DISLIPIDEMIA EN EL PACIENTE CON ENFERMEDAD RENAL CRÓNICA AUTORES DEL CAPÍTULO: Laura Cortés Sanabria, Linda Liliana Muñoz Hernández, Carlos A. Aguilar Salinas. Índice del capítulo Objetivos Definiciones Introducción Fisiopatología de la dislipidemia en la enfermedad renal crónica de acuerdo a la magnitud del daño renal Anormalidades específicas de las lipoproteínas en la enfermedad renal crónica Anormalidades del metabolismo de las lipoproteínas de alta densidad Anormalidades del metabolismo de los triglicéridos Anormalidades del metabolismo de las lipoproteínas ricas en triglicéridos Síntesis y catabolismo del colesterol Dislipidemia en pacientes con síndrome nefrótico Dislipidemia en pacientes en hemodiálisis Dislipidemia en pacientes en diálisis peritoneal La dislipidemia como factor de riesgo de progresión de daño renal Asociación entre dislipidemia y enfermedad cardiovascular en la enfermedad renal crónica Mortalidad cardiovascular en pacientes con enfermedad renal sin diálisis Recomendaciones para la evaluación de los niveles de lípidos en enfermedad renal crónica Tratamiento de la dislipidemia en la enfermedad renal crónica Tratamiento no farmacológico Modificación del estilo de vida Tratamiento farmacológico Estatinas Evidencia para el manejo de dislipidemia en pacientes con enfermedad renal crónica Seguridad del tratamiento con estatinas en la enfermedad renal crónica Otros fármacos hipolipemiantes Algoritmo de tratamiento de las dislipidemias en enfermedad renal crónica Metas de tratamiento Puntos clave Referencias bibliográficas Objetivos Describir la fisiopatología de la dislipidemia en la enfermedad renal crónica. Analizar el papel de la dislipidemia como factor de riesgo de progresión de daño renal. Evaluar la asociación entre dislipidemia y enfermedad cardiovascular en la enfermedad renal crónica. Analizar las recomendaciones para la evaluación de los niveles de lípidos en enfermedad renal crónica. Describir los tratamientos actuales de la dislipidemia en la enfermedad renal crónica temprana. Definiciones Dislipidemias: son una serie de condiciones patológicas cuyo elemento común es la alteración del metabolismo de los lípidos, con su consecuente alteración de las concentraciones de lípidos y lipoproteínas en la sangre. Introducción La dislipidemia es un factor de riesgo cardiovascular común en la población general. Su contribución en la fisiopatología de las complicaciones cardiovasculares en la población con insuficiencia renal crónica terminal (IRCT), en diálisis peritoneal o hemodiálisis se encuentra suficientemente sustentada.1-4 La ERC se asocia con aterosclerosis prematura y con una incidencia incrementada de mortalidad y morbilidad cardiovascular. Varios factores contribuyen a la aterogénesis y enfermedad cardiovascular (ECV) en pacientes con ERC, entre los que se encuentran las alteraciones de los lípidos, estrés oxidativo, inflamación, inactividad física, anemia, hipertensión, calcificación vascular, disfunción endotelial y disponibilidad disminuida del óxido nítrico.5,6 Los determinantes principales del metabolismo anormal de las lipoproteínas en la ERC son la intensidad en la disminución de la tasa de filtración glomerular (TFG) y la proteinuria. El colesterol total, el colesterol presente en las lipoproteínas de alta densidad (C-HDL) y el colesterol de las lipoproteínas de baja densidad (C-LDL) se reducen conforme declina la TFG y en promedio son similares en personas con estadios K-DOQI 3-5, comparados con la población general.7 La anormalidad más común en la insuficiencia renal es la hipertrigliceridemia, resultante del acúmulo de las lipoproteínas ricas en triglicéridos (TG), es decir, las lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL) y las lipoproteínas de densidad intermedia (IDL). Las causas de tal anormalidad son múltiples, incluyendo la disminución de la actividad de la lipasa lipoproteica (causada por la resistencia a la insulina secundaria a la uremia), el hiperparatiroidismo secundario, la elevación de la Apo C-III (que actúa como inhibidor directo de la lipasa) o un inhibidor circulante putativo detectado en el plasma urémico. Aunque el C-LDL no es una característica de la insuficiencia renal, sus concentraciones pueden subestimar el efecto aterogénico de las LDL, ya que en esta condición existe el acúmulo de las subclases pequeñas y densas, las cuales tienen un contenido menor de colesterol y, por ende, su acumulación tiene poco impacto en la concentración de colesterol y C-LDL. Otra anormalidad común en la insuficiencia renal es la concentración anormal de la lipoproteína(a) [Lp(a)], la cual aumenta el riesgo de trombosis y de progresión de la aterosclerosis. Finalmente, las concentraciones bajas de C- HDL en la ERC exacerban los efectos patogénicos de las lipoproteínas de baja densidad a cualquier concentración de C-LDL.7 En los últimos años, la ERC ha sido considerada como un estado con riesgo equivalente al de la cardiopatía isquémica, debido a que la probabilidad de sufrir un episodio cardiovascular grave es superior al 20% en 10 años. Las razones para la elevada incidencia de complicaciones cardiovasculares incluyen la coexistencia de estrés oxidativo, inflamación crónica de bajo grado, disfunción endotelial, hipertensión arterial y resistencia a la insulina.8 Por otra parte, la ERC probablemente sea uno de los predictores de riesgo cardiovascular más sensibles, sobre todo en pacientes de alto riesgo.9 El JNC7 y la National Kidney Foundation (NKF) han considerado a la ERC como un factor de riesgo cardiovascular equivalente a la enfermedad coronaria, lo cual implica objetivos de control más enérgicos de los otros factores de riesgo en estos pacientes.9,10 El cuadro 10-1 resume las características del perfil de lípidos de pacientes con insuficiencia renal prediálisis (con y sin síndrome nefrótico), así como las de los pacientes con IRCT en tratamiento con diálisis peritoneal y hemodiálisis. Fisiopatología de la dislipidemia en la enfermedad renal crónica de acuerdo a la magnitud del daño renal Anormalidades específicas de las lipoproteínas en la enfermedad renal crónica El Cuadro 10-2 resume los principales cambios de enzimas clave y receptores, así como su impacto en las lipoproteínas y lípidos. Anormalidades del metabolismo de las lipoproteínas de alta densidad La ERC se asocia de forma constante con concentraciones bajas de C-HDL. Se ha identificado una maduración alterada de la forma HDL-3, deficiente en ésteres de colesterol, hacia la forma HDL-2, rica en ésteres de colesterol, además de una cantidad incrementada de TG y una disminución en la principal proteína de la HDL (conocida como Apo A-I).11 Estas alteraciones se deben a una regulación alterada de varias proteínas importantes para el metabolismo de las HDL, inducida por la insuficiencia renal, que se describirán brevemente a continuación. Lecitina-colesterol-aciltransferasa (LCAT). La LCAT desempeña un papel importante en la captura de colesterol de tejidos extrahepáticos, por lo que sirve como el principal determinante de la