UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR SEDE ECUADOR COMITÉ DE INVESTIGACIONES INFORME DE INVESTIGACIÓN Las Islas Galápagos en la Literatura ¿Otras? Voces Maria Dolores Vasco Aguas Quito – Ecuador 2008 Nota editorial: Se trata de una versión modificada por el autor antes de su colocación en el Repositorio Institucional UASB-DIGITAL en el año 2014. Datos de la autora Licenciada en Ciencias de la Educación, con menciones en Psicología Educativa y Orientación (2006) y en Lenguaje y Literatura (2007), por la Universidad Central del Ecuador, Quito. En 2008 obtuvo el título de Magíster en Estudios de la Cultura, con mención en Literatura Hispanoamericana, por la Universidad Andina Simón Bolívar. Ha realizado talleres literarios en Quito y San Cristóbal. Estudia la representación de las islas Galápagos en la Literatura desde el año 2006. Dirección del correo electrónico: [email protected] [email protected] Fecha del inicio del proyecto: 01 de marzo de 2009. Fecha de conclusión del proyecto: 31 de mayo de 2009. Financiamiento: Fondo de Investigaciones de la UASB, alumnos graduados. Área Académica: Letras. Resumen: En esta investigación se rastrean matices e intersecciones entre las dos visiones con las que las Islas Galápagos han sido retratadas en la Literatura: visión romántica y visión infernal-utilitaria. Para ello se confronta el análisis textual de una nueva selección de obras poéticas y narrativas con el contexto histórico insular y las características de ambas visiones, en el marco de la modernidad capitalista. Contenido: VOCES POÉTICAS Moreno Heredia, Eugenio, Baltra. Samaniego Salazar, Filoteo, El cuerpo desnudo de la tierra. Samoilovich, Daniel, Las encantadas. VOCES NARRATIVAS Armandi, André, El tesoro de las Islas Galápagos. Baltra, Seymour L., Isabela. Dos textos, una aventura en el mar. Matices e intersecciones CONCLUSIONES BIBLIOGRAFÍA 2 Las Islas Galápagos en la Literatura: ¿otras? voces. La literatura ha sido nuestra forma por excelencia de reflexionar. Bolívar Echeverría El estudio de los aspectos socio-culturales en las Islas Galápagos constituye un tema de suma relevancia a inicios del siglo XXI. Los distintos actores sociales involucrados en la concretización de las agendas programáticas para la “conservación con uso sustentable” de este singular espacio ecuatoriano, reconocen la necesidad de generar un cambio de actitud mental en los usuarios del Archipiélago. Este cambio de actitud está ligado a una conciencia éticoambiental que apunte a repensar qué se entiende por calidad de vida y cómo asegurar el manejo adecuado del capital natural. En este sentido, la base para lograr los objetivos mencionados es la educación, a la par del fomento de una cultura isleña acorde con las tareas y restricciones que acarrea el hecho de vivir en un sitio insigne de la conservación a nivel mundial. Este estudio tiene como punto de partida la perspectiva teórico-metodológica que empleé para desarrollar mi tesis titulada Las Islas Galápagos en la Literatura1. Hay un primer grupo de textos literarios que resaltan la atracción por la belleza ecológica, la añoranza por una idílica Edad de Oro de armonía entre seres humanos y la Naturaleza, los sueños, la soledad del contemplador, la esperanza y la sed de infinito. Para un segundo grupo de textos literarios, las Islas representan un escenario infernal de diversas formas de violencia, esto es, sitio valorado en función al potencial rédito que podrían brindar a quien las mirase con “ambición”, sin consideración alguna al respeto de los congéneres ni a la Naturaleza. En otras palabras, lo que 1 María Dolores Vasco Aguas, Las Galápagos en la literatura, Serie Magíster vol. 117, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar / Corporación Editora Nacional, 2012. 3 desde una mirada era el regreso a los inocentes sueños de niñez o la ventana a utopías múltiples, desde la otra equivalía a ensoñación industrial2, progreso, demostraciones de dominio económico, social, militar y tecnológico único. Tanto la apreciación del romántico como la de quien mira las islas como la “tortuga de los huevos de oro”3 parten del supuesto de que el ser humano y la Naturaleza son dos entidades separadas. Rafael Argullol, uno de los autores que me resultaron clave para abordar el tema del romanticismo, califica a ese deseo de volver a comulgar con la Naturaleza como conciencia de la escisión4. Ejemplos del eje representacional visión romántica: Galápagos: ¡piedra y agua! Soledad exasperada y errante del mar y soledad inmóvil y concentrada de la piedra. Cambio sin diversidad del flujo del mar e identidad compacta de la roca. Avidez colérica del agua y entereza taciturna del basalto. Olas, y olas, y olas, sin tregua ni misericordia. Rocas, rocas, rocas, hasta aplastar el alma. Agua y piedra hasta la desesperación o el anonadamiento. Soledad de agua y piedra: eso es Galápagos, suma y compendio del desamparo cósmico.5 Y yo pienso en la nostálgica añoranza que me van a dejar estas islas únicas […] a las que debo el haber visto convertidos en realidad algunos de mis sueños de niña salvaje e impresionable […] Quizá último asilo de los locos de la tierra, mas sobre todo último asilo de primitiva poesía, incomparable fuente de emociones para todos aquéllos que, artistas, modernos ermitaños u hombres de ciencia, son atraídos por la belleza fantástica de los paisajes de un comienzo del mundo, o por una vida noblemente ganada en la soledad o en fin por una sed de descubrimientos.6 2 Mary Louise Pratt, Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1997 [1992], p. 264. 3 Expresión recogida por el antropólogo ecuatoriano Jacques Ramírez en su tesis titulada La pesca artesanal en la Reserva Marina de Galápagos: dinámica laboral y conflictos socio-ambientales, Quito, PUCE, 2004, citada en Pablo Ospina, Galápagos, naturaleza y sociedad. Actores sociales y conflictos ambientales en las Islas Galápagos, Quito, Corporación Editora Nacional / UASB-E, 2006, p. 52. 4 La atracción del abismo. Un itinerario por el paisaje romántico, Barcelona, Acantilado, 2006 [1983], p. 17. 5 Efraín Jara Idrovo, El mundo de las evidencias, obra poética, 1945-1998, Quito, Libresa / UASB-E, 1998, p. 103. 6 Paulette de Rendón, Galápagos las últimas islas encantadas, Guayaquil, CCE-Guayas, 1978, [1946], 5ª ed., trad. Miguel de Ycaza Gómez, p. 147. 4 Ejemplos del eje representacional entre el proyecto utilitario y la visión infernal: Durante la noche [Camilo Casanova] trató de descansar sobre una mancha de arena seca hallada entre los basaltos, mas las heridas y moretones seguían sangrando con dolores intensos. Aunque se hallaba en un mundo de completa soledad, por lo menos sentía el consuelo de hallarse lejos de 7 aquel infierno donde agonizaban tantos seres atormentados. Constantemente, a Manuel Cobos, se lo encuentra contemplando el paisaje. Su cerebro materialista, pragmático y extraordinario para planificar y producir dinero, no puede substraerse a las bellezas que le depara la isla. Instalado en los sitios más altos de la San Cristóbal, otea los contornos pensando que “si vendo lotes de terreno para los gringos raros, vendrían por cientos a construir casas para veranear”.8 VOCES POÉTICAS Moreno Heredia, Eugenio, Baltra. Poesía, Cuenca, 1960. Baltra, oh abandonada, oh isla pura de la soledad. Eugenio Moreno Heredia (1925-1997) fue poeta, jurista y educador cuencano, ganador de premios nacionales e internacionales de poesía. Sobre su escritura los críticos señalan: “Eugenio Moreno Heredia desde muy joven fue sembrador en el surco del verso; más tarde el fruto de ese esfuerzo habría de transformarse en poesía de caudaloso contenido. Sus poemas tienen musicalidad, son sinceros y bien hechos.”9 Históricamente hablando, la isla Baltra fue utilizada en la Segunda Guerra Mundial como base militar estadounidense, desde 1942 hasta 1948, con el propósito de servir como punto estratégico en el Pacífico sur, capaz de detener el avance japonés. Se denominó Base Beta: la Alfa se ubicó en Nicaragua y la Gamma en Salinas. Además, en la isla Isabela se construyó una base alterna, 7 Enrique Freire, Archipiélago del Llanto, Quito, CCE, 1999, p. 186. Juan Francisco Donoso, El cacique de las Galápagos, Quito, “manuel andes”, 1994, p. 105, negritas en el original, cursivas mías. 9 Franklin y Leonardo Barriga López, Diccionario de la Literatura Ecuatoriana, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1973, pp. 356-7. 