho positivo y el derecho natural es imposible (Hobbes, De Cive, cap. XIV), o admiten la posibilidad de conflicto sólo en casos muy excepcionales" (D.N. pp. 262 s.; T.P. p. 107). Refutación del sexto argumento: El razonamiento es inválido. A partir de la tesis que dice que la validez del derecho positivo se halla en su correspondencia con el derecho natural, no se concluye que el derecho positivo que contraríe el derecho natural sea nulo o inexistente. Por ello los fundadores y los sistematizadores de la doctrina del derecho natural nunca han sostenido tal cosa; ellos no han propugnado la desobediencia de toda ley injusta, sino que, al contrario, una de las normas del derecho natural prescribe: "Existe obligación de obedecer ciertas leyes injustas, o que uno crea injustas, cuando su injusticia no es grave y cuando de su desobediencia surgiese algún perjuicio al bien común". De modo que las normas jurídicas contrarias al derecho natural no son válidas, aunque algunas veces su obediencia es obligatoria por razones de bien común. El hecho de que una ley sea injusta no siempre es suficiente para justificar su desobediencia (pues la desobediencia de un mandato inicuo puede Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 115 - producir una injusticia mayor que la injusticia que significa su acatamiento, v.gr. el desorden público, el desprestigio de las autoridades, un incentivo para desobedecer cualquier ley en los demás ciudadanos, etc.). Pero tampoco hay obligación de obedecer todas las leyes. Existe en el sistema iusnaturalista toda una doctrina acerca de la obediencia de las leyes y mandatos humanos19. Podemos advertir cuán infundada es la aseveración de Kelsen de que los autores iusnaturalistas no admiten la posibilidad de conflicto entre el derecho natural y el derecho positivo, pues por el contrario, ellos han admitido tal posibilidad, y han tratado ampliamente acerca del asunto. La cita que Hans Kelsen hace de Hobbes no es pertinente, pues en este filósofo inglés (que sustentó el positivismo jurídico) la expresión "derecho natural" significa el poder que cada uno tiene de hacer lo que desee en el "estado de naturaleza": "Derecho natural es la libertad que cada uno tiene de usar su propio poder como quiera"20. Obviamente, nada tiene que ver esta definición particular del término "derecho natural" con el derecho natural del cual estamos tratando en este artículo. Hobbes dice expresamente: "No hay cosas que pueden conocerse o hallarse in rerum natura (...) Son las leyes civiles las que determinan qué es justo o injusto, y qué es conveniente o inconveniente, virtuoso o vicioso"21. Séptimo argumento: Otro razonamiento del mismo autor expresa: "La mayor parte de los partidarios del derecho natural definen la justicia diciendo que la misma consiste en dar a cada 19 Véase por ejemplo la cuestión "Si las leyes humanas obligan en el foro de la conciencia" tratada por TOMAS de AQUINO, en op. cit, I-II, 96, 4c. 20 Thomas HOBBES, Leviathan, Parte I, cap. XIV, in princ. V. también De cive, cap. I, parágr. 10. 21 Thomas HOBBES, The elements of law, natural and politic. Si se quisiera considerar la doctrina de Hobbes como un iusnaturalismo, se tratara de un derecho natural constituido por una sola norma: "debe obedecerse todo lo que ordena el soberano". Lo justo, con respecto a las diversas reglas jurídicas, no tiene aquí ningún contenido que esté determinado previamente a la voluntad del gobernante. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Camilo Tale - 116 - uno lo debido. Como esta definición no indica qué es lo debido a cada uno, el reenvío al derecho positivo es inevitable. En otras palabras, significa que la justicia del derecho natural exige dar a cada uno lo que le es debido según el derecho positivo" (T.P. p. 108 s.). No sólo en esta versión de la Teoría Pura, sino también en varias otras obras suyas (por ej. en "¿Qué es la justicia?"22 y en "Justicia y derecho natural"23), Hans Kelsen presentó esta objeción -muy usual en el contexto del positivismo jurídico- de que las fórmulas de la justicia ("dar a cada uno lo suyo", "tratar igualmente lo igual", "no dañar a otro", etc.) son vagas, amplias, indeterminadas, fórmulas vacías que pueden llenarse con cualquier contenido. Refutación del séptimo argumento: No es cierto que la noción de la justicia en el iusnaturalismo sea un concepto vacío. Primeramente, hay que decir que "dar a cada uno lo que es debido" o mejor aún, "dar a cada uno lo suyo" es una definición que delimita a la justicia con respecto a otras relaciones éticas, como son por ejemplo la gratitud, la veracidad, la caridad, etc. Dicha expresión cumple con el requisito de toda definición, que es "delimitar" una cosa respecto de las cosas anejas. Es cierto que en la definición no se dice en qué consista lo debido o "suyo" para cada especie de relación jurídica. Pero no es verdad que para otorgarle contenido a la fórmula sea inevitable el dirigirse al derecho positivo, pues dentro del sistema de derecho natural hay principios y normas más o menos generales que expresan qué es lo debido, en las distintas especies de relaciones interhumanas. Así, por ejemplo, en materia de contratos una norma general de justicia es que "debe haber proporción entre las contraprestaciones". Otras normas de 22 Hans KELSEN, Qué es la justicia, trad. de Ernesto Garzón Valdés, Univ. Nac. de Cba., Crdoba, 1966. 23 Hans KELSEN, Justicia y derecho natural, en AA. VV., Crítica del derecho natural, Taurus, Madrid, 1966, p. 54. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 117 - justicia, o sea normas de la ley jurídica natural son las siguientes: "es ilícito matar directamente a una persona inocente", "es lícito agredir al injusto agresor para defenderse", "debe repararse el daño culpablemente causado", "los padres deben alimentar y cuidar a sus hijos mientras son menores", "nadie debe enriquecerse con perjuicio de otro sin razón que lo justifique"... Todas estas son especificaciones de las normas más universales del derecho natural: la norma que manda "no dañar" y la norma que manda "dar a cada uno lo suyo". Las varias normas mencionadas como ejemplo son, todavía, normas bastante generales, pero son reglas que brindan un contenido concreto. Hay otras normas más particulares, que se obtienen por derivación de ésas, y para conocerlas está precisamente la investigación de la Filosofía del Derecho en sus varios capítulos. Por tanto, no es necesario dirigirse al derecho positivo para dar sentido a los principios del derecho natural; hay que acotar, además, que Kelsen a partir de la amplitud de tales principios, pasa a concluir que el reenvío al derecho positivo es inevitable, pero -como ha señalado Óscar Viola- no demuestra tal conclusión24. Octavo argumento: Asimismo escribió Hans Kelsen: "Todos los representantes notables de la doctrina del derecho natural declaran que éste no reconoce el derecho de resistir a la autoridad, o sólo lo admiten de una manera muy restringida. Así un conflicto posible entre el derecho positivo y el derecho natural no podría tener efectos peligrosos para las autoridades establecidas. Cuando se admite un derecho de resistencia, queda reducido, ya sea a una simple resistencia pasiva (o sea a la desobediencia seguida de sumisión a la sanción estatuida por el derecho positivo), o bien el derecho de 24 Cfr., Óscar Luis VIOLA, op. cit., p. 62. Acota este autor que, como puede verse en la doctrina de Santo Tomás, el reenvío se hace del modo inverso: el intérprete se remite del derecho positivo al derecho natural, para determinar la validez de la norma de derecho positivo (Summa theol. I-II, 95, 2; Contra Kelsen, cit., p. 62). Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Camilo Tale - 118 - resistencia se limita a los casos muy graves o a la resistencia individual con exclusión de toda resistencia organizada (...). La doctrina del derecho natural tiene, en su conjunto, un carácter conservador muy acentuado" (T.P. p. 108; también D.N. pp. 266 ss). Refutación del octavo argumento: Comienza Kelsen este párrafo con una afirmación absolutamente falsa: "Todos los representantes notables de la doctrina del derecho natural...". La verdad es todo lo contrario: ya desde el célebre Orígenes en la Antigüedad, los representantes notables de la doctrina del derecho natural han admitido que puede ser legítima la resistencia a la autoridad cuando se reúnen ciertos requisitos. Así, por ejemplo, escribió Tomás de Aquino: "El hombre debe obedecer al poder político en tanto lo exija el orden de la justicia. Por consiguiente, a los súbditos les es permitido desobedecer cuando el gobierno es ilegítimo o usurpador, o si manda cosas injustas, salvo algunos casos para evitar el escándalo o peligro de mal mayor" (Summa theol., II-II, 104, 6 ad 3). "El régimen tiránico no es justo, pues no se ordena al bien común (...). Por lo tanto, la perturbación de ese régimen es legítima, a no ser que se perturbe de tal manera desordenada (inordinate) que la multitud tiranizada sufra más daño con esa perturbación que con el régimen tiránico" (II-II, 42, 2 c). Una doctrina análoga leemos en Francisco de Vitoria (De pot. civ.). Francisco Suárez también sostuvo el derecho de resistencia y trató extensamente acerca de ello (De la guerra, VIII, 2; Defensio fidei, L. VI, caps. 3 y 4). Esta idea es asimismo uno de los elementos característicos y más conocidos de la doctrina de John Locke. Además, la mayoría de los autores iusnaturalistas no se limitan a justificar la resistencia pasiva o desobediencia, sino también la rebelión y aun la insurrección para derrocar al gobernante cuando esta grave conducta se hace necesaria de acuerdo con el análisis prudencial de las circunstancias. De modo que es falso que en la doctrina del derecho natural no se admita el derecho de resistencia, o que se lo limite a una Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. resistencia individual pero nunca organizada; - 119 - al contrario, la perturbación del régimen se justifica según Santo Tomás solamente si se hace "ordenadamente" (ordinate); éste es uno de los varios requisitos que exige. Noveno argumento: (Los resultados contradictorios del derecho natural) Finalmente, Hans Kelsen argumentó de la siguiente manera: "No hay una doctrina de derecho natural, sino un gran número de doctrinas que sostienen tesis contradictorias. Para una, la democracia es la forma natural de gobierno (John Locke, The 2nd. treatise on civil government, cap. VII nº 99). Para otra, dicha forma es contraria a la naturaleza, y sólo la autocracia, o más particularmente la monarquía absoluta, es conforme a sus leyes. Locke ha deducido de la naturaleza que el poder del gobierno es esencialmente limitado (op. cit. cap. XI); Hobbes ha extraído de allí el principio contrario: que el poder del gobierno establecido de acuerdo con el derecho natural es absoluto, o sea ilimitado" (The elements of law, natural and politic). El principal problema de nuestro tiempo es el de la propiedad privada y de la justicia de los sistemas económicos y jurídicos que sobre ella se fundan. Ahora bien, entre las teorías jurídicas y políticas recientes se verifica un acentuado retorno a la doctrina del derecho natural. Esto es debido, en cierta medida, a la idea de que sólo esta doctrina permitiría defender eficazmente el sistema capitalista en su lucha contra el comunismo. De hecho, de Grocio a Kant los representantes más eminentes de la doctrina del derecho natural se han esforzado en demostrar que la propiedad privada es un derecho sagrado, acordado al hombre por la naturaleza o por Dios (...). Pero no se limitan a afirmar que la naturaleza establece el derecho de propiedad individual, sino que también consideran que consagra su inviolabilidad. La distribución de los bienes, tal como ha sido efectuada por el Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 - 120 - Camilo Tale derecho positivo, es justa, puesto que es conforme al derecho natural y se encuentra fundada sobre la institución inquebrantable de la propiedad privada. Como esta distribución garantiza el máximo de felicidad posible, y toda tentativa de modificarla por la adopción de otro sistema económico es juzgada contraria al derecho natural y en consecuencia injusta (...). Es comprensible que una teoría fundada sobre el derecho natural sea considerada como el más fuerte bastión de la defensa contra el comunismo. Sin embargo, el mismo derecho natural ha sido invocado para demostrar que la propiedad privada es contraria a la naturaleza, y que ella es la fuente de todos los males sociales. Tal es la tesis de una obra publicada sin nombre de autor, que apareció en París en 1755 con el título Code de la nature ou le veritable esprit de ses lois (...) La doctrina del derecho natural, al seguir un método lógicamente erróneo, permite justificar los juicios de valor más contradictorios. Carece, por lo tanto, de interés para quien busca la verdad desde un punto de vista científico" (T.P. pp. 109-112; también D.N. pp. 269 ss.). Refutación del noveno argumento: Hay aquí un grueso sofisma: la sola multiplicidad de opiniones sobre una cosa no prueba la inexistencia de tal cosa, ni prueba tampoco que todas esas opiniones sean falsas. Lo mismo ocurre en cualquier ciencia natural: por ejemplo, en el terreno de la fisiología han existido y existen distintas explicaciones sobre el funcionamiento de una glándula, pero de tal cosa no se puede concluir válidamente que todas esas explicaciones son falsas, y menos aun sería razonable concluir que la glándula no existe. Además, en estos párrafos de Kelsen se contienen datos erróneos usados como premisas, los cuales revelan un desconocimiento de la historia elemental de la filosofía del derecho. Ello puede explicarse, al menos en parte, por el reducido tramo de la historia de las ideas que Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 121 - tuvo en cuenta el ex-profesor de Viena. Para el estudio filosófico de la institución de la propiedad privada Hans Kelsen ha consultado -según él mismo declara- "de Grocio a Kant los representantes más eminentes de la doctrina del derecho natural"; pero entonces ha omitido las investigaciones de la alta escolástica, cuatro siglos antes de Grocio, las de la segunda escolástica que floreció en España con una pléyade de tratadistas muy eminentes, y también las exposiciones de los filósofos iusnaturalistas que han escrito a lo largo del siglo XX hasta nuestros días, que son muchos. Si hubiera tenido en cuenta tales fuentes, habría advertido que la concepción de que "la propiedad privada es un derecho sagrado" no está en ninguno de los autores de la Antigüedad, ni del Medioevo, ni en el centenar de destacados maestros de la segunda escolástica ni en la mayoría de los autores iusnaturalistas de nuestro tiempo. En los tratadistas de los siglos XII al XVI la apropiación individual de los bienes no es un derecho adquirido sagrado e inviolable, sino que está subordinado al derecho más fundamental de todos los hombres de participar del uso de los frutos de la tierra para satisfacer sus necesidades25. Pero ocurre que Kelsen se limitó a los publicistas del siglo XVII al XIX, y dentro de éstos, tan sólo a los del mundo cultural protestante, y entonces se comprende que, abrevando en John Locke, y en el clérigo anglicano Richard Cumberland, Kelsen vincule el iusnaturalismo a la propiedad privada sagrada e intangible. La observación que luego hace de que la protección de la "propiedad privada" se tiene como uno de los principales fines del Estado, y que se le ha reconocido más valor al derecho de propiedad que a la vida humana, es un reproche que sólo corresponde hacer al iusnaturalismo liberal individualista. Es en este contexto ideológico (s. XVIII y XIX) donde aparecen las constituciones políticas que, como la Constitución de la República Argentina de 1853, omiten toda referencia al bien de la vida humana y a otros bienes jurídicos valiosos, y al mismo tiempo consagran la propiedad privada de los bienes materiales como absolutamente inviolable. Esta notable inversión de los valores jurídicos 25 TOMAS de AQUINO, Summa theol., II-II, 66, 2c y ad 1; 7c. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 - 122 - Camilo Tale que apunta Kelsen, este absurdo que es la preocupación mayor en proteger la propiedad de los bienes económicos que la preocupación en proteger la vida humana, de ninguna manera puede atribuirse al iusnaturalismo escolástico, en el cual la propiedad privada nunca se concibió como un derecho absoluto, corolario de lo cual fue la doctrina -tan ampliamente aceptada entre los medievales- de la justificación ética y jurídica del "hurto famélico", y sobre la licitud del uso de la propiedad privada ajena en general, en caso de gravísima y urgente necesidad, doctrina que en general fue rechazada por la teoría penal del s. XIX. La cuestión de los límites del poder del gobierno es otro ejemplo que Kelsen aduce para argüir que a partir de los principios iusnaturalistas se obtienen conclusiones contradictorias entre sí. También yerra en los ejemplos concretos que ofrece, pues compara las conclusiones de Hobbes con las de Locke. Pero ocurre que este último puede clasificarse como iusnaturalista, y en cambio de Hobbes ha de decirse rotundamente que no lo es. Thomas Hobbes empleó el trmino "derecho natural", pero con un sentido totalmente diverso, según recordamos supra (Refutación del sexto argumento, in fine). En el pensamiento de Hobbes -relativismo moral- el hombre no puede tener un conocimiento objetivo de lo justo; Locke, en cambio, sostuvo la concepción de una moral objetiva, que incluye normas de justicia universalmente válidas, y cognoscibles con certidumbre por la razón humana26. Se comprende que las conclusiones de los dos pensadores británicos sean opuestas entre sí, si ya lo son sus puntos de partida. El ejemplo de la mejor forma de gobierno también es desafortunado para ilustrar la variabilidad de las conclusiones del derecho natural, porque la mayoría de los pensadores iusnaturalistas han sido contestes en que no hay una forma de gobierno que sea absolutamente y siempre la mejor para todas las comunidades, sino que la legitimidad de un tipo de régimen político proviene de su aptitud en concreto para lograr en mayor o menor grado el bien común político del pueblo del 26 John LOCKE, First treatise on government, IV, III. 18. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 123 - cual se trate. En la doctrina iusnaturalista tradicional el principio de legitimidad del gobierno es el bien común, y por ende una monarquía, una aristocracia o una democracia, en sus varias especies, modalidades históricas y combinaciones, pueden ser legítimas o ilegítimas, según que contribuyan al bien común, o se opongan a él. Esta es la doctrina que hallamos en Aristóteles27, Agustín28, Tomás de Aquino29, Grocio y otros muchos pensadores. Con respecto al pensamiento de Locke, también hay que señalar un error en la cita de Kelsen, pues el filósofo inglés no dice que la democracia sea la única forma natural de gobierno, sino que en el párrafo citado sólo se rechaza la monarquía absoluta30 y en esa misma obra reconoce expresamente la aristocracia, la monarquía electiva y la monarquía hereditaria, como formas legítimas de gobierno31. Si dejamos ahora de lado los errores que aparecen en los ejemplos que ofrece Kelsen, y nos dirigimos al meollo de su argumento, encontramos allí la afirmación gratuita de que "la doctrina del derecho natural permite justificar juicios contradictorios". Es fácil advertir que la variabilidad de respuestas a las cuestiones sobre la justicia no prueba la contradicción de ninguna teoría iusnaturalista; solamente prueba que los autores iusnaturalistas que han desarrollado sistemas diversos (muchas veces a partir de premisas diversas) han llegado a conclusiones diversas y opuestas respecto de muchos temas. Existen varios sistemas iusnaturalistas diversos en su contenido32. Como ya hemos observado antes, de la mera variación de opiniones sobre una cosa no se puede concluir que todas ellas sean falsas, y aun menos lícito es concluir que la cosa no exista. 27 ARISTOTELES, Política, L. III, 1279 a. AGUSTIN, De libero arbitrio, cap. VI. 29 TOMAS de AQUINO, De regno, I, 1. 30 John LOCKE, The second treatise on civil government, VII nº 90 ss, y passim. 31 John LOCKE, op cit, L. X nº 132. 32 Al respecto puede verse Werner GOLDSCHMIDT, Clasificación sistemática de las corrientes iusnaturalistas, en en Werner GOLDSCHMIDT, Justicia y verdad, La ley, Buenos Aires 1978, pp. 366-80. Para un desarrollo más prolijo y más completo sobre el asunto, véase la comunicación de Guido SOAJE RAMOS al Congreso Mundial de Filosofía del Derecho y Filosofía Social, Helsinki, 1983, «Diferentes concepciones de derecho natural», publicado en Ethos, Instituto de Filosofía Práctica, nº 10-11, 28 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 - 124 - Camilo Tale Hay en el texto de Hans Kelsen que hemos considerado un "sofisma de falsa generalización" por "enumeración incompleta", porque tanto en el asunto de las formas de gobierno, como en el tema de la propiedad privada, ha omitido a la Antigüedad, a la escolástica medieval, a la escolástica moderna y al iusnaturalismo contemporáneo, o sea que ha omitido en lo cuantitativo, la mayor parte de los autores iusnaturalistas, y en lo cualitativo, a los expositores más eminentes de la doctrina del derecho natural. Hay un paralogismo "de falsa premisa" en tanto se pone a Hobbes como representante de la posición iusnaturalista. Hay "sofisma de cambio del asunto" porque en las premisas el sujeto es "algunos iusnaturalistas" y en la conclusión se dice "la doctrina del derecho natural". IV. RECAPITULACIÓN: ESTRUCTURA LÓGICA DE LOS ARGUMENTOS ANALIZADOS E INDICACIÓN DE LOS VICIOS LÓGICOS QUE ENCIERRAN Estructura lógica del argumento primero Si hay derecho natural, éste es algo creado por la Æpremisa falsa voluntad divina. Si no se admite la existencia de Dios, no se admite una voluntad divina. ---------------------------------------------------------------------------Si no se admite la existencia de Dios, no es posible Æconclusión inválida admitir la existencia del derecho natural. Estructura lógica del argumento segundo El razonamiento que pretenda extraer proposiciones sobre el deber ser a partir de proposiciones descriptivas sobre la realidad, carece de validez. La doctrina del derecho natural pretende extraer Æpremisa falsa proposiciones de deber ser a partir de proposiciones descriptivas sobre la realidad. ---------------------------------------------------------------------------La doctrina del derecho natural carece de validez. Æconclusión inválida 1982/3, Bs. As., 1984, pp. 317-338. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 125 - Estructura lógica del argumento tercero Para demostrar la existencia de un derecho es Æpetición de principio necesario probar la existencia del acto por el cual ha sido creado -por ej., tal norma jurídica del país se prueba por el acto de sanción de la ley que la contiene. Es imposible probar el acto por el cual fue creado el derecho natural. ---------------------------------------------------------------------------No es posible demostrar la existencia del derecho Æconclusión inválida natural. Estructura lógica del argumento cuarto Si el hombre pudiera conocer un derecho natural, el Æpremisa falsa derecho positivo sería superfluo. El derecho positivo no es superfluo -como lo reconocen los iusnaturalistas. ---------------------------------------------------------------------------El hombre no puede conocer un derecho natural. Los Æconclusión inválida iusnaturalistas se contradicen. Estructura lógica del argumento quinto La doctrina del derecho natural sostiene que la naturaleza humana es fuente del derecho natural. Si la naturaleza humana es fuente del derecho natural, Æpremisa falsa entonces la naturaleza humana es fundamentalmente buena. ---------------------------------------------------------------------------La doctrina del derecho natural sostiene que la Æconclusión inválida naturaleza humana es fundamentalmente buena. La doctrina del derecho natural sostiene que la naturaleza humana es fundamentalmente buena. La doctrina del derecho natural sostiene que la Æpremisa falsa naturaleza del hombre es perversa –con lo cual justifica la existencia de un orden coactivo. ---------------------------------------------------------------------------Pero bueno y perverso son términos contradictorios. La Æconclusión inválida doctrina del derecho natural se contradice. Estructura lógica del argumento sexto La doctrina del derecho natural sostiene que el derecho positivo deriva su validez de conformidad con el derecho natural. ---------------------------------------------------------------------------Si el derecho positivo deriva su validez de conformidad Æconclusión falsa con el derecho natural, toda norma del derecho positivo contraria al derecho natural es nula y debe ser desobedecida. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 - 126 - Camilo Tale La doctrina del derecho natural concluye que toda Æpremisa falsa norma contraria al derecho natural es nula y no debe ser obedecida. La doctrina del derecho natural enseña que el derecho Æpremisa falsa positivo siempre es válido y debe ser obedecido. ---------------------------------------------------------------------------La doctrina del derecho natural se contradice. Æconclusión inválida Estructura lógica del argumento séptimo La doctrina del derecho natural dice que lo justo es dar a cada uno lo que es debido. Lo que es debido a cada uno sólo puede conocerse si Æpremisa falsa se acude al derecho positivo. ---------------------------------------------------------------------------La doctrina del derecho natural dice que justo es lo que Æconclusión inválida prescribe el derecho positivo. La doctrina del derecho natural dice que justo es lo que prescribe el derecho positivo. La doctrina del derecho natural sostiene que el derecho natural está por encima del derecho positivo. ---------------------------------------------------------------------------La doctrina del derecho natural se contradice. Æconclusión inválida Estructura lógica del argumento octavo La doctrina del derecho natural considera que el derecho natural está por encima del derecho positivo y de las conductas de los gobernantes. Los representantes notables de la doctrina del derecho Æpremisa falsa natural sostienen que el derecho natural no reconoce el derecho de resistir a las autoridades. ---------------------------------------------------------------------------Los representantes notables de la doctrina del derecho Æconclusión inválida natural se contradicen. Estructura lógica del argumento noveno (razonamiento inductivo) a) Sobre las formas de gobierno . Para algunos iusnaturalistas, la democracia es la mejor Æpremisa falsa forma de gobierno (por ejemplo, Locke). Para algunos iusnaturalistas, la monarquía es la mejor Æsofisma de enumeraforma de gobierno (por ejemplo, Filmer) ción incompleta Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Exposición y refutación de los argumentos de Hans Kelsen…, pp. 95-128. - 127 - b) Sobre la extensión del poder. Para algunos iusnaturalistas, el poder del gobierno debe Æsofisma de enumeraser limitado (por ejemplo, Locke). ción incompleta Para algunos iusnaturalistas, el poder del gobierno debe Æpremisa falsa ser absolutamente ilimitado (por ejemplo, Hobbes). c) Sobre la propiedad privada. Para algunos iusnaturalistas, la propiedad privada es un derecho absoluto y sagrado (por ejemplo, filósofos desde Grocio hasta Kant), Para algunos iusnaturalistas la propiedad privada es contraria al derecho natural. ---------------------------------------------------------------------------El iusnaturalismo llega a resultados contradictorios. Æsofisma de enumeración incompleta Æsofisma de cambio del asunto Æconclusión inválida V. CONSIDERACIÓN FINAL Un hecho notable que se advierte en el artículo de Hans Kelsen que ha sido materia del presente análisis crítico (La doctrina del derecho natural ante el tribunal de la ciencia), es el común linaje de la serie de autores que cita: el ciento por ciento de las citas pertenecen a Thomas Hobbes, a Samuel Pufendorf y a los autores del iusnaturalismo racionalista y liberal. Véase que Grocio es citado siete veces; Hobbes, doce; Pufendorf, veinticinco; Locke, diez; Kant, una; Cumberland, cinco. Lo mismo ocurre en las páginas correspondientes de la Teoría pura: sólo cita a Hobbes (pp. 103, 107 y 109), a Grocio (pp. 103 y 110), a Pufendorf (pp. 103, 107 y 108), a Locke (pp. 109 y 111), a Kant (p. 108) y a Cumberland (p. 111). De manera que, según las fuentes que ha declarado, puede comprobarse que el ex-profesor de Viena ha acudido exclusivamente a las elaboraciones del "derecho natural racionalista" de la Edad Moderna y dentro de éste, tan sólo a los autores de fe protestante, de los siglos XVI al XVIII ¡Pero la doctrina del derecho natural no tuvo allí su origen, ni tampoco su acabamiento, ni ha sido el racionalismo su expresión más genuina, sino más bien su desfiguración! De los conceptos y de las citas de sus obras se deduce que Hans Kelsen emprendió la crítica de la doctrina del derecho natural sin Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 - 128 - Camilo Tale haberla consultado en sus fundadores ni en sus grandes sistematizadores, ni en sus expositores más autorizados. Paul Valéry decía que "lo primero que tiene que hacer el que quiere refutar una tesis es comprenderla un poco mejor que el que mejor la defiende". En nuestro parecer, y según resulta de los argumentos analizados supra, los escritos del ex-profesor de Viena no demuestran que comprendiera la doctrina del derecho natural. Más aún, de acuerdo con las citas que hizo en este artículo con la declarada presuntuosa pretensión de "hacer comparecer" a la doctrina del derecho natural "ante el tribunal de la ciencia", es evidente que se lanzó a la polémica sin haber cumplido el primer requisito que demandan la actitud científica y el rigor metódico en cualquier estudio acerca de la historia del pensamiento, que es la consulta de las fuentes. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La igualdad ante la ley y el principio de la nacionalidad, pp. 129-152. - 129 - LA IGUALDAD ANTE LA LEY Y EL PRINCIPIO DE LA NACIONALIDAD (*) por Luciana Álvarez (**) Resumen Palabras clave Asumiendo que, en alguna medida el término de nación sugiere algún tipo de homogeneidad de valores, costumbres, lengua, pasado, u otros, entre los hombres que habitan un territorio determinado, ello importaría en principio asumir, además, y siempre y de acuerdo con el paradigma de derecho moderno, una homogeneidad de normas de derecho traducida en el principio de igualdad jurídica. Dicho principio jurídico-político: “todos los hombres son iguales en derechos”, propio de la Ilustración, resultó finalmente sólo sostenible dentro de los límites de un Estado-nación determinado. Interesa indagar en este sentido, hasta qué punto la idea de igualdad jurídica ha estado, o está, relacionada con la homogeneidad cultural, lingüística, histórica u otras. Especialmente, en este artículo, y de acuerdo a desarrollos historiográficos recientes, se pretende elucidar algunos posibles factores que habrían promovido el surgimiento de formaciones políticas -Estados nacionales- basadas en una única ley para un territorio determinado. En esta indagación nos interrogamos por el término nación y su recorrido histórico, los contextos históricoseconómicos en que fue haciéndose necesario un Estado con poder centralizado; la manera en que inciden en dicho fenómeno las leyes de desarrollo del capitalismo; los procesos histórico-políticos en que se inserta el desarrollo del romanticismo y las relaciones entre la noción de la nacionalidad y el principio de igualdad ante la ley. Igualdad - nación - nacionalidad - Estado-nación romanticismo - capitalismo. Sumario Introducción - El término nación. Sus diversos sentidos – La construcción del Estado como poder centralizado – La construcción de los Estados “nacionales” - Conclusiones - Bibliografía. INTRODUCCIÓN. Actualmente, el término de nación sugiere algún tipo de homogeneidad de valores, costumbres, lengua, pasado, u otros, entre los hombres que habitan un territorio determinado, lo que importa, siempre y de acuerdo con el paradigma de derecho El término “principio de la nacionalidad” se ha utilizado en alusión a lo desarrollado por Chiaramonte, J. C., Nación y estado en Ibero América. El lenguaje político en tiempos de la independencia, Buenos Aires, Sudamericana, 2004, referido a la noción de nación de contenido étnico como fundamento, o justificación, de la organización política estatal, el cual se desarrolla más adelante en el presente texto. (**) Abogada – Doctoranda en Filosofía del Derecho: Facultad de Derecho, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza. Becaria de postgrado CONICET (Argentina). (*) Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Luciana Álvarez - 130 - moderno, una homogeneidad de normas de derecho traducida en el principio de igualdad jurídica. Esta noción de nación -étnicamente definida- como fundamento del Estado, aparece recién después del primer cuarto del siglo XIX. Sin perjuicio de ello, la comunidad política: Estado, no ha estado siempre legitimada sobre estas bases1. Hacia mediados siglo XVIII, el pensamiento ilustrado y gran parte de la filosofía política2 es conteste en sostener que los hombres son todos universales, correspondía iguales ante (razón, con la la ley dignidad). necesidad porque Este de poseen principio de desterrar la características igualdad se organización estamentaria de la sociedad, basada en los privilegiados de la monarquía. Pero, lo que interesa es preguntarse por qué la pregonada universalidad se reflejó, a nivel jurídico, en un sistema de normas unificado, sistemático, uniforme basado en al constitución y los códigos, que acotó dicha universalidad e igualdad al espacio territorial de cada Estado. Quedando el principio jurídico-político: “todos los hombres son iguales en derechos”, propio de la ilustración, sostenible sólo dentro de los límites de un Estado-nación determinado. Es decir que, para la época de constitución de los Estados nacionales, no aparecía como deseable otorgar relevancia jurídica afirmativa a las diferencias de ninguna categoría, las cuales por el contrario deben ser abolidas, bajo sospecha de estamentarismo, discriminación, privilegio y violación al principio de igualdad3. 1 Tal como se explicita más adelante, Chiaramonte, sostiene que, para los países iberoamericanos la legitimación del Estado independiente se dio, al momento de las revoluciones americanas, a través del iusnaturalismo y contractualismo. Habría sido la difusión del romanticismo hacia los años 1830 lo que fomentó la noción de nación étnicamente definida. 2 Así, Kant, I., Rousseau, J.J., Locke, J., Véase en este sentido Dussel, 2003 y “El principio democrático. Igualdad”, www.afyl.org/cursodussel/, consulta agosto 2.005, Pág. 7. 3 Esta concepción cambiará luego con el advenimiento del capitalismo mundializado, el desarrollo de los movimientos sociales y las filosofías de la Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La igualdad ante la ley y el principio de la nacionalidad, pp. 129-152. - 131 - Así, se observa que, por un lado las revoluciones modernas posibilitaron la existencia de la noción de igualdad jurídica, y por otro, se avanza en la consolidación de un poder centralizado, siendo las autoridades del Estado las únicas legitimadas para dar y aplicar la ley. Pero, más aun, este poder elabora normas y políticas uniformes y homogeneizantes basado en la existencia de la nación étnicamente concebida. En este contexto cabe preguntarse, qué es lo que hace posible la existencia de diferentes naciones, con diferentes cuerpos de leyes que garantizan igualdad, pero limitada a los súbditos de las mismas. Incluso, indagar hasta qué punto la idea de igualdad jurídica ha estado, o está, relacionada con la homogeneidad cultural, lingüística, histórica u otras. Se propone en este artículo, y de acuerdo a desarrollos historiográficos recientes, elucidar algunos posibles factores que habrían promovido el surgimiento de formaciones políticas -Estados nacionales- basadas en una única ley para un territorio determinado. En esta indagación nos interrogamos por el término nación y su recorrido histórico, los contextos históricos-económicos en que fue haciéndose necesario un Estado con poder centralizado; la manera en que inciden en dicho fenómeno las leyes de desarrollo del capitalismo; los procesos histórico-políticos en que se inserta el desarrollo del romanticismo y las relaciones entre la noción de la nacionalidad y el principio de igualdad ante la ley. EL TERMINO NACIÓN. SUS DIVERSOS SENTIDOS. Los considerar autores al contemporáneos, término nación en en general, alusión a acuerdan en determinadas características históricas, culturales, lingüísticas u otras, compartidas entre los miembros de una comunidad de personas. Así, incluso, diferencia. Es a la luz de esta realidad que nos interesa fuertemente indagar los condicionamientos históricos y filosóficos del principio de igualdad jurídica. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Luciana Álvarez - 132 - puede hablarse de naciones sin Estado, es decir comunidades de personas que comparten determinados rasgos pero que no están organizados en la estructura de un Estado que garantice su subsistencia como tal, pero que en general pretenden darse dicha organización estatal. De acuerdo con ello, los Estados son considerados y se consideran así mismos Estados nacionales, es decir, la organización política de una comunidad de personas que comparten determinadas características, circunstancia esta que legitima su existencia. Sin embargo, el término nación, en el sentido referido, es relativamente nuevo, ya que corresponde aproximadamente a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, variando según el espacio geográfico4. En ese Chiaramonte5, apartado, en siguiendo relación al los desarrollos periodo de recientes de revoluciones independentistas en América, interesa destacar que el término ha aludido a distintas realidades o conceptos de acuerdo con la época y lugar que se refiera. En relación a la mutación del concepto de nación, se observa en primer lugar que, existía un sentido étnico6 del término que, si bien se utilizaba durante los siglos XVII y XVIII, el mismo provenía de la antigüedad, utilizado no para denominar a la "nación-Estado" 4 ANDERSON, B., 1993, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión de los nacionalismos, México, FCE., 1993.; CHIARAMONTE, J.C., op. cit.; FERNANDEZ BRAVO, Álvaro, 2003, La invención de la nación. Lecturas de la identidad de Herder a Homi Bhabha, Buenos Aires, Manantial, 2003; -BAUMANN, Gerd, 2001, El enigma multicultural. Un replanteamiento de las identidades nacionales, étnicas y religiosas, Paidós, Barcelona, 2001; - SANTOS, Boaventura de S., La Globalización del Derecho. Los nuevos caminos de la regulación y la emancipación, Bogotá, Ed. Unibiblos, 1998: DUSSEL, E., Hacia una filosofía política crítica, España, Desclée de Brouwer, 2001. 5 Chiaramonte, J.C. op. cit. 6 Aquí se utiliza la palabra “étnico” en el sentido que lo hace Chiaramonte, para diferenciarlo del sentido “político”. Cf. Chiaramonte, Op. Cit. p. 57/58. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La igualdad ante la ley y el principio de la nacionalidad, pp. 129-152. - 133 - moderna, sino a las naciones como grupos humanos unidos por un origen y cultura comunes7. La diferencia sustancial radica en que para este sentido étnico, no se establece una relación necesaria entre un grupo humano culturalmente distinto y un Estado, relación que en cambio resultará esencial en el llamado “principio de las nacionalidades”, a partir del comienzo de su difusión, en América, en la primera mitad del siglo XIX, pero luego de las revoluciones de independencia, aproximadamente al promediar los años 1830. Luego en los siglos XVII y XVIII surge en Europa -y luego será difundido en América- un uso político que implicaba sinonimia entre "nación" y "estado", despojado de toda connotación étnica, pero utilizado a la par de este. Es decir, como conjunto de personas unidas por su sujeción a una misma ley y a un mismo gobierno, de cuño contractualista-iusnaturalista8. Para las ideas contractualistas el fundamento de la sociedad civil o política radicaba en el llamado contrato social. De modo hipotético los hombres libres e iguales, dotados de voluntad autónoma deciden asociarse y conformar una comunidad política, y es esta voluntad lo que legitima la existencia del poder político. Para el caso de América, refiere Chiaramonte, que esta voluntad individual recaía sobre las provincias o cabildos las cuales acordaban con otras provincias o cabildos en conformar un Estado, basándose además en la autonomía de las juntas. Es así que, para la época de la constitución de los Estados americanos independientes, los cuales han sido considerados pioneros en las constituciones de Estados modernos, el fundamento 7 “Es el sentido con que en América, por ejemplo, todavía en el siglo XIX se distinguía los grupos de esclavos africanos por “naciones”: la “nación” guinea, la “nación” congo, así como también se lo encuentra aplicado a las diversas “naciones” indígenas.” Chiaramonte, Op. Cit., p. 40. 8 Ídem, p. 11/33. En rigor, en España del siglo XVII, se utilizaba el término nación para aludir a un conjunto de personas del mismo origen étnico, ya en el siglo XVIII, ambos términos son sinónimos, pero nación se asimila a estado, y no al revés como ocurrirá con el surgimiento del principio de las nacionalidades. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Luciana Álvarez - 134 - de la legitimidad del poder político no era de origen étnico, sino la soberanía popular o el contrato social. Este argumento encuentra mayor abono si se considera que lo que se pretendía hacia fines de 1700, era destronar la legitimidad dinástica de sanción religiosa. Es decir que, durante este periodo posee mayor importancia la unidad política que las características étnicas de la población organizada bajo la misma, por ello el término nación refiere a una unidad política y se confunde con el término Estado. Luego, a principios del siglo XIX, la pertenencia étnica será el sustento sobre el que se constituirán las legitimidades políticas, legitimidad esta que permanece relativamente estable durante todo el siglo XIX y parte del siglo XX, y que hoy se encuentra en crisis9. La pertenencia étnica condensada en el principio de las nacionalidades refiere a aquella según la cual el Estado existe por que, previamente, existe una nación en sentido étnico que le da fundamento, por ello el Estado no sólo es deseable sino que, además, es natural y necesario a una determinada comunidad que comparte raíces étnicas, históricas y/o culturales, entre otras posibles. En general, este razonamiento constituía una ficción ideológica, casi ninguno de los llamados Estados nacionales constituyó en su origen una homogeneidad cultural -en sentido amplio-, sino que ya organizado el Estado con poder centralizado, se buscó consolidar su legitimidad sobre la base de la idea de que el mismo organiza una comunidad de identidad de base. En otros casos, como sostiene Benedict Anderson en su obra Comunidades Imaginadas10, y sobre todo para el caso de las colonias liberadas después de la segunda Guerra Mundial, los grupos humanos imaginaron una identidad nacional desde la cual pretender la 9 La crisis que referimos es la del estado-nación, -o estado monoétnico de dominación en la terminología acuñada por Dussel, 2001- cual es a su vez la crisis de la nación étnicamente definida como fundamento del Estado. 10 ANDERSON, Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión de los nacionalismos, México, FCE, 1993. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La igualdad ante la ley y el principio de la nacionalidad, pp. 129-152. - 135 - conformación de un Estado-nación independiente, pero adoptando los modelos ya conocidos de Estados nacionales republicanos y democráticos. Chiaramonte, por su parte sugiere, además, que "Podemos suponer también que, la ausencia, en las etapas iniciales del Estado moderno, de una justificación en términos étnicos, provenía de las modalidades del ejercicio de la soberanía (...) de articulación de distintas soberanías parciales con la del máximo nivel soberano. (...) Se trata de un mundo que implica la posibilidad de inserción de grupos étnicamente homogéneos, incluso con algún grado de organización política en el conjunto de la monarquía”11. Los nuevos Estados surgidos de las revoluciones independentistas iberoamericanas, fueron teorizados en términos contractualistas durante el predominio del iusnaturalismo y serán, luego legitimados en términos étnicos a partir de la difusión del romanticismo en los años 183012. Es decir que, existía un sentido étnico del término nación que provenía de la antigüedad y refería a un grupo humano con lazos de parentesco, raza y lengua, desprovisto de implicancias políticas13. Luego, en el siglo XVII, y utilizándose de manera paralela al anterior, aparece un sentido político que alude a la unidad política, a la idea de un orden bajo ciertas relaciones de mando-obediencia, que se utiliza como sinónimo del término Estado. Pero luego, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, surge un nuevo sentido del término nación, de contenido étnico pero de alta implicancia política, con el principio de las nacionalidades, según el cual la existencia de una determinada forma política, el Estado, 11 Chiaramonte, J.C., Op. Cit., p. 55/56. Ídem, p. 57. Téngase en cuenta que se requería un fundamento para legitimidad política, dado el declive de la legitimidad monárquica, pero fundamento tal que trascendiera la mera voluntad planteada por contractualismo. 13 Nótese que durante el uso de este término la comunidad política de referencia era aun el Estado nación, sino la aldea, comunidad local, ciudad o feudo. 12 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 la un el no Luciana Álvarez - 136 - encontrará su fundamento y justificación en la existencia de ciertos lazos de contenido étnico entre los súbditos de dicho Estado14. Este último es el que perdura hasta hoy, en general, al referirnos a los Estados nacionales como comunidades histórica o culturalmente homogéneas, con una historia narrada generación tras generación y es este mismo el que se encuentra en crisis o proceso de redefinición15. Lo que interesa al tener en cuenta estas afirmaciones, más allá de coincidir, o no, con ellas, es destacar el carácter histórico de la construcción del sentido actual del término nación, que no parecería corresponder a una realidad trascendente ni unívoca, y por otro lado, evitar caer en análisis anacrónicos mediante la consideración de término sin tener en cuenta el sentido de su época. Lo que implica no sólo el historicismo del término, sino de la propia noción de nación. El reconocimiento del carácter histórico y artificial de la nación ha sido lugar común en la historiografía contemporánea sobre el tema, como así también una revisión crítica de la antigua perspectiva que asociaba la emergencia de las naciones contemporáneas a la existencia de demandas independientes de conglomerados humanos étnicamente homogéneos -supuesto que había formado parte sustancial del principio de las nacionalidades. 14 HOBSBAWN, Eric, en "Etnicidad y nacionalismo en Europa hoy", en FERNANDEZ BRAVO, op. cit., p. 175 define el nacionalismo en estos términos: “es un programa político bastante reciente en términos históricos, que sostiene que los grupos definidos como naciones tienen el derecho a formar -y por eso podrían hacerloestados territoriales del tipo del que se volvió estándar desde la revolución francesa.” 15 Aquí no se ha abundado en las distintas características o elementos que los distintos autores tienen en cuenta para catalogar a un grupo de personas como nación, sino que se ha dado preeminencia a idea de la necesidad de la existencia de determinadas características comunes para hablar de nación y por lo tanto de Estado-nación. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La igualdad ante la ley y el principio de la nacionalidad, pp. 129-152. LA CONSTRUCCIÓN DEL - 137 - ESTADO COMO PODER CENTRALIZADO. Si se considera que, como se refirió en el acápite anterior, en general los Estados como formaciones políticas de orden político y legislación han precedido a la nación como conjunto humano con caracteres comunes de implicancia política, es dable atender a la formación de estas entidades de tendencia hacia el poder centralizado. Los Estados en el proceso de consolidación como poderes centralizados pretendieran uniformizar su población súbdita a fin de definir su legitimidad sobre otras bases, y en consonancia con las fases de desarrollo del capitalismo mundial. Entonces, cabe tener en cuenta el proceso de desbaratamiento del sistema feudal como sistema político, económico y social, el cual hacia finales del siglo XV se hallaba en una profunda crisis, relacionada, en gran medida, con el estancamiento de la productividad de la tierra. Ante esta crisis se hicieron evidentes las guerras internas de la nobleza debido a la disminución de sus estilos de vida y comenzaron de presenciarse revueltas campesinas en atención a la baja productividad de la tierras, lo que repercutía sobre sus posibilidades de subsistencia, esta situación hacía necesaria la restauración del orden16. Dicha restauración se llevó a cabo, entre otros, sobre la estructura del poder central del monarca, en un proceso de consolidación del poder central que culmina con las llamadas monarquías absolutas del siglo XVIII basadas en la legitimidad divina y dinástica. A fin de dar cuenta del marco general dentro del cual se conformó este nuevo orden, generado como forma 16 de Cf. WALLERSTEIN, I., El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el Siglo XVI, México, SXXI, 1979, p. 190. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Luciana Álvarez - 138 - reestructuración del sistema17, se considera aquí lo desarrollado por Wallerstein respecto del desarrollo general del capitalismo como sistema económico mundial. Este proceso de concentración del poder, en virtud del cual asumen un papel central en relación al poder político las monarquías, puede sostenerse que se habría dado de modo gradual, basado en cuatro elementos fundamentales: burocratización, monopolización de la fuerza, creación de legitimidad y homogeneización de la población súbdita18. Es decir que, puede hablarse de una preeminencia del Estado, un estatismo que termina consolidándose varios siglos después, sobre todo en relación a la pretensión de una comunidad de identidad nacional. La burocratización tuvo como mayor logro el que “…en adelante las decisiones de política económica no pudieran ser tomadas fácilmente sin pasar a través de la estructura del estado”19. Si consideramos que el poder del rey se encontraba en proceso de reestructuración, vemos que el aparato estatal era aun insuficiente para garantizar el ingreso de riquezas a la corona, como para mantener el orden requerido -lo que a su vez se logrará mediante el monopolio de la fuerza. Por un lado, entonces, el monarca debió armar un cuerpo de funcionarios y por el otro, uno de ejércitos, ambos se lograron mediante la “compra”, conformando un grupo de burócratas venales y de mercenarios. Mediante sendos grupos la corona obtuvo beneficios y promovió la acumulación de capital. La burocracia posibilitó la extracción de riqueza de los súbditos mediante la forma de impuestos debidos en metálico, con un aparato relativamente extenso pudo penetrar en una 17 En el sentido de que lo que ocurre es un re-acomodamiento de la antigua nobleza en otra forma de apropiación del excedente. 18 “Una vez más lo que importa son menos las masas que los cuadros en el sentido más amplio”, véase Ídem, p., 207. 19 Ídem, p. 192. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La igualdad ante la ley y el principio de la nacionalidad, pp. 129-152. - 139 - mayor parte de sus dominios, lo que permitió la acumulación de excedente para la corona20. Dicho excedente se utilizó sobre todo en la conformación de los ejércitos -antes aludidos-, los cuales se utilizaron para controlar a vagabundos y lumpen, aparecidos en el proceso de reestructuración del sistema servil al mercado de trabajo libre. Así de la masa de vagabundos, unos fueron convertidos por el Estado en mercenarios, los cuales se utilizaron en gran parte para controlar y suprimir a los otros. Igualmente, los ejércitos fueron reclutados a través de empresarios militares en busca de ganancias, tanto estos como el propio Estado obtenían crédito a tales fines de banqueros, con lo que el ejército constituía una empresa que estimulaba el crédito y la circulación. Además, los ejércitos generaron un comercio en torno de su aprovisionamiento. Si bien esta referencia es, en mucho, superficial y escueta, interesa a los fines de contextualizar cómo la consolidación del Estado -como poder centralizado- facilitaba, en algunos aspectos, el desarrollo del capitalismo y el posicionamiento de los grupos favorecidos con él. Además, existían Estados más fuertes que otros lo que también estuvo determinado -al igual que en la actualidad- por el lugar que ocupaba dicho Estado en el sistema mundial, ya que, como hemos visto, en la estructuración del aparato centralizado del Estado juega un papel determinante el acceso al capital y al crédito21. La construcción de este poder centralizado en la figura del rey propiamente, se vio ampliamente reforzado por la constitución del aparato burocrático y los ejércitos. La monarquía absoluta de la época se refería no a un poder ilimitado, sino a la capacidad de tomar decisiones, hacerlas cumplir por medio de sus funcionarios y 20 En realidad pudo penetrar más que antes, pero la absolutez del poder real no fue tal como lo sostienen los últimos trabajos historiográficos en el tema. 21 WALLERSTEIN, I., Op.Cit., p. 193/202. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Luciana Álvarez - 140 - prescindir de control posterior, cuestión esta que no se daba claramente durante el orden feudal. Wallerstein, se refiere a esta capacidad como creación de legitimidad, que concierne fundamentalmente a los cuadros y no a las masas -sobre todo dada la escasa todavía posibilidades de intervención y control del aparato estatal central-, que deben poseer un convencimiento y la posibilidad de extenderlo, de que el régimen se formó y se sustenta sobre unos valores consensuales, que variarán para cada época, y que en Europa en el siglo XV consistía en el origen divino de la autoridad de los monarcas22. Será frente a la consolidación de este poder y su legitimidad que a través de las teorías contractualistas irá surgiendo un concepto de nación en sentido político que, como veremos más adelante, se expandió luego con la Revolución Francesa23. Hasta aquí se ha pretendido reparar en la manera y contextos económico-políticos en que se desarrolló el surgimiento del Estado como poder organizado e institucionalizado de manera centralizada. Ahora bien, es necesario reparar, además, en las razones que hicieron, y hacen aun hoy, necesaria la organización de diversos Estados, sin perjuicio que las legitimidades que los sostienen han variado y seguirán variando24. Se ha observado, en lo desarrollado precedentemente, una profunda relación entre la conformación de Estados y la organización 22 Ídem, 203. Nuevamente, se observa aquí la relevancia de las teorías contractualistas que hacia los siglos XVII y XVIII posibilitaron fundar la legitimidad poder político -ya con notas de unidad y centralización- prescindiendo de bases dinásticas y religiosas. 24 “En efecto, la diferencia fundamental entre el sistema capitalista y todos los anteriores es el imperio de la ley del valor (…) el predominio de la ley del valor capitalista por supuesto no implica la desaparición -pero sí el sometimiento a ellade elementos precapitalistas: por el contrario, dichos elementos pueden ser perfectamente funcionales, y hasta indispensables, en la zonas periféricas, para la acumulación en el centro según la ley del valor capitalista. (…) Claro está que todo esto requirió un largo periodo de transición (…) que -desde el punto de vista superestructural- incluyó la consolidación y caída de las monarquías absolutas así como la construcción de los Estados nacionales jurídica y políticamente definidos…” en GRÜNER, E., El fin de las pequeñas historias. De los estudios culturales al retorno (imposible) de lo trágico, Buenos Aires, Paidos, 2002. 23 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La igualdad ante la ley y el principio de la nacionalidad, pp. 129-152. - 141 - de las economías estatales en un sistema de intercambio comercial internacional. En las diferentes etapas de desarrollo del capitalismo se observan ciertas relaciones de intercambio desigual entre las economías de los Estados particulares que poseen características tales como, niveles de salarios medios nacionales, capital disponible, nivel de industrialización- desiguales, lo que a su vez posibilita la existencia de países centrales, o desarrollados, y países periféricos o subdesarrollados. Es decir, el mismo proceso de desarrollo del capitalismo, tanto en su etapa de acumulación primitiva basada en los tributos y la extracción de riquezas a las colonias25, como en las subsiguientes etapas de intercambio comercial de baja industrialización desigual, de intercambio entre países industrializados y productores de materias primas, como la actual economía mundial de transnacionales con sedes fabriles en países periféricos, ha requerido de organización sobre la base de poderes locales estatales con poder centralizado, y elites gobernantes adaptadas. Estos Estados han ido surgiendo de manera no simultánea y con distintos procesos económico-políticos, pero sí es destacable que obedecen a la organización de un sistema de relaciones económicas de alcance internacional, pero de base local-estatal26. 25 Téngase en cuenta que en lo que respecta a algunas colonias de Asia, la colonización formal recién se conforma en el siglo XIX y culmina en el siglo XX. Cf. ANDERSON, B., Op. Cit., 161/199. 26 En este sentido debe tenerse presente que: “Muchos de los economistas, historiadores y sociólogos que han tratado la cuestión de la dependencia incurren en la misma falta: en vez de considerar la relación social internacional y la transferencia de plusvalor entre capitales globales nacionales de diferentes composiciones orgánicas, en el marco de la competencia en el orden mundial, lo hacen a través de las formas particulares o meramente por medio de aspectos fenoménicos secundarios (…) que podría periodizarse la historia de la dependencia (que no es la historia latinoamericana en su conjunto, ni las historias de cada nación por separado), (…) primer momento, que pudiéramos denominar del mercantilismo monetarista y lentamente manufacturero (en los siglos XVI y XVII) por parte del centro, en el que América Latina vive la prehistoria de la dependencia como época de la conquista, extracción de metales preciosos…” DUSSEL, E. (1988), p. 312 y 358. En la misma obra, p. 338 se cita a AMIN, S, “Esta cuestión previa del Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Luciana Álvarez - 142 - Para el desarrollo del capitalismo como sistema mundial de acumulación de riqueza, no es deseable que todos los Estados sean económicamente equiparables entre sí, porque de ese modo no es posible la economías apropiación estatales, del excedente, luego llamadas sino que nacionales, deben existir con niveles desparejos de desarrollo, que permitan la obtención de ganancia mediante el intercambio comercial o la posibilidad de producir a un menor costo. Incluso más, como veremos más adelante, debe tratarse de economías locales pero no comunales en virtud de garantizar determinada escala de mercado interno que garantice a su vez una determinada escala de intercambios internacionales. LA CONSTRUCCIÓN DE LOS ESTADOS “NACIONALES”. Se ha referido que, respecto de las acepciones del término “nación”, hacia finales del siglo XVII aparece un sentido del término nación despojado de contenido étnico y asimilable al término de Estado como unidad de gobierno, obedeciendo la realidad histórica de este Estado como unidad de poder centralizado, a un contexto económico mundial de conformación y desarrollo del sistema capitalista. Si bien este sentido político27 habría surgido con anterioridad a la Revolución Francesa28 ya se encontraba en los corpus de ideas de la época29. Fueron, sobre todo las teorías políticas contractualistas las desarrollo interno procede evidentemente de la existencia del hecho nacional, que la teoría economicista finge ignorar. El sistema capitalista, si bien ha unificado al mundo, lo ha unificado sobre la base de naciones desigualmente desarrolladas” (La acumulación a escala mundial. Crítica de la teoría del subdesarrollo, México, Siglo XXI, 1974, p. 86). 27 Recordemos, para distinguirlo del sentido étnico. 28 “Sería a finales del siglo XVII y XVIII que el nacionalismo encontraría sus primeros abogados entre la burguesía” WALLERSTEIN, Op. Cit., p. 206. 29 Con anterioridad a la Revolución Francesa, en Gran Bretaña, Francia y España, el sentido político del término es ampliamente difundido, no ocurre lo mismo en Alemania, donde el sentido no étnico era raro y predominaba el uso antiguo de carácter étnico. Por otro lado, el concepto de nación como comprensivo de los individuos de un estado, se halla antes de 1789, en los escritos promotores de lo que habría de ser la constitución de Filadelfia -cuando intentaban explicar la naturaleza del tipo de gobierno que proponían, declaraban que un rasgo sustancial Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La igualdad ante la ley y el principio de la nacionalidad, pp. 129-152. - 143 - que desarrollaron la idea de sociedad civil fundada de la voluntad común de sus miembros que se dan un determinado gobierno y leyes y donde, a los fines de la creación del mismo, deben garantizarse ciertos derechos de libertad e igualdad jurídicas. De todos modos, con la Revolución Francesa se producen dos hechos importantes: la gran difusión del término nación de contenido político y la implicancia del cuerpo político con el añadido de lo que ha sido llamado una nota de alcances constitucionales, que convierte a la nación en sujeto de imputación de soberanía30. Este concepto político de nación se desarrollará en un nuevo escenario, en el paso hacia el nuevo régimen caracterizado por el debilitamiento de la legitimidad dinástica-divina -sobre todo de sus privilegios- y el auge del capitalismo industrial31. En el apartado anterior, se hizo referencia al surgimiento del Estado hasta el siglo XVIII con la consolidación de los regímenes dinásticos donde la idea de nación de contenido étnico no era aun preponderante, en este acápite se hace referencia, fuertemente al siglo XIX, que es el siglo de la legitimidad fundada en el principio de las nacionalidades. Interesará, entonces, el uso del sentido político del término nación -a fines del siglo XVIII- con la Revolución Francesa y su del carácter nacional, consistía en la jurisdicción directa del gobierno sobre cada uno de los individuos que integran el conjunto de los estados Cf. CHIARAMONTE, J.C., Op. Cit., p. 35/37. 30 Cf. Idem., p. 43 31 Una nota característica del capitalismo industrial es la necesidad de ubicar mercados con necesidad homogéneas para colocar la producción en masa y estandarizada. Téngase presente que cuando se habla de “capitalismo” se refiere al sistema mundial en el sentido que lo concibe Wallerstein, prescindiendo de los desarrollos capitalistas de estados aislados, dado que en verdad los procesos de cada estados se explican sólo en función del lugar que cada estado ocupa en el orden mundial. En los siglos del XV al XVIII las colonias americanas ocuparon el lugar de proveedoras de metálico para la acumulación de capital en la etapa mercantilista, y proveedoras de materias primas en la etapa de capitalismo industrial de baja escala. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Luciana Álvarez - 144 - reformulación en sentido étnico pero de implicancia política con el principio de las nacionalidades32. Al respecto de la conformación de la idea y de la experiencia subjetivada de la nación, se destacan algunas claves desarrolladas por Benedict Anderson en su obra antes señalada. Los aportes de Anderson son de relevancia en cuanto que, permiten comprender cómo y en qué circunstancias se construye en Europa la noción de nación como comunidad ligada por la lengua, la historia, la raza y cómo se relaciona esta con el romanticismo. Incluso, tales aportes importan si como se ha observado, luego estas nociones se difundieron en América al promediar los años 1830. Este autor, basado fuertemente en el desarrollo histórico de Europa, sostiene que, las naciones se construyeron a partir de las religiones y los reinos dinásticos para sustituirlos, juntamente con los cambios en la aprehensión del tiempo hacia una concepción homogénea y vacía del mismo, posibilitados por la novela y periódico que proveyeron en gran medida los medios técnicos para la representación de la clase de comunidad que es la nación33. Aparece, nuevamente, una vinculación medular con el desarrollo del capitalismo, los primeros nacionalismos que surgen en Europa se encontrarían ligados al capitalismo impreso. La empresa capitalista inicial fue la actividad editorial, la cual en busca de la ampliación de su mercado, paso del mercado de los lectores del latín -es decir europeos bilingües-, al mercado más amplio de lectores monolingües de lenguas vernáculas. Con anterioridad, los libros no se producían en masa, y la lengua utilizada era el latín debido a su consideración de lengua sacra34 y, por ende, erudita. 32 Véase, “Acerca de Comunidades Imaginadas de Benedcit Anderson” en CHIARAMONTE, J.C., Op. Cit.161/165. 33 ANDERSON, B., Op. Cit., 61. 34 ANDERSON, B., Op. Cit., 31/34. Las grandes comunidades religiosas incorporaron concepciones de comunidades inmensas en territorio que se concebían a sí mismas como cósmicamente centrales por medio de una lengua sagrada ligada Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La igualdad ante la ley y el principio de la nacionalidad, pp. 129-152. - 145 - En gran parte, habría sido la necesidad de parte del capitalismo impreso de potenciar un mercado de lectores consumidores de libros y periódicos, lo que habría facilitado el surgimiento de comunidades en realidad bastante pequeñas si se considera la reducida proporción de alfabetizados en aquella época- que podían imaginarse entre sí como un todo unitario en función de leer textos impresos en las mismas lenguas que, a veces, coincidían con las que hablaban cotidianamente35. Lo que habría hecho posible el surgimiento de la nación, en sentido étnico, es la interacción entre la tecnología de la imprenta, el capitalismo como sistema de relaciones sociales y de producción y la fatalidad de la diversidad lingüística36. Esto último es esencial si se considera que no existe posibilidad alguna de unificación lingüística general para la humanidad toda. Siendo importante este factor en relación con el cuestionamiento del acotamiento del principio de igualdad a comunidades políticas estatales, planteado en la introducción de este trabajo. Desde el otro extremo, debe tenerse en cuenta que, las diversas lenguas existentes en Europa eran muchísimas más que aquellas que “impresas”, relativamente llegaron el a capitalismo rentables y constituirse tuvo de que en lenguas asegurarse considerables vernáculas mercados dimensiones que permitieran producción estandarizada y en masa, si hubiera atendido a un orden ultraterrenal. Pero las lenguas sagradas sólo eran utilizadas por estratos estratégicos de una jerarquía cosmológica cuya cúspide era divina. 35 El impulso de las lenguas vernáculas por el capitalismo impreso se vio reforzado por tres factores, que a su vez contribuyeron al debilitamiento del latín como lengua sagrada: 1- El cambio en el carácter del latín mismo que se fue volviendo cada vez más una lengua alejada de la vida cotidiana y eclesial; 2- La repercusión de la Reforma Protestante que, a diferencia de la Iglesia Católica, no propagaba el latín como lengua sagrada; 3 - La difusión de las lenguas vernáculas como instrumentos de la centralización administrativa -lenguas estatales, no nacionales todavía, como lenguas competidoras del latín-. ANDERSON, B., Op. Cit., p. 65/68. 36 Cf. ANDERSON, B., Op. Cit., p. 73. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Luciana Álvarez - 146 - en cambio, a la real diversidad lingüística habría conservado proporciones minúsculas37. En Europa, como se ha señalado, los reinos dinásticos eran básicamente multilingües, la uniformidad de la lengua se vio impulsada por el avance de la alfabetización, el comercio, la industria, las comunicaciones, y las burocracias estatales. Los grupos propulsores de la consolidación de los Estados nacionales eran grupos reducidos de burgueses de habla vernácula que pretendieron expandir el conocimiento de las lenguas a las clases populares a fin de persuadirlos de la necesidad de su integración a un modelo necesario de sociedad surgido en la Revolución Francesa. Este modelo se fundaba en la propiedad privada, la libertad y la igualdad jurídicas38. Este concepto de igualdad de cuño rousseauniano, aludía a su vez, a un cierto tipo de poder soberano, la indivisible soberanía derivada de la voluntad general. Pero esta igualdad formal pregonada en términos políticos, encubría a su vez el mantenimiento de relaciones de poder no igualitario, fuera del ámbito público estatal39. Estas lenguas “impresas” habrían echado las bases de la conciencia nacional creando campos unificados de intercambio y comunicaciones por debajo del latín y por encima de lenguas vernáculas habladas, dando fijeza a la lengua con la consiguiente percepción de inmutabilidad y antigüedad y creando lenguajes de poder de una clase diferente a la de la administración monárquica. 37 Cf. ANDERSON, B., Op. Cit., p. 71. “…cada universalidad hegemónica tiene que incorporar por lo menos dos contenidos particulares: el contenido popular auténtico y la distorsión creada por las relaciones de dominación y explotación” ZIZEK, S., Op. Cit., p. 140. 39 HESPANHA, A. M., “La revolución y los mecanismos del poder (1820-1851)” en Derecho privado y revolución burguesa. II Seminario de Historia del Derecho Privado, Gerona, 25-27 de mayo, 1.988, Petit, Carlos -coord., Marcial Pons, Madrid, 1990, p. 26. 38 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La igualdad ante la ley y el principio de la nacionalidad, pp. 129-152. - 147 - Será justamente esto último lo que llevará a que los grupos en el poder busquen legitimar el fundamento del Estado y de la misma administración en el principio de las nacionalidades40. Es decir, por un lado la legitimidad dinástica se hallaba en franca decadencia, por el otro, una serie de factores, con la preponderancia del desarrollo del capitalismo impreso, habían contribuido al surgimiento de una idea de comunidad y solidaridad entre un grupo de la burguesía, la cual tuvo la capacidad de integrar en esa misma “comunidad imaginada” a las clases populares, promoviendo tal integración a fuerza de libertades e igualdades jurídicas impensadas en el antiguo régimen. Todo esto atentaba contra la estabilidad política de la monarquía, aún en el poder, lo que le da clave del paso rotundo de los Estados hacia la homogeneización de sus súbditos sobre la base de las condiciones culturales del grupo dominante. Siendo, en un primer momento, las monarquías las promotoras de la identidad nacional, a fin de restaurar su legitimidad sobre bases distintas a las del contractualismo invocado por los liberales burgueses. Hasta aquí se ha referido lo que podría considerarse esta concepción de nación como conjunto humano unificado por factores comunes de sustrato cultural, con predominio de la lengua, pero también el territorio, la historia, entre otros. Con posterioridad se observa cómo dichas circunstancias no naturales ni necesarias, sino meramente accidentales, contingentes e históricas, se constituyeron en el fundamento de la legitimidad de los Estados promediando el siglo XIX. A mediados del siglo XIX se observaba una tendencia entre las monarquías a virar hacia una identificación nacional pretendiendo dar 40 Recuérdese que, en términos generales, en la época de la administración monárquica quienes detentan el poder económico-político son la nobleza y el clero, y luego en el periodo de sustitución de la legitimidad dinástico-religiosa, los grupos dominantes son las pequeñas y medianas burguesías que pugnan por su posicionamiento político. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Luciana Álvarez - 148 - un nuevo traje a la legitimidad dinástica que a esta altura independencia de las colonias Americanas de corte republicano, Ilustración, Revolución Francesa, racionalismo, secularismo, revolución industrial- no podía descansar ya sobre la sacralidad putativa y la tradición41. Las coronas capitalizaron el espíritu de esa suerte de nacionalismo popular con el fin de retener el poder. Anderson reseña en este punto que: "La clave para la ubicación del "nacionalismo oficial" (...) consiste en recordar que se desarrolló después de los movimientos nacionales populares que proliferaron en Europa desde el decenio de 1820, y como una reacción a tales movimientos"42. Este nacionalismo oficial constituía una medida consciente y premeditada, impuesta por un grupo dominante amenazado con su marginación del poder. Siendo que, si las monarquías no pretendían re-fundar su legitimidad política, verían su final prontamente. Entonces, fueron las monarquías restauradas las encargadas de bregar por una comunidad imaginada, pero sobre las bases de la tradición, las condiciones naturales, la historia y la solidaridad comunitaria pre-revolucionaria. En este contexto el romanticismo implicó la revaloración de los ideales aristocráticos y antiliberales, considerando a la nación como organismo que posee un alma que la anima, siendo los individuos los que pertenecen a ella, no a la inversa como pregonaban las teorías contractualistas, constituyendo una de las fuerzas que actuaron a favor del tradicionalismo absolutista43. La noción política de nación consolidada en la Revolución Francesa, ha mutado hacia su sentido étnico pero de implicancia política: el principio de las nacionalidades, el cual de ser el modelo liberal de integración social racional, pasó como fundamento legitimador del poder dinástico, a ser el modelo de comunidad basada 41 ANDERSON, B., Op. Cit., 126. ANDERSON, B., Op. Cit., 127. 43 Véase GUTIERREZ CONTRERAS, F., Nación, nacionalidad, nacionalismo, Salvat, Barcelona, 1.980. 42 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La igualdad ante la ley y el principio de la nacionalidad, pp. 129-152. - 149 - en la tradición, la antigüedad, la historia, mediados los contenidos de estas últimas por finalidades claramente ideológicas. En el principio de las nacionalidades, la igualdad se fundía en la idea de unidad nacional, armónica, no conflictiva y donde las diferencias de clase son subvertidas en la identidad nacional44. De este modo, si bien basada en la fuerza de la tradición y la historia, este sentido de nación seguía constituyendo una abstracción. Para el surgimiento, hacia el siglo XIX, de las nacionalidades como principios de legitimidad de comunidades políticas organizadas bajo un poder central y con características, presumidamente, homogéneas, contribuyeron de distinta manera -y muchas veces no simultáneamente- a la consolidación de las monarquías absolutas como poder centralizado, la pérdida de la legitimidad dinástica de origen divino, las ideas contractualistas, los valores liberales, el desarrollo del capitalismo tanto en su fase de acumulación como de industrialización. La homogeneización cultural de los súbditos de los Estados se habría dado durante el siglo XIX, atendiendo a los factores que se han desarrollado, a su vez el concepto de nación como entidad unificada e igualdad pudo operar como justificador y movilizador de las voluntades en tal sentido. CONCLUSIONES. En atención a los fines que motivaron la presente indagación, se ha visto cómo el contenido del término nación no resulta unívoco, sino con una larga historia, siendo permeable a diversas concepciones y finalidades de acuerdo con los procesos políticos en que se utilizó. La centralización del poder político en los Estados monárquicos posteriores al feudalismo, habría estado atravesado por el desarrollo del capitalismo, en el marco de un sistema mundial de economías nacionales de intercambio desigual. 44 Recuérdese el concepto rousseauniano de voluntad general. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Luciana Álvarez - 150 - El principio de igualdad -junto al de libertad e indivisibilidad de la soberanía- nace como un presupuesto de la comunidad política teorizada por los contractualistas, consagrado y expandido con la Revolución Francesa. Se pudo observar, también, cómo el re-surgimiento en Europa de la noción de nación de contenido étnico -luego principio de las nacionalidades- fue, en cierto sentido mérito del capitalismo impreso y de pequeñas burguesías que se “imaginaron” como grupos homogéneos, las cuales ampliaron el alcance de dichas comunidades con el afán de movilizar el apoyo de los sectores populares. Luego, con el movimiento restaurador en Europa, se capitaliza la idea nación de contenido étnico: el principio de las nacionalidades, en orden a re-fundar la legitimidad del poder dinástico. El concepto de nación en sentido étnico promovido por corrientes conservadoras, reaccionarias y el romanticismo, implican la idea de nación como entidad indivisible, homogénea, armónica, una idea capaz de absorber las ideas igualitaristas emanadas de la Ilustración, ahora subsumidas en la identidad nacional tradicionalista. La igualdad jurídica como una única ley, de idéntico contenido para todos los súbditos de la comunidad política, atendió en primer lugar a la necesidad de destronar la legitimidad dinástico-religiosa. Pero luego, la marginación de las identidades particulares dentro de los Estados nacionales, por contrarias a la identidad nacional, parecería tener más relación con las ideas restauradores que con los principios de la teoría contractualista. BIBLIOGRAFÍA. ÁLVAREZ DORRONSORO, Ignasi, 1998, La gestión de la diversidad: construcción y neutralización de las diferencias, Cuadernos Electrónicos de Filosofía del Derecho, Nº 0, Universidad de Valencia. ANDERSON, Benedict, 1993, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión de los nacionalismos, México, FCE. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La igualdad ante la ley y el principio de la nacionalidad, pp. 129-152. - 151 - BAUMANN, Gerd, 2001, El enigma multicultural. 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El trabajo pretende mostrar cómo este vació normativo constituye un claro síntoma del “edadismo”. Nuevo fenómeno discriminatorio que se desarrolla en relación a las personas de edad, por el sólo hecho de ser viejas. (*) Palabras clave Discriminación – derechovulnerabilidad jurídica ancianidad – Sumario Introducción. I- Discriminación y Derecho: un encuentro ambivalente. II- Ancianidad: causal jurídica de discriminación. Conclusiones. Mientras, a consecuencia de las leyes y de las costumbres, exista una condenación social, creando artificialmente, en plena civilización, infiernos, y complicando con una humana fatalidad el destino, que es divino; mientras no se resuelvan los tres problemas del siglo: la degradación del hombre por el proletariado, la decadencia de la mujer por el hambre, la atrofia del niño por las tinieblas; en tanto que en ciertas regiones sea posible la asfixia social; en otros términos y bajo un punto de vista más dilatado todavía, mientras haya sobre la tierra ignorancia y miseria, los “libros -en este caso, un pequeño textos- de la naturaleza del presente, podrán no ser inútiles....1 INTRODUCCIÓN 1- A partir de 1988 se encuentra vigente en el Derecho Argentino una ley nacional, destinada a sancionar la ejecución de Actos Discriminatorios. Se trata de la Ley 23.592, modificada por la 24.782. Es muy breve en su articulación, apenas cuenta con 4 o 5 apartados y su contenido principal puede verse sintetizado en el 1º. Allí se señala que: Art. 1: Quien arbitrariamente impida, obstruya, restrinja o de algún modo menoscabe el pleno ejercicio sobre bases igualitarias de los derechos y garantías fundamentales reconocidos en la Constitución Nacional, será obligado, a pedido del Investigadora del Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario (CIUNR). Directora del Centro de Investigaciones en Derecho de la Ancianidad de la Facultad de Derecho de la UNR. Profesora de Filosofía del Derecho y de Derecho de la Ancianidad, de la Facultad de Derecho de la UNR y UNICEN. Doctora en Derecho por la Universidad Carlos III de Madrid. 1 V. HUGO, Víctor; Los miserables, trad. H.G. Simon, pról. M. Vargas Llosa, Bs. As., Suma de Letras Argentina, 2005, pág. 19. (*) Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mª Isolina Davobe - 154 - damnificado, a dejar sin efecto el acto discriminatorio o cesar en su realización y a reparar el daño moral y material ocasionados. A los efectos del presente artículo se considerarán particularmente los actos u omisiones discriminatorios determinados por motivos tales como raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión política o gremial, sexo, posición económica, condición social o caracteres físicos. 2- Ahora bien, una lectura rápida de este texto podría llevarnos a creer que estamos ante una serie de preceptos normativos claros y plausibles desde el punto de vista valorativo. Sentimientos de empatía parecen despertar de su contenido y una fuerte creencia en su razonabilidad nos impulsa a mostrar una masiva adhesión a esta fuente del Derecho. Sin embargo, una mirada más atenta de esta ley nos advierte lo contrario: que nos hallamos de nuevo frente a postulados que presentan una textura lingüística franca y tentadoramente “abierta” para el debate interpretativo2. 3- Así, del afán comprensivo de este texto, aparecen preguntas tales como: qué significa el término “discriminación”. Qué entenderemos por “arbitrariedad”. ¿Cuándo se ejercen los derechos “de manera plena y sobre bases igualitarias” y cuándo no? ¿qué es, pues, la “igualdad” y la plenitud, para el Derecho? ¿A quiénes está dirigido el texto legal: a las personas físicas, únicamente, a las jurídicas, al Estado tal vez; a todos juntos? ¿Cuál es el alcance de la reparación? ¿Cómo se define el daño moral? ¿Y el material...? 4- Pero, si además de todo ello, observamos aún otras dos cuestiones Primero, que el legislador en esta ley no tuvo en cuenta a la “edad” como causal de discriminación. Olvido llamativo, si recordamos que situaciones de este tipo son padecidas con frecuencia por las personas en el mercado de trabajo, por el sólo hecho de haber cumplido 45 o más años, o bien, por ser ancianos3. En tanto que, en segundo lugar, advertimos que la Convención Constituyente del 94 – es decir, tiempo después- incorporó a la “ancianidad” como móvil legitimador del desarrollo de medidas de acción afirmativa o de ”discriminación” –esta vez llamada- inversa, en su art. 75 inc. 23. Nos daríamos cuenta entonces con entusiasmo, que urge realizar un estudio sistemático en la materia, que nos permita comprender su complejidad, dado que el mismo sistema parece mantener un tratamiento inconsistente en esta materia. 5- A los fines de este trabajo, nada más que dos serán los interrogantes sobre los cuales les propongo que pensemos: ¿qué significados son atribuibles a la palabra discriminación, en el ámbito del Derecho Argentino? Y ¿por qué la ancianidad podría ser 2 V. HART, H.A.L.; The Concept of Law, Oxford, Clarendon Press, 1961 (trad. castellana de Genaro Carrió, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1963). 3 A los fines jurídicos, consideramos anciana, a la persona que ya ha entrado en la edad jubilatoria. Al respecto puede verse: DABOVE, M.I.; Los derechos de los ancianos, Bs.As. – Madrid, Ciudad Argentina, 2002, Primera Parte, Cap. II, págs. 79 y ss. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Discriminación y ancianidad. Reflexiones filosóficas en torno al sistema…, pp. 153-164. - 155 - considerada una “causal de discriminación” en todas las áreas del mundo jurídico? IDISCRIMINACIÓN AMBIVALENTE Y DERECHO: UN ENCUENTRO 6- En la tradición lingüística filosófica occidental, el término discriminación no parece haber tenido un lugar de preferencia. Una cuestión que resulta sorprendente al respecto es, precisamente, la constatación de la inexistencia de este concepto en este marco. Ello sucede por ejemplo, en el clásico Diccionario de Filosofía del profesor José FERRATER MORA, al no incluirla en su vastísimo repertorio. Sin embargo, el autor sí hace alusión a palabras semejantes, tales como distinción, diferencia o división4. De manera que sólo por su intermedio podrían detectarse referencias indirectas a la discriminación, que bien pueden aplicársele por analogía. Veamos. 7- En referencia a “distinción” FERRATER MORA señala, que este término se contrapone al concepto de unidad o identidad; más también al de confusión. Distinguir significa detectar lo plural, lo no idéntico, lo diverso, tanto como observar con claridad cada elemento y las relaciones que mantienen entre sí. Con las nociones de “diferencia” y “división” sucede algo parecido. Se oponen a la de unidad, pero a la vez, no pueden entenderse sin ella. Al tiempo que ambas, además, denotan “especificidad”. Mucho ha sido lo escrito sobre el tema por Platón, Aristóteles y la Escolástica. No entraremos en detalle5. Sin embargo, aún cabe subrayar que el Diccionario de nuestra Lengua Castellana indica en sentido coincidente que discriminar es: separar, distinguir, diferenciar. 8- Así pues de esta interpretación gramatical inicial, es posible ya inferir una primera afirmación. Aquella que sostiene que la discriminación constituye una operación lógica. Esto es: una acción intelectual –una función racional o un proceso de razonamiento- destinado a separar, distinguir o diferenciar, los elementos constitutivos de cualquier ente, del cual pueda predicarse su unidad e identidad. De modo que, a su vez, de esta aseveración se infieren incluso otras dos: si la discriminación es una operación lógica, sus resultados son: o bien enunciativos; o bien, valorativos. Si son enunciativas, la discriminación no llevará implícita connotación axiológica alguna, tal como ocurre en el campo de las ciencias formales (la matemática, física, geometría, etc.-). Pero, si los efectos son valorativamente relevantes, entonces la discriminación se torna una actividad ambivalente. Será o bien disvaliosa (discriminación negativa); o bien, valiosa (discriminación positiva –o inversa). Es esta última posibilidad 4 V. FERRATER MORA, J.; Diccionario de Filosofía, dir. Josep Maria Terricabras, Barcelona, Ariel, Tomo I, págs. 922 y ss. 5 V. FERRATER MORA, J.; op. cit., págs. 923 y ss. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mª Isolina Davobe - 156 - interpretativa de la discriminación la que nos interesa analizar ahora, puesto que es ella la que ingresa sin más, a la esfera del Derecho. 9- La Historia del Derecho y de su Filosofía, por su parte, nos muestra que el término “discriminación” ingresa de hecho a la palestra jurídica hacia la mitad del siglo XX. Entre las décadas del 40 y del 50, numerosos movimientos políticos se originarán en Occidente, tendientes a luchar contra los estragos de la desigualdad social. Ya se trate de casos motivados por razones de raza, género o enfermedad; tanto como en virtud de preferencias sexuales, políticas e ideológicas, o por la edad (niñez y ancianidad). Particular importancia cobraron estos hechos sobre todo en dos países: en la Alemania nazi –responsable del exterminio masivo de judíos- y, en la “blanca” Norteamérica –racista ontológica, hasta Martin Luther King y la bomba Atómica. 10- Por ello, y en concordancia con estos movimientos, el mundo de postguerra fue capaz de dar lugar a un fenómeno jurídico importante para nuestro tema: el proceso de especificación de los derechos humanos. Cadena de sucesos que, como sabemos, se desarrolló en el marco de la consolidación del Derecho Internacional sustentado por la ONU. Al respecto dice el profesor Norberto BOBBIO, que este proceso normativo permitió introducir una rica variedad de catálogos jurídicos que se distinguían entre sí, en función de sus “sujetos titulares”. Así, desde los años ’50, fue plasmándose una legislación peculiar, alusiva a grupos humanos discriminados, afectados en su identidad (o especificidad compartida o uniforme). Fruto de este proceso son los textos referidos a los derechos de los prisioneros de guerra, de las mujeres, los enfermos, discapacitados, niños, minorías sexuales, étnicas o religiosas, y a los ancianos, entre otros6. 11- En la actualidad, el problema de la discriminación aparece vinculado a un nuevo fenómeno: el del rescate de la diversidad, la pluralidad y el multiculturalismo7. Razón por la cual, cabe suponer que con la incorporación de la discriminación, el mundo jurídico ¡se ha vuelto heracliteano! Parece transformado en un eterno devenir, en un río jurídico siempre cambiante, sorprendente y pluriforme. Es entonces desde este escenario histórico y cultural sobre el cual nos asentaremos ahora, para acercarnos a la problemática de la discriminación, a la luz de la Teoría General del Derecho. Utilizaré para ello, el enfoque tridimensional8. 6 V. BOBBIO, N.; El tiempo de los derecho, trad. Rafael de Asís Roig, Madrid, Sistema, 1991; DABOVE, M.I.; Los derechos de los ancianos, Bs. As., Ciudad Argentina, 2002. 7 V. WALZER, Michael; Las esferas de la justicia. Una defensa del pluralismo y la igualdad, trad. Heriberto Rubio, México, Fondo de Cultura Económica, 1993. 8 Respecto a la teoría trialista del Derecho que nos sirve de referencia puede verse: V. GOLDSCHMIDT, Werner; Introducción Filosófica al Derecho, 6º ed., 5º reimp., Buenos Aires, Depalma, 1987; CIURO CALDANI; Miguel Angel; Panorama trialista de la Filosofía del Derecho en la Postmodernidad, en “Boletín del Centro de Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Discriminación y ancianidad. Reflexiones filosóficas en torno al sistema…, pp. 153-164. - 157 - 12- En el mundo jurídico, la discriminación constituye sin dudas un fenómeno complejo, de carácter relativo. Entre sus múltiples componentes, hallamos elementos lógicos, sociológicos y valorativos. Así, la discriminación puede ser entendida como un proceso lógico de distinción o diferenciación, cuya puesta en práctica genera siempre acciones autoritarias –repartos autoritarios-, formalizadores de relaciones jurídicas desiguales. Es, en suma, una distinción autoritaria, constitutiva de relaciones jurídicas desiguales, valiosas o disvaliosas- –pero nunca, en Derecho, serán neutras o indiferentes al valor. 13- De esta definición cabe aún realizar algunas otras precisiones, sociológicas, valorativas y normativas. Desde el punto de vista sociológico, la discriminación NO ES un acto de violencia pura y simple. Resulta más bien el resultado de acciones autoritarias. De manera que en toda discriminación jurídica nos hallaremos frente a relaciones de poder. No obstante hay que señalar, que estas adquieren únicamente carácter ordenancista, ya que el vínculo discriminatorio que es establece entre las partes está basado en el cumplimiento de mandatos tipo o “estereotipados”. Ahora, si para el cumplimiento de este mandato se necesita del ejercicio de una fuerza física directa, la acción discriminatoria se tornaría lisa y llanamente en situación de violencia (materia propia de otro encuadre legal). 14- Por otra parte, al ser ésta una acción que se origina en una operación mental, las razones de la misma adquieren importancia vital. Cada acto de discriminación se construye sobre la base de ciertas presunciones (o móviles). Se esgrime en virtud de argumentaciones o justificaciones alegadas individuales y se sostiene en el tiempo gracias a las razones sociales.9 Así, pues, aunque parezca contradictorio, el análisis ius-sociológico nos muestra que la discriminación requiere de “actos “razonados”, o “razonables”, para su configuración. Claro está que, a la luz de los criterios de justicia, o de verdad, o de utilidad, observaremos que estas “razones” son prejuicios y estereotipos. Pero, que tienen la virtualidad de provocar consecuencias –negativas o positivas-, en la esfera de la identidad del recipiendario del acto discriminador-. Sobre ello volveremos en breve. 15- La discriminación requiere, asimismo, de ciertos criterios de ordenación social que sean masivamente compartidos. Un hecho aislado, sólo nos alerta acerca de los riesgos de desarrollo de este fenómeno (¡¡¡no hace verano!!!). Por ello, es muy probable que detrás de cada acto discriminador se encuentre agazapado algún tipo Investigaciones de Filosofía Jurídica y Filosofía Social, Nº 20, 1997; Lecciones de Historia de la Filosofía del Derecho, Rosario, FIJ, 1994; La conjetura del funcionamiento de las normas jurídicas. Metodología Jurídica, Rosario, FIJ, 2000. 9 Al respecto puede verse: GOLDSCHMIDT; W.; op. cit., págs. 57 y ss.; PERELMAN, Ch. y OLBRECHTS TYTECA, L.; Tratado de la argumentación. La nueva retórica, trad. Julia Sevilla Muñoz, Madrid, Gredos, 1989;, págs. 122 y ss.; DABOVE, M.I.; Los derechos... cit., págs. 443 y ss. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mª Isolina Davobe - 158 - de planificación junto a costumbres, reputadas ejemplares por la sociedad. Es muy difícil sustentar la existencia de discriminación, reitero, sin contar con acciones precedentes más o menos ordenadas, en la materia. 16- En la esfera valorativa, tres criterios aparecen contrapuestos con el desarrollo de actos de discriminación: los derivados de la idea justicia, de verdad y utilidad. Y son los tres los que intervienen de manera conflictiva en el campo de la identidad de la persona receptora de la discriminación y en su sentido de pertenencia a un grupo. El plano de la identidad abarca, a mi juicio, aquel conjunto de características específicas de la persona que éste considera valiosas, porque constituyen su concepto de dignidad. Así, por ejemplo, el espacio de libertad, la idea de autonomía, su historia individual, sus creencias, preferencias, etc., que le permiten desarrollar proyectos y vivir en plenitud. El sentido de pertenencia, a su vez, incluye el abanico de creencias, reglas morales y éticas, que acercan a las personas entre sí, en el plano de la convivencia, la tolerancia y la igualdad. 17- Ambos conceptos generalmente se ven representados en todos los catálogos derechos humanos y personalísimos. Por ello, cuando estos elementos se ven comprometidos en sentido negativo, se suelen desencadenar situaciones jurídicas altamente dramáticas para la persona victimizada con la discriminación. En este sentido, entonces, no creo que resulte exagerado afirmar que la discriminación es el nuevo nombre de la “miseria”, el eufemismo que utilizamos en el siglo XXI, para hablar de las nuevas formas de opresión y condena social. 18- No obstante, recordemos además que la discriminación constituye un fenómeno ambivalente. Así, si tomamos como referencia el criterio formal de justicia de ARISTÓTELES veremos entonces, que la discriminación será valiosa, cuando la desigualdad sea proporcional a las desigualdades que sustenten las personas vinculadas. Mas se tornará disvaliosa, cuando la desigualdad se mantenga entre sujetos calificados como semejantes entre sí10. La posición social, jurídica, cultural, de las personas, por ejemplo, nos indicarán cuándo dos personas son iguales o disímiles entre sí. 19- El plano normativo también es propicio para analizar el carácter dual de la discriminación. En la legislación que analizamos en el inicio de esta exposición puede advertirse el carácter disvalioso o negativo del fenómeno estudiado. El término “arbitrariedad”, utilizado en el art. 1º constituye un indicador nítido de esta significación. Sin embargo en nuestro propio sistema normativo, contamos asimismo con preceptos que nos muestran lo contrario. El 10 V. ARISTOTELES, Etica a Nicómaco, 5º ed., trad. y ed. bilingüe de María Araujo y Julián Marías, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1989, libro V; DABOVE , M.I.; op. cit., Capítulo I. Justo es dar lo igual a lo que es igual, y lo desigual a lo desigual. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Discriminación y ancianidad. Reflexiones filosóficas en torno al sistema…, pp. 153-164. - 159 - art. 75 inc. 23 de la CN, atribuye a la discriminación, un sentido positivo, permitiendo la ejecución de distinciones autoritarias (políticas, en su mayoría) a favor de algunos grupos humanos vulnerables o desfavorecidos. Tal es el caso de los niños, enfermos, mujeres, discapacitados y ancianos. 20- Por ello, llegados a esta instancia conviene recordar aún, que la discriminación es además, un conflicto de igualdad, que daña –según vimos-, la identidad de los sujetos más frágiles de la comunidad jurídica, poniendo en juego el contenido del art. 16 de la CN11. II- ANCIANIDAD: CAUSAL JURÍDICA DE DISCRIMINACIÓN 21- Tres problemas recurrentes padecen los ancianos, que los coloca en el papel de “sujetos tentadores” de acciones autoritarias de discriminación. La vulnerabilidad física, la pobreza y el aislamiento. Estos factores, sumados al incremento poblacional de ancianos, han contribuido al desarrollo del “edadismo”12. Nuevo fenómeno discriminatorio, causado por la portación de mayor edad. En el Derecho Argentino, como ya observamos con anterioridad, no hallamos antídotos eficaces para lograr su erradicación. Es por ello que, a mi parecer, la situación jurídica del anciano se torna aún más débil que para el resto de los sujetos de derecho. Enn suma, su condición es, pues, de compleja fragilidad, que se despliega tanto en el plano psicofísico, como en su consideración histórica y cultural. 22- En otra oportunidad, escribía que la ancianidad constituye una de las mayores preguntas que el ser humano puede llegar a formularse acerca de sí mismo y de sus circunstancias. Y, continúo aún pensándolo. Significa ni más ni menos que preguntarse, desde el presente, acerca del final de la vida, con toda la carga de un pasado que ya es mayoritario. Significa interrogarse acerca del tiempo que podemos llegar a vivir, en último término. Significa, en suma, proyectar el cierre en base a un balance de conclusión vital. 23- También decía que preguntarse sobre la vejez puede, incluso, llegar a ser más difícil que interrogarse respecto de la propia muerte. Porque, llegar a viejo significa, además, aprender a convivir con la muerte. Aprender a convivir forzosamente con ella, puesto que se trata de "habitar" el final sabiendo que lo es, sin ningún tipo de fuga posible. Significa, en definitiva, aprender a asumir plenamente el último riesgo vital, el de esta vida terrena, única posible. Por ello, sigo sosteniendo que la ancianidad es una pregunta exigente: requiere materialmente una respuesta para seguir sosteniéndose. La muerte, en 11 V. DABOVE, M. I.; op. cit.; págs. 45 y ss. V. SAGRERA, Martín; El edadismo. Contra "jóvenes" y "viejos". La discriminación universal, Madrid, Fundamentos, 1992; CIURO CALDANI, Miguel Angel; Notas para una comprensión dikelógica de la discriminación, en "Bioética y Bioderecho", Nº 1, 1996, págs. 35 y ss.; VV.AA, Discrimination: the limits of Law, ed. por Bob Hepple y Erika M. Szyszczak, London, Mansell, 1992 12 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mª Isolina Davobe - 160 - cambio, parece ser un dilema infinito, para cada persona tanto como para la humanidad. Es la apertura total al misterio de la existencia. Es, quizás por ello, o sólo pregunta o sólo respuesta13. 24- Al Derecho le interesa muy especialmente el desafío “discriminatorio” que la vejez plantea puesto que, en gran medida, a él le corresponde encontrar una respuesta. A él le corresponde establecer normativamente las condiciones sociales y valorativas que deben ser respetadas en relación con los ancianos. A él le cabe reconocer al viejo en tanto sujeto. Y a él le cabe situar al anciano en un espacio y en un tiempo comunitarios, fortaleciendo su posición frente al gobernante, frente a los demás ciudadanos, frente a lo demás y aún frente a sí mismo14. 25- En el Derecho actual el lugar de los ancianos aparece bastante desdibujado, sobre todo, por el profundo y contradictorio silencio en el que están inmersos. Se dice, por ejemplo, que las personas -en general- cuentan con un importante caudal de derechos que todos los Estados democráticos deben garantizar si quieren ser tales, puesto que son básicos. Se habla de derechos humanos civiles y políticos; de derechos económicos, sociales y culturales; de derechos relativos al medio ambiente, a la paz y al desarrollo; y hasta de derechos de las generaciones futuras. 26- Pero, de otro, ocurre también que todos los días se nos informa impávidamente acerca de la muerte de ancianos en espera de una plaza para ingresar en algún geriátrico. Se nos informa acerca de situaciones de abandono a las que los exponen sus propios familiares o algunos profesionales de la salud. O bien, simplemente, tenemos la "suerte" de ser testigos cotidianos de sus magros salarios, de los abusos y maltratos que reciben las personas mayores en la calle, en sus casas, en su ciudad, y hasta en las instituciones que supuestamente deberían proteger su posición. Por desgracia, en todas ellas aparecen situaciones favorables para la discriminación negativa. 27- Ahora bien, es importante que observemos que estas contradicciones no son fruto de la falta de garantías eficaces o de planteos económicos únicamente. Estas contradicciones aparecen también invadiendo lo cotidiano por cuestiones jurídicas de fondo. A mi parecer, el principal problema que se presenta en este sentido parte de una tensión cultural, provocada fundamentalmente por la progresiva desintegración de la idea de comunidad en la consciencia de la vida postmoderna15. 13 Al respecto puede verse: NAGEL, Thomas; La muerte en cuestión. Ensayos sobre la vida humana, trad. Carlos Valdés, México, Fondo de Cultura Económica, 1981, págs. 19 y ss. 14 V. GOLDSCHMIDT, W.; Introducción... cit., págs. 446 y ss.; Justicia y Verdad, Bs. As., La Ley, 1978. 15 Respecto al concepto de comunidad ver: GOLDSCHMIDT, W.; Introducción... cit., págs. 444 y ss.; CIURO CALDANI, Miguel Angel; Derecho y Política, Buenos Aires, Depalma, 1976, págs. 103 y ss.; HELLER, Agnes; Sociología de la vida cotidiana, 3º ed., prefacio György Luckács, trad. J.F. Yvars y E. Pérez Nadal, Barcelona, Península, Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Discriminación y ancianidad. Reflexiones filosóficas en torno al sistema…, pp. 153-164. - 161 - 28- En esta tensión, dos son los factores encontrados que se ponen en juego: la igualdad y la unicidad o identidad. La igualdad, en tanto exigencia de homogeneidad vital16, necesaria para el sostenimiento de un sistema jurídico coherente. Y, la unicidad, en cuanto reclamo de diferenciación valiosa y de respeto por la identidad de la persona17. 29- Sabemos que, cuando la igualdad y la unicidad funcionan dialógicamente, la comunidad logra sustentar un Estado de Derecho con sentido humanista. Es decir, deja espacio a la consolidación de un sistema democrático que puede ser calificado de tolerante. En este marco, nuestra condición humana es respetada como fin en sí, al tiempo que se nos sitúa igualitariamente frente a la ley en atención al grupo humano y cultural del cual formamos parte18. Estaremos, en definitiva, ante una verdadera sociedad pluralista, donde lo diverso puede ser solidariamente integrado, haciéndose acreedor de un trato igualitario justo19. 30- Sin embargo, ya hemos observado cómo, en la actualidad, la posición jurídica del anciano dista mucho de ser la propia de un régimen humanista. Entre otras razones, porque la condición de los mayores vive atravesada por exigencias iusvalorativas que se han vuelto profundamente autistas. Vive, envuelta en exigencias valorativas que se sitúan de manera tan distante de la realidad, que terminan configurando un ámbito jurídico de actuación poco vinculante, o incluso, hasta perverso, para los ancianos implicados. 