maduración de las HDL y la concentración de C-HDL en el plasma. La deficiencia de LCAT puede ser responsable de la disminución de C-HDL y de la falta de maduración de las HDL en la insuficiencia renal. De hecho, se ha identificado una disminución en la actividad de la LCAT en pacientes con ERC, lo que se acompaña de un descenso significativo del colesterol libre plasmático y de una reducción marcada en el colesterol esterificado. Lo anterior representa evidencia funcional de una esterificación disminuida del colesterol dependiente de la LCAT.12 Hasta hace poco no estaba claro si el declive en la actividad de la LCAT era causado por una reducción en su producción hepática o era consecuencia de su inhibición por una toxina urémica desconocida. Diversos estudios demostraron que la menor actividad de la LCAT en ratas urémicas está asociada con una disminución paralela de la concentración de LCAT detectable y una menor expresión hepática del gen de LCAT.13 Proteína de transferencia de ésteres de colesterol (CETP). La CETP media el intercambio de ésteres de colesterol por TG de las HDL a las IDL. De tal forma, un incremento en la actividad de la CETP puede contribuir a la reducción del contenido de ésteres de colesterol y al aumento del contenido de TG observado en las HDL en la ERC. Un estudio reciente encontró que más del 34% de los pacientes en hemodiálisis tienen concentraciones elevadas de CETP. El mecanismo responsable es desconocido.14 Este efecto en la insuficiencia renal es amplificado por la proteinuria, la cual se ha comprobado que aumenta la síntesis y la concentración plasmática de CETP.15 Cambios en la concentración de las apolipoproteínas Apo A-I y Apo A-II. Éstas son las apolipoproteínas estructurales principales de las HDL. La Apo A-I sirve como activador de la LCAT, así como de ligando para el receptor scavenger tipo B1 (SRB-1) y ABCA1, mientras que la Apo A-II sirve como activador de la lipasa hepática. La concentración de ambas apolipoproteínas está disminuida de forma significativa en la ERC.16 Se ha mostrado en estudios en animales con ERC que la reducción de Apo A-I se debe a una regulación negativa de la expresión del gen hepático de la Apo A-I.17 Por lo tanto, la reducción en la concentración plasmática de estas importantes apolipoproteínas puede contribuir a la concentración disminuida de HDL y a su función alterada en los pacientes con ERC. Receptor scavenger (recolector) tipo B1. El SRB-1 hepático es la vía principal de eliminación de ésteres de colesterol y TG de las HDL. Por lo tanto, una alteración en la regulación de esta proteína puede tener impacto en el metabolismo de las HDL. La proteinuria glomerular grave ha mostrado disminuir la expresión de SRB-1 en modelos animales experimentales.18 En contraste, la insuficiencia renal sin proteinuria no cambia de manera significativa el RNAm o la abundancia de proteína en el hígado. Sin embargo, la proteinuria grave concomitante con ERC puede afectar la expresión del SRB1 y, con ello, el transporte inverso de colesterol dependiente de las HDL.17 Anormalidades del metabolismo de los triglicéridos La hipertrigliceridemia es una característica común en la insuficiencia renal crónica. Las causas posibles incluyen una síntesis incrementada, una depuración disminuida o ambas. La insuficiencia renal produce varias alteraciones que trabajan en conjunto para afectar de forma grave la depuración de lipoproteínas ricas en TG y, por lo tanto, causar hipertrigliceridemia. Sin embargo, la contribución de la síntesis alterada de TG para dar lugar a una hipertrigliceridemia urémica sigue sin conocerse del todo. Inicialmente se consideraron varios factores que incrementaban la lipogénesis en la ERC; por ejemplo, como la ERC provoca resistencia a la insulina, la cual puede promover la producción hepática de VLDL, se planteó que ésta podía ser la causa del aumento en las VLDL. También se pensó que el influjo de acetato a partir de los dializados de hemodiálisis (actualmente ya no utilizados) proporcionaba un sustrato para la síntesis de ácidos grasos. No obstante, pese al abandono de los dializados con base en acetato y su sustitución por dializados con base en bicarbonato, la hipertrigliceridemia sigue siendo un problema en esta población. Cabe notar que los estudios iniciales en humanos y modelos animales experimentales sobre la producción de VLDL y TG mostraron resultados contradictorios. Mientras unos estudios detectaban un incremento en la producción de TG, otros no lo encontraron. Por otro lado, la producción de ácidos grasos y la expresión de enzimas implicadas en la síntesis de ácidos grasos están incrementadas en el tejido adiposo de ratas con ERC. Este fenómeno parece constituir una respuesta compensatoria a la entrada disminuida de ácidos grasos al tejido adiposo, ocasionada por deficiencias de la lipasa lipoproteica (LPL) y el receptor de VLDL, como se observa en los ratones deficientes de LPL.11 Diacilglicerol-aciltransferasa (DGAT) hepática. La DGAT se encarga del paso final en la biosíntesis de los TG. Un estudio reciente mostró regulación negativa de la expresión hepática de DGAT en la ERC.19 Esta observación iría en contra de una producción incrementada de TG como un factor que contribuye a la hipertrigliceridemia urémica y proporciona una explicación para la reducción en el contenido de TG en las VLDL en la uremia. La proteinuria grave lleva a una regulación positiva de la DGAT y, por lo tanto, a una capacidad de síntesis incrementada de TG.20 De ahí que la insuficiencia renal y la proteinuria grave podrían causar influencias opuestas en animales afectados y posiblemente en humanos. Anormalidades en el metabolismo de las lipoproteínas ricas en triglicéridos La ERC está asociada a una depuración alterada de VLDL y quilomicrones, así como a una acumulación de sus remanentes aterogénicos. Lo anterior coexiste con colesterol VLDL elevado, TG-VLDL reducidos, LDL-TG incrementados y C-LDL disminuido. Estas anormalidades se deben a una alteración en la regulación de la LPL, la lipasa hepática, el receptor de VLDL y la expresión/actividad de la acil coenzima A colesterol aciltransferasa (ACAT) y la proteína relacionada al receptor LDL (LRP), así como a un metabolismo alterado de las HDL.11 Lipasa lipoproteica. Esta enzima es miembro de la familia de las lipasas que incluye la lipasa pancreática y la hepática. Es producida de forma abundante por miocitos, adipocitos y otros tipos celulares como una enzima inactiva. Requiere una glicación secuencial y escisión en el aminoácido 27 para ser funcionalmente activa. La enzima es almacenada en las vesículas de Golgi. Cuando se secreta, se une a proteoglicanos en la superficie de la célula y el endotelio capilar adyacente. La unión al endotelio es importante para la lipólisis de quilomicrones y VLDL. La heparina soluble puede desplazar y liberar de los sitios de unión en el endotelio a la LPL, por lo cual la actividad lipolítica de la LPL se puede medir después de la inyección intravenosa de heparina. Varios estudios han mostrado una reducción