Brechas comunicativas Jordi Busquet Duran

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Brechas comunicativas
Distancias culturales generacionales en la escuela y en el hogar
Jordi Busquet Duran
Alfons Medina Cambrón
Sonia Ballano Macias
Xavi R. Sastre
Miquel Calsina Buscà
Universitat Ramon Llull
(Barcelona, España)
Introducción
Las últimas décadas atestiguan una auténtica revolución histórica. Asistimos a
una transformación digital que comporta cambios e innovaciones importantes
en muchos ámbitos de la vida social. El surgimiento y desarrollo del ordenador
personal, la extensión de internet, la telefonía móvil y las nuevas aplicaciones
que todavía hoy van surgiendo en lo que se conoce como el mundo de las TIC
(Tecnologías de la Información y la Comunicación) comportan metamorfosis de
gran alcance por todos conocidas y detectables.1
Nos hallamos en una etapa de profundas transformaciones que inciden
especialmente en el ámbito educativo y en el mundo cultural. Como sostiene
Antonio Ariño, estamos inmersos en pleno cambio de paradigma cultural que
puede comportar, incluso, una nueva cosmovisión. Mientras en la sociedad
moderna la cultura viene a ser sinónimo de “cultura letrada” o “alta cultura”, en
la “sociedad postmoderna”, donde el nivel de alfabetización es mucho mayor,
se ha consolidado un nuevo paradigma comunicativo audiovisual-digital: “La
hegemonía de este modo de comunicación modifica no solo los procesos de
producción y de participación simbólica, sino también los patrones dominantes
de legitimidad, y por ende socava el nexo histórico precedente entre cultura y
cultura letrada, y entre ésta y la alta cultura” (Ariño, 2010, 12).
El escritor milanés Alessandro Baricco (2008) sostiene que nos enfrentamos a
entornos mediáticos mutantes que constituyen un estímulo y un desafío
permanente para los jóvenes y adolescentes (que desarrollan nuevas
habilidades y competencias), pero que generan ciertos temores y crean
resistencias entre amplios sectores del mundo adulto, temeroso y más
conservador. Como ponen de manifiesto algunos indicadores, Internet y el
nuevo mundo digital puede provocar importantes transformaciones en las
relaciones familiares y en el mundo doméstico. Solo en España más del 80%
de los jóvenes adolescentes llevan smartphone. Ahora mismo existen unos 600
millones de personas en el mundo conectadas en este preciso momento y todo
1
A partir de ahora usaremos el acrónimo TRIC (Tecnologías de la Relación, la Información y la
Comunicación) en sustitución de TIC, porque nos parece imprescindible centrar la atención en
la dimensión relacional (Gabelas, Marta y Aranda, 2012).
1
apunta a que se trata de una tendencia que se consolida e intensifica. El
acceso a Internet constituye un paso imprescindible para integrarse en el
nuevo orden informacional: "La información constituye un bien primario para
participar en la sociedad de la información" (Van Dijk, 2005).
Las transformaciones tecnológicas han favorecidos cambios extraordinarios en
el ámbito doméstico; cambios que se han acelerado en las últimas décadas. En
el mundo urbano, las viviendas fueron concebidas —especialmente después
de la revolución industrial— como el espacio destinado principalmente al
descanso, la alimentación, el ocio y el cuidado de los hijos. Ahora se han
convertido en espacios abiertos y polivalentes. Lo que algunos llaman centros
de inercia o extitución como configuración espacial y formación social de los
hogares, "el espacio como producto, la tecnología como pliegue" (Doménech,
López y Tirado, 2004), donde también se trabaja, se establecen relaciones
interpersonales ajenas al núcleo familiar, persiste una búsqueda de información
sin recurrir a las instituciones tradicionalmente destinadas a esa función
(bibliotecas, supermercados, bancos, ayuntamientos, centros cívicos, agencias
de viajes, salas de cine o teatro, etc.), se multiplican las opciones de
entretenimiento y de aprendizaje desde casa, etc. Mientras que en otras
épocas parecía más “deseable” hacer vida social y frecuentar establecimientos
públicos, la tendencia actual apunta hacia un cierto repliegue en torno al
mundo privado con el objetivo de desarrollar un estilo de vida más "hogareño"
(Solano Fernández y Hernández Prados, 2006). Al mismo tiempo, el hogar se
halla conectado, mediante múltiples ventanas, con el mundo exterior. Así, la
separación clásica entre mundo público y mundo privado pierde su sentido; a la
vez que también lo pierde la tradicional distinción entre entorno físico y entorno
virtual.
