Justificando lo injustificable. Globalización, miedo líquido y estigma aplicado a... barriada onubense.

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Justificando lo injustificable. Globalización, miedo líquido y estigma aplicado a una
barriada onubense.
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JUSTIFICANDO LO INJUSTIFICABLE. GLOBALIZACIÓN, MIEDO
LÍQUIDO Y ESTIGMA APLICADO A UNA BARRIADA ONUBENSE.
Juan Carlos Romero Villadóniga.
Alida Carloni Franca
Grupo HUM 556 UHU
Profesora Titular Antropología UHU
[email protected]
[email protected]
RESUMEN.
En un mundo líquido, donde lo efímero y transitorio se impone sobre las anteriores bases
sólidas que daban sentido de pertenencia a las grupalidades, la pérdida de auto-egoreferencias en el sujeto está trayendo consigo la generación de nuevos acercamientos a la
colectividad. Sin embargo, la actual dinámica del mercado y la creación de una nueva
cultura-mundo, con la imposición de una estética concreta así como de una percepción,
choca frontalmente con aquellos grupos los cuales han sido excluidos de las dinámicas de
consumo y se consideran estigmatizados. Es entonces cuando la frustración se torna
contra el sistema, dando lugar a la aparición de fenómenos como el integrismo o las luchas
en las áreas periféricas de las ciudades, siendo el caso francés uno de los más
paradigmáticos que existen.
PALABRAS CLAVE: Globalización, estigma, frustración, miedo, líquido.
EL PROBLEMA DE LA GLOBALIZACIÓN.
Ciertamente resulta imposible poder definir en tan escasas páginas una
problemática tan compleja como la que nos ocupa aunque, de forma paradójica, resulte
tan sencilla comprenderla. La globalización, ese fenómeno complejo definido por Isidoro
Moreno (2008) como ese proceso que va mucho más allá de lo puramente económico
para imbuirse de un espectro totalizante que afecta incluso a las diferentes
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manifestaciones culturales actuales, es la principal responsable de la desigualdad en
nuestros días.
Nada escapa al fenómeno de la globalización. Y esta inestabilidad se ceba con
aquellos colectivos más vulnerables, los excluidos del sistema, los estigmatizados por
causa de origen, formación, clase social o religión. Fenómenos como el integrismo
islámico actual no son sino los resultados de la visibilización de las contradicciones de
un modelo excluyente altamente jerarquizado. La sociedad líquida denunciada por
Bauman (2006) cobra aquí sentido a la hora de entender cómo un fenómeno en apariencia
de índole económica ha logrado imbuir a todo el entramado cultural de esta tierra patria
(Morín, 2006.).
No hay lugar del planeta que pueda escapar de las garras de la globalización. Los
procesos de enculturación no permanecen tampoco ajenos a éste, unas veces de forma
consciente, otras no tanto. De esta forma, muchos de los procesos culturales abrazados en
culturas no son producto de imposiciones, sino de la generación de hibridaciones y
recreaciones de nuevas prácticas culturales, dando sentido a lo que Canclini (1997)
denomina “culturas híbridas”, es decir , procesos conscientes de generación de nuevas
grupalidades con cuerpos identitarios concretos (Brubaker &Cooper, 2001).
Este planteamiento, igualmente defendido por autores como Parekh (2005),firme
defensor del multiculturalismo en el seno de las sociedades, ya que “incrementa la batería
de opciones posibles, ampliando y aumentando la libertad y la capacidad de acción”
(Parekh, 2005: 250),así como por Mill, Humboldt, Herder y un larguísimo etcétera, los
cuáles defienden el multiculuralismo desde perspectivas tan dispares como el
romanticismo o como la forma culmen de consecución de progreso del individuo en
sociedad, son planteamientos que no cuentan, en la mayoría de los casos, con la realidad
en la que el sistema enmarca a sus individuos. De esta forma, a pesar de crear la diversidad
cultural nuevas concepciones y sensibilidades comunes a las identidades intervinientes,
lo cierto es que esa asimilación no es real en múltiples ocasiones, no logrando permear
en los imaginarios sociales ni tampoco en una apuesta clara por la consecución de unos
derechos humanos comunes a todos los sujetos.