marcada de la actividad lipolítica posheparina en pacientes con ERC.21 Además, el tejido adiposo obtenido de pacientes con ERC presenta una actividad disminuida de la LPL.22 La reducción en la actividad lipolítica posheparina en pacientes en hemodiálisis fue atribuida de forma inicial a la administración intermitente crónica de heparina (como anticoagulante durante la diálisis), que ocasionaba depleción del pool endotelial de LPL. Otro factor que participa en la deficiencia de acción de la LPL es la resistencia a la insulina, la cual es una característica de la ERC. Por otro lado, existen estudios que sugieren que el hiperparatiroidismo secundario disminuye la actividad de la LPL y que la paratiroidectomía puede mejorar su actividad.23 Factores adicionales que contribuyen a una actividad menor de esta enzima en la ERC incluyen reducciones en la Apo C-II (cofactor de la LPL) y Apo E (ligando para la unión endotelial), contenidos en los quilomicrones y VLDL. Estas anormalidades a su vez son causadas por la falta de maduración de las HDL-3 hacia HDL-2, que sirven como un donador de Apo C y Apo E a los quilomicrones y VLDL nacientes. Lipasa hepática. La lipasa hepática (LH) tiene una homología estructural considerable con la LPL. Se produce y libera exclusivamente en los hepatocitos. A diferencia de la LPL, su actividad es independiente de la Apo CII y, como tal, puede catalizar la hidrólisis de TG en partículas IDL (que están desprovistas de Apo C-II) y su conversión a LDL. La LH es responsable de la hidrólisis de TG y fosfolípidos en HDL y remanentes de quilomicrones. La ERC está asociada con una depuración alterada y concentraciones elevadas de IDL, además de un acúmulo de TG en IDL, LDL, quilomicrones y HDL, lo cual es indicativo de deficiencia de la actividad de LH. Se sabe que la insuficiencia renal disminuye marcadamente la regulación de la expresión y actividad de la LH en modelos animales. La deficiencia de LH asociada a ERC parece estar mediada, por lo menos en parte, por el hiperparatiroidismo secundario y la alteración en la regulación del calcio citosólico.24 Proteína relacionada al receptor LDL (LRP). Esta familia de receptores se expresa en forma abundante en el hígado y reconoce 30 diferentes ligandos, incluyendo remanentes de quilomicrones, IDL, Apo B-48 y Apo E. Las proteínas LRP1 y LRP6 participan en el metabolismo de las lipoproteínas. La ERC está asociada con una depuración alterada y concentraciones elevadas de IDL y remanentes de quilomicrones. En virtud del papel crítico de la LRP1 en la remoción de estas lipoproteínas, su depuración alterada pudiera explicarse por una deficiencia de este receptor. La expresión hepática y la abundancia proteica del gen LRP están disminuidas en ratas con ERC.25 Así, la deficiencia de la LH (la cual restringe la conversión de IDL a LDL) más la regulación negativa de LRP (que limita la remoción hepática de IDL y remanentes de quilomicrones) trabajan en conjunto para incrementar estos remanentes aterogénicos en la ERC. Receptor de VLDL. Es otro miembro de la familia del receptor LDL. Se expresa en el músculo esquelético, miocardio, cerebro y tejido adiposo. Tiene una afinidad específica y sólo reconoce a las VLDL en el miocardio y a la Lp(a) en el resto de los tejidos. El receptor se une vía Apo E a las VLDL, participando de esta forma en su depuración. Como se mencionó anteriormente, la depuración de las VLDL está alterada y la deficiencia del receptor de VLDL potencialmente podría contribuir a esta anormalidad. De hecho, el RNAm y la abundancia proteica del receptor de VLDL en el tejido adiposo, músculo esquelético y miocardio, están gravemente disminuidos en modelos animales. Síntesis y catabolismo del colesterol El determinante principal de la concentración de colesterol en la ERC es la magnitud de la albuminuria. En contraste, en sujetos con uremia, su valor es determinado por el estado nutricional. Por ende, existe una dispersión notable en los valores de colesterol en los estudios sobre ERC. Hidroxi-3-metilglutaril-CoA (HMG-CoA) reductasa. La HMG-CoA reductasa es la enzima limitante en la biosíntesis del colesterol. La proteinuria grave conduce a una regulación positiva de esta enzima y sería uno de los mecanismos para explicar la hipercolesterolemia.26 El mismo mecanismo explicaría la hipercolesterolemia de pacientes en diálisis peritoneal, ya que presentan una pérdida importante de proteínas a través del peritoneo. Receptor LDL. Media la captura de colesterol y tiene un papel importante en la homeostasis del colesterol. En ausencia de proteinuria grave, la insuficiencia renal crónica no altera la expresión del gen de LDL, pero si se encuentra presente, ya sea sola o en combinación con ERC, provoca deficiencia del receptor LDL, lo cual desempeña un papel central en la génesis de la hipercolesterolemia asociada.27 Dislipidemia en pacientes con síndrome nefrótico La dislipidemia en pacientes con síndrome nefrótico es distinta de la que presentan los pacientes con ERC. Desde un punto de vista cuantitativo, tanto la hipercolesterolemia como la hipertrigliceridemia son comunes en el síndrome nefrótico. De forma habitual, los pacientes con síndrome nefrótico muestran concentraciones elevadas de lipoproteínas que contienen Apo B, como VLDL, IDL y LDL, así como una concentración normal y ligeramente disminuida de HDL. Sin embargo, los mecanismos de este fenotipo no se han comprendido por completo. Algunos estudios iniciales sugerían un incremento en la síntesis de proteínas como el mecanismo principal; en cambio, los estudios más recientes apoyan un papel más importante de un catabolismo disminuido. La deslipidación de lipoproteínas ricas en TG está alterada (la magnitud de la alteración correlaciona con la cantidad de proteinuria), con tendencia hacia una producción hepática mayor de Apo B. La deslipidación se lleva a cabo por vía de las LPL y hepática, y se ha considerado la pérdida a través de la orina de una proteína que sirve como cofactor activador de las lipasas. Las concentraciones bajas de C-HDL se pueden explicar por una actividad aumentada de la CETP, ya que esta enzima facilita la depuración de C-HDL al transferir ésteres de colesterol de las HDL a lipoproteínas que contienen la Apo B, que posteriormente son capturadas en el hígado. Además, los pacientes con síndrome nefrótico parecen tener una depuración disminuida de LDL, gracias al declive de la función del receptor de LDL.28-30 Las concentraciones de Lp(a) parecen estar elevadas de forma uniforme. Un estudio encontró una elevación de la Lp(a) de siete veces al compararla con controles sanos, y de cinco veces al compararla con pacientes con enfermedad renal y proteinuria leve.31 Dislipidemia en pacientes en hemodiálisis De manera característica, los pacientes tratados con hemodiálisis tienen colesterol total y C-LDL relativamente normales, acompañado de una concentración alta de TG y baja de C-HDL, similar a lo que ocurre en pacientes sin diálisis.32 En un estudio transversal de 1 047 pacientes en hemodiálisis del Sistema de