Según una encuesta de Pearson Student Mobile Survey (2014) para la
UNESCO, basada en población adolescentes estadounidense, los estudiantes
de secundaria consideran que las tabletas cambiarán la manera de aprender
en el futuro y 3 de cada 4 encuestados aseguran saber mucho más que sus
profesores.2
Des de nuestra perspectiva, el hogar constituye un enclave estratégico
fundamental de dichas prácticas que presuponen nuevas formas de relación y,
por ende, nuevos retos de aprendizaje. Como sostiene Ariño, para analizar la
transformación de los hogares españoles es imprescindible conocer la
evolución de los equipamientos tecnológicos; que ha sido espectacular en los
últimos años: “La incorporación de las distintas oleadas de artefactos
generados por la revolución audiovisual los ha ido transformando en
‘ciberhogares’ o lo que podría denominarse también ‘domus conexa’, puesto
que este supuesto refugio de privacidad se halla ahora inserto en nodos de
interacción simbólica de alcance planetario” (Ariño, 2010: 18).
2
Los propios jóvenes y adolescentes intuyen que estos cambios constituyen un reto
fundamental para el mundo educativo. Y es que mientras la educación formal obligatoria sigue
estando dominada por una comprensión tradicional del concepto de alfabetización —entendida
como la mera reproducción de modelos de aprendizaje memorístico y repetitivo—, las nuevas
formas de alfabetización digital, entendidas como aquellas que potencian habilidades y
competencias más apropiadas para vivir plenamente en la era de la información, se ejercitan
generalmente mediantes prácticas culturales digitales que los jóvenes llevan a cabo en sus
contextos de ocio y, por consiguiente, en entornos de naturaleza informal (Ballano, 2012).
2
Entendemos que el reto para las nuevas generaciones no se trata solamente
de una digitalización informática sino de contenidos abiertos (openlearning). No
se trata de la instalación de nuevas infraestructuras, ni de conseguir un acceso
más fácil y manejable, sino del aprendizaje relacional y la gestión de la
identidad digital; es decir, de la apropiación y la participación como finalidades
del proceso. Así pues, la diferencia entre visiones adultas y juveniles sitúa el
conflicto no sólo en la “brecha digital generacional” (la “Digital Divide” de
Tapscott, 1998) sino también en la “brecha cognitiva” (Lago Martínez, Marotias
y Amado, 2013) o, más allá, en la “brecha paradigmática” (Pimienta, 2008).
La mejora de las conexiones, la oferta de las tabletas y la revolución de la
telefonía móvil han hecho posible una reducción de la llamada “primera brecha
digital”, relacionada fundamentalmente con el acceso al mundo de la Sociedad
de la Información. No obstante, persisten importantes diferencias en el uso de
las TRIC que hacen que la “segunda brecha digital” —la relacionada con una
apropiación y uso de calidad— se mantenga; y que, incluso, se acreciente. El
avance tecnológico no solo instiga una mejora de aparatos, velocidad e
inmediatez, provoca a la vez un continuo cambio cognitivo a la hora de
relacionarse con el mundo. Así, el que esté fuera no solo envejece a nivel
biológico, también lo hace desde una perspectiva moral. Los teléfonos
inteligentes no son unos dispositivos más, sino que permiten incluso
transformar el comportamiento de los usuarios. Así, la expansión de la telefonía
móvil con las tabletas y los smartphones y las múltiples posibilidades de
conexión mediante tecnología wifi comportan nuevos hábitos y nuevas
prácticas protagonizadas especialmente —aunque no exclusivamente— por
parte de jóvenes y adolescentes; y ello nos sitúa frente a uno de los retos más
importante que presentan las nuevas tecnologías: su portabilidad. Mientras que
antes los ordenadores ocupaban un lugar fijo (generalmente en el salón del
hogar) y podían ser objeto de un acompañamiento más o menos eficaz por
parte de los adultos, los aparatos móviles permiten una omnipresencia y un uso
(des)localizado; es más, representan para los más jóvenes una puerta abierta
—permanentemente— a la comunicación.