31- Esta falta de consciencia del sentido de comunidad hace que los requerimientos de igualdad y unicidad parezcan funcionar sin conexión, como fundamentos jurídicos trazados en paralelo. Por ello, si una sociedad no comprende el alcance de la fraternidad como ideal político-jurídico, difícilmente podrá establecer un Estado de Derecho sensible a la posición desventajosa de los débiles20. Difícilmente podrá promover la instauración de medios de protección que fortalezcan la posición cultural del anciano contra la fragilidad de su naturaleza. Así 1991, págs. 67 y ss. Entendiendo por homogeneidad vital, la calidad de pertenecer a un mismo género, en nuestro caso: a la humanidad. En este sentido puede verse el concepto descriptivo de igualdad propuesto por WILLIAMS, Bernard, La idea de igualdad, en "Conceptos morales", comp. Joel Feinberg, trad. José A. Pérez Carballo, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, págs. 267 y ss. 17 V. GOLDSCHMIDT, W.; op. cit., págs. 438 y ss. 18 Esta integración sólo será posible sobre la base de los valores que cada sociedad comparte. Al respecto ver: HELLER, A.; Sociología... cit., págs. 79 y ss.. Y también ver: GOLDSCHMIDT, W.; Introducción Filosófica al Derecho... cit., págs. 438 y ss. 19 V. PRIETO SANCHIS, Luis; Igualdad y minorías, en "Derechos y Libertades", revista del Instituto de Derechos Humanos Bartolomé de Las Casas, Nº 5, año II, julio - diciembre de 1995, págs. 112 y ss. 20 Acerca de la idea de fraternidad como concepto base, organizador de la comunidad, puede verse el interesante trabajo del profesor DOMENECH, Toni; ... y fraternidad, en "Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política", Nº 7, Madrid, abril de 1993, págs. 49 y ss. 16 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mª Isolina Davobe - 162 - como tampoco será capaz de establecer asociaciones constructivas, que respeten nuestra condición humana de manera finalista21. 32- En este sentido, recordemos si no, la importancia que le atribuía ARISTOTELES a la philía y a la amistad como base de la ética social. Con la amistad -observará el estagirita-, devienen la justicia y la concordia, la igualdad y la benevolencia. La amistad, -dirá tambiénparece vincular las ciudades; y de su falta o desviación irremediablemente se derivan las formas corrompidas de gobierno22. 33- Aunque la fraternidad hoy se haya convertido en la pariente pobre de la tríada democrático-republicana moderna, como le gusta decir a Toni DOMENECH. Aunque hoy esta palabra suene vacía o parezca ingenua, creo que conviene rescatarla en favor de la integridad de la convivencia. Sin sentido de fraternidad, no puede haber comunicación intergeneracional, ni identidad comunitaria en los pueblos. Como tampoco podrán ser eficaces los consensos culturales que recoja cualquier sistema jurídico23. Es precisamente a partir de la idea fraternidad, desde donde se puede concretar el valor de la solidaridad. En particular, porque la fraternidad constituye un principio político que funciona a partir de la existencia de un vínculo real común entre las personas que integran una sociedad. En tanto que la solidaridad funciona entonces como valor instrumental, relativo al vínculo creado por ellas. 34- En el Derecho, la carencia de vínculos sociales solidarios genera una peligrosa escisión entre la realidad social por un lado, y los valores y normas consagrados, por otro. A causa de esta grieta creciente, la realidad jurídica "gira en descubierto" como realidad anómica y flotante, librada al juego distorsionador del poder de turno. En este marco, pues, sólo regirá la fuerza de lo fáctico, convertida en única norma de coexistencia. Fuerza que, por cierto, no admitirá críticas, ni ajustes racionales o valorativos, generando, por cierto, situaciones de vulnerabilidad para los ancianos en general24. 21 V. CIURO CALDANI, M. A.; Derecho y Política... cit., págs. 103 y ss. De la monarquía, la tiranía; de la aristocracia, la oligarquía; y de la timocracia se pasa a la democracia... Como sabemos, para el filósofo del Liceo, la amistad era el grado más perfecto de relación intersubjetiva, que va más allá de la relación afectiva particular. V. ARISTOTELES, Etica Nicomaquea, 15º ed., trad. Antonio Gómez Robledo, México, Porrúa, 1996, Libros VIII y IX "De la amistad", págs. 102 y ss. Y ver también: DOMENECH, T.; op. cit., págs. 52 y ss.; CIURO CALDANI, M.A.; op. cit., págs. 125, cuando se refiere a la importancia del amor como base de la convivencia política. 23 V. DOMENECH, T.; op. cit., págs. 52 y ss.. Y también: HELLER, A.; Sociología... cit., págs. 35 y ss.; CORTINA, Adela; Razón comunicativa y responsabilidad solidaria; 2º ed., Salamanca, Sígueme, 1988, págs. 155 y ss. 24 Acerca de la solidaridad puede verse, básicamente: PECES BARBA, G.; Seguridad jurídica y solidaridad como valores de la Constitución Española, en "Derecho y Derechos Fundamentales", Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1993, págs. 294 y ss.; CORTINA, A.; op. cit., págs. 15 y ss.; GOLDSCHMIDT, W.; op. cit., págs. 90 y ss. Respecto de la posición del anciano en el seno de la comunidad puede verse: SLUTZKY, Leonardo; Hacia una gerontología comunitaria, en revista "Geriatría Práctica", Vol. V, Nº 1, 1995, págs. 14 y ss. 22 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Discriminación y ancianidad. Reflexiones filosóficas en torno al sistema…, pp. 153-164. - 163 - 35- Así, en este espacio fracturado por la discriminación negativa no resultará extraño que se elaboren soluciones normativas respaldadas sólo por la igualdad, que rayen en el igualitarismo masificador25. O bien que se opte ideológicamente por el respeto a la individualidad con carácter excluyente. Opción ésta que sólo nos conducirá a una fragmentación indebida de nuestra calidad de sujetos y a la más profunda alienación26. 36- El resultado de esta dinámica jurídica no puede ser otro que la discriminación arbitraria de los sujetos que intervienen en el caso a resolver27. Y es por causa de esta discriminación por la que numerosos ancianos quedan situados ilegítimamente en la más profunda indefensión, en el silencio que los "invisibiliza", en la condición incorpórea del que no tiene cabida ni lugar, como veremos con el devenir de este trabajo28. 37- Por este juego perverso de discriminación ilegítima, los mayores cada vez están más expuestos a un doble riesgo. A la prevalencia de soluciones jurídicas igualitaristas, que no suelen considerar a la ancianidad como un dato diferenciador relevante29. Así como también, a las respuestas particularistas que, por atender a una especificidad ciega, terminan estableciendo un "sistema de privilegios o castigos" -según los casos- más que de verdaderos derechos y obligaciones30. Dentro de este escenario, entonces, tan necesario será 25 V. RAZ, Joseph; Principles of Equality, en "Mind", vol. LXXXVII, Nº 347, July 1978, págs. 322 y ss.; DWORKIN, Ronald; Etica privada e igualitarismo político, trad. Antoni Domènech, intr. Fernando Vallespín, Barcelona, Paidós, 1993, págs. 13 y ss. 26 V. BOBBIO, Norberto; Igualdad y libertad, int. Gregorio Peces Barba, trad. Pedro Aragón Rincón, Barcelona, Paidós, 1993, págs. 83 y ss.; PECES BARBA, Gregorio; Curso de Derechos Fundamentales, Madrid, Eudema, 1991, págs. 242 y ss.; DWORKIN, Ronald; Etica privada e igualitarismo político, int. Fernando Vallespín, trad. Antoni Domènech, 1993; RAILTON, Peter; Alienation, consequentialism, and the demands of morality; en "Philosophy and public affairs", vol. 13, Nº 2, Spring 1984, págs. 134 y ss. 27 V. BOBBIO, N.; Igualdad y libertad... cit., págs. 74 y ss. 28 V. BUCK, Trevor; Ageism and legal control; en "Discrimination: the limits of Law", ed. por Bob Hepple y Erika M. Szyszczak, London, Mansell, 1992, págs. 240 y ss. 29 V. PECES BARBA, G.; Curso de Derechos Fundamentales... cit., págs. 247 y ss.; BOBBIO, N.; Eguaglianza ed Egualitarismo, en "Revista Internazionale di Filosofia del Diritto", Nº3, págs. 330 y ss. 30 Acerca de la problemática de la discriminación desde perspectivas diferentes, puede verse básicamente: RODRIGUEZ PIÑERO, Miguel y FERNANDEZ LOPEZ, María Fernanda; Igualdad y discriminación, Madrid, Tecnos, 1986, págs. 79 y ss.; VV.AA, Discrimination: the limits of Law, ed. por Bob Hepple y Erika M. Szyszczak, London, Mansell, 1992; DABOVE, María Isolina y SOTO, Alfredo M.; Algunas ideas en torno a la igualdad en relación a la discriminación y a la especificidad, en "Investigación y Docencia", Nº 20, 1992, págs. 111 y ss.; CIURO CALDANI, Miguel Angel; Notas para una comprensión dikelógica de la discriminación, en "Bioética y Bioderecho", Nº 1, 1996, págs. 35 y ss.; FERNANDEZ GARCIA, Eusebio; La dignidad de la persona, en "Libro de ponencias del Congreso Internacional sobre La Persona y el Derecho en el Fin de Siglo", Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1996, págs. 59 y ss.; GARCIA AMADO, Juan Antonio; Igualdad y discriminación, en "Libro de ponencias... cit.", págs. 21 y ss.; ALVAREZ GARDIOL, Ariel; La discriminación y la tolerancia, en "Libro de ponencias... cit.", págs. 55 y ss.; TIETJENS MEYERS, Diana; Social Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Mª Isolina Davobe - 164 - interpretar los postulados de la Ley Antidiscriminación con carácter extensivo, de manera de poder incorporar a su articulado a la “edad”, como causal de imputación; como desarrollar políticas de discriminación inversa o positiva. Pues, en este último caso, se trabajará jurídicamente con finalidad preventiva de lo anterior. CONCLUSIONES 38- A lo largo de este trabajo hemos visto que, la discriminación es un fenómeno complejo, propio de este tiempo y de carácter relativo. La hemos definido como una operación lógica, de la cual derivan distinciones y acciones, constitutivas de relaciones jurídicas desiguales, -valiosas o disvaliosas. Pero nunca, en Derecho, serán neutras o indiferentes al valor. Hemos visto también que, la discriminación funciona en un marco de relaciones de poder que se ejerce, sin llegar a expresiones de violencia. 39- Dijimos además, que la discriminación afecta de manera ambivalente la esfera de la identidad de la persona y su sentido de pertenencia a una comunidad. Razón por la cual, cuando la discriminación es disvaliosa, estaremos pura y simplemente ante situaciones “miserables de condena social”. 40- Los ancianos, constituyen hoy una de los grupos humanos más frágiles en el mundo jurídico. Urge pensar sobre ello y trabajar, en consecuencia. exclusion, moral reflection and rights, en "Law and Philosophy", vol. 12, Nº 2, May 1993, págs. 217 y ss.; BLOCK, Walter; Discrimination: an interdisciplinary analysis, en "Journal of Bussiness Ethics", Nº 11, 1992, págs. 241 y ss.; BIRKELUND, Gunn Elisabeth; Stratification and segregation, en "Acta Sociologica de la Scandinavian Sociological Association", Nº 35, 1992, págs. 47 y ss. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La discriminación de los discapacitados en el Derecho a la vida…, pp. 165-179. - 165 - LA DISCRIMINACIÓN DE LOS DISCAPACITADOS EN EL DERECHO A LA VIDA: LA SINRAZÓN DE SUS ARGUMENTOS por Camilo Tale (•) Resumen Palabras clave El artículo, referido a las doctrinas que sustentan la licitud ética de la eliminación de niños nacidos con discapacidades físicas o mentales graves, expone, analiza y contesta los diversos argumentos que suelen mencionarse en apoyo de dicha tesis. Se incluye también el tema del aborto eugenésico. Se ilustra con legislación y decisiones judiciales que han establecido la impunidad y aun la permisión de esta práctica; se refieren especialmente datos de la eutanasia eugenésica por omisión en los tribunales estadounidenses y la eutanasia por comisión en holanda, legalizada para el caso de los infantes desde 2005. La cuestión es abordada tanto a la luz del clásico imperativo ético-jurídico "alterm non laedere", como en relación on la reprobación de la discriminación injusta. El autor muestra la contradicción cultural entre una ideología que brega por una igualdad de oportunidades de los discapacitados en toda clase de acceso a los beneficios de la civilización, y al mismo tiempo doctrinas que avanzan en el sentido de negarles el derecho a la vida y propugnan se autorice la eliminación de los discapacitados en sus estadios de mayor indefensión. Eutanasia – infanticidio eugenésico – discriminación - derecho a la vida - aborto eugenésico - calidad de vida - tratamiento selectivo - derechos de los discapacitados. Sumario 1. La discriminación infanticida en los hechos y en las leyes. 2. Juicio ético y jurídico. 3. Argumentos en pro de la tesis contraria y consideración crítica de ellos. a) Argumento de la “calidad de vida”. b) Argumento de las “propias convicciones”. c) Argumento del consentimiento presunto del discapacitado. 4. El tránsito del aborto eugenésico al infanticidio eugenésico. 5. El infanticidio eugenésico en los tribunales de los Estados Unidos. "Una rosa, lo sabemos, es una rosa aunque le falte un pétalo". Harold Wilke "Viviendo con estos hombres y mujeres más o menos desfigurados, quería ofrecerles la posibilidad de tener una existencia humana. Poco a poco descubrí, sin embargo, que eran ellos los que me proporcionaban a mí un rostro humano. Ellos me hicieron descubrir mi condición de hombre". Jean Vanier (**) 1. La discriminación infanticida en los hechos y en las leyes. Las discriminaciones en el trato que se da a las personas en el reconocimiento de los diversos derechos o en las relaciones sociales (•) Profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Católica de Cuyo, de la Universidad Nacional de Córdoba y Profesor extraordinario consultor en la Universidad Fasta de Mar del Plata (Argentina). (**)Jean Vanier fue un canadiense que abandonó una carrera militar brillante, para dedicarse a la filosofía y la teología. Después, en 1964, luego de conocer de cerca en Francia a hombres con profundas deficiencias mentales, decidió ocuparse en la ayuda de ellos. Fundó “Las comunidades del arca”, asociaciones en que hombres y mujeres de todas las posiciones sociales conviven con minusválidos. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Camilo Tale - 166 - en general, pueden ser justas o injustas1. De entre las varias discriminaciones injustas, dedicamos este artículo a la más grave, ya que consiste en la destrucción de vidas humanas, a la más innoble, en tanto se consuma contra los más disminuidos e indefensos, y por ende los más merecedores de protección, y quizás también a la más injusta en su causa, pues se ejerce contra aquellos cuya inferioridad o diferencia no depende en nada de sus acciones ni de su voluntad. Nos referimos a la eliminación prenatal y postnatal de los niños nacidos con malformaciones, enfermedades o deficiencias, ya sea congénitas, ya sea adquiridas durante la gestación. Son víctimas de esta clase de discriminación en constante aumento,favorecido por los nuevos recursos técnicos para el diagnóstico prenatal y por las concepciones morales minimalistas, asociadas a una cosmovisión materialista y hedonista que impregna la cultura hegemónica del mundo occidental, entre otros: las criaturas humanas que padecen males genéticos como el síndrome de Down o "mongolismo", la hemofilia, la ceguera hereditaria, la sordera hereditaria, el enanismo, etc., las que nacen con "espina bífida" y las que tienen enfermedades infecciosas contagiadas por la madre al hijo. La práctica eliminadora de las personas con deficiencias no queda en el ámbito de los hechos, sea clandestinos, sea más o menos difundidos en las diversas comunidades, sino que ha sido propugnada por algunos eticistas y juristas, y también ha sido “autorizada” en algunos sistemas legales. De tal modo, la conducta que nos ocupa integra la denominada "cultura de la muerte", junto con otras varias situaciones en que se promueve la liquidación de la vida humana inocente en nuestro tiempo. La idea de una pretendida justificación para dar muerte a los impedidos y minusválidos, antes o después de su nacimiento, no es nueva en el pensamiento jurídico contemporáneo. Karl Binding, el conocido penalista alemán y Alfred Hoche, profesor de psiquiatría en la Universidad de Friburgo ya en 1920 publicaron un resonante opúsculo intitulado "La autorización para exterminar a los seres humanos desprovistos de valor vital"2. 1 Hay en realidad dos acepciones usuales del término “discriminación”. Una, la originaria, es neutra, y la otra, más reciente, porta una connotación peyorativa. El Diccionario de la lengua de la Real Academia Española registra ambas: “Discriminar: 1. Separar, distinguir, diferenciar una cosa de otra. 2. Dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etc.” (Espasa-Calpe, Madrid, 1984). En el primero de tales sentidos, podemos hablar de discriminaciones justas e injustas; en el segundo, decir “discriminación injusta” es obviamente una redundancia. Hay asimismo un tercer significado del vocablo discriminar, que es dar trato social o jurídico diferente a las personas por alguna característica personal (v. gr. de edad, de capacidad, etc.) o por su comportamiento actual o pasado. En uso del término se comprenden cientos de clases de situaciones en las que la desigualdad de trato es admitida como justa o razonable con consenso más o menos unánime, otras muchas en las que tal desigualdad es reprobada como inicua por la razón humana, y otras en que tiene una índole opinable. 2 Allí se sostiene que "en el interés de todo el organismo humano, los miembros menos valiosos deben ser abandonados y eliminados" y que "un día no lejano llegaremos a la conclusión de que la eliminación de los «espiritualmente muertos» Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La discriminación de los discapacitados en el Derecho a la vida…, pp. 165-179. - 167 - En varios Estados, en la primera mitad del siglo XX, se dieron leyes que permitieron el aborto voluntario para suprimir la descendencia defectuosa: Suiza en 1928, Suecia en 1931, y luego Noruega. Después en la Alemania nacionalsocialista en 19333. En las últimas décadas del siglo XX varios países que mantenían la prohibición del aborto en general, han incorporado en su legislación dicha "indicación eugenésica" que lo permite para con los niños defectuosos4. (geistig Toten) es un acto permisible y necesario". (Die Freigabe der Vernichtung lebensun werten Lebens, ihr Mass und ihre Form, Leipzig, 1920). 3 La Ley de evitación de la descendencia morbosa sancionada durante el Tercer Reich, contiene, junto a varias normas referidas a la esterilización obligatoria, la siguiente: "Si un tribunal de eugenesia, competente para resolver la esterilización de una mujer, tiene conocimiento de que está encinta en la época en que la esterilización ha de ejecutarse, podrá interrumpir el embarazo, con el consentimiento de la mujer, si lleva menos de seis meses" (§ 10). Terminada la segunda guerra mundial, el Tribunal de Nüremberg condenó a muerte al Dr. Karl Brandt, director del programa eugenésico, y a otros médicos que colaboraron con él, por los homicidios que se cometieron con ese fin. En 1988 se impuso castigo en Alemania a dos médicos, Aquilin Ullrich y Heinrich Bunke, de 71 años, por el delito de gasear a unos 15.000 deficientes mentales en los años 1940 y 1941. 4 En el sistema legal argentino también existe una autorización legal con finalidad eugenésica, pero limitada al caso del embarazo resultante de la violación de una mujer demente. A esta permisión de la ley se le ha atribuido un doble supuesto fundamento, uno de índole "sentimental", que corresponde al atropello sufrido por la mujer, y otro es el fin eugenésico. Claro está que ninguna de tales cosas puede justificar el segamiento de una vida humana. Hay que agregar que la norma, que tiene su antecedente en el Código Penal suizo de 1916, resulta incoherente con respecto a cada uno de tales supuestos fundamentos. Porque si se atiende a lo primero (”fundamento sentimental”), tendría que haberse dado la excepción de impunidad para toda violación, y con respecto al fundamento eugenésico, no se explica por qué la excepción incluye el caso de la madre deficiente, y excluye el caso en que el padre -el violador- padezca una dolencia mental transmisible. Ahora bien, de acuerdo con la respectiva Exposición de motivos de la ley que introdujo casos supuestos de aborto impune, es manifiesto que el objetivo considerado por el legislador fue la prevención eugenésica (Cfr. H. Cám. de Senad. de la Rep. Argentina, Diario de sesiones, 1920, vol. I). El asunto del aborto en caso de violación excede los límites de este artículo. En otro lugar hemos tratado sobre la cuestión en sí misma y en la ley argentina, y sobre las fuentes del art. 86 i 2º sancionado en 1922, los sucesivos cambios legislativos que se han hecho de dicho inciso y el problema que ha suscitado su interpretación: Aborto en caso de violación, en Revista Notarial, Col. de Escribanos de la Prov. de Córdoba, Rep. Argentina, nº 58, vol. 1989-2, 1989, pp. 88-104. En esta oportunidad nos limitamos a expresar que de ningún modo puede justificarse la realización del aborto en estos casos, pues admitirlo significaría otorgar prioridad al sentimiento de la mujer ultrajada por encima de la vida del nasciturus. Como expresa la jurista y ex juez Matilde Zavala de González, "la autorización de este aborto llamado «sentimental» implica que la ley asigna preeminencia a la defensa de la condición afectiva de una persona sobre la vida de otra. Esta preferencia no sólo es injusta, sino también opuesta al más elemental sentido valorativo común: un sentimiento, por más inmerecida que sea la situación de quien lo padece, ¿vale más para el derecho que una existencia humana?" (Aborto, persona por nacer y derecho a la vida, en La ley, Buenos Aires, vol. 1983-D, p. 1142). Además, la grave afrenta sufrida por la progenitora involuntaria no se borra con el aborto. En cuanto a la crianza de la criatura concebida en tales circunstancias, ello no le es exigible ni ética ni jurídicamente a la mujer que fue ultrajada, y así el problema de la crianza puede remediarse mediante la entrega en adopción o puede dejarse el niño al cuidado de institutos dedicados a la protección de infantes. La "autorización" legal del aborto en caso de violación que está Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Camilo Tale - 168 - La práctica del aborto con esta finalidad ha aumentado notablemente en los últimos treinta años en el orbe en general, con el desarrollo de las técnicas diagnósticas prenatales (amniocentesis, ecografías, investigación de alfa-beta-proteínas, funículocentesis, etc.), que permiten conocer diversos defectos del feto. Los mencionados estudios son útiles para prevenir y controlar ciertas enfermedades, y aun a veces para curarlas: por ejemplo, permiten tratar a tiempo problemas como la hernia diafragmática del embrión, la diabetes, la inmadurez de los pulmones, ciertas deficiencias cardiacas, etc. Para eso fueron inventados estos procedimientos diagnósticos. El célebre genetista Jérôme Lejeune explicaba: "La tecnología de la amniocentesis había sido creada para ayudar a los niños; sir William Liley la había inventado a fin de auxiliar a los pequeños afectados por incompatibilidad feto-maternal y poder en esos casos de incompatibilidad Rhesus ayudarlos mediante una transfusión in utero. Y puedo decir, puesto que he conocido bien a sir Liley, que ha inventado la amniocentesis para ayudar a los niños (...) Era admirable ver esa fuerza que introducía, bajo un control ecográfico, un minúsculo tubo en el interior de la cavidad peritoneal del feto, sin dejar de hablar con la madre que sólo estaba bajo una mínima anestesia local, lo justo para introducir la aguja, y que hacía la transfusión in utero a un pequeño ser que entonces medía, a lo más, veinte centímetros de largo"5. Sin embargo, la realidad es que estos conocimientos se emplean para eliminar una cantidad de vidas humanas mucho mayor que las que con ellos se salvan. 2. Juicio ético y jurídico. La norma que manda abstenerse de todo ataque a la vida ajena inocente es un principio fundamental de justicia. Este respeto no está condicionado a determinado estado de desarrollo ni de vitalidad o de capacidad intelectual del prójimo. Tampoco admite excepciones, ni aun cuando la destrucción de un ser humano se intentara para la utilidad pública, pues "el fin no justifica los medios" que sean de suyo inicuos. Este principio de justicia, por ser tan primordial y evidente, ha sido incorporado en las leyes jurídicas positivas, que reputan una conducta gravemente antijurídica la destrucción de la vida ajena. No obstante, en algunas sociedades se ha instituido una "autorización" para matar cuando se trata de personas por nacer que en el art. 86 i 2º, como enseña Matilde Zavala de González, además de contradecir el Código Civil, que reconoce la existencia del hombre desde la concepción, y además de ser incongruente con el propio sistema penal argentino, en cuanto tal "autorización" da preeminencia al sentimiento de una persona por sobre la vida de otra, "es inconstitucional, pues lesiona la igualdad ante la ley (Constitución Nacional, art. 16), al crear una discriminación irrazonable en la protección de la vida de los seres humanos, según sean nacidos o no nacidos" (art. cit., p. 1143). 5 Jérôme Lejeune, Respuesta a la invitación del documento del consistorio extraordinario sobre la defensa de la vida, en Dolentium hominum, Roma, nº 20, 1992, p. 33, col. 1. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La discriminación de los discapacitados en el Derecho a la vida…, pp. 165-179. - 169 - padecen una discapacidad, y aun también la impunidad de la "eutanasia activa" cuando se trata de ancianos y de niños recién nacidos con deficiencias psíquicas, como sucede en Holanda desde la Ley de abril de 1993, y de modo aún más categórico después de la Ley sancionada el 10 de abril de 2.001 en dicho país (vigente desde abril del año siguiente). Aun cuando en Holanda la ley vigente que permite la eutanasia activa la admite desde los doce años de edad, con el asentimiento de la víctima y de sus representantes legales (eutanasia “voluntaria”)6, sin embargo, de hecho también se practica, desde hace mucho, a la luz del día, con total impunidad, la eutanasia “involuntaria” de los infantes defectuosos. Los médicos no informaban estos hechos; cuando llegaban al conocimiento de las autoridades, generalmente eran archivados sin más trámite7. Para el caso de los recién nacidos, la eutanasia se efectúa impunemente con un alcance mayor que el alcance que la ley permite para las personas adultas, pues la ley requiere enfermedad en estado terminal y sufrimientos insoportables, pero en los hechos se aplica a los recién nacidos en quienes no se dan las mencionadas circunstancias, por ejemplo los niños afectados con síndrome de Down, ceguera, deformidades físicas, etc. En Holanda, sin modificarse aún la ley sobre eutanasia (que la autoriza para personas de hasta doce años de edad), se ha establecido en el año 2005, por acuerdo de las autoridades judiciales, un protocolo de actuación, impulsado por el hospital universitario de Groningen, por el cual se sigue, para la eliminación de infantes nacidos con enfermedades incurables o con malformaciones a petición de sus padres, un procedimiento semejante al que establece la ley de dicho país para la autanasia aplicada a adultos (“protocolo de Groningen”). Además de la palmaria iniquidad que entrañan estas leyes y prácticas “autorizadas”, salta a la vista la gruesa incoherencia que es el que haya, de una parte, un reconocimiento cada vez mayor de igualdad de oportunidades para los seres humanos minusválidos en la legislación y en las costumbres, con respecto a diversos beneficios más o menos importantes (v. gr. acceso cómodo a los edificios para las personas paralíticas, acceso a todos los puentes y lugares de los barcos de cruceros para las personas en sillas de ruedas, etc.), y de otra parte, la autorización cada vez más amplia para liquidarlos en sus estadios de mayor indefensión. ¿Cuál es la lógica por la cual se les otorgan, con el rango de derechos, los más variados beneficios, y al De acuerdo con la ley holandesa de 10/4/2001, se ha despenalizado el homicidio eutanásico a pedido de la víctima, cuando se certifica que se halla en el estado terminal de una enfermedad, sin perspectivas de mejoría y padece sufrimientos insopotables. Hay que señalar que la ley no exige que tales sufrimientos sean inevitables con la aplicación de fármacos y recursos de la “medicina paliativa”. En el caso de las personas de 16 a 18 años de edad, se requiere que el pedido se realice por escrito (art. 3º, sec. 2). Si es un menor de 12 a 16 años, se requiere además la conformidad de los padres o tutores (art. 4º, sec. 2). Poco después una ley semejante se sancionó en Bélgica, y está en vigencia desde el 23/9/02. La ley belga es aún más permisiva para el homicidio eutanásico, porque no requiere enfermedad incurable, sino que basta la certificación de parte de médicos de “insoportable dolor físico”. 7 Cfr. Elio Sgreccia, La eutanasia en Holanda incluso para los niños menores de doce años, en www.vatican.va. 6 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Camilo Tale - 170 - mismo tiempo se les niega el derecho fundamental y personalísimo de vivir? Con respecto al derecho argentino, ímpera el deber jurídico de respeto de la vida, integridad física y salud de toda persona, cualquiera sea su deficiencia física o psíquica. Además, si el Estado ha asumido, por la Ley 22.431 de 1981, el deber de asegurar a todo discapacitado que no cuente con medios propios una rehabilitación integral, formación laboral y profesional, así como préstamos y subsidios destinados a facilitar su trabajo y su actividad intelectual (art. 4º), y muchos otros derechos, como son el transporte gratuito a los establecimientos escolares y a los centros de rehabilitación (art. 20), hay que concluir a fortiori que el derecho le reconoce el respeto de su existencia8. Toda discriminación por la cual se vulnere el derecho al respeto de la vida se opone a principios fundamentales del ordenamiento jurídico argentino, constituye una conducta típica descripta dentro del Título I del Código Penal, y una violación de la Ley 23.592 (“Ley antidiscriminatoria”), que veda los “actos u omisiones discriminatorios determinados por motivos tales como la raza, religión, nacionalidad (...) o caracteres físicos”. Asimismo, ya en el terreno técnico de la aplicación del derecho, cualquier norma legal que imponga o autorice un trato discriminatorio en el respeto a la vida, la integridad corporal o la salud de las personas discapacitadas deberá considerarse inconstitucional, por violación del “principio de igualdad” (art. 16 de la Constitución Nacional), en cuanto crea una irrazonable desigualdad de trato entre las personas con respecto a un derecho fundamental. La eliminación de los seres humanos defectuosos, aprobada en algunas comunidades antiguas, como fue el caso del pueblo espartano9, es admitida en nuestros días por ciertos juristas extranjeros y argentinos10, que han exhibido para ello pretendidos fundamentos, que exponemos y consideramos en el desarrollo que sigue. 3. Argumentos en pro de la tesis contraria y consideración crítica de ellos. a) Argumento de la "calidad de vida". Véase también Constitución Nacional argentina, art. 75 i 23; Constitución de la Provincia de Córdoba, art. 23. 9 A los recién nacidos deformes o que, a juicio de los éforos, no eran suficientemente robustos, se acostumbraba abandonarlos en el monte Taigetos, o eran precipitados desde allí. "En Esparta se educaba a los niños para hacer de ellos guerreros. En cuanto nacía uno, era llevado a la Lesqué, donde se reunían los viejos. Lo examinaban, y si les parecía flojo o mal conformado, le llevaban a lo alto del monte Taigeto, y allí le abandonaban" (Ch. Seignobos, Historia universal, vol. I, Amauta, Buenos Aires, 1963, p. 246). 10 Así por ejemplo, Elena Highton de Nolasco ha sostenido que, aun cuando la ley argentina no lo permite, debiera reconocerse, en caso que el diagnóstico prenatal revelara un feto afectado, el "derecho" de interrumpir el embarazo si así lo desea la madre o la pareja (La salud, la vida y la muerte. Un problema ético-jurídico: el difuso límite entre el daño y el beneficio a la persona, en Revista de Derecho Privado y Comunitario, edit. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, nº 1, 1992, p. 191). 8 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La discriminación de los discapacitados en el Derecho a la vida…, pp. 165-179. - 171 - Este argumento reproduce la tesis del jurista germano Binding, que ya mencionamos supra: las graves deficiencias físicas o psíquicas que afectan a un ser humano autorizan su eliminación, porque se trata de una “vida sin valor” para la comunidad o para él mismo. Réplica: Si es el caso de una tara meramente física, ella no impide el desenvolvimiento de la naturaleza humana; y no pensamos sólo en aquellos muchos individuos contrahechos que por un talento especial descollaron en las letras, artes o ciencias, que naturalmente suman un porcentaje minoritario dentro de los seres humanos defectuosos. Nos referimos a todos los seres humanos, que pueden realizarse como personas, aunque sea con las accidentales restricciones que provengan de sus limitaciones corporales. Y si se trata de deficiencias mentales, hay que decir con Santo Tomás que "aun cuando se engendre prole enferma, más vale existir así, que carecer de existencia en absoluto"11. Ningún argumento sincero puede intentar fundarse en el bien de los mismos disminuidos, para concluir en favor de su eliminación. Que se les hace menos daño matándolos o dejándolos morir por omisión que permitiéndoles vivir es una de aquellas cosas que pueden decirse pero que no pueden entenderse. Siempre que se han hecho encuestas a personas con diversa clase de invalidez, la abrumadora mayoría de ellos ha respondido de modo categórico que preferían la vida en tales condiciones, antes que no vivir. Aun en el caso de las más graves deficiencias mentales, se trata de seres ontológicamente superiores a los animales domésticos, a quienes se alimenta, protege, medica y acaricia. Aun los más defectuosos, los que se hallen máximamente incapacitados, son seres humanos y además son seres que tienen una importante capacidad en lo que respecta a nosotros: la capacidad de recibir amor. Muchos de ellos, como ocurre con la mayoría de los que padecen el síndrome de Down (que es la forma más frecuente de deficiencia mental) son capaces de dar afecto. Pero aun aquellos que sean tan deficientes que no puedan comunicarse con el prójimo, de todas maneras se presentan como una ocasión en que podemos amarlos y servirlos, o sea la ocasión de amar y servir al prójimo sin recibir recompensa, que es el modo más meritorio de servir. La experiencia inmediata, así como las referencias de quienes trabajan con criaturas discapacitadas, exhiben abundantísimos testimonios de padres y madres que aman entrañablemente a sus hijos minusválidos y los asisten, lo cual, además de ser el cumplimiento de un deber de justicia, suele llegar a formar una parte muy significativa del sentido de las vidas de tales progenitores. La mayoría de los padres, después de la fuerte conmoción inicial que les causa la noticia sobre la dolencia que afecta al hijo, y a veces después de un periodo de normales sentimientos de repulsa (y aun de un trauma que puede perdurar por varias semanas), aceptan al hijo disminuido y desarrollan 11 Summa. theol., Supl., q. 64, art. 1, ad 4. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Camilo Tale - 172 - un especial afecto por él12. En consecuencia, son “vidas con valor”, ya sea en sí mismas, ya sea respecto de los demás. b) Argumento de las "propias convicciones". Suele argüirse que en esta materia cada uno debe decidir según sus convicciones, y que nadie tiene derecho de imponer las propias a los demás; por ende, que se debe reconocer a cada progenitor el derecho de decidir según su conciencia, entre conservar la criatura defectuosa, o destruirla. Réplica: ¡Aquí no se trata sólo de la vida y de la conciencia de quien toma la decisión, sino que se trata de los derechos fundamentales de otro ser humano, inocente e indefenso! ¡Se trata de que defendamos que lo dejen vivir, o al contrario, permitamos y aprobemos su eliminación! Esto no puede dejarse librado a las "convicciones personales" de cada individuo. Como explica Spaemann, sería como decir, a quien lucha contra la inhumanidad de la esclavitud, que no tiene que imponer sus convicciones a los que no las comparten13. c) Argumento del consentimiento presunto del discapacitado. Otro intento de justificación asume que la eliminación es lo mejor para el individuo defectuoso, y que por ende hay que presumir que él mismo estaría de acuerdo con ello. Así, la civilista argentina Elena Highton de Nolasco (hace poco elevada al cargo de juez de la Corte Suprema) habló, en un artículo publicado en 1992, de un "derecho a no nacer" de los fetos con defectos, y por ende de un aborto que se hace "como si fuera directamente «a pedido» de la persona por nacer"14. Réplica: Tal premisa se halla desmentida por el testimonio que dan los mismos minusválidos a quienes se les ha permitido vivir. En todas las encuestas practicadas al respecto ellos rechazaron la idea de la inexistencia como una opción preferible15. De ninguna manera es posible concebir que la eliminación de seres humanos defectuosos se haga en interés de ellos mismos. Para un individuo con síndrome de Down, para un niño sin brazos, para un sordomudo o un ciego de nacimiento, es mejor ser, con tales defectos, que no ser en absoluto. Las experiencias de los especialistas y las muchas investigaciones sociológicas formales que se han realizado sobre el asunto, son contestes en esto. Por todos, citamos a Cliff Cunningham, El síndrome de Down, Paidós, Barcelona, 1990, pp. 31 ss. 13 Robert Spaemann, ¿Todos los hombres son personas?, en AA. VV., Bioética, Rialp, Madrid, 1992, p. 73. "Pertenece a los derechos del hombre el que ellos no dependan del juicio de otro hombre (...). Es demencial el slogan de que ésta es una cuestión que cada uno debe resolver en conciencia. Pues, o los no nacidos no tienen derecho a la vida -y entonces la conciencia no debe tomarse ninguna molestia-, o existe ese derecho, y entonces no puede ponerse a disposición de la conciencia de otro hombre" (Robert Spaemann, Ética: cuestiones fundamentales, EUNSA, Pamplona, 1987, p. 95). 14 Cfr. Elena Highton de Nolasco, La salud, la vida y la muerte..., art. cit., p. 188. 15 Cfr. J. Willke y B. Willke, Aborto. Preguntas y respuestas. Bonum, 1993, Buenos Aires, pp. 209 s. 12 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La discriminación de los discapacitados en el Derecho a la vida…, pp. 165-179. - 173 - De todos modos, aun cuando fuese verdad que todo minusválido si pudiese decidir antes de nacer entre vivir o morir, elegiría lo segundo, la vida es uno de los bienes “indisponibles” del hombre, como bien se enseña en el derecho civil. Nadie tiene derecho de disponer la destrucción de su propia existencia; por tanto, carece de la facultad de autorizar a los demás su destrucción. Puede notarse, según lo expuesto, la falta de fundamentación racional en todo el discurso que se alega para negar el derecho de vivir a las criaturas discapacitadas. Obviamente, esta idea que progresa día a día no responde a razones, sino a manifiestos motivos hedonísticos, ya sea dentro de la familia (evitarse sacrificios, molestias o vergüenza), ya sea en la sociedad en general, respecto de la cual la supresión de las personas con deficiencias se vincula a una concepción de base utilitarista que los reputa como "vidas sin valor" para los demás. Claro está que la falta de aptitudes en estos seres humanos, que redunden en una utilidad o provecho para los otros, de modo que compensen las cargas que su existencia implica para la sociedad, no es razón para legitimar su destrucción. Pero de todos modos, aun esa premisa es controvertible. Brian O'Donnell, después de su larga experiencia al servicio de seres humanos con serios defectos, nos da su conclusión: "No pretendo decir que hallemos cualidades en todos los minusválidos (...) En realidad, algunos de ellos pueden tener pocas, y hasta ninguna. Pero, en su conjunto, enriquecen a la sociedad, e iluminan las relaciones sociales de un modo que supera las desventajas que trae su existencia"16. Pero aun cuando no compartamos tal juicio, y estimemos que la presencia de los disminuidos en la sociedad humana en nada nos aprovecha, y que disminuye nuestros beneficios, la protección y ayuda que podamos brindarles viene exigido por un principio primordial de justicia (alterum non laedere). Y también por la solidaridad cuya práctica por el hombre singular y por la comunidad se requiere para la realización acabada y plenificante de la naturaleza humana. En efecto, que el hombre es por naturaleza un ser social, no significa sólo que cada uno participa de la sociedad y se brinda a los otros para recibir de ellos cosas en contracambio, sino que la naturaleza social del hombre significa también que el ser humano tiende por naturaleza a brindarse al prójimo, a ayudarlo y a constituir con él una vida en común, y que sólo en el compartir y en el dar puede lograr la plenificación de su naturaleza. Al respecto, es muy ilustrativo el breve relato de la Reina Silvia de Suecia, en su alocución en la VII Conferencia Internacional para los agentes sanitarios, reunión dedicada al tema "Los minusválidos en la sociedad" y celebrada en 1993: "En el norte de Suecia hace unos años, cinco jóvenes gravemente minusválidos, que habían estudiado en el mismo colegio durante varios años, decidieron ir a vivir juntos en una «casa vigilada» (...) En las conversaciones con los jóvenes acerca de sus esperanzas y posibilidades, se les preguntó a cada uno de ellos de qué modo Brian O'Donnell, Enriquecimiento recíproco. Interacción entre las personas minusválidas y la sociedad, en Dolentium hominum, nº 22, Roma, 1993, p. 97. 16 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Camilo Tale - 174 - pensaban contribuir a la colectividad. Uno iba a cocinar, otro iba a trabajar en un laboratorio... Cuando le preguntaron a Martín, el más disminuido de todos, qué cosa haría él, los otros respondieron: «Él será uno de nosotros»"17. 4. Tránsito del aborto eugenésico al infanticidio eugenésico. Si se admite la eliminación de los discapacitados antes de su nacimiento, es razonable sacar como consecuencia que con mayor razón es legítimo eliminar a los seres humanos defectuosos después de su nacimiento. Si ha de permitirse lo primero, con mayor razón ha de permitirse lo segundo, pues: a) no hay diferencia ontológica esencial entre un feto de nueve meses y un recién nacido (en rigor, tampoco la hay entre un embrión un día después de su concepción y un niño nacido; pero entre el feto a término y el recién nacido la comunidad de esencia es aún más patente e indiscutible); y b) luego del nacimiento se hace bien manifiesta la gravedad de la minusvalía que poseen. Por ello, Peter Singer, que abogaba por el infanticidio de los niños defectuosos, señalaba la incoherencia de la legislación y las opiniones que lo rechazaban, al mismo tiempo que aceptaban el aborto de los fetos con defectos18. 5. El infanticidio eugenésico en los tribunales de los Estados Unidos. Así, entre algunos juristas y tribunales de los EE. UU. ha prosperado desde la década de los años ochenta la doctrina que aprueba la omisión de la terapia indicada para la enfermedad, cuando ésta sea padecida por un niño discapacitado, y los padres exijan que no se le dé tratamiento, aunque se trate de una enfermedad fácilmente curable mediante una terapia accesible, como puede ser el caso de un niño mongólico que nace con atresia de esófago que le impide alimentarse, pero que es corregible con una cirugía sencilla, o cuando un recién nacido mongólico padece una pulmonía tratable con antibióticos, o un leve problema cardiaco solucionable, etc. Un caso muy difundido de víctima de esta inicua actitud discriminatoria avalada por la doctrina de los jueces de ese país, fue el caso del "Bebé Doe", en Indiana, en 1982: Un recién nacido tenía síndrome de Down y además había venido al mundo con una fístula tráqueo-esofágica (problema que suele agregarse al síndrome de Down en cierto porcentaje de casos), por lo cual no podía alimentarse por vía bucal. Con una operación sencilla podía reconstruirse el esófago y superarse el problema, pero los padres del infante no querían que se hiciera tal intervención médica, sino que se dejara morir al niño por inanición; los directores de la clínica acudieron al juez y le pidieron que Silvia de Suecia, Discurso a la VII Conferencia..., en Dolentium hominum, nº 22, Roma, 1993, p. 15. 18 Peter Singer, Repensar la vida y la muerte. El derrumbe de nuestra ética tradicional, Paidós, Barcelona-México-Buenos Aires, 1994, pp. 16 s. 17 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La discriminación de los discapacitados en el Derecho a la vida…, pp. 165-179. - 175 - ordenara la realización de la operación que le salvaría la vida; pero los jueces, incluso el tribunal supremo de Indiana, prohibieron a los médicos la intervención quirúrgica salvadora, y también ordenaron el cese de toda alimentación, de acuerdo con la voluntad de los progenitores, de modo que la criatura murió lentamente por inanición, y a pesar de que diez matrimonios se habían ofrecido para adoptar ese niño. Otro caso ocurrido en el mismo país, en 1983: Nació una niña con "espina bífida" (columna vertebral parcialmente abierta, lo cual suele traer aparejado, según la gravedad de la anomalía, cierta deficiencia mental más o menos grave). La abertura puede cerrarse mediante una operación quirúrgica, pero los padres exigieron que no se realizara, al saber que la niña se salvaría pero probablemente quedaría con un retardo mental. El tribunal hizo lugar a la pretensión de los padres, y la beba murió por las infecciones que se produjeron en la abertura. Estos casos trascendieron al público por haber llegado a los tribunales; pero en realidad la eliminación de los recién nacidos defectuosos ya era práctica corriente aunque oculta en varios hospitales de ese país, antes de que sucedieran estos sonados casos. Ya decía un autor con respecto a las prácticas de la década anterior: "Mediante la delicada atención de darles sedantes en cantidad y de alimentarlos «sólo a petición», los niños van muriendo de inanición sin hacer mucho ruido"19. "Tratamiento selectivo" significa en el argot de los neonatólogos que a unos recién nacidos se les da tratamiento médico, y a otros no. Esa denominación puede representar una conducta admisible cuando se toma como criterio la proporción entre el éxito esperado y los inconvenientes de la terapia, pero con frecuencia la expresión se utiliza para encubrir una cosa distinta: que a determinada enfermedad, si es padecida por un niño normal se le brinda tratamiento, y si es padecida por un niño con deficiencia mental, se le proporciona terapia. En tal contexto discriminatorio, suele sostenerse que la decisión de tratar médicamente o no tratar la enfermedad "depende de cada caso", y así cuál niño debe vivir y cuál debe morir es algo que depende finalmente del grado del defecto y de la actitud de aceptación o de rechazo de la familia, y para nada importa ni el bien de la criatura, ni su calidad de ser humano, ni el principio que manda abstenerse de causar la muerte del prójimo inocente. Algunos eticistas y neonatólogos han propuesto y practicado la selección para el tratamiento, de modo que aquéllos que aparentemente tienen menos daños reciban asistencia terapéutica, y a los otros se les dé tan sólo alimentación y sedantes, aunque podrían salvar su vida si se les proveyese el tratamiento adecuado, a veces sencillo y económico. Los criterios para esta selección han variado según el autor que los ha propuesto Tal selección es inadmisible, porque consiste en abstenerse de curar con tratamientos ordinarios a seres humanos por el único motivo de que se los juzga muy defectuosos como para seguir John Freeman, Ethics and the decision making process for defective children, en David Roy, Medical wisdom and ethics in the treatment of severely defective newborn and young children, Eden Press, Montreal, 1978, p. 25. 19 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Camilo Tale - 176 - viviendo, o para dedicarles esfuerzos médicos. Además, está perfectamente comprobado, luego de muchas investigaciones, que cuando estos niños con espina bífida son operados oportunamente y reciben tratamiento, más del 80% de ellos sobrevive hasta la edad adulta, la gran mayoría de ellos alcanza inteligencia normal y capacidad de caminar. Pueden consultarse muchas estadísticas prolijas al respecto en la bibliografía médica. El documento intitulado "Protocolo de asistencia inmediata al niño con mielomeningocele", del Comité de Ética del Hospital Pediátrico San Juan de Dios de Barcelona y publicado en esa ciudad en 1988, sostiene esta selección aberrante según la cual el Hospital decide en algunos casos aplicar tratamientos médicos al niño, y en otros casos se abstiene de hacerlo -omitiéndose incluso los antibióticos (p. 6)-, y se lo deja morir, aun cuando podría salvarse con medios ordinarios de la medicina. Se exponen allí varios criterios para esta selección (p. 4), aunque de todos modos se aclara que la decisión "se tomará caso por caso", de acuerdo con una "valoración multidisciplinaria", con intervención no sólo de médicos de diversas especialidades (un neonatólogo, un neurólogo, un neuro-cirujano, un ortopedista y, a veces, un urólogo) y de los padres del niño, sino también de un miembro del personal de enfermería, un psicólogo y un asistente social (pp. 3 ss.) Entre los criterios para negar atención médica adecuada, se menciona "la existencia de una problemática social grave en la familia" (p. 4). Deploramos profundamente que se fomente e intente legitimar de esta manera y con el nombre de "etica médica" el homicidio de estos niños defectuosos mediante omisión de tratamiento, en el mencionado hospital. Al respecto, es loable la norma sancionada por el Dpto. de Salud y Servicios Humanos de los EE.UU. el 5/7/1983, que prohibió "cualquier denegación de servicios médicos por causa de una disminución tal como retardo mental, ceguera, parálisis, sordera o falta de brazos"20. Sin embargo, la Corte Suprema del mismo país, en el caso Bowen vs. American Hospital Association, fallado el 9/6/86, derogó esa norma, pues admitió en favor de los padres la facultad de exigir la omisión de todo tratamiento para enfermedades de los niños que vienen al mundo con una seria disminución (106 U.S. Supr. Court. 2101, 1986). Es oportuno citar, en relación con el tema, un libro realizado en coautoría por Celia Bordín, Marta Fracapani, Liliana Giannacari y Alberto Bochatey, intitulado "Bioética"21. Se incluye en él el tema de las decisiones sobre tratamiento de neonatos22; la exposición es confusa en el punto crucial, porque no se distinguen dos cuestiones: a) la decisión de iniciar o no iniciar tratamientos cuando son muy costosos (lo cual se da mayormente con respecto a los neonatos inmaduros) y b) los supuestos en que el costo económico no es el factor único o más relevante para la decisión de negar el tratamiento. Cfr. The New England Journal of Medicine, vol. 309 nº 11, 15/9/83, p. 660. Celia Bordín, Marta Fracapani, Liliana Giannacari y Alberto Bochatey, Bioética, 2ª ed. Lumen, Buenos Aires, 1996. 22 Celia Bordin et alii, Bioética, op. cit., pp. 97-100. 