http://aula.el-mundo.es/aula/noticia.php/2004/03/24/aula1080066084.html Aprendiendo el milenario arte del circo Los 18 alumnos del curso anual de la escuela de circo Carampa, de Madrid, trabajan siete horas diarias para aprender todo tipo de artes circenses: malabarismo, acrobacia, funambulismo, teatro... Todos sueñan con seguir “animando los corazones”, como decía una famosa canción. Otro enamorado de la magia, Diego P. Benedicto, quiere llevar a cabo un proyecto de animación con jóvenes en verano SARA MORENO Que el circo facilita la integración social es tan real como que el nivel circense en España está años luz del europeo. Al menos eso es lo que nos han dicho en la escuela de circo Carampa, una de las más asentadas del país. Ubicada en uno de los pulmones madrileños, la Casa de Campo, sus 600 metros cuadrados de carpa no dan abasto: la demanda supera con creces la oferta. Cursos para niños y para jóvenes, anuales y trimestrales, generales y especializados... todas las disciplinas que componen el mágico mundo circense pueden aprenderse aquí. El Carampa es un botón de muestra de los lugares que hay en toda España. Su director, el neoyorquino Donald Blehn, participó en este proyecto desde el principio. Desde 1994 funciona como escuela. “Aquí vienen desde niños que utilizan el circo para relacionarse unos con otros hasta jóvenes que desean formarse como artistas”, dice. Un chico que quiere dedicarse a los malabares o a ser acróbata, ¿en cuánto tiempo lo puede conseguir? Pues depende. A ver, para entrar como alumno en la escuela Carampa hay que pasar unas pruebas, pero como nos dice Donald, “es para que sepan dónde se meten, más que para conocer su nivel artístico, porque lo que no queremos es que abandonen pronto. Si lo hicieran, se resentiría todo el grupo. Buscamos gente que ha hecho algo de deporte, danza o teatro. Evidentemente, no podemos empezar con alguien desde cero en acrobacia porque se rompería. El curso anual es muy intenso y preferimos que vengan con algo”, aclara. A las nueve y media de la mañana, los 18 alumnos matriculados empiezan las clases dentro de la carpa: danza, acrobacia, teatro, equilibrios, teoría, técnicas del circo y malabares son parte de las asignaturas que han de superar. Esto es todo un crisol de culturas porque los chicos y chicas, de edades comprendidas entre los 18 y los veintipocos años, son de siete nacionalidades distintas. La alemana Katherina Schrader, por ejemplo, impartió el curso anual el año pasado. Ahora está haciendo uno de posgrado, un poco más especializado. “Estoy ensayando un número con telas, aunque lo que más me gusta es la acrobacia de dos personas”, nos cuenta. Katherina, de 26 años, ya ha saboreado los aplausos en algunos países de Europa. “El año pasado aprendí un montón aquí. Me gustó mucho”. Mientras la acróbata alemana ensaya su número, los alumnos están en clase de acrobacia. La profesora, Helena, nos dice que ha cedido su puesto, temporalmente, a un profesor barcelonés. Los chicos, por parejas, hacen el pino y, lo que es más difícil, tratan de mantener el cuerpo erguido y firme el mayor tiempo posible. A algunos no se les da nada mal. Después, hacen otro tipo de posturas, siempre por parejas. El mundo del circo ya no son caravanas nómadas, cualquiera puede formar parte de él si trabaja y estudia. Más cosas FUTURO. ¿Dónde les gustaría trabajar a los alumnos del circo? Donald Blehn, el director de la escuela Carampa, nos dice que prefieren espectáculos más personales, donde el artista contribuya más, que, por ejemplo, el famoso Cirque du Soleil. EXPRESIÓN. Cuando los alumnos formados en España llegan a otras escuelas europeas, uno de los aspectos que más llama la atención, según Donald, son las ganas que tienen de expresarse. “Los reciben muy bien porque llevan mucho arroje creativo”, dice. EN INTERNET. La escuela Carampa tiene una página web muy útil, www.carampa.com. A través de ella se puede contactar con otras escuelas de circo españolas. EL DÍA DESPUÉS. Después de un año aprendiendo artes circenses, como acrobacia, malabarismo, zancos, funambulismo, etcétera, ¿qué hacen los alumnos? Donald nos dice que “muchos se van a escuelas europeas y esto es importante porque salen con ganas de seguir aprendiendo. Otros trabajan como animadores. La verdad es que el mercado es muy grande y de aquí salen cada año sólo 18 alumnos”. PRINCIPIOS SOCIALES. “El circo tiene una importante misión socioeducativa. Es una gran herramienta de habilidad que facilita la integración y la comunicación social. Las escuelas de circo han sido utilizadas como recurso para favorecer el desarrollo psicosocial y la integración de los niños y jóvenes”, dicen en la escuela Carampa. Un proyecto de convivencia juvenil con la magia A Diego Pérez Benedicto le entró el gusanillo de la magia y el circo hace mucho tiempo, cuando era un niño. Ahora, a sus 24 años, sueña con hacer realidad un proyecto que se le ocurrió mientras hacía un curso en La Rioja en el que le explicaron cómo podía llevar a cabo sus propias ideas. Diego ha trabajado como animador sociocultural, tanto en España como en el extranjero, y sabe muy bien lo que quiere: un campamento-escuela de circo para los meses de verano. “Ya he encontrado el lugar: la sierra de Madrid”, dice. La idea consiste en reunir a gente joven, de entre 17 y 21 años, interesados en el mundo del circo y de la animación. Lo ideal es que cada uno fuera especialmente diestro en algo, por ejemplo en malabarismo, para que compartiera sus conocimientos con el resto de los chavales. Así todos se enriquecerían mutuamente. Diego ha contactado con varias instituciones y todas le han apoyado. Lo que hace falta es que el Parlamento Europeo le diga que sí, financie la propuesta y se lleve a cabo. “Espero que me contesten en menos de un mes”, dice esperanzado. Lo bonito de la iniciativa, aparte de la convivencia en plena Naturaleza, es que, después, expondrían todo lo aprendido (magia, malabares, globoflexia, teatro, acrobacia...) en hospitales, residencias, casas de cultura, asociaciones y orfanatos de forma altruista. Mientras, Diego entretiene la espera dando clases de snowboard, su otra pasión. Armando y Fabrizio son el ‘cirque vague’ Fabrizio Giannini y Armando Rabanera se conocieron el año pasado en la escuela Carampa y decidieron formar un grupo circense propio. Eligieron el nombre ‘Cirque Vague’. Esta última palabra, en francés, quiere decir ‘vago’ y también ‘ola de mar’. Fabrizio es italiano, tiene 24 años y es un enamorado de la acrobacia. “Pasamos muchas horas ensayando, enfadándonos, disculpándonos... existe un método para alcanzar los objetivos y se tarda mucho. Hay que trabajar poco a poco”, dice. Su pareja artística, Armando Rabanera, tiene 25 años y llegó a Madrid el año pasado a estudiar artes circenses. “Hasta hace dos años no sabía que se podía estudiar en España, yo pensaba que era algo de familia cuando en realidad no es así. Todo lo que sé lo aprendí aquí y es maravilloso”, nos cuenta. El año pasado hicieron los dos un montaje y ahora están perfeccionándolo. ¿Su sueño? Vivir como acróbatas. En ello están.