Datos Renales de Estados Unidos (USRDS, por sus siglas en inglés), el estudio Wave II, el 28% de los pacientes tuvieron triglicéridos > 2,26 mmol/L y el 57% tuvieron colesterol no-HDL > 3,36 mmol/L.33 El perfil de apolipoproteínas es similar al de los pacientes sin hemodiálisis, es decir, Apo B y Apo E moderadamente incrementadas y Apo C-III con aumento intenso, así como Apo A-II y Apo A-I disminuidas. La elevación en la Apo B se explica por las lipoproteínas ricas en TG en el rango de VLDL e IDL, lo cual probablemente se debe a una menor actividad de la LPL, como sucede en los pacientes que no dependen de diálisis. En un estudio de 183 pacientes en hemodiálisis sin medicamentos hipolipemiantes, aproximadamente un tercio presentó una actividad incrementada de CETP, lo cual puede contribuir a la concentración baja de C-HDL encontrada en esta población.34 Adicionalmente, los pacientes en hemodiálisis pueden tener un perfil aterogénico de lípidos en ausencia de hiperlipidemia, lo cual se ha observado en estudios de casos y controles, en los que los pacientes en hemodiálisis tuvieron colesterol más bajo que los controles (4,44 contra 5,33 mmol/L, p < 0,001) y TG más altos (1,30 contra 1,10 mmol/L, p < 0,0006). Comparados con controles, los pacientes con IRCT tuvieron C-VLDL (2,12 contra 2,81 mmol/L) y C-IDL (0,4 contra 0,18 mmol/L) más alto y C-HDL (1,01 contra 1,39 mmol/L) más bajo.35 Estas diferencias permanecieron significativas cuando los grupos se separaron en base a concentraciones similares de CT y TG. A pesar de una concentración menor de C-LDL en los pacientes en hemodiálisis, su índice de colesterol/triglicéridos estuvo significativamente disminuido (2,8 contra 4,10 mmol/L, p < 0,0001), lo que refleja un predominio de partículas pequeñas y densas. Otros estudios han mostrado que los pacientes en diálisis tienden a tener Lp(a) y C-LDL oxidado mayores, incluso a concentraciones normales de C-LDL.36 En resumen, la dislipidemia de los pacientes en hemodiálisis es similar a la de los pacientes con ERC que aún no están en hemodiálisis, es decir, es una dislipidemia caracterizada por concentraciones relativamente normales de colesterol total y C-LDL, TG elevados y C-HDL bajo. Estas anormalidades cuantitativas pueden contribuir a la aterosclerosis y mortalidad cardiovascular, pero también las alteraciones cualitativas pueden tener un papel importante. Dislipidemia en pacientes con diálisis peritoneal El perfil de lípidos en estos pacientes es más anormal que en los pacientes con hemodiálisis y exhibe una forma de “dislipidemia urémica”. Múltiples estudios transversales muestran que los pacientes en diálisis peritoneal tienen colesterol total, C-LDL y TG más elevados que los pacientes en hemodiálisis.37-39 En un estudio transversal multicéntrico que comparó a 564 pacientes en hemodiálisis contra 168 pacientes en diálisis peritoneal,40 estos últimos tuvieron colesterol total, C-LDL, índice de colesterol total/C-HDL, TG y Lp(a) significativamente más altos que los de hemodiálisis, aunque el C-HDL fue similar entre ambos grupos; aproximadamente la mitad de los sujetos en diálisis peritoneal, en comparación con un cuarto de aquellos con hemodiálisis, presentaban tres o más alteraciones del perfil de lípidos, aunque había un mayor número de pacientes con diabetes en el grupo de diálisis peritoneal.40 Los casos tratados con diálisis peritoneal, al igual que los de hemodiálisis, tienen una actividad incrementada de la CETP, lo cual puede contribuir a las concentraciones bajas de C-HDL y al incremento de las lipoproteínas que contienen Apo B. Existe otra anormalidad cualitativa que puede aumentar el riesgo cardiovascular de los pacientes con diálisis peritoneal: la Lp(a) está aún más elevada que en los pacientes con hemodiálisis.40 Finalmente, las partículas LDL pequeñas densas y las LDL oxidadas están incrementadas en mayor proporción en pacientes en diálisis peritoneal en comparación con aquellos en hemodiálisis. Se han propuesto varios mecanismos para explicar el perfil de lípidos más aterogénico de los individuos en diálisis peritoneal, entre los que se sugiere que la absorción de glucosa del dializado puede estimular la síntesis de lipoproteínas hepáticas o aumentar las concentraciones de insulina, y con esto la síntesis de TG. Congruente con esta teoría es la observación de que el perfil de lípidos mejora cuando se sustituye la solución de diálisis peritoneal a base de glucosa con soluciones con icodextrina en el recambio nocturno. La pérdida diaria de proteínas a través del peritoneo puede promover dislipidemia por mecanismos similares a los relacionados a la pérdida de proteínas en el síndrome nefrótico. Las proteínas de tamaño más pequeño, como varias lipoproteínas, son eliminadas durante la diálisis; por ejemplo, las HDL se pierden a una tasa equivalente al 34% de su producción diaria, mientras que la pérdida de lipoproteínas que contienen a la Apo B es insignificante. En resumen, los pacientes con diálisis peritoneal, de forma característica, tienen una dislipidemia más grave que aquellos en hemodiálisis, lo cual se refleja en concentraciones más elevadas de lipoproteínas que contienen Apo B. La dislipidemia como factor de riesgo de progresión de daño renal La hiperlipidemia puede acelerar la progresión de la enfermedad renal mediante varios mecanismos. Primero, la reabsorción de ácidos grasos, fosfolípidos y el colesterol contenido en las proteínas filtradas (albúmina y lipoproteínas) por las células del epitelio tubular puede estimular la inflamación tubulointersticial, la formación de células espumosas y la lesión tisular. Segundo, la acumulación de lipoproteínas en el mesangio glomerular (mediante los receptores cubulina, megalina y receptor LDL) puede promover la producción de matriz y glomerulosclerosis. En este contexto, las lipoproteínas oxidadas y nativas, particularmente la LDL, estimulan la producción de proteínas de matriz por las células mesangiales y fomentan la generación de citocinas proinflamatorias, las cuales conducen al reclutamiento y activación de macrófagos circulantes y residentes. Además, el transporte inverso del colesterol puede contribuir a la lesión tisular por limitar el eflujo del colesterol celular. De hecho, el colesterol HDL bajo se ha identificado como un factor de riesgo independiente para el avance de la enfermedad renal. La ERC y el síndrome nefrótico conducen a una deficiencia adquirida de la LCAT y a un metabolismo alterado de las HDL. La administración de un inhibidor de la ACAT reduce estas anormalidades y ha mostrado limitar la proteinuria y retrasar la progresión del daño renal en modelos animales experimentales.11 La ERC está asociada a anormalidades específicas del metabolismo de las lipoproteínas, tanto en estadios iniciales como avanzados del daño renal. La relación de la dislipidemia con la ERC se fundamenta en dos hechos principales: la filtración de lípidos condiciona cambios en la permeabilidad de la membrana glomerular y, asimismo, induce o acelera procesos proliferativos o escleróticos en