Carpe diem! Carpe diem! significa «aprovecha el momento», «disfruta el día», y es una expresión de Horacio en la cual se hace una apuesta por el presente: lo que quieras ser, vívelo ya, antes de que se te pase la oportunidad. Se nos invita así a vivir el presente lo más intensamente que podamos, a coger los sabrosos frutos que la vida, generosamente, nos pone delante. Se trata de una forma de afirmación vitalista inmediata y directa. Lo que suele suceder cuando se adopta esta postura es que se identifica la felicidad y el sentido de la vida con el placer. Se trata de una exaltación del gozo presente, que trata de exprimirlo antes de que sea demasiado tarde. La intensidad con que esta postura puede ser mantenida es muy variable, pero el conjunto de sus rasgos es bastante constante: 1) La virtud y el placer se presentan como opuestos. Para los partidarios de la primera, «todo lo placentero es pecado y lo que no está prohibido es obligatorio». La bondad moral significa entonces aburrimiento, y la verdadera libertad terminar con los tabúes que nos impiden disfrutar de las cosas buenas: «la vida es un manantial del placer» decía Nietzsche. 2) Se afirma, con Rousseau, que la naturaleza humana es buena de por sí: «ya nada malo saldrá de ti de ahora en adelante», dice también Nietzsche. Por tanto, hay que dar libre curso a la fuerza natural de la vida que uno lleva dentro, porque no tiene nada de malo, es de por sí inocente y buena. El hombre es naturalmente bueno. La virtud y la bondad moral significarían una represión de las fuerzas de la vida, y por eso son algo antinatural. La cultura y la vida social tendrían demasiadas formas de represión de las fuerzas vitales. Por eso, la ebriedad puede ser bienvenida, porque es una forma de vivir la vida con intensidad, y de liberarse de los tabúes y convencionalismos que nos impone la sociedad en la que vivimos. 3) Lo hegemónico en el hombre es entonces el cuerpo: «cuerpo soy, del todo y por completo». El espíritu se difumina. En consecuencia, todo lo que se refiere al cuerpo se conviene en extraordinariamente importante: la dieta, la forma física, el «funcionamiento» de mis órganos sexuales (instrumentos del que es quizá el rey de los placeres), el aspecto de mi piel, etc. Lo decisivo es la biología, lo corporal. 4) Que la vida sea un manantial de placer significa que debo aprovecharla: el futuro no me interesa, porque me traerá complicaciones, trabajo, vejez, escasez de dinero, enfermedades y muerte. Debo disfrutar ahora, y todo lo que pueda. Hay que estar volcados en el presente: Carpe diem! Esto significa una primacía de la gratificación instantánea, a la que ya se aludió, y un rechazo del compromiso que suponen las tareas arduas. Comprometerse significa que cuenten con uno, y esto es una complicación que no se acepta. 5) Lo que se necesita es un buen cálculo de los placeres asequibles, tal que permita eludir los dolores consiguientes. Por este cálculo el Carpe diem! ha solido llamarse hedonismo (hedoné es placer) : se identifican felicidad y placer. Los puntos flacos de este planteamiento son fáciles de adivinar: a) Confundir la felicidad con el placer es un craso y peligroso error. El placer «tiene dos caracteres : por una parte es momentáneo, por otra admite la repetición. Además, es siempre parcial, en el sentido de que afecta nada más a una dimensión de la vida, pero desde ella puede «llenarla» momentáneamente. Puede tener una gran vivacidad y energía, pero a la vez se lo siente como constitutivamente insuficiente». La razón de su insuficiencia está en esas tres características: porque es algo pasajero y parcial, afecta a la vida psíquica, más que al núcleo de la persona misma. Y sobre todo, su excesiva repetición provoca una dependencia de ellos no del todo voluntaria, y al final el hastío. La felicidad, en cambio, es algo muy diferente: en primer lugar no es algo parcial ni momentáneo, sino permanente, que afecta a la totalidad de la persona, y está por tanto a un nivel más profundo. En segundo lugar, la intensificación de la felicidad no provoca hastío, sino todo lo contrario, un deseo de que se haga aún más intensa y honda. Cuando se cifra la felicidad en el placer sobreviene lo que antes se llamó la atomización de la vida: la sustitución de la felicidad por la gratificación instantánea, por el éxito, por el placer, mientras queda en hueco la totalidad de la vida. b) Apostar por la felicidad en presente destruye la expectativa de los bienes futuros. En el Carpe diem! hay una traición secreta al valor de la espera. Hay más felicidad en esperar bienes futuros que en tenerlos todos ya. Cuando no hay expectativas, sino sólo goces, del futuro ya no se espera nada; comienza entonces la expectativa de la infelicidad. Hay más felicidad en el futuro que en el presente. La felicidad consiste en aprender a esperar. Por otro lado, el Carpe diem! no es aplicable a la vida profesional, donde impera la lógica de lo serio y de las tareas a largo plazo, con su estructura propia. Es, por tanto, un planteamiento incompleto de la vida, pues tampoco atiende al esfuerzo, al dolor, a la limitación y la enfermedad humanas, ante los que está amenazado de fatalismo. Se queda sólo con el tiempo libre, y lo convierte todo en diversión. Es la lógica de los inmaduros y los irresponsables. En el fondo se trata de una postura muy poco solidaria y más bien egoísta. Por eso, su crítica detallada debe hacerse desde un punto de vista ético. 2