Y es que nada escapa a las garras de la globalización, ya podamos hablar de
grandes movimientos de migrantes o bien de las relaciones que se establecen en el seno
2
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familiar de una comunidad de agricultores, todo se encuentra globalizado y todo es fruto
de esa mal llamada unidad global.
ESPACIO Y ESTIGMATIZACIÓN SOCIAL.
Desde hace varias décadas, las Ciencias Sociales han realizado todo un esfuerzo
en el objetivo de aunar lo referido a lo social con lo espacial, hasta el punto de dar un giro
copernicano. Ello ha generado que esta preocupación haya trascendido las fronteras
disciplinarias tradicionales, entendiéndose que ninguna per se tiene posibilidades de dar
cuenta de la multitud de aristas con las que cuenta esta relación entre la experiencia
humana con el espacio que la constituye.
Sin duda alguna, en los tiempos en los que vivimos, perfectamente bautizados por
autores como Zygmunt Bauman como transitorios1, la inestabilidad, el caos o la
incertidumbre forman parte del día a día de la ciudadanía, afectando con especial
vehemencia a aquellos colectivos minoritarios estigmatizados más vulnerables a los
cambios de la economía de mercado en la que desarrollan su día a día. En su obra
“Confianza y temor en la ciudad. Vivir con extranjeros” (Bauman, 2006b), el autor define
con mayor claridad su concepto de paria, argumentando que la actual modernidad ha
generado una gran cantidad de gente superflua2 la cual es hasta “molesta” para las actuales
estructuras de poder, ya que dejan de ser potenciales consumidores para convertirse en
desclasados de las redes de consumo, siendo este fenómeno más evidente en aquellas
minorías étnicas donde a la escasez de formación académica y profesional se le une la
adscripción a alguna área geográfica periférica igualmente estigmatizada en el imaginario
de la ciudadanía.
El nuevo orden global definido por la desregulación, la flexibilidad y la
competitividad (Haro, 2014), genera situaciones de profunda inestabilidad no solo en los
mercados, sino también en la ciudadanía, teniendo igualmente sus reflejos a nivel
espacial. El actual desmantelamiento del Estado de Bienestar ha traído consigo la
1
Para este autor, este adjetivo vendría a significar situaciones definidas por la transitoriedad y lo efímero
que se impone en la actual sociedad global.
2
“Entendiéndose esta expresión en el sentido de inútil, de que las capacidades laborales de esa gente no
pueden ser explotadas provechosamente. (…) Se trata de una gente que no tiene expectativas, a la que
ningún esfuerzo de imaginación lograría hacer reingresar en una sociedad organizada de una manera muy
determinada” (Bauman, 2006b: 65 en Haro Honrubia, 2014)
3
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aparición de una nueva y cruda realidad, la estigmatización de los marginados sociales,
trayendo consigo conflictos de diversa índole desde el punto de vista político. El Estado
ha pasado de ser benefactor a un agente más del círculo de la represión (Haro, 2014),
considerando a las marginalidades como “consumidores deficientes o fallidos” (Bauman,
2007).
Este paso de una sociedad orientada por la ética a otra orientada por el consumo ha
generado una redimensión del concepto de pobreza, así como de las intervenciones a
realizar con ella. El concepto ya no se mide desde un punto de vista moral en el que la
igualdad obra como el imperativo categórico kantiano sino que, ser pobre es ahora el no
poder acceder a los circuitos de mercado para poder llevar una vida “normal”, lo cual
resulta sinónimo de infelicidad y anomalía al no poder estar en los parámetros que marca
la sociedad de consumo de “normalidad” produciendo, en palabras de Bauman :
Una reducción de la autoestima. La consecuencia es resentimiento y malestar,
sentimientos que –al desbordarse- se manifiesta en forma de actos agresivos o
autodestructivos, o ambas cosas a la vez. Como en cualquier comunidad, los pobres
de la sociedad de consumo no tienen acceso a una vida normal; menos aún a una
existencia feliz” (Bauman, 2000: 64)
Esta marcada vulnerabilidad de colectivos marginales, estigmatizados por
categorías tan dispares como la etnicidad, la orientación sexual o condición de clase, va
a generar la creación de fronteras perfectamente delimitadas, segregaciones del espacio
urbano, en un intento de enfocar la Otredad desde posicionamientos de mixofibia3, en un
claro intento de invisibilización de las contradicciones del actual sistema neoliberal. Al
Otro, al “diferente”, se le confinará en espacios perfectamente aislados del entorno
mediante parques o carreteras estratégicamente situadas, en un intento de evitar la
“contaminación” hacia el resto de la ciudadanía. Son los estigmatizados de la ciudad, los
“apestados sociales4” que hay que mantener lo más retirado posible y sin que den
problemas.