el mesangio glomerular que conducen a ERC.41-44 En los últimos años se ha tendido a considerar a la ERC como un estado pro-oxidativo, y existen evidencias experimentales y clínicas de que el estrés oxidativo está implicado en la aterosclerosis de la ERC. Por otra parte, los niveles de C-HDL (inversamente relacionados con riesgo cardiovascular) son parcialmente determinados de forma genética, pero también dependen de la resistencia a la insulina. A medida que la TFG disminuye, la sensibilidad a la insulina declina, de manera que esto último puede contribuir a la dislipidemia en la ERC. Existen algunas evidencias que sugieren que a nivel de glomérulos y túbulos intersticiales renales tiene lugar la oxidación de las lipoproteínas por parte de macrófagos y células mesangiales, lo que a su vez estimula la inflamación y la producción de citocinas fibrogénicas, así como disfunción endotelial con superproducción de endotelina y tromboxano, además de activar el sistema renina-angiotensina.43 Las lipoproteínas oxidadas tienen capacidad inmunogénica y recientemente se han descrito inmunocomplejos de LDL oxidadas-LDL antioxidadas en pacientes con daño renal, lo que sugiere que los lípidos pueden contribuir al avance de la ERC a través de daño por inmunocomplejos. Además, la dislipoproteinemia puede contribuir no sólo a la progresión de la ERC, sino también al desarrollo acelerado de aterosclerosis.4144 En las dos décadas anteriores, algunos estudios han intentado explorar los efectos de la dislipidemia y de los tratamientos hipolipemiantes en la progresión de la ERC y la proteinuria en animales y humanos. Por ejemplo, una alimentación con ingesta elevada de grasa exacerba la gravedad de la glomerulosclerosis y fibrosis tubulointersticial; en cambio, la corrección de la hiperlipidemia disminuye estos procesos. En ratas con ERC, las intervenciones farmacológicas dirigidas a mejorar el metabolismo de las HDL, sin cambio en el colesterol total, han mostrado retrasar el avance de la enfermedad renal. Además de los estudios animales, algunos estudios clínicos han proporcionado evidencia de la posible contribución de la dislipidemia a la progresión del daño renal.45,46 Tal es el caso del PHS (Physicians Health Study), que demostró un incremento significativo en el riesgo de deterioro de la función renal en individuos con concentraciones ligeramente elevadas de creatinina sérica, que tenían concentraciones cuantiosas de colesterol total o concentraciones reducidas de C-HDL.47 De igual forma, el estudio MDRD (Modification of Diet in Renal Disease) identificó a las concentraciones bajas de C-HDL como un factor de riesgo independiente para la evolución de la enfermedad renal.48 Estas observaciones han promovido la realización de ensayos clínicos con el fin de explorar el efecto de los agentes hipolipemiantes en humanos con ERC. Un número limitado de estudios prospectivos ha revelado reducciones significativas en la proteinuria y en la tasa de declinación de la función renal con el uso de estatinas en pacientes diabéticos y no diabéticos con ERC.49,50 Adicionalmente, un metanálisis de 13 estudios prospectivos pequeños comunicó una reducción significativamente menos marcada de la TFG y disminuciones marginales en proteinuria y progresión hacia IRCT con el uso de diversas estatinas.51 De igual forma, el HPS (Heart Protection Study) mostró una tasa significativamente menor de incremento en la creatinina sérica en el grupo tratado con estatinas en comparación con placebo.52 En contraste, un análisis post hoc de los datos del Cholesterol and Recurrent Event Study no mostró diferencias significativas en la declinación de la TFG entre pacientes tratados con estatinas en comparación con placebo.53 Sin embargo, entre individuos con TFG menor de 40 mL/min, la administración de estatinas se asoció con una disminución de la TFG significativamente menos marcada. Los efectos benéficos de las estatinas han sido atribuidos tanto a la acción hipolipemiante como a sus funciones antiinflamatorias.7,54 El uso de otras clases de hipolipemiantes ha sido escasamente estudiado. Por ejemplo, una investigación concluyó que no existían diferencias en la disminución de la TFG entre pacientes con insuficiencia renal moderada tratados por 5 años con gemfibrozilo en comparación con placebo. Asociación entre dislipidemias y enfermedad cardiovascular en la enfermedad renal crónica El riesgo de mortalidad y morbilidad cardiovascular está incrementado de manera importante en pacientes con ERC. La mayoría de estos individuos mueren por ECV antes de alcanzar la IRCT.55 Más aún, la mortalidad cardiovascular entre pacientes con IRCT en diálisis es 10 a 20 veces mayor que en la población general, aun después de estratificar por género, edad, raza y diabetes. Numerosos factores contribuyen a la diátesis aterogénica y el mayor riesgo de ECV en estos pacientes, incluyendo estrés oxidativo, inflamación, hipertensión y metabolismo alterado de los lípidos, carbohidratos, óxido nítrico, calcio y fosfato, entre otros. Mientras que las concentraciones de colesterol están elevadas en pacientes con proteinuria nefrótica e insuficiencia renal leve a moderada, en la IRCT son normales o bajas y muy raras veces están aumentadas. De acuerdo con esto, el alto riesgo de padecer ECV en la población con IRCT no puede ser atribuido a hipercolesterolemia. Al contrario, una reducción en el colesterol plasmático (que podría asociarse con inflamación intensa) predice episodios cardiovasculares, en contraste a lo que ocurre en la población general.56 La información anterior resalta lo contradictorio que pueden resultar los estudios de asociación entre dislipidemia y muerte en pacientes con diálisis. Por ejemplo, estudios transversales grandes no han encontrado vínculo entre el colesterol o TG y la ECV en pacientes con diálisis,57 y dos estudios prospectivos en pacientes con hemodiálisis no mostraron asociación entre TG, colesterol total, C-LDL o C-HDL y episodios ateroscleróticos futuros.58,59 En contraste, varios estudios transversales de pacientes en hemodiálisis han mostrado que la dislipidemia es un factor de riesgo para enfermedad arterial coronaria o muerte,60 como un estudio prospectivo que siguió 412 pacientes (317 en hemodiálisis y 95 en diálisis peritoneal) por 9 años.61 Finalmente, algunos estudios han mostrado una relación paradójica entre las concentraciones de colesterol y mortalidad en pacientes con hemodiálisis o diálisis peritoneal. Para que estos datos tengan sentido, uno debe considerar el papel potencial que tienen la malnutrición y la inflamación en la mortalidad. En un estudio retrospectivo de 12 000 pacientes en hemodiálisis, la relación entre mortalidad y colesterol mostró un patrón en “U”, que adopta una forma más linear después de ajustar por concentración de albúmina sérica.62 Esta aparente relación paradójica puede ser explicada por la mayor mortalidad en pacientes con evidencia de malnutrición-inflamación, condiciones que suelen llevar a niveles reducidos de colesterol. Otra explicación alternativa