La tecnología en casa
Según el Instituto Nacional de Estadística, en el año 2013, en España el
ordenador portátil ganaba la partida al de sobremesa: más de la mitad de los
hogares españoles contaban con un aparato de teclado físico, netbooks
incluídos, (54,3%) y un aparato sin teclado o tableta (16,3%). Si observamos la
tendencia con el teléfono móvil, la implementación de dicha tecnología es de
96,1%. Todos los estudios cuantitativos realizados inciden en su elevada
penetración en los hogares españoles; y es que los smartphones, junto a las
minitabletas, se han convertido en la plataforma tecnológica de referencia para
menores y adolescentes. Este es un hecho trascendental; ya que estos
dispositivos son independientes de la configuración de las redes
convencionales del hogar. En este punto, según la mayoría de informes
oficiales, España se sitúa incluso a la cabeza del continente Europeo en la
posesión de teléfonos móviles, y en el mundo globalizado los datos indican que
parece haberse llegado a un tope, con una tasa del 96% de penetración, con
un total de 100 millones de líneas en todo el planeta (Comscore, 2012;
Fundación Telefónica, 2014). En otras palabras, ha aparecido un tercer sector
3
de usuarios, de carácter minoritario, que sólo se conectan mediante otros
dispositivos fuera del alcance del PC. Internet ya está en nuestros bolsillos.
Los datos no dejan de confirmar que el equipamiento tecnológico de las
familias con hijos ha crecido de manera impactante, superando el 90% para
telefonía móvil y ordenador personal, y el 80% para internet y videoconsolas.
De hecho, la presencia de menores en el hogar es sinónimo de incremento en
digitalización doméstica; efecto que precipita el impulso de introducción y
enriquecimiento de las TRIC en la vivienda. La edad de los menores también
es importante, pues se da la paradoja de que los hogares con menores a partir
de 10 años están mejor equipados que aquellos en los que predominan niños
de menor edad. En otras palabras: el nivel de equipamiento tecnológico
aumenta conforme se incrementa la edad de los menores presentes en el
hogar. Por otra parte, el género de los más jóvenes no parece afectar
significativamente en el nivel de equipamiento tecnológico; si bien la variable
socioeconómica sí parece tener un considerable efecto. En términos generales,
cuanto mayor es el nivel de renta disponible y el nivel de estudios de los
progenitores, mayor es el nivel de equipamiento tecnológico familiar.
Pero, ¿cuál es el contexto y el uso real de estas tecnologías por parte de los
menores? Cuando se les pregunta dónde usan dichas tecnologías, el hogar
sigue siendo el principal escenario; y no sólo para los dispositivos fijos sino
también —y sobre todo— para los dispositivos móviles. Más allá del umbral de
la puerta de casa, el análisis diacrónico de estos últimos informes en la materia
apunta un crecimiento básico del consumo tecnológico en los espacios propios
e íntimos de la vivienda: el cuarto de estudios o el dormitorio del niño o
adolescente. En torno a un 75% de los interrogados reconoce esta práctica. El
empleo es especialmente intenso en el caso de los móviles básicamente para
usos relacionales. Algunos trabajos recogen que 1 de cada 4 menores afirma
no apagar jamás el móvil, la mitad no lo apaga en clase, dos tercios lo
mantienen encendido por la noche y otros tantos afirman haber recibido
llamadas o mensajes en horario nocturno. En este punto se constata un
incremento de las personas, especialmente jóvenes, permanentemente
conectadas (Fundación Telefónica, 2012).