3
Entendida ésta como un miedo y/o rechazo hacia la alteralidad, frente a la mixofilia como el deseo de
unirse y mezclarse con las diferencias.
4
Para algunos autores como Appadurai, una de las principales dimensiones que tiene la actual globalización
es el rechazo y el odio que se proyecta sobre los grupos minoritarios, al disponer de “identidades y lealtades
anómales”, la cual cuales generan incertidumbre y hasta cierto miedo por parte de la sociedad hegemónica.
Por esta razón, “entre las minorías, Arjun Appadurai incluye no solamente a los extranjeros, sino también
4
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A cambio, se procederá a una despolitización social hacia ellos, asumiéndose un
modelo de solidaridad donde la caridad sustituye a la Justicia y al Deber, tan empleado
en las formulaciones de autores como Kant. Las políticas sociales se orientarán hacia el
silenciamiento y la invisibilización de estos colectivos, mediante la limosna y la
cosificación de la pobreza y la marginalidad como males “inevitables” de la sociedad,
“no son vistos como ciudadanos con derecho a tener derechos, sino como seres humanos
carentes que deben ser atendidos por la caridad pública o privada” (Dagnino, 2006: 63 en
Laskowski 2015: 25).
Esta forma de violencia dulcificada por parte de la sociedad hegemónica, también
llamada por otros autores como “imperial”, caso de Hardt y Negri (2000), no va a ser sino
una sutil estrategia de conducción del poder en un intento de mantener la paz social y la
estabilización del orden establecido, naturalizando situaciones de marcada asimetría entre
la ciudadanía, esencializando mediante una cuidada puesta en escena, la marginalidad y
la estigmatización como roles voluntariamente aceptados por colectivos vulnerables los
cuales “no desean” seguir las reglas del juego establecidas. Así, el conflicto, la asimetría
o la violencia de género en este tipo de espacios creados y recreados una y otra vez tanto
por sus ocupantes como por el resto de la ciudadanía, se ven como algo inherente a su
condición social y a las dialógicas que se establecen desde la cotidianeidad.
Ser estigmatizado implica, por tanto, no sólo la asunción de una condición con su
correspondiente rol sino, de forma complementaria, siguiendo el paradigma de la
complejidad de Morin5 (1990), va a generar elementos auto-ego-referenciales a su
alrededor los cuales van a alterar notoriamente sus auto-ego-finalidades y con ello, su
auto-ego-centrismo (Solana, 2000), influyendo por tanto, en su reflexividad como sujeto
que actúa desde la intersubjetividad (Pozzoli, 2006). Ello supone, a modo de bucle
recursivo, un progresivo afianzamiento de la estigmatización tanto en el plano social
como en la asunción del sujeto, derivando en procesos de automarginación inducida.
Este proceso va a tener su reflejo en las formas que van a hacer y ocupar la ciudad,
es decir, en los imaginarios urbanos donde inserten su día a día, al entender que las
a los enfermos, los nómadas, los disidentes religiosos y similares grupos sociales minoritarios” (Haro
Honrubia, 2012: 188)
5
Desde el paradigma de la complejidad moriniano se concibe al ser humano desde un punto de vista
múltiple, estando compuesto por varias dimensiones, como expresa E. Morin en 1986 en “El pensamiento
ecologizado”, definiendo al ser humano desde una perspectiva bio-físico-eco-emo-mentalo-noológica
5
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prácticas urbanas parten siempre de percepciones subjetivas, no solo físicas6. Como seres
sociales, “hacen” ciudad por medio de las prácticas y dialógicas que generan con la
alteralidad, al reconocerse como sujetos con capacidad de acción. Su conocimiento
permite evidenciar los efectos colaterales de la lógica económica y política en la creación
de desigualdades socio-espaciales, así como el proceso de generación de segregaciones
espaciales en las trayectorias individuales de los sujetos.