resultaría de una “causalidad inversa” en la que la ECV coexistente conduce a inflamación/malnutrición, y esto a su vez disminuye las concentraciones de colesterol. La ERC debe ser considerada como un factor de riesgo cardiovascular equivalente a la enfermedad coronaria, tanto en pacientes diabéticos como no diabéticos.9 Lo anterior implica que en sujetos con ERC se debe buscar un control estricto de otros factores de riesgo. La prevalencia de ECV en estadios tempranos de la ERC es de 18-20%, mientras que en la IRCT llega hasta 40 a 75%, y el riesgo de muerte prematura por ECV es hasta 100 veces mayor que el de desarrollar IRCT.63,64 Por lo tanto, es obligado tratar y controlar la dislipidemia, independientemente del estadio de daño renal. Las Guías K/DOQI han establecido que se debe considerar a los pacientes con ERC dentro de la categoría de mayor riesgo para ECV (equivalente al riesgo que se tiene con la enfermedad coronaria establecida), es decir, estos pacientes tienen un riesgo absoluto de padecer una complicación vascular en 10 años superior al 20%. La ECV constituye la primera causa de muerte en los pacientes con ERC, en los que el riesgo de ECV es elevado desde las fases tempranas de la enfermedad, probablemente debido a la presencia de otros factores de riesgo cardiovascular (p. ej., diabetes, hipertensión y dislipidemia). El aumento de la creatinina sérica, así como la presencia de microalbuminuria y proteinuria son factores de riesgo cardiovascular independientes, tanto en pacientes diabéticos como en no diabéticos.65 La prevalencia de algunos factores “no tradicionales” de riesgo cardiovascular fue estudiada en un análisis transversal de 16 471 participantes del NHANES, estratificados de acuerdo a una TFG > 90, de 60-89 y de 1559 mL/min, y se encontró que después de ajustar para edad, sexo y raza, el promedio de Apo A-I fue menor y el de Apo B mayor conforme menor fue la TFG. Este fenotipo, es decir, C-HDL bajo con Apo B y Lp(a) elevados, es característico de un perfil de lípidos más aterogénico. Estos hallazgos indican que, en los pacientes con enfermedad renal, las concentraciones de colesterol tienen una correlación deficiente con las concentraciones de lipoproteínas potencialmente aterogénicas, como las que contienen las Apo B; por lo tanto, es de suma importancia considerar estos aspectos cuando se valora el perfil de lípidos de un paciente con ERC.7 Mortalidad cardiovascular en pacientes con enfermedad renal sin diálisis Existen pocos datos que definan la contribución de la dislipidemia en la mortalidad y morbilidad cardiovascular en pacientes sin diálisis. Si bien se podrían extrapolar los datos de la población general, la fisiopatología de la ECV en la ERC puede verse influida por otros factores, tales como anemia, toxinas urémicas, metabolismo mineral anormal, malnutrición, inflamación y proteinuria. De tal forma, es plausible que la dislipidemia contribuya de manera distinta en el contexto de la enfermedad renal, particularmente a niveles más bajos de TFG. Un estudio reciente con 14 856 participantes sin enfermedad coronaria examinó la contribución de varios factores de riesgo a la mortalidad cardiovascular de una población de pacientes con ERC sin diálisis.66 En esta cohorte prospectiva con un seguimiento promedio de 10,5 años, la presencia y gravedad de la dislipidemia fue asociada con futuros episodios cardiovasculares de magnitud similar entre los participantes con una TFG superior a 90 mL/min y aquellos con una TFG disminuida de forma leve o grave (60-89 y 15-59 mL/min, respectivamente). De acuerdo a estos resultados, por cada 1,1 mmol/L (1 DE) de reducción en el colesterol total, se obtendría una reducción del 19,7% de los episodios cardiovasculares. Recomendaciones para la evaluación de los niveles de lípidos en la enfermedad renal crónica El espectro de la dislipidemia en la ERC es diferente al de la población general y varía dependiendo del estadio de la enfermedad renal, así como de la presencia de diabetes, síndrome nefrótico o ambos. Evidentemente, también pueden coexistir otras causas secundarias de dislipidemia (p. ej., hipotiroidismo, alcoholismo, hepatopatías, medicamentos) con la ERC.9,43,67,68 Los objetivos de la evaluación de los niveles de lípidos en el paciente con ERC son los siguientes: Determinar la presencia y magnitud de la dislipidemia. Identificar en pacientes con dislipidemia, malos hábitos de estilo de vida, otros factores de riesgo cardiovascular o presencia de comorbilidad (especialmente diabetes e hipertensión) que puedan incrementar la progresión de la ERC y el desarrollo de ECV. Establecer un plan de manejo para la reducción de la dislipidemia de acuerdo al estadio de la ERC para alcanzar al menos una reducción del CLDL en un 30-40% sobre el valor inicial. La alteración de lípidos más característica asociada a la ERC es el incremento de lipoproteínas que contienen la Apo B (LDL, VLDL e IDL), niveles reducidos de Apo A (HDL) y una elevada proporción de TG.42 La dislipidemia es común en todos los tipos de enfermedad renal y está habitualmente presente en pacientes con diabetes, hipertensión arterial, o ambas, que por otro lado son las principales causas de ERC. Por lo tanto, estos pacientes deben ser considerados como candidatos a tratamiento intensivo.69 La clasificación de las alteraciones en los niveles de lípidos propuestas por el ATP III (Adult Treatment Panel) puede ser aplicada a los pacientes con ERC. Dado el elevado riesgo cardiovascular de los pacientes con ERC es obligado tratar y controlar la dislipidemia independientemente del estadio de daño renal. En los pacientes con ERC se recomienda la medición del perfil de lípidos con 10 horas de ayuno al momento del diagnóstico de la enfermedad renal, a los 3 y 6 meses, y posteriormente cada año.9,70 Este perfil de lípidos incluye la determinación de colesterol total, LDL, HDL y TG. Las cifras normales y anormales de lípidos séricos se muestran en el cuadro 10-3. Si el caso lo requiere, también se deberá evaluar la presencia de causas secundarias de dislipidemia de acuerdo a los resultados de la historia clínica, examen físico y pruebas de laboratorio.9,70 El C-LDL puede ser calculado mediante la fórmula de Fridewald cuando los TG sean inferiores de 400 mg/dL. En caso de concentraciones de TG entre 400-800 mg/dL, la determinación de C-LDL debe hacerse directamente.71 Fórmula de Fridewald Colesterol LDL = colesterol total – (colesterol HDL + TG/5) Tratamiento de la dislipidemia en la enfermedad renal crónica Tratamiento no farmacológico Modificación del estilo de vida Todos los pacientes con ERC y dislipidemia deben recibir asesoría para mejorar su estilo de vida de manera conjunta con el manejo farmacológico.69,72 La modificación del estilo de vida debe comenzar cuando el C-LDL se encuentra entre 100-129 mg/dL; si después de 3 meses estas cifras se mantienen ≥ 100 mg/dL, se debe indicar terapia farmacológica con dosis bajas de estatinas.9,69,70 Los hábitos positivos del estilo de vida incluyen: dieta baja en grasas, reducción de