8 5 que más tarde sería ocupada como Colonia Penal, donde “los valientes lloraban y los cobardes morían”. Hugo Idrovo describe la isla de la siguiente manera: Baltra es una isla con 2 542 hectáreas de extensión, de origen tectónico, cubierta por inconsistente terreno rocoso de gastado color rojo oscuro. Reseca al máximo, apenas puede darle vida a una escuálida vegetación, incapaz de brindar sombra al ser humano. En 1942 era morada de chivos salvajes, aves y un incierto número de iguanas terrestres y lagartijas de lava. Sus ocupantes se vieron obligados a transportar a ella absolutamente todo lo necesario para asegurar su supervivencia, fundamentalmente agua dulce y potable.10 Más adelante aclara el apelativo otorgado a la isla desde entonces: Uno de los primeros aviadores estadounidenses en llegar a Galápagos describió a Baltra como “Five square miles of rock and no trees” y, ciertamente, “cinco millas cuadradas de roca sin árboles” son todo lo que esta isla, hasta hoy en día, puede ofrecer a cualquier mortal. Seguramente por esa razón, o porque les recordaba a la isla prisión de Alcatraz, ubicada frente a la ciudad californiana de San Francisco, los yanquis pocas veces la llamaron por su nombre clave de Base Beta o según constaba en los mapas [South Seymour]. Para ellos fue, simplemente, The Rock (La Roca).11 En los hechos, Baltra nunca fue un puesto de combate activo en la Segunda Guerra Mundial, sino un puesto de vigilancia avanzada, una fortaleza disuasiva, que no fue objetivo militar del Imperio Japonés. Sin embargo, Moreno Heredia emite este juicio lastimero: Ahora, frente a ti, siento al fin y pronuncio ¡soledad… Y creo que en el fondo de tu calma absoluta Sólo están palpitando mi corazón y el mar. Hombres duros del norte llegaron a tus playas, No fueron pescadores ni labriegos, Eran agrios soldados que estrujaron la patria, No trajeron la línea azul de la plomada, Ni el jardín de la casa creciendo en la memoria, No trajeron el bote, ni el arpón, ni el arado, Ni el hijo, ni el hogar, ni la semilla; Vinieron torvos, acechando, odiando; A construir refugios y fortines.12 10 Hugo Idrovo, Baltra-Base Beta. Galápagos y la Segunda Guerra Mundial, Quito, Ministerio de Cultura, 2008, p. 152. 11 Ibídem, pp. 168-9. 12 Eugenio Moreno Heredia, Baltra. Poesía. Cuenca, Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Azuay, 1960, p. 48. 6 El empleo de signos suspensivos y de una admiración que se abre pero no se cierra expresa, a mi entender, la honda emoción del poeta ante la perspectiva de abandono y soledad ilimitada que provoca la isla Baltra. […] Aquí no está el mar de las canciones, De los encuentros y las despedidas, […] Aquí no estuvo nunca el pescador Con su barba salada Inclinado en las tardes remendando sus redes; Sólo fechas y nombres extranjeros, Sólo la firma triste del soldado Que huye de la muerte Escribiendo su nombre en las paredes; Que se despide en la pared, de todos. […] No habrá la voz del hombre pronunciándote, Bendiciéndote el día de la siembra, No habrá la voz del hombre haciendo vida, Sino el oscuro grito del soldado.13 Por cierto, hay relatos de soldados estadounidenses que operaron en la Base Beta que desdicen al poeta cuencano. Se trataba de afortunados jóvenes, poco conscientes de la magnitud de lo que estaba pasando: “Tenía 20 años y me agradó mucho estar allí. Nunca tuvimos peligros que yo recuerde. Morir de aburrimiento, ser atropellado por una cabra. Eso era lo peor. Sólo cuando regresé a casa pude darme cuenta del lugar donde habíamos permanecido.” 14 Hay una mezcla en el recuerdo entre lo que vivieron y cómo lo valoran ahora. Evidentemente el autor de Baltra escribe “en el momento” (fines de los 50) y su recuerdo no está informado por lo que serían las islas después. 13 Ibídem, p. 51. Dale Warren, en Hugo Idrovo, Baltra-Base Beta. Galápagos y la Segunda Guerra Mundial, Quito, Ministerio de Cultura, 2008, p. 294. 14 7 Moreno Heredia estuvo en Galápagos temporalmente hacia la década del cincuenta15, cuando habitaban Santa Cruz personas sencillas que huían de condiciones difíciles en sus lugares de origen para cumplir el sueño de un futuro promisorio. Los primeros „colonos‟ referidos venían con sus familias y se dedicaban a la agricultura y la ganadería –los de la parte alta– y a la pesca – los de la playa–. A fuerza de sacrificio, resistencia e ingenio, algunos lograron establecerse y echar raíces en el recóndito basalto isleño. Para comprender los versos de Moreno Heredia más abajo, valga citar dos breves relatos de colonos de aquella época –un noruego y un ecuatoriano–: “Cuando llegué a Santa Cruz (1932), vivían solo nueve personas, todas extranjeras. Han quedado Horneman y Wold, tres murieron, el resto se fue…”16, “Tengo 11 cabezas de ganado, cogidas de las ariscas cuando eran chiquitas. Estoy haciendo un cruce con Holstein, usando el toro del Sr. Kastdalen quien me cobra 50 sucres por cada cría. La leche la usamos, y de lo que sobra hacemos queso para la venta”.17 “Santa Cruz” resuena de frescura, vitalidad, optimismo y amor por la Naturaleza galapagueña. Claro: Santa Cruz es una isla enorme, comparada con Baltra. Y en vez de un desierto rocoso, se encuentra plena de vegetación, hermosas playas, flora y fauna, mucho más acogedoras. Aquí empezó ayer nomás la vida, En el fondo secreto de las cosas Hay un ángel liviano de frescura, Y miro como caen de los árboles Las últimas burbujas del océano. Ayer nomás flotó, surgió del fondo Esta isla cruzada de alegría. […] Adán y Eva huyen todavía 15 Sonia Moreno, “Estudio lingüístico literario de la poesía de Eugenio Moreno Heredia”, en Eugenio Moreno Heredia. Memoria de vida., Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2005, p. 12. 16 Karl Kubler, “Testimonios de colonos”, Lilo Lunke, Diario El Comercio, 1958, en Ana Mireya Guerrero, Galápagos: Identidad Cultural. DVD. Quito, Ministerio de Cultura, febrero de 2009, 24‟ 29‟‟. 17 Manuel Ramos [Santa Cruz], “Testimonios de colonos”, Lilo Lunke, Diario El Comercio, 1958, en Ana Mireya Guerrero, Galápagos: Identidad Cultural. DVD. Quito, Ministerio de Cultura, febrero de 2009, 1h01‟33‟‟. 