De esta forma, el orden físico y simbólico de la desigualdad urbana se puede
evidenciar en la existencia de entornos hostiles donde la degradación espacial y humana
cobran una vigencia en la cotidianeidad de sus ocupantes. Lugares donde las
infraviviendas, la violencia estructural, la generización de los espacios, o la más que
relativa frecuencia de aparición de fenómenos autodestructivos como la droga o las
muertes por causas violentas cobran sentido en un sufrimiento social justificado por una
sociedad hegemónica, la cual atribuye innatamente a los sujetos que la producen y
reproducen.
Como apunta Bordieu (1999), en su teoría sobre el “efecto del lugar”, existe una
asimetría entre el espacio material y el espacio social en la medida que la jerarquización
social genera un determinado orden social jerarquizado. Ello se traduciría para el caso de
las comunidades estigmatizadas en la existencia de espacios con una fuerza simbólica
capaz de generar negativamente a quienes lo habitan, acrecentando así su problema de
estigmatización:
El barrio estigmatizado degrada simbólicamente a quienes lo habitan, los cuales, a
cambio, hacen lo mismo con él, ya que al estar privados de todas las cartas de triunfo
necesarias para participar en los diferentes juegos sociales, no comparten con él
sino su común excomunión (Bordieu, 1999: 126)
Esta degradación simbólica va a influir, igualmente en los procesos de
memorialización de estos lugares, revistiendo en no pocas ocasiones connotaciones
negativas las cuales van a suponer un serio lastre en el imaginario colectivo, reforzando
6
Entendemos que la ciudad no sólo es un constructo físico con un ordenamiento concreto por medio de
planes urbanísticos y planteamientos técnicos, sino que es, igualmente un constructo subjetivo el cual se
construye a partir de complejos mecanismos culturales construidos entre todos los colectivos presentes en
el espacio urbano).
6
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aún más la marginalidad del espacio y sus ocupantes, son las denominadas por Biassaty
y Compañy memorias sujetadas, las cuales
No solamente utilizan trazas materiales donde aferrarse sino, además, memorias
elaboradas por sujetos que las acarrean y las comparten, les dan forma y las
disputan, les agregan matices, música, colores y palabras, les prestan contexto
social e histórico, las recrean a través de distintas prácticas colectivas, etc. Por otra
parte, memorias que se aferran a lo material, pero ello no siempre en el marco de lo
idílico o donde si siquiera responde a una intencionalidad (Biassaty & Compañy,
2015: 24).
Que el sujeto hace ciudad no cabe ninguna duda. Y es desde su corporeidad y
emotividad desde donde se pueden llegar a comprender la construcción de las lógicas
sociales que operan en el entorno7. De la intersección del cuerpo y las emociones con
otros elementos como la ciudad o la espacialidad se puede extraer información acerca de
los procesos de resistencia y conflicto que se generan en el sujeto, así como permite dar
una lectura botton-up acerca de los procesos de gestación y potenciación de la
marginalidad, siendo especialmente interesante para la cuestión de género.
Resulta indisociable la percepción del espacio del cuerpo o la materialidad del
espacio como un elemento puramente corporal, y no puede separarse el aspecto corporal
del espacial, ya que, como apunta Alicia Lindon “el regreso al sujeto (actor) es un avance,
pero al resultar mutilado analíticamente del espacio y la experiencia espacial, el avance
resulta insuficiente” (Lindon, 2009:8), de ahí que el concepto embodied apunte a destacar
las corporalizaciones de las relaciones sociales y el carácter político del sujeto en relación
a un espacio y un territorio, al participar activamente en la reproducción social que allí
tiene lugar. La acción del sujeto en la ciudad permite hacer y modelas los lugares allí
insertos, al tiempo que es impregnado por la especial idiosincrasia de los lugares
habitados.