Los datos cuantitativos también confirman que el aprendizaje que los menores
llevan a cabo de las nuevas tecnologías se produce de manera autónoma o, en
su caso, por intercambio de conocimientos con otros amigos y compañeros. De
hecho, casi el 80% de los menores reconoce no haber sido tutorizado por
ningún adulto sobre estas cuestiones y mucho menos por sus docentes. La
mayoría de estos estudios apuntan a que los menores utilizan las nuevas
tecnologías de forma creciente para relacionarse con los demás, sobre todo a
partir de los 10 años. En este punto, si bien los menores de 14 años no pueden
registrarse legalmente en las redes sociales sin el permiso parental, datos de
INTECO de 2009 indicaban que 3 de cada 4 menores estaba registrado en
alguna red social antes de dicha edad.
De todas las tecnologías, el teléfono móvil es sin duda la preferida para el uso
relacional. En los segmentos de menor edad, los padres —mayormente la
madre— son los principales interlocutores (70%); pero conforme los menores
crecen, los adultos quedan sustituidos por los amigos. Más tarde, serán las
parejas sentimentales las que acumularán la mayoría de las comunicaciones
mediadas tecnológicamente. Respecto a las estrategias de control y a los
riesgos asociados con las TRIC, los expertos coinciden en señalar que los
4
menores realizan un uso bastante libre y autónomo de las tecnologías.
Concretamente, un tercio de los menores afirma que sus padres nunca
supervisan o controlan su acceso y navegación por internet (Bringué Sala y
Sábada Chalezquer, 2009). Los controles exhaustivos por parte de los adultos
parecen excepcionales. En ocasiones, estos llevan a cabo una revisión del
historial de las páginas visitadas y, en casi nula frecuencia, un
acompañamiento de los menores en la navegación y asesoramiento de las
webs que pueden visitar. A su vez, todo apunta a que los escasos controles
que se producen están más relacionados con horarios y tiempos de uso que
con loa contenidos intrínsecos que usan los adolescentes. Tanto los controles
cualitativos como los cuantitativos se intensifican conforme sube la renta y el
nivel de educación de los progenitores y curiosamente disminuye con el
número equipamiento y uso de TRIC doméstico. De hecho, una de las causas
de que en España el control parental sea tan bajo se explica por el alto nivel de
equipamiento tecnológico en las habitaciones; que las convierten a veces en
“auténticos búnkeres” (Garmendia y otros, 2011).3
Objetivos y metodología
Como se desprende de la revisión de literatura llevada a cabo en apartados
anteriores, la familia se ve transformada de múltiples maneras a partir del
encuentro con los entornos tecnológicos (Winocur, 2009). En este punto, el
proyecto DIGECON —"La brecha digital generacional. Conflictos potenciales
entre adultos y adolescentes en el hogar"— tiene por objeto principal analizar
los conflictos que existen entre diferentes generaciones relacionados con el
uso de las Tecnologías de la Relación, la Información y la Comunicación
(TRIC) en el ámbito doméstico. Al mismo tiempo pretende analizar la distancia
cultural que existe entre padres e hijos en la percepción y el uso de las
tecnologías en el hogar.4 En definitiva, el proyecto gira en torno a la llamada
“brecha digital generacional” en España y se ocupa, muy especialmente, de la
distancia cultural existente entre los denominados nativos e inmigrantes
digitales.
Mientras que, años atrás, el proyecto AUSTICA focalizaba el interés en los
conflictos que se producen en la escuela entre jóvenes (alumnos) y adultos
(profesores); en este nuevo proyecto, que hemos convenido en llamar
DIGECON (de Digital, Generaciones y Conflictos), se pretende estudiar más a
3
La metáfora baumaniana de la liquidez intenta también dar cuenta de la fragilidad de los
vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter volátil y
transitorio de sus relaciones (Ibarra López y Pérez Naranjo, 2013). En este sentido, sin
embargo, la mayoría de los menores manifiesta ser consciente de los riesgos asociados con el
uso de las TRIC, si bien pocos afirman haber llevado a cabo alguna práctica de riesgo.
Asimismo reconocen que estas nuevas tecnologías pueden generar algún tipo de adicción,
pero rara vez se consideran a sí mismos “tecnoadictos” (Pearson Student Mobile Survey,
2014).
