EL BLANCO Y NEGRO El blanco y negro de la espera. ¿Cuándo veré las mariposas brotar desde mis hombros de detective gris? Mi cigarro tan blanco, mis zapatos tan negros. Oh qué temible soy al aire nuestro de carbón y luna. Y ninguna ventana da a Java, donde gime su gran burbuja azul el hipopótamo. En los rincones de mi casa sé que hay un ratón y que él también espera contemplar su Sixtina diminuta. Oh cuántas primaveras han salido de una mano en el techo. Ay, yo también creí en todas esas grietas donde el mar entraba coronado con plumas de cherokee. Yo creí, yo veía. Yo interrogué a las piedras que flotaban sobre el libro de Job y maldita la cosa que ninguna sabía de los prados de abril. Yo recorrí las dunas de las letras sagradas, pero ninguna huella estaba llena de pájaros con un paisaje amarillo. En el té de este clima la leche es tenebrosa. Por eso vuelvo a mi despacho y cuelgo en la pared la foto de unos labios pintados hace mucho. El sombrero que pudo esconder una Arcadia reposa en el glaciar. Quizá pude haber visto en mangas de camisa a cualquier pelirrojo. Pero nunca lo vi, pues solo en las novelas los hombres abren ventanas, las que dan a jardines o a unos ojos que en griego significan siempre verde. Y, sin embargo, mira: este puro verano en blanco y negro no puede más y explota porque los muertos son Médicis