20 21 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La discriminación de los discapacitados en el Derecho a la vida…, pp. 165-179. - 177 - Con respecto al primer punto señalado (a), la solución debe regirse por la doctrina de los medios proporcionados y los desproporcionados -y que en otra parte de dicho libro se trata adecuadamente- cuando el desembolso debe ser afrontado por la familia, y por los criterios de la justicia distributiva, cuando la terapia debe ser costeada por la comunidad. Pero con respecto al segundo punto señalado (b), cuando se admite la omisión de tratamiento, los autores de la obra que comentamos no hacen la decisiva distinción entre el caso en que las terapias son mera prolongación del padecimiento, o son fútiles o desproporcionadas con los resultados esperables, y el caso en que al contrario la intervencion médica sería eficaz para la dolencia que afecta al infante, pero se la rehusa porque se trata de una persona con deformaciones físicas o con deficiencia mental. Del texto se interpreta más bien que se cohonesta la omisión de asistencia médica en este segundo caso, y se ejemplifica con los niños con mielomeningocele23. Hay que rechazar categóricamente esta idea, pues tal comportamiento es una eutanasia por omisión (o sea un homicidio) de niños, sin ninguna justificación posible, y con el agravante de ser llevada a cabo por los médicos, y eventualmente, pedida o consentida por los padres de la víctima. Pero se ha ido aún más lejos. Muchos publicistas afamados en el mundo de la medicina y del derecho, han promovido no sólo la muerte por omisión, sino también la muerte directa mediante acción positiva de los niños disminuidos. Francis Crick, Premio Nobel de Medicina, ha propugnado que no se reconozca la existencia de un ser humano hasta 48 horas después del nacimiento, para que en ese periodo se le hagan todos los estudios necesarios y, si se aprueba su estado, entonces se lo anote en el Registro Civil, y en caso contrario se le administre la eutanasia. Se ha difundido mucho la opinión de James Watson, otro Premio Nobel, quien propuso un lapso de tres días después del nacimiento antes de otorgarle status jurídico al infante: "Si un bebé no fuera declarado vivo hasta transcurridos tres días desde el nacimiento, entonces todos los padres tendrían la posibilidad de elegir (...) El médico podría permitir que el bebé muriera si los padres así lo desean, ahorrándoles a ellos una vida de sufrimientos"24. En 1987 en Francia el senador socialista Henry Caillavert presentó un proyecto de ley por el cual "se autoriza a matar" (en términos textuales) dentro del plazo de tres días de su nacimiento a los niños malformados, gravemente lisiados o con síndrome de Down25. Otros han sostenido que el lapso para decidir si se conserva la vida de un niño debe extenderse hasta que cumpla un año de edad, sea defectuoso o sea sano. Entre estos autores, uno de los más conocidos es el filósofo australiano Peter Singer. Expresa el autor en un artículo Celia Bordin et alii, Bioética, op. cit., p. 99. James Watson, Children from the laboratory, cap. 3, p. 2, 1973, cit. por J. y B. Willke, op. cit., p. 204. 25 Cfr. Luis Ravaioli, Valoración ética de la eutanasia, Serviam, Buenos Aires, 1994, p. 77. 23 24 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Camilo Tale - 178 - publicado en una de las principales revistas de pediatría del mundo: "El hecho de pertenecer a la especie homo sapiens no es relevante desde el punto de vista moral. Si hacemos una comparación entre un perro o un cerdo y un niño pequeño con serios defectos, muchas veces vemos que tales seres humanos no tienen capacidades superiores a aquéllos"26. Sostiene Singer que la pertenencia de un individuo al género humano no es fundamento suficiente para que posea el derecho a la vida; enseña que carecen del derecho a la vida los embriones humanos, los niños en el primer año de vida, los deficientes profundos o los afectados por la decrepitud de la edad, porque no manifiestan capacidades relevantes27. En la misma tesitura, Michael Tooley afirmaba que atormentar a un gato es más grave que matar a un niño recién nacido, porque la primera conducta causa más dolor28. Una enseñanza semejante expresa machaconamente el bioeticista estadounidense Tristram Engelhardt, en su obra “Fundamentos de Bioética”, que es uno de los tratados más difundidos sobre la materia, tanto en su original en inglés como en su traducción castellana. Dice el autor: “No todos los seres humanos son personas, porque no todos tienen capacidad de razonar (...) Los fetos, los bebés, los retrasados mentales profundos (...) son ejemplos de seres humanos que no son personas”29. “Los bebés, los retrasados mentales profundos y los que padecen la enfermedad de Alzheimer en estado avanzado (debilidad senil) no son personas en sentido estricto”30. “Los costos enormes de criar a un niño con graves desventajas físicas y mentales quitan validez a los usuales deberes de beneficencia hacia una entidad que todavía no es persona en sentido estricto”31. Engelhardt ha ido más lejos aún que Singer, pues enseña que los infantes no son personas, sino que “los seres humanos son personas en sentido estricto varios años después de nacer”32. Afirma el mismo autor estadounidense: “Tenemos un derecho de propiedad sobre nuestro cuerpo y también sobre los fetos, embriones y bebés que producimos. Tal derecho de propiedad del padre sobre el niño cesa en el momento en que el niño adquiere conciencia de sí mismo. Allí comienza a regir la moral del respeto mutuo”33. En armonía con tal doctrina, el bioeticista australiano Peter Singer, escribió reiteradamente: Toda persona tiene derecho a la vida. Pero persona no es cualquier ser humano, sino que “persona es un ser con conciencia de su propia existencia en el tiempo y con capacidad de tener planes para el futuro”34. Peter Singer, Sanctity of life or quality of life?, en Pediatrics, vol. 73, nº 1, jul. 1983, p. 128. 27 Robert Spaemann, ¿Todos los hombres son personas?, cit., p. 70. 28 Michael Tooley, Aborto e infanticidio, Cátedra, Madrid, 1983, pp. 97 ss. 29 Tristram Engelhardt, Los fundamentos de la bioética, Paidós, Barcelona-MéxicoBuenos Aires, 1995, pp. 155 y 257. 30 Los fundamentos..., pp. 165 s. 31 Los fundamentos..., p. 291. 32 Los fundamentos..., p. 258. 33 Los fundamentos..., p. 178. 34 Peter Singer, Repensar la vida y la muerte. El derrumbe de nuestra ética 26 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La discriminación de los discapacitados en el Derecho a la vida…, pp. 165-179. - 179 - Este es el camino que lógicamente se deriva del punto de partida de las filosofías del hedonismo, el utilitarismo, la moral de la autonomía y el relativismo ético. El aborto eugenésico es un estadio de la evolución de la “cultura de la muerte”, seguido por el infanticidio eugenésico, para llegar luego a la "justificación" del infanticidio con el alcance más amplio, como podemos leer claramente en Singer y en Engelhardt. Al amparo de las leyes sobre eutanasia sancionada en Holanda en 2001 (limitada a los supuestos de personas con edad mínima de doce años que soliciten la muerte) se favorece la eliminación impune de infantes y de ancianos con dolencias mentales. En materia de personas minusválidas, se multiplican hoy las reivindicaciones dirigidas contra el aislamiento y la segregación, contra las restricciones en el goce de los derechos civiles y de los diversos beneficios de la civilización, contra la exclusión en los puestos de trabajo, y la falta de participación en las diversas esferas de la vida social, y en fin, contra la desigualdad de oportunidades, y en tal sentido se van reconociendo poco a poco tales reclamos, que a veces son rigurosos derechos, y otras veces solamente loables aspiraciones. Pero hay un derecho manifiesto que es cada día más violado y que necesita ser más urgente y enérgicamente defendido, que es el derecho de vivir de todos aquellos que vienen al mundo con cualquier defecto, por grave que sea. Este derecho necesita ser defendido, no sólo frente a las prácticas contrarias, sino asimismo frente a las doctrinas que sustentan la discriminación homicida. Queremos cerrar este artículo, con una evocación de homenaje a la veneranda memoria de Jérôme Léjeune, el gran genetista, descubridor de la causa genética del síndrome de Down en 1959, y que hasta el último día de su fecunda y ejemplar existencia fue, en su país y en los foros internacionales, un paladín defensor del derecho a vivir de los discapacitados y trabajó incansablemente con el objetivo de obtener terapias que modificaran los desequilibrios del metabolismo que influyen sobre el cerebro de los individuos que padecen mongolismo, para lograr así mejorar el desarrollo de su inteligencia. tradicional, Paidós, Barcelona-México-Buenos Aires, 1994, p. 213. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Derecho y neurociencia, pp. 181-189. - 181 - DERECHO Y NEUROCIENCIA porAtahualpa Fernandez (*) Resumen Palabras clave Este artículo discute algunas cuestiones relativas al impacto que la neurociencia cognitiva puede llegar a tener para el actual edificio teórico y metodológico de la ciencia jurídica. La localización de los correlatos cerebrales relacionados con el juicio moral, tanto usando técnicas de neuroimagen como por medio de los estudios sobre lesiones cerebrales, parece ser, sin duda, una de las grandes noticias de la historia de las ciencias sociales normativas. El mejor modelo neurocientífico del juicio normativo disponible hoy establece que el operador del derecho cuenta, en sus sistemas evaluativo-afectivos neuronales, con una permanente presencia de las exigencias, obligaciones y estrategias, con un “deber-ser” que incorpora de forma interna razones y emociones y que se integra constitutivamente en las actividades de los niveles práctico, teórico y normativo de todo proceso de realización del derecho. Juicio moral y normativo – derecho - neurociencia cognitiva – emoción – intuición - interpretación jurídica. La localización de los correlatos cerebrales relacionados con el juicio moral, tanto usando técnicas de neuroimagen como por medio de los estudios sobre lesiones cerebrales, parece ser, sin duda, una de las grandes noticias de la historia de las ciencias sociales normativas. De hecho, en la medida en que la neurociencia permite un entendimiento cada vez más sofisticado del cerebro, las posibles implicaciones morales, legales y sociales de esos avances en el conocimiento de nuestro sofisticado programa ontogenético cognitivo empiezan a poder ser considerados bajo una óptica mucho más empírica y respetuosa con los métodos científicos. El objetivo sería, en principio, el de aclarar la localización de funciones cognitivas elevadas entendidas como apomorfias del Homo sapiens, al estilo de la capacidad para la elaboración de juicios morales. Pero no cabe duda alguna de que, a partir de las evidencias obtenidas, cabe ir mucho más lejos. Esos avances, más allá de su extraordinaria relevancia científica, también traen consigo (*) Doctor en Filosofía Jurídica, Moral y Política (Universidad de Barcelona); Posdoctorado en Teoría Social, Ética y Economia (Universidad Pompeu Fabra); Mestre en Ciencias Jurídico-civilísticas (Universidade de Coimbra); Research Scholar del Center for Evolutionary Psychology de la University of California, Santa Barbara; Research Scholar en la Faculty of Law/CAU- Christian-Albrechts-Universität zu KielAlemania; Especialista en Derecho Público/UFPa; Catedrático de la Universidad de Amazônia-Unama/PA; Profesor Colaborador de la Universitat de les Illes Balears (España) (Etología, Cognición y Evolución Humana/ Laboratorio de Sistemática Humana); Fiscal de Juicios-MPU/Brasil. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Atahualpa Fernandez - 182 - importantes connotaciones filosóficas, jurídicas y morales, en particular en lo que se refiere a la compresión de los procesos cognitivos superiores relacionados con el juicio ético-jurídico, entendido como estado funcional de los procesos cerebrales. Siendo así, surge la convicción de que, para comprender esa parte esencial del universo ético-jurídico, es preciso dirigirse hacia el cerebro, hacia los substratos cerebrales responsables de nuestros juicios morales cuya génesis y funcionamiento cabe situar en la historia evolutiva propia de nuestra especie. Pese al hecho de que las investigaciones de la neurociencia cognitiva acerca del juicio moral y del juicio normativo en el derecho y en la justicia todavía se encuentran en una etapa muy precoz, su utilidad es indudable. Con una condición; la de tomarlas en cuenta con mucha prudencia. Los hallazgos neurocientíficos servirán para alcanzar un mayor conocimiento acerca de la naturaleza humana, pero éste no garantiza, por sí mismo, valores morales como puedan ser un mayor respeto a la vida, a la igualdad y a la libertad humanas. Sin embargo, parece posible conjeturar que la investigación neurocientífica sobre la cognición moral y jurídica pueda venir a afectar nuestro entendimiento acerca de la naturaleza del pensamiento y de la conducta humana, con consecuencias profundas en el dominio propio (ontológico y metodológico) del fenómeno jurídico. Y porque no hay una institución humana más fundamental que la norma jurídica y, en el campo del progreso científico, algo más fascinante que el estudio del cerebro, la unión de esos dos elementos (norma/cerebro) acaba por representar una combinación naturalmente estimulante, una vez que la norma jurídica y el comportamiento que procura regular son ambos productos de procesos mentales. En este particular contexto, el proceso de interpretación y aplicación jurídica aparece como el mecanismo apto y lo único medio posible y con capacidad necesaria y suficiente para poner en evidencia la natural combinación cerebro/norma. Quizá sea ésa la razón por la cual abundan los interrogantes y las dudas filosóficas y morales en el terreno de cruce entre neurociencia y derecho. Algunos artículos ya publicados (vid. por ejemplo, Cela Conde, 2004) las ponen de manifiesto: ¿Estamos en el caso del juicio moral o de otros fenómenos perceptivos similares ante procesos cognitivos más bien unitarios y discretos, o se trata sólo de fenómenos que emergen de muchos mecanismos psíquicos articulados en el tiempo y el espacio? ¿Tienen esos presuntos procesos o series de procesos algún aspecto de carácter universal, en el sentido de que cuenten con alguna componente clave común capaz de determinar en cada individuo su particular valoración de lo que es o deja de ser justo? ¿Será posible algún día describir ese proceso o procesos (o las componentes clave) en términos más objetivos? ¿Cabe buscar su origen en algún patrón idiosincrásico de actividad neuronal que contenga al menos alguna secuencia espaciotemporalmente identificable compartida por todos los sujetos? A Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Derecho y neurociencia, pp. 181-189. - 183 - diferencia de lo que parece ocurrir en la base neuronal de las facultades artísticas (Changeux, 1994; Vigouroux, 1992), ¿existen algunas redes neuronales cuya intervención específica sea en cierto modo crítica y universal en el marco de la actividad ampliamente distribuida que muy probablemente subyace -como en todos los procesos cognitivos superiores (Vigouroux, 1992)- al fenómeno de la experiencia moral? ¿En qué medida contribuyen la herencia y la historia de aprendizaje de cada individuo en la puesta en marcha de ese supuesto patrón funcional? ¿Pueden ser de utilidad las modernas técnicas de neuroimagen no tanto para la localización estricta de la sede cerebral de tal sesgo de actividad sino, más bien, para la identificación de la implicación diferencial de ciertos circuitos distribuidos? Particularmente con relación al fenómeno jurídico, el problema de la localización de las claves cerebrales que dictan el sentido de la justicia suscitan las siguientes cuestiones: ¿cuál es la relación existente entre los resultados de la investigación neurocientífica sobre la cognición moral y jurídica y las perspectivas teóricas del derecho? ¿En qué punto se pueden enlazar de modo en principio tan decisivo como para que la neurociencia cognitiva ponga en cuestión los resultados de la comprensión y la realización jurídica? ¿De qué forma un modelo neurocientífico del juicio normativo en el derecho y en la justicia puede ofrecer razones poderosas para dar cuenta de las falsedades subyacentes a las concepciones comunes de la psicología (y de la racionalidad) humana? ¿En qué medida es posible saber donde termina la cognición y empieza la emoción en el proceso de realización del derecho? ¿Qué alcance puede llegar a tener esa perspectiva neurocientífica para el actual edificio teórico y metodológico de la ciencia jurídica? O, ya que estamos, ¿de qué manera cambiará nuestra concepción acerca del hombre como causa y fin del derecho y, consecuentemente, la tarea del juristaintérprete de dar “vida hermenéutica” al derecho positivo? Uno de los “fetiches” más comunes de la ciencia jurídica actual, heredado de la concepción tradicional del método jurídico que busca garantizar los valores de orden, verdad y seguridad jurídica, asegura que los jueces deben limitarse a aplicar a los casos individuales las normas generales dictadas por el legislador, según un proceso de deducción formal lógico-deductivo y subsuntivo. Se trata de una operación meramente descriptiva, cognoscitiva de una norma previamente establecida y “reproductiva” de la voluntad del legislador (a quien cabe la exclusiva responsabilidad de las intenciones axiológico-normativas plasmadas en las leyes). Tal operación, partiendo del presupuesto de la neutralidad emocional, de la racionalidad y de la objetividad del intérprete, reduce el juez al papel de un puro técnico responsable de la aplicación mecánica de las leyes. Los jueces deberían limitarse a una descripción, que puede ser verdadera o falsa, en la aplicación de unas leyes con un significado auténtico preexistente a la propia actividad interpretativa. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Atahualpa Fernandez - 184 - De hecho, tanto la construcción hermenéutica como la propia unidad de la realización del derecho elaboradas por las teorías contemporáneas se basan hoy en el modo de explicación dominante de la teoría de la elección racional. Su concepto fundamental es el de que, por encima de todo, los jueces son en esencia racionales y objetivos en sus juicios de valor acerca de la justicia de la decisión: examinan lo mejor que pueden todos los factores pertinentes al caso y ponderan, siempre de forma neutra y no emocional, el resultado probable que se sigue a cada una de las elecciones potenciales. La opción preferida (“justa”) es aquella que mejor se adecua a los criterios de racionalidad y objetividad por medio de lo cual ha sido generada. El proceso de análisis indicado contiene, en esencia, una operación incompatible con los conocimientos que la neurociencia nos aporta. La de construir una imagen racional (la de la decisión de los jueces) de algo que parece ser, en sí mismo, una actividad con ciertos componentes irracionales. Lo inadecuado de la imagen se pone de manifiesto al analizar cómo funciona el cerebro cuando formulamos juicios morales acerca de lo justo o lo injusto. A causa de los procesos cerebrales asociados, es preciso aceptar la insoslayable presencia de elementos no-lógicos y, en general, de la intrusión de lo valorativo en el razonamiento jurídico. A partir de ahí, no resulta aceptable ni legítimo el seguir considerando la tarea hermenéutica como una operación o conjunto de operaciones regidas exclusivamente por la silogística deductiva o cognoscitiva. De hecho, la mente humana parece estar llena de rasgos y defectos de diseño que empañan nuestro legado biológico en aquello que se refiere a la plena objetividad y racionalidad cognitiva. Los teóricos del Derecho positivistas más influyentes del siglo que acaba de concluir (sobre todo Kelsen, pero también Hart, con los necesarios matices) no nos ofrecieron una teoría de la aplicación del derecho. Se limitaron a considerar que allí donde no existe una aplicación mecánica o subsunción debe hablarse de discrecionalidad en el sentido fuerte, es decir, de una actividad creadora del derecho entendiendo por tal un acto de voluntad discrecional en el que la razón supone una condición meramente instrumental. Para Kelsen, por ejemplo, todo acto de interpretación es de naturaleza volitiva, y no cognoscitiva. De ello se desprende que el acto de “aplicación” del derecho constituye en realidad una auténtica decisión, un acto constitutivo y no meramente declarativo, análogamente a lo que sucede con los actos del legislador. Por añadidura, no sólo la mayoría de las decisiones judiciales se toman con bastante rapidez, en escenarios complejos y con información parcial e incompleta -incluso, en condiciones de incertidumbre. Quienes, en el proceso de realización del derecho, llevan a cabo la tarea de juzgar, no dejan de ser personas con sus preocupaciones éticas y sus valores, preferencias e intuiciones morales. El resultado lleva a que no parezca ni legítimo ni razonable Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Derecho y neurociencia, pp. 181-189. - 185 - el levantar, en la aplicación del derecho, una barrera insuperable entre la anhelada objetividad y la subjetividad del intérprete. El proceso de realización del derecho por parte del juez implica, en último término, una tarea que puede considerarse constructiva y emocional, propia, en cierto sentido, de la ingeniería, pero en absoluto libre o desprovista de vínculos. De hecho, el que no pueda hablarse de una solución única, de una única respuesta correcta, significa precisamente que quien aplica el derecho puede elegir entre varias soluciones posibles , todas ellas correctas (es decir , todas ellas derivables de las normas que integran el sistema jurídico y según el procedimiento en él establecido). Si eso es así, si varias soluciones o respuestas correctas son posibles para un mismo problema jurídico, la elección final, necesariamente única, se presenta entonces como no derivada en exclusiva del sistema. Esa conclusión plantea al menos tres cuestiones fundamentales: de orden epistemológico, de orden axiológico-político y de orden subjetivoindividual del jurista-intérprete. Es esa constatación la que hace que no sólo la noción de racionalidad habitual en la ciencia jurídica esté siendo objeto de revisiones drásticas, si no que la idea misma de que la ciencia jurídica está fundada en la objetividad, neutralidad y racionalidad del operador del derecho ha sido puesta en duda en los últimos lustros desde las más variadas direcciones. Desde luego, a partir de algunas tendencias de la filosofía del derecho pero también, y acaso de forma más incisiva y contundente, por parte de los científicos cognitivos, de los filósofos de la mente y de la propia neurociencia. Y con el resultado de que, aun cuando alguna noción de racionalidad en el proceso de realización del derecho parece ineludible (tratar de prescindir de la idea de agentes intencionales es tarea condenada de antemano al fracaso), el proceso de derivación de los valores no es de naturaleza fundamentalmente neutra, objetiva y racional. Si es cierto que la elección moral no puede existir sin la razón (preferencias individuales y razón instrumental), no menos correcta es la “intuición” de que es la propia gama característicamente humana de las emociones las que produce los propósitos, las metas, los objetivos, las voluntades, las necesidades, los deseos, los miedos, las empatías, las aversiones y la capacidad de sentir el dolor y el sufrimiento del otro. Formulamos juicios de valor sobre lo justo y lo injusto no sólo porque somos capaces de razonar (como expresan la teoría de los juegos y la teoría de la interpretación jurídica) sino, además, porque estamos dotados de ciertas intuiciones morales innatas y de determinados estímulos emocionales que caracterizan la sensibilidad humana permitiendo el que nos conectemos potencialmente con todos los demás seres humanos. En definitiva, y debido al hecho de que la presión evolutiva no ha incrementado (de forma “óptima”) la racionalidad humana, cualquier construcción de una teoría jurídica de realización del derecho debe implicar un redimensionamento de la comprensión psicobiológica del Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Atahualpa Fernandez - 186 - acceso a la razón. En particular, debería evitar el rechazo de cualquier concepción acerca de la racionalidad, objetividad y neutralidad causada por el desconocimiento del funcionamiento de nuestro cerebro. Por otro lado, ni principios ni reglas regulan por si mismos su aplicación en el ámbito del comportamiento humano. Ellos representan apenas los pilares pasivos del sistema jurídico. Si se quiere obtener un modelo completo, se debe agregar a los pilares pasivos un activo, es decir, un procedimiento de interpretación, de justificación y de aplicación de las reglas y principios jurídicos. Por lo tanto, los niveles de las reglas, de los principios y del comportamiento humano tienen que ser completados por un cuarto: el de un proceso de concreta realización del derecho y la correspondiente (e ineludible) dimensión subjetivo-individual (neuronal) del jurista- intérprete. Dicho de otro modo, sea con Gadamer, Esser, Zaccaria o Dworkin, porque derecho es interpretación, no hay derecho que no sea derecho aplicado. Así que si el factor ultimo de individuación de la respuesta o conclusión del razonamiento jurídico no procede del sistema jurídico (aunque debe resultar compatible con él), parece obvio que sólo puede proceder de las convicciones personales del operador del derecho. Y como para la hermenéutica el modelo sujeto-objeto no es viable en el ámbito de las ciencias humanas, la subjetividad presente en todo acto de comprensión, interpretación y aplicación jurídica deberá abordarse por medio del análisis de los procesos cerebrales del operador del derecho. Parafraseando la advertencia de Philip Tobias (1997) relativa al lenguaje, se juzga con el cerebro. De hecho, tenemos todas las razones para creer que la toma de decisiones surge de la actividad electroquímica de redes-neuronales en el cerebro. La experiencia de decidir no es una ficción, sino una consecuencia causada por la actividad fisiológica de un cerebro (producto de sistemas cognitivos y emocionales) moldado genéticamente a lo largo de la historia evolutiva de nuestra especie y diseñado para pensar de cierta manera. Se trata de un proceso neuronal, con la obvia función de seleccionar la “mejor solución” según sus consecuencias previsibles, a par de fundamentada. De ahí que el juicio ético-jurídico basado no sólo en raciocinios sino también en emociones y sentimientos morales producidos por el cerebro, no pueda ser considerado independiente de la constitución y del funcionamiento de ese órgano que, en una primera aproximación, parece no disponer de una sede única y diferenciada relacionada con la cognición moral. El mejor modelo neurocientífico del juicio normativo disponible hoy establece que el operador del derecho cuenta, en sus sistemas evaluativo-afectivos neuronales, con una permanente presencia de las exigencias, obligaciones y estrategias, con un “deber-ser” que incorpora de forma interna razones y emociones y que se integra constitutivamente en las actividades de Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Derecho y neurociencia, pp. 181-189. - 187 - los niveles práctico, teórico y normativo de todo proceso de realización del derecho. El modelo neurocientífico indicado del juicio normativo en el derecho y en la justicia parece sugerir que el razonamiento jurídico implica un amplio empleo de diferentes sistemas de habilidades mentales y de fuentes de información diversas (Goodenough & Prehn, 2005). Es la actividad coordinada e integrada de las redes neuronales la que hace posible la conducta moral humana, o sea, de que el juicio moral integra las regiones frontales del cerebro con otros centros, en un proceso que implica la emoción y la intuición como componentes fundamentales. Es más, en cada una de estas funciones cerebrales interviene una gran diversidad de operaciones cognitivas, unas relacionadas con la inteligencia social y otras no (Greene et al., 2001 y 2002; Moll et al., 2002 y 2003). Parece fuera de duda que las investigaciones en neurociencia cognitiva de la moral, y muy particularmente del juicio normativo en el derecho y en la justicia, pueden ofrecer una enorme y rica contribución para la comprensión en detalle del funcionamiento interno del cerebro humano en el acto de juzgar -de formular juicios morales a cerca del justo y de lo injusto. La neurociencia puede suministrar las evidencias necesarias sobre la naturaleza de las zonas cerebrales activadas y de los estímulos cerebrales implicados en el proceso de decidir, sobre el grado de implicación personal de los juzgadores y sobre los condicionantes culturales en cada caso concreto, sobre los límites de la racionalidad y el grado de influencia de las emociones y sobre los sentimientos humanos en la formulación y concepción acerca de la “mejor decisión”. Sin olvidarnos de otros aspectos distintivos de la naturaleza del comportamiento humano a la hora de decidir sobre el sentido de la justicia concreta y la existencia de universales morales determinados por la naturaleza biológica de nuestra arquitectura cognitiva (neuronal). Al fin es el cerebro el que nos permite disponer de un sentido moral, el que nos proporciona las habilidades necesarias para vivir en sociedad y solucionar determinados conflictos sociales, y el que sirve de base para las discusiones y reflexiones iusfilosóficas más sofisticadas sobre derechos, deberes, justicia y moralidad. Pero resulta precipitado pensar que las primeras investigaciones neurocientíficas acerca del juicio moral y normativo ya nos abren la puerta a una humanidad mejor. Me temo que eso sería simplificar las cosas en extremo. Así como el creacionismo ingenuo puede condenar a los humanos a una minoría de edad permanente, también un modelo neurocientífico incompleto puede llevarnos a concebir ilusiones impropias. Porque no es, en definitiva, cierto que un mayor conocimiento de los condicionantes neuronales de los humanos lleve automáticamente a una vida humana más digna. ¡Ojalá fuesen las cosas tan sencillas! Pensar que la relación cerebro/moral/derecho lo es todo puede llevarnos a olvidar que la medida del derecho, la propia idea y Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Atahualpa Fernandez - 188 - esencia del derecho, es lo humano, cuya naturaleza resulta no sólo de una mezcla complicadísima de genes y de neuronas sino también de experiencias, valores, aprendizajes e influencias procedentes de nuestra igualmente complicada vida socio-cultural. El misterio de los humanos consiste precisamente en advertir que cada uno es un misterio para sí mismo. La neurociencia nos ayudará a entender una serie de elementos que configuran ese misterio, pero no lo eliminará de todo. Aun así, dando por sentado que el misterio permanecerá siempre, la ciencia tal vez pueda llevarnos a entender mejor que la búsqueda de un adecuado criterio metodológico para la comprensión y la realización del derecho puede considerarse, antes que nada, como la arqueología de las estructuras y correlatos cerebrales relacionados con el procesamiento de las informaciones éticojurídicas. Podrá incluso ayudarnos a comprender que la actividad hermenéutica se formula precisamente a partir de una posición antropológica y pone en juego la fenomenología del actuar humano. Sólo situándose desde el punto de vista del ser humano y de su naturaleza le será posible al juez representar el sentido y la función del derecho como unidad de un contexto vital, ético y cultural. Ese contexto establece que los seres humanos viven de las representaciones y significados diseñados para la cooperación, el diálogo y la argumentación y procesados en sus estructuras cerebrales. Que, en su "existir con" y situados en un determinado horizonte histórico-existencial, los miembros de la humanidad reclaman continuamente a los otros que justifiquen sus elecciones aportando las razones que las subyacen. Mi tesis es que los nuevos avances de la neurociencia cognitiva permitirá una mejor comprensión de la mente y del cerebro y traerá consigo la promesa de cruciales aplicaciones prácticas en el ámbito de la interpretación y aplicación jurídica: constituyen una oportunidad para refinar nuestros razonamientos ético-jurídicos y establecer nuevos patrones y criterios metodológicos sobre cimientos más firmes. Y aunque no sepamos gran cosa sobre el funcionamiento de nuestro cerebro, convertir el mar de especulaciones en certeza es la tarea que se espera de la ciencia actual. Una comprensión más profunda de las causas últimas (radicadas en nuestra naturaleza) del comportamiento moral y jurídico humano podrá ser de gran utilidad para averiguar cuáles son los límites y las condiciones de posibilidad de la ética y del derecho en el contexto de las sociedades contemporáneas. Referencias citadas: Cela Conde, C. J. (2004). «¿Es posible una antropología filosófica?», Thémata. Revista de Filosofia, 33: 87-94. Changeux, J.P. (1994). Raison et plaisir, Paris: Odile Jacob. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Derecho y neurociencia, pp. 181-189. - 189 - Goodenough, O. & Prehn, K. (2005). «Un modello neurocientífico del giudizzo normativo del diritto e nella giustizia», en i-lex Scienze Giuridiche,Scienze Cognitive e Intelligenza Artificiale, Revista quadrimestrale on-line: www.i-lex.it, Gennaio, numero 2. Greene, J. et al. (2001). «An fMRI investigation of emocional engagement in moral judgement». Science, 293: 2105-2108. Greene, J. et al. (2002). «How (and there) does moral judgement work?».Trends in Cognitive Sciences, 6 (12): 517-523. Mool, J. et al. (2002). «Functional networks in emotional moral and nonmoral social judgements». NeuroImage, 16: 696-703. Mool, J. et al. (2003). «Morals and the human brain: a working model», NeuroReport,14(3): 299-305. Mool, J. et al. (2002). «The neural correlates of moral sensitivity: A fMRI investigation of basic and moral emotions». The Journal of Neuroscience, 22(7): 2730-2736. Tobias, P.V. (1997). «Orígenes evolutivos de la lengua hablada». En C.J.C. Conde, R.G. Lombardo, & J.M. Contreras (eds.), Senderos de la evolución humana (pp. 35-52). México: Ludus Vitalis, número especial 1.Vigouroux, J. (1992). La fabrique du beau. Paris : Odile Jacob. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. - 191 - LA ARGUMENTACIÓN JURÍDICA EN EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL ESPAÑOL: LOS CASOS FÁCILES, DIFÍCILES… TRÁGICOS por Omar Vázquez Sánchez (•) Resumen Las decisiones judiciales son el resultado más importante en un sistema de justicia. El interés por el estudio justificativo de estas decisiones ha aumentado considerablemente. Son en gran medida las Teorías de la Argumentación Jurídica, que se desarrollan a partir de la segunda mitad del siglo XX las que incursionan en el estudio del razonamiento judicial. En estas teorías es fundamental la distinción entre un caso fácil y un caso difícil. En este trabajo repasamos ésta distinción, no obstante, se advierte otro tipo de caso, el caso trágico. El juez lejos de ser lógico y también de ser el aplicador de la llamada “razón práctica”, es un ser humano, en efecto, falible, limitable y, sobre todo, consiente de la vulneración en nuestras sociedades de valores no solo jurídicos, sino también morales. El Tribunal Constitucional español es el que en mayor medida tiene que resolver estos casos, en consecuencia, alguna de sus decisiones son paradigmáticas en este estudio Palabras clave Argumentación jurídica, motivación, casos fáciles y difíciles, casos Trágicos. Sumario I. La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional español: los casos fáciles, difíciles… trágicos. II. La motivación de las decisiones judiciales. III. Motivación: explicación, justificación, argumentación. IV. Sobre la argumentación jurídica: teoría(s) de la argumentación jurídica. V. Casos fáciles y difíciles. VI. El Tribunal frente a los casos fáciles y difíciles. VII. …los casos trágicos. VIII. Bibliografía. I. La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional español: los casos fáciles, difíciles… trágicos. A lo largo de nuestras vidas el tomar decisiones se convierte en algo rutinario. La mayor parte de ellas, por ser decisiones propias, no son interpeladas. El problema se presenta cuando éstas decisiones las tomamos con una posición de rango superior al de un ciudadano de a pie. La razón es muy simple: ‘a medida que adquirimos rango, responsabilidad o autoridad, es cada vez mayor la increpancia recibida por las decisiones tomadas’1, ya por ser dirigidas a un (•) Maestrando en la Universidad de Navarra, en el Departamento de Filosofía del Derecho (España). Investigador en el Centro de Investigaciones Jurídico-Políticas de la Universidad Autónoma de Tlaxcala (México). Agradecimientos especiales a Juan Pablo Lionetti, por su gentileza, paciencia y, sobre todo, sus consejos para la elaboración de este trabajo 1 Véase LIONETTI DE ZORZI, Juan Pablo, La toma de decisión en la Argumentación Jurídica (breves apuntes para una aproximación al tema), [en línea], Argentina, 31 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Omar Vázquez Sánchez - 192 - individuo, ya dirigidas a una colectividad2. La idea de tener un abanico de opciones nos hace reflexionar sobre cuál es la mejor de ellas. Ante ésta situación, la opción que sea elegida, deberá, para su aceptación, ser justificada3. Así, los argumentos que se utilicen para justificar una decisión son fundamentales, porque en todo caso ‘motivar una decisión es expresar sus razones y por eso es obligar al que la toma a tenerlas’4. En los sistemas jurídicos contemporáneos la exigencia de motivar una decisión por parte de los órganos aplicadores del derecho, es una exigencia que nace del propio ordenamiento jurídico5. A diferencia de nuestras decisiones donde la justificación de ellas sólo es exigida en algunos casos. de julio de 2004, [citado 18 de abril de 2006], Revista Telemática de Filosofía del Derecho No. 7, formato PDF, disponible en: http://www.filosofiayderecho.com/rtfd/numero7/4-7.pdf, p. 57. 2 Sobre este punto dice el profesor Lionetti de Zorzi que ‘curiosamente, mientras más alta es la función, lejos de acallarnos por el poder de quien decide, nos avocamos con mas brío contra sus argumentos’, continua diciendo: ‘…a mayor jerarquía, más personas dependerán de esa decisión. Por lo tanto, mayor será el auditorio que la escuche, la sopese y la critique, ya que toda persona sentirá el deseo de defender sus intereses…cuando el decisor pertenece a cierta elite, (política, económica, cultural, moral, científica, etc.) todos, explicita o implícitamente, nos sentimos parte del objeto a decidir, a pesar de que no lo seamos, por el simple hecho de que esa decisión nos atañe a todos, muchos o algunos, y cuanto más directamente nos implique, más feroz será nuestro “ataque” o “defensa”…’. Así, dice el autor en comento que un claro ejemplo de ello sería, el aborto, porque en las ocasiones en que se discute el tema, nos involucramos en él, a pesar de no haberlo practicado, pero donde sentimos que, sobre el particular, algo tenemos que emitir, sea a favor o en contra. Ídem. 3 ‘La justificación se excluye en aquellas circunstancias en que no existe un abanico de posibilidades entre las cuales podamos elegir; los actos necesarios no se justifican, sino que se “explican”. Así no “se justifica”, sino que se explica, la caída de una manzana por la ley de la gravedad de Newton’. Véase, RODRÍGUEZ BOENTE, Sonia Esperanza, La justificación de las decisiones judiciales. El artículo 120.3 de la Constitución Española, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 2003, p.85. 4 Véase, PERELMAN, Chaïm, La lógica jurídica y la nueva retórica, Madrid, Civitas, 1979, reimp. de 1988, p. 41, citado en CARDENAS GRACIA, Jaime, La argumentación como derecho, México, UNAM Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005, p. 18. 5 El caso español, sobre la exigencia de motivación de las decisiones judiciales, se recoge en el numeral 120.3 de la Constitución de 1978, mismo que a la letra dice: Articulo 120.3 Las sentencias serán siempre motivadas y se pronunciaran en audiencia pública. A su vez, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en su artículo 16 precisa: Artículo 16. Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. - 193 - La tarea de los jueces dentro de un marco de Derecho Constitucional, superador de la idea simple de Estado de Derecho6, es fundamental. Pues, amén de la función pública7 que desarrollan, son ellos en último término, quienes al adoptar una decisión están resolviendo un conflicto que puede en el mejor de los casos afectar a un individuo, pero que como en el caso del Tribunal Constitucional español, pueden afectar, ya no a una colectividad, incluso a otros poderes8. Así, la labor de justificar las decisiones judiciales juega un papel trascendental, no solo en la concepción del derecho9, sino en la papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y motive la causa legal del procedimiento […]. Así mismo, la Constitución italiana establece en su artículo 111.1, gemelo de los anteriores, lo siguiente: Artículo 111.1 Tutti i provvedimenti giurisdizionali devono essere motivati, etcétera. 6 Sobre esto, sólo por mencionar un autor, toda vez que dentro de la doctrina constitucional contemporánea se ha advertido este concepto de Estado Constitucional, puedo citar las palabras de Rodolfo Luís Vigo que dice: ‘El neoconstitucionalismo o el Estado constitucional o el constitucionalismo “fuerte” implica un nuevo desafió de la cultura jurídica, que ya no puede recurrir –o sólo con significativos cambios- a muchos de los conceptos y teorías que resultaban esgrimibles con el constitucionalismo decimonónico o el estado legal de derecho’, Véase VIGO, Rodolfo Luís, prólogo al libro Interpretación Constitucional, Ferrer Mac-Gregor, Eduardo (coord.), México, Porrúa, 2005, p. XXI. Así mismo, uno más de los autores que replantean la nueva dimensión del Estado de Derecho partiendo, en algunos casos, de los conceptos de democracia y globalización, para establecer la crisis del estado de derecho y, a su vez, del estado nacional, es el autor italiano Luigi Ferrajoli. Cfr. ATIENZA, Manuel y FERRAJOLI, Luigi, Jurisdicción y argumentación en el estado constitucional de derecho, México, UNAM Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005, pp. 109-106. 7 ‘…el juez es un funcionario público, combinación de empleado o servidor del estado con órgano representante y que desempeña una de las funciones del Estado, la función jurisdiccional’, ver GONZALEZ SOLANO, Gustavo, ¿Por qué la Práctica del derecho por parte del Juez es Absolutamente Irrealizable?, [en línea] 16 de julio de 2003, [citado 18 de abril de 2006], Revista Telemática de Filosofía del Derecho No. 6, formato PDF, disponible en: http://www.filosofiayderecho.com/rtfd/numero6/racional.htm. 8 ‘…se pretende dar una idea general sobre la posición del juez en el sistema constitucional…, aclarando, sobre todo, su función como órgano de control de los poderes legislativo y ejecutivo…’, véase BACHOF, Otto, Jueces y Constitución, Madrid, Cívitas, 1985, p. 19. 9 De nueva cuenta sólo por citar dos autores, Manuel Atienza y Jaime Cárdenas Gracia, Crf. ATIENZA, Manuel y Ferrajoli, Luigi, op. cit., pp. 1-81 y CARDENAS GRACIA, Jaime, op. cit., pp.7 y ss. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Omar Vázquez Sánchez - 194 - concepción misma de la labor de los jueces por parte de la sociedad10. La Teoría del Derecho contemporánea, ha pretendido, a través de la(s) Teoría(s) de la Argumentación Jurídica, dar cuenta de los procesos de justificación que emplea un órgano jurisdiccional en la toma de una decisión11. Así, se trata de diferenciar, que ‘una cosa es el procedimiento mediante el que se llega a establecer una determinada premisa o conclusión, y otra cosa el procedimiento consistente en justificar dicha premisa o conclusión’12. Es decir, se trata de diferenciar los procesos psicológicos, sociales, económicos, políticos, etc., que llevan a un juez a tomar una decisión, de aquellos, que implican la justificación de esas decisiones. Concretamente, ciencias como la sociología o la psicología son las que se han ocupado del contexto de descubrimiento13 14 , mientras 10 ‘Al indagar sobre el papel que debe desempeñar el juez en la sociedad actual y por contraste con lo que ocurriría en épocas anteriores, debe tenerse en cuenta no sólo el marco normativo sino la sociedad en que se desenvuelven sus funciones jurisdiccionales. Tal es el sentido de todo análisis que, además de considerar la innegable dimensión jurídica de la actividad de juez, reconozca el contexto social en el que se desarrolla y que, sin duda, terminara afectando al propio juez…en suma, los jueces desempeñan una función esencial dentro de la sociedad democrática; el juez es apreciado como piedra angular de la democracia y, desde luego, la clave de bóveda de todo el sistema jurídico contemporáneo’, véase ORDÓÑEZ SOLÍS, David, Jueces, Derecho y Política. Los Poderes del Juez en una Sociedad Democrática, Navarra, 2004, pp. 55-56. 11 ‘Como es sabido, las teorías de la argumentación jurídica se desarrollan […] con un denominador común: …el estudio de la justificación del proceso de toma de decisiones’, véase MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Faustino, Teorías de la argumentación jurídica: una visión retrospectiva de tres autores, [en línea] 7 de noviembre de 2004, [citado 18 de abril de 2006], Revista Telemática de Filosofía del Derecho No. 8, formato PDF, disponible en: http://www.filosofiayderecho.com/rtfd/numero8/118.pdf, p. 273. 12 Véase, ATIENZA, Manuel, Las razones del derecho. Teorías de la Argumentación Jurídica, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1997, p. 22. 13 Dice Atienza, a propósito del contexto de descubrimiento: ‘En todo caso, la distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación nos permite a su vez distinguir dos perspectivas de análisis de las argumentaciones. Por un lado está la perspectiva de determinadas ciencias sociales, como la psicología social, que han diseñado diversos modelos para explicar el proceso de toma de decisiones al que se llega, en parte, mediante el uso de argumentos’. El autor en comento, nos pone de ejemplo la información integrada, elaborada por Martín F. Kaplan, en donde los valores de información y de impresión inicial –sobre todo estosdeterminan el sentido de la decisión de un juez. Véase, ATIENZA, Manuel, Las razones del derecho., op. cit., pp. 23-24. Así mismo, Lionetti de Zorzi, citando a Alfonso García Figueroa, nos dice que: ‘…en el contexto de descubrimiento Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. - 195 - que es la Teoría de la Argumentación Jurídica la que se ha avocado al estudio de las justificaciones de las decisiones judiciales. De esta guisa, así como los ciudadanos nos enfrentamos a casos que, por su mayor o menor grado de complejidad, pueden ser catalogados como fáciles o difíciles, los juzgadores se enfrentan de igual forma ante este tipo de situaciones. El presente trabajo pretende someramente brindar un acercamiento a los procesos de justificación que establece el juzgador en la resolución de los casos fáciles y difíciles. El caso trágico, concepto que por el sólo nombre ya presenta interés lo abordare, escuetamente, siguiendo las líneas de uno de los filósofos más destacados de la cultura jurídica española de éste tiempo, me refiero a Manuel Atienza. Así mismo, tomando en cuenta las funciones que el constituyente español de 1978, le otorgó al Tribunal Constitucional, esto es, las funciones de conocer del recurso de inconstitucionalidad contra leyes y disposiciones normativas con fuerza de ley, así como del recurso de amparo y de los conflictos de competencia entre el Estado y las Comunidades Autónomas o de las de éstas entre sí15, aparecen las motivaciones de orden psicológico o sociológico que han condicionado un conocimiento científico o, en nuestro caso, una determinada resolución judicial o argumentación jurídica…permite restringir el campo de estudio de la teoría de la argumentación en torno al contexto de justificación, dejando la investigación de los procesos psicológicos que condicionan la argumentación jurídica en manos de la psicología y la sociología>’, ver GARCÍA FIGUEROA, Alfonso Jaime, La Motivación. Conceptos Fundamentales, [ref. 10/02/2004], pág. 7, http://www.uv.es/~mariaj/razon/tema4.pdf, citado en LIONETTI DE ZORZI, Juan Pablo, La toma de decisión en la Argumentación Jurídica…, op. cit., p. 63. 14 Cabe precisar que el profesor Juan Pablo Lionetti considera que el contexto de descubrimiento merece cierta reivindicación cuando dice: ‘Sin embargo, a nuestro modo de ver, el contexto de descubrimiento de la resolución judicial, interpretada como “…la actividad y procedimiento mental que conduce al juez a tomar la decisión”, merece cierta reivindicación’. Idem; así, en otra trabajo que trata sobre la racionalidad e irracionalidad de las decisiones, menciona: ‘…distintas corrientes nos mueven a considerar al juez como un ser psicológico’, véase LIONETTI DE ZORZI, Juan Pablo, Razonamiento jurídico y toma de decisión. Breves notas acerca de la influencia de la racionalidad y la irracionalidad en la decisión judicial, [en línea], [citado 18 de abril de 2006], Revista Universitas. Revista de Filosofía, Derecho y Política, Universidad Carlos III de Madrid, No. 3, invierno de 2005/2006, formato PDF, disponible en: http://www.revistauniversitas.org/n03/0302_lionetti.pdf, p. 22. 15 Véase ATIENZA, Manuel, Tras la justicia. Una introducción al Derecho y al razonamiento jurídico, Barcelona, Ariel, 2000, 5ª reimp., p. 5. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Omar Vázquez Sánchez - 196 - tomaré como paradigmática en este trabajo, y con el fin didáctico de entender el presente nudo(s), algunas resoluciones que con motivo del análisis de algunos casos, sobre todo, difíciles ha tenido que resolver dicho tribunal. El presente estudio refleja una breve mirada que, a trote de caballo, he realizado; sin dejar de mencionar la basta obra que sobre los temas que me ocupan en este trabajo se han escrito, y que sobre todo remito a los mismos para un análisis más profundo. II. La motivación de las decisiones judiciales. Se ha anticipado en líneas precedentes, que la exigencia de motivación de las decisiones por parte de los órganos aplicadores del derecho, deviene del ordenamiento jurídico. Concretamente, es el artículo 120.3 de la Constitución española el que establece el imperativo que me ocupa en estas líneas. Pero históricamente esto no fue así, por el contrario, como veremos el trazo de éste artículo tuvo que pasar por innumerables pasajes históricos que como antesala son dignos de precisar. Así, en España, era una práctica habitual que los jueces no fundaran sus sentencias hasta bien entrando el siglo XIX16, mientras que en la actualidad se ha engarzado, por parte del propio Tribunal Constitucional, que la motivación de la sentencia sea considerado como un derecho fundamental17. 16 Véase MALEM SEÑA, Jorge F., ¿Pueden las malas personas ser buenos jueces?, en Revista DOXA. Cuadernos de filosofía del Derecho, Num. 24, Alicante, Universidad de Alicante, 2001, p. 379. 17 Así se extrae, por ejemplo, de la sentencia 20/2003 del Tribunal Constitucional español cuando dice: ‘Este Tribunal, con carácter general, ha reiterado que el derecho a la tutela judicial efectiva, en su dimensión de necesidad de motivación de las resoluciones, implica que las decisiones judiciales deben exteriorizar los elementos de juicio sobre los que se basan y que su fundamentación jurídica ha de ser una aplicación no irracional, arbitraria o manifiestamente errónea de la legalidad…’, fundamento jurídico 5.3, sentencia de 10 de febrero. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. - 197 - Las razones sobre las cuales estriba la idea de no fundar una sentencia, como ya se ha precisado, entrado el siglo XIX, eran varias. El profesor Jorge F. Malem, a propósito del tema, señala lo siguiente: ‘Una –de las razones- hacia referencia a la economía procesal: la motivación de la sentencia, que en realidad se consideraba un relato de lo sucedido en el juicio, insumía demasiado tiempo, con el consiguiente retraso judicial en la consideración de otros asuntos y el aumento de las costas. Otra de las razones mencionadas era que tal motivación posibilitaba la crítica por parte de los litigantes de las razones del fallo, y en virtud de ello el aumento de los posibles recursos y la sospecha sobre la justicia de las decisiones judiciales. Además de estas razones, históricamente se había esgrimido otra con una fuerte connotación político-ideológica. Quien detentaba la potestad jurisdiccional era el soberano absoluto en virtud de imposición divina, que a su vez delegaba en sus jueces y magistrados el ejercicio de tal potestad, aunque conservando su titularidad y el control sobre las decisiones de sus delegados. Si la legitimidad de la actividad de juzgar y de hacer cumplir lo juzgado le era concedido a los jueces por Dios, a través de la delegación del soberano, sus decisiones debían considerarse justas y, por lo tanto, no requerían ser fundadas. Un ataque a las sentencias constituía, en ese sentido, un ataque a la autoridad de los jueces y del monarca, en definitiva, un ataque a Dios’18. Precisa el profesor Jorge F. Malem que el deber de motivar una sentencia estuvo ligado al deber moral de la conducta del propio juez19, esto es, ‘si la justificación de las sentencias no proveían de su 18 Véase MALEM SEÑA, Jorge F., op. cit., p. 381. Se dice por ejemplo, que ‘a los jueces se les exigía, que vivieran en un entorno especial de aislamiento social casi total. Además, les estaba vedado prácticamente toda vida social, no podían tener relaciones amistosas, ni asistir a celebraciones tales como casamientos, bautismos, banquetes, etcétera. Tampoco podían asistir a espectáculos como las corridas de toros o el teatro de comedias, no participar en cacerías o en juegos de azar. Cuando más alejados de las prácticas locales donde ejercía su magisterio tanto mejor… Pero no solo se trataba de que el juez diera una 19 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Omar Vázquez Sánchez - 198 - motivación, ni de su adecuación al principio de legalidad, entonces debía recaer en el carácter moral de la autoridad que las dictaba’20. Ya seguido el hilo de la historia, y según nos relata Sonia Rodríguez Boente21 siguiendo a su vez a Pietro Sanchís, que ‘con el siglo XVIII llegan “las luces” y la razón, además de “los sentimientos y la filantropía”, se aboga por… la humanización del Derecho y por la sujeción de otros “poderes”, como el poder de los jueces, pues ya se había comprobado que su actividad se recuerda estaba impregnada de arbitrariedad’22. En éste momento, la multicitada frase de Montesquieu, sobre la concepción mecánica del juez, diciendo: “no son más que el instrumento que pronuncia las palabras de la ley, seres inanimados que no pueden moderar ni la fuerza ni el rigor de las leyes”. La Revolución Francesa trajo consigo que la motivación de las sentencias se realizara con la satisfacción de la propia ley. Toda vez, que ‘la ley era considerada como la única fuente del derecho, y además se consideraba una ley lo suficientemente clara, precisa y racional como para no necesitar ser interpretada’23, por tal motivo, era suficiente una sentencia motivada donde se citaba, y se transcribían, el o los preceptos aplicables. Esta última precisión, es notable, toda vez que la concepción positivista legalista de la aplicación del derecho, sigue al día de hoy, considerándose fundamental, es decir, se continúan apelando a la autoridad de la ley, aunque meridiana claridad, es bien sabido que el sistema jurídico dista mucho de ser claro, preciso y racional. imagen personal de imparcialidad, sino también de hombre justo y moralmente irreprochable.’ Véase MALEM SEÑA, Jorge F., op. cit., p. 383. 20 Ibid., p. 382. 21 Véase RODRIGUEZ BOENTE, Sonia Esperanza, op.cit., pp. 199-223. 22 Véase PRIETO SANCHÍS, Luís, “La filosofía penal de la Ilustración. Aportación a su estudio”, Anuario de Derechos Humanos, No. 3, Universidad Complutense, 1985, p. 288, citado en RODRIGUEZ BOENTE, Sonia Esperanza, op. cit., p. 204. 23 Ibid., pp. 204-205. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. - 199 - En ese sentido, el actual Estado Constitucional, replantea el papel de los poderes del estado24, concretamente, ‘se trata de que el juez realice una síntesis entre equidad y ley para lo cual se le permite flexibilización de la ley, se ponen a su disposición normas de perfiles difusos como los principios generales del Derecho’25. Pero ésta nueva concepción del papel del juez, sin duda viene ligada a un deber de justificación de sus actos, pues es el propio andamiaje democrático el que vela por el cabal cumplimiento de las facultades conferidas a éste poder. Ultimando, el deber de motivar las sentencias, como derecho fundamental, es un constructo del Tribunal Constitucional español. Precisamente, el Tribunal ha vinculado desde sus primeras sentencias, los preceptos constitucionales de motivación (120.3) y de tutela judicial efectiva (24.1), con la intención de que dicho deber – motivación- sea considerado como parte del derecho fundamental de tutela judicial efectiva y por consiguiente sujeto de amparo. El Tribunal ha señalado que ‘el derecho a la tutela judicial efectiva “comprende el de obtener una resolución fundada en Derecho, lo cual quiere decir que la resolución que se adopte ha de estar motivada, según establece además el art. 120.3 de la Constitución, quedando el razonamiento adecuado confiado al órgano jurisdiccional competente” (STC 61/1983, de 11 de julio, fundamento jurídico 3º); igualmente ha afirmado que “los términos en que se encuentra concebido el art. 24 de la Constitución han de entenderse integrados (…) con lo que dispone el art. 120 de la propia 24 ‘En el Estado Constitucional y Democrático de Derecho, tomando como pilar básico los Derechos y Libertades de los ciudadanos, el sistema de separación de poderes servirá como acicate básico para velar por esos derechos. En el sistema democrático el Poder Legislativo pondrá las bases para la efectiva realización y respeto de los derechos y libertades, a los que se encuentra sometido y el Poder Ejecutivo hará efectivos esos derechos a los que también está sometido y el Poder Judicial velara por ellos de forma independiente con respecto a cualquier otro poder y sometido únicamente a la legislación’. Ibid., pp. 221-222. 25 Ibid., p. 209. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Omar Vázquez Sánchez - 200 - Constitución que exige la motivación de las sentencias” (STC 55/1987, de 13 de mayo, fundamento jurídico 1º)’26. III. Motivación: explicación, justificación, argumentación27. De la simple lectura que hasta este momento se le de al presente trabajo, se puede observar la ambigüedad con la que he tratado los conceptos que rotulan el presente apartado. Dice Alejandro Nieto, que en el derecho español ‘….tanto en los textos legales como en los jurisprudenciales y doctrinales, suelen emplearse estos cuatro términos (y algunos otros más) como sinónimos’28. Lo anterior, no obsta para que nos ocupemos, sea de paso, de los conceptos que encabezan éste y los siguientes párrafos. Como se ha señalado, el deber de motivar una decisión judicial deviene del propio ordenamiento jurídico. Pero, realmente qué significa motivación. Ángel J. Gómez Montoro, ha establecido a partir de una análisis jurisprudencial, que una resolución está motivada ‘cuando permite conocer las razones que han conducido al juzgador a la decisión adoptada y se puede comprobar que la solución dada al caso es consecuencia de una exégesis racional y no el fruto de la arbitrariedad’29, aun así, y si bien es cierto es una advertencia que el propio profesor en comento nos hace, dicho concepto de motivación, es más bien una salida al paso sobre los problemas que el Tribunal Constitucional se ha enfrentado -a propósito del 120.3-, y no una construcción doctrinal del concepto motivación. Desde ésta perspectiva nos dice el profesor Gómez Montoro: ‘Aunque la indagación de las razones de la exigencia de motivación 26 Véase GOMEZ MONTORO, Ángel José, El derecho a una resolución motivada y congruente en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, en La Constitución y la practica del derecho, ARAGÓN REYES, Manuel y MARTÍNEZ SIMANCAS, Julián, coords., Pamplona, 1998, p. 493. 27 Véase NIETO, Alejandro, El arbitrio Judicial, Barcelona, Ariel Derecho, 2000, p.153. 28 Ibid., p. 154. 29 Véase GOMEZ MONTORO, Ángel José, op. cit., p. 496. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. - 201 - de las sentencias y autos tiene –como ocurre, en general, con todas las preguntas sobre el fundamento de las cosas- más importancia teórica que práctica, el Tribunal Constitucional no ha dejado de esforzarse por profundizar en ellas. Las referencias a las mismas que se contienen en sus resoluciones no ofrecen un tratamiento sistemático, entre otras cosas porque se explican más por las necesidades del caso concreto que por el deseo de construir una teoría de la motivación, algo que queda al margen de las funciones de un Tribunal, incluido el Tribunal Constitucional’30. Partiendo de lo anterior, y ya en un plano teórico o doctrinal, se ha dicho, entre otras cosas31, que la ‘mención que hace el artículo 120.3 de la Constitución a la motivación es desafortunada’32. Pues, en ella se confunden los procesos de descubrimiento y justificación. Aunque, ciertamente, estos procesos en más de las veces son entrelazados33. 30 Ibid., p. 492. Igualmente, esta posición del Tribunal Constitucional es denunciada, aunque ciertamente en un tono propositivo, pero retador, por Juan Igartua cuando dice: ‘…la fatiga o el desinterés para desentrañar el sentido de la obligatoriedad constitucional de motivar las sentencias han podido –a lo que parece- con el propio TC y, al día de hoy, éste ya vive de las rentas[…] …en lo tocante a la obligación constitucional de motivar las sentencias, es menester evitar el solapado equívoco de creer que el TC desentraña a fondo el citado precepto (art. 120.3), cuando en realidad sus análisis están sometidos a la servidumbre del recurso en turno (al menos eso quiero creer, porque si no…).’ véase IGARTUA SALAVERRÍA, Juan, La motivación de las sentencias, imperativo constitucional, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 2003, pp. 10-11. 31 ‘En sede doctrinal se dijo, por boca de gente sapiente, que el “art.120 se limita a la constitucionalización de reglas legales”, que el susodicho artículo “ha elevado de rango la legalidad vigente”, que la obligación de motivar las sentencias “constituye una garantía procesal que ha adquirido rango constitucional”, etcétera. Pacíficamente se venia concediendo, pues, que aquí no había pasado otra cosa que la asunción de una norma a lo cielos constitucionales pero con el mismo cuerpo que tenía en la tierra de la legislación procesal ordinaria.’, Ibid., p. 19. 32 Véase RODRIGUEZ BOENTE, Sonia Esperanza, op. cit. p. 33. 33 ‘Explicación psicológica –contexto de descubrimiento- y justificación –contexto de justificación- jurídica nunca coincidirán del todo, pero pueden moverse en campos muy próximos (como es lo más frecuente: el juez estima la pretensión del actor porque considera que es jurídicamente la más correcta) o en campos muy distintos: el juez desestima la pretensión del actor porque es su enemigo político y luego tiene que cubrir esa decisión personal con unas razones jurídicas apenas convincentes e incluso inequívocamente pretéxtales’. Véase NIETO, Alejandro, op. cit., p.156. También dice Manuel Atienza lo siguiente: ‘Pero explicar y justificar son operaciones que pueden entrecruzarse: lo que muchas veces explica la conducta de un juez que Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Omar Vázquez Sánchez - 202 - De tal suerte, y siguiendo a Alejandro Nieto, cabe realizar las siguientes precisiones conceptuales que nos permitirán en todo caso dilucidar el término motivación que establece la Constitución española, en su artículo 120. 3, así tenemos que: ‘a) Motivación (en sentido amplio) es el concepto genérico, tal como aparece en la Constitución, y que equivale también a fundamentación. Esta motivación genérica se desenvuelve en dos campos específicos: la explicación y la justificación. b) La explicación (motivación psicológica, o contexto de descubrimiento) consiste en la descripción de las causas que han provocado la aparición del fallo o parte dispositiva, que es su efecto. En cuanto que la sentencia es un fenómeno anímico, se refiere necesariamente a un proceso psicológico, a un “iter” mental y, en definitiva, responde a la pregunta del “porqué se ha tomado la decisión”. c) La justificación (motivación jurídica, o contexto de justificación) no se refiere a las causas que han provocado la sentencia sino a las bases jurídicas en que se apoya (los llamados “fundamentos jurídicos” en la practica procesal). Responde a la pregunta del “porqué se ha debido tomar” la decisión o, si se quiere y es lo mismo, del porqué una decisión es correcta. d) La argumentación, en fin, es la forma de expresar o manifestar –y, por supuesto, defender- el discurso justificativo. Las motivaciones psicológicas pueden ser descritas, más no argumentadas’34. toma una determinada decisión es que ésa es la que él considera justificada de acuerdo con el Derecho’, véase ATIENZA, Manuel, El sentido del Derecho, Barcelona, 2003, 2ª edición, p. 255. Ciertamente, los dos autores coinciden en que dicha bifurcación conceptual, en el Estado Constitucional, resulta en ocasiones difícil de asentir. Pues al juez, sólo le es exigido la justificación de sus decisiones, no de los procesos psicológicos que le han llevado a ella, muchos de los cuales, incluso el propio juez desconoce. 34 Véase NIETO, Alejandro, op. cit., pp.154 y 155. Así mismo, Juan Igartua, menciona que el concepto motivación o de sentencia motivada ‘se pueden asignar tres significados diferentes a la palabra motivada: en un primer sentido, débil y descriptivo, una sentencia está motivada si se aducen razones en su favor; en un Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. La anterior fundamental aclaración, que ha permite suscitado el evidenciar debate - 203 - una entre diferencia contexto de descubrimiento y justificación –o como lo emplea Nieto, motivación psicológica y motivación jurídica-, me refiero a ‘que la primera es previa a la decisión, mientras que la segunda es un razonamiento a posteriori’35. En algunos autores, principalmente –aunque no necesariamente36- del realismo jurídico37, la distinción de estos conceptos suele ser innecesaria, pues consideran que la decisión judicial, es producto de ‘impulsos del juez que están determinados segundo sentido, fuerte y descriptivo, una sentencia está motivada si en su favor se aducen rezones que de hecho han convencido a un auditorio determinado; en un tercer sentido, fuerte y valorativo, una sentencia está motivada si en su razón se aducen buenas razones’, véase IGARTUA SALAVERRÍA, Juan, op. cit., p. 15. 35 Ibid., p. 155. 36 El profesor Nieto realiza una cita que, sin duda, debe ser matizada y tomada con reservas, al mencionar lo dicho por Piero Calamandrei, en un libro que a propósito del tema resulta muy interesante. ‘Para decirlo con las duras palabras de Calamandrei, la motivación es, en el peor de los casos, “un expediente de hipocresía formal establecido para otorgar un disfraz lógico a la voluntad nacida de otros móviles, que pueden ser incluso la arbitrariedad y la injusticia’, véase CALAMANDREI, Piero, Elogio dei giudici scritto da un avocato, 1989, citado en NIETO, Alejandro, op. cit., p. 157. 37 ‘El realismo jurídico es una dirección de pensamiento que se desarrolla en los Estados Unidos y en Canadá en los años veinte y treinta. Su precursor fue el juez estadounidense Oliver H. Holmes, uno de los juristas más influyentes en la cultura jurídica de este siglo. Los realistas insistieron, sobre todo, en la necesidad de pasar del “Derecho de los libros” al “Derecho en acción” y de ahí que se les haya considerado como “escépticos frente a las normas”: el Derecho –nos dicen esos autores- no consiste propiamente en normas, sino en el comportamiento de los jueces (que en parte –pero sólo en parte- está condicionado por normas)’, véase ATIENZA, Manuel, Tras la justicia. op. cit., p. 124. Efectivamente, como lo manifiesta el profesor Atienza, este es uno de los realismos jurídicos, el norteamericano, pero, creo, debe ser aumentado con el Realismo Jurídico Clásico, que según Claudia Helena Forero Forero, es denominado así, ‘por tener sus raíces en el realismo filosófico, el cual corresponde a la convicción de que los objetos tienen una existencia diferente al pensamiento del sujeto que conoce, que tales objetos son cognoscibles (susceptibles de ser conocidos), y que son lo que ellos son en sí mismos y no lo que el sujeto conoce de ellos. Y es Clásico por estar sustentado en filósofos clásicos como Aristóteles y Tomás de Aquino, y en el pensamiento jurídico también clásico de los romanos…’, véase FORERO FORERO, Claudia Helena, Derecho natural: verdadero derecho para el realismo jurídico clásico, [en línea], 28 de septiembre de 2004, [citado 22 de abril de 2006], Revista Telemática de Filosofía del Derecho No. 7, formato PDF, disponible en: http://www.filosofiayderecho.com/rtfd/numero7/7-7.pdf, p. 118. Así mismo, se debe citar la última manifestación de estas corrientes, que se denomina Critical Legal Studies. Véase PÉREZ LLEDO, Juan A., El movimiento “Critical Legal Studies”, Madrid, Tecnos, 1996. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Omar Vázquez Sánchez - 204 - por factores políticos, económicos, sociales, y, sobre todo, por su propia idiosincrasia’38. De tal suerte, que el contexto de justificación queda sujeto al contexto de descubrimiento, considerando al primero como una simple ‘ficción…toda vez que el juez no manifiesta los motivos reales de la formación de la resolución sino escribe “como si” ésta se hubiera derivado de la norma’39. Puede ser cierto que como lo explican los realistas, la decisión de un juez sea producto de motivos psicológicos, políticos, económicos, etc., ‘pero ello no anula la necesidad de justificar la decisión, ni convierte tampoco esta tarea en algo imposible’40. Es más, la justificación de la decisión judicial –si se entiende como justificación el término motivación que establece la Constitución española de 1978, en su artículo 120.3- constituye, dentro del Estado Constitucional, la manifestación democrática a través de la cual se controla el poder del juez. IV. Sobre la argumentación jurídica: teoría(s) de la argumentación jurídica. Si decimos, en forma general, que argumentar es una actividad que consiste en dar razones a favor o en contra de una determinada situación, podremos establecer que la práctica del derecho es una práctica de la argumentación jurídica, pues en todo caso, los jueces argumentan cuando dictan sus sentencias, como también lo hacen los abogados al formular sus pretensiones, así mismo, los legisladores cuando producen una ley, etc. Pero, concretamente se pueden identificar los siguientes ámbitos41 en los que de forma cotidiana se manifiestan argumentaciones jurídicas, a saber: 38 39 40 41 Idem. Véase NIETO, Alejandro, op. cit., p.157. Véase ATIENZA, Manuel, Tras la justicia., op. cit., p. 126. Véase ATIENZA, Manuel, Las razones del derecho., op. cit., pp. 19-22. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. a) ‘El de la producción o establecimiento - 205 - de normas jurídicas’42. Así mismo, ésta etapa puede desarrollarse en dos fases. La primera funciona como motor de la segunda, es la llamada fase prelegislativa y otra propiamente legislativa. En aquella, los argumentos son emitidos a raíz del surgimiento de un problema social y pueden ser argumentos de tipo moral o políticos. Ya en la segunda fase, ocurren argumentos de tipo técnico-legislativo o técnicojurídico. b) ‘El de la aplicación de normas jurídicas a la resolución de casos’43. En este ámbito, pueden participar argumentando en sentido restringido, quienes por mandato de las normas están legitimados para aplicarlas, los jueces; como por quienes, en un sentido amplio, son receptoras de las mismas, órganos de la administración o simples ciudadanos. c) ‘El de la dogmática jurídica. Se distingue tres funciones: 1) suministrar criterios para la producción del Derecho en las diversas instancias en que ello tiene lugar; 2) suministrar criterios para la aplicación del Derecho; 3) ordenar y sistematizar un sector del ordenamiento jurídico’44. Hemos dicho, ya en un plano más concreto, que la argumentación es la forma de expresar o manifestar –y, por supuesto, defender- el discurso justificativo45 que realizan los jueces en su decisión, pues bien, y tomando en consideración los ámbitos jurídicos en los que se presentan argumentos de ese tipo, jurídicos; podemos afirmar que las Teorías de la Argumentación Jurídica, centran su estudio en el ámbito de aplicación de las normas en la resolución de casos jurídicos, aunque como dice Atienza, ‘las teorías usuales de la argumentación jurídica se ocupan también de las 42 43 44 45 Ibid., p. 19. Ibid., p. 20. Ibid., pp. 20-21. Véase NIETO, Alejandro, op. cit., p. 155. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Omar Vázquez Sánchez - 206 - argumentaciones que desarrolla la dogmática en cumplimiento’46 a suministrar criterios para la aplicación del Derecho. Dentro de éste contexto –el de la argumentación justificativa, en la aplicación de normas a los casos jurídicos concretos-, nos dice el profesor Atienza que podríamos distinguir tres concepciones de argumentación a las que podría denominarse: formal, material y dialéctica47. ‘La concepción formal de la argumentación es característica de la lógica’48. En ésta, se entiende a la argumentación jurídica como una inferencia, como un encadenamiento de proposiciones, así un ‘argumento es un encadenamiento de proposiciones, puestas de tal manera que de unas de ellas (las premisas) se sigue(n) otra(s) (la conclusión). El ejemplo tradicional y bien conocido es el silogismo que tiene a Sócrates como protagonista: todos los hombres son mortales; Sócrates es un hombre; luego, Sócrates es mortal’49. En resumen, ‘lo que caracteriza a esta posición es el elemento formal, esto es, la corrección de las conclusiones no depende del contenido de verdad de las premisas sino del cumplimiento de ciertas reglas formales como en el silogismo tradicional’50. Puntualiza Manuel Atienza, a propósito de la insuficiencia de la anterior concepción: ‘La conciencia –a veces exagerada- de ésta insuficiencia de la lógica es lo que dio origen, a partir de los años 50 (del siglo pasado), a lo que hoy solemos entender como “teorías de la argumentación jurídica”…’51, pero ciertamente ésta perspectiva argumentativa, sobre todo, como detallaré más adelante, en los casos fáciles es necesaria. La concepción material de la argumentación, ‘se preocupa no de la técnica para inferir unas proposiciones de otras con criterios de 46 47 48 49 50 51 Véase Véase Idem. Véase Véase Véase ATIENZA, Manuel, Las razones del derecho., op. cit., p. 21. ATIENZA, Manuel, El sentido del Derecho, op. cit., p. 258. ATIENZA, Manuel, Tras la justicia., op. cit., p. 121. CARDENAS GRACIA, Jaime, op. cit., p. 21. ATIENZA, Manuel, Las razones del derecho., op. cit., p. 235. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. - 207 - corrección formal, sino de descubrir y examinar las premisas. Se trata de justificar las premisas no ya mediante el silogismo… la justificación de las conclusiones o de las decisiones tiene que hacerse a través de buenas razones que permitan la corrección del razonamiento’52. Se trata, en síntesis, de brindar –buenas- razones que aduzcan la posibilidad de entender como valida una premisa. La concepción dialéctica considera a la argumentación como una interacción lingüística. Esta se desarrolla entre dos o más sujetos, y tiene por objeto el convencimiento del uno sobre el otro53. Manuel Atienza, señala que las tres concepciones juegan un papel importante en la argumentación jurídica54. Así, por ejemplo, ‘en el caso donde se plantea si se les debe o no alimentar por la fuerza a los presos en huelga de hambre para obtener determinados cambios en su situación penitenciaria’55, el Tribunal Constitucional presenta su decisión como la conclusión lógica de una serie de premisas previas –argumentación lógica- cuando determina que la administración tiene la obligación de alimentar a dichos sujetos cuando su salud se viera amenazada como consecuencia, incluso, de una huelga, esto es, la decisión del Tribunal sobre éste caso es un silogismo jurídico donde la premisa normativa es: ‘la obligación de la Administración de velar por la vida de los presos implica que cuando la salud de éstos corra graves riesgos 52 Véase CARDENAS GRACIA, Jaime, op. cit., p. 21. Ibid., p. 22. Dice Cárdenas, que la argumentación dialéctica o pragmática de la cual habla Atienza, ‘es un proceso dialógico cuyo desarrollo está regido por reglas de comportamiento lingüístico’ y continua diciendo, ‘Algunas de las teorías, como la de Alexy, destacan principalmente la parte procedimental del proceso, y otras se interesan también por el resultado, los elementos que integran el razonamiento, la manera de distinguir entre argumentos fuertes y débiles, o las falacias que deben ser conocidas y eliminadas de la argumentación. En síntesis, en la concepción pragmática o dialéctica tiene lugar destacado el aspecto pragmático del lenguaje, por lo que es inconcebible hacer abstracción de los sujetos’. Idem. 54 Véase ATIENZA, Manuel, El sentido del Derecho, op. cit., p. 263. 55 Para Manuel Atienza, el presente ejemplo es paradigmático para entender el papel de la argumentación jurídica en las decisiones judiciales. Véase ATIENZA, Manuel, Las razones del derecho., op. cit., p. 21, así como en ATIENZA, Manuel, La argumentación jurídica en un caso difícil. La huelga de hambre de los “Grapo”, en Revista ‘Jueces para la Democracia. Información y debate’, núm. 9, Madrid, 1990, pp. 31-37; también en ATIENZA, Manuel, Tras la justicia., op. cit., pp. 88-143. 53 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Omar Vázquez Sánchez - 208 - como consecuencia de una huelga de hambre, debe alimentarles por la fuerza’ (art. 2.4 de la Ley Orgánica General Penitenciaria); y, por otro lado, la premisa fáctica se presenta de la siguiente forma: ‘la huelga de hambre de los presos del GRAPO les sitúa, en efecto, en una situación de riesgo grave para su salud’; donde la conclusión es: ‘a los presos del GRAPO se les debe alimentar por la fuerza’56. Pero, para que el Tribunal Constitucional presentara dicha justificación lógica tuvo, necesariamente, que demostrar mediante buenas razones –argumentación material-, anejas a ésta argumentación lógica, que tanto la premisa normativa, como la premisa fáctica, eran validas, y por lo tanto la decisión aprobada; como por ejemplo, razones que se expresan así: ‘la consideración del derecho a la vida como un derecho no disponible, la caracterización de la situación del preso como sujeción especial con respecto a la administración penitenciaria y la calificación de la huelga de hambre como actividad que persigue fines ilícitos’57, etc. Y, naturalmente, el Tribunal Constitucional pretendió que lo que sostiene en esa sentencia resulte aceptable para los demás, para la comunidad jurídica –argumentación dialéctica->58. Sobre esto último, y retomando las concepciones de la argumentación, podemos decir que existen dos tipos de justificaciones, por un lado una justificación interna y, por el otro, una justificación externa. En la primera, la argumentación lógica se encuentra, fundamentalmente, implícita, pues la labor justificativa de una decisión se basa en un silogismo jurídico. En la segunda, se parte de que tanto la premisa normativa como la fáctica presentan dudas, por lo tanto, es preciso presentar argumentaciones adicionales a favor de las premisas, o sea, argumentaciones materiales dialécticas. 56 57 58 Véase ATIENZA, Manuel, Tras la justicia., op. cit., p. 126-127. Ibid., p. 128. Véase ATIENZA, Manuel, El sentido del Derecho, op. cit., p. 263. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd y La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. - 209 - V. Casos fáciles y difíciles. ¿Cuándo es fácil un caso y cuándo difícil? Según Rodríguez Boente, la distinción entre casos difíciles y fáciles depende de la Teoría desde la cual se observa el caso. Pues señala, que para ‘el positivismo jurídico, los casos fáciles serían aquellos en los que no hay más que aplicación pura y simple del Derecho, mientras que los casos difíciles se caracterizan porque “la cuestión en litigio no está determinada por los estándares jurídicos; por eso, estos últimos requieren a diferencia de los primeros, una labor interpretativa. Para las teorías de la argumentación jurídica, la diferencia entre casos fáciles y difíciles radicaría en el distinto carácter de la justificación que se ha de llevar a cabo en unos y otros. Así, mientras en los casos fáciles, la justificación consistiría en efectuar una simple deducción, que daría lugar al clásico silogismo jurídico, en los casos difíciles, a los criterios de la lógica debe añadirse “los de la llamada «razón práctica», que se contienen en principios como el de universalidad, coherencia, consenso, etc. Por otro lado teorías como la de DWORKIN que defiende la existencia de una única respuesta correcta para cada caso que se plantea, no distingue entre los tipos de casos, puesto que “Hércules no necesita un método para casos difíciles y otro para fáciles. Su método funciona también en los casos fáciles, pero como las respuestas a las preguntas que hace son entonces obvias, o al menos parecen serlo, no nos damos cuenta de que está funcionando una teoría. En fin, el realismo jurídico y la última manifestación del mismo que se materializa en el movimiento Critical Legal Studies, mantiene que no existen casos difíciles, sino que, dado que nunca es posible identificar una respuesta correcta preexistente en el sistema, todos los casos serían, a la postre, difíciles’59. Para Pablo Navarro ‘un caso es fácil si, dado que la formulación normativa es unívoca en su significado y el caso no cae en la zona de 59 Véase RODRIGUEZ BOENTE, Sonia Esperanza, op. cit., pp. 532-533. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Omar Vázquez Sánchez - 210 - penumbra de sus conceptos, y que la regulación de dicho caso es consistente, entonces los juristas acuerdan que un tribunal los resolvería mecánicamente mediante un razonamiento silogístico cuya premisa mayor es una norma jurídica’60. Así, según éste autor, las decisiones que se tomen sobre un caso fácil, serán cuestión de lógica, en definitiva una argumentación de tipo deductiva o lógica. Un caso difícil, para el mismo autor, sería si concurren los siguientes requisitos: ‘a) No hay una respuesta correcta. b) Las formulaciones normativas son ambiguas y/o los conceptos que expresa son vagos, poseen textura abierta, etc. c) El derecho es incompleto o inconsistente. d) No hay consenso acerca de la resolución en la comunidad de juristas. e) No es un caso rutinario o de aplicación mecánica de la ley. f) No es un caso fácil y es decidible solamente sopesando disposiciones jurídicas en conflicto, mediante argumentos no deductivos. g) Requiere para su solución de un razonamiento basado en principios. h) La solución involucra necesariamente juicios morales’61. En el mismo orden, Manuel Atienza, dice que la justificación en los casos fáciles, es una cuestión de lógica, un razonamiento ordenado por parte del juez, una decisión como condenar a X a la pena Y, partiendo de un argumento deductivo (el llamado silogismo judicial), que tendría la construcción lógica siguiente: “todo el que realice actos de la clase Z debe ser condenado a la pena Y, X ha realizado actos de la clase Z; por lo tanto X debe ser condenado a la 60 Véase NAVARRO, Pablo E., Sistema Jurídico, Casos Difíciles y Conocimiento del Derecho, en Revista DOXA. Cuadernos de filosofía del Derecho, Num. 14, Alicante, Universidad de Alicante, 1993, p. 253. 61 Ibid., pp. 252-253. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. - 211 - pena Y”62. Por lo tanto, los casos fáciles ‘son aquellos en los que se parte de premisas que no son discutidas (y de ahí que no sea necesario presentar argumentos para avalarlas) y que, por tanto, producen conclusiones aceptables sin necesidad de mayor esfuerzo argumentativo’63. Para el mismo autor, aunque siguiendo lo dicho por MacCormick, un caso difícil, será aquel que presenta los siguientes problemas: ‘1. Problemas de relevancia, cuando existen dudas sobre cual sea la norma aplicable al caso. 2. Problemas de interpretación, cuando existen dudas sobre cómo ha de entenderse la norma o normas aplicables al caso. 3. Problemas de prueba, cuando existen dudas sobre si un determinado hecho ha tenido lugar. 4. Problemas de calificación, cuando existen dudas sobre si un determinado hecho que no se discute cae o no bajo el campo de aplicación de un determinado concepto contenido en el supuesto de hecho de la norma’64 De lo anterior, se puede afirmar, con gran seguridad, que la mayoría de los casos jurídicos, sobre los cuales tienen que decidir la mayor parte de los tribunales, son casos jurídicos difíciles, toda vez, que de lo expuesto, podemos aducir, por ejemplo: que la vasta legislación traería consigo saber cuál de todas ellas es aplicable al caso concreto –problema de relevancia-, o que el problema planteado es trascendente, y por lo tanto susceptible de no existir consenso entre los juristas, etc. Lo dicho hasta ahora, nos sitúa en el terreno inmejorable para describir, lo que la doctrina ha estudiado respecto de la actividad de los jueces frente a los casos detallados con anterioridad. 62 63 64 Véase ATIENZA, Manuel, El sentido del Derecho, op. cit., p. 264. Idem. Véase ATIENZA, Manuel, Las razones del derecho., op. cit., p. 244. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Omar Vázquez Sánchez - 212 - VI. El tribunal frente a los casos fáciles y difíciles. Un caso fácil cuando se argumenta resulta una actividad mecánica que en teoría no supone ningún problema. El Tribunal (y en general los jueces) parte(n) de una premisa normativa que regula de manera general y abstracta el surgimiento del hecho debatido, de tal suerte que la subsunción de ese dato fáctico a la norma es cuestión de una aplicación mecánica del derecho, por lo tanto la justificación de su decisión se traduce en una argumentación de tipo lógica, encarnando ‘…el modelo del juez convencional y tradicional del positivismo legalista’65. El llamado Juez Júpiter, actor mecánico del derecho, sustraído de la realidad, y que encuentra en la ley la respuesta correcta a los casos que se le presentan66. Pero como ha señalado Prieto Sanchís, ‘que la teoría mecanicista de la interpretación según la cual la aplicación del Derecho se asemeja al método de la subsunción donde el Juez desempeña una función “neutra” o de simple autómata no es asumida en la actualidad por ningún positivista, sino acaso paradójicamente por algún antipositivista como Dworkin. Al contrario, hace décadas que el positivismo defiende la tesis opuesta de la discrecionalidad judicial que considera la interpretación como una actividad más o menos sujeta a las normas, pero dónde resta un espacio de libertad discrecionalidad. Por ello frente a la «pesadilla» de 65 Véase VIDAL GIL, Ernesto J., Los Conflictos de derechos en la legislación y jurisprudencia españolas. Un análisis de algunos casos difíciles, Valencia, Universitat de València, 1999, p. 42. 66 OST, Francois, Júpiter, Hércules, Hermes: Tres modelos de Juez, trad. de Isabel Linfante Vidal, en Revista DOXA. Cuadernos de filosofía del Derecho, Num. 14, Alicante, Universidad de Alicante, 1993, pp.169-194. También, sobre mitología en el derecho, puede verse RUIZ SANZ, Mario, El mito de la Justicia: Entre dioses y humanos, [en línea], octubre de 2005, [citado 22 de abril de 2006], Cuadernos Electrónicos de Filosofía del Derecho No. 11/2005, formato PDF, disponible en: http://www.uv.es/CEFD/11/ruiz.pdf. Así mismo, VIDAL GIL, Ernesto J., op.cit., pp. 41-54. Uno más sería Mario Alberto Portela quien menciona al juez Salomón como aquel ‘que cree en una verdad sustancial, es inquisidor, arbitrario y discrecional y para el cual la verdad depende de su autoridad’, véase PORTELA, Mario Alberto, Argumentación y sentencia, en Revista DOXA. Cuadernos de filosofía del Derecho, Num. 21-II, Alicante, Universidad de Alicante, 1998, p. 338. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. - 213 - quienes ven en el Derecho una realidad inconsistente e incompleta, compuesta de inconexa decisiones individuales emanadas del poder de los jueces, y frente al «noble sueño» de aquellos que imaginan el ordenamiento como un sistema cerrado y seguro, capaz de ofrecer solución univoca a todo conflicto, Hart propone una solución intermedia: las leyes, costumbres y precedentes disciplinan la realidad social y no son, por tanto, meras fuentes de inspiración de los fallos judiciales, pero tampoco éstos representan la ejecución mecánica de aquellas normas, sino que existe, un irreductible momento de discrecionalidad. Todo ello tiene una importante consecuencia, y es que el Juez se convierte en un órgano peculiar cuyo modus operando le distingue del legislador, pero en un órgano, que al fin y al cabo, asume al menos en parte la responsabilidad creadora por la decisión que adopta’67. En los casos difíciles -que son en su mayoría los que resuelve el Tribunal Constitucional-, la justificación lógica pasa a un segundo plano. Razones son varias, como se ha establecido con anterioridad, en un caso difícil no hay una respuesta correcta, las formulaciones normativas son ambiguas y/o los conceptos que expresa son vagos, poseen textura abierta, etc., el derecho es incompleto o inconsistente, no hay consenso acerca de la resolución en la comunidad de juristas, no es un caso rutinario o de aplicación mecánica de la ley, no es un caso fácil y es decidible solamente sopesando disposiciones jurídicas en conflicto, mediante argumentos no deductivos, requiere para su solución de un razonamiento basado en principios y la solución involucra necesariamente juicios morales. De las mencionadas, creo que la principal, es aquella que tiene que ver con la interpretación de la Constitución68, toda vez que en 67 Véase PRIETO SANCHÍS, Luís, Constitucionalismo y Positivismo, México, Fontamara, 1997, pp. 14 y 15. 68 Sobre las peculiaridades de la interpretación constitucional, Véase –dentro de los muchos- GUASTINI, Ricardo, ¿Peculiaridades de la interpretación constitucional?, en Estudios Sobre la Interpretación Jurídica, del mismo autor, México, 2004, 2ª edición., pp. 113-137. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Omar Vázquez Sánchez - 214 - ella es donde se encuentran principios69, que por su naturaleza son carentes de una determinación completa, y que, por lo tanto, requieren, cuando entran en conflicto, una solución alejada de un simple silogismo. Pensemos por ejemplo en el principio de igualdad, en el cual no puede haber subsunción porque no existen propiamente los supuestos en los cuales se contemplen las violaciones a este principio, es decir la Constitución no especifica cuando hay un trato desigual. La justificación en un caso difícil por parte del Tribunal Constitucional, máximo intérprete de la Constitución, requiere de criterios que se traducen en la ponderación de derechos o en su caso criterios sociológicos o de justicia70 que den cuenta de una resolución aceptable. Desde esa perspectiva, la justificación de un caso difícil requiere de una argumentación de tipo material y dialéctica. Donde la construcción de las premisas se formulen conjuntamente con argumentos que describan la certeza de la conclusión, esto es, argumentos a favor o en contra de una tesis, argumentos probatorios, argumentos interpretativos, etc. Pero, como hemos señalado la resolución de un caso fácil está dotada de un método que le permite al juez llegar a justificar su decisión, me refiero, al método lógico o deductivo, lamentablemente, la justificación de un caso difícil de los que se enfrenta un juez de 69 ‘Las normas de que se compone un ordenamiento jurídico pueden clasificarse en reglas y principios. Las reglas son normas que establecen pautas más o menos específicas de comportamiento. Los principios son normas de carácter muy general que señalan la deseabilidad de alcanzar ciertos objetivos o fines de carácter económico, social, político, etc. (por ejemplo: un medio ambiente adecuado, una situación de pleno empleo, etc.) y a las que cabe denominar directrices; o bien exigencias de tipo moral, como el principio de igualdad ante la ley, de respeto a la dignidad humana, etc. –éstos serian principios en sentido estricto-. Algunos de estos principios –de cualquiera de las dos categorías- están formulados explícitamente en enunciados jurídicos, pero otros están simplemente implícitos, esto es deben ser extraídos por el interprete a partir de otros enunciados (de principios y reglas) explícitos.’, véase ATIENZA, Manuel, Tras la justicia., op. cit., p. 27-28. 70 Véase CARDENAS GRACIA, Jaime, op. cit., p.23. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. - 215 - manera cotidiana, adolece de uno, ligándose con esto cuestiones como la arbitrariedad en la decisión judicial, el hecho de que no exista una respuesta correcta en un caso difícil, la posibilidad de creación judicial en un caso determinado, etc. Ante esta insuficiencia de método, Atienza71, ante los casos difíciles, estima que el proceso argumentativo podría reconducirse cuando en primer término, se identifica de qué problema se trata, sea de relevancia, interpretación, prueba o de calificación. El segundo momento será el de determinar el tipo de problema ante el que se enfrenta el Tribunal, ‘por ejemplo, que se trate de un problema de interpretación, habría que ver si el mismo surge por una insuficiencia de información (esto es, la norma aplicable al caso es una norma particular que, en principio, no cubre el caso sometido a discusión) o por un exceso de información (la norma aplicable puede entenderse de varias maneras que resultan incompatibles entre sí)’72. Una vez precisado lo anterior –tercer momento-, se debe pasar a la formulación de hipótesis que solucionen el problema planteado. En cuarto lugar se deben presentar argumentos que justifiquen la o las hipótesis establecidas en el paso inmediato anterior, es decir, ‘hay que presentar argumentos a favor de la interpretación propuesta. Si se trataba de un problema de insuficiencia de información, la argumentación podríamos llamarla –en sentido amplio- analógica (incluyendo aquí tanto los argumentos a pari o a simili somo los argumentos a contrario y a fortiori)’73. En último lugar, según el autor en comento, ‘hay que pasar de la nueva o nuevas premisas a la conclusión. Esto es, hay que justificar internamente –deductivamente-, la conclusión’74. Este esfuerzo que realiza el profesor Atienza para entender el proceso argumentativo que lleva a cabo un órgano administrador de 71 72 73 74 Véase ATIENZA, Manuel, Las razones del derecho., op. cit., pp. 244-252. Véase ATIENZA, Manuel, Tras la justicia., op. cit., p. 129. Idem. Idem. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Omar Vázquez Sánchez - 216 - justicia, constituye un paradigma para poder entender los procesos justificativos en un caso difícil, que por lo demás, es una buena intención para dotar a la Teoría de la Argumentación Jurídica de algún método que de cuenta de los procesos de justificación, pero que dista de ser universal. VII. …los casos trágicos. La teoría estándar de la Argumentación Jurídica ha distinguido, a fuerza de entendimiento, que en los casos jurídicos fáciles el ordenamiento jurídico provee una respuesta que soluciona el caso debatido mediante la aplicación de un silogismo jurídico, mientras que los casos difíciles se caracterizan porque, al menos en principio, cabe proponer más de una respuesta correcta que se sitúe dentro de los márgenes permitidos por el Derecho Positivo. ‘Pero lo que parece quedar excluido con este planteamiento es la posibilidad de una tercera categoría, la de los casos trágicos. Un caso puede considerarse como trágico cuando, en relación con el mismo, no cabe encontrar una solución que no sacrifique algún elemento esencial de un valor considerado como fundamental desde el punto de vista jurídico y/o moral. La adopción de una decisión en tales supuestos no significa ya enfrentarse con una simple alternativa, sino con un dilema’75. Manuel Atienza distingue dos tipos de casos trágicos. Unos son los casos en los que el ordenamiento jurídico ofrece, por lo menos, una respuesta correcta, pero que choca con la moral del juzgador y, por otro lado, aquellos casos en los que el ordenamiento jurídico no ofrece ninguna respuesta correcta76. Sumando, en el mismo sentido, 75 Véase ATIENZA, Manuel, Las razones del derecho., op. cit., p. 252. Véase ATIENZA, Manuel, Los límites de la interpretación constitucional. De nuevo sobre los casos trágicos, en Isonomía: Revista de Teoría y Filosofía del Derecho, No. 6, 1997, p.19. 76 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. - 217 - aquellos en los cuales existe alguna respuesta pero que choca con la moral. Nuestro autor establece que ‘hay una serie de características de los sistemas jurídicos de los Estados contemporáneos (especialmente, y aunque esto resulte paradójico, de los Estados de Derecho con mayor carga social y democrática) que permite explicar por qué se producen casos trágicos. Por un lado, la ampliación de los derechos y, en particular, la irrupción de derechos de contenido social y económico se traduce normativamente en la proliferación de directrices y reglas en fin que tiene una mayor fuerza expansiva –y, por tanto, una mayor propensión a generar contribuciones- que las “tradicionales” normas “condicionales” o normas de acción’77. Mencionando, de esta manera, la multiplicidad de principios que a raíz de un conflicto determinado puedan verse afectados en uno u otro sentido. Pero que necesariamente ante dicha disyuntiva el juez deba decidir mediante criterios de ponderación, que a su vez deban estar justificados tanto interna como externamente. Por otro lado –continua diciendo-, ‘los órganos judiciales siguen estando configurados (…) como instancias que deben resolver conflictos no buscando simplemente un compromiso entre los intereses en juego, sino un equilibrio entre valores que nos son negociables; además, la tendencia creciente a fundamentar las decisiones en una forma cada vez más exigente dificulta que las posibles contradicciones puedan mantenerse ocultas’78. Para concluir, dice: ‘…las constituciones contemporáneas, en la medida en que se tratan de representar todo el espectro de los valores vigentes en la sociedad, esto es, en la medida en que pretenden ser constituciones “para todos”, incorporan necesariamente valores –valores últimos- de signo contrapuesto; por ejemplo, en el caso de la Constitución española, tanto de valores de 77 78 Ibid., p. 27. Idem. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Omar Vázquez Sánchez - 218 - tipo liberal como valores igualitarios de signo socialista en sentido amplio’79. Estas consideraciones y, sobre todo, el análisis de los casos trágicos, nos hacen reflexionar sobre el papel relevante de los jueces en los sistemas jurídicos, sobre todo, el papel de estos en el Estado Constitucional de derecho. Pues cuando un caso trágico se presenta, la construcción del derecho, por parte de los tribunales, se vuelve viva y no estática ni inmutable como pretendía las ideas ilustres. Se pone de relieve la importancia que tiene la justificación a la que los jueces están obligados cuando deciden sobre los casos sea fáciles, difíciles o trágicos, en los tres la argumentación se vuelve fundamental para poder legitimar su actividad. Pues como señala el propio autor, ‘…la conciencia de lo trágico (aplicado al caso de los jueces) –y el sentimiento de malestar que lo acompaña- puede muy bien servir de revulsivo para incitar al juez a cumplir con sus deberes como ciudadano, esto es, con su deber de contribuir a modificar el mundo social de manera que disminuya lo trágico en el Derecho (en ese sentido, cabe decir que no se puede ser buen juez si no se es también un buen ciudadano)’80. VII. Bibliografía. ATIENZA, Manuel, Las razones del derecho. Teorías de la Argumentación Jurídica, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 2ª reimp., 1997. - Los limites de la interpretación constitucional. De nuevo sobre los casos trágicos, en Isonomía: Revista de Teoría y Filosofía del Derecho, No. 6, 1997. 79 80 Idem. Ibid., p. 28. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La argumentación jurídica en el Tribunal Constitucional Español…, pp. 191-221. - 219 - - La argumentación jurídica en un caso difícil. La huelga de hambre de los “Grapo”, en Revista ‘Jueces para la Democracia. Información y Debate’, núm. 9, Madrid, 1990. - Tras la justicia. Una introducción al Derecho y al razonamiento jurídico, Barcelona, Ariel, 2000, 5ª reimp. - El sentido del Derecho, Barcelona, 2003, 2ª edición. ATIENZA, Manuel y FERRAJOLI, Luigi, Jurisdicción y argumentación en el estado constitucional de derecho, México, UNAM Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005. BACHOF, Otto, Jueces y Constitución, Madrid, Cívitas, 1985. CARDENAS GRACIA, Jaime, La argumentación como derecho, México, UNAM Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005. 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Se distinguen dos tipos básicos de abducción: la abducción del caso y la abducción de de la abducción de la regla y se caracterizan sus principios fundamentales como la innumerabilidad de las respuestas, la inexistencia de la indoneidad previa de la solución y su uso real en el Derecho. Palabras clave Metodología jurídica, Casos jurídicos, Resolución de casos, Deducción, Abducción, Lógica jurídica, Semiótica jurídica, Ciencias cognoscitivas. Sumario I. Problemática general. II. Figuras afines: deducción, inducción, analogía. III. Estructura de la abducción. IV. La abducción en el campo jurídico. Bibliografía. I. Problemática general. El estudio de la abducción1 en el campo jurídico no ha sido muy abordado por la literatura jurídica actual2. Inclusive la literatura científica3 al respecto, la aborda muy sumariamente, y entre ello puede destacarse el libro de Rescher4, y más recientemente por (•) Profesor de Lógica jurídica de la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica. 1 Según el Diccionario de la Lengua Española de la Real Académica Española, Madrid, XXI edición, 2001: “…abducción. (Del lat. abductĭo, -ōnis, separación).1. f. Movimiento por el cual un miembro u otro órgano se aleja del plano medio que divide imaginariamente el cuerpo en dos partes simétricas. Abducción del brazo, del ojo.2. f. Supuesto secuestro de seres humanos, llevado a cabo por criaturas extraterrestres, con objeto de someterlos a experimentos diversos en el interior de sus naves espaciales.3. f. Fil. Silogismo cuya premisa mayor es evidente y la menor menos evidente o solo probable…” Nuestro trabajo se centra en la tercera de las definiciones. 2 Sobre posibles aplicaciones en el campo jurídico, véase Bonorino, Pablo Raúl, Sobre la abducción, en Doxa. Cuadernos de filosofía del Derecho, Alicante, Universidad de Alicante, Número 14, 1993, pp. 207- 241 3 Dictionary of Cognitive Science. Olivier Houdé editor, New York, Psychology Prees, LTD, 2004, 167-168.; Von Eckardt, Barbara. What Is Cognitive Science? Massachusetts. Massachusetts Institute of Technology. 1993. También véase The Nature of Cognition, edited by Sternberg, Robert J. Massachusetts. Massachusetts Institute of Technology. 1999; Gardner, Howard. La nueva ciencia de la mente. Barcelona.Ediciones Paidós Ibérica. 1987, p. 44 (traducido del original en inglés The Mind´s New Science. A History of the Cognitive Revolution, New York, Basic Books Inc., 1985); Thagard, Paul, Mind. Introduction to Cognitive Science. Massachussets, MIT Press, 1996; Cognitive Science edited by Benjamin Martin Bly and David E. Rumelhart, California. Academic Press, 1999, pp. 289-292; Rosental, David. The Nature of Mind. New York, Oxford University Press, 1991. 4 Rescher, Nicholas. Hypothetical Reasoning. Studies in Logia and the Foundations of Mathematics. Ámsterdam. North-Holland Publishing Company. 