Donde yo paso, no vuelve a crecer la hierba”, dice Atila reencarnado El ofrecimiento de una solución concreta al flagelo social de la falta de trabajo es el principal anzuelo que suele utilizar la megaminería cuando trata de seducir a las comunidades que, por supuesto, ansían desarrollo, progreso, y un trabajo que permita ganarse la vida dignamente. No deja de ser curiosa la similitud que presentan los propagandistas de las empresas multinacionales con los políticos en tren de campaña, éstos suelen prometer educación, salud pública, progreso y creación de fuentes de trabajo. Una vez logrado el objetivo de agarrar la manija, la realidad suele variar bastante de las doradas promesas. Esto lo reconoció impúdicamente, con sinceridad desfachatada, Carlos Menem cuando dijo: “Si decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie.” Entre otros estafadores de la confianza pública, hizo el mismo engaño su comprovinciano Beder Herrera. Creen que el poder les durará para siempre, confían en que las promesas traicionadas no se pagan. En el caso de las empresas multinacionales es peor, porque una vez culminado el saqueo, cuando ya no haya nada para llevarse, levantaran vuelo como las aves de rapiña frente al cadáver al que no le queda más que los huesos pelados. Después… ¡A cantarle a Gardel, a quejarse a Magoya!… con la contaminación, la falta de remediación, las escombreras, el fin de los trabajos temporarios, la perdida de las fuentes de agua, la destrucción de los glaciares, las enfermedades y muertes de animales y personas, y un largo etcétera. Sucede que de tanto confraternizar con los empresarios mineros, el rostro de los defensores de la megaminería contaminante adquiriere una dureza mineral, y así ostentan una cara con solidez de granito, una caradurez como la del gobernador riojano al que se lo puede ver en un video por Internet desafiando: “¡Muéstrenme un solo ejemplo de contaminación minera, uno sólo!”... Merece figurar en la Guía Guinnes. Lamentablemente parece que aquello que decía el General sobre que “los pueblos engañados hacen tronar el escarmiento” no era cierto, al menos así sucede con estos dos personajes cuya impunidad para la traición es sorprendente. Idéntica impunidad parece proteger a la megaminería. La protege su asociación con los gobiernos, nacional y provinciales, y con los factores de poder (legislativos, judiciales, empresariales, financieros, medios de difusión masiva, etc.). Frente al enorme poderío imperial, la franciscana carencia de medios de los sectores populares que resisten la presión extranjera hace parecer una utopía demente la pretensión de rechazar el saqueo imperial, aliado a los poderosos sectores entreguistas locales, asociación que nuestra historia ha presenciado reiteradamente durante 200 años de vida formalmente independiente. Y aún desde antes, pues en la época de la conquista española ya había indios y caciques que se vendían al invasor, traicionando mercenariamente a sus hermanos. Sin la traición interna jamás el grupito de europeos, por más armamento superior que tuvieran, podría haber sometido a los millones de habitantes originarios de América. Los entreguistas locales actuales deberían recordar el pago que obtuvieron los indios traidores después del triunfo del invasor. La megaminería extranjera promete “responsabilidad empresaria”, “cuidado del medio ambiente”, “desarrollo sustentable”, lo que no pasa de ser pura charlatanería para cualquiera que, aún sin título universitario de Ingeniero en Minería, razone con cabeza propia, cualquiera con sentido común: ¿cómo hablar de “desarrollo sustentable” en una actividad que se apropia de “recursos NO renovables”? ¿Qué pasará con los trabajos que ofrecen cuando al cabo de unos años se termine la actividad? ¿Qué pasa con las actividades agropecuarias que son destruidas y que no puedan recuperarse porque las condiciones ambientales habrán cambiado sustancialmente (contaminación, agotamientos de recursos hídricos, etc.)? ¿Qué ganancia es para el país que se lleven todo casi gratis, gracias a las leyes de gobiernos entreguistas? Un volante de Autoconvocados de San Juan del año 2004, citado por Javier Rodríguez Pardo, se preguntaba: “¿Para quién es el negocio de la Gran Minería? (…) son 39 compañías las que explotan el 80% de la minería en Argentina, 35 de las cuales son corporaciones extranjeras. Por cada 100 dólares que obtienen, pagan un promedio de 1,20 dólares de regalías, una vez descontados sus costos de producción. En los primeros 5 años de explotación (…) salen del país 25.000 millones de dólares y sólo pagarán de regalías a las provincias 390 millones de dólares , pero la Nación deberá reintegrarles 1.250 millones de dólares en concepto de reembolsos por explotaciones no tradicionales, con lo que perderemos en 5 años 870 millones de dólares, además de los recursos naturales que se llevan y el pasivo ambiental que nos dejan (…) Cuantos más yacimientos se explotan, más dinero pierde Argentina (…) El IVA se devuelve en 70 días y el combustible liquido no paga impuestos permitiéndoles abonar $ 0,50 el litro de gasoil (agosto 2004). Así como están exentas del impuesto al cheque, tampoco están obligadas a liquidar las divisas en el país. Y sólo generan un puesto de trabajo por cada millón de dólares que invierten”. Los casos de pueblos fantasmas después del agotamiento de la actividad minera, la creación de desiertos contaminados, los gobiernos del primer mundo que han prohibido esta actividad en sus propios territorios, son innumerables. ¿Puede mencionarse a un solo pueblo que después de años de explotación minera y tiempo después que se haya ido la empresa, se encuentre en mejores condiciones sociales y económicas que antes? Las modernas huestes de Atila vienen dispuestas a llevarse todo y dejarnos una contaminación ambiental irreparable. La historia debería servirnos de fuente de enseñanza, hacernos pensar, tomar conciencia del saqueo a que estamos siendo sometidos y del futuro tenebroso para nosotros y nuestros descendientes, y decidirnos a rechazar la invasión minera que padece toda Latinoamérica, antes de que sea demasiado tarde y el lamento lacrimoso sobre las ruinas sea el estúpido acto final de los que no supieron ponerse de pié y rebelarse a tiempo contra los saqueadores de afuera y sus aliados de adentro. Porque el despojo está sucediendo en este momento, mientras escribo estas líneas, está sucediendo ahora mientras usted lee, y sucederá mañana y pasado sino podemos expulsarlos de nuestro continente. El cielo se oscurece por el vuelo de centenares de aves oscuras y de pico corvo, que también pretenden su porción en el despojo. Centenares de proyectos mineros esperan su turno. Pero los latinoamericanos estamos recuperando nuestra dignidad, los sueños libertarios y unificadores de San Martín y Bolívar vuelven a vibrar en la Patria Grande continental. El saqueo minero de nuestra América cumplió 500 años, es hora ya de que los pueblos acaben con el sometimiento, recuperen el dominio soberano de sus propios recursos naturales, de sus bienes comunes, y digan basta a los mentirosos, los corruptos, y los ignorantes que son cómplices pasivos por omisión. El agua y la vida valen más que el oro. Los pueblos son los dueños naturales de los bienes comunes, no los dirigentes que fueron elegidos para defenderlos y no para ayudar al saqueo.- Dr. Mario H. Di Rienzo Médico. Tinogasta