8 Seguidos por un ángel de basalto. Santa Cruz, paraíso oculto de la patria.18 Es interesante que haya esta visión romántica hace medio siglo, cuando era muy duro y no había comodidades. La voz poética disfruta la estadía en Santa Cruz: “Como quisiera demorarme aquí”, “Por siglos estuviera aún sin ver, / oyendo solamente”, “Y aún sin ver ni oír podría estar aquí toda la vida”, “Aún para dormir ya para siempre, /quisiera que suceda en Santa Cruz”. La visión romántica predomina. La Naturaleza es exaltada por medio de expresiones multisensoriales. También está latente el deseo de fundirse con el mar, la arena, los peces, pájaros, iguanas, lobos marinos, piqueros, elementos todos que devienen “milagro” y “vida verdadera” para el poeta. Resumiendo, en los dos poemas de Eugenio Moreno Heredia sobre Baltra y Santa Cruz, está ausente la visión infernal-utilitaria, curiosamente cuando el país aún ocupaba el archipiélago como colonia penal. Baltra carece de intersecciones y, dentro de la perspectiva romántica, el poeta cuencano oscila entre la soledad y la celebración vital –tipo de sensibilidad que medio siglo después engancharía a los amantes del Turismo de Naturaleza. Samaniego Salazar, Filoteo, “El cuerpo desnudo de la tierra. (1973)” en Filoteo Samaniego Salazar. Filoteo Samaniego Salazar (1928-2013), político, académico, periodista, traductor y escritor quiteño, inició su actividad literaria cuando realizó estudios universitarios en el Instituto de 18 Eugenio Moreno Heredia, “Santa Cruz”, en Baltra. Poesía, Cuenca, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1960, pp. 53 y s. 9 Ciencias Políticas de París19. Acerca de los tópicos que caracterizan su obra, Edmundo Ribadeneira destaca que Hay una línea constante que persiste y crece enhebrando sólidamente esta sección de poemas de Filoteo Samaniego. Me refiero al amor […] Amor desde la primera línea hasta la última, a través de todas las formas posibles y de expresiones, imágenes y metáforas que van marcando la actitud del poeta frente a la realidad del mundo y de la vida.20 El mar y las alusiones bíblicas e históricas, así como organismos de las islas21 constituyen elementos presentes en el conjunto de la obra de Filoteo Samaniego. Así mismo, la idea de isla, como sitio asociado al confinamiento, abandono y desolación también forma parte de la obra anterior a El cuerpo desnudo de la tierra. En Umiña, Filoteo Samaniego expresa: “Mitimae, tu pupila guardó la lejanía y nadie pudo arrancarte de raíz. Triunfante frente al rigor caíste vencido de memorias, y la sombra que entonces penetró en tus ojos no se ausenta aún: es la isla de tu exilio inexpugnable recinto de tristeza.”22 Esto, escrito doce años antes de El cuerpo desnudo de la tierra, empata con el imaginario infernal de las islas en general, siglos antes de ser percibidas como paraísos tropicales exóticos… Pero a este mar nuestro, esencia misma del mar, le brotaron, de sus entrañas abisales, magmas de lava gris, llagas de azufre y costras pavorosas; mar con alma, gestor de las tierras islas, de seres tierra, de rocas incesantes, de cuerpos sin memoria dormidos a la sombra de los farallones: He aquí el resumen del paisaje, 19 Información tomada de la obra de Franklin y Leonardo Barriga López, Diccionario de la Literatura Ecuatoriana, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1973, p. 473. 20 Prólogo de Filoteo Samaniego Salazar, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Colección Poesía Junta, 2006, p. 9. Las siguientes citas se refieren a esta edición. 21 En Relente (1955-1957) se puede encontrar alusiones al mar. En Umiña (1961) hay referencias al Apocalipsis. En Signos (1963) se menciona a petreles, tijeretas y cangrejos –que bien podrían ser las zayapas de Galápagos. 22 Filoteo Samaniego Salazar, op. cit. , p. 116, cursivas son mías. 10 la forma del mundo subsistente arraigada al tiempo, contacto primigenio de especies, residuo de los siglos en la gran confusión.23 El origen volcánico de las Galápagos es traducido a la imagen de un cuerpo que emerge del mar, cuyas especies conservan la huella primigenia, en una suerte de ámbar donde se puede ver el génesis de la vida en la Tierra. En El cuerpo desnudo de la tierra existen elementos que dan cuenta de la relación dualista a la que me referí al explicar la conciencia de la escisión de los románticos: Pues éste es mundo de contraste y armonía que repelió el hombre y que el animal mantuvo para su amor animal de simple amor y de hechos simples.24 En estos versos se lee que toda armonía sucede al margen de la especie humana. En oposición está el hombre, quien repele, se aleja, se distancia de esa condición ideal, producto de su manía de volver complejo lo simple. En el quinto poema se pueden hallar versos que van en el mismo sentido dualista: Vida de tierra afuera; de tierra que rechaza al habitante o lo acepta por breves intervalos, como huésped o extranjero. El hombre rasga sus plantas en la arista múltiple; sufre de soledad y sed; se dobla bajo la canícula. Y el león marino no se inmuta ni amedrenta, reconoce al exiliado y le permite su tránsito de nómada, ingrato y repetido. 25 23 Ibídem,p. 202. Ibídem, p. 206. 25 Ibídem, p. 211. 24 11 La voz poética asigna otro término negativo para calificar la presencia humana (séptimo poema): “El hombre profanó estos lugares:/ Floreana, Santa Cruz.”26 Quien profana es quien mancha aquello que es puro, sagrado. Una vez más, aparece la humanidad como elemento que viene a irrumpir la límpida armonía natural. En la novela Isabela se verá alusiones a una humanidad cuya marca difícilmente la Naturaleza puede “limpiar”. En los poemas de El cuerpo desnudo de la tierra están presentes nombres de islas, formaciones rocosas, animales y plantas27 que identifican a las islas con santuarios naturales, “a salvo” de la intervención humana. Más adelante, en la obra de Filoteo Samaniego destaca la dicotomía vida-muerte. Al imaginar Galápagos como un “lecho apocalíptico”, sorprende la persistencia de la vida ante las condiciones más adversas. Precisamente, aquí es donde considero que existe una analogía entre el desarrollo de organismos adaptados a la aridez insular con el establecimiento de comunidades humanas en El cuerpo desnudo de la tierra. Nótese en los versos que siguen a la “profanación”: De allí, el vestigio, la pregunta: ¿qué pretende el cactus único en la pared ígnea? ¿Quién lleva la razón en el desigual reto? ¿Alguien sobrevivirá? Sí, alguien, siempre, sobrevive en la frase de Dios para señalar a los demás su destino cósmico… Grita mi garganta su queja inmensa y un pueblo de voces repite el alarido. Se rompe la voz total, rueda y resbala al mar, que la recoge; la ola «bate su estruendo de alas» y «corazas de fuego, de jacinto y azufre» cubren el lecho apocalíptico. 26 Ibídem, p. 214. Daphne, Torres de Sullivan, Fernandina, Punta Espinoza, Bahía de Tortugas, Bartolomé, Baltra, Santiago, Sombrero Chino, Española, San Salvador, Bahía James, Plaza; iguana, pingüino, cormorán, flamenco, fragata, tiburón, erizo, coral, galápago, delfín, albatros, piquero, gavilán, cucuve, gaviota; cactus, manglar, criptocarpo, verdolaga, palo santo, algarrobo, liquen, portulaca. Este campo semántico permite inferir que el autor realizó un recorrido marítimo a través del archipiélago. 27 12 Pero el náufrago subsiste, bajo las aguas, en su naufragio latente.28 También se plasma el anhelo por la Edad de Oro perdida. Pero en el origen siempre está el caos original. Es muy bíblico, como todos los románticos. Para el autor esa Edad existe en las Galápagos, pero no desde la visión antropocéntrica, sino más bien panteísta29, en la que el ser humano es un elemento integrante del Todo. El momento que pierde la conciencia de escisión, se fusiona y deja en manos de un Ser Supremo la tarea de ejercer dominio, que en este caso sería un autodominio, aparece una Naturaleza que se administra sabiamente a sí misma: Paisaje y alma, roca y silencio, en un solo intento de fusión. […] El cráter, la lava y el viento hostil Me pertenecen; Pero huyo, más adentro, aún, de mis ojos, Y dejo el vientre abierto de las islas, Los senos de la ola, El aliento cósmico Y el cuerpo desnudo de la tierra, Abrupta, árida, encrespada, A su dueño integral. Fauna de Dios y no del hombre, Guarde los dominios, los nidos y los juegos, Y hable su lenguaje De amor simple y soberano.30 Samoilovich, Daniel, Las encantadas Daniel Samoilovich (1949) es un poeta y traductor argentino que en 2003 publicó el poemario Las encantadas, título homónimo a la obra que Herman Melville escribiera a mediados del siglo XIX, inspirada en su experiencia como ballenero en el Pacífico sur. De hecho, Samoilovich 28 Ibídem, pp. 214 y s. Tomé esta idea de la apreciación de Edmundo Ribadeneira que consta en el prólogo: “De la geografía patria, el cuadro multicolor de nuestro espléndido patrimonio insular, su inventario de maravillas calificado por un panteísmo exuberante que no es sino orgullo legítimo por ser parte de una tierra tan favorecida y hermosa como la nuestra.” Op. cit, p. 10. 