1964 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Gustavo González Solano - 224 - Magnani5 y Aliseda-Llera6. Por lo que, en este trabajo se tratará de dar una posible explicación y aplicación en el campo jurídico. Anteriormente había escrito7 algo muy sencillo sobre la abducción en el campo jurídico. No sé si tal vez por la novedad, o el poco interés en ese momento, o más bien, por lo extenso que podía llegar a ser la investigación, fue que no quise ni pude abordar la totalidad de su conceptuación y estructura. Allí, hablando sobre la prueba indiciaria indiqué que: “…La prueba indiciaria es el dato obtenido por el juez mediante (de modo preponderante aunque no se excluye la obtención de datos, mediante otros tipos de razonamientos como el deductivo, analógico) el despliegue de un tipo de razonamiento concreto, denominado abducción8. Así, la prueba indiciaría es el dato y el medio de prueba es el razonamiento. En la práctica se le presenta al juez o jueza en el expediente, una serie de elementos físicos (objetos o materiales específicos) o intelectuales (frases, contextos, simbolismos) que fueron hallados o aportados por las partes y supuestamente tienen alguna importancia para demostrar la existencia de un hecho. Pero es el juez el que tiene que ESTABLECER un vínculo entre tales elementos para obtener un dato que demuestre la existencia de ese hecho. El problema es cómo se ESTABLECE la vinculación entre un resultado concreto (que es la conclusión del razonamiento) y los casos particulares aislados (que es la premisa menor) para obtener regla 5 Magnani, Lorenzo. Abduction, Reason and Science. Processes of Discovery and Explanation, New York, Springer, 2000. 6 ALISEDA-LLERA, Atocha. Abductive Reasoning. Logical Investigations into Discovery and Explanation, Springer-Kluwer, Series: Synthese Library, Vol. 330, 2006; y Seeking Explanations: Abduction in Logic, Philosophy of Science and Artificial Intelligence, Amsterdam, Institute for Logic, Language and Computation (ILLC), 1997. 7 González Solano, Gustavo. Lógica jurídica. San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2003, p. 95-97 8 Peirce, Charles Sanders. La ciencia de la semiótica. Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1974, p. 40 (Traducción de Beatriz Bugni de textos seleccionados de Collected Papers of Charles Sanders Peirce. Massachusetts, The Belknap Prees of Harvard University Press, 1965) Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La abducción en el campo jurídico, pp. 223-258. - 225 - general [nuevo dato] que explique aquel resultado como caso de esa regla. Para luego desprender esa regla como DATO9…” En ese momento, debo reconocer que no comprendía realmente los alcances cognoscitivos de este procedimiento, no solo para su uso en la determinación de la prueba indiciaria10, sino en realidad, para los eventuales procesos de obtención de una conclusión jurídica. II. Figuras afines: deducción, inducción, analogía. Analicemos las siguientes inferencias: a) Todos los abogados son licenciados en El razonamiento a) es un razonamiento Derecho deductivo válido, donde se utilizó una regla Juan es abogado, por ende denominada modus ponens. Juan es licenciado en Derecho. b) Juan es abogado El razonamiento b) es una abducción con 9 Las dificultades ofrecidas por este tipo de razonamiento son básicamente dos: una es la concerniente a la aceptación que tenga el vínculo entre los enunciados entre sí; y otra es la relativa a la aceptación que tenga el vínculo establecido entre el dato obtenido y los hechos que pretende explicar. Esa aceptación será dada solamente por el grupo de personas conocedoras del tema o de otras situaciones análogas. Ya que en último término es la experiencia la que dicta la verosimilitud de tales vínculos. Aunque sea, al fin y al cabo, la aceptación de los conocedores de la materia la que determine su validez o no (esto último no ofrece ningún problema si en dicho grupo se determina con claridad sobre lo que se está o no de acuerdo), sí se conoce el mecanismo de la abducción, se conocerá el tipo enlaces proposicionales que este razonamiento tiene, para obtener prueba. Así en un contexto científico jurídico, se puede establecer con claridad, si de tales pruebas o datos, se pueden desprender o no, de tales ilaciones, y tener un mayor control de ellas. 10 “…En el campo jurídico se hacen constantemente este tipo de inferencias, las cuales básicamente se les encubre con otro tipo de nombres que confunden a cualquier persona que intente evaluar este razonamiento o sus resultados. Puede ser que en lo fundamental, dos operadores jurídicos que conocen el mecanismo, logren comparar resultados y tratar de establecer ciertos patrones comunes para una obtención normal de resultados. Pero entre la maraña de los términos como "indicios", "presunciones", "evidencias", "conjeturas", "hipótesis", "pruebas", "datos", "informes", "símbolos", "sospechas", etc., la indeterminación del comollamarle-a-cada-cosa tiende a establecer una amplísima confusión de los términos utilizados, y de los controles de dichos mecanismos, estorbando cualquier intento de llevar a cabo, procesos inferenciales racionales o científicos que se quieran efectuar en el campo jurídico…” Idem, p. 97 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Gustavo González Solano - 226 - Juan es licenciado en Derecho, por ende conclusión verdadera. Efectivamente es Todos los abogados son licenciados en cierto que todos los abogados son Licenciados Derecho en Derecho. b´) Juan es abogado El razonamiento b´) es una abducción con Juan es licenciado en Derecho, por ende conclusión falsa. No es cierto que todos los Todos los licenciados en Derecho son Licenciados en Derecho sean Abogados. abogados No se piense que los ejemplos b) y b´) pudieran ser inducciones ya que en realidad las inducciones tendrían el siguiente esquema: c) Juan es abogado y licenciado en Derecho Marco es abogado y licenciado en Derecho Ana es abogada y licenciada en Derecho María es abogada y licenciada en Derecho, por ende, probablemente Todos los abogados son licenciados en Derecho y viceversa Puedo falsear la conclusión preguntando: ¿hay abogados que no sean licenciados en Derecho? R/ No. O bien, ¿hay licenciados en Derecho que no sean abogados? R/ Sí.11 Así organizo la conclusión como un condicional, y no como una equivalencia. 11 En Costa Rica, “Abogado (a)” es la persona que obtuvo un título y grado universitario de Licenciatura en Derecho y está incorporado (a) al Colegio de Abogados. Si no está incorporado (a), no es abogado (a), pero sí es Licenciado (a) en Derecho. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La abducción en el campo jurídico, pp. 223-258. - 227 - Licenciados en Derecho Abogados En la inducción requiero una serie de casos (eventualmente infinitos) para establecer tentativamente una conclusión genérica. Inicialmente en la abducción, tal serie de casos no se tienen a mano. Precisamente solamente se tiene uno solo (un caso o un resultado) que Juan sea abogado y Licenciado en Derecho) al cual se le debe otorgar una explicación que justifique ese caso y resultado (¡conjeturo!, ¿será que todos los abogados son Licenciados en Derecho y viceversa?). Es decir, se plantea una especie de solución a una adivinanza. Se debe de adivinar12 bajo que regla se subsumen los casos y resultados descubiertos. Se conjetura con pocos datos, la existencia de una totalidad (o generalidad) ordenada que justifica esos pocos datos; pero que además justificará cualquier otro dato exactamente igual a futuro13. Así si se encuentra otro abogado o abogada, se sabrá que es licenciado en Derecho, sin tener que verificar nada más. 12 Según el Diccionario de la Lengua Española de la Real Académica Española: “…adivinar. (Del lat. addivināre).1. tr. Predecir lo futuro o descubrir lo oculto, por medio de agüeros o sortilegios.2. tr. Descubrir por conjeturas algo oculto o ignorado.3. tr. Acertar lo que quiere decir un enigma.4. tr. Acertar algo por azar.5. tr. Vislumbrar, distinguir. A lo lejos adivinó la silueta del castillo. U. t. c. prnl…” 13 Lo anterior se explica, por el hecho de que nuestros antepasados prehistóricos como el homo ergaster y “heredadamente” el homo sapiens sapiens empiezan a afrontar una serie de problemas y necesidades mayores, a los “acostumbrados” debido a su obligada y necesaria convivencia en grupos. Se requieren diversas, complejas y sobre todo especiales interacciones sociales de cooperación, dominio y obediencia (intratropa) y competencia (intertropa) para la supervivencia de la especie. Se desarrollan pautas de comportamiento exigidas por su grupo o tropa. Y para ello “colabora” mucho el aumento de tamaño del órgano destinado para entender esas relaciones: un cerebro más grande. Con mayor capacidad cerebral, no solo se tienen nociones pre-semióticas de las percepciones de los objetos, cosas o animales, sino también se conceptúa, categoriza y memoriza más sectores importantes del mundo físico. Igualmente se re-crean nociones de la realidad y Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Gustavo González Solano - 228 - La abducción no es una analogía14. Ya que en la primera, apenas se está construyendo el silogismo (ya que como destaca su raíz latina) están separados sus enunciados. En la analogía, se requiere que exista un silogismo ya construido para poder comparar sus casos, y ver la posibilidad de plantear una similitud, entre ellos para darles un mismo resultado. REGLA CASO A CASO B RESULTADO calculan o sopesan, las acciones o actos para la supervivencia de la tropa (caza, alimentación, protección, reproducción). Este desarrollo mental no sería posible sin un cerebro más grande y más aún sin un mecanismo o maquinaria genéticamente heredada como lo es lenguaje. Históricamente este mecanismo de espejos, reflejos y proyecciones fue posiblemente el insipientemente utilizado para coordinar las relaciones intra-tropa como inter-tropa. Con ello el homo ergaster inicialmente, y el homo sapiens sapiens posteriormente, aprendieron a “leer la mente” de los demás miembros de su grupo. Ello obviamente es un mecanismo de control que brinda una [falsa] seguridad, tranquilidad y estabilidad tanto al organismo, como al grupo. Con este conjunto de creencias y el mecanismo que las genera, se amplifica el conocimiento del mundo: se sabe más que lo que permiten “ver” u “oír” los sentidos. Se cree saber más y hasta saberlo todo. No solo sé lo que pienso, sino que sé lo que piensan los demás; y por ello puedo esperar que los otros (con lo que sé que piensan) actúen de la manera que creo y hasta que quiero. Inclusive se “sabe” lo que [supuestamente] creen que los demás de uno, y los otros a su vez creen saber que saben lo que yo creo de mí mismo. ¡Y lo mejor de ello es acertar! Es como un niño esperando que el mago saque el conejo del sombrero. Aunque no saca el conejo del sombrero sino de la manga del traje. Pero es como un acto de “magia”. El sentido mágico o místico de acertar, de jugar a adivinar. Una tendencia que subyace en todo espíritu creativo: asombrarse y asombrar a los demás. 14 “…analogía. (Del lat. analogĭa, y este del gr. ἀναλογία, proporción, semejanza).1. f. Relación de semejanza entre cosas distintas.2. f. Razonamiento basado en la existencia de atributos semejantes en seres o cosas diferentes.3. f. Biol. Semejanza entre partes que en diversos organismos tienen una misma posición relativa y una función parecida, pero un origen diferente.4. f. Der. Método por el que una norma jurídica se extiende, por identidad de razón, a casos no comprendidos en ella.5. f. Gram. Semejanza formal entre los elementos lingüísticos que desempeñan igual función o tienen entre sí alguna coincidencia significativa.6. f. Ling. Creación de nuevas formas lingüísticas, o modificación de las existentes, a semejanza de otras; p. ej., los pretéritos tuve, estuve, anduve se formaron por analogía con hube…” Diccionario de la Lengua Española de la Real Académica Española, Madrid, XXI edición, 2001. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La abducción en el campo jurídico, pp. 223-258. - 229 - Por ejemplo: d) Veo que Juan quiere ingresar un perro en el restaurante y se lo prohíben, abduzco por ende que “Se prohíbe el ingreso de perros en el restaurante”. e) El razonamiento sería: “El ingreso de perros en el restaurante es prohibido” Juan intenta ingresar un perro al restaurante, por ende Se lo prohíben. f) Una analogía es: Juan quiere ingresar un mono al restaurante, ¿se lo prohibirán? La respuesta dependerá simplemente de si el mono es considerado como un perro o en la categoría15 de “animales” como lo es el perro. Obsérvese aquí que no hay abducciones de ningún tipo, ni deducciones, y ni siquiera inducciones aplicables. Es un problema semántico. Un problema de interpretación y conceptos. i) Interpreto la palabra “perro” como el mamífero doméstico de la familia de los cánidos (con lo cual el mono no es cánido y sí puede entrar al restaurante) ii) o bien interpreto la palabra “perro” como cualquier tipo de animal distinto al humano (con lo cual el mono no entra al restaurante) Si creo i) y el mono no es considerado animal, no se aplica ni d) ni e)16. Entra el mono. 15 Alemán Pardo, Anastasio. Teoría de las categorías en la filosofía analítica. Madrid, Editorial Tecnos S.A., 1985 16 “…El criterio en esta cuestión, tan esencial para la práctica, no se halla en la figura deductiva en cuanto tal, sino en la definición del círculo de semejanza correspondiente al caso. según como se lo trace, de manera más o menos estrecha, podrán sacarse más o menos conclusiones análogas. Pero sin una definición precisa de sus límites no pude concluirse nada. Por otra parte, para los objetos más diversos es factible definir un círculo de semejanza, con sólo que haya entre ellos cualquiera igualdad parcial. El caso extremo sería, por ejemplo, la semejanza de dos cosas respecto de su propiedad de ser objetos. Así que es decisivo el punto de vista que se adopte. No se da, pues, más restricción que la impuesta por la finalidad. Por tanto, los criterios sobre la permisibilidad lógica de una conclusión analógica, hasta que no se haya definido delimitadamente el círculo de semejanza, no son lógicos, sino teleológicos. Pero si se ha llegado a definir delimitadamente el círculo de semejanza, la analogía tomara forma exacta y precisa, y podrá Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Gustavo González Solano - 230 - Si pasa ii) y se considera como cualquier otro animal, se aplica la regla abducida en d), y el razonamiento en e). No entra el mono. Aún así no puedo obviar que existe un sentido también de analogía que a veces puede confundirse con la abducción y que eventualmente puede dar pie a pensar en alguna similitud, entre estas dos figuras. Así por ejemplo: C1: Hay una bala encontrada en un cadáver que tiene una serie de características x. C2: En otro cadáver se encontró otra bala con las mismas características x. Conclusión: Es probable que fuera la misma arma. Sobre este tema es esclarecedor el esquema presentado por Camacho17 al respecto Deducción Inducción por analogía Inducción por generalización Consiste en a partir de una o más Se compara una situación o un A partir de uno o más casos premisas se deriva una hecho con otra situación o hecho y se obtiene una conclusión conclusión se obtiene así una conclusión general. particular. Carácter de la Necesaria: si se admiten Probable: se pueden admitir los Probable: se pueden conclusión las premisas se tiene que datos y no admitir la conclusión admitir los casos y negar o obtenida. admitir la conclusión particular. admitirla conclusión general. Aquí la analogía es un procedimiento estipulativo en el cual, se tienen dos datos (C1 y C2) o enunciados lingüísticos relativos a una situación o hecho, y se establece un tercer enunciado que establece una similitud o parecido como conclusión. producto de las Tal determinación es similitudes que tienen entre sí, los dos primeros datos que se encontraron. decidirse de manera unívoca la cuestión de si una determinada conclusión analógica está o no lógicamente permitida…” KLUG, Ulrich, Lógica jurídica, Buenos Aires, Publicaciones de la Facultad de Derecho, 1961, p. 186 17 Camacho Naranjo, Luis. Introducción a la Lógica. San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, varias ediciones, p.143 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La abducción en el campo jurídico, pp. 223-258. - 231 - El parecido de la analogía con la abducción, aparentemente es muy grande. Pero en realidad hay dos diferencias: a) En el ejemplo anterior, no se ha abducido ninguna regla, solo se efectuó una comparación. Faltaría explicitar y explicar por qué motivo se piensa que es la misma arma. Y ello solamente acontece cuando se elabora la abducción correspondiente. Empecemos por la construcción de la regla: “Toda bala x disparada tiene una marca y del arma z.” Esta regla, en la analogía, no ha sido elaborada. No ha sido reconstruida ni inserta en algún razonamiento para que deductivamente se pueda probar así: Toda bala x disparada tiene una marca y del arma z. Hay una bala x disparada con una marca y por ende, Esa bala fuere disparada con la misma arma z. Este sería la construcción del razonamiento deductivo18, que elaboramos previamente por una abducción. Pero además, en la analogía se incluye otro caso para ser comparado con el primero de esta forma: Toda arma X disparada deja una marca Y en sus balas. Hay una bala X con una marca Y Hay una bala P con la misma marca Y, por ende, Ambas balas fueron disparadas con la misma arma X19 En este caso tenemos otra bala que creemos probablemente que fue disparada con la misma arma porque presenta la misma marca. Pero aquí la conclusión no es necesariamente cierta. Y esto nos lleva a la segunda diferencia entre la analogía y la abducción. 18 Regla de inferencia válida: transitividad del condicional. Por cierto, razonamiento no necesariamente cierto, ya que puede haber armas que hagan las mismas marcas (precisamente por ello se puede reconocer hasta el fabricante específico de un arma), o se puede falsear las marcas para que parezcan iguales y en realidad provengan de armas distintas. 19 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Gustavo González Solano - 232 - b) La segunda diferencia es que, tal y como se observa en el ejemplo y en el cuadro, la posibilidad de que tal conclusión obtenida sea verdadera, es decir, que se adecue a la realidad, es solo probable20. La analogía estipula una supuesta identidad apoyada en un criterio de similitud de dos o más situaciones para establecer la regularidad o la posibilidad de una conclusión del mismo tipo para ambas. En el caso de la abducción, la conclusión no puede ser probable. O es cierta o es falsa, y a su vez, por corrección deductiva, o es válida o inválida. Ya que la abducción es una reconstrucción de premisas y conclusiones de un silogismo deductivo, que inicialmente se encuentra separado, y se organiza, para su uso y comprobación. La abducción no es una deducción. La verificación de la abducción se hace por procedimientos deductivos. Por ello es más fácil y evidente entender las diferencias con analogía. La analogía es un tipo de inducción, y el tipo de la conclusión (que en un caso es necesaria y en otro probable), es lo que marca la diferencia entre estos dos procesos. III. Estructura de la abducción. Pero lo anterior no obsta para que uno pueda tener primero ciertos enunciados de modo separado, y plantearlos como las premisas o la conclusión, para tratar de formar un razonamiento deductivo válido. 20 Wackerly, Dennis, Mendelhall III, William y Scheaffer, Richard. Estadística matemática con aplicaciones, México, Internacional Thomson Editores, 2002, p. 182; Haeussler, Ernest y Paul, Richard. 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De lo cual puedo re-construir el razonamiento lógico: e) Regla Todas las personas son mortales Premisa mayor Caso Juan es persona, Premisa menor Por ende, Resultado Juan es mortal Conclusión Obsérvese que este ejemplo no es igual al ejemplo c), anteriormente visto, dado que la regla aquí no es una conclusión del razonamiento, sino se mantiene y es considerada una premisa del razonamiento. Así la diferencia que hay entre los ejemplos c) y e) es precisamente que en c), la conclusión es una generalidad; mientras que en e) la regla general no es una conclusión sino una premisa que se postula como parte del razonamiento, y que es reconstruido. Este tipo de rompecabezas, se conoce como procedimiento abductivo. Abducción significa separación, y en ese tipo de casos se estudia, la separación de enunciados que, como átomos de una molécula preexistente, hay que reconstruir, para determinar su validez lógica. En sentido técnico, la abducción no es un procedimiento lógico, dado que no debe cumplir ningún tipo de regla de formación o transformación de enunciados. Estas reglas se siguen después del Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Gustavo González Solano - 234 - proceso de abducción, es decir, cuando se unen los tres enunciados y se verifica su validez lógica. Por ello la abducción aparece antes de la formación del razonamiento deductivo. La abducción inicia con un resultado o conclusión específica. A partir de aquí se trata de postular una de las dos siguientes cosas (o ambas al mismo tiempo): 1) una regla que explique ese resultado como un caso de esa regla. Lo que se conoce generalmente como abducción de la regla. O bien, 2) un caso nuevo, que explique la existencia de ese resultado y a la vez que proviene de una regla21. Lo que se denomina abducción del caso. Lo anterior genera que haya dos tipos de abducciones: una para descubrir la regla y otra para descubrir el caso y conjuntamente la regla. Las llamaremos AB1, y AB2, respectivamente. 1. Abducción de la regla Volvamos a nuestros ejemplos b) y b´). 21 “…la abducción es un proceso inferencial (llamado también hipótesis) que se opone a la deducción en cuanto la deducción parte de una regla, considera un caso de esa regla e infiere automáticamente un resultado necesario. Un buen ejemplo de deducción es: 1) cada vez que A golpea, entonces B mueve la pierna, 2) pero A ha golpeado, 3) entonces B ha movido la pierna. Supongamos ahora que yo no sepa nada de todo esto y vea que B mueve la pierna. Me sorprende ese extraño resultado 3). Según experiencias previas procedentes de campos diferentes (por ejemplo, he notado que los perros aúllan cuando se les pisa la cola) intento formular una regla aún desconocida 1). Si la regla 1) valiera y si 3) fuera el resultado de un caso 2), entonces 3) ya no sería sorprendente. Obviamente, mi hipótesis deberá ser sometida a prueba para poder transformarse en una ley, pero hay (en la semiosis) muchos casos en los que no se buscan Leyes Universales, sino una Explicación capaz de desambiguar un acontecimiento comunicativo concreto. Alguien dice rosa y yo no sé si se refiere a una flor roja o al color. Forjo la hipótesis de que el hablante es un floricultor y apuesto por la primera interpretación. Tanto mejor si el contexto fomenta la abducción (un contexto como he cultivado una rosa constituiría un indicio seguro). Resumiendo: la abducción es un procedimiento típico mediante el cual en la semiosis, somos capaces de tomar decisiones difíciles cuando se están siguiendo instrucciones ambiguas…” Eco, Umberto, Los Límites de la Interpretación, Barcelona, Editorial Lumen, 1992, pp. 249-250 (Traducción de Helena Lozano de la edición en italiano I limiti dell· interpretazione, Milán, Gruppo Editoriale Fabbri, Bompiani, Sonzogno, Etas S.p.A., 1990). Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La abducción en el campo jurídico, pp. 223-258. - 235 - Todos los abogados son licenciados en Derecho Regla Juan es abogado Caso Juan es licenciado en Derecho. Resultado Lo que pasa es que inicialmente la persona solamente tiene el caso y el resultado, y se desconoce la regla, y así tiene conocimiento nada más de que: Juan es abogado y Licenciado en Derecho, por lo que, en este caso puedo abducir tres cosas: Que todos los abogados son Licenciados en Derecho, o Que todos los Licenciados en Derecho son Abogados, o Ambas situaciones al mismo tiempo: todo abogado es licenciado en derecho y viceversa. Evidentemente hago aquí un procedimiento contrario a la lógica (concretamente del cálculo cuantificado22): una violación a la regla de la generalización universal, que se denomina falsa generalización, dado que lógicamente no se puede crear un conjunto de individuos solamente del conocimiento de los atributos de uno solo de sus miembros. Lo cognitivamente interesante es que, si se da el caso que ese conjunto (ilógicamente concebido23), existe así, se logra una abducción. Adicionalmente se debe seleccionar deductivamente cuál de las tres reglas (los dos primeros condicionales o la equivalencia) va a servir de premisa correcta para el razonamiento. 22 Regla de la generalización universal, véase COPI, Irving, Lógica Simbólica, México, Compañía Editorial Continental, S.A., 1995, p. 97 y 125; y González Solano, Gustavo. Lógica jurídica San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2003, p. 134. 23 Es decir, todos los demás miembros del conjunto deben existir únicamente con las cualidades que nosotros suponemos que tiene y que nos dice la lógica que no siempre puede tener. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Gustavo González Solano - 236 - Condicional 1 Condicional 2 Equivalencia Todos los abogados son Todos los licenciados en Ambas situaciones al mismo licenciados en Derecho Derecho son abogados tiempo Juan es abogado, por ende Juan es licenciado en Juan es abogado, por ende Derecho, por ende Juan es licenciado en Juan es abogado Derecho Razonamiento válido Juan es licenciado en Derecho y viceversa Razonamiento inválido Razonamiento inválido Así para abducir hay que pensar ilógicamente al inicio del procedimiento, para luego probar con las reglas de inferencia de la lógica el resultado. La abducción es un “tanteo” mental, un salto a la ilogicidad, para encontrar resultados lógicos. La lógica misma no podría generar abducciones precisamente porque no puede violar sus propias reglas de formación o transformación de proposiciones. Pero el ser humano sí puede, y parece que hasta evolutivamente debió hacerlo, para aumentar su panorama de conocimientos y explicaciones24 sobre la realidad. La lógica debe ser brevemente ignorada para obtener luego más conocimientos. Esta es la particularidad de la abducción. Se salta la lógica, para luego volver a ella a validar lo descubierto. En ese sentido tiene mucha razón Carnota25 cuando habla también de los sistemas computaciones y la inteligencia artificial que: “…contrario sensu, hay situaciones en las que el sistema debe actuar aunque no posea una descripción completa del estado de cosas existente o aunque, en caso de poseerla, no resulte tolerable en el tiempo el análisis de todos los factores en juego. En este caso actuará a partir de extraer conclusiones no seguras (en el sentido de 24 Para las ciencias cognoscitivas es un interesante ejemplo de creatividad pensar ilógicamente, y como lo señala Calvin, una muestra de la diferencia entre el homo sapiens sapiens anatómicamente moderno, del homo sapiens sapiens conductualmente moderno. Calvin, William, A brief History of the Mind. From Apes to Intellect and Beyond. Oxford, University Press, 2004, p. 129. 25 Carnota, Raúl J., Lógica e Inteligencia Artificial en Enciclopedia Iberoaméricana de Filosofía, Madrid, Editorial Trotta, Volumen 7, 1995, p. 152 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La abducción en el campo jurídico, pp. 223-258. “control de calidad” exigido - 237 - por la lógica standard), corriendo el riesgo de que, ante la llegada de nueva información, las decisiones adoptadas haya resultado erróneas. Esta contracara de la racionalidad útil nos lleva a la cuestión de las extensiones no monótonas de las inferencias deductivas…” La Regla que explica los casos y resultados en el mundo real se debe construir ilógicamente, por lo que se requiere de cierta experiencia, casualidad, ingenio o hasta suerte y azar. 2. Abducción del caso Veamos el segundo tipo de AB2, descubrimiento del caso. Así por ejemplo, ante un resultado como el siguiente: se encuentra un cadáver con una herida mortal en el pecho, hay cinco posibles opciones que las explican: homicidio, suicidio, accidente, muerte natural o desconocida; se efectúa un proceso de selección y abducciones: no desconocida, no accidente, no muerte natural, no suicidio, por ende, homicidio. Con otros resultados como: -ropa ensangrentada de la víctima X en la casa de fulanito Y, -un cuchillo que encaja en el tipo de herida causado a la víctima X -tipo de sangre idéntico en el cuchillo con la sangre de la víctima X Se abduce dos cosas: el caso y la regla. El caso: Que este es un ejemplo de una persona que tiene la ropa ensangrentada de la víctima, un cuchillo que encaja con el tipo de herida de la víctima y el tipo de sangre es idéntico. La regla: Las personas que tienen la ropa ensangrentada de la víctima, con un cuchillo que encaja con el tipo de herida de la víctima y el tipo de sangre es idéntico, suele ser quienes matan a la víctima. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Gustavo González Solano - 238 - Para armar el siguiente razonamiento: Las personas que tienen la ropa ensangrentada de la víctima, con un cuchillo que encaja con el tipo de herida de la víctima y el tipo de sangre es idéntico, son quienes matan a la víctima. Juan tienen la ropa ensangrentada de la víctima, con un cuchillo que encaja con el tipo de herida de la víctima y el tipo de sangre es idéntico, por ende, Juan mató a la víctima. Así para explicar la vinculación entre un Resultado y un Caso, se ha de establecer primero una regla de la cual se pueda desprender que el Caso se dio. Como señala Eco, el problema es que la determinación de la Regla que señale una supuesta regularidad de acontecimientos de la vida real y la vinculación de esa regla con el caso, se efectúa simultáneamente: “…a la luz de las observaciones precedentes, hay que volver a considerar la definición que Peirce da de la abducción. En CP: 2623 Peirce señala que, mientras la inducción es la inferencia de una Regla a partir de un Caso y un Resultado, la hipótesis es la inferencia del Caso a partir de una Regla y un Resultado. Según Thagard (1978), existe una diferencia entre la hipótesis como inferencia a un Caso y la abducción como inferencia a una Regla…de momento es importante subrayar que el auténtico problema no reside en encontrar primero el Caso o la Regla, sino, más bien, en cómo obtener la Regla y el Caso al mismo tiempo, puesto que están recíprocamente relacionados, vinculados entre sí por una especie de quiasma, donde el término medio es la piedra angular de todo el movimiento inferencial…”26 26 Eco, Umberto, Los límites….pp. 259-260. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La abducción en el campo jurídico, pp. 223-258. - 239 - ¿? DESCONOCIDOS ¿? RESULTADO 3. Representación de la abducción Por lo anterior, una representación de la abducción es como la siguiente: Ante un resultado concreto, se dispara en el cerebro una serie de posibles candidatos que sean casos que puedan producir de ese resultado y sucesivamente la búsqueda de la regla que explique esos casos, y a su vez, el resultado. Por lo que efectivamente el procedimiento no es deductivo, no se pasa de la regla al caso ni luego al resultado, sino que se inicia al revés: del resultado, al caso y a la regla. a) Innumerabilidad e incomputabilidad de la abducción. Otra particularidad del proceso abductivo es que como es posible encontrar no solo una regla para un caso y su resultado, sino Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Gustavo González Solano - 240 - una interrelación de reglas para un mismo caso y a su vez una serie de casos para un mismo resultado, la cantidad total de interrelaciones de casos y reglas aplicables a los resultados es prácticamente infinitos e inclusive transfinitos27. Lo que genera la imposibilidad de enumerar el conjunto total de abducciones posibles. Es un conjunto no numerable. Por lo cual, es un procedimiento con un conjunto no numerable y por lo tanto, tampoco es ni computable28. Como tal, no es posible producir un sistema formal, que derive todos los resultados abductivos posibles, y por esencia el procedimiento abductivo es no formalizable.29 b) Pertinencia. Aún dejando ficticiamente de lado, el insalvable problema de la innumerabilidad de la abducción, y suponiendo que pueda existir una correspondencia numerable de casos o reglas a los resultados, se presenta otro problema que puede ser inclusive mayor que la enumerabilidad, que es la pertinencia de esa relación, la cual no es siempre (de hecho nunca es) la misma para explicar cada resultado. Unas reglas son más idóneas que otras, y ello deviene en la calidad de la abducción elaborada.30 27 Por la existencia de relaciones entre sí de casos similares para el mismo resultado; o bien reglas relacionadas entre sí, para el mismo caso y el mismo resultado, demás subconjuntos posibles de conformidad con el teorema de Cantor. 28 “…Se llama cómputo a la obtención de una solución o resultado (generalmente en el sentido matemático/aritmético del término), a partir de ciertos datos o entradas utilizando para ello un proceso o algoritmo…” http://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_la_computaci%C3%B3n 29 Véase Freund, Max. Conceptualismo realista y computabilidad. San José. 2006, material en preparación, Nota 24, donde se explica la correlación de funciones no numéricas con funciones numéricas, y el mecanismos para la computabilidad de conjuntos infinitos y enumerables; por demás desarrolla un concepto de computabilidad desde el conceptualismo realista. 30 La no pertinencia o impertinencia de las razones con los resultados, es lo que precisamente genera otra gama importante de conocimiento: los chistes y la fantasía. “Va un hombre en la parte trasera de un bus a medio día sudando…y repite constantemente: ´¡Cómo estoy sudando!, ¡cómo estoy sudando!, y este sol, qué fuerte está este sol…ahhhh, pero ¿por qué estoy sudando? Ahhhh, ¡estoy sudando, porque hace CALOR! Algunas chistes son verdaderas abducciones que precisamente son graciosas porque son impertinentes, sea porque brindan un conocimiento muy sabido (conocimiento obvio) o bien un conocimiento impertinente. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La abducción en el campo jurídico, pp. 223-258. - 241 - En toda abducción no solo se debe inventar una regla para los casos y los resultados, sino que además hay que hacer una selección previa de los enunciados que conformarán la abducción31. Pero que epistémicamente es imposible de llevar a cabo esa selección, y ello es primero imposible porque no se conocen previamente todas esas relaciones. Y segundo porque esa relación entre resultados, casos y reglas no existe previamente, sino que hay que construirla (testearla, probarla y verificarla para ver su conveniencia), por lo cual siempre estará sujeta a la casualidad o el azar. Así por ejemplo si tenemos el resultado: “Juan va a un proceso penal”, podemos abducir lo siguiente: -Todas los imputados van a un proceso penal”, y si Juan va a un proceso penal, eso quiere decir que Juan es un imputado. Reconstruyendo el supuesto razonamiento lo estableceríamos así: Todos los imputados van a un proceso penal, Juan es un imputado, por ende, Juan va a un proceso penal En este ejemplo el razonamiento es válido y correcto. Pero la abducción efectuada anteriormente no siempre tiene que generar este razonamiento correcto, ya que el hecho de que Juan vaya a un proceso penal, no quiere decir que sea un imputado. Puede ser un testigo, un perito, un juez, un abogado defensor o fiscal… La racionalidad32 (valoración de utilidad o pertinencia) de la abducción está determinada por la adecuación que cree la persona que tiene la regla con el resultado concreto. 31 Aparte del testeo deductivo posterior que se debe hacer con esos enunciados para constatar su eventual validez. 32 “…La acción es racional en la medida en que persigue fines posibles dentro de las condiciones de la situación, y por los medios que, entre los disponibles para el Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Gustavo González Solano - 242 - La persona o las personas construyen su propio razonamiento, y por “acierto o error” considera si el caso o la regla explican el resultado33. Se involucra tanteos, yerros, convencimientos y acuerdos intersubjetivos entre las personas. Discusión que entra inclusive, en la extensa y tradicional temática del descubrimiento científico, sobre la aparición o construcción de las verdades científicas y el progreso científico.34 Como señala Wittgenstein: “…Dar una razón de algo que uno hizo o dijo significa mostrar un camino que conduce a esta acción. En algunos casos significa actor, resultan más adaptados intrínsecamente al fin, por razones conprensibles y verificables por la ciencia empírica positiva…” Parsons, Talcot. La Estructura de la Acción Social. Madrid, Ediciones Guadarrama, Primera edición en español, 1968, p. 98 (Traducción de Juan José Caballero y José Castillo Castillo de la edición en inglés The Structure of Social Action (A study in Social Theory with Special Reference to a Group of Recent European Writers). New York, The Free Press of Glencoe, Second priting, 1961). 33 Véase Nozick, Robert. La naturaleza de la racionalidad. Barcelona, Ediciones Paidós Iberoamérica S.A., Primera edición en castellano, 1995, 286 p. (Traducción de Antoni Domènech de la edición en inglés “The nature of rationality”, New Jersey, Princeton University Press, 1993); RESCHER, Nicholas. La Racionalidad, Madrid, Editorial TECNOS S.A., Primera Edición en español, 1993, 253 p. (Traducción de Susana Nuccetelli de la edición en inglés Rationality. A Philosophical Inquiry into the Nature and the Rationale of Reason, Oxford University Press, 1988). 34 Hempel, Carl G. La Explicación científica. Estudios sobre la filosofía de la ciencia, Buenos Aires, Editorial Paidós S.A., Primera edición en español, 1979. 485 p.(Traducción de N. MIGUEZ de la edición en inglés Aspects of Scientific Explanation an other Essays in the Philosophy of Science. New York, The Free Press,1965); Popper, Kart. La Lógica de la Investigación Científica. Madrid, Editorial TECNOS S.A., Sétima reimpresión de la Primera edición en español, 1985, 451 p. (Traducción de Víctor Sánchez de Zavala de la edición en inglés The Logic of Scientific Discovery. Londres, Hutchinson & Co. Ltd., 1959); Popper, Kart. Post Scriptum a La Lógica de la investigación científica: Realismo y el objetivo de la ciencia. Madrid, Editorial TECNOS S.A., Primera edición en español, Volumen I ,1985, 462 p. (Traducción de Marta Sansigre Vidal de la edición en inglés Realism and the aim of science from the Postscript to the Logic of Scientific Discovery, Edited by W.W. Bartley III, 1983); Reichenbach, Hans. La filosofía científica. México, Fondo de Cultura Económica, Segunda reimpresión de la Segunda edición en español, 1975, 334 p. (Traducción de Horacio Flores Sánchez de la edición en inglés The Rise of Scientific Philosophy, Berkeley, California, University of California Press, 1951); Bergmann, Gustav. Filosofía de la Ciencia. Barcelona, Editorial TECNOS S.A., 1961, 215 p. (Traducción de Manuel Medina Ortega de la edición en inglés Philosophy of Science, University of Winconsin Press, 1955); Braithwaite, Richard B. La Explicación Científica, Madrid, Editorial TECNOS S.A., Primera edición en español, 1965, 410 p. (Traducción de Víctor Sánchez de Zavala de la edición en inglés Scientific Explanation (A study of the funtion of the theory, probability and law in science), England, Cambridge University Press, 1959). Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La abducción en el campo jurídico, pp. 223-258. - 243 - descubrir el camino que uno mismo ha recorrido; en otros significa describir un camino que conduce allí y está de acuerdo con ciertas reglas aceptadas…”35 (negrilla no es del original) Por lo anterior, la imposibilidad de generar las reglas formales para determinar el procedimiento abductivo presenta dos grandes inconvenientes: 1. El problema cuantitativo, dado que es absolutamente imposible contemplar la totalidad de casos o reglas aplicables a todos los resultados posibles. Ello por innumerabilidad, lo que generaría su imposibilidad de computar. Eso se llamaría principio de innumerabilidad e informalización del procedimiento abductivo. 2. El problema cualitativo, dado que la idoneidad de la regla [y de la abducción en sí] depende su pertinencia cognoscitiva [proximidad o alejamiento del resultado], para encontrar el razonamiento correcto. Y en este punto tampoco es posible siguiera enumerar los diversos grados de interés, conveniencia o pertinencia de las soluciones. Este se llamaría principio de inidoneidad de las abducciones. Por lo que el problema real no es al final, si la abducción pasa o no el examen deductivo, sino la generación inicial de los componentes que posteriormente formarán un razonamiento. Esta determinación inicial forma parte de la clásica distinción en la filosofía de la ciencia del “contexto de descubrimiento” y contexto de justificación”36. 35 Wittgenstein, Ludwing. Los cuadernos azul y marrón. Madrid. Editorial Tecnos S.A., 1993, p. 41 (Traducción del original The Blue and Brown Books, Oxford, Basil Blackwell & Mott Ltd., 1958) 36 “…The context of discovery is left to psychological análisis, whereas logia is concernid with the context of justification, i.e., with the analysis of ordened series of thought operations so constructed that they make the results of thought justifiable. We speak of a justification when we possess a proof which shows that we have good grounds to rely upon those results…” Reichenbach, Hans. Elements of Symbolic Logic….p. 2; También Carnap, Rudolf. Experience and Prediction. Chicago. University of Chicago Press, 1938. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Gustavo González Solano - 244 - IV. La abducción en el campo jurídico. Este tipo de procedimiento es el utilizado en el campo jurídico, para el establecimiento de los hechos de un caso, es decir, para la construcción de las premisas fácticas (sobre hechos), mediante la construcción de la prueba indiciaria, como se observa en los ejemplos anteriores37. Pero no estimamos que sea el procedimiento que usualmente siguen los jueces para la determinación de la norma jurídica aplicable en un caso dado. Recordemos que existen supuestamente seis maneras de solucionar un caso, a saber: 1 2 3 Deducción Deducción REGLA REGLA CASO CASO RESULTADO RESULTADO CASO 4 5 6 Abducción1 Abducción2 CASO RESULTADO RESULTADO REGLA RESULTADO REGLA CASO RESULTADO REGLA CASO REGLA Efectivamente la abducción se puede utilizar en el campo jurídico, pero su aplicación parece más un juego de adivinanza, que un procedimiento normal de creación de una decisión, dado que como 37 "II.- Para la Sala, tanto la sentencia del Juzgado como la emitida por la Sección Segunda del Tribunal Superior de Trabajo, ambos de San José, tienen su base en hechos debidamente probados, cuya determinación responde, de manera fiel, a lo que consta en el expediente. En efecto, el análisis de los elementos de convicción aportados, de conformidad con lo previsto en el ordinal 493 del Código de la materia, no permite fijar un cuadro fáctico diferente del que consignaron, en sus resoluciones, los referidos juzgadores de primera y de segunda instancias. En todo caso, el que esos pronunciamientos tengan fundamento en "probabilidades" (entendido este término como indicios) no riñe con las reglas vigentes en esta materia. Tal y como lo reconocen los numerales 318 y 417 del Código Procesal Civil, aplicables en esta litis por disponerlo así el 452 del de Trabajo, las presunciones humanas o indicios son medios de prueba o, más propiamente, un método legítimo para fijar lo sucedido en un caso concreto. Y es evidente que, tales indicios, no son más que meras probabilidades asumidas como ciertas por la autoridad jurisdiccional, a partir de uno o de varios hechos acreditados en forma debida y gracias a la inducción lógica, a su experiencia y a su imaginación (sana crítica). En consecuencia, no es posible identificar vicio alguno en la valoración de la prueba, que haga procedente y necesaria la revocatoria del fallo impugnado." Sentencia: 00087 de las 09:40 del 18/03/1998 de Sala Segunda de la Corte Suprema de Justicia de la República de Costa Rica. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La abducción en el campo jurídico, pp. 223-258. - 245 - bien se observa, los ejemplos 5 y 6, en realidad no resuelven ningún caso, sino que tratan de adivinar o conjeturar porque a Juan se le penó con 12 a 18 años. Y ello abductivamente puede ser bien explicado buscando el caso concreto (ejemplo #5) o descubriendo la regla aplicable (ejemplo #6). Volviendo al ejemplo explicado páginas atrás: si se tiene el resultado: “Juan va a un proceso penal”, se puede abducir lo siguiente: -Todas los imputados van a un proceso penal”, y si Juan va a un proceso penal, eso quiere decir que Juan es un imputado. Y si se reconstruye el supuesto razonamiento lo se establecería que: Todos los imputados van a un proceso penal, Juan es un imputado, por ende, Juan va a un proceso penal Pero como ya vimos aunque el razonamiento sea válido y correcto, la abducción no siempre tiene que generar este razonamiento correcto. Por lo que nuestro éxito abductivo depende de si es cierto (y que es el supuesto caso que adivinamos en la abducción del caso) que Juan es un imputado. Si es cierto, también validamos la regla “Todos los imputados van a un proceso penal”. Pero como se observa, estas abducciones tienen una finalidad más de gimnasia mental (como las adivinanzas de los profesores en los exámenes que efectúan a los estudiantes, que son verdaderas abducciones). Un juez o jueza no va a hacer estas abducciones (adivinar si Juan es el imputado o no), sino que debe verificar si efectivamente lo es, con lo cual ya deja de abducir y entra a efectuar el ejemplo #4: Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Gustavo González Solano - 246 - “Juan es imputado, entonces Juan va a un proceso penal, porque Todos los imputados van a un proceso penal” (CASO-RESULTADO-REGLA). Tradicionalmente vamos a encontrar las siguientes situaciones en la vida real: Primero el caso, luego se busca la regla aplicable y posteriormente se da el resultado. Veamos. Ana prostituta le dice a Juan que por dólares tendrá relaciones sexuales con ella. Juan le entrega $100, Ana los toma y sale corriendo, huye, y no tiene la relación sexual. Juan acusa a Ana por el delito de estafa. ¿Prosperará la denuncia? En este caso el juez (a) primero conocerá del caso y luego buscará la norma adecuada. Se encontrará que existe la norma siguiente en el Código Penal: “…Artículo 216.- Quien induciendo a error a otra persona o manteniéndola en él, por medio de la simulación de hechos falsos o por medio de la deformación o el ocultamiento de hechos verdaderos, utilizándolos para obtener un beneficio patrimonial antijurídico para sí o para un tercero, lesione el patrimonio ajeno, será sancionado en la siguiente forma: 1.- Con prisión de dos meses a tres años, si el monto de lo defraudado no excediere de diez veces el salario base. 2.- Con prisión de seis meses a diez años, si el monto de lo defraudado excediere de diez veces el salario base…” El juez (a) leerá que a Juan le pasó lo que dice la norma y analizará si: -Se le indujo a error al simularle hechos falsos, dado que se le engaño que iba a tener una relación sexual y eso era mentira. -Esa mentira de Ana sirvió para obtener un beneficio patrimonial antijurídico para ella. -Lesionó el patrimonio de Juan. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La abducción en el campo jurídico, pp. 223-258. - 247 - Por lo anterior, el juez (a) dictará como resultado que sancionará a Ana a una pena de prisión de dos meses. Como se ve, el procedimiento legal es distinto a las abducciones sea del caso como de la regla. Veamos otro ejemplo, muy parecido. Ana prostituta le dice a Juan que por $100 dólares tendrá relaciones sexuales con ella. Juan acepta y le dice que le entrega el dinero después del acto. Tienen relaciones sexuales entre sí, pero Juan no le paga. Ana denuncia a Juan por el delito de estafa. ¿Prosperará la denuncia? Nuevamente el procedimiento normal es que el juez (a) primero conoce el caso, y nuevamente ubicará la norma que cree que se aplica: “…ARTÍCULO 216.- Quien induciendo a error a otra persona o manteniéndola en él, por medio de la simulación de hechos falsos o por medio de la deformación o el ocultamiento de hechos verdaderos, utilizándolos para obtener un beneficio patrimonial antijurídico para sí o para un tercero, lesione el patrimonio ajeno, será sancionado en la siguiente forma: 1.- Con prisión de dos meses a tres años, si el monto de lo defraudado no excediere de diez veces el salario base. 2.- Con prisión de seis meses a diez años, si el monto de lo defraudado excediere de diez veces el salario base…” El juez (a) nuevamente leerá que a Ana le pasó lo que dice la norma y analizará si: -Se le indujo a error con hechos falsos, dado que se le engaño que le iban a pagar por tener una relación sexual y eso fue mentira. -Esa mentira de Juan sirvió para obtener un beneficio patrimonial antijurídico para él. -Lesionó el patrimonio de Ana. -Pero en este caso puede pensar que como la prostitución no es una actividad legal autorizada, entonces, Juan no estaba obligado a Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Gustavo González Solano - 248 - pagarle. Si no estaba obligado a pagarle, Juan no engañó a Ana al no pagarle por la relación sexual. Por lo que tampoco hay estafa. Así el juez (a) determina que Juan no estafó a Ana y es declarado inocente del delito. Como se observa, el procedimiento sigue siendo CASO-REGLARESULTADO. No como señalan las abducciones: RESULTADO-CASOREGLA, ni RESULTADO-REGLA-CASO. La abducción sí tiene una gran relevancia en la creación de prueba38. Genera nuevos datos que tratan de auto-convencer al juez o jueza de la existencia o no de ciertos hechos. La abducción trata de crear la creencia39 de una posible explicación a los resultados aislados, para conjeturar hechos desconocidos. Por lo anterior, las abducciones no son los procesos por los cuales los jueces resuelven los casos. No solo por lo dicho anteriormente, sino también porque el mecanismo de la abducción en este contexto tiene otra finalidad40. Bibliografía. AARNIO AULIS. Lo racional como razonable. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, Primera edición en español, 1991, 313 p. 38 Como se afirmó anteriormente, las abducciones tienen una finalidad cognoscitiva muy importante: determinar qué pasó o cómo se dio un resultado concreto. Y plantear futuras regularidades que expliquen también (pero ya deductivamente) eventos futuros. 39 Para un estudio más técnico y pormenorizado, que el presentado aquí véase Dancy, Jonathan. Introducción a la epistemología contemporánea. Madrid, Editorial Tecnos S.A., 1993. También Hintikka Jaakko. Saber y creer. Una introducción a la lógica de las dos nociones. Madrid. Editorial Tecnos S.A., 1979 (traducido del original en inglés Knowledge and belief, Cornell University, 1962. Para un interesantísimo texto sobre aplicaciones de lenguajes y metalenguajes en creencias y metacreencias ver Smullyan, Raimond, Juegos por siempre misteriosos. Recorriendo los caminos abiertos por Gödel sobre la verdad y la probabilidad, Barcelona, Gedisa editorial, 1995. 40 “…Hypothetical inference thus plays a very wide-spread part in both scientific and in common life reasoning, and occurs in a enormously wide spectrum of applications, ranking from the most serious to the most frivolous contexts. A systematic examination of the logical theory of hypothetical inference is thus an enterprise which promises to have considerable value and interest…” Rescher, Nicholas. Hypothetical Reasoning…Op. Cit., p. 10 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd La abducción en el campo jurídico, pp. 223-258. - 249 - (Traducción de Ernesto Garzón Valdés de la edición original en inglés The Rational as Reasonable. A Treatise on Legal Justification, D. Reidel Publishing Company, 1987). ACERO Juan José, BUSTOS, Eduardo y QUESADA, Daniel. Introducción a la Filosofía del Lenguaje. 