La salud mental del maestro

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La salud mental
d e l m a e s t r o.
Por: Flavio Mota Enciso
El autor es Lic. en Psicología, Máster en Educación por la U.A.G.;
es director de la División de Apoyo para la Enseñanza
y el Aprendizaje (D.A.P.A)
en la misma institución y director de Academia.
La función del maestro es educar. Pero, para que esta tarea pueda realizarse con éxito es necesario que se cumplan
diversos requisitos. Algunos competen al modelo educativo o al currículum, otros a la metodología de enseñanza,
algunos más al conocimiento del alumno, pero, sin duda, la eficiencia del proceso educativo también depende del
propio maestro, de sus características personales y de su salud mental, especialmente si consideramos su crucial
influencia en el proceso de ajuste, desarrollo y superación de sus alumnos.
El conocimiento y la transmisión de la verdad es un objetivo fundamental de la educación. La formación del alumno
constituye otra finalidad educativa. Pero en el salón de clase, lo que sucede o deja de suceder, depende
fundamentalmente del maestro. En este sentido, el maestro constituye una piedra angular.
El éxito en la misión educativa del maestro, depende de lo que sabe, la experiencia, los grados y estudios que posee,
pero también depende de lo que el maestro es. El tema de salud mental corresponde fundamentalmente a este último
apartado.
Un maestro saludable, responsable, comprensible, seguro de sí mismo, sin duda tendrá ventajas en la realización
eficiente de su tarea. Pero ¿qué pasa con los maestros tímidos, que no pueden defender una verdad científica o
filosófica por el temor a las reacciones de los alumnos? ¿Qué ocurre con los maestros agresivos que ven la clase
como un lugar para desahogar su hostilidad? ¿Qué sucede con el maestro que cotidianamente se encuentra envuelto
en una serie de conflictos emocionales, al que, lo que menos le importa es la materia que imparte o las necesidades
de sus alumnos?
Las cifras sobre problemas de salud mental del maestro son ya muy preocupantes. En los Estados Unidos hay datos
que sugieren que el 20% del los maestros en ejercicio necesitan algún tipo de ayuda profesional. En México no
contamos con un monitoreo estadístico, pero los casos que se suceden -ya casi de manera ordinaria- en las escuelas,
o alrededor de ellas, y de los cuales encontramos referencias directas o a través de los diarios y los noticieros,
sugieren que el problema no es menos grave.
La docencia tiene diversos retos, que, si no son entendidos y atendidos, pueden afectar la salud mental del maestro.
Para algunos profesores el principal riesgo de la enseñanza es la monotonía. Dar los mismos temas, un día tras otro,
año con año; utilizar los mismos recursos, los mismos métodos; asistir al mismo tipo de reuniones -y posiblemente
con los mismos maestros- sin duda puede generar apatía.
Sin embargo, todo docente sabe que siempre los grupos y los alumnos son diferentes. Si un profesor se preocupa por
conocer y actualizar su programa, conocer y atender las necesidades de sus alumnos, y diseñar las estrategias de
aprendizaje más apropiadas, nunca será rutinaria su tarea. Cuando el docente asume su responsabilidad de
educador, y no sólo de transmisor de conocimientos, se reduce al mínimo este riesgo.
Otro problema al que enfrenta el docente es que no siempre tiene conocimiento de los resultados de su labor con los
alumnos. Se sabe que se siembra, pero no siempre se ve la cosecha. A diferencia de otras profesiones, por ejemplo
un ingeniero, que planea, desarrolla y construye una vivienda, y en un corto tiempo ve realizada su idea y conoce el
producto de su trabajo, el docente, en cambio, no siempre sabe si su enseñanza tendrá frutos. En ocasiones el
docente tiene la dicha de ver, después de 10, 15 ó 20 años, resultados de su trabajo, cuando se encuentran con un
profesionista exitoso o un hombre de bien, que en algún tiempo fue su alumno; aunque no sabe a ciencia cierta que
tanto contribuyó con su trabajo.
En este sentido el maestro debe tener una fuerte tolerancia a la frustración.
La enseñanza también puede producir mucha tensión nerviosa, especialmente cuando se trabaja con niños o
adolescentes. Estar al pendiente de las travesuras de ciertos niños o de las actitudes retadoras de los muchachos de
secundaria y preparatoria, definitivamente pueden sacar de sus casillas a cualquier maestro. Se requiere de una
buena dosis de ecuanimidad. Cuando un maestro de por sí es ya inestable, esta situación puede llegar a ser
insoportable tanto para él como para sus alumnos.