30 Filoteo Samaniego Salazar, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Colección Poesía Junta, 2006, pp. 216 y s. 29 13 incluye la primera nota del escritor neoyorquino sobre el aspecto general de las Islas Galápagos: “montones de carbonilla” (o de escoria, según la traducción), posible “imagen del mundo después de haber sufrido el castigo de una conflagración”31. Samoilovich parte de la experiencia de un poeta-turista de fines de los ochenta que llega por azar con su pareja a las islas, conoce la historia humana, ha leído a Darwin y asocia con gran ingenio dos misterios de los misterios: el origen de la vida y el amor. Su mirada crítica hacia la intervención humana rompe el esquema del romántico asombrado y en actitud de contemplación hacia la Naturaleza. Incluso hay poemas que dan la palabra a seres silenciados en otros textos: la tortuga y la iguana. (Hablan las tortugas) Me como el pasto que no se mueve, dado lo cual, maldita la falta que me hace andar saltando como una liebre, y si algo me ataca me meto para adentro, me duermo una siesta de dos o tres siglos mientras el otro se aburre y se va: por pico duro que tenga los dientes se le van a quebrar contra este carapacho, y peso lo suficiente como para que no pueda ni pensar en levantarme […] Peso y falta de ángulos, dureza y retracti bilidad. Pero (y «pero» es el verdugo de todo lo que amamos) ¿quién se iba a imaginar la llegada de estos cretinos implumes, con dedos articulados, el pulgar oponible, etc.? […] Gustarles, ése fue el problema, aparecer ante los ávidos ojuelos del bípedo como apetecible menú. ¿Por qué no se comen entre ellos? Me temo que también, que incluso. ¿Y no sería posible ser nomás una idea, algo 31 Herman Melville, The Encantadas, en Daniel Samoilovich, Las encantadas, Barcelona, Tusquets, 2003, p. 11. 14 indiges-incorrup? […] En todo caso no vengan ahora con la belieza, con el amanecer en las islas remotas, la línea roja del sol sobre conos de volcanes apagados.32 La “implucaptura”: el ser humano que encontró las islas, en ellas a las tortugas y en los galápagos una gran fuente de energía en medio de la nada marina. La voz poética estima frívolo admirar la “belieza” del amanecer, desconociendo cómo, “llegamos nosotros: dispuestos a acarrear/ doscientas en un solo día”. El proyecto utilitario de vieja data irrumpe en la ensoñación romántica del presente poetizado; mirada extractiva deliberadamente oculta en el exotismo paradisíaco de quien realiza una visita de placer. Pero claramente la “combinación” de lo utilitario con lo romántico, se inclina del lado romántico y muestra lo utilitario tan grotesco y destructor como temiblemente actual. También hablan las iguanas. En Las Galápagos en la literatura mencioné un hecho particular contado por Charles Darwin en Viaje de un naturalista: “Estuve observando a uno de estos animales durante un buen rato hasta que hubo enterrado la mitad de su cuerpo y entonces le tiré de la cola, lo que pareció sorprenderle mucho, revolviéndose para ver qué sucedía. Me miró fijamente a los ojos como diciendo: «¿Se puede saber por qué me has tirado de la cola?»”33. En Las encantadas, aquel intercambio visual naturalista-iguana tiene su contestación: […] «No te das cuenta, mírame a los ojos, acaso no te das cuenta, o acaso no te das cuenta o acaso porque podés 32 Daniel Samoilovich, “Pero es que no se trata, ¿no?”, en Las encantadas, Barcelona, Tusquets, pp. 68-71. Ortografía y separación de palabras son del original. 33 Charles Darwin, “Islas Galápagos”, en Viaje de un naturalista, trad. Víctor Pzancoyalba, Navarra, Salvat / Alianza, 1972 [1839], p. 199. 15 agarrarme de la cola, te creés ¿qué te creés?, o acaso sólo si te agarro y te mato empezarías a pensar que soy alguien, valgo algo, pero para entonces estarías muerto y no pensarías más nada».34 Entre la curiosidad de Darwin y la voluntad de dominio del ser humano, parecería que la Naturaleza siempre sale mal parada. Es un pensamiento muy familiar. Baste recordar la novela Galápagos de Kurt Vonnegut en donde surgía la misma crítica con respecto a cuán destructiva pueda o necesite mostrarse parte de la humanidad con el fin de conquistar o mantener el poder sobre el resto. El reclamo de la iguana está conectado con la inquietud de la tortuga que he citado más arriba: “¿Por qué/ no se comen entre ellos? Me temo/ que también, que incluso.” ¿Hay elementos que refieran una visión infernal hacia Galápagos en el poemario? Como referencia histórica de sitio ideal para el confinamiento, sí, en “Deportados, prisioneros políticos”: pero no prisioneros dentro de algo, sino prisioneros fuera, afuera, tomatelás, andáte lejos, fuera, a la cruda intemperie de Etcétera.35 Antes de que el archipiélago se “modernizara”, el Etcétera galapagueño equivalía a desamparo, abandono, “cruda intemperie”, rechazo social. Con las comodidades actuales, el infernal “andáte lejos, fuera”, funciona hoy en día como revés histórico necesario para los isleños, puesto que el hecho de fugarse habitualmente a la “intemperie” continental, proporciona a los “prisioneros fuera” alivio –respiro36– y los beneficios de una calidad de vida que comporten atención médica especializada, diversidad en la oferta educativa o, incluso, distintas opciones de entretenimiento. 34 Daniel Samoilovich, “Hombres prisioneros, príncipes encantados”, en op. cit., p. 82. Ibídem, p. 49. 36 Pablo Ospina, Identidades en Galápagos. El sentimiento de una diferencia, Quito, Trama, 2001, p. 26. 35 16 VOCES NARRATIVAS Armandi, André, El tesoro de las Islas Galápagos, 1929 Todo vale más que la vida monótona y aburrida que se pasa en el continente.37 Me han contado que las aguas ecuatoriales están infestadas de tiburones.38 Este título rememora múltiples relatos sobre piratas que escondieron en Las Encantadas sus botines, con la esperanza de un día retornar para desenterrar y gozar las riquezas por las que arriesgaron su vida. No es el “tesoro” del que hablamos ahora: orgullo nacional, Patrimonio Natural de la Humanidad, laboratorio de responsabilidades con la naturaleza… nada de eso: oro y plata americanos que, para desdicha de la Corona española, se quedaron a medio camino. En la época en que se sitúa el relato, las Islas ya eran conocidas mundialmente por su singularidad biológica, pero por la dificultad para llegar a ellas, varios días o semanas de navegación, eran verdaderamente un misterioso Etcétera, especialmente atractivo para norteamericanos y europeos. Justamente por aquellos años, migrantes noruegos y alemanes se asentaron en Santa Cruz y Floreana. Los problemas de transporte y telecomunicaciones eran severos; pese a ello, ya existían colonos ecuatorianos en Isabela y en San Cristóbal, con la memoria de abusos de hacendados, revuelta de presos resentidos, campesinos explotados y el sentimiento de abandono estatal. Maxence d l‟Esclide y Didier Dramont, dos jóvenes franceses, huyen de presiones socioeconómicas (léase deudas y matrimonio por conveniencia) en una embarcación de su propiedad a Galápagos. Los acompañan dos hombres de mar: el bretón Curabec y el vasco Etcheto. A la 37 38 André Armandi, El tesoro de las islas Galápagos, Madrid, Aguilar, 1929, p. 26. Ibídem, p. 93. 