Por esta razón, el estudio de la ciudad, y más especialmente de los procesos de
exclusión y segregación espacial, puede ser realizado a partir del análisis de las prácticas
7
El cuerpo no es un objeto de estudio en sí mismo, pero a partir de su interrelación con otras dimensiones
cobra un valor analítico de primer orden, de ahí propuestas tan interesantes como las de Mari Luz Esteban
(2004, 2009, 2011), Alicia Lindón (2007, 2009), o Mary Spink (2006), entre otras, donde se pone de relieve
la importancia de las corporalidades y de su capacidad de acción para el conocimiento social.
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del actor territorializado en sus diferentes puestas en escena, mediante la unión de la
corporeidad y la motricidad inherente en el sujeto, con su posicionamiento en unas
coordenadas espacio temporales que dotan de sentido a la acción.
Así, analizar la problemática de la estigmatización sólo es posible si somos capaces
de interponer en las prácticas sociales que le rodean categorizaciones relacionadas con la
afectividad y la emotividad, pues toda práctica dispone de significados, los cuales
“expresan la intencionalidad, las metas, las formas de resolver los problemas cotidianos,
las fórmulas y recetas de sentido común con las cuales los sujetos se proyectan en cada
instante sobre el instante próximo” (Lindon, 2009: 12), mientras que los afectos y
emociones remiten directamente a las construcciones subjetivas construidas socialmente
y evidenciadas a partir de los imaginarios sociales y por ende los urbanos, permitiendo
poner en cuestión aspectos como las tensiones y resistencias que se dan en el sujeto tanto
a nivel personal como con respecto a la grupalidad.
De esta forma, siguiendo la metáfora del holograma social de Morin (1990), el
sujeto estigmatizado el cual habita y da valor a un espacio concreto, cobra un
protagonismo especial a la hora de abordar las disimetrías espaciales que se generan en
cualquier espacio urbano, ya que este no es sino una forma de organización en la que las
partes que constituyen una realidad concreta contiene una información única acerca de la
totalidad de la misma. Ello permite que las relaciones de género, con sus asimetrías y
conflictos, así como resistencias cobren un especial protagonismo en el análisis de la
espacialidad, al formar parte misma de ésta.
LA BARRIADA DIEGO SAYAGO
La barriada Diego Sayago, o más comúnmente conocida en el mundo de Andalucía
Occidental, como la “barriada Del Torrejón” fue construida en 1977 por medio del
Instituto Nacional de la Vivienda como fruto de las intervenciones del Plan Municipal de
Erradicación del Chabolismo, englobando en una misma área poblaciones procedentes de
Marismas del Odiel, Pinar de Balbueno y Chorrito, muchas de las cuales serán familias
gitanas (45%) las cuales se concentrarán en bloques de pisos contiguos, mezclándose
clanes rivales y generando con ello tensiones territoriales entre diferentes grupos.
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En sus primeros tiempos la barriada va a vivir en la periferia de la capital onubense,
siendo foco de marginalidad y exclusión. Con una población con bajos niveles de
alfabetización y cualificación profesional, dedicada a la venta de chatarra, la venta y
consumo de droga se convertirá en una de sus insignias más estigmatizables. Ser del
Torrejón era sinónimo de traficante o consumidor, y si a ello se le sumaba la categoría
género y etnicidad la situación se agravaba, limitando el acceso formativo y laboral a
buena parte de la población gitana allí presente, condenándola a la reproducción de unas
condiciones de vida infrahumanas
Figura 1. Localización de la barriada en el contexto onubense y fotografías de las arterias
principales.
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Nivel económico de las familias.
Según todos los parámetros barajados al analizar la situación socioeconómica, el nivel
económico de éstos puede catalogarse entre bajo y muy bajo, siendo frecuente, en el
entorno inmediato, la práctica de la “solidaridad familiar” como vehículo equilibrador
de carencias en el mantenimiento de necesidades básicas. Esta opción se hace tanto más
necesaria en cuanto son muy habituales las familias desestructuradas, en las que la
población infantil es atendida -incluso de forma permanente- por otros familiares como
abuelos, tíos, etc. El nivel de renta es muy bajo.