peso, incremento de la actividad física, moderar la ingestión de alcohol y suspender el consumo de tabaco.9,70,73 En el cuadro 104 se muestran las recomendaciones de las Guías KDOQI para la modificación de los hábitos de estilo de vida en pacientes con ERC. En el 2012 se publicaron las guías que propone la AACE (American Association of Clinical Endocrinologists), las cuales refuerzan que la modificación del estilo de vida hacia una forma más saludable con las alternativas que se han mencionado son costo-efectivas para reducir la incidencia de enfermedad cardiovascular.74 Tratamiento farmacológico Estatinas Evidencia para el manejo de dislipidemia en pacientes con enfermedad renal crónica. Algunos análisis post hoc de ensayos clínicos proporcionan evidencias de un efecto benéfico de la terapia con estatinas en desenlaces cardiovasculares de pacientes con estadios 2 y 3 de ERC. Los beneficios son mayores en pacientes que padecen diabetes. El estudio PPP (Pravastatin Pooling Project), que incluyó a 19 737 pacientes y tuvo un seguimiento promedio de 64 meses, mostró una reducción en la mortalidad por cualquier causa (0,81, IC 95%, 0,73-0,89) con el uso de pravastatina.67 En el estudio HPS (Heart Protection Study), la reducción del riesgo absoluto fue de 11% en un subgrupo de sujetos con ERC leve, comparado con el 5,4% en la cohorte total.52 Por otro lado, los resultados son menos claros en pacientes con ERC estadios 4-5 o en diálisis. Dos estudios observacionales informaron beneficios con el uso de estatinas en sujetos en hemodiálisis. Sin embargo, en el DDDDS (Die Deutsche Diabetes Dialyse Studie), realizado en una cohorte de 1 200 pacientes diabéticos con hemodiálisis, el tratamiento con atorvastatina no tuvo efectos positivos en el desenlace primario constituido por ECV.75 Los resultados del estudio AURORA, que incluyó a 2 776 individuos en hemodiálisis, mostraron que la rosuvastatina disminuyó el C-LDL, como se esperaba, pero no tuvo un efecto significativo en los desenlaces cardiovasculares.76 Estos resultados negativos cuestionan los beneficios de las estatinas en estos pacientes de muy alto riesgo cardiovascular. Por el contrario, en el estudio SHARP, aplicado en 9 500 pacientes con ERC de alto riesgo para ECV, los episodios ateroscleróticos graves se redujeron 17% (p = 0,002) y los episodios cardiovasculares mayores 15,3% (p = 0,001) en sujetos que recibieron ezetimiba más simvastatina en comparación con placebo.77 Cuando las cifras de C-LDL sean ≥ 130 mg/dL, se debe comenzar de inmediato la terapia farmacológica.9 En la actualidad existen cinco clases de fármacos que modifican el metabolismo de las lipoproteínas: las estatinas (lovastatina, pravastatina, simvastatina, fluvastatina, atorvastatina y cerivastatina), los secuestradores de ácidos biliares (colestiramina, colestipol, colesevelam), el ácido nicotínico y los derivados del ácido fíbrico (gemfibrozilo, fenofibratro y clofibrato) y la ezetimiba.70,74 Existen pocos ensayos clínicos que evalúen el efecto de la terapia hipolipemiante sobre la ECV y los desenlaces renales, especialmente en estadios 1-3 de la ERC.78 Entre los agentes hipolipemiantes, las estatinas son las más estudiadas. En algunos estudios en pacientes con ERC, las estatinas redujeron el riesgo de mortalidad cardiovascular no fatales y coronarios mayores. No obstante, la mayoría de estos estudios han sido de corta duración y, por lo tanto, su efecto real sobre la mortalidad permanece aún sin estar completamente claro.79-87 Las estatinas reducen significativamente el avance del daño renal y parecen disminuir la excreción urinaria de albúmina.85 Además, se ha sugerido que las estatinas poseen un efecto antiinflamatorio que podría ser benéfico en estos pacientes.84 En población general, varios ensayos clínicos controlados han demostrado una disminución de C-LDL y TG del 18-55% y del 7-30%, respectivamente, así como un incremento del C-HDL de entre 5-15%, con el uso de estatinas.74 En pacientes en diálisis, las estatinas reducen el colesterol de forma similar que en la población general y parecen ser seguras.79 A nivel renal, estos fármacos inhiben el metabolismo lipídico a cargo de los macrófagos en los glomérulos, evitando la esclerosis glomerular. También inhiben la proliferación de las células mesangiales y la activación de citocinas mediada por lípidos y en respuesta a insulina, C-LDL y factor de crecimiento derivado de plaquetas.86 Seguridad del tratamiento con estatinas en la enfermedad renal crónica. Algunas guías recomiendan el uso de estatinas en pacientes con ERC estadios 1-3 con un riesgo cardiovascular pronosticado ≥ 20% a 10 años, independientemente de los valores iniciales de lípidos, particularmente en diabéticos y sujetos con enfermedad aterosclerosa establecida.78 Las estatinas son generalmente bien toleradas a dosis moderadas en pacientes con ERC estadios 1 y 2. En estadios más avanzados (3-5), el perfil de seguridad y ajuste de la dosis son aspectos importantes, ya que los efectos adversos se relacionan con la dosis y con la mayor concentración de los compuestos. Las estatinas con mínima excreción renal se deben preferir (atorvastatina, fluvastatina y pitavastatina). Las dosis recomendadas de estatinas, de acuerdo a la función renal, se muestran en el cuadro 10-5. En la población general, la elevación de las transaminasas hepáticas ocurre entre el 0,5 y 2,0% de los pacientes tratados con estatinas, quienes también pueden desarrollar miopatía. El riesgo de miopatía por estatinas se incrementa con la presencia de ERC, edad avanzada y empleo de medicamentos concomitantes (p. ej., fibratos, ácido nicotínico, ciclosporina, antifúngicos, antibióticos macrólidos, inhibidores de proteasas, antagonistas del calcio no dihidropiridina y amiodarona, entre otros). Se recomienda que las dosis sean reducidas alrededor del 50% en pacientes con ERC en etapas 4 o 5 (TFG < 30 mL/min/1,73 m2).9 Es importante recordar que el empleo de dosis altas de estatinas se asocia a albuminuria, reversible con la suspensión del fármaco. La importancia de este efecto colateral es motivo de estudios prospectivos. Otros fármacos hipolipemiantes En los pacientes que persisten con niveles de C-LDL ≥ 100 mg/dL a pesar de un estilo de vida saludable y dosis óptimas de estatinas, se puede considerar agregar un secuestrador de ácidos biliares si los TG son < 400 mg/dL. No obstante, hay pocos estudios acerca de la seguridad y eficacia de los secuestradores de ácidos biliares en pacientes con ERC. Estos medicamentos están contraindicados en pacientes con TG séricos ≥ 400 mg/dL.9 Los fibratos, las resinas y el ácido nicotínico son las otras opciones terapéuticas disponibles para el tratamiento de las dislipidemias.74 Los fibratos son los hipolipemiantes de elección en la enfermedad renal con hipertrigliceridemia moderada-grave asociada o no con niveles bajos de CHDL.9 La acción de los fibratos se centra en reducir el nivel plasmático de TG y de C-VLDL mediante la activación de la lipoproteína-lipasa, enzima encargada de la captación de lipoproteínas