17 tripulación se suma, por equivocación, el usurero que los persigue, Tanche, a quien habrán de causar más de un “malestar infernal”39, tal y como registra en su bitácora. A través de una revista, la Nacional Geographic Magazine, Maxence y Didier se enteran de la historia de Dad, un antiguo marino inglés quien declaraba haber anclado en San Cristóbal luego de conocer la existencia de tesoros de filibusteros y piratas. La codicia de los isleños lo habría motivado a emprender la búsqueda solo: «Por menos de diez dólares –decía– le cortarían a usted el cuello con la mayor sangre fría»40. El viejo Dad reservaba el secreto a personas de confianza que dispongan, por supuesto, de la embarcación propicia. Así que los jóvenes, igualmente codiciosos, zarpan desde costas mediterráneas francesas hasta Puerto Baquerizo Moreno, cruzando el Atlántico y el Canal de Panamá. Hasta ahí la visión utilitaria los impulsa a navegar. De antemano, leen a las Galápagos y sus habitantes desde el prejuicio de “tierra de bárbaros”. De hecho, a lo largo de la novela de Armandi, se arma una imagen poco grata de la vida humana en las islas: “¡Ni cable ni telefonía inalámbrica! Una carta tardaría un año en volver: no hay ninguna línea regular que toque en las Galápagos. Es verdaderamente un país olvidado del mundo.”41, “[…] el admirable formalismo administrativo en que, según me han dicho, se han hecho maestros nuestros los americanos, […]”42; “[...] las revoluciones, en el Ecuador, son casi tan frecuentes como las lunas […]”43: “El gobierno ecuatoriano que se hallaba en el poder se mantenía en él desde hacía ochenta y siete días y amenazaba batir todos los records de duración.”44 Escriben a finales de los 20. No es falso, no obstante la fama de país con gran inestabilidad política aparece hiperbolizada en expresiones literarias como ésta. 39 Ibídem, p. 80. Ibídem, p. 35. 41 Ibídem, p. 38. 42 Ibídem, p. 80. 43 Ibídem, p. 202. 44 Ibídem, p. 206, cursivas del original. 40 18 Las islas Galápagos deben su nombre a las enormes tortugas que pueblan sus aguas. Su archipiélago surge del Pacífico, a unas seiscientas millas de las costas del Estado del Ecuador, a quien han terminado por ser atribuidas, después de haber cambiado de manos repetidas veces. El hecho de que ninguna potencia haya reivindicado su posesión indica bastante el interés negativo que presentan desde todo punto de vista. A pesar de que son mucho más numerosas, solamente once han sido bautizadas, y esto fue, no hay para qué decirlo, por los ingleses. Las otras han sido dejadas de lado porque no representan en los mapas de gran escala más que unos puntos que, con frecuencia, se confunden con suciedad de moscas o partículas de rapé. En efecto, una sola, San Cristóbal, comprende en su fauna muestras de la raza humana. Las otras no son más que un dédalo de islotes volcánicos, de flancos abruptos, surgidos de las insondables profundidades marinas y consteladas por más de dos mil conos de volcanes apagados. No es posible ningún cultivo en aquel país lunar, a menos que se sea comerciante de piedra pómez.45 Es notable. La fecha es tan importante para la sensibilidad (salvo en casos raros, como Paulette de Rendón y Moreno Heredia para el Ecuador). El fragmento citado ilustra una imagen de débil o irremediable soberanía ecuatoriana sobre Galápagos. Se menciona que tan solo una de las islas estaba habitada. Ya se ha puntualizado que no fue así; sin embargo estas y otras aseveraciones en el mismo tono dan cuenta de qué tipo de representaciones gozaban las islas hace setenta años: infernales más que paradisíacas. Incluso el parecer del humilde marinero bretón exotiza las Galápagos: “[…] vio entre el cielo y el agua más que un archipiélago de montones de cenizas siniestros y desolados, de donde parecía ausente toda vida. En cambio, le pareció que la vida se hubiera concentrado toda en el mar y en el aire.”46 La aventura oceánica pierde su atractivo ante parajes que se les antoja de desolación, cenizas y, como indicaré, la presencia de una población de rasgos “primitivos”. Los protagonistas dialogan con los habitantes de San Cristóbal. El perfil que les atribuyen es el siguiente: […] miraba aquellas casas miserables, de donde parecía ausente todo confort; miraba aquel montón de mestizos desarrapados, cuyos rostros aceitunados se mantenían socarrones y herméticos bajo su ancho sombrero […] peones que son en las tierras ecuatoriales lo que los cowboys son el Far-West americano [páginas más adelante] A juzgar por sus autóctonos, la isla de San Cristóbal parecía haber sido olvidada por el ángel de la espada flamígera que expulsó del Edén original a los antepasados de la humanidad. El trabajo parecía desterrado de allí. Cuando los 45 46 Ibídem, p. 99, cursivas mías. Ibídem, p. 100. 19 habitantes no dormían a la sombra de una palmera, la bebida y el juego parecían lo más claro de sus ocupaciones.47 Resuena la voz narrativa de Más allá de las islas, de autoría de la escritora ecuatoriana Alicia Yánez Cossío, en cuyo desenlace los isleños y los extranjeros alcanzaban un punto de encuentro: “Los alemanes ya no decían de los colonos: estos vagos que no saben trabajar, ni los colonos decían de los alemanes: estos animales se matan trabajando.”48 En la novela El tesoro de las Islas Galápagos encontramos entonces la coexistencia de las visiones infernal-utilitaria y romántica. Son motivos utilitarios los que direccionan el viaje de los protagonistas, pero una vez en territorio insular, el encuentro con las Islas y sus habitantes les genera impresiones en las que predomina el exotismo y el choque civilización-barbarie, rasgos propios de la visión romántica. Baltra, Seymour L., Isabela. “(Albemarle)”, Los caracteres y las situaciones escritas en este libro, algunas sucedieron tal como fueron descritas. Los personajes… algunos son muy reales… otros intervienen con sus nombres reales cambiados… […] La mentada Colonia Penal de Isabela existió desde mucho atrás de 1945. Cualquier parecido a seres vivientes, es una pura coincidencia, desde el punto de vista legalista de las cosas. Los crímenes cometidos contra el hombre, están puntualizados en la Crónica Roja de los periódicos que fielmente recogieron tales delitos en su respectiva época. El autor de este manuscrito, Seymour L. Baltra –desapareció, coincidente con la terminación de la existencia del maldito instituto penal. Seymour L. Baltra (1945-1981) Esta obra anónima fue publicada por la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Guayas, en 1981. La novela posee una introducción, sucedida por veintiséis capítulos y tres mapas: uno de América, otro de Ecuador y finalmente uno de Galápagos titulado: “Colonia Penal de „Recuperación moral y trabajo‟ de Isabela”. 47 48 Ibídem, pp. 104 y 116, cursivas del autor. Alicia Yánez C., Más allá de las Islas, Quito, Macac, 2006, 3ª ed., p. 203. 