Características de las viviendas:
Gran parte de la población de la Barriada del Torrejón, tiene que convivir en una
situación de marcada vulnerabilidad, detectándose, con relativa frecuencia puntos de
tráfico y consumo de drogas, amén de otros problemas relacionados con la pobreza,
incidencia del paro de larga duración, infravivienda, infancia en situación de riesgo,
familias desestructuradas y fracaso escolar. La mayor parte de la barriada, casi en su
totalidad, está compuesta por bloques de viviendas sociales bien diseñadas y edificadas
aunque con un grado altísimo de deterioro tanto en sus componentes exteriores como
interiores que la hacen poco habitables según parámetros normales de higiene y
conservación.
En los últimos años la Junta de Andalucía ha intervenido de modo global en este
entorno para mejorar las condiciones de los edificios, dando como resultado unas
viviendas muy dignas y de aspecto funcional y agradable. Se ha actuado en las fachadas
exteriores con la mejora de los cerramientos, adecuación de portales, patios y escaleras;
instalación de ascensores y mejora generalizada en las cubiertas de los bloques. En la
actualidad este programa de mejoras está paralizado, quedando pendiente la intervención
en la mayoría de los bloques que componen el barrio.
En lo que respecta a las viviendas en sí, se puede hablar de una zonificación en cuanto
a la situación de éstas. Por un lado, tenemos los bloques más nuevos situados justamente
en las áreas periféricas de la barriada, perfectamente cuidados y con unos estándares
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constructivos de calidad. Suelen ser pisos de tres dormitorios, y aspecto agradable. Los
espacios comunes de estos pisos presentan un aspecto muy cuidado, con zonas interiores
bien organizadas.
En la zona Este se concentra el grueso de la barriada que representa el núcleo más
degradado, donde como ya hemos dicho, se inició un proceso de rehabilitación que ha
dado sus frutos y ha conseguido dignificar la zona, no obstante, quedan un sinfín de
edificios en los que aún no se ha intervenido donde la degradación y las pésimas
condiciones de habitabilidad se hacen muy patentes. Las características de estas viviendas
obedecen a los patrones constructivos de los años setenta tanto en calidades como en
tamaño. Resultan frecuentes en la zona la existencia de actos vandálicos contra el
mobiliario urbano o los espacios comunes, dificultando la rehabilitación integral de la
zona.
Equipamiento urbanístico, Servicios Sociales, sanitarios y culturales.
Los poderes públicos, conscientes de las necesidades de esta Barriada, hacen especial
hincapié en el trabajo de los Servicios Sociales para atender a los colectivos más
desfavorecidos. Estas actuaciones se centran en dos aspectos: por un lado la atención
directa a la persona cuando es demandada por parte de una familia, vecinos, etc.; y por
otro, la atención directa al medio social, es decir, grupos en los que la persona se integra,
instituciones relacionadas, la comunidad, etc.
En los estudios realizados por el Distrito V, que es el órgano encargado de la
regeneración de la barriada así como otras cercanas con problemáticas similares aunque
no tan desarrolladas, se recogía entre otras problemáticas, la falta de infraestructuras y
dotaciones para este sector de la ciudad. Es incuestionable que la mejora cuantitativa y
cualitativa de estos servicios redundaría en una mayor calidad de vida de estos
ciudadanos, no obstante, nos encontramos con la problemática, asociada a la deprivación
sociocultural, de familias que no conocen, y por tanto no se integran, en la dinámica que
estos servicios les pueden aportar. En este sentido, y a nivel de la juventud que representa
nuestro alumnado, se puede hablar de un casi nulo nivel de asociacionismo, ya sea
deportivo o de otra índole, paupérrima participación en convocatorias culturales, y
desinterés por la vida ciudadana. En resumen, no sólo se trata de la calidad o cantidad de
los servicios, sino del uso que los ciudadanos hacen de ellos.
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En la actualidad, el aspecto general y las dotaciones han mejorado considerablemente.
Teniendo en cuenta las carencias antes reseñadas y la participación de iniciativas públicas
y algunas privadas, el entorno más amplio del barrio cuenta con buenos servicios sociales,
bien dotados y funcionalmente bien integrados en la estructura del entorno, destaca por
su dotación e implantación en la zona, el Centro Comunitario Social “El Torrejón” que
es donde se concentran los servicios sociales que dan cobertura a esta barriada y donde
se ponen en marcha otros programas de mejora de la vida ciudadana. Igualmente, cuenta
el Torrejón con un centro de salud, dependiente del SAS, un hospital público –“Juan
Ramón Jiménez” incorporado a la red de servicios sanitarios del SAS, dos institutos de
Enseñanza Secundaria públicos (uno en el próximo barrio de Santas Marta) dos centros
concertados que también disponen de enseñanza secundaria (Seminario y Salesianos) dos
colegios de Primaria de carácter público y un tercero en zona muy próxima. También en
un entorno muy cercano cabe destacar una residencia para la tercera edad, un parque de
dimensiones considerables donde se suelen realizar actividades escolares y, por último,
un espacio deportivo con instalaciones cubiertas y pistas varias.