ricas en TG por el tejido adiposo. En población general, los fibratos disminuyen los TG 20-50% y el C-LDL 5-20%, y aumentan el C-HDL 10-35%.73 Son excretadas en un 70% por el riñón, por lo que en presencia de ERC se debe ajustar la dosis, y si la TFG es < 15 mL/min, se deben evitar.88 En sujetos con ERC estadios 1-3, el gemfibrozilo puede reducir significativamente la frecuencia de episodios cardiovasculares. En hombres con aclaramiento de creatinina ≤ 75 mL/min, el gemfibrozilo disminuyó significativamente el riesgo de infarto al miocardio no fatal o la muerte por enfermedad coronaria comparado con placebo (RR ajustado 0,74, IC 95%, 0,56-0,96, p = 0,02, NNT = 16).87 Los beneficios y la seguridad de los fibratos en personas con estadios más avanzados de ERC requieren de mayores estudios. Estos fármacos, al inhibir la depuración de creatinina, incrementan su concentración sérica 10-20% y pueden aumentar la concentración de homocisteína. El efecto es reversible con la suspensión del medicamento, pero su impacto a largo plazo se desconoce. No se recomienda su asociación con estatinas debido a que los fibratos elevan los niveles sanguíneos de aquellas, incrementando el riesgo de miopatía y rabdomiólisis. Los fibratos son los hipolipemiantes de elección en la enfermedad renal con hipertrigliceridemia moderada-grave asociada o no con niveles bajos de C-HDL,9,73 pero debe tomarse en cuenta que se ha informado que varios de ellos podrían asociarse a deterioro de la función renal (cuadro 10-6). Los efectos del fenofibrato son más pronunciados que los del gemfibrozilo. El fenofibrato es un fármaco no dializable y no debe ser usado en pacientes con TFG < 50 mL/min/1,73 m2. En cuanto a la dosis de gemfibrozilo, se recomienda que se disminuya a 600 mg/día si la TFG es < 60 mL/min/1,73 m2 y evitarlo si la TFG es < 15 mL/min/1,73 m2. Como los fibratos no tienen efecto en la excreción urinaria de creatinina, el cálculo de la TFG se hace difícil por el aumento de la creatinina sérica, lo que constituye un problema en la práctica clínica. Los ácidos omega 3 constituyen una opción para la disminución de los TG en pacientes con ERC y dislipidemia mixta.88 El ácido nicotínico se puede utilizar en lugar de los fibratos para los pacientes con TG elevados. En la población general, el ácido nicotínico reduce los niveles de C-LDL 5-25% y de TG 20-50%, y aumenta el C-HDL 15-35%;74 sin embargo, casi no hay datos sobre los niveles sanguíneos de ácido nicotínico en invidivuos con ERC. La incidencia de efectos adversos del ácido nicotínico (p. ej., hiperglucemia) es alta; la resistencia a la insulina es común en pacientes con ERC, por lo que podría esperarse una incidencia mayor de hiperglucemia en aquellos sujetos con ERC que reciben ácido nicotínico. Recientemente, se ha mostrado la seguridad de la ezetimiba en combinación con simvastatina para el manejo de las dislipidemias en ERC.77 Algoritmo de tratamiento de la dislipidemia en enfermedad renal crónica Un esquema de actuación terapéutica se resume en el algoritmo 10-1. El enfoque terapéutico de las alteraciones de los lípidos se basa en las recomendaciones del ATP III.70 En el caso de pacientes con marcada elevación de TG (≥ 500 mg/dL, generalmente debido a alteraciones genéticas del metabolismo de lipoproteínas), el tratamiento de la hipertrigliceridemia (fibratos o niacina junto con modificaciones del estilo de vida) para reducir el riesgo de pancreatitis tiene prioridad sobre el tratamiento del C-LDL. Cuando los TG son < 500 mg/dL, la atención debe enfocarse a la reducción de C-LDL. Algunos pacientes con C-LDL de 100-129 mg/dL pueden alcanzar la meta de niveles < 100 mg/dL únicamente con la modificación del estilo de vida; por lo tanto, es razonable intentar esta modificación durante 2-3 meses antes de comenzar el tratamiento farmacológico. En aquellos pacientes en los que no se puede reducir el C-LDL a < 100 mg/dL por medio de la modificación del estilo de vida, se debe añadir una estatina. Pese a lo anterior, el uso de una estatina, aun en casos con C-LDL < 100 mg/dL, ha sido postulado para los casos en prevención secundaria. La dosis de estatina necesaria para alcanzar la meta de C-LDL < 100 mg/dL depende de la gravedad de la dislipidemia. Es importante usar una dosis que tenga la capacidad de disminuir el C-LDL al menos 30%. Reducciones menores no tienen impacto en la incidencia de episodios coronarios. Esta medida puede reducir al mínimo la frecuencia y la gravedad de efectos adversos.9,69,70 Metas del tratamiento Las guías actuales disponibles para el tratamiento de las dislipidemias toman como objetivo primario la reducción del C-LDL, incluso en pacientes de alto riesgo, en los que se sabe que la concentración de C-LDL puede reflejar de forma equivocada la presencia de partículas potencialmente aterogénicas como las que contienen la Apo B. Los pacientes con ERC tienen un riesgo de subdiagnóstico si se toman los objetivos primarios y puntos de corte establecidos para la población general. Las guías proponen la reducción de las concentraciones de C-LDL como blanco primario; sin embargo, en individuos con TG muy altos (≥ 500 mg/dL), el objetivo principal es reducirlos para disminuir el riesgo de pancreatitis. En pacientes con ERC se debe alcanzar un nivel de colesterol total < 175 mg/dL, C-LDL < 100 mg/dL, C-HDL > 40 mg/dL y TG < 150 mg/dL.73,74,88 Puntos clave Las anomalías de los lípidos pueden estar presentes desde las fases iniciales de la ERC, pero en general son más frecuentemente detectadas cuando la TFG < 50 mL/min. Las alteraciones más comunes de la dislipidemia urémica se caracterizan por niveles altos de VLDL, TG, lipoproteína(a) y LDL, y por niveles bajos de HDL. La clasificación de las alteraciones de los lípidos propuesta por el ATP III puede ser aplicada a los pacientes con ERC. La meta del tratamiento es alcanzar niveles de colesterol total < 175 mg/dL, LDL < 100 mg/dL, HDL > 40 mg/dL y TG < 150 mg/dL. Todos los pacientes con ERC y dislipidemia deben recibir asesoría para mejorar su estilo de vida conjuntamente con el manejo farmacológico. La dosis de estatinas (excepto atorvastatina y pravastatina) debe reducirse alrededor de 50% en pacientes con ERC etapas 4 o 5 (TFG < 30 mL/min/1,73 m2). Hasta el 70% de los fibratos se excretan por el riñón, por lo que en la ERC avanzada se debe ajustar la dosis o evitar su uso (excepto gemfibrozilo). No se recomienda la asociación de fibratos con estatinas en pacientes con ERC, debido a que los primeros aumentan los niveles sanguíneos de las segundas, incrementando así el riesgo de miopatía y rabdomiólisis. Referencias bibliográficas 1. Foley R, Parfrey P, Sarnak MJ. Clinical epidemiology of cardiovascular disease in chronic renal disease. Am J Kidney Dis. 2008; 32 (Suppl 55): S112-S119. 2. Go A, Chertow GM, Fan D, McCulloch, Hsu C. Chronic kidney disease and the risk of death, cardiovascular events, and hospitalization. N Engl J Med. 2004; 351: 1296-1305. 3. Hyre AD, Fox CS, Astor BC, Cohen AJ, Muntner P. 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