20 La historia inicia en Miami, con un grupo de jóvenes adinerados que recuerdan como, durante un paseo en yate, fueron asaltados por un grupo de fugados de la Colonia Penal. De las iniciales descripciones majestuosas de Florida, la voz narrativa transporta al lector a “las más truculentas historias” que pudieron haber acontecido en la Colonia Penal que funcionó en la isla Isabela desde 1946 hasta 1959. Vale indicar que sobre este presidio existen algunos textos testimoniales y literarios de personas que tuvieron relación directa con su funcionamiento (religiosos, policías, oficiales, colonos, ex penados). En el caso particular de Isabela, el narrador testigo es Oscar Vaca, un militar degradado que trabajaba como médico forense en la prisión, curtido de sol, avejentado e invadido de recuerdos ingratos. En múltiples pasajes, encontramos el reclamo hacia una sociedad criminalizada y criminalizante, que emplea sus mayores esfuerzos en dotar de herramientas a sus milicias y tecnificar todo tipo de armas de destrucción, en el contexto de una permanente rivalidad económica a nivel mundial. Asimismo, el narrador expresa una total desconfianza hacia el sistema legal: jueces, abogados, falsos testigos... De hecho cierra la novela aseverando que “la presente historia relatada es verídica y no tiene fin, porque la maldad y el sadismo de la especie humana no lo tienen”.49 De este modo, las páginas se empapan de pesimismo al situar en el pasado lo mejor de la vida y la historia, vaticinando que, como el hombre es malvado, lo que viene después será peor. Si se les preguntaba el porqué de su estadía forzada en ese penal sin rejas, casi sin guardianes, curioso, estrambótico penal en el que los ladrones robaban a diario a los propios guardias –sus custodios– y éstos –a su vez–, a los ladrones, en el que los guardianes asesinaban a los asesinos, para arrancarles los dientes y calces de oro; nadie decía jamás, que estaba ahí por pagar deudas a una sociedad que lo repudiaba. A nadie se le hubiera ocurrido pensar que estaban ahí para regenerarse, porque en realidad, ahí se terminaban; o los acababan, o se completaban de degenerar.50 49 50 Seymour Baltra, Isabela, Guayaquil, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1981, p. 221. Ibídem, p. 24. 21 Los “penados” no eran los únicos que se sentían prisioneros, los guardias civiles también experimentaban abandono y desasosiego. Eso, sin descartar que algunos de ellos pudieran haber cometido abusos de todo tipo, como la venta de las provisiones enviadas para los ranchos de los presos a los colonos de Puerto Villamil o la extracción de piezas dentales de oro, como se indicó más arriba. –Islas éstas, plagadas de contraste. Presidio inconmensurable de horror y fealdad sin igual, sin símil en el mundo. De aquí nadie se escapa, porque las islas contienen un extraño y diabólico influjo. Aquél que llega a las Galápagos, espera un mes a que “le agarre la isla” y entonces ya es muy tarde, ya acaso es muy difícil que salga otra vez al Continente. Por eso es que no tiene rejas ni contenes esta maldita Colonia Penal. Las islas lo agarran a cualesquiera, sea penado o no lo fuere.51 En Isabela da la impresión de que la naturaleza ha quedado en un segundo plano, con apenas una somera descripción que es utilizada para abordar las características de los visitantes de las islas a través de su historia: La fauna marina era espléndida tal como la insólita fauna darviniana que se solazaba en tierra firme; aquellas islas misteriosas y detonantes estaban ahí, pero separadas por algunas decenas de millas náuticas entre unas y otras, cada cual con una característica distinta, con su propia fauna, y con sus respectivos volcanes y leyendas de hombres tan fieros como las peores entre las fieras; allí habían vivido y habían muerto miles de espíritus atormentados y de gentes raras. 52 Una erupción del Cerro Azul, volcán activo de la isla Isabela, sirve de pretexto para imaginar una depuración de aquel “Infierno lógico ése, que está aquí mismo, sobre la Tierra”53, como califica la voz narrativa: –Menos mal, murmuró suspirante, Oscar. –Con esta lluvia de cenizas se va a purificar el ambiente, de tanta mosca y de los molestos insectos. Lo examiné cuidadosamente. A mi vez pensaba que por más ceniza que lloviera sobre las islas, nada de ahí se purificaría. Solamente, un terremoto final auxiliado heroicamente por el abrumador oleaje de un solemne maremoto, podría quizás extirpar momentáneamente, lavar superficialmente esa maldad tan honda que había dejado depositada el hombre en esa tierra tan sifilizada y tuberculizada, chancrosa y humillada por las vascosidades infernales que se habían 51 Ibídem, p. 103. Ibídem, p. 16. 53 Ibídem, p. 33. 52 22 hablado sobre ella, por las perversiones que se habían practicado animalmente sobre su humus desgastado, cubierto de ceniza, pintado con ocre infecto.54 La miseria humana se va alternando con las reminiscencias del seudo-médico Oscar Vaca, de su niñez, familiares cercanos, viajes, mujeres y decepciones. Al culminar el relato, el narrador propone que –dejando a un lado todo el espectro de causas que determinan que alguien se convierta en criminal– los peores crímenes son las guerras modernas, donde jóvenes son “patrióticamente” enviados a la muerte, para defender intereses de “grupos diminutos y pudientes de hombres [que] desean obtener mayor poderío monetario en sus países natales”.55 Ha escapado de esta novela un ánimo conservacionista que romantice el paisaje y sublimice a los isleños. El deseo de huir, los lamentos, las historias tétricas con el telón de fondo de una sociedad plagada de contradicciones y la codicia de guardias civiles, me conducen a concluir que en Isabela resalta por sobre todo el segundo eje: entre la visión infernal y el proyecto utilitario. La visión infernal más que hacia la Naturaleza se refiere a la humanidad. La voz narrativa desalienta la búsqueda de la Edad de Oro en las „misteriosas y diabólicas‟ Galápagos. Más que el anhelo romántico de ser uno con la Naturaleza se subraya la impotencia ante la „maldad‟ humana que saca ventaja de los otros por la fuerza. Dos textos, una aventura en el mar Cuando Daniel Defoe encontró al marinero Alejandro Jelkir y éste le narró su apasionante historia en la desierta isla chilena, el escritor británico creó el inmortal Robinson Crusoe, no sólo para contar una experiencia ajena sino también para, con dicha oportunidad, dejar sentadas sus tendencias humanísticas, políticas y religiosas. [...] El personaje, de esta manera, se convierte en un símbolo y a veces hasta en una alegoría. ¿Quién no nos dice que Cervantes inventó al Quijote partiendo de algún personaje que él consideró arquetípico?56 54 Ibídem, p. 86. Ibídem, p. 218. 56 Fernando Cazón Vera, “Prólogo”, en Patricia Guerrero Paz y Miño, Aventura en “El Intrépido” 77 días a la deriva, Puerto Ayora, [H. Consejo Provincial de Galápagos], 2001 [1999], p. 7. 55 23 Aventura en el Intrépido. 