4. El grupo CONINCOM, de carácter interdisciplinar e interuniversitario, ha desarrollado el
proyecto DIGECON, financiado por el Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica y de
Innovación 2013-2016, orientado a los retos de la sociedad. El equipo del proyecto DIGECON,
dirigido por el doctor Jordi Busquet (Universitat Ramon Llull – Facultad de Comunicación
Blanquerna) está formado por Antonio Ariño (UV), Silvia Morón (URL), Alfons Medina (URL),
Rosa-Àuria Munté (URL), Manuel Garrido (US), Sonia Ballano (URL) y Xavi R. Sastre (URL).
5
fondo el conflicto (digital) entre padres/madres e hijos/hijas que tiene lugar en
el hogar.
Este primer objetivo general se concreta en los siguientes objetivos específicos:
1. Comparar cuáles son las diferencias más destacables en el uso de las TRIC en
el hogar, tanto por parte de adolescentes y preadolescentes como de sus
padres y madres. Para ello, será necesario profundizar en el análisis de las
diferencias, los valores y las actitudes de ambos grupos.
2. Describir los equipamientos, los usos temporales y la distribución espacial de
los diferentes dispositivos —tanto fijos como móviles— en los hogares
españoles. Estudiar como la llamada “portatibilidad” puede incidir en nuevos
usos y puede modificar la interacción social.
3. Analizar la apropiación y uso de las nuevas tecnologías por parte de los
jóvenes a la hora de crear redes y espacios de relación y comunicación social.
4. Estimar los niveles de competencia digital acreditada tanto por los jóvenes
como por sus familiares adultos.
5. Conocer, igualmente, el tipo de interacciones que existen entre progenitores e
hijos relacionado con el aprendizaje y uso de las TRIC en el hogar. Focalizar el
análisis en los conflictos generacionales que se expresan a través de las TRIC.
6. Analizar la percepción que tienen los adultos y los adolescentes en torno a
determinados riesgos potenciales implícitos en la apropiación y uso de estas
herramientas; sobre todo cuando no se produce un seguimiento y
acompañamiento adulto.
Para la realización de dicha tarea investigadora, en el proyecto DIGECON se
propone la combinación de diversas herramientas de investigación cualitativa
que incluyen el desarrollo de grupos de discusión realizados en diferentes
centros escolares y entrevistas en profundidad.
Grupos de discusión con padres: focaliza la atención en los conflictos reales
y los conflictos potenciales que se producen entre adultos y adolescentes en el
hogar.
Grupos de discusión con profesores: focaliza la atención en los conflictos
reales y los conflictos potenciales que se producen entre adultos y
adolescentes en el aula.
Grupos de discusión con los alumnos: focaliza la atención en el tipo de uso
y las relaciones que se producen entre adultos y adolescentes en el aula y en
el hogar.
Observación participante en los centros y entrevistas en profundidad a alumnos
y padres.
Comparativa con los análisis realizados hace unos años: Se realizaron dos
grupos de discusión con padres, profesores y alumnos sobre estos temas.
6
El presente estudio se realizará en distintos centros educativos tendrá en
cuenta diversas dimensiones y variables de análisis, a saber: nivel económico,
nivel cultural y grado de conectividad geográfico.
Paralelamente se realizara un análisis crítico de las guías que orientan a alas
familias sobre el uso adecuado de la tecnología móvil.
Elementos de analísis del documento: Las tecnologías móviles en los centros
educativos, documento aprobado por el Pleno del Consell Escolar de Catalunya el 4
de marzo de 2015.
-
-
Es necesario aprovechar el potencial educativo de los móviles y fortalecer la
convivencia en los centros.5
El mundo digital configura un entorno “natural” para los adolescentes y un
entorno nuevo que comporta un importante reto de adaptación para muchos
adultos.
La telefonia móvil contribuye a modificar las reglas, roles y relaciones con el
entorno.
Son una parte central de las TIC (la mayoría se conecta a Internet con el
móvil).
Se eliminan las fronteras entre educación formal y no formal.
Corresponde a los educadores poner la tecnología digital y los dispositivos al
servicio de los aprendizajes.
En la educación obligatoria se deben desarrollar las competencias necesarias
para el uso de las tecnologías.