Expectativas de los padres y madres sobre la institución escolar.
En muchos casos, sobre todo para las clases más desfavorecidas, el Centro escolar no
es más que un espacio donde sus hijos pasan la mañana, sin otro objetivo de que no estén
en la calle; es decir, el instituto se convierte en una “guardería”. Muchos de estos alumnos
no se implican en absoluto en el proceso enseñanza-aprendizaje, no muestran ningún
interés y sus familias tampoco. En estos casos, las expectativas de continuidad en los
estudios son reducidas y se observa un interés bastante generalizado por la rápida
incorporación de los alumnos y alumnas al mundo laboral, aunque, dada la situación
económica actual, las perspectivas son bastante negativas y gran parte del alumnado al
cumplir los dieciocho años se encuentran, al igual que el resto de la familia, en una
situación de desempleo y abocados a una convivencia forzada con los sectores más
desfavorecidos del entorno. Otro dato a destacar es el alto índice de absentismo que
padecemos, situación que se trata de solventar en la correspondiente comisión de
absentismo y talleres de absentismo y el seguimiento de un protocolo estipulado para
concretar las acciones pertinente.
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Problemática social.
La Barriada del Torrejón, tal y como hemos descrito anteriormente constituye una de
las zonas más marginales de la capital onubense.
Las sucesivas crisis económicas ocurridas han golpeado especialmente este barrio y
los índices de desempleo se dispararon de manera sistemática. Igualmente, cabe reseñar
el bajísimo índice económico de las familias que lo habitan con predominancia
muy
acusada de indicadores de analfabetismo funcional en su población y agentes asociados a
la deprivación sociocultural y económica En este sentido, destacan como problemas
principales:
o Carencias de dotaciones e infraestructuras.
o Elevado nivel de desempleo.
o Economía sumergida.
o Drogadicción y Toxicomanías
o Escasa formación y cualificación de la población
o Bajo nivel de formación y de iniciativa empresarial.
o Exclusión social.
o Fracaso escolar.
o Desconexión formal con otras zonas de la ciudad.
o Insuficiencia en la oferta de ocio y tiempo libre.
o Escasa presencia de agentes de seguridad.
o Escaso nivel de integración de las minorías.
Las instituciones públicas actúan para ir mejorando sustancialmente estos problemas,
pero han surgido numerosas dificultades que van desde la falta de coordinación de
departamentos, ritmo lento de los procesos, falta de interés por las clases necesitadas para
recibir ayuda financiera, falta de conocimiento de los ciudadanos en relación a
oportunidades, hasta que el plazo, cuatro años, no es suficiente para aplicar las medidas
necesarias para paliar toda la problemática.
EPÍLOGO.
La existencia de una elevada vulnerabilidad en la comunidad por parte de sus sujetos hace
que, hoy por hoy, el espacio de la barriada pueda ser considerado como un espacio
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estigmatizado tanto por la ciudadanía onubense, como por parte de sus ocupantes. Ello se
explica por los procesos de memorialización que se dan en áreas con una especial
significatividad negativa por parte de sus ocupantes. Hablar del Torrejón es asociarlo a
estigmas que lastran la incorporación plena y en condiciones de igualdad a los sujetos que
dan vida y vivencian cotidianamente una violencia estructural y simbólica que lastra sus
expectativas de futuro.
En este caso, la memorialización del lugar, tal y como la definen Biassaty y Company
(2015) juega un rol negativo en la eliminación de barreras, tanto visibles como invisibles,
en los sujetos que producen y reproducen por medio de sus corporeidades, toda la
violencia de un sistema que se fundamenta en la asimetría y las relaciones de poder.
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