77 días a la deriva (2001) es un relato escrito por Patricia Guerrero Paz y Miño, basado en el testimonio de Ecuador Macías. Ahí, por primera vez, se cuenta la historia de la tripulación del Intrépido, una embarcación que por fallas mecánicas viajó a la deriva desde la isla Pinta, al norte del Archipiélago, hasta Puerto Quepos, en Costa Rica. Desde el día que partimos, tuve el mal presagio del sueño; luego, la maldición que le echara la esposa del Capitán, sumado a esto las condiciones inseguras de la Nave y el quemeimportismo de quien dirigía la misma, que por despecho o por huir de la realidad de sus problemas conyugales, no le importó para nada la vida y el destino de las personas que lo acompañábamos en este insólito viaje.57 Años más tarde, aparece Bitácora sin destino (2007) como una réplica del Capitán Miguel Andagana. Esta vez, “el malo de la película”58 es el tripulante Ecuador Macías. ¡Qué joda! Ecuador no sale de su estado de sopor, acostado en la litera en la posición conocida, apoyado la mano en el mentón y el brazo derecho en escuadra; tiene la mirada vidriosa como de loco, mueve los labios como que insulta a alguien; su mano izquierda abierta haciendo señales obscenas o empuñando el cuchillo [...] Se pasa así mientras el “Intrépido” agota la distancia [...] Es que según Ecuador, -el daño de la máquina y de la cocina, no es accidente ni casualidad- fue a propósito, premeditado por el Capitán que solo piensa en hundirse con el barco de puro despecho.59 Estas versiones contrapuestas muestran cómo un mismo hecho, navegar a la deriva, puede ser simbolizado de distintas maneras. Los protagonistas ennoblecen su imagen, a la vez que juzgan el proceder de los otros desde un espectro de emociones que van del odio hasta la caridad. Mírese, por ejemplo: “[...] lo irónico, está en la actitud del Capitán que siendo el más atacado, es el que más le protege. Pide a sus compañeros paciencia en vista de que está próxima la Semana Santa y lo mejor es perdonar e invocar a Dios.”60 57 Patricia Guerrero Paz y Miño, Aventura en “El Intrépido” 77 días a la deriva, Puerto Ayora, [H. Consejo Provincial de Galápagos], 2001 [1999], p. 36. 58 Miguel Andagana Yaucha, Bitácora sin destino, Quito, s.e., 2007, p. 135. 59 Ibídem, pp. 40 y s. 60 Ibídem, p. 81. 24 Galápagos, como espacio, también ha sido simbolizado de modos diferentes. Ahora bien, ¿qué eje representacional prima en los relatos del Intrépido? ¿Qué matices e intersecciones se puede encontrar en ellos? Miguicho, el solitario pescador, capaz de quedarse varios días en el mar recorriendo el Archipiélago conocer los bancos de bacalao, mero, albacora, palometa, pargo. Como la compañía que le encanta, es pasar la noche en alguna Isla, salar el pescado, tenderse en la arena y contemplar el cielo estrellado; o anclar para pasar la noche en su bote. ¿Qué misterio? ¿Miedo a qué? El mar es su vida es su hogar, es su amor, tempestuoso o sereno es igual.61 La imagen del romántico solitario con la mirada perdida en el horizonte está presente en Bitácora sin destino. El narrador nos cuenta las penurias que conlleva la vida del pescador. Ese empecinarse en las redes le trae conflictos en la vida doméstica. Pero vemos que entre el mar y el pescador se teje una conexión especial. El pescador acepta las bondades así como las dificultades de su oficio. En el mar encuentra su “hogar”. En el relato llega a decir incluso que “en tierra, es más extraño que el turista, el visitante. Vive la rutina de la esclavitud económica, entregando su esfuerzo de trabajo al comercio mayor.”62 Entonces en el mar está su paraíso; en tierra, el infierno de las necesidades que malogran el bienestar familiar. Zarpa, buscando una Edad de Oro entre piolas, aletas, anzuelos, tortugas marinas; a sabiendas de que a su retorno serán otros quienes saquen provecho de su esfuerzo. Romanticismo y modernidad parecerían conjugarse en la vida del pescador. En el texto de Miguel Andagana tiene mayor peso la visión romántica; mientras que en la versión de Ecuador Macías se subraya que la ambición capitalista contribuyó a que se produjera la peligrosa aventura63. 61 Miguel Andagana, op. cit., p. 19. Ibídem, p. 20. 63 Es un hecho que algunas embarcaciones se han hundido por deficiente mantenimiento, debido a una riesgosa percepción de ahorro y/o maximización de la ganancia a través del empleo de materiales de baja calidad o inadecuados procedimientos. 62 25 Estar a la deriva, es como pertenecer a una existencia –que no existe– agua y tiempo horizonte y cielo. Peces, tortugas que corren con la corriente, se acercan y se alejan o siguen el ritmo que el bote les permite. Los tripulantes hacen las del “idiota”; cada cual –en el tiempo que no hay qué hacer–, se sumerge en lo que “es” temático. O tamborillar cualquier superficie para que las manos del ritmo de rumba; o silbar algún pasillo; hablar pendejadas reír sin cansar; correr de popa a proa; acordarse de esa prostituta; hablar obscenidades; llorar; o caer en depresión [...]64 Al ensimismamiento solitario suceden alucinaciones de islas y embarcaciones salvadoras. La valentía y el ingenio para enfrentar tan duras condiciones constituyen los pasajes más conmovedores de la historia del Intrépido: llaman “yahuarlocro” a un picado de vísceras y cabeza de tortuga marina, “hamburguesa” a unas tortillas preparadas con harina de tiburón; beben el “gloriado” que es agua lluvia caliente con un pedazo de carbón. La visión romántica sitúa a la Naturaleza como la fuerza superior a la cual el ser humano, perplejo, mira con asombro y atracción: “La de los seis es una sociedad del drama humano, cuando ante la naturaleza dominante, no encuentra como defenderse.”65; “Por más experimentado y avezado que sea el hombre de mar, solo está a merced de la naturaleza líquida.”66 Cuando un grupo de ballenas se acerca al Intrépido, su tripulación, asustada, pasa horas de suspenso: “Entre la ensoñación de la Naturaleza viva estresantemente misteriosa se pasa de una sorpresa a otra; desaparecen las ballenas y toman la posta las tortugas, decenas alrededor del buque.”67 En una situación así, casi forzosamente la visión de la “naturaleza” tiene que recoger rasgos de crueldad y fortaleza. Se descubre la fragilidad humana, fuera de su hogar, que no es la naturaleza sino la sociedad. Andagana finaliza Bitácora sin destino con un llamado de atención: “ […] 77 días aberrantes, pero sublimes porque se descubrió otro mundo abismal, en el que no fueron seres humanos los 64 Ibídem, p. 49. Ibídem, p. 85. 66 Ibídem, p. 107. 67 Ibídem, p. 163. 65 26 que les auxiliaron, fueron los animales marinos los compañeros con los cuales formaron otra sociedad, esta sí, solidaria.”68 ¿Por qué “esta sí, solidaria”? En el relato de Guerrero, Ecuador Macías sostiene que en las relaciones interpersonales de la tripulación primó la violencia: Las riñas y las contiendas se acrecentaban por cualquier circunstancia, por mínima que ésta fuese. Nos volvimos incapaces de sostener una conversación, un diálogo racional y civilizado, sin que exista la ofensa; y la agresión se ponía de manifiesto en cualquier momento […] ¡Realmente, nos 69 estábamos convirtiendo en unos animales…! Las alusiones a lo “racional”, “civilizado” en contrapartida a lo “animal” son frecuentes en estos textos marineros, sin llegar al prejuicio primitivista de la obra de André Armandi, anteriormente examinada. Aquí quiero indicar que las violentas pugnas de poder entre el Capitán y Ecuador Macías dejan su sello también en el cierre de Aventura en el Intrépido: “El Capitán, autocrático, delirante, capaz de mantener hasta el final su autoridad, aún en los momentos más críticos; pero incapaz de mantener la unidad y sobre todo la calma entre los miembros de su tripulación. Talvez siguió el postulado de Machiavello: „Divide y gobernarás‟.”70 Tras el gesto heroico, percibo en ambos textos el desencanto de la convivencia entre seres humanos. Se puede comprender que los pescadores batallaron con el temor a la muerte y de ahí ciertas actitudes violentas de ambos lados. Pese a ello, no olvidemos que la solidaridad y la unidad fueron precisamente lo que los mantuvo vivos y posibilitaron el retorno a sus hogares en la sociedad, una vez conocieron el precio de estar privados de sus beneficios durante 77 días. La esperanza es otro de los puntos clave de la visión romántica. Las voces narrativas invocan repetidamente la asistencia divina y destacan el noble entusiasmo de Lloreta, uno de los seis pescadores siempre presto a alentarlos en momentos de desánimo. Aun así, Ecuador Macías 68 Ibídem, p. 184. Patricia Guerrero Paz y Miño, Aventura…, p. 48. 70 Ibídem, p. 114. 