La consecución de la competencia digital del alumnado tiene relación con la
competencia digital del profesorado.
Disponer de móvil por parte de los adolescentes comporta un voto de confianza
por parte de los adultos, por lo tanto, es importante hacerse responsable.
Integrarlos con normalidad es el gran reto.
Los móviles amplían las posibilidades de personalización del aprendizaje y de
atención a las necesidades educativas especiales.
Los centros tienen que tener una visión flegible, adaptable y proactiva en
relación a la tecnología móvil.
Para los alumnos los móviles son herramientas de relación imprescindibles e
irrenunciables.
La prohibición total de los móviles se contradice con los objetivos curriculares
vinculados a la competencia digital y los aprendizajes en general.
El profesorado y las familias tienen que ejemplificar el uso responsable y
provechoso de las tecnologías móviles.
Los centros educativos tienen que velar por la equidad y por conseguir el
máximo beneficio educativo de las tecnologías móviles.
Resultados y discusión
La revolución tecnológica de las últimas dos décadas ha comportado un
cambio radical y la creación de nuevos escenarios de relación, comunicación,
5
Es necesario establecer unas reglas básicas de uso de la tecnología móvil en los centros que
permite desarrollar o limitar sus usos en el tiempo y en los espacios.*
7
aprendizaje, convivencia, creación, difusión y participación cultural. Lo que
entendíamos por educar y comunicar hace decenios ya tiene un nuevo
significado. Así las cosas, nos interesa saber concretamente en qué medida las
segundas y terceras pantallas, las más personales, las que se mueven con
nosotros, han jugado un papel destacado en tiempos recientes. Los resultados
del estudio AUSTICA ya planteaban el móvil como un instrumento de uso
cotidiano para los jóvenes, generalmente (mal) entendido por los progenitores
como un elemento de control social, puesto que fantaseaban un mayor control
y localización en todo momento (Busquet, Medina, Ballano, 2013). Sin
embargo, para jóvenes y adolescentes los dispositivos móviles tienen un valor
y un significado ciertamente muy distinto: el móvil o la “tableta” ha dejado de
ser un simple aparato telefónico para convertirse en una plataforma
multicomunicativa, con unos retos y unas oportunidades incorporadas. En
ocasiones lo tradicional puede ser poco necesario y a menudo lo nuevo puede
ser insuficiente.
Por primera vez en la historia, nos encontramos ante un fenómeno inaudito:
parece como si los jóvenes supieran y conocieran más conceptos, más ideas,
más imágenes, más textos y más realidades que sus mayores. Este fenómeno
pone de manifiesto la emergencia de procesos de “socialización inversa”
(Querol Vicente, 2011). Pese a todo, existe el peligro de mitificarlo. Como han
puesto de manifiesto múltiples investigaciones -entre ellas, las llevadas a cabo
por el grupo CONINCOM (Busquet, et. alt., 2012)- es cierto que los niños y
jóvenes presentan algunas habilidades y competencias que adquieren de
manera autónoma o bien colaborativa y que se ponen de manifiesto, en
ocasiones, a través de un cierto conocimiento intuitivo. Para ellos, que no
distinguen entre entornos físicos y entornos virtuales porque viven
permanentemente en una realidad digital, las nuevas tecnologías son algo
“natural”. No obstante, esto no significa que nazcan enseñados.
Por ese motivo creemos que es imprescindible conocer cómo se utilizan estas
tecnologías para crear nuevas redes de relación, aprendizaje y comunicación
social; especialmente por y entre adolescentes. En este punto, consideramos
que en el entorno familiar no se puede desaprovechar la oportunidad que
brinda la convivencia intergeneracional para establecer nuevas e innovadoras
pautas de relación, de comunicación y de aprendizaje entre generaciones
distintas. Internet da de lleno en las rutinas del mundo relacional familiar; y
padres e hijos responden de manera dispar a una misma situación del hogar:
los unos lo significan en posturas de aceptación o rechazo, mientras que los
otros le dan un lugar de suma importancia, tanto que les cuesta imaginar su
vida sin tecnología (Barrera Valencia y Duque Gómez, 2014).
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