Es bien sabida la relación que hay entre las conductas de los maestros y las reacciones de sus alumnos: un maestro
agresivo, generalmente tiene también alumnos agresivos. Un maestro inseguro, suele tener alumnos confusos,
desmotivados, que no pueden decidir sobre la forma de abordar una tarea.
Esto no supone la conclusión de que para ser docente se requiere estar libres de defectos. No es así. Aún los mejores
maestros tienen sus limitaciones. Pero sí se requiere que el maestro reconozca sus alcances, y de que aprenda a
trabajar y obtener el mejor provecho de sus fortalezas, y reduzca en lo posible sus limitaciones -o al menos, aprenda
a controlar los posibles efectos negativos-. Dicho de una forma más simple, que el maestro obtenga el mejor provecho
de sus cualidades.
Otro problema frecuente es la fatiga que produce la tarea de la enseñanza. Preparar clases, corregir exámenes,
revisar trabajos, y, sobre todo, estar día tras día, a la misma hora al frente del grupo, propicia que el maestro se
canse. Por esto mismo es necesario que se tome tiempo para reponer energías. Algunos minutos entre clase y clase,
dedicados exclusivamente a relajarse, serían muy útiles. Conviene, además, que el profesor no se lleve tareas a casa
ni se sobrecargue con demasiadas clases u horas extras de trabajo, que al final minarán su salud y su motivación, y
por ende, su eficiencia docente. Es recomendable también que en los días no laborables y en los periodos
vacacionales, planee suficiente tiempo para descansar.
Por otro lado, también la enseñanza tienen muchas ventajas y satisfacciones, que contribuyen a mejorar la salud
mental. La docencia presenta grandes oportunidades para la realización de la personalidad. A la par que el maestro
enseña a sus alumnos, se actualiza, aprende, se desarrolla, pero sobre todo, se conoce más y se mejora a sí mismo.
Un buen profesor, que busca su superación como docente, automáticamente se supera como persona.
Cuando se establece una adecuada comunicación con los alumnos en un ambiente académico saludable, la docencia
es altamente gratificante. La satisfacción que produce el conocimiento y la motivación que genera el descubrimiento,
o el dominio de una habilidad en los alumnos, enriquece al docente. Esta situación se logra cuando el maestro cubre
tres condiciones básicas: conoce bien su materia, conoce y comprende al alumno, con sus necesidades e
inquietudes, y cuando el maestro instrumenta un ambiente adecuado para que se de el aprendizaje y se desarrolle el
alumno.
La docencia permite desarrollarse al maestro en un ambiente académico y cultural envidiable, en donde comparte
intereses con personas en las mismas condiciones y con características similares. La ciencia, la cultura y el arte
permiten la concepción de una mejor forma de vida y una visión más armónica de la realidad.
La oportunidad de servir a los demás es altamente gratificante. Ver crecer y desarrollarse a los alumnos hace que
todo el esfuerzo y el cansancio vertidos en las actividades de enseñanza se minimicen.
La satisfacción que se obtiene por el servicio que se brinda a los alumnos, a través del acto educativo, es sin duda la
mejor recompensa del maestro, independientemente de todos los beneficios espirituales que esta tarea conlleva.
Cuando el docente comprende que su tarea va mucho más allá de enseñar geografía, idiomas o anatomía; cuando
entiende y se compromete en la misión de formar personas, ciudadanos y profesionistas; cuando sabe que su labor
se relaciona con la mejora del hombre mismo y de la sociedad, entonces su trabajo adquiere otra dimensión. Es la
función de servicio la que realmente enaltece la tarea docente.
Dada la importancia que tiene el maestro en la educación de sus alumnos, es necesaria su adecuada selección y
capacitación. Los directores tienen una gran responsabilidad, no solo de escoger buenos maestros, sino también de
mantener un clima de trabajo apropiado.
La salud mental de maestro debe de ser uno de los criterios más importante para su contratación. "Algunos maestros
tienen las manos tan llenas de sus propios problemas, que difícilmente puede esperarse que trabajen bien en orientar
el desarrollo de sus alumnos... El daño hecho por unos pocos maestros, que están mejor en el papel de beneficiarios
que de orientadores, es a menudo tan irreparable como inexcusable".1
_________________
1. Mouly, G. J. (1978). Psicología para la enseñanza. México: Interamericana.
Centro de Intermediación para el Desarrollo de las Personas en el Trabajo
OTIC-ALIANZA
Organismo Técnico Intermedio de Capacitación -OTICReconocido por el Servicio Nacional de Capacitación y Empleo –SENCE- Registro Nº 105.
Personalidad Jurídica del 5 de Julio del año 1999.
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