69 27 manifiesta “Parecíamos demonios enjaulados dentro de esa barca, sin salida”71. En ambos textos hay estrofas que exaltan la esperanza de la salvación: Se cautiva a la gaviota con la idea de sacrificarla; pero el capitán se –ilumina– y relaciona a la visitante como enviada de Dios. es una mensajera de paz; nos trae la esperanza; es la señal divina; nos anuncia que estamos vivos; nos enlaza con la amistad definitiva; es la mensajera de los habitantes de algún puerto; es el amor.72 Desde luego, hay lugar para la nostalgia y la melancolía por la familia, que en gran medida constituye su aliciente para soportar la deriva y sobrevivir la inesperada aventura. La figura del solitario romántico que ya no se limita a contemplar, sino que enfrenta la inclemencia de la Naturaleza que admira, es reemplazada por el experimentado pescador valiente que reconoce fundamental a la sociedad en tanto necesaria para la vida humana. Matices e intersecciones En los textos poéticos y en los narrativos he podido constatar la presencia de fragmentos donde los ejes representacionales están plenamente marcados: Baltra de Eugenio Moreno Heredia pertenece a la visión romántica, mientras que al lado opuesto está Isabela de Seymour Baltra, alineado totalmente a la visión infernal-utilitaria. Pero hubo también intersecciones y matices. En El cuerpo desnudo de la tierra, de Filoteo Samaniego, se interseca la aspiración romántica de transformar la infernal irrupción humana en la „vida de tierra adentro‟ en una Edad de Oro panteísta. Un matiz interesante reportan Las encantadas de Daniel Samoilovich, pues salta de la ensoñadora contemplación paradisíaca a la reflexión sobre el origen de la vida y los usos de las 71 Ibídem, p. 65. 72 Miguel Andagana, op. cit., p. 168. 28 islas („implucaptura de especies‟ y „Etcétera‟). La visión infernal-utilitaria predomina en la novela El tesoro de las Islas Galápagos, sin que esto impida que aparezcan rasgos de la visión romántica como la insondable naturaleza exótica y el choque civilización-barbarie que surge del encuentro entre visitantes europeos y habitantes isleños. Los testimonios sobre la experiencia límite a la deriva navegan entre el romanticismo del pescador que siente el mar como su paraíso, los violentos conflictos entre los tripulantes y la esperanza en la salvación, ésta última posible gracias a la necesaria presencia de la sociedad para sobrevivir, aunque a veces signifique batallar con sorpresas, incomprensiones y prejuicios. CONCLUSIONES He buscado sistematizar la manera como las Islas Galápagos han sido representadas a través de la Literatura en un conjunto de textos –voces– de distintas épocas. Visión romántica y visión infernal-utilitaria constituyen la clave, perspectivas que admiten matices e intersecciones en distintas voces, incluso en una misma obra literaria. La indagación por otras voces, es decir, otros imaginarios sobre el archipiélago sigue pendiente, acaso se encuentren inéditas o hayan sido poco difundidas, salidas de la cotidianidad73, con rostro, nombre y apellido. Existe también la posibilidad de obras que, siendo literarias, se desprendan del formato „escritura-libro de papelespañol‟, como lo han advertido importantes críticos literarios latinoamericanos décadas atrás. Además, no podemos descartar que otras voces estén fluyendo ya a través de distintos cauces de expresión cultural: música, pintura, escultura, fotografía, serigrafía local, etc., a la espera de nuevos hallazgos y revisiones críticas desde la experiencia comunitaria galapagueña. 73 Me refiero, por ejemplo, a los relatos del Intrépido o la obra Basalto de Antonio Constante, analizada en la tesis. 29 ¿Y por qué sólo esas dos visiones? La matriz cultural occidental dominante podría ser la respuesta ante la ausencia de otras representaciones del espacio insular. Las Galápagos „aparecieron‟ ante los ojos de la Modernidad en una época en que ésta comenzaba a despuntar como experiencia global. ¿Quién mejor que un obispo para iniciar el relato en código cultural acerca de unas islas de las que nadie había escrito anteriormente? Los arquetipos de paraíso e infierno, de la tradición judeo-cristiana, prevalecen como lengua franca en nuestra percepción de la Naturaleza, de la que de paso nos entendemos desligados o separados por barreras mentales o de cemento. Con el desarrollo de la modernidad capitalista, el Paraíso cada vez más se ha ido identificando con riqueza, acumulación material, incremento de la producción, ensoñación industrial, civilización, ciencia y el ideal de „progreso‟. Como se planteó en la tesis de la que parte el presente estudio, estas cuestiones encuentran en la literatura un espacio de reflexión, en diversidad de timbres, según el punto desde donde los poetas y narradores palpen y cuestionen el tipo modernidad en el que vivimos. A la luz del acontecer actual de Galápagos y su literatura podemos concluir que: 1. La generalidad de autores literarios se ubican históricamente en una época de verdadero “aislamiento”, cuando el acceso de un barco era un suceso esperado por tres y hasta seis meses, cuando no existía telefonía ni aviación, cuando los “colonos” ecuatorianos y extranjeros eran una suerte de seres raros, que escogían el exotismo a sabiendas que no habrían muchos de su temple. 2. Para los primeros años del siglo XXI, es impensable hablar de islas “distantes y solitarias”. Más aún, si se considera que hay cinco islas habitadas con 30.000 habitantes más o menos acomodados y más de 180.000 turistas anuales, que copan los vuelos aéreos, los barcos grandes y pequeños, los taxis, los hoteles, los bares y sitios de Internet. 30 3. Desde el ámbito educativo y cultural es necesario impugnar la cómoda asociación „presencia humana-destrucción‟ y a su vez interpelar las concepciones sociales sobre „custodia del capital natural‟, „calidad de vida‟, „cultura isleña‟, y más aún, qué implica progresar o modernizarse en un espacio de condiciones excepcionales como Galápagos, donde la industria turística ha crecido a mayor velocidad que la conciencia de conservación de la Naturaleza y la valoración de su habitante. 4. Es necesario alentar una nueva Literatura sobre Galápagos, más aún, una Filosofía sobre Galápagos: Islas únicas donde se estudia la evolución de las especies, donde se ensaya el débil equilibrio entre conservación y desarrollo sustentable, donde el ecuatoriano lucha por la soberanía nacional ante la codicia extranjera capitalista, donde ya nadie quiere bases militares para la guerra sino un lugar de paz y armonía universal. Otras voces literarias franquean las grietas de la Modernidad para reiterar que sean la reflexión, la solidaridad, la unidad y el amor los que capitaneen nuestra intrépida embarcación terrestre… so pena de terminar a la deriva, sin destino, deseando cada uno naufragar en cualquier costa. 31 BIBLIOGRAFÍA Fuentes directas: 1. Andagana Yaucha, Miguel, Bitácora sin destino, Quito, s.e., 2007. 2. Armandi,André, El tesoro de las islas Galápagos, Madrid, Aguilar, 1929. 3. Baltra, Seymour, Isabela, Guayaquil, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1981. 4. Filoteo Samaniego Salazar, Filoteo Samaniego Salazar, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Colección Poesía Junta, 2006. 5. Guerrero Paz y Miño, Patricia, Aventura en “El Intrépido” 77 días a la deriva, Puerto Ayora, [H. Consejo Provincial de Galápagos], 2001 [1999]. 6. Moreno Heredia, Eugenio, Baltra. Poesía., Cuenca, Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Azuay, 1960. 7. Samoilovich, Daniel, Las encantadas, Barcelona, Tusquets, 2003. 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