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No puede haber gobernancia eficaz sin conocimientos sistémicos (es decir un conocimiento del Estado como sistema relacionado con otros sistemas ) y cibernéticos del mismo pero prácticamente ningún gobernante actual posee ese conocimiento. Gobernabilidad es un concepto holístico e integral El enfoque sistémico-cibernético de la gobernancia resulta de suma necesidad y de gran urgencia, frente a los graves problemas políticos, económicos y sociales que surgen por todas partes debido a la miopía de los gobernantes. (*) Palabras clave Gobernancia, cibernético. gobernabilidad, sistémico, La complejidad de las sociedades actuales hace que sea necesario meditar sobre lo que constituye, hoy en día, el “arte” o la “ciencia” del gobierno de los Estados. Las modernas ciencias de la complejidad, y un enfoque sistémico-cibernético, estimo, pueden ayudar a mejorar tanto la gobernancia, como la gobernabilidad Charles François define Gobernancia: Arte de gobernar a los sistemas complejos, eventualmente hacia algún fin predefinido... ... y su traducción a una metodología para efectivizarla. Gobernabilidad: El resultado de una gobernancia bien entendida. Si bien la palabra “gobernancia” es la más usada, el Diccionario de la Real Academia Española usa "gobernanza" que la define como “Acción y efecto de gobernar o gobernarse.” Y, por su parte, "gobernancia" no aparece en el mismo. (**) Trabajo basado en las notas de trabajo para el seminario sobre “Gobernancia” del GESI (Grupo de Estudio de Sistemas Integrados) que tuvo lugar en Buenos Aires, Argentina, durante el año 2005. Puede consultarse al respecto: http://www.intelligent-systems.com.ar/GESI/gesiActi.htm (***) Ernesto Grün fue Profesor Titular de Teoría General y Filosofía del Derecho en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y Abogado-Mediador (Argentina). Actualmente es Vicepresidente de la Asociación Latinoamericana de Sistemas (ALAS), miembro del Grupo de Estudio de Sistemas Integrados (GESI) y Socio de la International Society for the Systems Sciencess. [email protected] (*) Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Ernesto Grün - 260 - De acuerdo con el concepto sistémico de “isomorfía”1, muchos de los conceptos aplicables a la gobernancia de cualquier sistema o tipo de sistema (biológico, social, económico, etc.) tienen una similar estructura y funcionamiento. Por otra parte, la sistémica está íntimamente vinculada a la cibernética, la cual, de acuerdo con la definición de Norbert Wiener, es la teoría del mando y de la comunicación, o como lo expresan Eigen y Winckler es la ciencia del gobierno y de la regulación de los sistemas biológicos y/o técnicos2. Por ello, lo que hemos aprendido desde un enfoque de la teoría de los sistemas o de la cibernética en cuanto a la gobernancia o gobernabilidad de otros sistemas, sean ellos biológicos, económicos, o sociales puede ser de suma utilidad cuando tratamos de mejorar el funcionamiento de los Estados nacionales actuales. Ahora bien, como dice el Prof. Enrique Herrscher, ex-Presidente de la International Society for the Systems Sciences, «Gobernar un barco implica, creo, cuatro cosas: • Determinar el rumbo. • Mantener el rumbo. • Organizar la navegación. • Controlar que todo ande bien. En términos organizacionales, esto significa: • Planeamiento estratégico. • Planeamiento operativo. • Gestión. • Control. Estimo importante -sigue diciendo- que, al tratar el tema de la gobernancia y su derivada, la gobernabilidad, consideremos esas 1 François, la define como la fórmula, pauta, estructura, proceso o interacción que demuestra ser la misma, aunque en términos generales, a través de numerosas disciplinas y escala de magnitudes de sistemas reales, pese a la diferencia obvia de las partes de los distintos sistemas. François, Charles, Diccionario de Teoría General de Sistemas y Cibernética, Ed. Gesi, Buenos Aires, 1992. 2 Véase François, op. Cit., pag. 43/4. Recordemos que la palabra cibernética proviene del griego Kybernetés, la ciencia de conducir o pilotear una embarcación . Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Algunas observaciones –desde la sistémica y la cibernética- sobre gobernancia…, pp. 259-265. - 261 - cuatro partes de la cuestión (a las primeras dos me refiero en mi último libro, Planeamiento Sistémico3). Sin embargo: ¡atención! Se trata de partes de un todo, de un sistema. Como sistémicos “maduros” (o sea, más afectos a incluir que a excluir) no desatenderemos las partes, pero privilegiaremos el todo, y más aún las relaciones entre las partes entre sí, entre éstas y el todo y entre el todo y el contexto». Por ello, el arte de gobernar un sistema complejo como lo es el Estado es guiarlo hacia un fin determinado. Ese fin, en principio, como en todo sistema, es el mantenimiento del mismo. Es decir, su subsistencia en el tiempo y el espacio, a cuyo efecto debe relacionarse adecuadamente con su entorno, es decir, con los otros Estados y con el entorno ecológico. Si no lo hace, puede ser destruido o conquistado por otros Estados en una guerra, o afectado por inundaciones, como podría ser el caso de Holanda. Cuanto más complejo es el sistema, más complejo es el tema de la gobernancia, lo cual es una aplicación más de la Ley de Ashby4. Y la complejidad del Estado actual es, justamente, el problema que hace a una buena gobernabilidad. Ello se ve más aún en la pretensión de instaurar un gobierno mundial sobre la base de los esquemas de los Estados nacionales. Gobierno mundial que, obviamente, sería aún infinitamente más complejo que el más desarrollado de los Estados nacionales actuales. No puede haber gobernancia eficaz en los sistemas humanos, y en particular en el sistema de gobierno de un Estado, 3 sin Véase Herrscher, Enrique G., Pensamiento Sistémico, ed. Galerna, Buenos Aires, 2004 y Planeamiento Sistémico, Ediciones Macchi , Buenos Aires, 2005. 4 La ley de Variedad Requerida , o Ley de Ashby, como se la conoce en honor a su autor, el sistemista y cibernetista W.Ross Ashby, establece: "Solo la variedad absorbe variedad". Dicho de otra manera, la variedad de un sistema (o de las perturbaciones que un sistema le presenta a otro sistema) sólo puede ser reducida o eliminada a través de una variedad de igual magnitud en el regulador. Trasladado a los problemas de regulación esta Ley de Ashby establece que para regular es necesario cubrir todas las posibilidades que muestran las perturbaciones provenientes del sistema que se intenta controlar. Véase Introducción a la Cibernética, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1960. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Ernesto Grün - 262 - conocimientos sistémicos (es decir, un conocimiento del mismo como un sistema relacionado con otros sistemas) y cibernéticos del mismo (es decir, de las interrelaciones, retroalimentaciones, flujos etc. dentro del Estado y con otros sistemas)5, pero, lamentablemente, prácticamente ningún gobernante actual posee ese conocimiento. En este sentido, dice Anthony Trewavas en una nota bibliográfica6 «nuestros cerebros son naturalmente reduccionistas, enfocando cuestiones individuales y hechos individuales. Solamente mediante un pensamiento cuidadoso aparecen las interacciones y las conexiones de manera que podamos pensar en términos sistémicos... El cerebro humano tiene grandes dificultades en poner conjuntos de eventos juntos, salvo que ya los reconozcamos como un todo discreto y le pongamos un nombre para cubrir conductas tal como molécula, organismo, inflación o negocio». Y más adelante afirma que el cambio paradigmático (en el lenguaje de Kuhn) que implica el pensamiento sistémico es una revolución que todavía se está abriendo camino a través de todas las ciencias, pero aún tiene que hacer su adecuado impacto en las cuestiones humanas7. Por ello, sería altamente positivo que los políticos que gobiernan nuestras sociedades se familiaricen con el uso de la sistémica y la cibernética para el mejor desempeño de sus actividades. 5 Para un ejemplo de la complejidad de tales elementos véase la Fig. 1, al final del presente, tomado del libro de David Easton Esquema para el análisis político, Amorrortu Editores, Buenos Aires,1979, pag. 154. 6 Systems Research, Vol 21, No 2, pag 197. 7 Si bien en los animales superiores la gobernancia es automática, por retroalimentaciones entre varios elementos, uno de ellos es lo que llamamos instinto. Y en la gobernancia de los Estados también existe algo así como el instinto político. Que, a mi juicio, proviene de la gobernancia instintiva (¿o no?) de animales superiores como los monos especialmente los chimpancés, gorilas y orangutanes que viven en familias y comunidades. Si esto fuera así, se explican en alguna medida las dificultades que aparecen cuando se trata de gobernar comunidades muy complejas, ya que al nivel de las comunidades animales y de las comunidades humanas, primitivas o reducidas, tal complejidad no existe. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Algunas observaciones –desde la sistémica y la cibernética- sobre gobernancia…, pp. 259-265. - 263 - El problema con la gobernancia de un Estado es la falta de posibilidad de conocer, al momento de decidir una vía de acción, todos los hechos relevantes dada la extraordinaria velocidad, variedad y complejidad de los hechos a meritar. Es casi imposible que un gobernante tenga, en el momento de tomar decisiones, información suficiente y actualizada necesaria para conocer los hechos, las interrelaciones y las retroalimentaciones entre los mismos que afectan su decisión. Pero debería tomarse conciencia de ello y tratar de actuar en consecuencia. Dice al respecto Norbert Bolz que «todos los días observamos que legisladores y funcionarios se encuentran frente a la posibilidad que sus decisiones, cuya intención fue establecer un mejor equilibrio social, de hecho conduzcan a salvajes e imprevisibles fluctuaciones posiblemente con consecuencias bastante nefastas. Es característico para nuestro mundo posmoderno que debemos tomar la mayor parte de las decisiones en situaciones de las cuales no estamos suficientemente informados. Podría decirse: el presente no tiene tiempo para la "razón"»8. Señala Germán Burgos Silva9, analista del Instituto Internacional de Gobernabilidad y Profesor de la Universidad Nacional de Colombia, que gobernabilidad es un término muy complejo. A partir de que se ha puesto de moda y que se usa con gran frecuencia, hay una gran variedad de conceptos que suelen identificarse con el mismo término. Gobernabilidad, sigue diciendo, es un concepto holístico e integral. Esta es la razón por la cual este concepto es de difícil manejo en estructuras burocráticas donde se organiza por sectores y funciones sin una visión integral y holística; tampoco cabe en teorías y acciones basadas en enfoques reduccionistas (como por ejemplo los puntos de vista exclusivamente técnicos, económicos, 8 Bolz, Norbert, Das Kontrolierte Chaos, Econ, p 108. Burgos Silva, G., «Estado de Derecho y Desarrollo Humano: más allá del derecho y el desarrollo económico. Hacia un marco de capacidades institucionales básicas», http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=332661 9 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Ernesto Grün sociales, - 264 - culturales, políticos o administrativos). Requiere la capacidad de mantener un nivel aceptable de integración del grupo social del caso, así como la capacidad de adaptarse a cambios internos y externos. En las ciencias sociales igual como en las ciencias naturales las entidades que no se adapten se extinguen. Y cuando se trata de gobernabilidad democrática es aún más necesario elaborar un enfoque integral y holístico, ya que ésta exige más requisitos que gobernabilidad en general. Y los Estados actuales son, cada vez más, complejas estructuras burocráticas. Y ni que decir de la comunidad internacional que pretende ser gobernada por tratados y convenciones y, parcialmente por los organismos de las Naciones Unidas. Uno de los aspectos que dificultan el normal funcionamiento del sistema jurídico-político en nuestro país, la Argentina, es la falta de percepción de los funcionarios y políticos de las conexiones entre los distintos subsistemas del mismo, de cada uno de ellos con su entorno, y del sistema total con los Sistemas jurídicos de otros países y el sistema jurídico-político internacional. También existe una falta de visión, que podríamos denominar holística, de los problemas nacionales. Cada gobernador de provincia o su ministro de economía analiza y defiende la posición y las necesidades de su pequeño feudo, de su subsistema. Esta manera de pensar, propia del siglo XIX, que ya era obsoleta en el siglo XX, lo es más aún en el siglo XXI10. Mucho de esto es aplicable también a otros Estados, particularmente en Latinoamérica. Cuando uno recorre trabajos académicos y no académicos referidos a estos temas en Internet, lee o escucha acerca de “gobernancia” o “gobernabilidad” en los medios, advierte una catarata de cháchara acerca de distintos ítems como derechos Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Algunas observaciones –desde la sistémica y la cibernética- sobre gobernancia…, pp. 259-265. - 265 - humanos, economía, educación, pobreza, etc., pero nada eficiente como para conectar tales problemas y sus eventuales soluciones entre sí. Por todo ello, el enfoque sistémico-cibernético, tanto de la gobernancia como de la gobernabilidad, resulta de suma necesidad y de gran urgencia, frente a los graves problemas políticos, económicos y sociales que surgen por todas partes debido a la miopía de los gobernantes. (Fig. 1) 10 Grun, Ernesto, «La crisis del sistema juridico-politico argentino Un enfoque sistémico y cibernético», http://www.derecho-azul.org/filosofia/documentos/16_Grun%20Ernesto.doc Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Sobre política jurídica, pp. 267-277. - 267 - SOBRE POLÍTICA JURÍDICA por Rafael López Murcia Resumen La expresión “Política Jurídica” parece dada a la paradoja. Se explica el contenido doctrinario de la expresión como proveniente del iuspositivismo jurídico y se esboza una crítica desde posiciones cercanas a la crítica iusnaturalista y a la teoría de la argumentación. La política es compatible con el derecho, si partimos de la dogmática constitucional moderna, pues se admite la existencia de una cierta objetividad dentro de los valores fundantes. Con todo, se redunda en un cierto relativismo, pues no siendo susceptible de definición el concepto de justicia, no cabría ahondar en la posibilidad de una “política” pensada en base al paradigma científico. Pese a esta grave crítica, el formalismo jurídico a ultranza ha sido superado por modernas tendencias dentro de la Filosofía del Derecho. Analizando la relación de política y jurisdicción, partiendo de la Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales (LOAT) hondureña de 1906, y tomando en consideración esta tesis, cabría conjeturar que, ya desde ese entonces, la legislación orgánica nacional precavía el ejercicio del control constitucional difuso por parte de los juzgados y tribunales de la República. (*) (**) Palabras clave Política jurídica, positivismo iusnaturalismo, formalismo jurídico, neoconstitucionalismo. jurídico, valores, Sumario I. Noción de Política Jurídica. II. El argumento de la injusticia. III. Política jurídica y Jurisdicción. Bibliografía. I Noción de Política Jurídica Pareciera una contradicción en términos, pero la Política Jurídica es una expresión razonable, dotada de sentido. El origen de la expresión se remonta al positivismo decimonónico (Austin, Bentham), que tuvo representación en Honduras por la obra del preclaro Ramón Rosa (quien, P.E., en el Discurso de apertura de la Universidad Central de Honduras de 1882, designa a la ciencia positiva como la viva representación de la reflexión, de la sensatez y del fomento de las conclusiones prácticas; en contrapunto a la metafísica, la cual: “… se funda primordialmente en lo que está más allá de la experiencia”). (*) Artículo revisado y ampliado sobre el publicado en Diario Tiempo de la ciudad de San Pedro Sula, el día martes 21 de diciembre de 2004. (**) Juez. Tribunal de Sentencia de la sección judicial de Comayagua, Honduras, C.A. También ha ejercido la Cátedra de Filosofía del Derecho, en calidad de Profesor Auxiliar, en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y en la Universidad Católica de Honduras. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Rafael López Murcia - 268 - Con Política Jurídica se quiere significar que los juicios de valor sobre el derecho deben emitirse en un ámbito conceptual distinto al derecho mismo. Refiriéndose al problema, desde el enfoque paradigmático de la teoría pura (en el sentido otorgado por Hans Kelsen), el autor Roberto M. Jiménez Cano ha escrito, parafraseando a Kelsen,: “la teoría pura es ciencia jurídica, pues se encarga del Derecho que «es»; la política jurídica no es ciencia y se ocupa del Derecho que «debe ser»”1. A párrafo separado, Jiménez Cano, explica que la opción teórica seguida por Kelsen tuvo su equivalente anglosajón en Herbert L.A. Hart, quien en su conocida obra El concepto de derecho, se refiere a la teoría jurídica analítica, como destinada a: “…(l)a clarificación de la estructura general del pensamiento jurídico, y no de la crítica del derecho o política jurídica”2. La noción de política jurídica conlleva a una metodología que presupone al derecho como distinto y separado de la moral. Esta es la denominada “tesis de la separación”, que Robert Alexy sugiere como característica esencial de todos los sistemas positivistas; llegando inclusive a afirmar, categóricamente: “Mi tesis es que hay una relación conceptual necesaria entre el derecho y la moral que supone que el positivismo jurídico falla como teoría general”3. La consideración positivista del derecho y la moral no es hoy uniforme ni mayoritaria. Tampoco ha de ser absoluta, dígalo sino el auge de la corriente de la hora actual denominada “Positivismo jurídico incluyente”, que ha morigerado el normativismo extremo de antaño y ha hecho más porosa la ciencia que estudia al derecho positivo al insoslayable problema de los valores. 1 Lista de distribución de www.filosofiayderecho.com, comunicación efectuada en fecha 23 de agosto de 2004, con el tema: Re: Kant, Kelsen y la Política Jurídica. 2 Vid: Hart, H.L.A., en El concepto de Derecho [1961], trad. Genaro R. Carrió, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1998, p. XX. 3 En Derecho y Razón Práctica, Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política, Fontamara, Hidalgo, México, 1998, p. 35 y ss. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Sobre política jurídica, pp. 267-277. - 269 - No obstando la superficialidad, límite de opinión necesario en este ensayo, trataré a continuación de reseñar a uno de los primeros hitos filosóficos que desafiaron la noción de una ciencia como pureza, y de la crítica axiológica como sinónimo de política jurídica. II El argumento de la injusticia Antes de la segunda guerra mundial, muy pocos pensadores centroeuropeos dudaban de la virtualidad del positivismo jurídico. El influjo de sus doctrinas, puede explicarse parcialmente, en nuestro entorno, por las traducciones que de Hans Kelsen, de su Reine rechtslehre (Doctrina Pura del Derecho)4 y de señeros trabajos, hicieren –alrededor de 1934– autores como Renato Treves (al italiano) y, Luis Legaz y Lacambra, Luis Recaséns Siches, Eduardo García Máynez y Roberto Vernengo (al español). Todo pareció cambiar, sensiblemente, a raíz de un hecho significativo para la historia, pero indiferente para la ciencia pura, que consciente de la necesidad de su “pureza conceptual”, se abstraía de la problemática ética, social o política con toda la fría cortesía que la ciencia (“logos”) es capaz de infligir a lo opinable (“doxa”). Este hecho fueron los hornos diseñados para infligir muerte y sufrimiento a millones de seres inocentes en Dachau y alrededores. Las ordenanzas emitidas para desproveer a gente de vida, propiedad y libertad, bajo el supuesto legal de que estaba expropiada la dignidad de quienes pertenecieran a un grupo diferente de seres humanos (üntermenschen), al modelo representado por el grupo dominante. 4 Sobre la distinción entre la doctrina y la teoría del derecho positivo resulta ilustrativo ver el planteamiento de Roberto J. Vernengo en la Nota del Traductor de la Reine Rechtslehre, y del porque, convencionalmente, dicha obra ha sido traducida al español como Teoría Pura del Derecho y no Doctrina Pura del Derecho. Vid. La 8ª edición Op. Cit., Editorial Porrúa, México, 1995, p. 358. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Rafael López Murcia Y todo - 270 bajo la cobertura y basamento de un régimen formalmente democrático. Pues no habremos de olvidar que el régimen político jurídico que hizo posible la barbarie fue posible, a su vez, por una marea humana de más de diez millones de votos en la Alemania de la posguerra y de la crisis capitalista de los años treinta. Pero existió un iusfilósofo alemán, quien aun siendo reputado como “positivista”, no pudo doblegarse, ni dejar pasar desapercibido nada de lo anterior. Guido Fassò lo describe así: “Precisamente hacia el final de la guerra se produjo la clamorosa conversión al iusnaturalismo de Gustavo Radbruch (1878-1949) (…) jurista célebre y hombre político de relieve, ministro de justicia de la república democrática alemana en la primera postguerra, privado de su cátedra por el gobierno hitleriano, lleno de prestigio por su doctrina y su nobleza de animo”5. En su Rechtsphilosophie (Filosofía del Derecho) de 1946, Radbruch escribe: “El conflicto entre justicia y certeza jurídica puede resolverse de forma que se de prioridad al derecho positivo, asegurado por la promulgación y el poder, incluso si éste no es razonable y es injusto en sus contenidos, excepto en el caso en que la contradicción entre el derecho positivo y la justicia se vuelva tan intolerable que la condición de «derecho incorrecto» tenga que hacer lugar a la justicia”6. A esto es lo que Robert Alexy denomina: “La versión más conocida del argumento de la injusticia referido a normas individuales” (Ídem). Y es que aquí, en esta manifestación del “segundo Radbruch”, cuando se suscita un punto de interés para la demarcación del positivismo jurídico clásico, para el cual el concepto de derecho es exclusivamente formal y, por ende, susceptible de cualquier contenido; de un iusnaturalismo renovado, que, en palabras del 5 Fassó, Guido, en Historia de la Filosofía del Derecho, Ediciones Pirámide, Tomo III, Madrid, 1982, p 271. 6 Alexy, Robert. Op. Cit., p. 43-44, el subrayado es nuestro. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Sobre política jurídica, pp. 267-277. - 271 - citado Fassò: “… indujo a muchos a buscar valores que no sólo dependieran de la voluntad del Estado, sino que pudieran imponerse a ésta, limitándola y controlándola”7. Un iusnaturalismo que habría de tamizar toda la concepción histórica de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) y su pretensión de universalidad de los valores objetivos allí positivados. Esto pudiera, a su vez, sugerir la existencia de una paradoja, que bien puede expresarse en el antiguo adagio ilustrado: “Summun ius, summa iniuria”; esto es, que la cumbre del positivismo jurídico formalista coincidía históricamente con una de las depravaciones políticas más grandes de la historia, como fue el nacionalsocialismo alemán. Este “Leviatán”, como bien observa Fassò, ni siquiera respetó el principio de legalidad, toral para un desenvolvimiento normal de las estructuras jurídicas del Estado, llegando entonces a una especie de paroxismo en que termina devorándose a sí mismo. Para G. Radbruch las antinomias sólo podían ser resueltas en la práctica jurídica. P. Minkkinnen, sobre la concepción expuesta originalmente por Radbruch, comenta que no se trata de un conflicto de normas en sentido estricto, sino que de un conflicto que resulta esencial, de carácter ontológico para la definición del derecho: “Una verdadera antinomia es una situación en que la aplicación del derecho positivo puede, innegablemente, devenir en un resultado injusto. En tales casos, el conflicto debe resolverse de acuerdo al “derecho suprapositivo” (Übergesetzliches Recht). El derecho positivo que no aspire a la idea de derecho, es decir, que no “sirve a la justicia”, es incorrecto, es un “injusto legal” (Gesetzliches Unrecht)”.8 El “detalle” que no se le escapa a este autor finés es que la ley así considerada, puede eventualmente ser injusta, pero debe aspirar a la justicia. Debe “corregirse”, entonces. Y esto implica que la 7 Fassó, Guido. Ídem. “Thinking without desire: a first philosophy of law”, Oxford, 1999, p. 41-2, traducción libre. 8 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Rafael López Murcia - 272 - corrección ha adquirido un énfasis ético, por medio del cual: “… el derecho correcto es la entidad fáctica que “sirve a la justicia”, en la cual aspira a realizarse como una norma ética” (Ídem, traducción libre). El argumento de la injusticia, como se conoce actualmente, es debido entonces a Gustav Radbruch. Sí esta formulación axiológica supera a otras de indudable prestigio; como la del decálogo de Eduardo Couture o a la noción misma de San Agustín, en el sentido de que un Estado en que estuviere ausente la justicia se asemejaría más a una banda de ladrones, que a un Estado, no son, ni pueden ser, alcances de tan somero trabajo. Esto no obsta para observar que las concepciones expuestas son coincidentes en buscar un parámetro de valoración a la actividad normativa e institucional del derecho. Y siguiendo siempre a Radbruch, nos es dable recordar que la justicia no es sino “la medida del derecho”. Chaim Perelman, un autor insuficientemente ponderado en nuestras latitudes, era de una opinión laudable y de indudable autoridad sobre el tema de justicia, muchas de cuyas formulaciones históricas estudió, clasificó y sistematizó en el ensayo De la Justice de 19459. Allí arribaría a la conclusión de que: “… un sistema de justicia completamente racional no es realizable, existiendo en sus valores últimos, en los que todo sistema se funda, un ineliminable elemento de arbitrariedad”. M. Dobrosielski, pondera de la siguiente forma este aserto fundacional de la Nueva Retórica: “El redescubrimiento por Perelman de la retórica arranca de su primer ensayo sobre la justicia, en el que constata que no se pueden explicar la regla de justicia ni las normas jurídicas o morales en términos de lógica formal, cuyas proposiciones son racionales y gozan de necesidad y universalidad”10. 9 Fassó, Guido, Op. Cit., p. 283. Vid., Tratado de la Argumentación (La nueva Retórica), Gredos, Madrid, primera edición, 2000, p. 14., donde el prologuista D. Jesús González Bedoya lo recapitula así: “En efecto, es estudiando el problema de la justicia (…) o sea, la inadecuación de la lógica de la demostración al mundo de los valores y la necesidad de abordar 10 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Sobre política jurídica, pp. 267-277. - 273 - El argumento de la injusticia podría ser mesurado, entonces, y siguiendo la terminología neo positivista; como un discurso plausible, justificado en caso concreto, el cual –con fundamento en la historia viva de la humanidad– conexionaría de cierta forma la fenomenología jurídica (“el derecho como es formalmente”) con el problema axiológico (“el derecho como perfeccionamiento moral o posibilidad de realización ética”). Ahora bien, un análisis conjunto de la imprecisión normativa – derivada de esa materia maleable e inasible con que trabaja el derecho, como es el lenguaje –; sumado a la falta de predecibilidad, en cuanto a lo que será reconocido como jurídico en el itinerario cotidiano de la norma hacia la eficacia; aunado ello a la carencia de estándares valorativos de universal aceptación, consecuencia de la creciente complejidad y concomitante pluralismo que son blasones de la época contemporánea, devendría en admitir la indecibilidad conceptual respecto a lo que es justicia en términos puramente abstractos o generales. III Política jurídica y Jurisdicción Tal vez una distinción interesante entre el formalismo jurídico (Kelsen y Hart, la mayoría de nuestras Escuelas de Derecho, etc.) y, la Teoría de la Argumentación, consiste en la consideración – afirmativa o negativa- que merezca el derecho como ciencia. Con todo este problema irresoluto del debate contemporáneo tiene al menos un punto de interés para el jurista práctico, para los abogados de los tribunales y los estudiantes de derecho, como veremos a continuación. Un punto de relieve, es la “antinomia” que hemos supuesto a principio del trabajo, entre los términos “política” y “jurídica”, contradicción que es sólo aparente, pues dentro del Estado de estos con otra lógica, como surge el encuentro de Perelman con la retórica de Aristóteles.” Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Rafael López Murcia - 274 - derecho se supone implícita la declaración solemne y constitutiva de los derechos, lo cual se conoce también como la parte dogmática de la Constitución. En otras palabras, si aceptamos la noción de límite como constitutiva del accionar de la política –y no otra cosa proponen los derechos fundamentales de primera generación-, esto significaría que la política; en sus diferentes esferas que le son inherentes dentro de la democracia republicana, incluyendo desde luego la actividad legislativa, debe estar sometidas a derecho, y específicamente a ese derecho fundacional del régimen democrático, esa “… ley por la cual el soberano mismo fue investido como rey” (Bracton). Tal derecho fundacional (Grundnorm), no es otro que la Constitución de la República, la cual, con mayor o menor suceso, jura el alto funcionario cumplir y hacer cumplir al tomar posesión del cargo. ¿De dónde deriva, entonces, la fuerza normativa insita en los valores constitucionales? ¿De la moral o de la convención positiva? Una respuesta pragmática –aunque elusiva al problema filosófico planteado- nos sugeriría que más allá del problema de fundamento de los derechos, resulta más importante preocuparnos por fortalecer la vigencia de los mismos. Creemos que la teoría del “positivismo jurídico incluyente”, ya aludido, cultivado en España por maestros de derecho como José Juan Moreso y Gregorio Peces-Barba, es afín a este punto de vista. Así, valores como la libertad, la dignidad del ser humano y la igualdad, no necesitarían derivar de su aceptación dentro de un paradigma científico para su consideración racional eficiente en orden a la vigencia del Estado de derecho. Al parecer no son minoritarias las concepciones iuspositivistas que aceptan que, un sistema jurídico racional puede obtener legitimación del reconocimiento que se le dé a determinados valores, aun y cuando la procedencia y establecimiento de los mismos carezca de “arraigo científico”, o lo que es lo mismo, Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Sobre política jurídica, pp. 267-277. - 275 - no importando que su eficacia provenga principalmente de su poder de persuasión y de convencimiento dentro de la sociedad. Un análisis particularmente sugerente es el del ampliamente citado H.L.A Hart, para quien son “características indispensables” del Derecho positivo las “formas mínimas de protección de las personas, de las propiedades y de las promesas”11, rechazando, así, las tesis formalistas a ultranza, en virtud de las cuales el Derecho puede tener cualquier contenido. Robert Alexy, por otra parte, vincula el problema de la legitimidad con el de validez, al declarar que, sistema jurídico: “…que no contiene normas generales ni para proteger la libertad ni la propiedad de sus miembros, no tiene ninguna oportunidad de validez continua y, por lo tanto, de existencia permanente en el mundo con personas realmente existentes”12. Problema teórico de larga data, en él pueden verse diversos criterios incluyentes. liberalismo, Así, John Locke, precursor del moderno manifestó que, en el Estado de naturaleza (que se supera por el pacto social), “… el hombre posee derechos naturales y dentro de éstos algunos fundamentales: la propiedad, la libertad y la vida. El pacto o contrato descansa en la protección de esos derechos inalienables e individuales”13. H.L.A. Hart, por su parte, refuta la tesis iusnaturalista haciendo acopio de Bentham, en su artículo “Positivismo y la Separación del Derecho y la Moral”, donde expresa que en el utilitarismo pueden identificarse los elementos del Estado de Derecho, así como todos los principios “… por cuya defensa, la terminología del derecho natural ha sido revivida en nuestros días”. Menciona a guisa de ejemplo: la libertad de expresión, de prensa y de asociación; la necesidad de que las leyes se publiquen para ser mejor 11 Fassó, Op. Cit., p. 246. Alexy, Op. Cit., p. 47. 13 Cfr., Teoría del Estado, Manrique Jiménez, Editorial Jurídica Continental, C.R., 2001, p. 207. 12 Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Rafael López Murcia conocidas y - 276 acatadas; el principio de que no debe haber responsabilidad criminal sin ofensa, el principio de legalidad, etc14. Como puede suponerse, el ejercicio judicial del derecho, tampoco está exento de tratar con problemas valorativos, sobretodo en casos difíciles o en casos que exigen una ponderación de principios. El ejercicio de la judicatura ofrece, en ocasiones, la puesta en relieve de lo anterior de diversa maneras. Y es en la práctica judicial donde se conoce, no sólo las antinomias de la ley, sino que la inacabada tentativa de aplicación del “derecho correcto”, aquel derecho que aplicado dentro de una pluralidad de respuestas plausibles al caso concreto, conlleva a una realización mayor de la justicia. Donde se ve con mayor definición el problema de la valoración crítica y metódica del derecho es, entonces, en el ejercicio de la jurisdicción, la cual está llamada a conocer el problema de la interpretación de la Constitución y las leyes, en una forma armónica e integral. Una posibilidad teórica digna de explorarse es si constituye o no una licencia hermenéutica al Juez la mencionada en el artículo 3 de la Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales de Honduras mediante la cual: “(se) Prohíbe a las autoridades judiciales: 1º… 2º Aplicar leyes, decretos o acuerdos gubernativos que sean contrarios a la Constitución”. Lo anterior tendría un sentido regulativo sólo si se acepta que, insitos en la Constitución, se encuentran los “valores objetivos positivados” que deben regir la vida en comunidad. Y que el Juez, en tanto “interprete final” de la norma emitida por el legisferante, puede y debe darle un contenido constitucional material a sus resoluciones. Cabe ahondar más en esta tesis, pues de ser plausible, resultaría inevitable afirmar que la legislación orgánica de 1906 14 Vid: La recopilación Philosophy of Law, Dickenson, California. Edición de Joel Feinberg e Hyman Gross, material sin colofón, p. 40, traducción libre. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Sobre política jurídica, pp. 267-277. - 277 - precavía ya el otorgamiento de una cierta forma de control constitucional difuso a los juzgados y tribunales de la República de Honduras. Bibliografía 1. ALEXY, Robert: Derecho y Razón Práctica, Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política, Segunda edición por Fontamara, Hidalgo, México, 1998. 2. FASSÒ, Guido Historia de la Filosofía del Derecho, volumen III, versión española de Ediciones Pirámide, Madrid, 1982. 3. FEINBERG, Joel y GROSS, Hyman (Editores y recopiladores) Philosophy of Law, Dickenson, California. Material fotocopiado sin colofón. 4. JIMÉNEZ, Manrique, Teoría del Estado, Editorial Jurídica Continental, Costa Rica, 2001. 5. KELSEN, Hans, Teoría Pura del Derecho, trad. Roberto J. Vernengo, Editorial Porrúa, México, 1996. 6. Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales de Honduras de 1906. 7. Lista de distribución de www.filosofiayderecho.com, moderada por el Prof. Roberto M. Jiménez Cano, Editor de la Revista Telemática de Filosofía del Derecho, ISSN 1575-7382. 8. MINKKINNEN, Panu: Thinking without desire: a first philosophy of law, Oxford, 1999. 9. PERELMAN, Chaim y OLBRECHTS-TYTECA, Lucía: Tratado de la Argumentación (La nueva Retórica), Gredos, Madrid, primera edición, 2000. 10. ROSA, Ramón: Oro de Honduras: Antología de Ramón Rosa, (Con prologo de Rafael Heliodoro Valle y colaboración de Juan B. Valladares). Segunda edición facsimilar por la Universitaria, Tegucigalpa M.D.C., 1993. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 Editorial Del Doctor Frankestein y la vivisección (La dignidad humana ante el dolor animal), pp. 279-306. - 279 - DEL DOCTOR FRANKESTEIN Y LA VIVISECCIÓN (La dignidad humana ante el dolor animal) por José Manuel Villegas Fernández (•) Resumen Palabras clave La experimentación con animales plantea un dilema aparentemente irresoluble, pues la sociedad occidental repudia todo sufrimiento, pero no desea renunciar al progreso científico. Los futuros avances en ingeniería genética acaso ofrezcan una salida a esta encrucijada, al vislumbrarse la creación en laboratorio de cultivos orgánicos substitutivos de los cobayas. Sin embargo, semejante solución sería ahora inviable, por chocar contra la normativa penal vigente. Es más, obligaría a interrogarse acerca del significado constitucional de la dignidad humana y, a la postre, a reconsiderar su misma naturaleza ontológica. Dignidad humana, experimentación animal, gran simio, reproducción asistida, vivisección. Sumario I. El dilema de la experimentación animal. II. ¿Sienten los animales? III. La propuesta del doctor Frankestein. IV. La experimentación animal y el concepto de persona. V. La experimentación animal y el concepto de dignidad humana. VI. La ofensa a los dioses. Bibliografía. La justicia no tendría entonces razón de ser, sino que carecería completamente de forma y substancia, si todos los animales participan de la razón; pues, o bien somos necesariamente injustos si los maltratamos, o bien la vida resultaría imposible y difícil si no nos servimos de ellos. Plutarco (Sobre la astucia de los animales, 2005, 144) I. EL DILEMA DE LA EXPERIMENTACIÓN ANIMAL. “¿Pensarán vuestras mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro?” “Hinchar un perro”. Este era, según cuenta Cervantes en el prologo de la segunda parte del Quijote, el divertimento de cierto loco sevillano (1996, 647). ¿En qué consistía tan inaudita ocupación? Pues bien, un chiflado se entretenía en recoger perros de la calle para ensartarles una caña por el ano, soplar y, una vez que tenía al animalito “redondo como una pelota”, echarlo a andar ante los abundantes curiosos que, por cierto, “siempre eran muchos”. Parece que a los españoles de la época les hacia gracia tan edificante pasatiempo. Pero nuestro autor asimismo oyó de otro demente, éste cordobés, cuyo arte estribaba en descalabrar perros. No es nada extraordinario. Apedrear canes formó durante mucho tiempo parte del repertorio de los juegos infantiles. El mérito de este (•) Magistrado del Juzgado de Instrucción número dos de Bilbao (Vizcaya, España). Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 José Manuel Villegas Fernández - 280 - otro radicaba en colocarse sobre la cabeza, en plan equilibrista, una gran losa. Acercándose con tiento al perro, no llamaba la atención y, cuando menos lo esperaba, le dejaba caer a plomo encima el peñasco. No refiere Cervantes si este loco, como el anterior, gozaba del aplauso del público (1996, 648). Acaso este espectáculo fuese menos hilarante. A quien en modo alguno le gustó la humorada fue a un sombrerero que quería mucho a su mascota, víctima también del numerito. El buen señor, sigue la historia, en vez de reírse con el chistoso lapidador, le dio una paliza. Así de simple. A la mayor parte de los lectores actuales la escena les desagradará. Y es que ha llovido mucho desde el siglo XVII. Con todo, incluso en aquella época, como hemos visto, ya había quien sentía afecto por los seres irracionales. En la nuestra, a la recíproca, son muchos los que pasan un buen rato con el sufrimiento animal. Es un tópico demasiado manido sacar a relucir la fiesta taurina o la caza del zorro. Mejor es fijarnos en un episodio rural de los civilizados Estados Unidos de América (DEGRAZIA, 2002, 12). Hegins, un pueblecito de Pensilvania, era el punto de encuentro anual de un festival de caza de palomas. Las aves, previamente enjauladas, se soltaban a la vista de los concurrentes, los cuales intentaban abatirlas a disparos. Las más de ellas terminaban malheridas. Algunas lograban escapar al bosque, donde se refugiaban entre los árboles para expirar en lenta agonía. El resto caía al suelo. Entonces entraban en acción los niños, prole de los cazadores. Los críos cogían a los pájaros y, medio muertos, los iban guardando en barriles, donde, amontonados unos encima de otros, morían por asfixia y aplastamiento. Otros eran más compasivos y ponían fin a los padecimientos arrancándoles a tirones la cabeza. Aunque calle el autor, suponemos que algunas palomas lograrían huir ilesas. Todo hay que decirlo. No vayamos a ser injustos. El ejemplo no es especialmente cruento si los comparamos con otros de la vieja Europa. Si se ha traído a colación es para representar el ambiente lúdico de esta reunión familiar donde las buenas gentes viajan para encontrarse y pasar un día distendido. Reverso inadvertido de tanta alegría humana es la muerte atroz de cientos de seres sintientes. Ahora sí que la justicia exige reconocer que las autoridades americanas prohibieron en 1998 esta práctica. No es un caso aislado. La cultura occidental gusta cada vez menos de los pasatiempos cruentos. Parece mentira que durante el Imperio Romano, tan cercano a nosotros en tantas cosas, los ciudadanos se deleitaran con las atroces carnicerías que ensangrentaban la arena del circo. La sensibilidad de nuestra civilización ha ido evolucionando. Va siendo cada vez más difícil Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Del Doctor Frankestein y la vivisección (La dignidad humana ante el dolor animal), pp. 279-306. - 281 - vender el dolor a cambio de diversión, aunque sea sólo el dolor de un animal. Por supuesto que no es una opinión unánime, sino sólo una tendencia. Las opiniones están muy enfrentadas. Incluso los detractores de la fiesta taurina tienen que reconocer que: “Al toro bravo se le permite vivir cuatro o cinco años, el doble que al típico toro de matadero para el consumo, y durante esos años goza de todos los placeres que un bovino puede desear. Como no tiene idea de lo que le va a ocurrir, una vez en la arena su adrenalina corre tan rápido que, como soldado en la batalla, apenas siente las heridas que le inflingen. Su muerte no es peor que la que sufre un búfalo destrozado por una jauría de perros salvajes” (MORRIS, 1991, 123). Nótese, de todos modos, cómo los argumentos pro taurinos, a la postre, vienen a parar en que en realidad el perjuicio causado es nimio. Pero, de una manera u otra, se repudia el sufrimiento animal. He aquí el quid de la cuestión: La compasión del ciudadano occidental por los demás súbditos del Reino Animal. A nadie se le ocurriría defender hoy la fiesta nacional diciendo: “¿Qué más da si el toro sufre?, no es más que un animal, que se aguante”. Nos hallamos en un terreno cenagoso. Acaso no sean reprochables las corridas de toros. Pero, como Desmond Morris nos cuenta (1991, 124), por la misma regla de tres, tampoco lo sería la propuesta que se hizo en Luisiana en el año 1969. Se trataba de resucitar el circo romano. En un recinto preparado al efecto combatiría un humano armado con una espada contra leones salvajes. A fin de dar ventaja al hombre, el piso sería especialmente resbaladizo, de tal suerte que las garras del felino no se asieran bien. Bien pensado, el torero lo tiene más difícil. Sorprendentemente la iniciativa no prosperó, lo que no fue obstáculo para que resucitara en 1988, pero sin llegar a más. Que sepamos, hasta la fecha no ha habido suerte. Y es previsible que esta idea quede guardada durante mucho tiempo en el baúl de los recuerdos. En Occidente cada vez agrada menos contemplar el sufrimiento ajeno, animal o humano. Si todavía se aceptan algunas costumbres sangrientas es porque la tradición ha embotado la fina sensibilidad de la opinión pública. Repárese en un detalle. Muchos de los que acuden a las corridas son amantísimos de sus mascotas y se horrorizarían ante la mera sugerencia de que alguien clavara una banderilla a su gato o canario. Similarmente, la mayoría de los cazadores adoran a sus perros, sin que perciban ninguna contradicción entre el cariño que profesan a sus canes y la muerte que reparten con sus escopetas. Es más, un método efectivo Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 José Manuel Villegas Fernández - 282 - de apaciguar conciencias es comerse las presas (o bien regalarlas a los amigos). Aparece una causa justa. Ello sin contar con su sincero respeto a la naturaleza, por lo que acaso merezcan ser considerados los precursores del movimiento ecologista. Se abre paso el principio de que sólo es aceptable hacer sufrir a un animal cuando medie justa causa. En esta línea argumentativa, aparentemente nada más justo que la medicina. Por ejemplo, ¿quién dudaría de que deba sacrificarse un simio por curar a una niña enferma? Uno, dos, y todos cuantos fueren necesarios, faltaría más. Algunos se ofenderán incluso ante la duda. Las cosas cambian cuando nos enteramos de lo que le hacen a ese mono en particular. A un animalito de verdad, no a una abstracción. Entonces cuesta proclamar orgullosamente que todo vale la pena para tan nobles propósitos. De algunas penas, mejor no oír ni hablar. Mientras todo quede en la obscuridad, bien. Ojos que no ven corazón que no siente. Pero cuando la luz penetra en los calabozos, es demasiado indigesto para el estómago del bienintencionado ciudadano occidental. Hoy día cualquiera cree convertirse en un experto en el tema que sea con tal de navegar unos minutos por la Red. A veces, no obstante, la calidad de la información suspendida en ese universo virtual deja mucho que desear. Casi todo el mundo sabe tirar de las redes informáticas. Menos los que distinguen la buena pesca de la morralla. No es de extrañar que algunas de las páginas sólo contengan patrañas. Precisamente eso es lo que desearíamos que sucediera con una de los sitios consultados para elaborar este trabajo (HIDDEN CRIMES, PHOTOGRAPHIC EXHIBITION ON VIVISECTION, 2001). Las imágenes que han colgado son inenarrables. Ojalá todo fuera un fotomontaje. Es muy difícil de asimilar que alguien haya sido capaz de semejante barbarie. Un psicópata, un criminal de guerra…tal vez. Pero, ¿un científico? Ese tipo normal que, después de su jornada laboral, almuerza con su familia y bromea con los amigos. Tiene que ser mentira. ¿Con qué ojos mirar a un perrito achicharrado, después de haber sido quemado, pero aún vivo? Ahora se hace simpático el loco de Cervantes. Él había perdido la cabeza. No se asuste el lector. No va a desfilar ante la galería de los horrores. El que tenga ganas, pertrechado de su buscador, regodéese atiborrando el disco duro con los incontables testimonios gráficos de la tortura animal. No obstante, con lo que se ha dicho basta. No es menester seguir metiendo el dedo en la llaga. Aunque sólo sea porque a todo se acostumbra uno. El cansino bombardeo de noticias estremecedoras acaba por encallecer el alma. Por otro lado, ¿no reflejará la morosa insistencia en la sordidez cierta inconsciente complacencia? Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Del Doctor Frankestein y la vivisección (La dignidad humana ante el dolor animal), pp. 279-306. - 283 - En llegando a este punto nos topamos ante un dilema. Hace falta conciliar dos extremos: la investigación científica y la evitación del sufrimiento. Ése es el objetivo de este estudio. II. ¿SIENTEN LOS ANIMALES? Para algunos no habrá dilema que valga, pues niegan la mayor. Son los que mantienen que los animales no sufren. Los brutos serían meros autómatas, máquinas de carne cuyas reacciones se asemejan a las de un resorte mecánico. Es verdad que un caballo aligera el paso cuando lo espolean y que una madre gata lucha fieramente por defender a sus mininos. Pero estos comportamientos no estarían acompañados de ningún correlato sensible. Actuarían como robots biológicos, títeres orgánicos movidos por el ciego impulso de su programación genética. Algo así como una alarma contra el fuego. Cuando detecta el aumento de temperatura, su dispositivo salta y suena. Esa ensordecedora sirena no es el lamento que brota de unas entrañas atormentadas, sino el ingenioso efecto de un ensamblaje de relojería. Por supuesto, lo mismo el perrito. No creamos que experimenta sensación alguna mientras su pelo, piel, carne y huesos se van carbonizando. Los estremecedores gemidos obedecen únicamente a la activación de sus órganos fonadores como consecuencia de la transmisión electroquímica de señales generadas por la alteración de sus tejidos. La compasión que suscita es equívoco, una tendencia muy humana a la antropomorfización. Si esta tesis fuese acertada el dilema sería inexistente. La mutilación de un chimpancé no sería más traumática que la poda de un árbol. ¿Cómo saber si los animales sienten? Generalmente acudiendo a un razonamiento analógico. A nadie se le ocurre dudar de que, cuando el vecino se pilla la mano con al puerta del garaje, si grita es porque le duele. Incluso aunque no chillase, a todo el mundo le desagrada que le machaquen los dedos. Pero no nos apresuremos. Algunas personas están aquejadas de una tara congénita que las hace inmunes al dolor. Es muy raro. De hecho, suelen morir prematuramente, debido a infecciones que, por desapercibidas, terminan intratadas. Sirva esta singularidad para matizar nuestras conclusiones intuitivas. Los científicos han observado tres rasgos que suelen acompañar al dolor físico (DEGRAZIA, 2002, 42 y ss): 1) La huida ante estímulo nocivo (vgr., apartarse del fuego); 2) la petición de auxilio (vgr., gritar); y 3) la limitación en el uso del órgano dañado (vgr., la cojera). La primera y la tercera son muy frecuentes en todo el Reino animal, incluso entre algunos insectos. La segunda sólo entre los Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 José Manuel Villegas Fernández - 284 - seres sociales (como los mamíferos y las aves). A todas luces son pruebas insuficientes. Se basan en una similitud superficial, sin penetrar en la esencia del fenómeno. Más refinado es el experimento consistente en administrar analgésicos. Una vez que han asimilado el medicamento, los vertebrados (y muchos invertebrados) pierden cualquier manifestación externa de dolor ante un estímulo nocivo. Igual que en los seres humanos. Aun así, al fin y al cabo, seguimos en lo mismo: la analogía. Konrad Lorenz, el célebre fundador de la etología, se contenía antes de afirmar alegremente que un ganso en fuga estuviese asustado (1963, 405). La única conclusión que le parecía obvia era la de que: “(…) el ganso ha experimentado un estímulo desencadenante de la huida y que, con arreglo a las leyes de la suma de estímulos, sus valores de umbral se han reducido sensiblemente a causa de otras situaciones de estímulo (…)”. Esto es, un complicado montaje de poleas neuroquímicas al que se reduce el movimiento de los seres vivos. Nada nos dice, empero, acerca de lo que el ganso siente. Lo que ocurre es que si nos empecinamos en esta forma de pensar vamos a terminar negando que los seres humanos sufran. Cada uno sabe lo que ocurre en su interior, pero desconoce el mundo más íntimo del prójimo. Suponemos que el vecino lo pasa mal cuando se le atrapan los dedos, pero… ¿y si fuese verdad todo eso de los umbrales y los estímulos? Ni el propio Lorenz quiere llevar las cosas tan lejos. Sorprendentemente, este frío investigador, al tocar un punto tan delicado, abandona sus escrúpulos metodológicos y se deja seducir por el cálido abrazo de la Metafísica. Sería la “evidencia del tú” la garantía de la sensibilidad del otro: “una necesidad apriorística pura del pensamiento y de la intuición, tan evidente como cualquier axioma” (1963, 406). Un cierto tufo de irracionalidad empieza a emanar de semejante elucubración. Pongamos “dogma” en lugar de “axioma” y el panorama empieza a estar más claro. Más claro o más obscuro, todo depende desde donde se mire. Porque la ciencia se basa en la observación y, hasta ahora, los datos registrados apuntan a que los animales experimentan placer y dolor. No sólo eso, los más recientes estudios los hacen depositarios de emociones. Antes de nada sería conveniente una clarificación terminológica. Son muchas las denominaciones que se entremezclan: sensaciones, sentimientos, afectos, apetitos, pasiones, emociones… Aunque resultaría provechoso calibrar estos conceptos, no es este trabajo el sitio adecuado para acometer una tarea tan ambiciosa. El lector que quiera profundizar encontrará una excelente introducción en la reseña que Luis Alonso redacta en el número 18 del año 2006 de la revista Mente y Cerebro (véase bibliografía). Aquí, nos conformaremos con una comprensión intuitiva. Retengamos solamente que el sufrimiento es el dolor psíquico, mientras que las Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Del Doctor Frankestein y la vivisección (La dignidad humana ante el dolor animal), pp. 279-306. - 285 - emociones se refieren al estado anímico del sujeto (alegría, tristeza, miedo, ira, etc.). Según algunas experiencias efectuadas con resonancia magnética, determinadas emociones (como la tristeza) se asentarían en estructuras arcaicas del cerebro que, además de en los humanos, están presentes en otros animales. Por ejemplo, al retirar a las crías de cobayas de sus madres, se activan los mismos mecanismos que en los seres humanos son indicativos de soledad y abandono (WILHEIM, 2006, 29). Es muy difícil empecinarse, a la vista de este acervo empírico, en considerar a los animales como insensibles estatuas articuladas. Pero es que hasta con criaturas tan rudimentarias como los insectos la discusión sigue abierta. Es verdad que algunos de ellos no muestran alteración de su conducta cuando pierden algún miembro. No parece, pues, que sientan nada. Otros, no obstante, exhiben lo que algunos investigadores han osado llamar “personalidad” (SIEBERT, 2006). Choca tanto el recurso a semejante término que, con algo de rubor, se acude a veces a la expresión substitutiva de “organización conductual”. Se aspira así a evitar lo que suena a grosera antropomorfización. Con todo, hay biólogos que no han tenido empacho en analizar el temperamento de insectos como el acuático tejedor (Gerris Remigis) o la mosca del vinagre. Han descubierto que algunos individuos son francamente agresivos en comparación con otros de su misma especie, mucho más tranquilos. Desde luego, la descripción de unas pautas de comportamiento con tendencia a la reiteración, en principio, nada dice de la vida psíquica de ningún organismo vivo. Sin embargo, da pábulo a la duda. Impresiona la reflexión que, allá en 1964, publicó Vicent Dethier, profesor universitario de Zoología y Psicología, en el número 13 de marzo de Journal Sciencie, y que reza así: “Perhaps, these insects are little machines in a deep sleep, but looking at their rigidly armored bodies, their staring eyes and their mute performances, one cannot help at times wondering if there is anyone inside”. (“Quizás estos insectos sean diminutas máquinas durmientes, pero cuando se contemplan esos cuerpos rígidamente acorazados, la mirada fija de los ojos y sus movimientos silenciosos, uno no puede dejar se preguntarse si habrá alguien dentro”). Estamos desbordando nuestro ensayo: “emociones”, “personalidad”… El objetivo de este estudio es mucho más modesto. Únicamente averiguar si concurre una “duda razonable” de que los animales sientan dolor. Lo demás queda para los expertos. Cuesta trabajo responder negativamente al interrogante cuando oímos Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 José Manuel Villegas Fernández - 286 - sollozar a un perro apedreado. ¿Será acaso sólo una complicada máquina insensible? Todo nos incita a decir que no, que le duele de veras, que no es una farsa de la naturaleza. Y la ciencia, por lo menos hasta ahora, corrobora esta intuición. III. LA PROPUESTA DEL DOCTOR FRANKESTEIN. Asumamos, pues, que el placer y el dolor no son patrimonio privativo del hombre, sino que los comparten el resto de los animales. Si sentamos esta premisa, es muy difícil justificar el daño que se les causa por mera diversión. Pero, como decíamos, no es lo mismo cuando el objetivo se encamine hacia la salvación de seres humanos. En ese caso, sería moralmente aceptable. Ésta es la tesis dominante. Entonces, fin del debate. Todo el problema se reduciría a aspectos técnicos, como selección de especies, tamaño de las jaulas, instrumental quirúrgico y, en general, protocolos de experimentación. Sin embargo, el debate no ha terminado. En 1984, como cuenta el ensayista Charles Krauthammer, uno de los columnistas americanos más prestigiosos, se levantó un gran alboroto en los Estados Unidos. Fue a causa de la extracción del corazón de un babuino para implantárselo a una niña enferma, Baby Fae. Se organizaron protestas en los aledaños del Centro Médico Universitario de Loma Linda, institución donde se desarrolló el trasplante. El cirujano jefe respondió tajante: “Soy un miembro de la especie humana, los bebés humanos tienen prioridad” (come first). Estas orgullosas declaraciones traslucen un planteamiento ideológico que algunos han llamado “especieísmo”. Este espantoso neologismo se ha formado a imagen y semejanza de “racismo”. Viene a proclamar la superioridad ontológica de la especie humana sobre el resto de la creación. El Hombre es un fin en sí mismo, todo lo demás está subordinado a él. En realidad, tildar de “especieísmo” a este postulado revela bastante pobreza intelectual. Tanto como desconocer la Historia. Y es que la primacía del ser humano no es nada nuevo. Constituye, simplemente, la base axiológica de nuestra civilización occidental. No sólo filosóficamente, sino también desde el punto de vista jurídico. La Declaración Universal de los Derechos Humanos se basa en esta idea. Las constituciones de las naciones democráticas también. Incluso el Derecho Privado, que incluye dentro de la categoría de “cosas” a todo aquello que no sean “personas”. Tampoco es reciente. Como mínimo, está ahí desde el cristianismo. No es causalidad, por consiguiente, que para exhumar el origen de un pensamiento alternativo hayamos de excavar en las ruinas del Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Del Doctor Frankestein y la vivisección (La dignidad humana ante el dolor animal), pp. 279-306. - 287 - Imperio Romano. Precisamente cuando los intelectuales paganos rivalizaban contra los padres de la Iglesia. En aquel tiempo se produjo una discusión acalorada entre los abanderados de una fe todavía joven y los guardianes del pensamiento clásico. Uno de los críticos más cáusticos fue el polemista anticristiano Celso. Retrocedamos hasta el siglo II después de Cristo y oigamos sus palabras: “Es preciso rechazar esa idea de que el mundo ha sido hecho para el hombre: no fue hecho para el hombre más que para el león, el águila o el delfín” (1989, 66). No era, por supuesto, una opinión aislada. Creencias similares se le atribuyen a Pitágoras, que vivió hace más de 2.500 años. De una manera u otra pervivieron a lo largo de toda la Antigüedad. Esta línea filosófica, nunca plenamente preponderante, por cierto, la trunca el cristianismo. Luego, en el siglo XVIII, con la secularización de la Ilustración, se forjará una ideología exenta de aditamentos religiosos. Pero el esquema mental sigue siendo el mismo: la supremacía del hombre. Ahora, como vemos, comienza a ponerse en tela de juicio. Sin ir más lejos, el 26 de julio del año 2002 la Constitución Alemana fue reformada en su artículo 20a para consagrar la protección estatal de “los fundamentos naturales de la vida y de los animales” (DOMENECH, 105). Pero esto es una cosa y otra es lo de Baby Fae. ¿Habrá quién se atreva a preferir un mono a una niñita? Diríase que a Michel W. Fox, un veterinario británico afincado en E.E.U.U., donde dirige la más importante asociación protectora de animales del país. Es famosa su máxima (aparecida en su libro The inhumane society): “La vida de una hormiga y la de mi hijo deberían merecer igual consideración” – the life of an ant and that of my child should be granted equal consideration - (NJABT, 2005). No es de extrañar que esta cita se haya utilizado contra los defensores de los animales. De todas formas, siendo exactos, lo que él propugna no es la superioridad del animal sobre el humano, sino la equiparación del status moral entre todos lo seres vivos. Siguiendo esta lógica, si no es lícito usar a una persona como medio para sanar a otra, tampoco una cobaya. Los que se tomen la molestia de leer el discurso que Ovidio pone en boca de Pitágoras, descubrirán que no hay nada nuevo bajo el sol (1996, páginas, 423-434, versos 60-475). ¿Cómo conciliar al cirujano que arrancó el corazón del babuino y a este veterinario enamorado de las hormigas? Las posturas parecen estar en las antípodas. Sin embargo, iniciativas como la del Proyecto “Gran Simio” aspiran en alguna medida a tender un puente. Se trata de una propuesta que busca el reconocimiento de ciertos derechos fundamentales a los simios. Se asienta en la cercanía Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 José Manuel Villegas Fernández - 288 - genética del homo sapiens a chimpancés, gorilas y orangutanes, de tal suerte que los hombres y esos primates constituirían una “comunidad de iguales” (STOCZKOWSKI, 2002, 33). En España sólo ha saltado a la luz pública como consecuencia de la proposición no de ley del Grupo Parlamentario Socialista (BOLETÍN OFICIAL DE LAS CORTES GENERALES, número 369, 11-IV-06). Su texto insta: “(…) al Gobierno a declarar su adhesión al Proyecto Gran Simio y a emprender las acciones necesarias en los foros y organismos internacionales, para la protección de los grandes simios del maltrato, la esclavitud, la tortura, la muerte y extinción”. Asombra el revuelo que suscitó en nuestro país. Desde el desprecio airado de los que sentían mancillada la dignidad humana, hasta las guasas socarronas de quienes se reían de que Sus Señorías perdieran el tiempo con tales memeces. Una reflexión desapasionada, en cambio, pone de relieve otra dimensión: ¿por qué simios y no otros animales? La proposición lo explicaba. Debían ser tutelados por su proximidad a los humanos, evidenciada a través de estudios antropométricos, fisiológicos y, sobre todo, genéticos. La posesión común de “la inmensa mayoría de nuestro material genético” sería el título que habilitaría el reconocimiento jurídico. Estas palabras modestas en apariencia entrañan una genuina revolución. No por la equiparación entre los hombres y los animales, que viene de antiguo, sino por la nueva concepción de la naturaleza humana. Las paredes de los compartimentos estancos que separan las especies se echarían abajo. El tradicional modelo de estadios discretos se transformaría en un continuum. Los animales se irían gradando suavemente, sin fronteras definidas. El ser humano sería el punto de referencia. Como si dijéramos, el valor 100. A partir de aquí se establecería la comparación con los demás seres: los chimpancés puntúan un 98´84%, los gorilas un 97´7% y los orangutanes un 96´4%. Cuanto más cercanos, mayores derechos. Sería teóricamente viable construir una tabla taxonómica en la que las especies se ordenaran según su vecindad al homo sapiens. La secuenciación del genoma lo permite. No sólo para los simios, sino desde los caballos hasta las amebas. Sería una escala de dignidad, con el hombre en la cúspide y el resto de la creación jerárquicamente estructurada a su alrededor. Bien mirado, como se adelantaba, este novedoso paradigma supera las diferencias entre las escuelas filosóficas, puesto que prima la esencia de lo humano por encima de todo. No obstante, no la constriñe a una determinada forma biológica, sino que la disemina a lo largo de una corriente ininterrumpida que irriga hasta los más recónditos rincones del Reino Animal. Este nuevo enfoque ilumina un ángulo oculto de la teoría del Gran Simio: el racismo. O mejor, el especieísmo. Ahora no desentona Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Del Doctor Frankestein y la vivisección (La dignidad humana ante el dolor animal), pp. 279-306. - 289 - tanto el invento lingüístico. Y es que, a la postre, todo consiste en proteger a los que se nos parecen y desechar a los diferentes. Además, reverenciando el código genético como si fuera el código de un ordenamiento jurídico inspirado en una nueva ética. Como burlonamente advierte José Luis Pardo (2006), de una gen-ética. Es decir, de una moral basada en los genes. He aquí nuestra “comunidad de iguales”. Lo más grave, con todo, es que el problema continúa pendiente. Mala suerte para aquél babuino cuya proximidad genética, por lo visto, no habría sido suficiente para indultarlo de la evisceración de su caja torácica. Mientras tanto, entre chanzas y debates parlamentarios, siniestros laboratorios (bien resguardados de la inquisitiva mirada de la opinión pública) son sordas cámaras de tortura para miles de animales; a menudo víctimas de un horror indescriptible. Es curioso que, porque un conejillo de indias esté muy alejado del homo sapiens, se sientan menos remordimientos cuando se lo sumerge en un infierno del que solo lo liberará la muerte. Esta posición sería del gusto de doctor Mengele. Basta substituir “raza” por “especie” y nos habrá montado la justificación de la experimentación animal, no importa cuán cruel sea. Por eso, antes que el parentesco biológico, el fiel de la balanza para juzgar la admisibilidad de un experimento debería ser la capacidad de dolor. No es fácil la cuestión. Ya se había dicho que encarábamos un dilema. Según Jesús Mosterín, es “un conflicto moral genuino, sin solución satisfactoria, entre nuestra valoración del avance del conocimiento y nuestro rechazo del sufrimiento provocado” (1995, 67). Se nos plantea un problema cuya solución debe satisfacer dos extremos: la investigación científica y el bienestar animal. ¿Qué haremos, pues? Salir de la consulta de Mengele y visitar la de otro cuya fama no le va a la zaga: el doctor Frankestein. No es una broma. Para convencernos de la seriedad de esta aproximación, volvamos a nuestro ensayista, también otro doctor, Charles Krauthammer (1998). Cuenta que a finales de los años ´90 dos laboratorios (uno de la Universidad de Tejas y otro de la de Bath) habían modificado genéticamente los embriones de ratones y renacuajos para que nacieran sin cabeza. Aunque los investigadores no aclararon del todo cuál era su propósito, al doctor Krauthhammer no le cabe la menor duda: crear en un futuro cuerpos humanos acéfalos que valieran como repuestos de órganos para trasplantes. No habría rechazo, ya que cada ciudadano dispondría de su propio depósito particular, sacado de una réplica clónica de sí mismo. Lo explicaba apologéticamente Lee Silver, biólogo de la Universidad de Princeton: Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 José Manuel Villegas Fernández - 290 - “It would almost certainly be possible to produce human bodies without a forebrain. These human bodies without any semblance of consciousness would not be considered persons, and thus it would be perfectly legal to keep them alive as a future source of organs”. (“Casi con total seguridad sería posible producir cuerpos humanos sin encéfalo. A estos cuerpos humanos, sin nada parecido a la consciencia, no se los consideraría personas y, de esta manera, sería perfectamente legal mantenerlos vivos como fuente futura de órganos”). No sólo como almacén orgánico, sino como cobayas. Dejando a un lado motivos de compasión, una de las mayores dificultades que acechan a la experimentación con animales es el trecho evolutivo que los distancia del homo sapiens. A veces, un remedio ensayado con éxito en laboratorio no se traduce en una terapia útil, por ser incompatible con la constitución humana. Es obvio que tales inconvenientes se soslayarían para siempre. Pensemos lo rápido que avanzarían áreas como la lucha contra el cáncer si se dispusiera de modelos biológicos igual en todo a los seres humano, pero sin su humanidad. A Charles Krauthammer no le entusiasma la idea. La juzga digna del mismísimo Frankenstein. En su criterio, sería la mayor “corrupción” de la biotecnología. Tal vez sea “perfectamente legal”, como indicaba el profesor de Princeton, pero no debiera serlo. Nuestro ensayista aboga por la prohibición total y su tipificación como delito grave. Con pena de muerte. Pero, ¿estamos seguros de que sería perfectamente legal? Esto es lo que veremos a continuación. IV. LA EXPERIMENTACIÓN PERSONA. ANIMAL Y EL CONCEPTO DE Este es el consejo del doctor Frankestein: modificar genéticamente gametos humanos para producir cuerpos acéfalos y destinarlos a la vivisección. ¿Qué tiene que decir el Derecho al respecto? En el Reino de España, por lo menos, no sería “perfectamente legal”. Todo lo contrario. El artículo 160.2 del Código Penal castiga (con prisión de hasta cinco años e inhabilitación hasta 10) a quienes: “fecunden óvulos humanos con cualquier fin distinto a la procreación humana”. Por otro lado, el proyecto de Ley de reproducción asistida, aprobado en el Senado el 10 de mayo del año 2006, prohíbe en su artículo 1.3: “la obtención de embriones preimplantatorios humanos con cualquier fin distinto a la procreación humana”. También tipifica Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Del Doctor Frankestein y la vivisección (La dignidad humana ante el dolor animal), pp. 279-306. - 291 - la misma conducta como infracción muy grave en el artículo 26.2.c.10ª (BOLETÍN OFICIAL DE LAS CORTES GENERALES, proyecto de Ley 621/000044, Senado 44.f/2006). Esto de lege data. Pero, ¿y de lege ferenda? El interrogante consiste en averiguar si sería admisible una reforma legal que autorizara tales prácticas. Por tanto, habría que saber si sería contraria a la Constitución española. Lee Silver, abanderado de la propuesta, se apresuraba a negar la condición de personas a los productos de semejante técnica. Ésa es la clave, determinar si serían o no personas. Puestos manos a la obra, lo primero es saber qué sea la “persona”. Carlos Martínez de Aguirre recuerda que la personalidad no es un concepto de contornos definidos (2001). El Ordenamiento Jurídico no termina de pergeñar una noción de perfiles nítidos. Sin embargo, a los efectos que nos interesan ahora, no se yerguen grandes obstáculos. Basta retener que el calificativo de persona se aplica al sujeto apto para ser titular de derechos y obligaciones (DIEZ PICAZO Y GULLÓN, 2001, 211). La palabra “persona” es un término latino acuñado merced a la confluencia de fuentes griegas (prosopón) y etruscas (fersu). Significaba originariamente “máscara” (BIELER, 2000, 32). Era la que se ponían los actores de teatro. La digresión etimológica es importante por las connotaciones de que este vocablo está revestido en el idioma castellano. El “actor” no es sólo el figurante en la escena, sino el “demandante”, aquél que ejercita su pretensión ante los tribunales. El que impetra Justicia. De ahí que, cuando decimos de algo que es una “persona”, más que describir, lo que hacemos es reconocerle un rango, una clase. No es tanto identificar a la persona como explicar cuáles son sus derechos. Pero en este momento se vuelve imperioso describir qué sea “persona”. Es unánime la doctrina actual cuando afirma que el Derecho está obligado a reconocer la condición de persona a todo “ser humano”. Es un imperativo de la dignidad humana. No siempre ha sido así, empero. Roma negaba que los esclavos fuesen personas. Gayo, en sus instituciones, es elocuente (DOMINGO, 2002, 40): “Et quidem summa divisio de iure personarum hace est, quod omnes homines aut liberi sunt aut servi” (III.9) (Ciertamente, la primera división del derecho de personas es ésta: todos los hombres son libres o esclavos). Hoy día es de otro modo. Todo ser humano es una persona. O sea, titular de derechos y obligaciones. Entonces, ¿qué es un ser Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 José Manuel Villegas Fernández - 292 - humano? La pregunta es incómoda. Apelar a la Ley no presta gran ayuda. El Derecho reconoce a cada ser humano su estatus de persona, pero no define qué sea el hombre. Esta cuestión es prejurídica. La norma confecciona el concepto legal de persona. El reto es saber qué porción de la realidad cae bajo ese concepto. El Diccionario de la Real Academia Española, en su vigésimo segunda edición, recoge como primera acepción de persona: “individuo de la especie humana”. Esta aproximación es biologicista. Se trata de catalogar a los individuos dentro de su taxón. Tal vez el jurista experimente una cierta sensación de alivio. Diríase que amaina la tormenta y que, dejando las procelosas aguas de la imprecisión leguleya, anclamos en la tierra firme de la ciencia. Ojalá. Más allá de las apariencias, la noción biológica de “especie” es muy borrosa. Hela aquí: “Un conjunto cuyos miembros sólo están vinculados porque pueden reproducirse real o potencialmente entre sí” (CHAUVIN, 1988, 234). A simple vista no debería haber dudas. Es una idea sencilla que se la debemos al botánico Jon Ray (1628-1704). A él le parecía de una evidencia pasmosa (“nulla certior ocurrit quam distincta propagatione ex semine”, ninguna distinción se presenta con más claridad que la propagación seminal). Sin embargo, cuando la escudriñamos con lupa se va desdibujando hasta el punto de que al final no sabemos ni de lo que estamos hablando. Y es que incluso el profano sabe que hay algunos cruces fértiles entres especies (¿serían acaso el perro y el lobo lo mismo?). Volvemos sobre este particular, no es ocioso el ejemplo. Sea como fuere, pocos ejercicios más edificantes que listar las definiciones que se han ido dando, desde la de su fundador, en el remoto siglo XVI, hasta el tecnificado siglo XX. Es lo que hace Donald Ugent (1996). Todo para terminar diciendo que “no hay criterios absolutos que puedan ser aplicados a la definición de esta categoría”. Por eso se despide con un chiste: “Especie es lo que un buen taxonomista llama especie”. Si se cierra esta vía, ¿acaso nos rendiremos y renunciaremos a conocer el ser humano? Para algunos el hombre carece de naturaleza. Contra este escepticismo se rebela Jesús Mosterín con las palabras que abren su último libro: “¿Qué soy yo? Yo soy un ser humano. Pero ¿qué es un ser humano? Un miembro de la especie homo sapiens. ¿Qué tienen en común los miembros de la especie homo sapiens? La naturaleza humana. ¿Y qué es la naturaleza humana? Para responder a esta pregunta he escrito este libro” (2006, 11). Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Del Doctor Frankestein y la vivisección (La dignidad humana ante el dolor animal), pp. 279-306. - 293 - Pues bien, más adelante contesta. Dice que “la respuesta no está en el viento, sino en el genoma” (2006, 133). El ser humano sería la denominación de una realidad que está minuciosamente descrita. No en ninguna lengua histórica, viva o muerta, sino en el lenguaje de los genes. Ahora sí que contamos con un concepto de fronteras bien marcadas. Lo específicamente humano se halla en el ADN. Aceptaremos provisionalmente esta aproximación. Con todo, como se comprobará más adelante, sin ser errónea, la visión científica resulta incompleta. Solamente la Filosofía es depositaria de las respuestas últimas. Enfoquemos el fenómeno desde otro ángulo para captar una dimensión complementaria. Recorreremos dos sendas paralelas: la biológica y la jurídica. Al entretejerlas se apreciaran detalles de la fibra de la realidad hasta entonces inadvertidos. Así, haremos un viaje imaginario, desde que un ser humano todavía no es nada hasta que deviene persona. Primer paso. Los gametos son las células reproductoras: espermatozoides y óvulos. Son haploides, puesto que sólo contienen la mitad de la información genética. Hasta que no se combinen no estará escrita por entero la descripción biológica de lo humano. Este material orgánico no es ni un ser humano ni una persona. Lo máximo que cabe afirmar, con vistas en la futura persona que se atisba al final de este proceso, es que nos encontramos ante un concepturus. Eso no quiere decir que carezca de relevancia jurídica. Precisamente la Ley de Reproducción Asistida aborda muchas cuestiones que le atañen. Es más, la manipulación de estas células, como se adelantaba, es susceptible de ser castigada criminalmente. Segundo paso. Los gametos masculinos y femeninos se combinan. El espermatozoide impregna el óvulo. Si el proceso se desarrolla normalmente, sobreviene la fecundación. Este nuevo ente es el embrión. No nos fijaremos en si está o no implantado, como tampoco distinguiremos “preembrión” de embrión. Lo que nos interesa es que la realidad biológica ya ha sido completada. Aquí está la descripción de lo humano. Si la gestación llega a buen término el resultado será un individuo autónomo de la especie homo sapiens. Hasta que esto no suceda, sigue sin ser persona. La famosa sentencia de 11 de abril del año 1985 del Tribunal Constitucional Español (ponente Excelentísima Sra. Doña Gloria Cantón Begué) le niega la titularidad de derechos y obligaciones, que reserva para los nacidos. Eso sí, lo convierte en un bien jurídico, lo que obliga al Estado a su protección. Es el nasciturus. Entre otras consecuencias legales está la punición del aborto, una vez empezado el embarazo. Con arreglo al Código Penal español, quien extinga la vida del feto comete un delito, Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 José Manuel Villegas Fernández - 294 - tal como prescriben los artículos 144 a 146. Las causas de exención de la responsabilidad no alteran esta decisión del Legislador. Mucho menos que se haga la vista gorda en la represión penal. No confundamos la teoría con la práctica. Tercer paso. El parto. Se rompen aguas y el feto emerge de la cavidad materna. Ya es un bebé. Nadie duda de que biológicamente sea un ser humano. Pero, ¿y persona? Para el Derecho penal, desde luego. Si alguien lo mata no comete un aborto, sino un homicidio (muy probablemente un asesinato). La sentencia del Tribunal Supremo Español de 22 de enero del año 1999 lo proclama indubitadamente: “El inicio del parto (fase de dilatación) marca el inicio del nacimiento. En concreto señala que el comienzo del nacimiento pone final al estadio fetal y, por consiguiente, se transforma en persona lo que antes era feto”. Cobo del Rosal afina más: el momento a quo es el de las contracciones expulsivas para el parto espontáneo, el de la inducción en el provocado y el de la incisión para la cesárea (1999, 310). ¿Un cuarto paso? Aún se prolonga nuestro itinerario. Eso es lo que insinúa una lectura del Código Civil español: “Artículo 29. El nacimiento determina la personalidad; pero el concebido se tiene por nacido para todos los efectos que le sean favorables, siempre que nazca con las condiciones que expresa el artículo siguiente.” “Artículo 30. Para los efectos civiles, sólo se reputará nacido el feto que tuviere figura humana y viviere veinticuatro horas enteramente desprendido del útero materno”. Este postrer precepto es enigmático. La mentada sentencia del Tribunal Constitucional liga la condición de persona al “nacimiento” (fundamento jurídico sexto). ¿Habrá que esperar 24 horas para que el Derecho incluya dentro de esa categoría legal lo que ya es un ser humano para la ciencia? En modo alguno. Desde el mismo instante que se separa el hijo de la madre ya hay una persona. La dilación es sólo pertinente para ciertos efectos civiles. Lo ilustra Diez Picazo: “Sin embargo, ha sido una tradición jurídica la de resolver el problema sucesorio que se presentaba cuando el nacido moría inmediatamente, pues determinaba una distinta trayectoria de los bienes hereditarios aquél acontecimiento, lo que se ha juzgado poco racional e injusto. El artículo 30, fiel a esa tradición, resuelve la cuestión diciendo: (…). De ahí que sólo sean inscribibles los nacimientos en que concurran las condiciones establecidas en el Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Del Doctor Frankestein y la vivisección (La dignidad humana ante el dolor animal), pp. 279-306. - 295 - artículo 30 del Código civil (artículo 40 L.R.C.), y que se llamen criaturas abortivas a las que no las reúnan (artículo 725.1º; art. 171 R.R.C)” (2001, 213). Es decir, que la demora de un día no es para despojar a un ser humano del rango personal. Sólo lo es para resolver una discusión técnico-jurídica del ámbito sucesorio. Queda zanjado el requisito de las 24 horas. Pasemos a la “figura humana”. Es poderosa la tentación de tomar la mención legal por una antigualla jurídica procedente de la noche de los tiempos. De una era obscura en la que ingenuamente se creía en la fecundidad de los actos de bestialismo. Un minotauro, naturalmente, no sería persona. Los romanos (esa gente tan ignorante) habrían pensado que algunas mujeres parían quimeras, híbrido fruto de sus nefandas relaciones con los animales. En la actualidad, sabemos que todo lo que nace de una madre humana es humano. Punto final a la discusión. ¿Seguro? En absoluto. En realidad, “figura humana” significa “forma humana” y esta expresión, a su vez, es equivalente a “naturaleza humana”. La clave para descifrar este enigma es estrictamente filosófica. Veamos: Aristóteles indica varias acepciones a la palabra “naturaleza”. Una de ellas es: “lo primero de lo cual es o se genera cualquiera de las cosas que son por naturaleza, siendo aquello informe e incapaz de su propia potencia” (2000, 201 a 202). Parece algo complicado, pero es sencillísimo. En términos más didácticos: la naturaleza es la razón del cambio de las cosas. Lo que explica la evolución de algún fenómeno. El principio que orienta el desarrollo de un ser en una dirección determinada. La naturaleza da forma a la realidad. Tomemos un ejemplo muy similar al que el propio Aristóteles ofrece. ¿Cuál sería la naturaleza de una estatua de madera con figura humana? Quizás para alguien sea el árbol del que está hecha, o el arte del escultor, o la belleza que encarna... La solución consiste simplemente en dejarla evolucionar por sí sola. Aquello que explique sus cambios en cuanto tal será su naturaleza. Cuando pasan los días verificamos que la madera se altera. Ora se carcome, ora se desgasta, ora, pese a estar cortada del tronco, florece algún retoño. Aquí la estatua evoluciona como árbol, no como objeto nacido de la mano del hombre. Por tanto, su constitución biológica como vegetal no es su naturaleza. Lo sería del árbol, pero no de la obra de arte. La única manera de que la estatua evolucionara, en cuanto a tal, sería que un escultor la retocara. Por ejemplo, tallándole una lagrima. He aquí su naturaleza: el arte humano. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 José Manuel Villegas Fernández - 296 - No es este el lugar donde extendernos en tecnicidades metafísicas, pero ha de consignarse que forma y naturaleza no son conceptos opuestos. Revelan caras de una misma realidad. La primera desde una perspectiva estática; la segunda, dinámica. Aplicando estos principios al embrión hemos de concluir que es humano porque su evolución natural lo convierte necesariamente en un ser humano. No porque esté constituido de tal o cual dotación genética. Ni que decir tiene que, si no tuviera esa composición genómica, no se generaría un ser humano. La realidad es la misma, independiente de que se la mire desde la ciencia o la filosofía. Pero la vertiente descriptiva de su ADN, perfectamente legítima para el biólogo, es muy tosca para el filósofo. Revela una parte, no el todo. Lo que anhelamos es aprehender su esencia, aquello que hace que un embrión lo sea de hombre y no de caballo o perro. Es su naturaleza, por la cual, al cabo de nueve meses, se convertirá en un bebé, no en un potro o en un cachorro. Consecuentemente, la exigencia de “figura humana” es correcta. Si un parto no produce un ser humano, el mero hecho de haber nacido de una mujer no transforma al fruto de la gestación en una persona. Una mola no es un ser humano. Pero no porque ese amasijo de células, una vez expelido del útero, no esté vivo, sino porque carece de atributos humanos. El Minotauro tampoco sería persona. La alusión mitológica no es gratuita. Traigamos a colación las dificultades que acarreaban a la tradicional definición de especie la existencia de seres híbridos, como el perro-lobo. ¿Sería humano el vástago nacido de la unión de un hombre y un bovino? Alguien matizará que la moderna ciencia rechaza esa hipótesis. Acaso esa progenie sea en circunstancias normales inviable. Lo ignoramos. Ahora bien, el proyecto de Ley de reproducción asistida prevé la autorización excepcional de la creación de “híbridos interespecíficos que utilicen material genético humano” (26.2.c.7ª). Traducido: fecundación entre hombres y animales. Exactamente en lo que pensaban los juristas clásicos. Recapitulemos: los gametos no son humanos, aunque sean material biológicamente humano. Si estas células haploides son manipuladas para producir embriones acéfalos, se las despoja de su potencialidad de generar un miembro de la especie homo sapiens. El individuo humano no aparece por ningún sitio. Ni antes del la fecundación (ni el espermatozoide ni el óvulo, por sí solos, son seres humanos); ni después (un ser sin encéfalo no es humano). No es que se haya decapitado a un hombre, es que se ha desposeído al material genético humano de la potencialidad de formar personas. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Del Doctor Frankestein y la vivisección (La dignidad humana ante el dolor animal), pp. 279-306. - 297 - Claro, que siempre cabría oponerse alegando que un cuerpo sin cabeza es un ser humano. De compartirse esta opinión, todo el constructo teórico anterior se derrumbaría. Sin embargo, sería un abuso del lenguaje emplear la misma palabra para designar a un hombre y a ese producto de la manipulación genética. Un ser sin cerebro ni siente ni piensa. No accidentalmente, sino por esencia. Ni la racionalidad, ni la libertad, ni el lenguaje, ni ninguna de las propiedades de la humanidad le pertenecen. Insistimos, no porque se le hayan extirpado los órganos que les permiten aflorar, sino por una incapacidad primigenia de desplegarlas. Evidentemente, hay seres humanos que, por los motivos que fueren, están privados de inteligencia o sensibilidad: disminuidos físicos o psíquicos, comatosos, enfermos, etc. Pero comparten un potencial común a todos los miembros de la especie. Las facultades están ahí, aunque su plasmación actual se haya visto obstruida por causas contingentes. Si alguien defendiera la equiparación entre el material biológicamente humano y los humanos mismos, estaría confundiendo los órganos con el ser del que proceden. Mi bazo no soy yo, sino sólo una de mis partes. Por esta regla de tres, habría que prohibir los trasplantes. Sería ilícito que una persona donara su riñón, puesto que toda su humanidad se concentraría de forma inalienable en esa y en el resto de sus vísceras. Esta idea, con ser respetable, resulta extraña a nuestra tradición jurídica y filosófica. La lectura de las fuentes romanas conduce a idéntica conclusión. Por lo menos desde la interpretación de uno de sus exegetas más eximios, Savigny. El autor alemán enseña que los jurisconsultos latinos excluían de la humanidad al monstruum y al prodigium (conceptos ambos englobados dentro de la denominación de ostentum (2005, 188). También añade: “Los textos guardan silencio sobre los signos que servirían de base en el reconocimiento de una criatura humana; pero si juzgamos por analogía, parécenos que la cabeza debe presentar la forma humana (2005, 189)”. Ahora se nos muestra porqué la Filosofía es mucho más útil para solventar el problema práctico al que nos enfrentamos. Nadie vacila a la hora de considerar que los gametos aislados, incluso una vez manipulados, sean material humano. Seres humanos es lo que no son. Con todo, la secuencia del ADN sigue siendo la de del homo sapiens. Eso es lo que nos dice la ciencia. No nos hallamos ante otra especie. De ahí que insistir en la definición de lo humano sobre la exclusiva base de su descripción genética termine despistando. Lo que cuenta es si el proceso biológico, después de puesto en marcha, desemboca necesariamente en el nacimiento de un ser humano. Eso es lo que nos dice la Filosofía. Aplicando estos principios, hemos de colegir que el fruto de la fecundación no será en ningún caso Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 José Manuel Villegas Fernández - 298 - humano, por su carácter acéfalo. Y, no siéndolo, no lo son tampoco los embriones surgidos de la fusión de los gametos manipulados, ya que han perdido ab initio su naturaleza humana. V. LA EXPERIMENTACIÓN DIGNIDAD HUMANA. ANIMAL Y EL CONCEPTO DE En llegando a este punto, no sería de extrañar que más de un lector hubiera caído en una rotunda exasperación. Casi es audible esta enojada protesta: ¿Cómo se le ocurre a alguien en sus cabales ni siquiera concebir una aberración tal? La producción de seres acéfalos sería intolerable. Pero no porque esas criaturas sean seres humanos, ya que es obvio que no son personas, sino por la intrínseca perversión que entraña un acto de ese jaez. Perversión por doble motivo: 1) Por atentar contra la Constitución; y 2) Por su carácter contrario a la Ley Natural. Y, en ambos, casos por la misma razón de fondo: la violación de la dignidad humana. No la del monstruo sin cabeza creado por la locura de los científicos sin escrúpulos, sino de la humanidad como comunidad racional. Esa era la tesis de Krauthammer. Hay un detalle muy significativo que pasamos por alto al comentar el artículo que el doctor publicó en 1984 en el semanario TIME. La repugnancia al trasplante del corazón del babuino no procedía sólo de las huestes de los partidarios de los animales, también de los defensores de la dignidad humana. Expongamos su razonamiento: “(…) some sacred barrier between species had been broken, some principle of separateness between man and animal violated. Indeed, it is a blow to man’s idea of himself to think that a piece (…) of animal tissue may occupy the seat of emotions and perfectly well (albeit as a pump)”. “se ha quebrado una barrera sagrada entre especies, se ha violado el principio de separación entre el hombre y el animal. De hecho, es una bofetada a la idea que el hombre tiene de sí mismo el pensar que un trozo de tejido animal sea perfectamente capaz de ocupar la sede de las emociones (aunque sea sólo una máquina de bombeo)”. ¿Qué es la dignidad humana, pues? Para la citada sentencia del Tribunal Constitucional español: “(…) un valor espiritual y moral inherente a la persona, que se manifiesta singularmente en la autodeterminación consciente y Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Del Doctor Frankestein y la vivisección (La dignidad humana ante el dolor animal), pp. 279-306. - 299 - responsable de la propia vida y que lleva consigo la pretensión del respeto por parte de los demás” (fundamento jurídico octavo). Si aceptamos esa definición es muy complicado estimar que la propuesta de Frankestein vulnere la dignidad del hombre. Si el engendro acéfalo fuese una persona, por supuesto que sí. Pero, en otro caso, ¿a quién se le falta el respeto? Hay un matiz que se nos está escapando. Para apreciarlo acudamos a una noción doctrinal, la de Hervada (APARISI, 2006, 164): “(…) el concepto de dignidad humana remite a la idea de superioridad ontológica, al valor intrínseco, de todo ser humano con respecto al resto de lo creado. No expresa, en ningún caso, superioridad de un hombre sobre otro, sino de todo ser humano sobre el resto de los seres que carecen de razón. Implica el reconocimiento de una excelencia o eminencia en el ser, que no sólo lo hace superior a los otros seres, sino que lo sitúa en otro orden del ser. Por ello, el ser humano no es sólo un animal de una especie superior, sino que pertenece a otro orden, más eminente o excelente, en razón de lo cual merece ser considerado persona” (2006, 164). Se entiende, entonces, cuán descaminado iba, según esta corriente de pensamiento, Jesús Mosterín. La esencia del ser humano sería espiritual, inaprensible, no sólo por la ciencia, sino incluso por la filosofía. Reducir el ser humano a una serie ordenada de aminoácidos es grotesco. Lo único admisible es un acto de fe en el valor de lo humano. Una apuesta valiente por las personas. Nada más. Pero porfiemos, ¿qué tiene todo esto que ver con la manipulación genética y el corazón del babuino? Un poco de paciencia. La voz “dignidad” procede de la raíz indoeuropea dec-as, que significaba “fama o honor”. Subyace en el lecho del campo semántico del que emergen los vocablos castellanos "decoro" y "decencia". En el Imperio Romano los “dignatarios” eran los que ostentaban cargos superiores. Sus derechos y obligaciones se definían por su rango, por su casta, no por el mero hecho de ser seres humanos. Ahora nuestro Derecho actual predica esa categoría de todos los miembros de la especie humana. Sin excepciones. Con todo, la dignidad sigue siendo una distinción, un timbre de honor. Pero no ya entre humanos, sino entre las personas y el resto de la creación. De la misma forma que un aristócrata se ofendía porque un plebeyo lo considerara un igual suyo, es impropio de los seres humanos que se los ponga al mismo nivel que sus mascotas. Por mucho que se quiera a un perro, nunca será “el mejor amigo del Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 José Manuel Villegas Fernández - 300 - hombre”. Si usamos esa noble palabra para designar un ser inferior, mancillamos la amistad. De ahí el prurito al colocar un músculo simiesco en el tierno pecho de una niñita. Hasta cierto punto se le falta el respeto. Aunque estas posiciones extremas son rechazadas por la gran mayoría (Krauthammer inclusive), representan la llave maestra para acceder al núcleo del concepto de “dignidad”. Lo comprenderemos con un ejemplo: La Iglesia Católica se opone a la inseminación artificial. Incluso la homóloga. Es decir, la que se practica con el esperma del marido sobre su esposa. Son frecuentes las críticas, mas pocos han llegado ni siquiera a barruntar el motivo del rechazo teológico. Y es bien fácil. Consultemos, para aclararnos las ideas, el documento elaborado el 30 de marzo del año 2006 por la Conferencia Episcopal Española con ocasión del proyecto de Ley de Reproducción Asistida. He aquí lo que predican los obispos: “Hablamos de dignidad de la persona para expresar el valor incomparable de todo ser humano (…). Pues bien, la acción técnica de producir es apropiada para fabricar objetos, pero completamente inapropiada para ser aplicada a las personas. Cuando se producen seres humanos en el laboratorio, se comete una injusticia con ellos, porque se les está tratando como si fueran cosas. La dignidad del ser humano exige que los niños no sean producidos, sino procreados”. Si un ser humano se dispensa en una factoría (aunque sea un laboratorio lleno de probetas y señores con batas blancas) se lo está rebajando al nivel de cosa. Menos que un animal. El ser humano es el hijo predilecto de la creación, por lo que sólo es acreedor de un trato que se acomode a su prestancia. Únicamente el acto sexual entre hombre y mujer está a la altura de la preeminencia que le corresponde por naturaleza. Quien comparta esta postura se horrorizará ante los consejos del doctor Frankestein. Esos monstruos acéfalos, confeccionados de materia humana, serían como las piezas de un taller de repuestos para un automóvil. De la misma manera que uno va a la panadería y pide un bollo, se expedirían brazos, piernas, córneas, etc. Y cuando se acabarán, pues, a producir más. Semejante panorama jamás casaría con la dignidad inherente a la personas. Análogamente si esos engendros se destinaran a la experimentación. Imaginemos tétricas naves llenas de cuerpos humanos decapitados (en realidad con cabezas, pero sin masa encefálica) a los que se quemara, mutilara, infectara e incluso se les inocularan substancias cancerígenas. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Del Doctor Frankestein y la vivisección (La dignidad humana ante el dolor animal), pp. 279-306. - 301 - Pues bien, eso es lo que se está haciendo en este mismo instante con los animales. Seres irracionales, pero sintientes. ¿Merece la pena llevar la defensa de la dignidad humana tan lejos? Acaso estemos manejando un concepto erróneo. En cualquier caso, ¿por qué la diferencia ontológica entre seres ha de ser patente de corso para el sufrimiento? Cuando se llega a conclusiones absurdas es menester revisar las premisas. Incluso los ensoberbecidos señores feudales acabaron por compadecerse de sus vasallos. VI. LA OFENSA A LOS DIOSES. En ocasiones hay que tener el arrojo de cuestionar los prejuicios. Se moteja la idea de los seres acéfalos como monstruosidad sólo propia de un demente al estilo de Frankestein. ¿Pero cuántos han leído la historia que escribió Mary Wollstonecraft Shelley? Refresquemos la memoria. Frankestein era un joven estudiante de medicina que se inició en las artes esotéricas. Decidido a desvelar los secretos de la vida, formó una réplica de un ser humano a base de pedazos de cadáveres. Para su estupor, logró insuflarle el hálito vital a ese monigote de remiendos mal cosidos de carne. Asustado, huyó y abandonó a la criatura. El monstruo, como todos lo apodaron, fue despreciado por su fealdad. Es patética la desesperada búsqueda de amor que emprende, sólo para ser detestado. Golpeado por los humanos, se convierte en un psicópata, en un asesino en serie. Su crueldad no conoce límites. Llama la atención que consiguiera el afecto de un anciano… ciego. Rechazado por doquier, el monstruo acosa a su creador hasta obligarlo a que le construya una compañera. Una esposa y amiga. Este engendro no era humano, pero sentía como una persona. Su progenitor, simplemente, era un cobarde. No supo estar a la altura de su obra. Uno de los reproches que se trasluce en la novela es la osadía de Frankestein al suplantar a Dios. Pocos han reparado en que se subtitula “El moderno Prometeo”. ¿Quién fue Prometeo? Es un personaje mitológico que también se atrevió a erguirse contra Dios. No el dios cristiano, sino Júpiter. Prometeo “luego de modelar a los hombres con agua y tierra les dio también el fuego ocultándolo en una vara a escondidas de Zeus” (APOLODORO, 1987, 18). Hay dos detalles que no conviene que pasen desapercibidos: la creación de los humanos y el dominio del fuego. Para el hombre actual simbolizan la biología y la tecnología. Prometeo era el “amigo de los hombres”. Pese a su linaje divino, se alineó en el bando humano. Les dio instrumentos para rivalizar con el Padre de los dioses. La reacción de éste fue abominable. Lo condenó a una tortura eterna. Lo clavó en el Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 José Manuel Villegas Fernández - 302 - Cáucaso y envió un águila que le devoraba el hígado durante el día. Por la noche se le regeneraba y, a la mañana siguiente, retornaba la rapaz a su festín. ¿Teme por ventura el piadoso ciudadano occidental despertar la cólera divina si se convierte en el “amigo de los animales”? Pero la propuesta de manipulación genética que se ha esbozado no aspira a desafiar a la divinidad. Únicamente a ahorrar sufrimientos superfluos. Insistamos, no sólo se experimenta con conejillos de indias, también con perros. No es que unos valgan más que los otros; es de que de los segundos estamos seguros de que, además de sentir, aman. Aman a sus camaradas humanos quienes, guste o no, les han conferido el título de sus mejores amigos. Incluso a un autor como Stephen Budianski (2000), que ve egoísmo detrás de la generosidad canina (“quizá creemos que sondeamos las profundidades de la mente de un animal cuando lo que en realidad sondeamos en su estómago”, 148), no le queda más remedio admitir que los canes experimentan “en cierto modo, amor” (173). En cierto modo, claro. Da reparos proclamarlo sin tapujos. Y es que resulta inefable la escena del científico que, a cambio de amor, dispensa dolor. Por muy tontos que sean los brutos, si les reconocemos la capacidad de amor, se encumbran inmediatamente al podio de nuestra dignidad. Aunque no queramos. Dejemos, por tanto, que el doctor Frankestein repare su vileza y que, fabricando engendros acéfalos, se redima del sufrimiento del que fue artífice. ¿Es una idea tan absurda? Más absurda parece la postura del doctor Krauthammer quien, pese a todo lo que sabemos de él, se muestra un amante fervoroso de sus perros. Un destello de culpabilidad parece que lo atormenta al entonar un canto plañidero por la muerte de su perrita: “Some will protest that in a world with so much human suffering, it is something between eccentric and obscene to mourn a dog. I think not. After all, it is perfectly normal, indeed, deeply human to be moved when nature presents us with a vision of great beauty. Should we not be moved when it produces a vision--a creature--of the purest sweetness? (2003)” (Algunos protestarán porque, en un mundo con tanto sufrimiento humano, es algo entre excéntrico y obsceno llorar a un perro. Creo que no. Después de todo, es perfectamente normal, de hecho, profundamente humano conmovernos cuando la naturaleza nos obsequia con tanta belleza. ¿No deberíamos conmovernos cuando produce una visión –una criatura- de la más pura dulzura?). Pues no. Hay que ser coherente con los propios principios. Si uno pone la dignidad humana por encima de todo, incluso del Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd Del Doctor Frankestein y la vivisección (La dignidad humana ante el dolor animal), pp. 279-306. - 303 - sufrimiento de los animalitos indefensos cuando hay soluciones alternativas, es un disparate gastar nuestros esfuerzos en cuidar mascotas mientras abundan los niños al borde de la inanición. Y aunque estuviesen bien rollizos. El objeto del amor humano debe ser humano. Todo lo demás hiere nuestra dignidad. No parece que esta postura filosófica sea la que acoja sin matices nuestro Ordenamiento Jurídico. Como se ha mostrado, las criaturas acéfalas no son personas (carecen de “figura humana”). Tampoco el Tribunal Constitucional se pronuncia por un concepto supremacista de la dignidad. Es más bien el respeto a la libertad de cada ser humano. El debate, ni que decir tiene, está abierto. Hasta para reconocer la personalidad a los animales. Un autor como Muñoz Machado no aprecia ninguna ventaja en hacerlos partícipes de esa categoría (1999, 113). Pero el Legislador hizo algo similar con las personas jurídicas. Y alguna ventaja sí que reportaría. Por lo menos la de removerles el actual estatus de “cosas”. Para el Código Civil, lo mismo es un apero de labranza que un buey. Mejor parece nombrarle tutor al incapaz antes que negarle el derecho a impetrar Justicia. Porque, como se decía, han de tenerse las ideas claras. Si estamos dispuestos a tolerar el sufrimiento animal por no ensuciar la dignidad humana, serán muchas las paradojas que nos veremos obligados a digerir. En definitiva, sería preferible despellejar un cachorro a manipular una masa inanimada de tejido humano. Sirva de colofón otra obra literaria. Un cuento de Stevenson, El mono científico. He aquí un esbozo de su argumento. Érase una vez un científico, afectuosísimo padre de familia, que se dedicaba a practicar la vivisección a los monos. Uno de los miembros de una manada de simios de las inmediaciones (precisamente un mono doctor) propone una idea genial: si queremos ser como humanos, tendremos que cultivar la ciencia. Y para eso hay que experimentar. Consiguientemente, secuestró a un bebé, hijo del científico, y se aprestó a rajarlo. El jefe mono se interpuso con la intención de impedírselo. Este es el debate que se desarrolló entre ambos: - “No tienes una mente científica, le dijo el doctor”. “No se si tengo una mente científica o no –replicó el jefe-, pero sí que tengo un palo bien gordo y como le pongas una zarpa encima a ese bebé, te romperé la cabeza con él”. BIBLIOGRAFÍA. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 José Manuel Villegas Fernández - 304 - ALONSO, Luis (2006). 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Por esa razón, en la medida en la que el tiempo se lo permita al autor, y sin comprometerse a nada, mandará una copia en soporte digital con los documentos electrónicos citados en la bibliografía a aquellos lectores que le envíen un CD virgen y un sobre sellado sin franquear que tenga escrito el destino donde quieran Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, ISSN 1575-7382 José Manuel Villegas Fernández - 306 - recibirlo. La dirección del autor es: Juzgado de Instrucción Número Dos de Bilbao, Calle Buenos Aires, 6. 2ª planta, Código postal 48001 (España). Igualmente, remitirá el archivo informático del trabajo a aquellos lectores que se lo pidan en la dirección [email protected]. Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 9, 2005/2006, www.filosofiayderecho.com/rtfd